Capítulo 48: Euforia.
Después de un triste atardecer llegó el momento de complementar todas las energías que había perdido. De inesperado, recibí una notificación en mi correo electrónico, deslicé la barra del menú hacia abajo y entré a la aplicación: "¡Felicidades, Michael! 500 personas han pre-guardado tu audiolibro en Spotify. Están esperando por tu lanzamiento", decía el correo. ¡Wow! Fue una bendición que me dejó completamente impactado y boquiabierto, me levanté velozmente de la cama y comencé a brincar mientras convertía mis lágrimas de desamor en orgullo, estaba gritando y sollozando de la emoción hasta que alguien abrió la puerta de mi habitación. Era mi mami.
- ¿Qué te pasó, loco? –Me preguntó desde la puerta, riéndose confusamente.
Continué brincando.
- ¡Mamá, 500 personas pre-guardaron mi audiolibro en Spotify antes del lanzamiento!
- ¿Y qué significa eso?
Mi mamá no entendía lo que le decía, arqueó las cejas y se rascó la cabeza.
- Esta opción le permite a los usuarios guardar mi audiolibro en sus dispositivos y recibir un mensaje el día de su lanzamiento –expliqué, quedándome sin aire.
- ¡Felicidades! –Congratuló mi madre, regresándome la sonrisa que tanto amaba mirar–. No es nada nuevo para el escritor, ingeniero y médico de la familia. Me enorgulleces. Eso es el fruto de tu perseverancia y tu esfuerzo, no te rindas y recuerda que, el que persevera vence.
Mi mamá me guiñó el ojo y salió de la habitación, me sentía poderoso. Entré a Facebook y compartí la noticia con mis seguidores, en menos de tres minutos todos estaban festejando conmigo, ellos siempre aparecían al final de la pesadilla para hacerme sonreír. Una de mis lectoras más cercanas, Adriana Mendoza, se emocionó tanto que me envió un mensaje de voz gritando de la alegría, ella era tan cercana que parecíamos hermanos virtuales, siempre estaba pendiente de mí y valoraba mucho su compañía.
Hablando con mi mejor amigo a través de WhatsApp recibí un mensaje de Antonio, toda mi emoción se desvaneció cuando leí su mensaje, lo ignoré y continué escribiéndome con Lisandro, pero Antonio continuaba enviando mensajes. Me obstiné y entré a su chat luego de ignorarlo por treinta minutos, empezaba a sentirme irritado.
- Hola, Michael –decía su mensaje–. ¿Querrás ir conmigo al encendido de luces la ciudad esta noche?
- No –le escribí–, tengo un edema angioneurótico en la región periorbitaria.
- ¿Qué es eso? –Preguntó por escrito.
En realidad tenía los ojos hinchados por tanto llorar.
- Tengo alergia –mentí, nada de lo que yo decía era coherente–, hace unos minutos me cayó salsa picante en la cara y penetró en mis globos oculares, perdón por no poder acompañarte. Quizá para el próximo año lo haga.
- ¿En serio? –Cuestionó.
- Sí –escribí.
Leyó el mensaje inmediatamente.
- Está bien –texteó.
Vi su mensaje y no le respondí. Minutos después, volvió a escribir.
- Michael... ¿Qué te parece sí el domingo hacemos el proyecto que nos pidió el Dr. Roberth? –Dijo en un audio.
Después de pensarlo varios segundos, le respondí.
- Claro –grabé un mensaje de voz–, será mejor que lo terminemos ese mismo día.
«Eres tan inteligente y te dejas manipular por un estúpido que ni sabe anatomía» recordé risueñamente lo que Lisandro me había dicho minutos antes
- Ya quiero leer "PLÉYADES" contigo –añadió textualmente.
- ¿No debemos estudiar ese día? –Inquirí.
- Podemos dejarlo para después –expresó mediante una nota de voz.
Escuché su audio y cerré los ojos, cayendo estúpidamente en su manipulación.
- De acuerdo –afirmé, intentaba escribir mis mensajes con frialdad, pero igualmente me leía como un idiota enamorado y celoso.
- Entonces... ¿No vendrás conmigo al encendido de luces? –Volvió a preguntarme, esta vez mediante un mensaje de voz.
- No –le escribí–, de verdad no me siento bien para salir.
- Ok –decía en su audio–, no hay problemas. El domingo nos vemos.
- ¡Claro! –Dije.
- Hoy me gustó morder a Mónica –dijo en un audio, cambiando drásticamente el tema de la conversación–, creo que lo volvería a hacer.
- ¿Ah? –Escribí.
Mensaje leído.
- ¡Sí! –Exclamó en su nota de voz–. ¿No has sentido la necesidad de morder a alguien?
Escuché su mensaje de voz y volví a sentir rabia.
- ¿Acaso tengo cara de que me gusta morder a las personas? –Pregunté, seriamente.
- Pues, pareces tienes la características de un vampiro –respondió, queriendo agradarme con su chiste.
- ¿Quieres tener sexo con Mónica y por eso la estabas mordiendo? –Disparó mi ira.
Leyó el mensaje en un milisegundo.
