Capítulo 32: Naufragio en el Atlántico.


Noche 15.

22:15 PM.

En horas de la noche decidí salir a dar una vuelta con Fatty, regresé a casa y me fui a la cama después de cenar. Estaba en la cama, sobrepensando cualquier cosa que se pasaba por mi mente, me sentía perdido, desorientado y confundido. No había nada que no me preocupara. Pensaba en mi futuro mientras le buscaba sentido a mi vida, sabía que faltaba algo y no hallaba nada que me hiciera sentir completo, tenía tantas personas que me hacían sentir lleno, pero, simplemente me dejaba llevar por lo que mi frustración gritaba. No sabía qué hacer con mi vida, miraba mi reflejo en la pantalla del teléfono y veía a un anciano sufrido, me sentía tan limitado y marginado por mí mismo.

¿En qué momento había caído tan bajo? Era el mismo sentimiento arcaico que se manifestaba cuando tenía dieciséis años, la noche 15 de mis trasnochos fue de gritos internos y lágrimas furiosas, no por un amor que no me correspondía, sino por una vida en la que no me sentía vivo. Una noche más perdida de mi juventud, tirado en la cama de mi prisión, atosigado y consternado por los terrores futurísticos que solo existían en mi mente para amenazar mi existencia.

Era un veinteañero con un potencial innegable, pero, ¿A dónde me llevaría todo ese poder sí simplemente lo usaba en mi contra? 22 años, 22 razones para dejarlo todo y tirarme al mar de mis diluvios mentales. Nunca había llorado tanto como en aquella noche octubrina, pensando en los fantasmas de mi pasado, en los héroes de mi presente y en los enemigos del futuro, algo tan ininteligible como mi vida.

Me castigaba el rechazo de ser la persona a la que nunca preferían, odiaba creer lo que veía, siempre me conformaba con ser la segunda y tercera opción de alguien. El filo de mi ego traspasaba la hipocresía de mi autoestima, derramando la sangre de mis angustias sobre la inseguridad de ser alguien desplazado cuyo corazón no merecía ser rescatado.

En un cerrar de ojos me quedé profundamente dormido, hubo un ligero silencio en el que una misteriosa sombra me cubría mientras me trasladaba a la cubierta de un enorme barco, el transporte fue tan rápido como para reconocer que ya estaba en otro de mis paradójicos e inauditos sueños. Nunca había conocido el mar, estaba ahí en la mitad de la nada vestido como un pescadero colonial, una camisa blanca con las mangas dobladas hacia arriba y un pantalón corto de color beige, la bota corta de mi pantalón junto al sombrero que llevaba puesto me hacían ver patético. El barco navegaba a toda velocidad.

Levanté la cara y el brillo del cielo iluminó mis ojos, fulgurando mis mejillas con una sonrisa de paz. Me quité el sombrero y lo arrojé al mar, me sentía tan feliz que prefería no pensar en el hecho de que estaba en el misterio de un sueño marino. Extendí los brazos y dejé que la divinidad del céfiro se llevara mis preocupaciones, por primera vez me sentí tan joven como nunca antes. Me tenía solo a mí mismo y sabía que era suficiente.

El amor propio me empujaba hacia los lados mientras caminaba descalzo con serenidad, con los brazos abiertos me tiré al piso de rodillas y vociferé fuertemente: ¡ELLA ESTÁ AQUÍ, LA FELICIDAD ESTÁ CONMIGO, SOY FELIZ! ¡SOY MI SALVACIÓN! ¡HE AQUÍ MI ETERNA Y PACÍFICA SOLEDAD! Me levanté y observé al Sol esconderse en el horizonte, la tranquilidad del atardecer teñía el cielo de rojo y naranja, las esplendorosas nubes rosas de algodón recrearon una bellísima pintura, revelando en ella la ecuanimidad de mis juicios y la veracidad de mis acciones.

Estaba en la proa encantado de aquel pintoresco paisaje, el brillo del mar era mágico y su sonido celestial. Me di la vuelta y alzando la mirada a sus velas observé que la más grande de ellas decía "F.R.A.G", el nombre se me hizo conocido.

- Bienvenido a mi barco. –Habló repentinamente una voz femenina.

De pronto, apareció una chica caucásica de cabello rojo y lindas gafas. Estaba descalza y tenía un precioso vestido azul. «Madre mía», pensé. Era Violeta, mi gran amiga del pasado. No entendía por qué estaba ahí, pensé que yo no le importaba en absoluto.

