Capítulo 42: Las esperanzas de un prisionero.
Llegó el día de ir a la Universidad de los Andes para buscar información sobre el traslado de facultad, me sentía muy optimista y entusiasmado de ir por primera vez a la escuela de medicina con la que tanto soñaba, tenía muchos nervios y emoción. Después de una ducha de agua tibia, me lavé los dientes, me arreglé el cabello y me puse la mejor ropa para dar mi mejor impresión en la ULA, después de plancharla y dejarla completamente impecable, me vestí con velocidad para salir y saludar a mi mamá.
Mi primorosa y refinada vestidura me hacía sentir seguro de mí mismo, me puse una camisa blanca, una corbata y un hermosísimo abrigo negro que combinaba con mi calzado, me peiné el cabello de lado y me apliqué protector solar antes de ponerme las gafas. Estaba bastante contento de ir a la Universidad de los Andes, ya no podía esperar más para realizar el traslado y reiniciar mi vida en todos los sentidos. Salí de la alcoba y fui por mi desayuno, le preparé la comida a mis mascotas y me dirigí a la habitación de mi madre para saludarla, era el día de su cumpleaños. La puerta de su alcoba estaba abierta, me alegré mucho cuando la vi porque se veía muy tranquila, ella se encontraba arreglando el closet.
- ¡Hola, mamá! Feliz cumpleaños a mi reina, a la mujer que más amo en todo el mundo.
Mi mamá se dio la vuelta lanzándome una hermosa sonrisa, me acerqué a ella y la abracé.
- ¡Gracias, Michael! –Dijo mi mamá, regresándome el abrazo.
Amaba el olor de mi mami, me hacía sentir protegido cuando la abrazaba.
- Mamá, eres lo más valioso y magnífico que tengo en mi vida. Espero seguir teniéndote conmigo muchísimos años más porque no me imagino una vida sin ti. ¡Te adoro!
Ella volvió a sonreírme e hizo un bonito gesto.
- Yo también te adoro mucho, siempre estaré para ti sin importar qué... ¿Ya te vas? Te ves hermoso, mi corazón.
Le di un beso en la frente y la solté tenuemente de mis brazos.
- Si mamá, iré a la ULA para buscar información acerca del cambio de universidad.
Mi mamá se emocionó mucho por lo que le dije, su mirada de orgullo me hizo sonreírle con regocijo.
- Sé que te irá muy bien, espero que regreses a casa con buenas noticias. ¡Ah, por cierto! –dijo con sorpresa–. Ya no iré más a trabajar.
Mi mamá estaba doblando su ropa para encajarla en las gavetas.
- ¡Genial, mamá! Es una buena noticia, así podrás descansar. ¿Ya renunciaste? –Arrojé, cambiando de tema.
- Sí –movimiento afirmativo con la cabeza–. El intermitente dolor en las articulaciones ha empeorado, además, ya no soporto el dolor en la columna. Debo ir al doctor esta semana, probablemente me refieran a realizarme rayos x.
Mi mamá se veía adolorida con cada movimiento que hacía, la percibí muy tensa.
- Me contenta que hayas tomado la decisión de no ir más a trabajar –reconsideré–, ahora lo que importa es tu salud. Deben estudiarte para ver qué tratamiento pueden recetarte, ya sea terapia o analgésicos, solo cuídate mucho de cualquier caída. Tampoco puedes levantar cosas pesadas o hacer movimientos que te generen dolor.
- Si, lo sé –concordó mi mamá, girándose para buscar más ganchos de ropa–. He estado tomando analgésicos, mayormente, siento la molestia en todo mi cuerpo cuando estoy sentada, acostada o caminando.
- Es probable que se trate de un declive hormonal a causa de los estrógenos –le expliqué–, es muy común en la menopausia, la falta de estrógeno provoca una disminución en la fortaleza de los huesos y de la masa muscular. Eso es lo que produce las molestias corporales que sientes. También pudiera ser una deficiencia de vitamina D, provoca los dolores musculares y mucha debilidad. Todo lo que te digo son simples suposiciones, es necesario que te realices exámenes de sangre y otros estudios que te ordenará el doctor.
- ¡Tiene sentido! –Admitió mi madre, emitiendo un quejido–. Está bien, ya veremos qué arrojan los estudios... Oye, Michael, se te está haciendo tarde y tú hablas mucho.
- Demonios, tienes razón, madre –satiricé–. Ya debo irme.
