Capítulo 6: No te dejaré...

  El jueves por la mañana llegué tarde a la universidad, el salón de clases estaba bastante lleno y no había puestos vacíos para sentarme. Busqué a mi grupo entre la muchedumbre y los encontré en las últimas mesas del recinto, ahí estaban todos, parecía que esperaban por mí. La única persona a la que miré fue a Antonio, estaba allí, mirándome con majestuosidad mientras me acercaba a la mesa como un monarca.

- Buenos días –les dije en voz alta, me abotoné la bata y me puse las gafas. Coloqué mi mochila en la mesa e inspeccioné sí había un lugar para sentarme–. Discúlpenme por llegar tarde.

Antonio me lanzó una mirada tan profunda y misteriosa como las fosas del mar, fue fácil perderme en su abismo.

- Pensé que llegarías temprano, jovencito –dijo él, dedicándome la sonrisa más hermosa que he visto. Ladeó la cabeza y me indicó el puesto que tenía reservado para mí–. Ven, siéntate conmigo.

Me quedé embelesado y petrificado cuando me habló, todo el grupo sentía la tensión.

- Mu-muchas gracias –tartamudeé, estremecido–. Hoy me levanté muy tarde jajajajaja.

Me senté mientras me miraba con una sonrisa. Se supone que era un momento serio, pero yo no paraba de reírme solo.

- Anoche te acostaste temprano, ¿Qué pasó? –Murmuró Antonio, acercándose a mi oído con discreción–. Pensé en hablarte, pero no quería molestar tu sueño.

- Yo pensé lo mismo –coincidí, hablando con un tono suave. Antonio era la razón de mi estúpida risa–. Quise volver a hablarte en la madrugada, pero quería verte descansando para hoy. Necesitas dormir bien.

Levanté la mano y acaricié el cabello de Antonio mientras lo veía a los ojos. .

- Tus manos son muy suaves –susurró Antonio, cerrando los ojos serenamente.

- ¡Miren quienes durmieron juntos! –Gritó Bruno con su desagradable voz de indigente–. Ya no se queden callados, cuéntennos, ¿Cómo pasaron la noche?

Antonio y yo nos miramos con incomodidad.

- Lo que sucedió en mi habitación quedó en mi habitación, sólo puede saberlo las paredes y mi cama –le respondí sarcásticamente.

Antonio comenzó a reírse con los demás, pero Bruno calló con altanería.

- Veo que la pasaron bien –dijo Mónica, apareciendo de la nada–. ¿Qué están ocultando?

- ¿Mónica? ¡No te había visto! –Exclamé soltando una carcajada.

Mónica me dio un manotazo en el brazo, arrojando una resonante risotada.

- Qué intensidad la de anoche que hasta quedaste ciego –bromeó Mónica.

Bruno no sabía qué decir, estaba muy agitado.

- ¡Sí! –Aseveré placenteramente–. Hay cosas que te dejan ciego periódicamente.

- ¿El amor? –Habló Nairobis con sarcasmo.

- Quizá –respondió Antonio humorísticamente.

Mónica se quedó mirándome con impresión.

- Profundo y encantador –ironizó Nairobis, uniéndose a la conversación.

- Michael y yo tendremos un hijo –arrojó Antonio, dirigiéndose a mí–, ¿Verdad?

Antonio levantó su brazo y lo colocó sobre mis hombros.

- Sí –respondí, riendo con júbilo–, seremos papás.

- Quiero ser la madrina de la criatura que nacerá –dijo Nairobis, emocionada–. Si llegan a necesitar un vientre de alquiler, cuenten conmigo.

- También les puedo alquilar el mío –satirizó Mónica–. Están disponibles para cuando lo necesiten. Aunque yo solo sirvo para procrear monstruos homosexuales.

- Gracias –le respondió Antonio, acercándome a él con su brazo–. Lo tomaremos en cuenta.

Me sentí extraño al ver la seriedad con la que hablaba Antonio.

- Me encanta como se ven juntos –nos dijo Nairobis, juntando las manos sobre su boca–, ¿Por qué a mí no me pasan cosas así?

