Capítulo 3: Noche 1.

22:01 PM.

Todavía era muy temprano para dormir... Pero, había algo que no podía sacarme de la cabeza, tenía la mirada de Antonio en la mía, parecía que en todas partes lo veía, lo sentía conmigo y extrañamente quería tenerlo cerca para abrazarlo. No me gustaba ese sentimiento, no lo tenía por alguien desde hace muchísimos años, y cuando eso sucedió, todo terminó muy mal y salí brutalmente lastimado.

«Maldita sea, ¿Qué me está pasando?», pensaba mientras miraba a los árboles desde la ventana de mi alcoba. Cogí mi teléfono y con la misteriosa necesidad de escuchar su voz, entré a nuestro chat y estuve 10 minutos pensando en escribirle, después de 12 minutos, no pude resistirme más y le dejé un mensaje.

- ¡Hola, Antonio!

Él vio mi mensaje al instante y respondió:

- ¡Buenas noches, Michael!

Al recibir su mensaje me emocioné y le respondí en menos de un segundo.

- ¿Qué haces? –Escribí.

- No estoy haciendo nada más que pensar en muchas cosas –respondió mucho más rápido que yo–. ¿Y tú?

Leí su mensaje con un poderoso estremecimiento.

- Creo que coincidimos en ello, tampoco puedo dejar de pensar –respondí.

Antonio permanecía en nuestro chat, leía los mensajes de inmediato.

- ¿En qué piensas? –Escribió apresuradamente su respuesta.

Leí su mensaje y me quedé paralizado por un minuto mientras él esperaba mi respuesta en el chat, no sabía qué responderle, los nervios se apoderaron de mí. Sentía que él podía leer mi mente.

- Sólo en mis proyectos. ¿Y tú? –Escribí nerviosamente y envié el mensaje.

Antonio vio mi mensaje y fue como si se hubiera quedado completamente helado. Él parecía escribir algo que borraba al instante hasta que terminó enviando un mensaje de voz.

- No, no, no nada importante –masculló su voz cortantemente.

Tuve una sensación de abatimiento cuando escuché su audio. « ¿Por qué demonios tuve que escribirle?», me reproché en la mente. Salí del chat y me quedé mirando su foto de perfil. No sabía cómo seguir la conversación, tenía tanto por decir que me ahogaba de tan solo pensarlo. De manera inesperada y sorpresiva mi teléfono volvió a sonar, sí, era él, entré a nuestro chat y todavía estaba en línea. Al menos estaba interesado en continuar hablando.

- ¿Cómo estás? –Decía en su último texto.

- Estoy bien –respondí mediante un audio, mi voz se notaba áspera–. ¿Cómo estás tú?

- Me alegra bastante que lo estés –dijo con emoción en su mensaje de voz–. Yo también lo estoy, por cierto, quería decirte... Hoy te luciste, me encantó la manera como le respondiste todo al Dr. Roberth.

- ¡Gracias! –Exclamé, grabando un audio que le enviaría–. Pensé que había dicho algo erróneo, por suerte estudié muchísimo anteriormente sobre lo que él me preguntó.

Envié el mensaje y Antonio lo escuchó rápidamente.

- Me encanta que estudies mucho, eres fascinante –texteó–. Tienes poder, eh.

- Oh, muchas gracias. ¿Tú crees? –Pregunté frenéticamente, estaba escribiendo apurado y nervioso-

- ¡Sí, lo eres! –Confirmó, enviando otro mensaje de voz.

Me intranquilicé y solté una sonrisa estúpida mientras leía su mensaje repetidamente.

- Pienso que también lo eres –añadí por escrito.

Él comenzó a escribir velozmente.

- ¿De verdad? –Me preguntó, dudoso.

- Sí. Lo pienso y lo creo. –Respondí.

Hubo un inquietante silencio en mi alcoba luego que Antonio leyera mi mensaje.

- ¡Gracias! –Dijo, levantando la voz en su audio, parecía haberse incomodado–. Michael, iré a dormir, podríamos seguir hablando mañana sí gustas.

- ¡Por supuesto! Me encantaría –escribí–. Buenas noches.

Envié el mensaje y lo vio precipitadamente.

- Descansa –ultimó.

Salí del chat y me senté en la orilla de mi cama, guardé el teléfono bajo la almohada y me quedé en silencio mientras pensaba incoherencias. Eran las 23:19, me sentía confundido, abatido y agotado. Me levanté a apagar la luz de mi habitación cuando mi teléfono empezó a sonar repentinamente. ¿De nuevo él? «Pensé». Apagué la luz y corrí hacia la cama con emoción, me puse tan feliz que mi corazón se aceleró junto a mi respiración. Encendí la pantalla y sentí una gran desilusión al ver que no era él, pero me emocioné al ver que era Mónica. A continuación, le contesté.