- Wow, ¡Luces preciosa, Violeta! Ha pasado mucho tiempo sin verte.

- ¡Gracias! Y también digo lo mismo de ti. –Añadió acercándose a mí.

Sus hermosos ojos verdes seguían siendo los mismos, su mirada era un transporte al ayer.

- No sabías que tenías un barco tan hermoso como éste. ¡Me encanta!

- Es toda una joya del siglo 20 –dijo mientras miraba alrededor–, soy una mujer muy afortunada y me encanta saber que puedo traer conmigo a las personas que amo.

No respondí nada, estaba petrificado con la vista del mar,

- ¿En qué mar estamos? –Cuestioné.

Violeta se acercó a la proa, apoyándose sobre ella.

- No estamos en un mar, estamos en el océano Atlántico.

- ¿Qué? –Bramé, boquiabierto y emocionado–. ¡El Atlántico, magnífico!

- ¿Soñaste alguna vez con éste océano?

- Estoy soñando con ese momento –metaforicé–. Esto es impresionante, sé que en otra vida fui un pescador apasionado por las aguas más misteriosas del planeta.

- ¿Qué te impide serlo en ésta?

Violeta levantó una ceja.

- En mi situación geográfica ni siquiera hay ríos –bromeé–. En Venezuela hay playas hermosas y lo sabes, pero, vivo en un maldito pueblo donde ni siquiera se ve agua en las tuberías.

Violeta rió.

- ¿Y sí el momento de ser un pescador es ahora? –Violeta se movió de la proa y empezó a caminar alrededor, contemplando el océano con su belleza marina.

Mis ojos se iluminaron como dos brillantes diamantes.

- ¿De verdad?

Violeta me miró, haciendo un hermoso gesto con el rostro. Sonrió dulcemente y me tomó de las manos. La luz del atardecer le daba un precioso color naranja a su larga cabellera.

- Nunca es tarde para hacer nuestros sueños realidad. ¡Nunca! Y por favor, por favor Michael –repitió clementemente mientras acariciaba mis manos–, jamás dudes de lo que puedes llegar a ser. No te conviertas en tu propio desconocido, recuerda siempre quien eres en cada momento, sea en esta vida o en cualquier otra... ¡Jamás te digas que eres incapaz de lograr algo! Porque sé cuánto darías de ti para llegar a donde quieres. Eres agua, eres fuego, eres luz, eres todo lo que fue creado para evolucionar.

Violeta soltó mis manos y acarició mi cutis mientras liberaba una lágrima que recorría sus mejillas.

- ¿Me acompañarías a pescar? –Le pregunté emotivamente.

- ¡Por supuesto! –Respondió Violeta, dándome un fuerte abrazo–. Vamos por la caña de pescar.

Violeta comenzó a correr alegremente mientras se sostenía el vestido, me quedé viéndola correr con la felicidad que no tenía en la realidad. Violeta se detuvo y volteó a mirarme.

- ¿No vienes conmigo? ¡VEN!

La miré con timidez y agaché la cara con emoción, hice una pausa y en un santiamén, levanté la mirada hacia ella y empecé a correr como un niño pequeño. Violeta empezó a correr con el cabello volando en el aire, con tan solo respirar contagiaba su omnipotente felicidad. Subimos la escalera hasta la popa y buscamos dos cañas para regresar a la proa, la que elegí para mí se veía dañada.

- ¿Alguna vez has pescado? –Pregunté, observando la caña–. Nunca he pescado ni un renacuajo.

- ¿Los renacuajos pueden pescarse? –Agregó sarcásticamente–. Oh, obvio que he pescado antes. Si no pescara habría muerto de hambre hace tiempo.

Estuvimos pescando por un rato mientras mirábamos el atardecer, el barco se detuvo y disfrutamos de la vista respirando con gracia. Los peces que capturábamos parecían alienígenos, no eran para nada normales comparados con los que solíamos ver otras aguas; éstos tenían rostro humano y cuerpo de pez, algunos con plumas y otros con pelos, eran animales polimórficos y aterradores. No dije nada de los peces, quizá estábamos navegando en aguas radiactivas en las que había mutantes, no me sorprendería sí esa zona era utilizada para experimentar con bombas atómicas.