- Porque los afortunados somos pocos –le contesté, rozando mis brazos con el cuerpo de Antonio–. Pronto llegará lo que mereces.

Nairobis nos arrojó una linda sonrisa y continúo hablando con Mónica.

- Eso es cierto –añadió Antonio, tocando mi cabello.

Antonio acariciaba mis hombros con sus dedos, Bruno estaba hirviendo del odio.

- ¿Cómo estás? –Le pregunté a Antonio, respirando el olor de su perfume.

- Estoy bien –musitó, evitando que otros volvieran a meterse en nuestra conversación–, ¿Cómo estás tú?

- Me alegra saber que estás bien –articulé–, yo también lo estoy. ¿Pudiste estudiar?

- ¡Me contenta! –Respondió animosamente–. Yo no estudié mucho, pero, sé que puedo defenderme por mi cuenta.

- Lo harás –expresé, asintiendo con la cabeza–. Me encanta ver que reconoces lo que eres capaz de lograr.

Nuestros ojos gritaban nuestros secretos.

- ¿Gracias? –Dijo, actuando como un idiota.

Nuestro grupo estaba preocupado por la exposición, pero, Antonio y yo solo estábamos centrados en nosotros era como si no hubiese nadie más que él y yo, incluso nos tomamos algunas fotografías desde nuestros teléfonos. Nada más importaba que lo que sentíamos. El Dr. Roberth inició las exposiciones, nuestro equipo era el número siete y apenas iban por el segundo. Luego de unos minutos, Antonio estaba muy callado, se veía inquieto y fatigado por algo de lo que no quería hablar.

- ¿Te sucede algo? –Le pregunté, acariciando su espalda.

Antonio me miró a los ojos e hizo un gesto de abatimiento. Sus labios se palidecieron.

- Tengo un ataque de ansiedad –respondió temblorosamente, el sudor se derramaba desde su frente hasta la nariz–. Estoy nervioso y no quiero presentarme en estas condiciones... Tengo mucho miedo, lo haré mal como siempre, nunca puedo hacer nada bien.

Antonio tenía la respiración agitada, nunca antes lo había visto así. Sus ojos estaban rojos y lagrimosos.

- Antonio –mencioné su nombre con cariño, levanté la mano y acaricié suavemente su cabello–, cierra los ojos, escucha mi voz y respira hondo –él cerró los ojos y suspiró–. Imagina que estás en un cementerio de rosas negras a la medianoche, no hay nadie más que tú en aquel precioso y solitario lugar, la brisa nocturna es fría y purifica tu piel, sacude las ondas de tu cabello y sientes que estás en tu mundo interior. La Luna se tiñe de sangre e ilumina tus miedos con su misterio, tu corazón se acelera y las estrellas se acercan para iluminar tu sendero...

Antonio tenía las manos temblorosas, heladas y sudadas. Quería protegerlo de todo lo malo. Al escuchar mi voz se apaciguaba, pero su abatimiento era extremo.

- Tengo miedo –decía con la voz temblorosa y la respiración agitada–. Todo lo hago mal, las cosas siempre me salen mal... No valgo nada, soy un fracaso.

Pese a que tenía los ojos cerrados sus parpados titilaban.

- El único fracaso son tus miedos –murmuré en su oído, dándole una ligera palmada en el brazo–, yo confío en ti y sé que lo harás mejor de lo que piensas. Esta ansiedad no será la que te va a derrotar, porque después de esto levantarás la cara y pelearás contra todo lo que te hace dudar de ti... Yo estoy aquí para acompañarte y admirar tú victoria, es mejor intentarlo que no hacer nada. Yo sí creo en ti.

Antonio abrió los ojos lentamente y me arrojó una linda mirada, sus mejillas sonrojadas me hicieron sentir cosquilleos en el estómago.

- Nunca antes me habían dicho algo así –confesó, haciendo una mueca de serenidad–.Aunque sentí miedo al imaginarme en un cementerio durante la madrugada jajajaja. Y me avergüenzo de que me veas en estas condiciones, perdón.

- No –le interrumpí–. Por favor, no sientas vergüenza por expresar tus emociones. Y mucho menos te perdones por eso.

