Capítulo 4: Noche 2.

22:02 PM.

El 11 de octubre fue un día tedioso y soporífero. Mi rutina diaria era la misma de siempre: Estudiar, leer, escribir, grabar mi audiolibro, sentirme solo, preocuparme y acribillarme de pensamientos molestos sobre mi futuro. Y como típicamente de Venezuela, tenía más de 15 horas sin electricidad, encendí una vela negra y la situé en la esquina de la alcoba. La noche apenas comenzaba. El sonido de la lluvia era la melodía perfecta para mi soledad, moví una silla hacia la ventana y me senté a meditar en la sombra de mí ego, el olor de la lluvia me transportaba a mundos negros de villanos y enemigos. Observaba los relámpagos y me encandilaba con el resplandor de sus truenos, las nubes negras se cargaron de mi odio para liberarlo en gotas de sangre pútrida y envenenada.

Repentinamente, mientras miraba el caer de la lluvia alguien tocó la puerta y la abrió, me giré hacia atrás con lentitud y vi que era mi hermana, venía con una taza de té caliente. Vivi era mi versión femenina de 15 años, su piel era blanca y tenía el cabello largo y oscuro al estilo coreano, nunca se quitaba el flequillo. Traía puesto un gigantesco abrigo negro que le llegaba por debajo de las rodillas, estaba descalza y olía a esmalte de uñas.

- Me encanta el sonido de los truenos –dijo Vivi acercándose a la ventana, extendió su mano y me dio la taza de té–. Sabía que estarías despierto, por un momento pensé que le estabas practicando magia negra a alguien. ¿Dónde está el vudú?

Vivi sonrió con sarcasmo y apatía. Coloqué la taza sobre la ventana y esperé a que se enfriara.

- Ojalá tuviera el poder de hacer magia negra, y gracias por el té. Por cierto, ¿Por qué no puedes dormir? –Le pregunté, dedicándole una mirada ojerosa y vampírica.

Ella dejó sonar un resoplido y se sentó a mi lado.

- Me siento cansada, Michael... Siento que ya no puedo más, odio sentirme así.

La miré preocupadamente y acaricié su brazo.

- ¿Qué está pasando? –Musité preocupadamente–. Sí necesitas hablar de algo aquí estoy contigo.

- Simplemente, me siento cansada de que todos mis días sean los mismos, estudiar, hacer tareas y estresarme –respondió quejumbrosamente–. Quisiera tener solo un día para mí y distraerme, me siento como una máquina automática.

- Te comprendo más que nadie –reconforté–. Recuerda que apenas estás comenzando las clases y faltan dos meses para las vacaciones. Ahora que estás a dos años de salir de la secundaria, créeme, es normal que en este momento te sientas más presionada que en el último año anterior. Ahora tu prioridad es estudiar, nada más ni nada menos, pero también es importante que cuides tu salud mental y física.

Vivi me miró a los ojos e hizo un gesto de cansancio, suspiró y apoyó la cabeza en la pared.

- Tienes razón –arrojó pensativamente–, pero, a veces siento que no puedo con muchas cosas, por más que lo intente, siento que no es suficiente.

Cogí la taza de té y mientras la escuchaba hablar tomé un poco.

- No quiero que te presiones tanto como yo lo hago conmigo –le aconsejé–, no es sano. Ahora puedes intentar reunirte con tus compañeros y hacer las tareas más difíciles, eso te ayudará para que veas que no eres la única que siente así. Yo sé que tú puedes con esto y mucho más, puedes con todo. Es normal sentirte cansada, es parte de la vida querer tirar todo a la basura y rendirnos, pero, sí esas cosas no ocurrieran, ¿Qué sentido tendría vivir teniendo todo tan fácil? Está bien rendirse, en algunas ocasiones las personas lo hacemos.

Vivi se compensó a sí misma con un suspiro y se levantó, extendió sus manos a través de la ventana y dejó que la lluvia cayera en ella.

- Tienes razón –convino–, esto es una casualidad extraña... Mi abuela Dalia me dijo casi lo mismo unos días antes de morir.

Me conmovió mucho escuchar eso, dejé caer té caliente en mis piernas y solté un quejido de ardor.

- ¿De verdad? –Pregunté con interés mientras colocaba la taza en el suelo.

- Sí –respondió con firmeza–. ¿Y tú por qué no puedes dormir?

Me quedé pensando en silencio, no le respondí. Me estaba ahogando en una laguna mental.

- ¡Michael! –Insistió ella–. ¿Estás aquí?

- Sí, sí, sí –mascullé, volviendo a la realidad–. Me gusta un chico, bueno... No quiero decir que me gusta –risa nerviosa–, no pienses que estoy enamorándome. Pienso que se trata de una simple atracción.

Vivi quedó suspendida y aturdida con mi respuesta.

- ¿A ti te gustan las personas? –Añadió sarcásticamente–. No puede ser, jajajaja, no creí que te llegaría a gustar alguien. Siempre estás en tu mundo y centrado en tus proyectos. Dime, ¿Quién es él? ¿Cómo se llama?

Salem entró a mi habitación y se subió en las piernas de Vivi, ella empezó a acariciarlo mientras él ronroneaba con ternura.

