Capítulo 22: Detector de mentiras.
Antonio me condujo hasta su habitación, caminó hacia el pasillo y lo seguí mientras me quitaba la mochila, saqué el teléfono de mi bolsillo y vi que tenía un millón de mensajes de Lisandro. Miré la hora y guardé el teléfono, tenía el presentimiento de que Antonio notaría que estaba hablando con alguien sobre él. Antonio oprimió la manilla y abrió la puerta de la habitación.
- Bienvenido a mi guarida –dijo con regocijo, encendió la luz y cerró la puerta una vez que entramos–. Perdóname que esté algo desordenada, quise tenerla lista para cuando llegaras, pero se me hizo difícil.
- Oh, tranquilo, no te preocupes –farfullé, observando la habitación nerviosamente–. Está bien, no tenías por qué hacerlo.
- No, sí tenía, claro que tenía que hacerlo... Eres tú.
Antonio encendió el aire acondicionado y puso la temperatura en 22 grados centígrados.
- ¡No te preocupes! –Insistí–. Ya te dije, todo está bien. ¿Sí?
- Sí tú lo dices, pues, perfecto.
Antonio me quitó la mochila respetuosamente y la situó en su colchón. La computadora se encontraba al lado de su desordenada cama, parecía que ya había estado antes en ese lugar. Hubo algo que capturó mi atención, tenía un enorme armario del siglo pasado, se veía muy tétrico y parecía que en ese lugar metían a los cadáveres de la familia.
- ¿Qué íbamos a estudiar hoy? –Le pregunté distraídamente.
- ¿Parasitología y microbiología? –Vaciló, absorto.
- Sí –aseveré–, la tarea que debemos enviar mañana mismo.
- ¿Ya estudiaste? –Inquirió.
«Sí, claro que estudié y ya hice la tarea cinco días antes. Sólo estoy aquí en tu casa porque quiero verte» Pensé, dejando escapar un sonrisa extraña.
- No, no he estudiado nada –le respondí con seguridad–. Ni siquiera sé de qué es la tarea.
Antonio me miró, regresándome la sonrisa psicótica como si hubiera leído mi mente.
- A mí no me engañas, sé que te leíste 4 libros antes de venir a mi casa.
- Creo que puedes leer lo que pienso –le dije mientras me sentaba en su cama, él seguía de pie con su mirada en mis ojos–. No sabía que tenías ese don.
- Sí –respondió coquetamente, sentándose a mi lado–. Y así como hay otras cosas que no sabes de mí.
- Sé que puedo descubrirlas –añadí con una mirada sombría e intimidante.
- Será tu misión –continuó, su mano estaba rozándose con la mía.
En cuestión de segundos nos miramos fijamente sin decir nada, me levanté de la cama con nerviosidad y empecé a caminar por la habitación. Antonio también se puso de pie y se me acercó lentamente, al verlo aproximarse me senté en el sillón. ¡AAAAAHHH! –Grité con una risa avergonzada–. No me fijé que el sillón tenía un hueco gigante y por poco caía en el fondo hasta que Antonio me sujetó. Fue tan rápido que el susto me intranquilizó.
- Sabía que te sentarías ahí –ironizó Antonio. Colocó un par de tablas en el hueco y luego una almohada sobre ellas–. Ya puedes sentarte.
Observé el sillón remendado y me senté con desconfianza, creía que me caería al centro de la Tierra.
- Gracias –dije, sentándome pacíficamente–. Siento que ya había estado antes aquí.
La computadora estaba delante de mí, sentía curiosidad al ver qué programas utilizaba.
- ¿De verdad? –Replicó.
Antonio se sentó en el borde de la cama, el sillón estaba muy cerca de él.
- Sí –respondí, recordando la pesadilla con un gesto amargo.
- Si algún día sientes que no tienes a dónde ir, aquí tienes un lugar para ti –masculló–. Puedes quedarte acá sin ningún problema.
- Eres la persona más dulce, bondadosa y generosa que conozco –expresé con la mirada perdida en su belleza–. Muchas gracias.
- ¿Sabes algo? –Agregó de pronto, observando la computadora con una sonrisa–. A veces busco tu nombre en Google, me gusta las cosas que salen de ti en internet. Siempre hay algo nuevo que conocer. Google te reconoce como novelista, eso es icónico.
El silencio se apoderó de mí, no sabía qué decir ni cómo reaccionar.
- Wow, nunca me habían dicho algo como eso –confesé, fulminado con la perfección del sentimiento. Estaba boquiabierto–. Eso es muy hermoso de tu parte.
Antonio cogió el mouse de su computador y abrió Google, acercó el teclado a sus manos y escribió "Michael Dantés", fue épico, en menos de un segundo aparecieron muchas fotos mías.
- ¡Y ahí estás! –Exaltó, deslumbrado–. No puedo creer que esa celebridad esté conmigo justo ahora en mi habitación de carcelero.