- Eres un eclipse –dijo él, mirándome con fervor.

- Y tú un cielo estrellado –repuse.

Antonio tomó mi mano y la colocó en su pecho.

- ¿Sientes mis latidos? –Masculló, mirándome con pasión.

- Sí –asentí suavemente–. Puedo sentir tu corazón latiendo imparablemente en mi mano.

- ¿Te gusta? –Añadió en voz baja.

- Me encanta –susurré, mirándolo a los ojos con misterio.

- Hablas como si estuvieras hambriento –dijo él, sonriendo discretamente.

Las facciones de su rostro sobresalían.

- Lo estoy –arrojé, clavándole una mirada seductora y pagana.

- ¿Quieres comerte mi corazón? –Vaciló, mordiendo su labio inferior.

- Desde los ventrículos hasta sus aurículas –le contesté con vehemencia, dejé escapar un suspiro y acaricié su piel.

Hubo un silencio incómodo y revelador, le quité la mano del pecho y me acomodé en mi asiento. Antonio no sabía qué decir.

- Gracias –titubeó, desviando su rostro a otro lado.

- Estás muy agitado –repuse–, pero, verás que en unos minutos volverás a la normalidad. Y de nada.

Antonio estaba callado.

- Solo es una exposición –continué con la intención de motivarlo–, eso no define tu valor en la vida. Recuerda que una calificación no define tu inteligencia por más alta o baja que sea. Diste todo de ti para estudiar el tema y lo intentaste, tuviste las mejores intenciones para aprendértelo y presentarlo. Pero, por alguna razón, no aprendiste lo que querías saber, hoy o mañana podrás volver a leerlo y verás que la presión se habrá ido de ti.

Inesperadamente, tomó mi mano y la acarició suavemente.

- Me agrada conocerte –dijo en voz baja, agachando la cara–. Es confortante tenerte aquí.

- Así será siempre –vaticiné inocentemente–. Me encanta estar contigo.

Él me sonrió dulcemente y respiró hondo, estaba desahogado.

- Cuento con ello –musitó.

- ¿Te puedo decir algo? –Le pregunté, bajando la voz.

- Claro... Dime –respondió con nerviosismo.

- Pareces que hubieras salido de un cuento de hadas –cuchicheé.

- ¿Porque te encanto? –Arrojó inesperadamente.

Ambos comenzamos a reírnos tontamente, todavía tenía mi mano junto a la suya.

- Porque eres mágico –reconsideré–. Es lo que iba a decir jajajajaja.

Antonio me miró fijamente e hizo un bonito gesto con su rostro, quiso decirme algo cuando repentinamente, apareció el Dr. Roberth.

- ¿De qué tanto hablan ustedes dos? –Refunfuñó desde atrás.

Antonio me soltó la mano rápidamente. Todos los alumnos estaban viéndonos.

- Estaba hablándole a mi compañero sobre nuestra exposición –mentí, intentado actuar con seriedad.

- Sí vuelven a hablar reprobarán el año completo –amonestó–, no volveré a repetirlo. Ya cállense de una vez.

Antonio y yo comenzamos a reírnos después que el Dr. Roberth se alejó, pero era nuestro turno para exponer.

- ¡Maldita sea! –Respingó Mónica–. No quiero exponer todavía.

- Salgamos de esto de una vez –añadió Diana.

- Oigan, ¿Y André? –Preguntó Nairobis.

- Él está de viaje –dijo Bruno–. Fue a la capital para conocer a Nicolás Maduro, es un sueño para él y me siento orgulloso de que todos seamos discípulos de Chávez.

Todos miramos a Bruno con rareza, no pude contener la risa y empecé a burlarme.

- Qué asco –rezongó Mónica en silencio.

- Yo solo soy discípulo de Satán –arrojé sarcásticamente.

- Deberíamos crear un aquelarre –propuso Antonio con ironía.

- ¿Cómo te sientes? –Le pregunté con un tono dulce.

- Nervioso, pero me siento mejor –respondió con alivio. ¿Y tú?