- Sí... Todavía puedo sentir jajajaja, él se llama Antonio –hice una pausa–. ¡Dios! Sí tan sólo lo vieras, es tan amable y dulce conmigo, sin mencionar lo hermoso y guapísimo que está. Siempre está mirándome, no sé por qué lo hace, pero, en varias ocasiones que volteó a verlo, me doy cuenta de que ya estaba mirándome antes. Anoche no podía evitar hablarle hasta que lo hice.

- ¿Tienes fotos de él? Wow, sí te gusta es porque en verdad debe ser lindísimo. ¿Y qué de él? ¿Hablan en la universidad?

- Dice que es hetero –hablé, apesadumbrado y acongojado–. Es por esa razón que me siento muy confundido.

- Apuesto a que él está más confundido que tú –añadió con el gato acurrucado entre sus brazos–. Michael, no lo conozco, pero el hecho de que siempre te observe dice muchas cosas. Quizá está conociéndose a sí mismo, puede ser que él no sabe qué es lo que siente, pero, de que le gustas, le gustas. Claramente existe una atracción.

Me quedé en silencio mientras Vivi me hablaba, me sentía en un laberinto.

- Me encanta la manera en la que me mira a los ojos –comenté con la mirada fija en la ventana–. No puedo sacarme esa mirada de la cabeza, en todas partes que voy, siento que lo veo.

- Te estás enamorando, hermano.

- Lo sé –suspiré–. No quiero dejar entrar alguien a mi vida sin primero conocerlo antes.

- ¿Desde cuándo lo conoces?

- Desde hace un año –contesté– pero apenas comenzamos a hablar más en agosto, no fue nada como ahora. Actualmente estamos acercándonos más.

- Oh...

Vivi no sabía qué decir.

- Tampoco sé qué decir o pensar –balbucí.

Mis respiraciones eran profundas y pesadas.

- ¿Cuándo lo ves de nuevo? –Cuestionó.

Vivi frunció el ceño con perplejidad.

- En dos días –respondí–, debo admitir que tengo nervios.

De improviso, un enorme trueno retumbó la superficie terrestre. Salem salió corriendo de la alcoba despavorido.

- Ese día te tomas una foto con él y me la enseñas, quiero verlo –expuso Vivi, sacando la mano de la ventana para sentir la lluvia.

Comencé a sentir sueño, estaba bostezando.

- Está bien. Ya quiero dormir –repuse–, ¿Por qué no intentas descansar?

- Eso haré –dijo Vivi, estirándose–. Tengo que madrugar.

- No lo olvides –reconsideré–, tú puedes con todo, pero despacio, no todo a la vez. Eres la persona en la que más confío en el mundo, lograrás todo lo que te propongas.

Vivi me dio un abrazo, ambos lo necesitábamos.

- Y yo también confío en ti –concordó–, confío en tu intuición y tu inteligencia. Sí crees que ese chico merece tu atención, tu amor y un lugar en tu vida, inténtalo, para mal o para bien será una experiencia más. Dale un poco de tiempo, no queremos que se sienta presionado, estoy segura de que esto es muy nuevo para él. Pero, mientras tanto, tú sigues siendo el mejor hermano del mundo, el mejor escritor y mi orgullo. Te quiero.

- Te quiero más –dije, dándole un fuerte abrazo–. Nuestros abuelos estarán muy felices de que al final de todo, siempre nos tenemos uno al otro.

- Estoy segura que sí –acordó, dándome la espalda para dirigirse a la salida de la alcoba–, hasta mañana.

- Descansa –ultimé.

Vivi salió de mi habitación, levantó entre sus brazos a Fatty y se la llevó a su recámara.

Apagué la vela y me dirigí a la cama para dormir, tenía bastante cansancio y no soportaba el agotamiento de mis ojos. « No puedo estar enamorado, claramente no lo estoy, solo es atracción» pensé, fatigado. Me lancé de golpe al colchón y me quedé mirando la lluvia, no podía parar de pensar en Antonio, emití un sollozo y me cubrí la cara con la almohada. Tenía miedo de enamorarme, mis trágicas experiencias del pasado crearon una realidad que despertaron las inseguridades que todavía no había superado. En mi mente creaba mundos y escenarios catastróficos a partir de mis vivencias.

Me levanté velozmente y cogí mi teléfono para verificar sí habían mensajes de Antonio, entré a mi WhatsApp y resoné un colérico bufido al ver que no me había escrito. Me sentí culpable e irritado, estuve todo el día pensando en él y no fui capaz de enviarle un mensaje para saludarlo. Estiré la mano y guardé mi teléfono en el cajón, me crucé de brazos y cerré los ojos para encontrar el sueño, pero el insomnio continuaba taladrando mi autoestima con movimientos repetitivos de ansiedad y malestar, sobrepensaba lo peor de mí mismo hasta creer que yo no valía lo suficiente para nadie.

Estaba listo para amar sin miedo, quería sentirme deseado y valorado por lo que realmente era, pero parecía imposible encontrar a alguien que me viera con amor y no con desprecio. Siempre daba lo mejor de mí, creyendo que recibiría el doble o lo equivalente, y finalmente me vaciaba en la ingravidez hasta levitar en la nada.

Eso es lo que pasa cuando quieres amar a alguien sin primero amarte a ti mismo. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top