Capítulo 17: Confío en ti.
Minutos después, lo llamé en voz baja, él volteó rápidamente y sus mejillas se tiñeron de rosa. Estábamos mirándonos tontamente a los ojos, su belleza me embelesaba.
- Dime –dijo cariñosamente, tenía el codo sobre la mesa. Apoyaba la barbilla en la palma de su mano.
- Ven –le indiqué, haciendo un puchero de ternura.
Antonio me dedicó una bonita mirada de amor, se levantó de la silla y se acercó a mí. Cada paso que daba era en cámara lenta, los rizos de su cabello se movían pacíficamente como los girasoles de un jardín en primavera.
- Aquí me tienes –suspiró en mi oreja, sentándose a mí lado.
El olor de su colonia me domaba.
- Tu cabello se ve lindo hoy –agregué, acariciando sus rizos.
Antonio cerró los ojos y se relajó, dejando escapar un gemido.
- Gracias –expresó, ruborizado.
Luego de acariciar su cabello, empecé a mimar su rostro enamoradamente, él abrió los ojos y me arrojó una sonrisa mientras tomaba mi mano con suavidad. Juntamos nuestras manos y nos miramos con misterio.
- ¿Cómo es que eres tan perfecto? –Murmuré atónito, mi corazón latía rápidamente.
Él rió con timidez.
- ¿Por qué lo dices? –Me preguntó pensativamente–. No lo soy.
- Solo digo lo que veo –añadí.
- ¿Tienes secretos? –Eludió.
- Estoy hecho de ellos –respondí cortantemente–. Algunos son aterradores, pero el resto son bizarros.
- Quiero conocer tus secretos –susurró.
- ¿Estás seguro?
Asintió con la cabeza.
- Hay secretos que dejan marcas –dijo repentinamente. Levantó la manga de mi cárdigan y palpó mi piel.
- ¿A qué te refieres? –Le pregunté con rareza.
- ¿Todavía lo haces? –Preguntó, observándome con preocupación.
Miré la piel de mi brazo y vi que se refería a las cicatrices.
- No –negué con la cabeza–, no lo hago desde que tenía 16.
- ¿Por qué lo hacías? –Cuestionó.
Hice una pausa y respiré hondo, recordando las veces en las que me automutilaba llorando en el espejo.
- Aun no entiendo cómo el dolor es liberador –contesté, bajando la manga–, pero, no es algo de lo que me siento orgullo y reconozco que estuvo mal. Hoy en día no sería capaz de hacerme el daño que antes me hacía, ahora menos que me encanta cuidar mi piel.
- Entiendo –dijo, intentando comprender–, siempre estaré aquí para hablar sobre algo que no puedas hablar con alguien más.
- Gracias –le respondí dulcemente–, digo lo mismo.
- Ahora dime algo que otros no sepan –arrojó curiosamente.
- Tengo un perfil verificado en una página pornográfica –contesté con humor.
Antonio me miró boquiabierto y empezó a reírse.
- ¿Qué página es? –Inquirió, pasmado–. Creo que estás jugando.
- PornHub –respondí seriamente–. No estoy bromeando, de verdad estoy en esa página.
- ¡Wow! –Exclamó, boquiabierto–. No, no, no puede ser. O sea, ¿Tú? –Antonio estaba tartamudeando–. ¿Cómo puedo saber que no estás bromeando?
- Te mostraré –agregué decisivamente.
Saqué el teléfono de mi bolsillo y busqué mi perfil en la página. Discretamente, le enseñé mi nombre y la foto de perfil. Antonio se petrificó con asombro.
- ¿Cómo es posible? –Preguntó con los ojos exageradamente abiertos–. Tú siempre tienes algo para sorprenderme. Dios mío, ¿Además eres actor porno? No puedo creerlo jajajaja –Antonio se rió, tapándose la cara.
- No soy actor porno –renegué risueñamente–, tampoco tengo videos teniendo sexo con nadie. Yo simplemente subo contenido privado para mis casi cien mil seguidores.
