Capítulo 14: Noche 10.

22:10 PM.

«Mañana es el día» pensaba desde mi ventana. Después de un par de días sin verlo tenía la firmeza de que algo había cambiado, la emoción de tenerlo cerca se convertía en miedo y nerviosidad. Empecé a desordenar ansiosamente mi closet, necesitaba encontrar la ropa perfecta para verlo. Siempre iba a la universidad con las primeras prendas que encontraba, pero ahora era diferente, no podía verme como un vagabundo en Nueva York sí quería su atención. Pensaba en su mirada y me perdía en la realidad, Antonio hacía magia con su existencia. Simplemente me convertía en alguien que no conocía cuando lo recordaba. Él era el único que podía descubrir los tesoros más ocultos en mí.

Entretanto, mis ojeras continuaban creciendo y remarcándose por cada noche en la que no dormía, parecía que estuviera en el experimento ruso del sueño. No hallaba una manera en la que me pudiera sentir deseado por alguien, solo me veía como un mutante deforme de Chernóbil. Cualquiera se espantaba con mi frialdad y mi rareza, sabía que un sujeto tan extraño como yo no le caería bien a muchas personas.

La inseguridad me perjudicaba por dentro y por fuera, estaba aumentando de peso y me preocupaba regresar a la obesidad que tenía en la niñez y en la adolescencia, el bullying que sufrí por mi peso me provocó muchos problemas de los que hoy todavía no me recupero.

Ya estaba cansándome de mentir sobre cómo me sentía, no era sincero conmigo mismo ni con nadie. Todo el mundo tenía la falsa imagen de que era un chico feliz, risueño y seguro, y en realidad no era nada lo que ellos pensaban de mí. Estaba sufriendo en silencio, y nadie más que yo lo sabía, pero prefería ocultarlo antes de que alguien utilizara ese punto débil en forma de ataque. No había un acto más grande de hipocresía que grabar un audiolibro de autoayuda cuando lo único que quería era matarme, vivía dando discursos afectivos sobre cómo amarnos y aceptarnos sin tomar en cuenta mis propios consejos, siempre hablaba del amor propio sin primeramente conocerlo. Sonreía en el día y lloraba en la noche, abrazando la soledad y la angustia de una vida que no me pertenecía.

Al final de la noche entendía que las personas que me rodeaban eran pasajeras y ninguna se quedaría para siempre, también reconocía que Antonio era un simple pasatiempo, de esas distracciones en las que sin darte cuenta te llevan a lo más alto para luego soltarte. Mentiría si dijera que no me encuentro llorando en este momento, mis manos tiemblan y mi garganta se cierra al ver que ya no puedo expresarme como en los viejos tiempos, cuando mi pasión era escribir sin importar cuál sería mi destino, ahora escribo con la percepción de que ya la escritura no es mi pasión sino mi decepción, porque no soy nada de lo que era antes. Sé que me estoy perdiendo, lo siento y lo veo en el reflejo de mi llanto. Sin embargo, es increíble y contradictorio ver que la única manera en la que puedo desahogarme es escribiendo lo que algún día leeré con los malos recuerdos de hoy, y ahí regresaré al pasado como un viajero del tiempo para recordarme lo vacío y miserable que me sentía, cuando no tenía a nadie con quien hablar sobre mi insomnio, mis pesadillas y mis noches perdidas, y sí hablaba con alguien de lo que sentía, terminaba sintiéndome culpable por haber exhibido tanto lo que ellos minimizaron.

Mi futuro no está en una editorial ni en un hospital, no seré el escritor que tanto sueño y tampoco el médico que anhelo ser, solo soy un bastardo que pronto se pudrirá bajo la tierra de un cementerio abandonado, rodeado de cadáveres desconocidos que representarán cada era de mí vida, condenado a la oscuridad perpetua de una catacumba sin salida. No nací para brillar en el espacio muerto de mis delirios, porque no soy una estrella y mucho menos un relámpago, nací para ser el alimento de los gusanos que algún día devorarán el cuerpo del monstruo que soy esta noche.  

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