- ¡Joder! –Exclamé boquiabierto al ver lo que Violeta había sacado del agua con su caña–. ¿Qué es esa cosa?

Era una cabeza humana, no se identificaba el sexo, únicamente se observaba el cráneo y el rostro deforme. La cabeza no tenía cabello, estaba pálida y llena de huecos. Parecía que estaba siendo devorada por los peces.

- No te sorprendas, querido, es muy normal aquí, he visto brazos, piernas, penes, entre otros restos humanos. –Habló con tranquilidad, cogió la cabeza y la lanzó dentro del barco.

- ¿Por qué es normal? –Pregunté con asombro.

- Estamos en el Triángulo de las Bermudas.

- ¿Cómo es que seguimos vivos?

- No lo estamos. –Respondió.

- ¿Estamos muertos?

- Al menos tú estás viviendo tus últimos momentos. –Añadió.

No entendía a lo que Violeta se refería hasta que recordé que en verdad estaba muerta.

- Espera, ¿Sabías que en estas aguas han desaparecido cientos y cientos de barcos y aviones? –Le pregunté.

- Sí, siempre lo he sabido. Lo conocí con el nombre del Triángulo del Diablo, leí que, Cristóbal Colón, en su primer viaje al Nuevo Mundo presenció el impacto de un incendio en estas zonas de naufragio. Cristóbal se topó con un misterioso caos infernal, además, se informó por muchos navegantes que al transcurrir por estos lugares las brújulas de sus barcos se hacían erráticas e inentendibles.

Ya no podía ver al océano como lo veía al inicio, sentía curiosidad y miedo de lo que estaba bajo el agua. Estaba muy concentrado observando las pequeñas olas que se formaban a la distancia.

- La primera vez que supe sobre el Triángulo de las Bermudas fue por una pintura del año 1611. –Reconocí.

- ¿La Tempestad de William Shakespeare?

- ¡Sí! –Respondí afirmativamente con la cabeza–. También se descubrieron barcos que fueron abandonados sin motivo aparente, mientras que otros no dejaron rastro y ni siquiera emitieron señales de socorro.

- ¿Alguna vez escuchaste sobre Joshua Slocum? –Preguntó Violeta, tirando la caña en el piso.

- No, ¿Quién fue?

Violeta y yo estábamos apoyados sobre la proa, observando sugestivamente al océano.

- Fue un escritor canadiense que desapareció en el Atlántico, es decir... En éste mismo océano –Violeta hablaba con suspenso–. Fue la primera persona en circunnavegar el planeta en solitario, todavía no se sabe qué le sucedió, pero tal parece que desapareció en el Triángulo de las Bermudas.

- ¡Wow! –Bramé, pasmado–. ¿Tienes alguna teoría para justificar o entender todo lo que ocurre en el Triángulo de las Bermudas?

- Viéndolo bien... Hay muchos fenómenos cuyas causas pueden atribuirse a otras formas, por ejemplo, la superficie del continente perdido, la Atlántida.

- Oh, claro –interrumpí–. Hace años leí un libro de la Atlántida, donde decía que los atlantes tenían una tecnología magna y poderosamente desarrollada, consistía en cristales de fuego. Era algo que lanzaba rayos y obtenían energías a partir de ella, el experimento salió peor de lo esperado y terminó destruyendo a toda la civilización, su isla quedó hundida y el poder de esos cristales ha estado activo hasta el día de hoy.

- ¿Y ese poder interfiere sobre los aparatos tecnológicos de barcos y aviones? –Opinó Violeta interrogativamente, se rascó la cabeza y miró al océano con vacilación.

- Tiene sentido –confirmé.

- ¿Y sí es un agujero negro en las aguas atlánticas? –Añadió.

- Podría ser –reflexioné irresolutamente–. Pero, pienso que sería algo más que improbable...

- ¿Por qué? –Arrojó Violeta.

- Desde un punto de vista científico y analítico –expliqué– sería relativamente paradójico, un agujero negro es una región finita del espacio en el que la masa concentrada es tan potente que nada se escapa de su fuerza de atracción. Me explico, sí algún objeto circula alrededor de un agujero negro, se esfumaría por la capacidad del agujero en desaparecerlo.

- ¿Y sí son OVNIS? –Inquirió Violeta curiosamente–. Es razonable creer que por estas zonas nos visitan para secuestrar personas y llevárselas a sus planetas. ¿No lo crees?