- ¿Vives de eso?
- Ojalá –respondí desanimado–, ni siquiera me pagan. La meta es llegar al millón de seguidores para que empiecen a pagarme, apenas estoy por llegar a los cien mil.
- ¿Las personas que compran tus libros saben de esa página?
- No –negué en voz baja–. Mis lectores no saben de esto, ni mis amigos ni mi familia, nadie lo sabe y espero que nunca se enteren. No quiero que piensen que me prostituyo.
- De alguna forma es prostitución –farfulló–, en la actualidad es una situación que está muy normalizada. No es un tabú, pero debo admitir que, no me lo esperaba de ti. Pero, ¿Por qué lo haces?
- La necesidad te lleva a hacer lo que sea para sobrevivir –respondí con un murmullo–, no me gusta que miles de desconocidos vean mi cuerpo desnudo, me siento sucio y muy decepcionado, pero es lo que toca y no quiero sonar conformista. Es difícil encontrar un trabajo cuando estudias dos carreras a tiempo completo –resoplé–, prefiero hacer eso conmigo mismo que hacerle daño a alguien, sería incapaz de robar o vender drogas. Esa es mi realidad. No recibo ganancia de mis obras, no tengo ninguna fuente de ingreso y vivo en un hogar conflictivo con un padre alcohólico y maltratador. ¡Sorpresa! –Bramé sarcásticamente–. Soy mucho más pobre y desgraciado de lo que imaginabas.
- No es gracioso –susurró, poniendo su brazo sobre mis hombros–, no es sano que hagas algo que no quieres. Y tampoco mereces vivir con un monstruo que es adicto al alcohol. Por favor, Michael... De ahora en adelante quiero que confíes en mí, así mismo como yo confío en ti.
Antonio me abrazó y apoyó su mentón sobre mi frente.
- ¿De verdad puedo confiar en ti? –Pregunté dudosamente, mirándolo a los ojos con piedad.
Él me dedicó una mirada sincera, me abrazó más fuerte y afirmó con la cabeza.
- Puedes confiar en mí –se sinceró en voz baja–, te lo prometo.
- Está bien –asentí suavemente–. ¿Y qué me dices de ti?
Antonio me soltó lentamente de sus brazos.
- Mis padres me abandonaron –contestó, apesadumbrado–, mi única familia es mi abuela. No tengo a más nadie.
- Oh –cuchicheé–, lo siento mucho... Pero, qué hermoso saber que tienes a un angelito que siempre te va a proteger.
- Gracias –musitó, sonriendo orgullosamente.
Nos quedamos mirando por varios segundos sin saber qué decir, solo sonreíamos.
- Ahora que sabes sobre mi página porno espero que no me delates –ironicé–, o al menos que quieras sumarte siendo un nuevo suscriptor.
- Buena idea –repuso, apoyándose en el espaldar de su silla–, me voy a suscribir. ¿Puedo ver tus videos?
- Es la idea de tu suscripción –reconsideré chistosamente.
- ¿Me pasas el link de tu página? –Preguntó sugestivamente.
- Claro –contesté, copiando el enlace para enviarlo a su chat–. Listo. Quiero decirte con anticipación que el de algunos videos no soy yo jajajaja, son chicos similares a mí.
El teléfono de Antonio sonó.
- Ya llegó –informó, entusiasmado y nervioso.
Antonio se acercó a mí para decirme algo.
- ¿Qué te parece sí veo todos los videos y después te envío fotos de los que se parezcan más a ti? –Propuso indecentemente–. Y después me confirmas sí eres o no eres tú.
- Me parece bien –afirmé, hablando seductoramente
De repente, la profesora Miranda empezó a hablar. Apagué mi teléfono y lo guardé.