- No, no, no –negaba en su audio, tenía la voz trémula y vibratoria. No sabía qué decir–, no fue lo que quise decir. Creo que tú no captaste bien la idea.
- El que no captó bien la idea fuiste tú –le escribí–, no entiendo cuál es tu propósito con hablarme sobre estas cosas. ¿Qué esperas que haga? ¿Te congratulo? ¡Díselo a ella, no a mí!
Me salí de WhatsApp y empecé a ver sus mensajes de la barra sin responder.
- Michael, espera... No quiero que pienses algo que no es –explicaba, desesperado.
- Quise decir que, no necesito morder a alguien para tener sexo, pero en caso de hacerlo con Mónica tendría que morderla para tener sexo –seguía escribiendo cosas sin sentido.
- Michael... ¿Estás ahí? –Envió al ver que no estaba en el chat.
- Ya veo que en realidad sí soy un fastidio –volvió a escribir con el fin de manipularme.
- Michael... ¿De qué es nuestro proyecto de microbiología? –Escribió minutos después.
Después de media hora entré al chat y vi sus mensajes, todavía estaba en línea, parecía que esperaba mi respuesta.
- Sobre las bacterias –le respondí sin decir más ni menos.
Salí de nuestro chat y puse mi teléfono en modo avión. Encendí el televisor e ingresé a mi cuenta de Netflix, puse una de mis series favoritas, "Insaciable". Tenía mucho tiempo sin darme un descanso mental y olvidarme de mis preocupaciones, a veces necesitaba recordar que todavía era un adulto joven de 22.
Antonio volvió a escribirme en la mañana del día siguiente, diciéndome que no se divirtió en el encendido de luces navideño. Además, dijo que le gustaría ir conmigo para caminar solo nosotros dos, yo no tenía ánimos de seguir hablándole, pero debía ir el otro día a su casa para realizar el proyecto, más que una obligación era una excusa para estar juntos todo el domingo. Por otra parte, Mónica continuaba enviándome mensajes sin parar, estaba preocupada porque yo no le respondía, marqué su número en el teléfono y la llamé para aclararle algunos asuntos.
- Aló –contestó Mónica, se escuchaba nerviosa–. Michael, ¿Estás bien? Desde ayer te he estado llamando y tampoco me contestas los mensajes.
- No quería hablar contigo –le respondí–, Mónica, sabes cuánto te amo y siento que eres una gran persona. Te he considerado amiga desde hace dos años y estaría mal destruir nuestra amistad por algo como esto.
- ¿Qué pasó? –Tartamudeó.
- Sí tienes algún tipo de interés en Antonio será mejor alejarnos –le aclaré–. No te estoy culpando de lo que él te hizo y sé que es estúpido hablarte de esto, pero me dolió y me quemó cuando te vi dejándote morder de él, sobre todo cuando le acariciabas su rostro sin importar que yo estaba ahí. ¿Acaso olvidaste que yo siento algo por él y que se supone que eres mi amiga? Tomé la decisión de hablar con él para decirle todo lo que siento y terminar con esto de una vez por todas, ya es momento de ponerle fin a este círculo vicioso. Sí consideras que él te gusta, por favor, aléjate de mí porque no querré relacionarme con Antonio ni con gente que sea su amiga o amante.
La mano con la que sostenía el teléfono estaba temblando.
- ¡No digas eso, Michael! –Clamó Mónica–. Agradezco que me lo digas en la cara y no en mis espaldas, necesito que por favor me creas... Él se acercó a mí cuando tú estabas en el baño y no supe cómo reaccionar, luego que volviste, él me mordió el cuello y me quedé atónita al ver que estabas ahí y no sabía qué hacer. Perdóname, Michael, no sabes lo que significas en mi vida, eres mi único amigo y no hay nadie más que pueda entenderme como tú lo haces. No quiero que nuestra amistad se dañe por un hombre sucio y enfermo que no vale la pena, te prometo que me alejaré de él y no volveré a hablarle porque solo me importas tú. ¡Por favor! No tengo ningún tipo de interés en él y puedo demostrártelo, solo necesito que confíes en mí.
- Mónica –le hablé, serenamente–. Necesito pensar mejor las cosas y estar solo por ahora, sí me tocara elegir, te elegiría a ti mil veces antes que a él. Sólo quiero saber que aún puedo confiar en ti porque siento que cada vez que confío en alguien me decepciono. Es estúpido decirte todas estas cosas, pero simplemente estoy herido y me lástima creer que tú estás en medio de todo esto.
- No te preocupes por mí, cuando digo algo lo cumplo –aseguró, hablando con firmeza–, te demostraré que ese patán no me gusta para nada.
- Como tú quieras –añadí–, ya debo colgar... Debo estudiar.
- Espero que me perdones –dijo ella, sonando nerviosa–. Sí necesitas hablar con alguien aquí estaré.
- Gracias, Mónica. Cuídate mucho.
Corté la llamada y me preparé para cerrar el ciclo que tenía con Antonio. Podía esperar lo que sea de cualquiera, excepto de Mónica, me aterraba llegar a pensar que ella tampoco era lo que pretendía ser. No era paranoia, porque yo mismo sé lo que vi y todavía estaba cuerdo con lo que veía.
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