Capítulo 26: 911.
Me sentía extraño después de todo lo que había sucedido, el nubloso atardecer retractaba mi ansiedad a través de la lluvia, los truenos resonaban las voces que en mi mente gritaban con el reproche de mis inseguridades, las palabras de mi amiga eran lo único en lo que quería pensar, pero por más que lo intentase seguía pensando en Antonio como si todo estuviera bien conmigo. Era obvio, él estaba perfectamente bien y yo era quien estaba quemándome en mi propio incendio, ¿Cómo es que todo se estaba yendo al vacío? Sentía un gigantesco y furioso agujero negro devorando todo lo que sentía, estaba confundido y perdido en las catacumbas más profundas y desoladas de mi alma, quería gritarle y suplicarle a mi corazón para que dejase de latir por los recuerdos de alguien que todavía no podía morir para mí.
Mi ropa se empapaba junto a mi rostro, mi cabello despeinado y mojado me hacía ver vulnerable y temeroso por lo que estaba sintiendo. Desolado y abatido caminaba como un zombi hacia mi casa, no tenía ánimos de encender mi teléfono, no quería hablar con nadie, sólo necesitaba silencio y calma.
Cuando llegué a mi vecindario estaba escampando, el anochecer relucía con la puesta del Sol y el cielo se despejaba para brillar con la Luna octubrina; caminé hacia la casa con la mirada en el piso, abrí la puerta con un fuerte empujón y experimenté una terrible sensación al entrar, sentí un estremecimiento en todo mi cuerpo y asumí que era el hecho de que estaba empapado, mis gatos estaban asustados y mi perrita tenía una mirada triste debajo de la mesa. Tenía una nube negra sobre mí que me seguía a todos lados, a cada parte que iba me acompañaba la tristeza, me dirigí a la habitación de mis padres y lo primero que vi fue a mi mamá llorando en su cama, se veía realmente mal, me alarmé al escucharla sollozar desconsoladamente, la habitación estaba patas arribas y parecía que hubiese pasado un tornado por toda la casa, Vivi estaba sentada a su lado con los ojos perdidos en preocupación, miedo y desespero, no me gustaba ver a mi hermanita con esa impresión, no podía soportar que una niña de 15 años viviera con ese martirio.
- Oigan, pero... ¿Qué pasó aquí? –Titubeé con la mirada preocupada y cansina, observé la habitación y escudriñé el desastre.
Vivi me dedicó una mirada irritable y decaída, no respondió. Sabía claramente que era el monstruo de mi padre.
- ¿Fue él? –Añadí dramáticamente con la voz áspera e intranquila.
Mi mamá se levantó de la cama con lentitud y me hizo una señal con la mano para que me quedara callado, y de manera violenta e inesperada, escuché que los platos de la cocina estaban siendo arrojados contra las paredes, el corazón casi se me salía al escuchar el intenso ruido que provenía desde afuera. Vivi comenzó a temblar por el fuerte escándalo, mi mamá la tomó de la mano mientras la apretaba fuertemente, Fatty aullaba como un lobo, ladraba y jadeaba horrorizada como si pudiese sentir la presión de la casa, sentí que el mundo estaba acabándose, no podía procesar lo que estaba sucediendo. El despreciable monstruo de mi padre estaba como una bestia, golpeando la nevera y lanzando objetos por todas partes, gruñía y berreaba al igual que un demonio.
- Mamá, ¿Qué sucedió? –Murmuré mientras me acercaba a ellas.
La mirada de ambas irradiaba un miedo indescriptible.
- Tuve una fuerte discusión con él –respondió mi mamá en voz baja, apenas podía respirar con agite y sofoco–. Ya no tenemos dinero para la comida, y el dinero que él gana en su trabajo solo es para la amante –soltó un suspiro y jadeó con debilidad–, yo... Leí unos mensajes donde estaban planeando para verse en un hotel, él estaba diciéndole que quería llevarla a comer en un lujoso restaurant.
Vivi observo a mi mamá con angustia y agacho la mirada, me senté al lado de ella y la tomé de la otra mano.
- Mamá... Esto está muy mal, esto no es normal, ya hemos pasado por mucho y creo que eso debería llegar a su fin. Vayamos a otra parte, no lo sé, debajo de un puente o a donde sea, pero aquí no podemos seguir viviendo, ese hombre está acabando con nuestras vidas.
De inesperado, un estrepitoso golpe sonó desde afuera cuando mi padre lanzó algo contra el piso. Mi hermana continuaba temblando.
- Pero, dime, ¿A dónde nos vamos, Michael? No tenemos a dónde ir –hablaba mi mamá con la voz llorosa, las lágrimas impregnaban su rostro y sus manos frías se humedecían con el sudor–, no tenemos dinero, no tenemos nada.