- ¡Buenos días! –Exclamó ruidosamente–. Necesito la atención de todos. Hoy habrá un repaso de anatomía, ustedes mismos deberán hacer una exposición en grupo de siete integrantes, puede ser el mismo grupo de las otras asignaturas. Yo me encargaré de especificar los temas que van a defender a través de un sorteo, escriban sus nombres en una hoja y yo les asignaré sus correspondientes puntos.
- El típico método mediocre y tercermundista –satirizó Mónica–. Sáquenme de esta puta universidad de marginales.
La profesora Miranda escuchó a Mónica, se detuvo y volteó a verla con malos ojos. No pude contener la risa y empecé a reírme. Diana se levantó de la silla y le entregó el papel con los nombres a la profesora. Desgraciadamente, teníamos que presentarnos con Bruno y André.
- ¿Qué tanto saben sobre anatomía? –Preguntó Nairobis dirigiéndose al grupo.
Todos hicieron un gesto de desagrado y preocupación. Nairobis estaba rayando las hojas de su cuaderno, se notaba distraída.
- Yo sé lo básico que debe saber un estudiante de medicina –respondió Mónica–. No es el fin del mundo.
Mónica vaciaba la botella de antibacterial en sus manos, intentaba ocultar los nervios.
- Yo estoy completamente jodido –comentó Antonio angustiadamente, estaba mordiendo su lápiz–. No sé nada de anatomía. .
- Mientras no sea política y socialismo estoy preparado para lo que sea –agregué– claro, siempre y cuando tenga que ver con el campo científico de la medicina.
- Al grupo de Mónica le corresponde la osteología –dijo la profesora–, manifestaciones clínicas y fisiológicas en la enfermedad, a estas alturas de la vida deberían saberse los huesos. Pueden investigar en sus dispositivos sobre las enfermedades óseas, el grupo tiene solo cinco minutos para exponer, quiero algo breve, entendible y preciso.
Bruno, André y Antonio se miraron entre sí con rareza, parecía que nunca habían estudiado anatomía.
- Yo puedo explicar la anatomía del cráneo –indiqué seguramente–. Me encantaría.
- ¡Yo también! –Coincidió Nairobis–. Me gustaría explicar el cráneo contigo.
- Yo puedo decir la anatomía la columna vertebral –dijo Mónica.
- Diana y yo elegimos la anatomía de los miembros, es lo único que sabemos –repuso Bruno.
- A mí me gustaría hablar sobre el tórax –dijo André.
Antonio se quedó en silencio, no sabía qué decir.
- ¿Y yo que puedo decir? –Preguntó él.
- Las manifestaciones clínicas desde el aspecto fisiológico y patológico –le contesté con rapidez, Antonio se aterró con mi respuesta–, y no te preocupes porque será algo breve. Yo te ayudaré con eso, sólo dame un lápiz y un papel para escribir lo que hablarás.
Antonio me dio su lápiz mordisqueado y sacó una hoja de su cuaderno. Bruno nos miraba con amargura, le dolía vernos juntos. Su actitud hacía que me sintiera como una mujerzuela rompehogares.
- No sé qué sería sin ti –exaltó Antonio, acariciando mi hombro–, muchísimas gracias.
- No tienes por qué agradecerme –le respondí, poniendo mi mano sobre su pierna.
El lápiz de Antonio se sentía áspero y carrasposo.
- Siempre muerdo mi lápiz cuando tengo ansiedad –arrojó avergonzadamente–, sé que es muy sucio de mi parte.
- ¡Descuida! –Prorrumpí. soltando una risa incómoda–. Sé que algunas personas suelen morder objetos cuando tienen ansiedad. Hace días leí algo sobre eso.
- ¿De verdad? –Quiso saber.
- Sí –afirmé–, cuando muerdes algo que te gusta, se desencadena un estímulo que genera una información propioceptiva a la mandíbula, dando así una sensación de calma y placer. Simplemente, es un mecanismo para enfrentar el estrés.
- Wow, tiene sentido –concordó–. Creo que podría ser el producto de mis pensamientos o cualquier cosa aleatoria que me preocupe y me haga morder objetos.