- Pues, me siento normal –articulé cansinamente–, ya quiero exponer antes de que se me olvide todo.

Nos pusimos de pie y caminamos hacia la pizarra. Bruno y Diana prepararon el proyector de video para las diapositivas. Mónica estaba temblando del miedo, le aterraba pararse al frente de muchas personas.

- Mónica, hoy te vas a lucir como nunca –le dije confortantemente–. Podemos apostar lo que quieras, pero hoy vas a brillar.

- Espero que sí –balbuceó, dándome un abrazo–. Tengo mucho miedo.

- Tranquila, Mónica, lo haremos muy bien –le habló Diana.

Mientras Diana platicaba con Mónica, Antonio se acercó a hablarme.

- Tengo nervios, Michael, –se apoyó blandamente en mis hombros y soltó un quejido.

- Todo estará bien –repetí, riéndome con tranquilidad–, no hay razón para tener miedo. Yo sé que lo harás mejor que todos.

Compartimos miradas confusas y nerviosas.

- ¿Te puedo abrazar? –Me preguntó cariñosamente.

- Por supuesto que...

Antonio me abrazó antes de que yo terminase de hablar, cuando lo hizo supe que era lo que más necesitaba.

- Te prometo que saldremos de esto –murmuré con mis manos en su cintura y las suyas en mi espalda.

- ¿Están listos? –Preguntó el Dr. Roberth imprevistamente.

Antonio me soltó y se apartó discretamente.

- Si –asintió Mónica con firmeza.

- Pueden empezar cuando quieran –dijo el Dr. Roberth.

Bruno me lanzó una mirada fugaz y evasiva, lucía molesto luego de verme con Antonio. Entrecerró los ojos y prosiguió a presentar el grupo.

- ¡Hola! Buenos días –inició–. Mi grupo está constituido por mí persona Bruno Vidal –se dio la vuelta y señaló a los miembros–, Nairobis Valente, Mónica Echeverría, Diana Pascual, Antonio Cervantes y Michael Mendoza, nuestro compañero André Galván no pudo asistir debido a que se reunió con nuestro amado presidente Nicolás Maduro.

Mónica y yo nos hicimos señas cuando escuchamos a Bruno mencionar a Maduro, no sabía sí burlarme o vomitar. Bruno se echó hacia atrás y Nairobis caminó al frente para empezar su presentación.

- Buenos días –saludo Nairobis con estremecimiento, la voz le temblaba–, el tema que hoy les explicaré junto a mi grupo, es el shock. Según diversos autores, es el fenómeno final de los acontecimientos mortales –explicó, señalando temblorosamente su tema en la diapositiva– dado por la hipoperfusión sistémica y por la hipoxia celular, esto se debe a la reducción masiva del gasto cardíaco o del volumen sanguíneo circulante, también llamado hipotensión. El shock es el punto final de una hemorragia intensa, un traumatismo, un infarto, septicemia, embolias, entre otros más factores –Nairobis hizo una pausa, tomó aire y prosiguió–. El shock se agrupa para su estudio en diferentes categorías: Shock séptico, obstructivo, hipovolémico, cardiogénico, neurogénico y anafiláctico.

- La hipovolemia es la causa más frecuente de shock en el paciente traumatizado –siguió Bruno, hablaba con nerviosismo–, la alteración de la función miocárdica y la perfusión hística insuficiente son sus características fundamentales... Resulta útil considerar las alteraciones del sistema circulatorio compuesto por sus tres elementos fundamentales: la bomba cardíaca, el volumen de sangre circulante y el sistema vascular, ya que cada uno de estos componentes sufre alteración por la disminución crítica del flujo sanguíneo nutritivo... En la fisiopatología se establecen tres mecanismos fundamentales: Los mecanismos humorales, hormonales y vasorreguladores. En las glándulas suprarrenales, la liberación de hormonas da lugar al aumento de leucocitos, eosinopenia, aumento de la fagocitosis y de la gluconeogénesis... La isquemia hística da lugar a una acumulación de metabolitos vasoactivos que dilatan arteriolas y esfínteres precapilares, produciendo vasodilatación... La autorregulación es la tercera respuesta vascular local, con cambios en la presión de perfusión que altera el tono del músculo liso vascular... En el corazón, el gasto cardíaco disminuido compromete masivamente el flujo coronario. La liberación de metabolitos ácidos afecta la eficiencia cardíaca. Todo esto da lugar a isquemia cardíaca y fallo de bomba.