- Cuídate mucho, Dios te bendiga.
- Nos vemos más tarde – repuse, mirando la hora en el reloj de la pared. Acto seguido, levantando la mano me despedí y salí de la habitación–. ¡Y amén!
Al salir de casa tomé el primer bus y me dirigí a la universidad, me sentía muy animado y contento de conocerla por dentro. Salí del autobús y caminé a la facultad, la arquitectura de la misma era impresionante, por supuesto que no podía compararse en nada a la ratonera chavista donde yo estudiaba. La Universidad de los Andes era toda una obra maestra de la medicina, su gente y sus edificios me recordaban a la Facultad de Ingeniería en la que asistía antes de la pandemia, aunque también estudiaba ingeniería geológica en la ULA, nunca había conocido su Facultad de Medicina. La Universidad de los Andes ha sido una leyenda desde el año 1785, reconocida a nivel mundial no solo por sus excelentes médicos, sino por los mejores abogados, ingenieros, arquitectos, farmacéuticos y profesores, entre otras más profesiones que desgraciadamente el gobierno ha desprestigiado con la miseria.
Entré a la universidad con mucho asombro y admiración, me sentí como en casa desde el primer momento que pasé por la puerta de entrada. La diferencia se notaba con tan solo el aire que respiraba, me encantó ver que no había carteles de Nicolás Maduro, Hugo Chávez y de Fidel Castro. Había mucho profesionalismo en los profesores y en los estudiantes que miraba, sin mencionar a los maravillosos doctores que entraban y salían de la universidad, asombrosamente pulcros, cultos y sublimes. Todos parecían científicos de la NASA.
Ingresé al primer edificio y me dirigí a las oficinas de administración, estaba muy perdido buscando a la persona indicada para preguntarle acerca de mis dudas. Tocando cada puerta salió una elegante dama de piel oscura y cabello rizado, tenía un atuendo muy moderno que la hacía verse divina, un pantalón alto con estampado de flores y una chaqueta blanca.
- Buenos días, joven. ¿En qué puedo ayudarle? –Habló la mujer amablemente, tenía una carpeta en sus manos.
- ¡Hola, buenos días! –Le regresé el saludo, acercándome a ella. A continuación, le di la mano y me presenté con una encantadora sonrisa–: Mi nombre es Michael, es un placer conocerla.
Ella me estrechó la mano y sonrío amablemente.
- ¡Es un placer! –Respondió, soltándome la mano levemente–. Yo soy Nina Montreux, una de las tantas secretarias de la Facultad de Medicina. ¿Eres estudiante de acá?
- ¡Qué lindo apellido! –Arrojé, halagándola con amabilidad–. ¿Montreux? Es una ciudad de Suiza, una de mis favoritas de Europa –Nina sonrió con carisma, sus dientes eran blancos y perfectos–. Respondiendo a tu pregunta, no, no estudio aquí. Por esa razón vine para obtener información acerca de los traslados por equivalencia. Yo vengo de otra universidad.
- ¿Desde qué universidad quieres hacer el traslado? –Inquirió.
- Desde la Universidad de las Ciencias de la Salud Hugo Chávez Frías –masculle entre los dientes, estaba hablando en voz baja, se notaba la vergüenza en mi rostro–. Hasta el nombre parece un trabalenguas.
Nina frunció el ceño y levantó la ceja, hizo un gesto de desagrado y se puso las gafas que tenía colgando en el bolsillo de su chaqueta.
- ¡Qué bueno que estás interesado en realizar el cambio de universidad! –Exclamó–. ¿En qué año estás?
- Estoy en segundo –respondí, conteniendo una risa apenada–. En un mes culmino el año.
- ¡Perfecto! –Asintió–. Para poder hacer el traslado por equivalencias desde la facultad en la que te encuentras, primero debes terminar el segundo año para poder solicitarlo. De lo contrario, no tendrás el permiso de hacer la solicitud. Los requisitos se encuentran en la página web, debes tener todas las calificaciones aprobadas y reprobadas de tus años de estudio en la universidad, será un montón de hojas junto a los programas académicos y otros papeles que ahora no recuerdo. Debes tener un buen promedio para que tengas la oportunidad de beneficiarte de un cupo en la Universidad de los Andes.
- ¡Oh, genial! –Aclamé con alivio–. Desde el año pasado he estado requiriendo esta gran información. Mi promedio actual es de 19.23, en otros términos, sería un 99.23. Me preocupa no tener el 20 o el 100.
