Crazy | Dylmas
La almohada lo sacó de sus pensamientos. No había dolor, por supuesto que no, Jack no lo había hecho con esa intención, pero le bastaba con ver la mirada que el chico le estaba dedicando desde el marco de la puerta, para saber que probablemente, no era buena idea estar tocando el bajo a esa hora de la madrugada.
—Es hora de dormir, Sangster.
Y no dijo más. Su compañero de casa cerró la puerta un instante después de haber reparado en la portátil que estaba grabando toda la escena.
Thomas suspiró de manera audible, sabiendo que el vídeo estaba arruinado.
Dylan le había enviado una grabación un par de noches atrás, sobre un nuevo ritmo en el que había estado trabajando, y él, al día de hoy, no había podido responder con el vídeo que se suponía, complementaría al del americano.
Bueno, Dylan lo había dicho. Tenían bastante tiempo libre, y no ocupaba una respuesta apresurada. Podía hacerlo a su ritmo, pero el británico, sabía que ello llevaría días, días libres que no tenía. Tendría una entrevista esa semana. Debía pasar a verificar las fotos que habían salido ligeramente mal en una sesión previa, y más aún, tenía que mantener la agenda de las promociones de "Queen's Gambit" a flote.
Si no acababa aquella noche, no podría responderle a tiempo a Dylan, y eso, era algo a lo que no estaba dispuesto.
Elevando la mirada pudo observar el reloj que marcaba poco más de las dos, justo encima del mueble de madera. De hacer cuentas, sabía que, en los Ángeles, Dylan probablemente estaría mirando alguna película o quizá...
Apretando los labios, el británico dejó de lado el bajo, para posteriormente, caminar hasta la pequeña cámara instalada en la portátil. Oprimió el botón de pausa en la máquina, y procedió a reiniciar la grabación. Tenía las notas en la cabeza, las había ensayado unas horas atrás, y por Dios, no iba a fallar una tercera ocasión en la realización del vídeo. A escasos minutos de volver a iniciar la nueva grabación, la videollamada entrante, le hizo detener sus acciones.
Dylan.
Agradecía infinitamente todas las extrañas entrevistas y reuniones que habían iniciado gracias a Kaya. Desde aquel día, había podido crear una cuenta y de vez en cuando, permitirse el contacto un tanto más personal con el americano. Aunque no era lo que realmente deseara..
El punto era, que lo extrañaba, lo extrañaba demasiado.
Desde que la situación en el mundo había empeorado, los fines de semana que solía viajar de improviso a los Ángeles, habían desaparecido por completo. De momento, se dedicaba a posar en una foto o dos, o trabajar en sesiones fotográficas con la británica. Más demandante de la cuenta, la rubia se había vuelto ligeramente insoportable. Pero podía entender perfectamente, que pese al beneficio que la relación representaba en sus carreras, era sumamente agotador fingir algo que realmente, no estaba sucediendo.
Incluso el dejar de lado a la chica para mantenerse grabando la mini serie de Netflix, había sido un total alivio. Era un escape a su rutina, a su casa, a todo.
Pero no era Dylan, nada sería Dylan.
Si un virus mortal no estuviese azotando el planeta entero, probablemente, estarían en el viejo mueble de la sala; mirando un partido grabado de los Mets que Dylan hubiese llevado consigo. Seguramente, Dylan estaría revolviendo su cabello con los dedos, tirando una broma sobre lo largo que lo tenía o lo mucho que le gustaba. Pero no, eso evidentemente, no sucedería ni ahora, y probablemente, ni en meses.
Acomodándose una hebra dorada detrás de la oreja perforada, finalmente, contestó.
La imagen de Dylan ocupó toda la pantalla de un momento a otro, mostrando al chico acomodado justo detrás de la batería de su estudio improvisado.
—No son horas para tocar juntos, Dyl.
Aquello arrancó una sonrisa por parte del americano.
—¿Lo dice el chico que está practicando con el bajo a las dos de la mañana?
Siete horas de diferencia, eran la clave para ambos. Para Dylan, el sol apenas acababa de ponerse, la ciudad apenas y comenzaba despertar. Para el británico, tocar a esa hora implicaba almohadazos de parte de Jack. Soltando un suspiro quedito mientras se alejaba de la pantalla, volvió a pasar la correa del bajo por encima de su cabeza.
—Tengo un par de notas avanzadas, escucha. —Thomas estaba convencido, de que el ritmo que llevaba con el bajo era pésimo, pero apenas había avanzado en un par de acordes, cuando los aplausos de Dylan le hicieron detenerse—. El punto no es que aplaudas cuando el bajo suena tan mal, Dyl...
—Tommy, todo lo que haces suena bien. ¿Puedes darte un poco de crédito? —Dylan sonrió, logrando que Thomas negara suavemente con la cabeza.
—No todo lo que hago suena bien. ¿De verdad estás escuchando? —Thomas arqueó una ceja y optó por volver a dejar el bajo en la base, caminando una vez más hasta la pantalla de la portátil—. Encontraré la nota, dame una hora o dos y te llamaré de vuelta.
Dylan arrugó ambas cejas, y le miró con un extraño puchero.
—No, el punto de todo esto es divertirnos. Además —continuó—, hemos estado trabajando en la pieza por días. Hay otras cosas que me gusta también escuchar de ti.
—¿Exactamente el qué? —El británico se acomodó los audífonos, antes de ponerse de pie y cerrar la puerta con seguro. No quería otra inoportuna visita de Jack.
—Como tu voz, por ejemplo. Me he visto Phineas & Pherb esta mañana, tan solo por escuchar dos frases tuyas cada cinco episodios. ¿En serio te pagaban por eso?