Bruno culminó su presentación después de cinco minutos, pese a que los nervios no le permitían expresarse como debía, me pareció una buena presentación. No lo consideraba una rival. El Dr. Roberth guiaba el orden de las diapositivas de la exposición. Diana era la siguiente.

- ¡Hola! –Saludó ella carismáticamente, tenía una hermosa sonrisa–. Soy Diana Pascual. Les hablaré sobre un tema importante y realmente interesante, el shock anafiláctico. Es la respuesta de hipersensibilidad aguda y frenéticamente progresiva –dijo, indicando la diapositiva con el dedo–, esta respuesta produce una vasodilatación sistémica que puede comprometer la perfusión orgánica, dando lugar a un shock distributivo de causa anafiláctica. Su mediador más importante es la histamina, la que genera vasodilatación, broncoespasmo y secreciones. A nivel del sistema digestivo se produce contracción y dolor abdominal, y en las glándulas suprarrenales, hay un gran aumento de las catecolaminas. La histamina genera eritema y prurito –Diana se quedó pensando por unos segundos, había olvidado algo–. Mediadores de elevada relevancia, se mencionan las proteasas y quimioquinas, éstas últimas de efecto quimiotáctico –Diana titubeaba y temblaba–. La reacción está mediada por inmunoglobulinas G y E. ¡Y por cierto! el aumento de la permeabilidad vascular es relativo. Y por último, la adrenalina, los corticoides, broncodilatadores, antihistamínicos, entre otros, son muy eficientes para su tratamiento.

La presentación de Diana fue espectacular, su dulzura evitó que los nervios entorpecieran su exposición. Mónica era la siguiente, estaba pálida y temblaba como un perrito callejero. Le acaricié la mano y sentí el frío en su piel, claramente estaba enfrentando un episodio de ansiedad y miedo escénico.

- ¡Buenos días! –Vociferó Mónica, forzando una sonrisa–. El shock obstructivo es producido por una obstrucción en la circulación sanguínea –expresó con naturalidad–. La obstrucción puede ocurrir en el corazón o en los grandes vasos. Las causas más frecuentes son: la embolia pulmonar, el neumotórax y el taponamiento cardíaco... Estas condiciones pueden ser mortales sin un tratamiento eficiente... Un paciente puede presentar dificultad respiratoria, angina de pecho, estado mental deteriorado. También hay signos como la hipotensión, taquicardia, y las venas yugulares distendidas en el cuello. La fisiología de shock obstructivo es similar a la de choque cardíaco, el choque obstructivo no es una disfunción del corazón mismo, es la obstrucción la que impide el flujo de sangre –Mónica gesticulaba con las manos, pero aún se veía nerviosa–. El reflujo de sangre es incuestionable como la distensión de la vena yugular en el cuello... Es importante identificar la causa para eliminar la obstrucción. Se apoya el diagnóstico por análisis de sangre e imágenes como la ecocardiografía.

Mónica hizo una expresión de alivio cuando terminó de exponer. El próximo era Antonio, él intentaba resarcir sus inseguridades con un forzado gesto de seguridad.

- ¡Buenos días! –Profirió torpemente con vacilación–. En esta ocasión les hablaré acerca del shock séptico. Es una infección multisistémica, puede diseminarse a muchas partes, generando lesiones extensas de amplio espectro... Emmmm –Antonio se quedó mudo mientras parpadeaba aceleradamente–, ¡Oh, listo! Perdón, como les estaba diciendo, el shock séptico es muy importante en el perímetro clínico, ya que, puede provocar la muerte... Sus diferentes causas se atribuyen a infecciones bacterianas y gangrenosas, peritonitis, etcétera. Se presenta fiebre alta, vasodilatación y gasto cardiaco elevado. Los microorganismos proliferan, invaden luego el torrente sanguíneo y liberan grandes cantidades de sustancias. Su tratamiento se estima en aplicar antimicrobianos de forma precoz, por vía endovenosa y a altas dosis, según sea la localización de la infección. El tratamiento eficiente para la reacción inflamatoria es la aplicación anticuerpos monoclonales.