- Mónica, pensé que eras Antonio jajajajaja –me carcajeé–, créeme que sí.

- ¿Qué? –Gritó Mónica–. ¡JAJAJAJA! ¿Por qué?

Mónica se contagió de mis carcajadas.

- Estábamos hablando hace unos minutos –comenté– tuve que escribirle. Lo necesitaba.

- ¿Viste? ¡Te estás enamorando! –Exclamó ella con ironía.

Solté un bostezo y me acosté, tomé la cobija y me arropé.

- No sé qué me pasa –expuse, cubriendo la cara con la cobija–, yo no soy así. Solo quiero abrazarlo y besarlo, necesito olerlo y decirle todo lo lindo que se merece.

- Tranquilo, ¿Sí? –Repuso Mónica comprensivamente–. No está mal, eso demuestra que sigues siendo un humano y puedes sentir. Todos los humanos se enamoran.

- ¿Estás insinuando que no soy un humano? –Repliqué sarcásticamente–. ¡Mónica! Esto no puede ocurrir, siento que Antonio que será mi pena de muerte.

- Sólo vive el momento –aconsejó apaciblemente– no te des mala vida. Uno no elige de quién se enamora, son cosas que pasan. Quizá solo sientes atracción o algo así.

- Tienes razón –coincidí–, es lo que siempre me dice mi mejor amigo.

- Obvio, arriésgate, bésalo, hazle lo que quieras –agregó Mónica–. A él le va a gustar, te puedo asegurar que Antonio también siente algo por ti, y ahorita debe estar pensando en tu mirada de vampiro deprimido.

- ¿Yo besándolo? ¡JAJAJAJA! –Rugí con una risotada, me quedé absorto–. No, no puedo hacerlo al menos de que él quiera. A mí me daría asco que alguien me bese sin que yo lo desee.

- ¡Por supuesto que quiere! –Aseguró–. Ha de no ser así no estuviera tan pegado a ti. Él tiene 21 años, ya está muy grande como para que esté dudando de su sexualidad. Siento que mi radar gay lo ha detectado.

- Ay, Mónica, no lo sé. Sólo dejaré que todo fluya, ya mi vida es muy complicada como para estar sufriendo por alguien.

- Exacto –expresó Mónica, dejando escapar un ligero bostezo–. El jueves veremos qué tal se comporta contigo.

- Estoy de acuerdo contigo –convine–. Qué bueno que me llamaste, quería decirte que ya hice tu diapositiva. Le puse mucha pornografía a las imágenes para que te inspires.

Mónica empezó a reírse.

- ¡Muchas gracias, Michael! –Bramó–. Supe que estabas despierto sobrepensando todo lo que ocurrió hoy, especialmente en tu nueva obsesión.

- Jajajajaja –escarnecí–, ¿Qué hago? ¡Él me está empezando a gustar demasiado! Antonio es lo que siempre esperé, es humilde, gentil, maduro, inteligente y hermoso. ¿Qué más le puedo pedir a Satán?

- ¡Lo sé! –Afirmó Mónica–. Se ven tan lindos juntos. Sé que en el 2023 estarán juntos, y romperán en el 2024 cuando te toque salir de Venezuela para mudarte a Europa. Solo es una hipótesis basada en tus aspiraciones e inspiraciones.

- No digas tonterías –dije burlonamente–, porque después me ilusiono y todo será por tu culpa. No me iría de Venezuela sin él, creo que ya tengo una razón para quedarme y ser un fracasado en el futuro.

- Mejor ve a dormir, Michael, ya estás alucinando. Esto es algo que no lo diría la persona más fría que conozco.

- Está bien, Mónica, ahora no estoy bien mentalmente. Descansa en paz.

- Y que brille para ti la luz perpetua –concluyó Mónica, colgando la llamada.

Apagué mi teléfono y lo coloqué en la mesa. Segundos después, volví a encenderlo para mirar las fotos que Antonio tenía en su cuenta de Facebook, acariciaba la pantalla mientras las horas pasaban y la madrugada me ilusionaba. Una vez más apagué mi teléfono y cerré los ojos para dormir, pero solo proyectaba las escenas en las que Antonio y yo éramos los protagonistas.

Miré el reloj y vi que marcaba las 3:30 AM, me levanté de la cama y caminé hacia la ventana para observar las estrellas, pero la noche estaba nublada y brumosa. Con las manos en mi pecho respiré la brisa nocturna y me sumergí en la oscuridad octubrina, lo hice con los ojos cerrados hasta que salió el Sol con su esplendoroso resplandor, quemando mi piel y cegando mi vista.

Fue la primera noche en la que la razón de mi insomnio era un hombre...

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