- No te preocupes –expresó Nina para confortarme–, estás lo suficientemente bien para que te demos la oportunidad de estudiar en la Universidad de los Andes. Por suerte, la modalidad es distinta cuando se trata de ingresar a la facultad por equivalencias. Hay algo de lo que debes estar informado y atento...
- Wow, en verdad es agradable saberlo y... ¿Qué sería ese algo con exactitud?
- Una vez que tu traslado sea aprobado –indicó– te retrocederemos un año.
- ¿Por qué? –Pregunté, confuso.
- Hay una gran diferencia entre el pensum de estudio de tu universidad con el nuestro, ¿Me explico? –Añadió, haciendo una pausa–. Como ya lo sabes, en tu facultad hay un desequilibrio académico muy grande con las asignaturas de la carrera, sabemos que a ustedes les enseñan más temas políticos que de medicina, lo cual no tiene ninguna relación con casi todas las asignaturas que pertenecen al pensum de la Universidad de los Andes. Dado a que el nivel de estudio de esa universidad es casi nulo en comparación al nuestro, nos vemos en la obligación de retroceder un año a los estudiantes que deseen realizar el cambio de universidad. Eso le permitirá progresar en su carrera exitosamente sin perder alguna asignatura importante.
- ¡Excelente! –Prorrumpí muy animado–. No importa sí me retroceden un año, siempre y cuando sea para una mejor formación profesional no tengo ningún problema. Entonces, ¿Cuándo volvería a empezar segundo año?
- No tenemos fecha exacta para el proceso de traslado –comentó–, debes seguir viniendo y preguntando en el plazo de los próximos meses, también puedes buscar información en la página web o llamando a nuestros números telefónicos.
Mi gesto cambió por una expresión apagada.
- Oh, no. ¿Podrías darme una fecha estimada aunque sea solo suposición? Sinceramente, no pienso seguir yendo a esa universidad después de terminar el segundo año.
- La posible fecha de traslado sería entre abril y mayo del próximo año, el proceso lleva su tiempo... Eso quiere decir que, estarías comenzando nuevamente segundo año para noviembre del 2023 o para enero del 2024.
Observé a Nina, boquiabierto. Me quité las gafas preocupadamente y la miré sin saber qué decir.
- No, no, no puede ser –negué con abatimiento y desanime–, apenas es 31 de octubre del 2022.
- Todavía tienes mucho tiempo para reunir todos los requisitos –expuso Nina con el fin de alentarme–, mientras tanto, puedes seguir subiendo tu promedio y estudiando por tu cuenta. Estás muy chico todavía, tienes una larga vida por delante. ¿Qué edad tienes?
- Tengo 22 –resoplé, desmoralizado, escuchar tantas fechas me intranquilizó–, la vida se me está yendo y todavía no he hecho nada con ella. El próximo año cumpliré 23 y ni siquiera me he graduado. Siento que soy un fracasado. No me gustaría seguir yendo a esa universidad para tercer año, siento que me volveré loco con la manipulación mental hacia los estudiantes, te obligan a idolatrar líderes políticos y si no lo haces te enfrentas a graves consecuencias. Además de la mala preparación, no es justo que tampoco veamos las asignaturas como se debe, en solo una semana vemos lo que se supone que deberíamos aprender en un año –suspiré con las manos temblorosas, repentinamente empecé a sentir frío–. Así que, luego yo debo cargar con el peso de la universidad y dedicarle tiempo a asignaturas que no nos dan –mi voz comenzó a sonar quebradiza, Nina me observaba con mucha atención–, es lógico que deberíamos tener más clases de medicina y menos de política, pero nos hacen perder tiempo leyendo libros y guías absurdas de la revolución de Nicolás Maduro, en lugar de llevarnos a laboratorios para estudiar cadáveres. Odio sentir que todo el tiempo me señalan por estudiar en la peor universidad de Venezuela, hago todo lo posible por ser el mejor estudiante... Pero, seguir perteneciendo a esa universidad es una maldición, como si estuviera marcado de por vida.