- Por cierto –continué–, hace unos meses estuve leyendo sobre los trastornos psicológicos manifestados en el comportamiento de las personas, y de casualidad, mencionaban que morder puede ser característico de un trauma previo provocado por ciertas decepciones, vergüenzas y humillaciones. Eso lo dijo Phil Johnson, un gran psicólogo de la sociedad británica de psicología.
Antonio se quedó callado con el ruido de sus pensamientos.
- Bueno, escribiré lo que te vas a estudiar –dije poniéndome cómodo en mi asiento, el bullicio de los otros estudiantes me fastidiaba–. Lo haré lo más bonito posible.
- ¡Tranquilo! –Exclamó. Elevó su brazo y lo apoyó sobre el espaldar de mi silla–. Intenta concentrarte, aquí estoy contigo sí necesitas algo.
- Sólo quédate conmigo –articulé mientras mis mejillas se volvían escarlata.
Antonio se palideció, sonrío tontamente y se mordió el labio inferior con coquetería.
- Aquí estaré –agregó.
Ese día había mucha más conexión que en los días pasados, me sentía raro al ver que no podía decirle lo que quería. Era un caso hipotético. Cuando lo veía a los ojos me estremecía con ímpetu, sentía intensos escalofríos, mi cerebro enviaba señales nerviosas a través de la médula espinal, de donde partían instantáneamente hasta los músculos que se contraían y relajaban con furor.
En menos de 22 minutos terminé de escribir el texto de Antonio, su calificación dependía de mí. Era irónico e irracional, porque en lugar de estar estudiando para mi presentación, estaba ocupado haciendo algo que no me concernía. Antonio me importaba más de lo que imaginaba.
Retractaba mis recuerdos de lo que había estudiado en mis viejos libros de medicina como una perfecta representación mental, era inspirador y mágico, nunca podré descifrar lo que sentía al analizar los pensamientos fructíferos de lo que había estudiado, parecía que en mi cabeza había un enorme libro sin fin que me decía lo que debía pensar, decir o hacer.
- ¡Listo! –Pronuncié con alivio entregándole las hojas, Antonio bajó el brazo del espaldar de mi silla y tendió sus manos, recibió mi texto y levantó las cejas–. ¿Te digo algo? –Continué–. Para ser honesto, nunca antes había hecho una exploración tan inescrutable en los estratos más recónditos de mis sinapsis neuronales.
- ¡Michael! –Bramó boquiabierto–. Eres impresionante, ¿Cómo es que sacaste todo esto de tu mente?
- Me encanta leer –le respondí serenamente–. Son los grandes beneficios que tienes de la lectura constante, eso permite el desarrollo de tu intelecto, tu creatividad y tu capacidad para interpretar cualquier incógnita. Pero, dime, ¿Crees que le falte algo al texto?
- ¡No, para nada! –Vociferó, colocando las hojas en la mesa–. Esto se ve perfecto, legible y entendible. Por favor explícame, estoy perdido.
- De acuerdo –comencé–, pienso que es muy importante que expliques la fisiología de la hormona paratiroidea, ella se encuentra estrechamente relacionada con el metabolismo del calcio y el fosfato. ¡Además! –Prorrumpí, Antonio me observó asustado con lo que le estaba añadiéndole, apenas se sabía su segundo nombre–, también quiero que hables sobre la función de la vitamina D porque tiene un importante mecanismo fisiológico en la osteología.
- Ah... ¿Y eso está relacionado con el tema? –Titubeó.