Violeta lanzó la caña en el piso, los peces todavía saltaban desesperadamente.

- Eso suena asombroso –admití–, en un universo tan vasto y colosal como éste todo puede pasar. Inclusive, también podría tratarse de eventos meteorológicos como tifones, tormentas, huracanes, etcétera.

- ¡Sí! –Profirió Violeta, limpiándose las manos con su vestido–. Las aguas del Atlántico son violentas e irascibles, especialmente las del Atlántico Austral, allá es donde se encuentran las aguas más tormentosas de la Tierra. He presenciado el naufragio de muchos navegantes y pasajeros de tripulaciones piratas.

- ¿Dónde se encuentra el pasaje de Drake? –Curioseé.

- Es el tramo de mar que separa América del Sur de la Antártida, está ubicado en el polo sur del planeta. Inclusive, ahí se localiza la comunicación del Océano Pacífico con el Atlántico. Es la zona más tempestuosa y furiosa de todos los mares, es brutal.

De inesperado, el atardecer finalmente se convirtió en una oscura y silenciosa noche. No se veía nada desde el barco, solo la tenebrosa negrura de la noche y el sonido del océano. El barco tenía una luz débil que titilaba. Comencé a tener miedo por alguna extraña razón, la talasofobia me inquietaba por el terror que sentía por los mares y océanos.

- Esta noche será de tormentas –anunció Violeta, lanzando una mirada de preocupación–, ¿Sabes nadar?

- ¿Nadar? –Repliqué–. ¿Por qué sabría nadar en el océano? ¡En el Triángulo de las Bermudas! ¿Sabes cuánto me aterra el fondo del océano? ¡Aaaaahh!

Comencé a temblar del pánico cuando vi los primeros relámpagos resonando con los truenos oceánicos de la tenebrosa lejanía, las nubes empezaban a descender y la marea se elevaba desplazando el barco hacia los lados. Resbalé en el piso húmedo y caí sentado, golpeándome la espalda contra la proa. Violeta estiró la mano y me sujetó del brazo.

- ¡Cálmate! –Refunfuñó Violeta con una exclamación, de pronto, hizo una pausa y con la boca abierta señaló algo. Ella se estremeció, levantando la mano hacia la misteriosa sombra que eclipsó al barco–. Ha llegado... Ya está aquí.

La enorme sombra me generó un horripilante escalofrío.

- ¿Quién llegó? –Pregunté desesperado con intriga–. ¿Qué fue eso, Violeta?

Las olas estaban haciéndose más grandes y furiosas.

- ¡EL GIGANTE GOLDSTEIN! –Gritaba repetidamente–. ¡YA ESTÁ AQUÍ!

Repentinamente, apareció un gigantesco barco que eclipsó al nuestro. Era tétrico y tan enorme como para generar pavor con solo mirarlo, las luces de su interior estaban apagadas y podía sentirse su soledad. El barco tenía el número veintidós.

- ¿De dónde salió ese gigante? –Vacilé temerosamente.

Violeta y yo corríamos hacia la cabina con una asfixiante rapidez, las pesadas olas caían sobre nosotros empapándonos de pie a cabeza y lanzándonos al piso. Nuestro barco se desplazaba hacia los lados tumbándonos con furia, las olas lo aplastaban sumergiéndolo de lado a lado; estas entraban con fuerzas destruyéndolo frontalmente.

- Es un barco fantasma –contó Violeta con sofoco–, ha estado navegándose por sí mismo en todo el océano por casi cien años. Nunca se supo qué sucedió con la tripulación, pero se ha visto en diferentes partes del mundo... Es muy extraño, ¿No lo crees?

- Lo es. ¿Nunca han entrado al barco para ver qué hay ahí dentro?

- Intentaron remolcarlo pero fue imposible, es muy pesado. Además, está vacío y ni siquiera hay rastros de que hubo gente ahí, no hay pruebas de algún posible secuestro o masacre de exterminio.

Inesperadamente, el Gigante Goldstein chocó contra nuestro barco partiéndolo en dos pedazos, la debilitada luz que titilaba se apagó quedando todo a ciegas; no se podía ver nada, cuando escuché el agua entrando en el barco me quedé estupefacto al ver que estaba viviendo mi peor pesadilla. Violeta emitió un grito desgarrador mientras se separaba de mí en el otro extremo del barco, el mismo se había dividido en dos partes, el Gigante Goldstein lo traspasaba lentamente por la mitad con su indescriptible fuerza fantasmal,

- ¡VIOLETA! –Aullé afligidamente–. ¿DÓNDE ESTÁS? ¡NO VEO NADA, VIOLETA!