Me sentí inútil y me tragué las palabras con un rotundo silencio de incertidumbre y nerviosismo, « ¿Qué hago, a dónde podríamos a ir, dónde podría encontrar dinero para pagar un hospedaje?», pensaba con fatiga e inquietud. Era capaz de dejar la carrera de medicina para ponerme a trabajar, pero, ¿Dónde encontraría un empleo? Estuve buscando trabajo por más de tres semanas y nunca recibí una llamada para al menos ser entrevistado, quería desaparecer de la faz de la tierra
- ¿POR QUÉ NO SE VAN DE ESTA MALDITA CASA, EH? ¡Lárguense de una vez! –Retumbó la furiosa y gutural voz de mi padre, miré hacia la puerta de la habitación y ahí estaba él con sus ojos llameantes y la cara enrojecida, con el torso desnudo y el mismo pantalón de siempre. Me quedé atónito cuando lo vi, mi mamá se quedó callada y Vivi empezó a llorar–. ¿ACASO NO ESCUCHAN? ¿AH? ¿NO ESCUCHAN? ¡MALDITA SEA!
Mi padre entró coléricamente a la habitación y se dirigió al armario, comenzó a sacar la ropa de mi mamá y la de Vivi, arrojándola en el piso con repudio.
- ¡Nooo! –Le gritó mi mamá levantándose de la cama con alerta e histeria–. ¡No toques mi ropa y mucho menos la de la niña! –Él continuaba tirando la ropa en el piso mientras mi mamá le imploraba–. ¡Ya por favor, basta! ¡BASTA! ¡YA DÉJANOS EN PAZ, POR FAVOR!
Solté la mano de Vivi y seguí a mi mamá, tenía que hacer algo.
- ¡Maldito sea el día en que me casé con usted! ¡Maldito sea el día en que tuvimos hijos! –Rugía él con furia y maldad, estaba muy violento y sus ojos ardían de odio y hostilidad–. ¡MALDITO SEA EL DÍA EN QUE LES DI MI SANGRE! ¡MALDITA SEA! ¡YA NO QUIERO VERLOS MÁS! ¡VÁYANSE DE MI CASA!
Mi mamá se acercó a mi padre y lo empujó apartándolo del closet –ella dejó sonar un gemido lastimero y quejumbroso–. En un santiamén, mi padre regresó irascible hacia ella con un impulso frenético, me moví rápidamente y en menos de un segundo aparté a mi mamá evitando que mi padre la golpease, lo enfrenté con una mirada desafiante y sujeté sus brazos mientras éste refunfuñaba coléricamente. Mi madre reaccionó instantáneamente con la mirada ensombrecida y extenuada, mi padre estaba forcejeándome para ir a atacar a mi mamá, por un momento sentí que mis brazos estaban dormidos y debilitados, no podía soportar la fuerza que él tenía al jalonearme y al sacudirme enérgicamente como a un muñeco de goma, mi mamá volvió hacia él dándole puñetazos mientras mi hermana gritaba desde la cama.
Con un grito iracundo y una sacudida extremadamente violenta, se soltó de mis brazos y me agarró con ambas manos del cuello mientras me empujaba hacia atrás, me lanzó contra la pared y la parte posterior de mi cráneo se estrelló haciendo un fuerte sonido con el golpe, con la vista nublada y el corazón acelerado me deslicé hacia abajo a través de la pared. Solo recuerdo gritos y golpes.
Mi hermana salió corriendo con nerviosidad hacia el teléfono de la casa y él corrió tras ella, yo estaba paralizado en el suelo mientras las lágrimas se derramaban lentamente sobre mí extenuado rostro, intenté levantarme pero sentía que todo giraba a mí alrededor, estaba mareado y el poderoso dolor de cabeza se conectaba con la parte alta de mi espalda. Mi mamá me tomó de la mano rápidamente y sacó fuerzas para levantarme del piso, me puse de pie y me tambaleé hacia los lados hasta que me apoyé en la pared, escuchaba un zumbido en mis oídos; Vivi iba a llamar a la policía cuando en ese instante mi padre cogió el teléfono de la mesa y lo partió en pedazos, salí de la habitación sosteniéndome de la pared y me dirigí silenciosamente a mi alcoba para evitar llamar su atención, me escondí detrás del armario y saqué mi teléfono para marcar al 911, los dedos me temblaban y el zumbido en mis oídos se intensificaba junto al dolor. Mi mamá estaba abrazando a mi hermana mientras la cubría de mi padre, discretamente le hice una señal de que estaba llamando a la policía.