- ¡Claro! –Afirmé, alzando la voz–. Las alteraciones en los mecanismos que acabo de mencionarte pueden comprometer la vida de una persona, incluso generan muchísimas patologías que mencionaré a continuación. Primeramente –hice una pausa mientras me quedaba en silencio al ver sus hermosos ojos, no podía hablar seriamente–, recuerda que la fuente más importante del calcio y el fosfato está en muchos alimentos. La vitamina D se forma en la piel por la irradiación de los rayos ultravioletas, así puedes deducir que una exposición adecuada al Sol evita una deficiencia de la misma. El hueso se compone de una matriz orgánica formada por sales de calcio y fosfato –gesticulé, él tenía las hojas en sus manos mientras leía y me escuchaba al mismo tiempo–, el calcio y fosfato dan lugar a sales cristalinas, muy importantes para la formación del tejido óseo.
- ¡Me encanta! –Estalló de maravilla mientras sonreía–. No sé por qué me imaginé una mina de minerales en el interior de nuestros huesos, por la forma en la que lo dices, siento que ya me enamoré del tema...
- ¿Sí? –Le pregunté con un cambio de gesto, la alegría nubló las facciones de mi rostro.
Él asintió suavemente con la cabeza, mi sonrisa iluminaba mi fisionomía.
- ¿Quieres continuar? –Me preguntó sugestivamente.
- ¡Vale! –Proseguí–. Imagínate que en esa mina, el calcio y el fosfato forman perfectos cristales, como los cristales cuánticos, estructuras que se repiten de forma periódica en el tiempo y el espacio. El hidroxilapatito o hidroxiapatita, es el principal cristal de los huesos y dientes a los que les confiere dureza, en la naturaleza, este cristal se encuentra formando parte de las rocas metamórficas
- Wow –balbuceó.
- ¿Quieres un dato súper curioso? –Le pregunté.
- ¿Qué dato curioso podría existir en algo tan curioso y fascinante como esto? –Replicó.
- Cuando inyectas la hidroxiapatita en la piel de un paciente –establecí, haciendo un ademán–, inicia un proceso de fabricación de colágeno que promueve el crecimiento del mismo alrededor de la zona donde la hemos inyectado.
- ¡OH! Pero. ¿Por qué se inyectaría en un paciente? –Preguntó con curiosidad.
- Recuerda que es una sal cristalina formada por calcio y fosfato, los minerales esenciales de la matriz orgánica del hueso para formar así tejido óseo. Se emplea como prevención de la pérdida de masa ósea, tratamiento adyuvante de la osteoporosis, síndrome de Cushing, hipertiroidismo, prevención y tratamiento de la deficiencia de calcio.
- ¡Michael, muchas gracias! –Voceó con emoción–. Al instante que empezaste a hablar, créeme que no entendía nada. Ahora entiendo y comprendo perfectamente la relevancia de todo esto en la osteología.
- Recuerda que la osteología y la fisiología son factores son muy diferentes –recalqué–. En primer lugar, la osteología es una rama de la anatomía descriptiva que consiste en el estudio del sistema óseo. En esta ocasión, fue importante conocer su fisiología para poder interpretar las enfermedades óseas.
- ¡Cierto! Oye, Michael, ¿Qué sucede en caso de una fractura?
- Bueno, ¿Sabes qué son osteoblastos? –Respondí con una pregunta.
Antonio se quedó callado y respondió dudosamente.
- ¿Células formadoras de tejido óseo? –Respondió, inseguro.
- Sí, están encargadas de sintetizar la matriz ósea, por lo que están involucradas en el desarrollo y el crecimiento de los huesos –expliqué–. Ellas se estimulan cuando hay una fractura, especialmente a nivel del periostio, bueno... Y también los interóseos, así mismo, en un tiempo determinado se forma una masa de tejido fibroso y osteoblástico, naciendo una nueva matriz orgánica entre los dos extremos de la fractura. En este proceso aumenta considerablemente los valores de la fosfatasa alcalina, ya que, los osteoblastos en la formación del hueso liberan grandes cantidades de esta sustancia. De hecho, la hormona paratiroidea tiene relación con todo esto.
- ¿Por qué? –Preguntó.
Antonio me ponía nervioso cuando se acercaba, pero intentaba fingir que me sentía muy normal.