Los restos del barco se estaban yendo mar adentro, las olas alcanzaban los 80 metros de altura. El océano sumergía por completo al Gigante Goldstein para luego sacarlo a flote.

- ¡MICHAEL, AUXILIO! –Gritaba ella con quebranto, su voz empezaba a sonar lejos–. ¡AYUDA! ¡MICHAEL AYÚDAME! ¡ESTOY ATASCADA! ¡ESTOY AQUÍ! ¡AAAAAHHHH!

El sonido de su voz se escuchaba lejísimo, únicamente se oía el furibundo rugido de los truenos y los relámpagos. En medio de la tenebrosa negrura nocturna la única luz era la de los relámpagos, sabía que tenía miedo y ansiedad, la naturaleza olía mi depresión y se saboreaba furiosamente con las gigantescas olas del océano. Una vez más había lastimado a alguien con la ferocidad de mis sentimientos, la naturaleza estaba cobrando vida arrebatándome a los héroes que me convertían en sus bestias. .

- ¡NO PUEDO VERTE! –Vociferé con desespero mientras tenía flashbacks en mi mente–. ¡NO VEO NADA!

Súbitamente, el extremo del barco en el que estaba aferrado se giró sobre el agua lanzándome a la oscuridad del océano, con los ojos cerrados comencé a gritar desesperado mientras me sacudía con ahogos. El agua del océano estaba helada y la salinidad de la misma me constipaba, mis oídos y ojos se irritaron, me picaba la piel y sentía que estaba quemándome en la desesperación. La imposibilidad de encontrar a Violeta era máxima, no había ninguna probabilidad de llegar a tierra firme o de aferrarme a algo que me sostuviera en el agua. La fuerza del océano me empujaba hacia la profundidad y luego me sacaba a la superficie con asfixia, estaba ciego en la lobreguez de la noche buscando la mínima luz que me guiara hasta un lugar estable. El silbido del viento se juntaba con los inesperados truenos de la tormenta, el sonido de lluvia y de las olas componían una melodía tétrica para el naufragio.

No entendía cómo es que todavía podía flotar sí lo único que hacía era patalear y dar manotazos en el agua. Estaba tosiendo con agite, había tragado muchísima agua salada y sentía que mis pulmones estaban repletos. De pronto, una fuerte ola me empujó hasta estrellarme con algo rígido que vagaba sobre el agua, era el Gigante Goldstein, me dio pánico y me inquieté cuando las olas me tenían aprisionado sobre el barco. No hay algo más desesperante que tocar algo en la oscuridad, cuando sabes que lo desconoces y te estás enfrentando a algo que no puedes ver.

- ¡MICHAEEEEEEL! –Gritó Violeta desde la lejanía, los relámpagos iluminaron el océano y creí haberla visto entre las ondas que formaba el agua–. ¡AAAHHHH!

Los relámpagos volvieron a iluminar la negrura y pude ver los brazos de Violeta sobresaliendo del agua con su cabeza.

- ¡AQUÍ ESTOY! –Vociferé mientras tragaba agua–. ¡VIOLETAAA!

- ¡NO TE VEO!

- ¡YA TE VI! –Grité con fuerzas, intentaba nadar hacia ella pero las olas me alejaban y me empujaban hacia el gigantesco barco de acero.

- ¡TE ESTOY VIENDO, NO TE MUEVAS! –Exclamó Violeta, nadando hacia mí–. ¡QUÉDATE DONDE ESTÁS!

Repentinamente, detrás de Violeta apareció una ballena monstruosa que saltaba en el agua, la criatura tenía el aspecto de una serpiente marina y cada vez que se movía formaba enormes torbellinos en el océano. Violeta no sabía que estaba siendo seguida por ese monstruo hasta que escuchó algo detrás de ella.

- ¡ES LEVIATÁN! –Prorrumpía Violeta con alarma, se escuchaba horrorizada y estremecida–. ¡LEVIATAN! ¡ES LA MASCOTA DE DIOS! ¡LEVIATAN, OH DIOS DE LA ENVIDIA, QUE SEDUJO A ADÁN Y A EVA! ¡FUE EL TERROR DE LOS MARINEROS EN LA EDAD DE ORO! ¡EN EL LIBRO DE JOB SE CUENTA SU HISTORIA, ASÍ COMO EN LA BIBLIA!