- No digas eso, querido –dijo Nina, poniendo su mano suavemente sobre mi hombro, me dio una ligera palmada y dijo–: Cuando seas más adulto verás que la vida no se define a los veintes, no conozco tu historia y sé que soy una simple desconocida, pero... Con tan solo venir motivado a buscar información sobre tu cambio de universidad, demuestras lo mucho que te importa la carrera, porque no te conformas con graduarte en un sitio donde sabes que te están haciendo daño psicológico. Nunca te digas fracasado por no ser el reflejo de una sociedad cliché, cada quien tiene su tiempo y no debería haber uno específico para obtener algún logro o cumplir una meta. Sé paciente, solo falta un mes para terminar el segundo año, después podrás tomar la decisión de no ir más y centrarte en el traslado. Aunque lo parezca, no es el fin del mundo, no te pasará nada malo. Sé que puedes aguantar un poquito más, falta mucho menos de lo que ya has vivido en esa universidad.
- Gracias –repuse, levantando la cara con solidez–, perdón por estallar contigo... Sé que es incorrecto hablarle de ti a alguien que apenas estás conociendo.
- Pues, yo pienso lo contrario –opinó Nina, dedicándome una mirada compasiva–, no sé lo que te hicieron para creer que expresar lo que sientes sea un error que te lleve a pedir disculpas. Yo siempre le hablo sobre mis problemas a gente desconocida, cuando voy a una fiesta, a un restaurant o a una discoteca, porque sé que no me conocen y no me van a juzgar como lo han hecho algunos seres queridos. Está bien, ¿Sí? Respira hondo y sé positivo, que las malas vibras de tu entorno no te hagan creer que estás destinado a lo peor porque no es así. Mantén la frente en alto y sigue luchando por lo que es tuyo.
Mis mejillas se enrojecieron, sentí mucha emoción y seguridad con Nina.
- Ya no más caras largas –refunfuñó Nina, humorísticamente–. ¡Vamos a dar una vuelta por el campus! Quiero que desde ahora conozcas tu futura casa de estudios. Tendré el honor de ser la primera en darte la bienvenida a una de las mejores escuelas de medicina en todo el mundo. ¡Adelante!
Nina puso una mano sobre mi espalda y con la otra me indicó la salida del pasillo.
- ¡Wow, Nina, muchas gracias! –Le agradecí mientras una refulgente sonrisa brillaba en mi rostro–. He estado soñando por mucho tiempo con este momento.
- No hay de qué agradecer –respondió Nina, caminando a mi lado, todavía tenía su mano palmeando suavemente en mi espalda–, todos los estudiantes que deseen convertirse en médicos, siempre serán bienvenidos en nuestra facultad. Supongo que, nunca has ido a un laboratorio de medicina... ¿O sí?
- ¡Nunca! –Contesté rápidamente–. Siempre me imagino con mi bata y mis libros en uno de esos gigantescos laboratorios. Solo he estado en los laboratorios de la Facultad de Ingeniería, recuerdo que eran enormes y bastante interesantes.
- ¿En la Facultad de Ingeniería? –Arrojó interrogativamente–. ¿Estudiaste ingeniería?
- ¡Sí! –Respondí nostálgicamente, hice una pausa e indagué en mis recuerdos–. En 2018 comencé a estudiar ingeniería geológica en la Universidad de los Andes, tan solo tenía 17 años. ¡Wow, tengo muy lindos recuerdos allá! –Exclamé, soltando una sonrisa–. La estudié presencialmente hasta el 2020 cuando el mundo se detuvo, la universidad cerró desde la pandemia hasta entonces, así que, por la trágica situación de Venezuela, la tasa estudiantil redujo más de la mitad, lo que hizo que muchos profesores se retiraran de sus cargos y quedáramos a la deriva. En este punto de la cerrera simplemente veo clases virtuales. No es lo mismo.
- Cielos, eso es muy lamentable –dijo Nina, acongojada–. Las universidades autónomas han sido las más perjudicadas del país, nuestros profesionales ya no son pagados y todo lo hacemos por vocación.
Nina oprimió la manilla de la puerta y entramos a un pasillo muy largo. Había muchísimo frio y olía a hospital.
- Lo sé –concerté–, los estudiantes hacemos lo que hacemos es por el amor que sentimos a nuestra carrera, sé que actualmente los médicos son muy mal pagados en el país.
- Tengo esperanzas de que habrá un cambio para cuando sea tu oportunidad de graduarte –dijo Nina alentadoramente–, no lo dudes... ¿Sabes algo? Me sorprende tu dualidad de estudiar medicina e ingeniería, ambas son carreras muy diferentes.