- Recuerda que el aumento descontrolado de la actividad de la paratiroides trae como consecuencia la resorción rápida de las sales de calcio –hablé muy rápidamente–, lo que generaría una hipercalcemia, aumentaría el calcio en los huesos, lo que tampoco sería bueno. De lo contrario, la función deficiente de la glándula provocaría hipocalcemia, el calcio desciende y aparece la tetania, cuando los músculos se contraen potentemente por la poderosa actividad eléctrica del sistema nervioso central, el sujeto muere inmediatamente antes de que aparezcan más síntomas. A diferencia de la hipercalcemia, ocurre todo lo contrario, hay efectos depresores sobre el sistema nervios y los músculos se vuelven débiles, eso provocaría estreñimientos intensos, demasiado calcio en la sangre puede debilitar los huesos, formar cálculos renales e interferir en el funcionamiento del corazón y el cerebro.
Antonio estaba en colapso, fingía estar convincente de todo.
- ¿Crees que todo eso sea suficiente para la exposición? –Inquirió, forzando una sonrisa de vacilación.
- ¡Por supuesto! –Afirmé–. ¿O quieres más? De seguro sientes una bomba nuclear en la cabeza por tanta información aferente.
- ¡No, jajajaja! –Se carcajeó jolgoriosamente–. O sí, sólo dime qué enfermedades puedo explicar para no saturar mi cerebro.
- La osteoporosis y el raquitismo, sólo explica esas dos. La osteoporosis es por la formación anómala de la matriz orgánica del hueso, los osteoblastos están ausentes o disminuidos. El raquitismo es por la deficiencia de vitamina D, calcio y fosfato, la falta de vitamina D se observa mayormente en niños que no salen de sus casas durante del invierno –Antonio escribía rápidamente lo que decía.
- No sabes lo feliz que estoy de ver cuánto aportas en mi vida. –Antonio hablaba con afecto–, es increíble que dediques tu tiempo para compartir tus conocimientos conmigo, eso es una hermosa cualidad de ti. Muchas gracias.
El color se desvaneció de mi rostro, pero el rubor era lo único que pintaba una obra de enamoramiento en mis mejillas. Iba a responderle cuando inesperadamente apareció Diana.
- ¡Qué hermosos! –Dijo ella con cariño y ternura–. Ustedes se ven tan lindos.
- Gracias –balbuceó Antonio, riendo tímidamente.
- Ustedes serían la pareja perfecta de Hollywood –encumbró Diana–. Me encantan.
Antonio volteó a mirarme y me sonrío con un bonito gesto.
- Es lo que siempre digo –añadió Mónica de improvisto–. Tienen mi bendición.
- ¡Váyanse todos a la mierda! –Increpó Bruno iracundamente, su voz emitía odio.
Bruno se levantó bruscamente de su asiento con hostilidad, cogió sus cosas y se fue, estaba rezongando como un niño malcriado. Todos se quedaron en silencio cuando sucedió.
- ¿A dónde vas, cariño? –Le preguntó Diana, levantándose para ir tras él.
Antonio sujetó la mano de Diana y evitó que lo siguiera.
- Déjalo, Diana, es un idiota –refunfuñó Antonio.
Diana le clavó una mirada ambigua.
- Pero, ¿Qué le pasó? –Profirió Diana con perplejidad–. No entiendo.
Diana volvió a sentarse.
- No lo sé –respondió Antonio con molestia–. Hace días que no me habla, no le he hecho nada.
- Me huele a envidia de la buena –arrojó Mónica ferozmente–, a Bruno le espera una de las muertes más doloras de la historia.
- Cállense la puta boca –gruñó André, levantándose con mal humor. Se puso de pie y fue con Bruno.
- ¿Por qué nuestro planeta no es atacado por meteoritos para acabar con la raza humana? –Escarnecí chistosamente.
No entiendo por qué me sentía limitado en conquistar lo que podría ser mi fortuna.
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