Los cuernos del monstruo se prendían en fuego mientras Violeta gritaba.

- ¡APRESÚRATE! ¡NADA RÁPIDO! –Rugí, horrorizado–. ¡APÚRATE!

La tempestad estaba peor que al inicio y el monstruo se enfurecía golpeando las aguas.

- ¡NADA PUEDE CON EL JUGUETE DEL SEÑOR! –Berreaba Violeta, deteniéndose. Ya no quería nadar y tenía una personalidad diferente–. ¡DIOS ESTÁ CON NOSOTROS! ¡LEVIATAN FUE UN PEZ CREADO EN EL QUINTO DÍA DE LA CREACIÓN! ¡LEVIATAN SERÁ DESTRUIDO Y SU CARNE SERÁ SERVIDA COMO EL BANQUETE DE CRISTO! ¡LEVIATAN ES SATANÁS Y ESTAS AGUAS SON EL MISMÍSIMO INFIERNO! ¡LA GRACIA DE DIOS ES SU ALIMENTO!

Leviatán rugía coléricamente mientras abría su gigantesca boca, de ella salía una corriente de aire que levantaba las olas y sacudía al océano. Era un cetáceo carnívoro con mucho poder, fue la creación más oscura y sangrienta de Dios, una criatura temida por los hombres que navegaban por los mares en tiempos antiguos.

El monstruo se desplazaba por el agua levantando altísimas olas, Leviatán tenía un poderoso soplo del cual arrojaba destellos de luz, el fuego salía de su boca entre los filosos dientes y el humo de sus narinas como una chimenea infernal. Leviatán abrió la boca y se tragó a Violeta silenciosamente, hizo una pausa y luego la escupió muerta dentro de una bola de fuego.

Me sentía acorralado y sin salida, de pura casualidad volteé hacia al barco y vi que una escalera colgaba de arriba, subí rápidamente mientras las olas me golpeaban y el monstruo formó un inmenso torbellino que giraba como un huracán. La caótica escena cambió cuando subí las escaleras y llegué a una habitación blanca, había flores blancas y dos sillas en el rincón de la alcoba. Me aproximé hacia una de las sillas y me senté cansinamente, mi ropa estaba mojada y todavía sentía como si estuviera sumergido en el océano, las náuseas se apoderaban de mí. De inesperado, apareció Violeta sentada en la otra silla, lucía impecable con su indumentaria seca y el cabello inalterable.

- ¿Violeta? –Vacilé.

- Es el privilegio de estar muerto, puedes estar donde quieras cuando quieras. –Dijo ella mientras su voz hacía eco en la alcoba.

- ¿Estás muerta?

- ¿Lo olvidaste? –Replicó.

Agaché la mirada, soltando un bufido. Violeta hablaba con metáforas.

- Estás muerta en mi presente.

Violeta me miró a los ojos sensiblemente.

- ¿Por qué eres tan duro conmigo?

Levanté la cara lentamente y le clavé una mirada turbia.

- Ni siquiera mereces que te mire a los ojos, no entiendo por qué estás aquí como si la víctima fueras tú.

- ¿De qué hablas? No entiendo de qué me estás hablando. –Violeta actuaba como si no me entendiera–. No sé qué fue lo que te hice.

- ¿Te haces la loca? ¿Es ese el tamaño de tu dignidad? –Espeté, molesto.

- Siempre te amé como si fueras mi hermano, eras mi vida, mi mundo y mis sueños. Recuerdo que, íbamos juntos a la universidad, trabajábamos juntos, nos vestíamos iguales, ¡Éramos twins! No me tengas rencor por algo del pasado, sé lo que te hice y ya pagué mis errores...Pero, Michael, perdóname, te lo imploro.

Violeta se lanzó al piso de rodillas, tenía flores negras entre sus manos. Las espinas cortaban su piel derramando gotas de sangre.