- ¡Lo son! –Convine–. Pronto me decidiré por una de las dos y esa será medicina, solo debo finalizar el semestre de ingeniería porque no me gusta dejar las cosas a medias. Sé que quizá algún día podré retomar ingeniería y terminarla.
- ¡Seguro que sí! ¿En qué tipo de laboratorios has estado?
- En el laboratorio de química inorgánica, de mineralogía y mecánica de suelos y fluidos –le respondí.
- Oh, me temo a que habrá una muy gran diferencia de los laboratorios que te presentaré a continuación –anunció Nina mientras pasábamos por cada uno de ellos, todos estaban cerrados–, tenemos el laboratorio de biociencias –señaló–, para actividades de bioquímica, física, biología molecular y celular. También está el de anatomopatología –enseñó el que estaba abierto, había muchos estudiantes en la entrada–, se desarrollan prácticas de pregrado, mediante el uso de cadáveres y órganos con fines docentes, es importante para el aprendizaje fácil y pedagógico de los alumnos con la anatomía... Finalmente, allá está el laboratorio de genética –indicó con su dedo índice–, está en remodelación. ¡Bienvenido a tu nueva universidad!
Después de llegar al final del pasillo, Nina me condujo hasta la salida.
- ¡Esto es lo máximo! –Exalté, quedándome mudo de la alegría–. Estoy muriéndome de la curiosidad, no puedo esperar más para asistir a las clases en estos laboratorios. ¡Muchas gracias por traerme aquí, Nina! –Agregué, reincorporándome con emoción–. Debes sentirte muy feliz con este trabajo, es bestialmente interesante.
Una vez que salimos de los laboratorios, Nina me llevó al patio del campus. No sabía cómo reaccionar ante el impresionante tour por la universidad. Había edificios, árboles, jardines y parques.
- No todo es de color rosa –añadió Nina repentinamente–, tuve una fuerte travesía para obtener mi cargo administrativo en la universidad. Fueron muchos años de desilusiones y dificultades, eso me llevó a ganarme el odio de varias personas, hice enemigos sin desearlo. No puedo mentirte que eso todavía me afecta.
- ¿Por qué? –Inquirí compasivamente.
- Ser una mujer trans me ha llevado a conocer el lado oscuro de la gente –confesó Nina, la observé con atención mientras un rayo de luz iluminaba mi rostro–, la discriminación se convirtió en algo propio de mi vida, supongo que, ese es el precio de ser yo misma. ¡No me arrepiento de nada, eh! –Exclamó, orgullosa y segura–. Sé que soy una diosa y a todos les molesta verme tan regia y bella.
- ¡Me encanta que lo sepas! –Concordé con ella, chocando los cinco–. Nada ni nadie debe opacar el brillo que irradias, admiro tu valentía de no rendirte. Apenas te conozco y ya siento orgullo de ti.
- Quizá porque somos del mismo equipo, ¿No lo crees? –Articuló carismáticamente.
- ¡Obvio! –Le respondí con grandeza–. Sé auténtica en cada minuto de tu existencia.
Estuve caminando con Nina por alrededor de media hora en el campus, lo que me permitió conocerla y no perder la fe de lo que quería alcanzar. Por último, fuimos a la biblioteca para conocer su diversidad literaria, quedé boquiabierto al ver la cantidad de libros interesantes y deslumbrantes por leer. Después del recorrido me despedí de Nina y regresé a casa.
En casa debía enfrentar otro tipo de calvario, pues no tenía permitido salir de mi alcoba por órdenes de mi padre. No quería verme y se molestaba cuando escuchaba mi voz. Estaba preso en mi propia casa, tampoco podía hablar con mi madre y mi hermana cuando él se encontraba porque las atacaba sanguinariamente. Yo debía estar todo el día encerrado como un prisionero, ni siquiera tenía permitido ir al baño mientras él estuviera en casa. Mi papá me odiaba tanto que sentía mucho asco por mí. También le molestaba que mi madre me diera comida, dentro de los planes que mi padre tenía para mí era matarme de hambre. .
Todos mis días debía estar encerrado para enfrentar el sufrimiento de mis noches, siempre tenía miedo y me sentía observado, perseguido y vulnerable. No tenía la ayuda de nadie y veía muy imposible la probabilidad de huir de ese maldito lugar, sabía perfectamente que mi padre me estaba forzando a terminar con mi vida para tener paz en la suya.
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