- Jajajajaja –reí mientras me cubría el rostro con las manos, las bajé lentamente y las puse sobre la mesa muy cerca de las suyas–. ¿Y qué harías si nada de esto es real y solo estás soñando?
Antonio me miró en silencio con mucho misterio.
- Haría lo que fuera para no despertar nunca más.
- ¿Crees que puedas hacerlo? –Cuestioné, envolviéndolo con una mirada profunda.
- ¿Hacer qué? –Balbució.
- Controlar tus sueños.
- No lo sé –titubeó pensativamente–. Creo que sí, probablemente.
- Por cierto –añadí–, anoche soñé que estabas demoliéndome a golpes.
- ¿Qué? –Bramó Antonio con una risa confusa.
- Sí, fue muy extraño.
- Veo que en tus sueños soy alguien muy diferente –comentó.
- Creo que sí –repuse–. No parecías a nada de lo que eres en realidad.
- ¿Qué soy en tu realidad? –Cuestionó con mucha curiosidad.
- Un espejismo.
- ¿Crees que no soy real? –Titubeó, haciéndome un gesto con los ojos.
- Eres irreal –balbucí–, porque quedan muy pocas personas como tú en el mundo.
No hubo respuesta, Antonio agachó la cara y sonrío con sus mejillas enrojecidas.
- ¿Te gustaría sí leemos algunos de tus libros? –Propuso repentinamente, rozando sus manos con las mías. Sus ojos lo pedían al igual que los de un niño–. Después, en otra ocasión estudiamos. Quiero aprovechar que tú estás aquí conmigo ahora mismo. Sería un sueño hecho realidad que el mismo autor me leyera sus obras.
- ¡Claro que sí! –Regocijé con ánimos–. Me encantaría.
Antonio buscó en sus descargas los archivos en PDF de mi saga "PLÉYADES". Al ver que eran archivos ilegales de mis obras me incomodé con un bufido.
- Entonces, el autor te leerá el libro que descargaste ilegalmente –dije sarcásticamente.
- ¡Perdóname! –Se disculpó nerviosamente, su rostro se apagó–. Buscándote en Google me encontré con un sitio web donde estaban tus libros en descargas gratis. Tenían más de cien mil descargas y cientos de excelentes reseñas.
- ¿Piratería? –Le pregunté, cruzándome de brazos–. No te preocupes, no eres el primero y tampoco serás el último que lea mis libros en páginas piratas.
- Te prometo que para la próxima te pediré los libros personalmente sin tener que estar buscándolos ilegalmente en internet –dio su palabra con la intención convencerme.
- Está bien –repuse inalterablemente–. ¿Cuál quieres que leamos?
- ¡PLÉYADES 1! –Respondió vorazmente–. ¡PLÉYADES 1! –Repitió–. Lo leí en varias ocasiones, pero me perdí y ahora tengo bloqueo de lector.
- ¡Cool! –Prorrumpí–. Vamos a leerlo desde el inicio. Pero, falta algo, pon la música de Peter Gundry para perfeccionar el ambiente, busca su álbum Goëtia, es mi favorito.
- ¡Me encanta Goëtia! –Convino–. Enseguida lo buscaré.
Abrió el archivo del libro y buscó el álbum en internet. Estaba emocionado de leerle mi libro favorito a mi chico favorito. Antonio reprodujo el álbum y empezamos a escucharlo, la melodía y la oscuridad de la música nos hacía trascender a través del sentimiento que nos mantenía unidos.
- Nunca le había leído mis libros a alguien –confesé, ladeando la cabeza hacia él–. Así que, puedo decir que eres la primera en el mundo a la que le daré el privilegio, y lo haré con mucho gusto porque eres muy especial para mí.
- ¡Wow, esto será fantástico! –Encumbró con la voz cantarina. Antonio se puso de pie y empujó la mesa de la computadora hacia mí–. Es toda tuya, olvídate de la tarea y permíteme conocer tu lado oscuro.
- Si así lo pides, así será –susurré, haciendo un gesto malvado y burlesco con la cara–. Hoy conocerás la versión que nadie conoce de mí.
Antonio respondió con una mueca que iluminó su rostro, se acostó bocarriba en su cama y abrazando la almohada me miró con ternura. No podía quitarle los ojos de encima, quería admirar su belleza por el resto de mis días, necesitaba abrazarlo y protegerlo de lo peor.
- ¿Podrías darme un breve resumen? –Pronunció de forma interrogativa.