- ¿Estás escuchando tu falsa contrariedad? Jamás apareciste después del daño que me hiciste, pasé días esperando a que me dijeras que todo estaría bien, que saldríamos de eso y que lo superaríamos juntos, pero solo te fuiste lejos dejando la herida abierta y sangrante. Me hiciste sentir la persona más reemplazable de la raza humana, viví meses y meses en la oscuridad de tu desprecio siendo ignorado y torturado por nuestros bonitos recuerdos, me veías en la calle y actuabas como si no me conocieras, nunca sabrás lo que me dolió tu indiferencia, solo me arrepiento de haberte hablado de cosas que nadie conoce de mí. ¿Qué sentido tiene darte mi perdón sí no lo necesitas? ¡Eres una traidora, una mentirosa, eres una mala persona!

Violeta comenzó a llorar desconsoladamente.

- ¡Dame una oportunidad! –Gimoteaba afligidamente–. Michael, recuerda todo lo que vivimos, sé que eres incapaz de odiarme... Recuérdalo bien, indaga en tu memoria y búscame en los recuerdos.

Por unos segundos me quedé pensando en todo lo que vivimos, sentí nostalgia, ira y confusión, pero sobre todo decepción.

- ¿Y acaso tú lo recordaste? Por favor, lárgate, Violeta, no quiero volver a verte nunca más. No aparezcas en mis sueños porque los convertirás en pesadillas –mi voz sonaba ahogada y estremecida, se me hacía difícil decir lo que sentía–, eres el monstruo más falso e hipócrita que he conocido en mi vida. Gracias a ti, hoy no puedo confiar en nadie, vivo pensando en que cualquier persona que conozco me va a traicionar. No sé si eres una lección o un trauma, pero vivir tu desprecio fue lo más doloroso que he vivido de alguien, me secaste por dentro, me destruiste por completo y me hiciste sentir que no valía nada para ti ni para nadie. Di mis lágrimas, mi amor y mi dolor por esto, mi sangre y mis lágrimas nunca fueron suficientes para ti... Pero, ¿Qué te hace creer que tus mentiras son suficientes para mí? No sé en qué te convertiste, twin, supongo que eres el claro ejemplo de que las personas son cíclicas. ¿Qué pasó con tus promesas, cuando me decías que siempre estarías para mí, cuando decías que nunca dejarías de apoyarme?

- Todo lo que dijiste es lo que te hubiera gustado decirme, ¿No es así? –Repuso, poniéndose de pie–. Al final de todo solo soy parte de tu imaginación, ni siquiera podrás volver a abrazarme o escuchar mi voz, porque estoy muerta para ti y tú estás muerto para mí. Solo soy un sueño más de tus 22 noches de soledad y perdición, estoy aquí porque un día te prometí que en tus depresiones más sucias jamás te abandonaría. Recuerda esto, solo soy la versión que tu imaginación creó sobre mí, porque quizá jamás existí como me sentías y me veías. Soy una mentira noctámbula, un espejismo de tu sufrimiento.

- Y mi peor castigo –continué, levantándome frente a ella, no podía contener mis lágrimas–, es saber que nunca podré odiarte sobre todo el dolor que me causaste, porque sigues siendo de esos recuerdos que me mantienen con vida, te amo sobre la irrealidad de tu presencia y siempre pensaré en ti cuando sienta que no hay nada más que hacer. Leeré nuestras conversaciones cuando me sienta solo y mal acompañado, recordando tus consejos de hermana mayor y pensando en que, quizá en otra vida volveremos a encontrarnos, y quizá en esa vida sí pueda perdonarte, porque en esta dudo que pueda hacerlo después de que salieras como una ladrona... Robándote todas mis esperanzas.

- Te amo, twin, nunca lo olvides aunque simplemente sea un fantasma para ti. Siempre seré la luz que te iluminará como en las viejas noches de insomnio. Y cada vez que cruces el océano Atlántico, estaré en la profundidad de tus recuerdos en donde no llega la luz del Sol.

Constreñí la cara, haciendo puchero. La tristeza pintó de rojo mi rostro.

- Yo también te amo, no sé por qué me hiciste todo eso... Pero, fuiste tan importante en mi vida que, soy incapaz de aborrecerte como te lo mereces.

Comencé a llorar inconsolablemente mientras me lanzaba hacia ella para abrazarla, mi corazón estaba hecho de soledad y penumbra. Violeta empezó a desaparecer de mis brazos, me sentía incompleto y paralizado en mis lamentos con la esperanza de que volvería a verla; cuando Violeta se hizo polvo finalmente desperté y vi que estaba abrazando mi almohada, todo fue tan rápido como para sentir que todavía estaba soñando.

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