Antonio culminó su exposición, verlo tan nervioso que me ocasionaba ternura. Yo era el próximo en presentarme.

- Buenos días –hablé en voz alta. Por un momento me ganaron los nervios, pero mantuve mi firmeza–. En la presente oportunidad les hablaré sobre unos de los temas más impresionantes de la fisiología, la semiología y la fisiopatología, son uno de mis temas favoritos –gesticulé con las manos–. El shock neurogénico, ¿Lo han escuchado? ¡Probablemente, sí! –Bramé–. Bien... Antes que nada, es importante que recuerden la anatomía y la fisiología de la médula espinal y del encéfalo, específicamente del centro vasomotor... La etiología de este shock, está determinada primordialmente por el daño al sistema nervioso central –mientras explicaba las imágenes me distraje con Antonio, él estaba mirándome con orgullo e interés. Tenía una linda expresión en su rostro. Le quité la mirada y proseguí–: El shock neurogénico se manifiesta cuando existe una falla en la comunicación entre el cerebro y la medula espinal –expliqué apasionadamente–, haciendo que los vasos sanguíneos pierdan el tono simpático y se dilaten, dificultando la circulación de sangre por el cuerpo y disminuyendo la presión arterial... Cuando eso ocurre los órganos no reciben el oxígeno necesario y dejan de funcionar, creando una situación que pone la vida en riesgo. Este tipo de shock es más frecuente en accidentes automovilísticos y caídas, la cual son situaciones que pueden causar una lesión de la médula espinal, sin embargo –aclaré la garganta y continué–: los síntomas principales que surgen consecuentemente son: la disminución fulminante de la presión arterial y de los latidos cardíacos. Además, también son frecuentes otros signos y síntomas como la respiración rápida, piel fría y azulada, ausencia de respuestas a estímulos, inconciencia, dolor en el pecho... La disminución del tono simpático resulta por la pérdida de la vasoconstricción periférica, llevando a la hipotensión y a una piel muy caliente... La disminución de la resistencia vascular sistémica conduce a la hipovolemia relativa, debido al incremento de la capacidad venosa y la administración de fluidos isotónicos... ¡Muchas gracias por su atención! –Agradecí por último.

El Dr. Roberth se levantó de la silla y aplaudió fuertemente. Antonio caminó hacia mí y me apresó entre sus brazos.

- Lo hiciste increíble –ovacionó–. Quiero agradecerte por apoyarme y por creer en mí. Me encantó la forma en la que todo salió bien, siempre tuviste razón...

- Gracias –murmuré–, tú también lo hiciste magnífico. Eres muy dulce.

 De pronto, todos se nos quedaron viendo mientras nos abrazábamos. Antonio me soltó con disimulo y se echó hacia atrás. El Dr. Roberth estaba sonriendo desde atrás.

- Felicidades –expuso el Dr. Roberth–, a ustedes dos y a todo el grupo. Y tú, Michael –me señaló honorablemente–, sé que serás un gran neurocirujano. ¡Felicidades!

- ¡Muchas gracias! –Regocijé.

Observé al Dr. Roberth con entusiasmo y grandiosidad. Significó mucho para mí que lo dijera un gran médico como él.

- Muchas gracias –apareció Nairobis, agradeciéndome con fervor–. Amé el trabajo que hiciste en las diapositivas. Espero que sigamos trabajando juntos.

- Yo digo lo mismo, muchas gracias–coincidió Mónica.

- Fue un placer ayudarlas –alegué–, será fabuloso trabajar juntos nuevamente. No me lo agradezcan, fue divertido.

Minutes después, me despedí de todos y me fui a casa con una gran sonrisa. Antonio seguía en mi mente y eso me gustaba, de la noche a la mañana se había convertido en la razón por la cual amaba ir a clases todos los días.   

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