- Buenas noches –contestó una mujer con la voz áspera y desabrida. El ladrido de Fatty y los gritos de afuera me estaban volviendo loco–, has llamado al centro de emergencia 911. Por favor, indique su nombre y dirección.
- Mi-Mi-Michael Mendoza –tartamudeé con inquietud y sofoco–, casa número 184, sector 4. Necesito ayuda, por favor, se lo suplico, mi padre acaba de agredirme... Estoy adolorido, él está atacando a mi mamá y a mi hermana, por favor, ayúdenos.
No hubo respuesta, había interferencia y no se escuchaba su voz.
- ¿Estás ahí? –Murmuré con agite–. Por favor, ayúdenos, no tenemos a dónde ir.
- Enseguida mandaré una patrulla –dijo la operadora con tranquilidad y apatía–, quédese donde está.
- Por favor rápido –insistí.
Ya me había colgado la llamada, sentí un mínimo alivio al saber que la policía estaba por llegar. El infierno continuaba y el escándalo no cesaba, era continuo y la presión se manifestaba con mis palpitaciones, salí de la habitación hacia la sala y le hice señas a Vivi para que viniera a mi cuarto con mi mamá, mi padre continuaba gritando y golpeando los objetos del hogar sin escuchar el llanto de mi hermana y los lamentos de mi madre. Vivi se acercó a mi mamá y le susurró en el oído para que las dos vinieran a mi dormitorio, mi mamá vio que yo estaba escondido entre la puerta y se aproximó hacia mí junto a Vivi.
- ¿Llamaste a la policía? –Me preguntó Vivi, intranquila. Tenía a los dos gatos en sus brazos, Fatty estaba detrás de mí mamá.
Luego de que entraran cerré la puerta y encendí la luz.
- Sí –le respondí afirmativamente con la cabeza, hice un gesto adolorido y fui a mi cama.
- ¿No tardarán en llegar? –Añadió mi mamá en voz baja.
- No lo sé –respondí al tirarme bocabajo en mi cama–. Me dijeron que venían hace cinco minutos.
- Así fue la última vez –agregó Vivi, poniendo los ojos en blanco–. Nunca llegaron.
Todavía se escuchaba el espectáculo de mi padre desde afuera.
- ¿Cómo va el golpe? –Preguntó mi mamá acercándose a mi cama, tenía los ojos obscurecidos por la preocupación–. Hoy estuvimos toda la tarde sin electricidad, no hay hielo en el refrigerador.
Mi mamá estaba acariciando mi cabello mientras sus lágrimas caían en mi cabello, fingía estar bien sólo para no verla más preocupada. Vivi estaba sentada en el piso, acariciando a los gatos. Inocentemente, estaba muy entretenida con Salem y Percy.
- No importa mamá, ya mañana estaré mejor –musité débilmente con los ojos cerrados–, no salgan de aquí hasta que no llegue la policía.
Fatty se subió a la cama y comenzó a olfatearme.
- Saldré a buscar una pastilla para el dolor –dijo mi mamá repentinamente, aun se veía alterada y devastada–, no puedo verte así. Esto es mi culpa.
- Mamá, quédate aquí por favor –insistí con agotamiento, tenía dificultad para hablar por la extraña sensación de desfallecimiento–, y nada de esto es tu culpa, ¿Cómo vas a pensar eso?
Al abrir los ojos vi que mi mamá ya no estaba ahí, había salido de la habitación.
- Sabes que es muy terca –habló Vivi, torciendo la boca–. No tardará en volver con las pastillas.
Repentinamente, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Mi hermana y yo nos aterramos hasta que vimos a mi mamá entrando y cerrando la puerta, tenía un vaso de agua y traía tres cajas de pastillas.
- ¿Por qué trajiste tantas pastillas? –Le pregunté.
- No leí los nombres de las cajas, tomé las primeras que vi. Aquí hay una para el dolor –mi mamá levantó la caja a la altura de sus ojos y leyó el nombre con sus gafas–. Es ibuprofeno.
Mi mamá se acercó a la cama, me levanté quejumbrosamente y me senté. Recibí la pastilla y la introduje en mi boca, me dio el vaso en la mano y lo vacié al instante cuando me tomé toda el agua con el analgésico. Le regresé el vaso y ella lo situó en la mesa.
- Gracias mamá –agregué mientras me quitaba los zapatos, tenía la ropa empapada y ya comenzaba a sentir un resfriado.
- ¿La policía no piensa llegar? –Rezongó Vivi.
- Nunca vienen –balbuceó mi mamá con el ceño fruncido–. Siempre dicen que en poco tiempo vendrán... Y nunca llegan.