- ¡Claro! –Afirmé con la cabeza–. Era el año 1942 cuando los Nazis avasallaban una gran parte del continente europeo, la Segunda Guerra Mundial se mantenía fuerte y sangrienta mientras millones de personas perdían sus vidas. Jericco Goldstein, era uno de los tantos doctores en el imperio Nazi, lo fue hasta el día en que fue sorprendido vendiendo información privada de Alemania a Rusia y a Los Estados Unidos de Norteamérica, fue sentenciado a una muerte sucia, lenta y miserable. Después de morir, se enfrenta a terribles sucesos que seguro nadie esperaría después de la muerte, el terror y el misterio lo acompañaron desde el inicio de su sufrimiento. Él renace en un mundo medieval que se asimila al planeta Tierra y se ha de topar con los hechos más sucios y oscuros de la historia, desamparado y solitario, es señalado y juzgado como un hereje por parte de los sombríos enemigos que hizo desde su gran llegada a Pléyades.
- ¡Maldición Michael, qué poderoso! –Gritó emocionado y boquiabierto, tenía los ojos desmesuradamente abiertos y las cejas levantadas–. ¡Eres una mente maestra!
- ¡Gracias! Te daría un resumen de "PLÉYADES 2", pero eso sí que sería un spoiler de gran magnitud.
- ¡No me des spoiler! –Gruñó alterado–. Oye, por cierto, ¿Sobre qué es tu libro "Un Viaje Sin Retorno"?
- Es todo lo contrario a "PLÉYADES" –Bufé divertidamente–. Es un libro inspirado en la astronomía. Es de autoayuda.
- ¡Oh! –Dijo asombrado–. ¿Te gusta la astronomía?
- ¡Me fascina! –Loé–. Con 15 años comencé a escribirlo, fue el diario de mi vida hasta los 17 años.
- ¿Qué hay exactamente en ese diario? –Arrojó interrogativamente.
- Pensamientos, pasiones, frustraciones, ansiedad, amor, dolor, soledad, depresión, suicidio y miedo... Perdí la cuenta de cuántas emociones plasmé en cada letra, es tan infinito y profundo como el abismo del océano pacífico.
- ¿Depresión, suicidio, dolor? –Preguntó de pronto–. Sé que hablamos de esto, pero no lo suficiente.
La curiosidad se despertó en Antonio cuando intentaba hallar la verdad en mis ojos, ladeé la cabeza y miré al vacío mientras muchos recuerdos llegaban a mi cabeza.
- Esta obra es la evidencia de lo que sufrí para ser quien soy ahora –murmuré sentimentalmente–, nunca me equivoqué cuando dije que la vida era un viaje sin retorno. En el viaje de la vida he estado en diferentes caminos, diferentes lugares, rodeado de gente pasajera que se va a la mitad del viaje, supongo que es así y siempre lo será, primero conoces a alguien y piensas que estará contigo por mucho tiempo hasta que saltan al vacío desde tu avión, actuando como si nunca hubieras sido importante para ellos.
- Sí me permites estar en tu viaje te prometo que nunca saltaré del avión hasta que lleguemos a tu destino –dijo él en voz baja, acariciaba mi hombro temblorosamente–. Juro que me verás a bordo incluso cuando salgamos al espacio y la ingravidez se apodere de nuestros cuerpos.
Lo miré de reojo con el ceño fruncido, sintiendo un extraño presentimiento. Era mi sexto sentido manifestándose a través de mi intuición.
- ¿Cómo puedo estar seguro de que no me estás mintiendo? –Vacilé, arrojándole una mirada inquieta.
Antonio quitó la mano de mi hombro como si mi pregunta lo hubiera herido.
- ¿Piensas que soy un mentiroso? –Cuestionó.
- No me gustaría imaginarlo –respondí, encarándolo fríamente con seriedad–, sería una pena si algún día recuerdo esta plática y me pregunte qué hubiera sucedido si no te habría creído. Siento que soy un detector de mentiras y por eso me gusta ser honesto al principio.
- Sé que probablemente has pasado por mucho y quizá te han herido lo suficiente como para no creer en nadie –balbució–, pero, solo quiero desmostarte que no quiero hacerte ningún tipo de daño –Antonio respiró profundamente–. Jamás lo haría.
- ¿Puedo confiar en ti? –Arrojé imprudentemente–.
No hubo respuesta. Simplemente una mirada, la misma que hacía perder mi cordura.
- Algo me dice que sí –dije luego de hacer una pausa.
- Intentaré demostrarlo –alegó–. ¿Quieres continuar leyendo?
- Claro –le respondí con un rápido parpadeo–. Lo que leeré a continuación es la base de toda la historia, incluso de su segunda parte. Así que, presta atención y no olvides nada de esto.
- Y te prometo que nunca lo olvidaré, jamás –habló con aquella voz varonil, dulce y tierna. Era imposible no mirarlo con amor.
Antonio volvió a acostarse en su cama, estaba entretenido con mi voz mientras abrazaba la almohada. Continué leyendo con la música sonando de fondo, era muy significativo leerle lo que escribí en mis días más tormentosos y apocalípticos. Sentía paz y protección estando a su lado.
Yo era la tormenta invernal y él el verano de mis infiernos, él tenía el fuego que derretía el iceberg en el que me había convertido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top