Capítulo 55: Cambios.

Los meses transcurrieron a medida que mis prioridades cambiaban, hice el intento para no rendirme y viajé a otra ciudad para realizar el traslado de universidad. Mis amigas también solicitaron el cambio de facultad, al igual que ellas yo también estaba preocupado y ansioso por la respuesta que podríamos tener, todo era aleatorio y nada nos aseguraba que ese cupo sería de nosotros.

Cada quien debía tener un plan B en caso de no ser seleccionado, nuestros proyectos de vida fueron los que comenzaron a abrirnos nuevos caminos hasta que nuestras metas dieron un cambio muy drástico. Nairobis regresó a su pueblo y se dedicó a la agricultura mientras esperaba el anuncio de las equivalencias, vivía una vida sana y tranquila. Mónica se puso la meta de trabajar y obtener su pasaporte para emigrar, entre la ansiedad y la depresión perdió la esperanza de que algún día volviera a estudiar medicina, el tiempo se encargó de restaurar su mente y brindarle la gran oportunidad de renacer. La meta de Mónica era llegar a Alemania.

Mi mejor amigo continuó trabajando en su música, superando día tras días la soledad que vivía en una ciudad llena de desconocidos, no había un día en el que no habláramos, incluso viajé para visitarlo. Siempre recordaré la vez que nos subimos en el teleférico más alto del mundo, ubicado en el Estado Mérida, Venezuela. Fue allá donde quedó nuestro último recuerdo.

Mi ex mejor amiga, Amanda, apareció meses después para pedirme que habláramos, pero ya era muy tarde para discutir sobre algo que ya no tenía tiempo de caducidad, mi tiempo con ella expiró el día en que se alejó sin pedirme perdón, sentía mucha nostalgia y tristeza porque nuestra amistad jamás volvería a ser la misma. Pasamos por muchas cosas juntos, siempre la recordaré como esas personas que llegan a nuestras vidas para dejarnos una enseñanza, buena o mala. Todavía recuerdo las veces en las que le prometí que sería endocrinólogo para tratar su enfermedad tiroidea, sería imposible odiarla porque odiaría una parte de mí que en su momento fue feliz.

Antonio, terminó convirtiéndose en un completo desconocido. No sentía nada más que indiferencia hacia él, me sorprendió ver lo rápido que me había olvidado de su existencia.

Hannah, la niña que conocí en el hospital perdió la batalla contra el cáncer, con tan solo 5 años de edad sufrió lo que ningún ser humano debería soportar. Sofía, su madre, se quitó la vida después de esto; actualmente, sus restos yacen juntos a los de su hija, me parte el corazón escribir sobre esto porque siento impotencia y melancolía por ellas. A causa de la escasez de medicamentos y el elevado costo de la salud en Venezuela, la crisis sanitaria arrasó nuevamente con la vida de alguien más. Cada mañana que despierto recuerdo cuando Sofía me llamó "Dr. Michael", aunque lastimosamente no me convertí en médico ella vio mi pasión por la medicina, gracias a eso la conocí y hoy la llevo en mi corazón junto a su hija.

Vivi tenía meses sin autolesionarse, estaba trabajando diariamente en sí misma para no volver a hacerlo, sin embargo, tenía crisis de ansiedad y altibajos emocionales que ponían en riesgo su progreso. Mi mamá seguía apoyándonos y dando lo mejor para acompañarnos, a veces me preocupaba el diminuto deterioro de su salud, estaba manifestando dolores más violentos en su sistema osteoarticular, el médico le diagnosticó una osteopenia con riesgo de fractura, además mantenía su cuidado alimenticio para evitar otra pancreatitis aguda. A veces cuando cobraba las pequeñas ganancias de las ventas de mis libros, invertía lo poco que tenía para los medicamentos que mi madre necesitaba; ella es lo más grande y valioso que tengo en mi vida, haría todo lo que fuera para regalarle la fortuna que se merece, una de mis metas es sacarla y salvarla del infierno que nunca mereció vivir. Sé que algún día le daré la vida feliz que siempre anheló, su soñada libertad es la esperanza que me mantiene con fuerza.

En los meses siguientes consideré quitarme la vida, pero no lo hice porque mi hermana y mi madre me necesitaban, eran mi única razón para respirar. Pensaba que si no quedaba seleccionado en la ULA mi vida se terminaría por completo, mi plan B era la oportunidad de huir de Venezuela y mi plan C la muerte. Fueron meses de encierro, depresión, ataques de pánico y ansiedad. El último plan era la salida si no tenía éxito con los dos primeros. Los miedos que tenía eran más grandes que mi fe, estaba más cerca de perder la batalla contra la depresión.

En medio de una devastadora catástrofes de cambios hostiles conocí a una persona que me permitió resguardarme con su fuerza, ella es mi psicóloga Norka Barrios, la mejor amiga de mi padrino Juan Carlos. Norka apareció en mi vida como un resplandeciente lucero que con su brillo me iluminaba, quiero rendir tributo a su profesionalismo, su empatía y por el gran corazón que tuvo para brindarme atención psicológica sin ningún costo. Mi día favorito de la semana es cuando tengo mi sesión de psicoterapia, mi psicóloga me enseñó la clave y las herramientas para protegerme, especialmente, poniendo límites ante situaciones en las que me encuentre susceptible a cualquier daño. Sin la ayuda de mi psicóloga no habría podido ponerle fin a los ciclos destructivos que me estaban matando, sobre todo cuando creí que por huir de un lugar sería egoísta al elegirme a mí mismo. Con Norka dejé de normalizar lo que pensé que sería normal en el amor, la familia y la amistad. Sin más que decir, Norka ha contribuido tanto en mi salud mental como para ser una maestra de vida. Algún día podré recompensar todo lo que ha hecho por mí.

Actualmente, muy pocas personas saben de mí y no cualquiera tiene la oportunidad de hacerlo. Soy más selectivo que antes y valoro tenerme a mí mismo, cuando miro hacia atrás veo a un chico que ya no existe y me asombra ver cómo mis prioridades cambiaron de la noche a la mañana. El tiempo me demostró que todavía me quedan nuevos caminos por explorar. 

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