- Pues, de igual manera el monstruo se calmó –comenté–, así que sí llegan es muy probable que piensen que todo fue mentira.
- Nunca llegarán –repitió mi hermana con disgusto–, ya estoy cansada de que cuando hay una emergencia como esta, llamamos a la policía y nunca llega. No sé qué es lo que debemos hacer.
- Ir a la estación policial y poner la denuncia –añadí–. Pienso que sería buena idea.
- ¿Tenemos evidencias? –Preguntó Vivi.
- Por ahora sí –dijo mi mamá–, pero sabiendo cómo son las autoridades en Venezuela sé que perderemos el caso, sobre todo por los amigos policías que tiene la bestia. Hace unos años lo llevé a tribunales y le creyeron a él por ser un ex militar, desde entonces ya perdí la fe en buscar ayuda.
Mi mamá tenía una expresión apagada, no quería atormentarla más después de todo. Mi padre ya no se escuchaba, había salido de la casa para probablemente verse con sus amigos alcohólicos y pasar la noche tomando.
- Quiero dormir –habló Vivi con un bostezo–, estoy exhausta. Creo que ya podemos salir, de todas formas la policía no llegará.
Mi hermana se levantó y salió de mi dormitorio con Percy, solo me quedé con Fatty, Salem y mi mamá.
- Michael, iré a descansar, tengo mucho cansancio –añadió mi mamá con los ojos enrojecidos de tanto llorar, estaba muy fatigada–. Sí necesitas algo no dudes en despertarme, cámbiate la ropa antes de que te enfermes, ve a ducharte y come un poco para que duermas, tu comida está en la cocina.
- Está bien mami –concerté–, ve a dormir, creo que lo necesitas más que yo...
Mi mamá se levantó del piso adolorida y quejumbrosa, tenía mucho dolor en sus huesos.
- ¡Auch! –Soltó un quejido–. Vivi tiene razón, la policía no vendrá.
- No importa –fluctué con desánimo–. No iban a hacer mucho por nosotros.
- Quédate tranquilo, Michael, ya no pienses más en todo esto... Estás muy joven para tener que soportar con el peso de ese desgraciado, mejor descansa para que mañana puedas estudiar y distraerte. ¿Sí?
Miré a mi mamá y asentí suavemente con la cabeza, me dio un beso en la frente y me acarició el rostro con los ojos llorosos. Quería contarle lo que me había sucedido con Antonio, la necesitaba a ella más que a nadie, pero no era un buen momento para contarle mis problemas.
- Te amo, mami, perdón por no haberte defendido como debía –dije con los ojos humedecidos, comencé a llorar inconsolablemente–. Soy un débil, sólo soy eso, un débil, y todo esto es mi culpa... No debí haber nacido, eso fue lo peor que te pasó en la vida, teniendo hijos con tu agresor. Tuviste que haberme abortado, soy un engendro del mal.
- ¡No digas eso! –Dijo a regañadientes mientras luchaba con sus lágrimas, tenía un nudo en la garganta–. Tú no tienes la culpa de mis errores, ni tú ni Vivi merecen la vida que les he dado viviendo con un monstruo. ¿Crees que no pienso en eso cada noche? Pensando en todos los traumas que nos ha dejado ese hombre. Yo te amo sobre todas las pesadillas que has vivido, eres mi príncipe azul, gracias por haberme defendido y por siempre cuidarme como yo lo hacía contigo cuando eras un lindo bebé. Eres mi amor y así lo será siempre mientras me veas respirar. Ustedes son lo más valioso que tengo en la vida, después de todo soy yo quien debe defenderlos a ustedes...
Mi mamá me dio un fuerte abrazo sin importar qué tan mojada estaba mi ropa.
- Mamá, te prometo que te sacaré de esta prisión y te daré la vida que siempre te has merecido... No sé cómo ni cuándo, pero recuerda esta promesa cada vez que sientas que ya no hay esperanzas. Ya no llores, mejor ve a dormir, mañana será un mejor día.
- ¡Tú eres mi esperanza! –Bramó animosamente con su hermosa sonrisa perdida en lágrimas–. Descansa, corazón.
Mi mamá salió con Fatty y Salem de la habitación, cerró la puerta silenciosamente y fue a dormir con Vivi. Me quité la ropa mojada y la arrojé en la cesta, tomé mi toalla y fui a ducharme, sentía que mi día había durado mil años. Estaba bajo la ducha con los ojos cerrados mientras el agua caía sobre mi nuca, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido con Antonio y con mi padre, eran muchos sentimientos que no podía procesar. Por más traumático que haya sido, recordaba a Antonio y me sentía extrañamente protegido aunque él ya tenía a alguien más en su corazón, sabía muy bien que eso estaba mal.
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