Dylan soltó una risotada, y Thomas simplemente apretó los labios, conteniendo la propia.
—Sí, Dyl, me pagaban por eso. ¿Por qué no simplemente me llamaste? —Thomas jugueteó con el celular en la mano, esperando que mágicamente, pudiese encontrar una llamada perdida del castaño. Evidentemente, estaba siendo un poquito tonto.
—Has estado ocupado, nene. ¿Querías que interrumpiera alguna de tus entrevistas online para poder escuchar tus gemidos?
El británico se quedó en silencio mientras dejaba el móvil de lado. Sus pardos viajaron de la pequeña pantallita táctil hasta la figura de Dylan, en el monitor de la portátil. Sintió cuando el calor subió por su cuerpo, poco antes, de que el bajón de sangre se concentrara en su entrepierna. El jadeo llegó casi en consecuencia.
—Justo esos. ¿Puedes hacerlos más fuertes? —Dylan estaba sonriendo, y Thomas estaba bastante más atento a cada pequeño movimiento que hacía el americano: dejar las baquetas de lado, ponerse de pie y coger la portátil para cambiarla de lugar. Un minuto más tarde, pudo reconocer la decoración de la habitación de Dylan, mientras este, se acomodaba en las sábanas de color azul de su enorme cama. Aquella que recordaba bastante bien también.
—No lo sé. Depende enteramente de la motivación que me des. —Thomas podía sentir, como incluso hasta la punta de sus orejas enrojecían del calor. Lo había hecho en otras ocasiones con Dylan, aunque ciertamente, nunca más allá de escuchar sus voces roncas de placer a través de las bocinas del celular, mientras su imaginación volaba en una hipotética situación.
—¿Estás solo?
—Jack está durmiendo en su habitación. Estoy solo.
Thomas tragó saliva al segundo exacto en que Dylan acomodó la cámara una vez más sobre la cama, mostrando el inicio de los pantalones deportivos que traía puestos por aquel momento. Podía admirar, además, la camiseta negra sencilla y su cabeza apoyada contra el respaldo de la cama. Sus pardos se abrieron ligeramente un poco más, al instante en que las manos de Dylan descendieron por su cuerpo, bajando un poco el elástico de sus pantalones, hasta finalmente, dejar al descubierto la dureza que poseía por aquel momento.
El británico no pudo evitar abrir la boca y lamerse los labios, notando como la rosada glande brillaba ante la tenue luz que se alzaba en la habitación el castaño. Cerrando los ojos, Thomas acabó por llevarse dos dedos a la boca, repasando la lengua sobre sus yemas, llenándose los sentidos del firme sonido que la mano de Dylan hizo, justo cuando su palma se cerró sobre el duro tronco de su sexo.
—¿Vas a follarme la boca, Dyl? —Cuestionó el británico con la respiración notoriamente aumentando, manteniendo los ojos cerrados y alimentando la fantasía que ambos habían comenzado a entretejer por aquel instante.
—Vas a comer polla, Tommy. Abre grande la boca —con la voz claramente afectada por la situación, Dylan finalmente habló, logrando que el dolor en los vaqueros ajustados del británico se hiciera presente en menos de un instante.
Y Thomas obedeció. Separó los labios, deslizando el índice y el pulgar por el largo de su boca, llegando hasta el fondo de su garganta, deteniéndose cuando el húmedo sonido del acto atravesó los kilómetros que lo separaban de Dylan por aquel instante.
—Un dedo más, Sangster, estás ofendiéndome.
Thomas suspiró ante aquello, sabiendo que ni por asomo, tres de sus dedos se compararían a la sensación que la carne de Dylan producía dentro de su boca. Pero no se negó. Hundió el anular hasta el fondo de su garganta, obligándose a contener la arcada que brotó en consecuencia.
El sonido de la mano de Dylan comenzando a bombear su tronco, le hizo abrir los ojos, observar de reojo como el americano se tocaba, como su carne se arrugaba antes de que la punta llorara gotas transparentes con suavidad. Dios, se sentía terriblemente excitado.
—Me vuelves loco, Tommy —murmuró Dylan con voz ronca, deteniendo su mano en la punta de su erección para ordeñar un poco del preseminal con un suave apretón—. Me robas el sueño todas las noches, y ahora, esto.
Thomas se detuvo al instante, sacando los dedos de su boca sin reparar en el rastro de saliva que acabó desde sus comisuras, hasta su barba recién afeitada. Sus dedos lubricados, brillaron con la luz blanca del monitor, y en menos de un instante, supo lo que Dylan estaba pensando.
Tragando saliva de manera audible, el británico no demoró mucho más en coger la portátil, llevándola hasta la cama que se dejaba ver en la parte trasera de la pequeña habitación. Colocó el aparato encima de la pequeña tabla de madera, saliendo del campo de visión del americano por unos segundos.
Con ligera ansiedad, el rubio acabó por sacarse el calzado, los vaqueros y el resto de prendas inferiores, manteniéndose solamente con el suéter marrón que portaba por aquel instante. No le tomó más tiempo acomodarse sobre la cama, abriendo las piernas y mostrando su dura anatomía a la pantalla. Escuchó a Dylan tragar audible con ello.
—Ábrete más, Tommy. Déjame ver lo que voy a comerme.
Adoraba cuando Dylan hablaba de aquella manera. Tocaba los botones correctos en su cerebro, logrando que su cuerpo fuese guiado por sus más íntimos pensamientos.
Usando la izquierda para enrollar el suéter más arriba de su vientre, Thomas finalmente se expuso para el castaño, acomodando un par de almohadas detrás de él, en la cabecera. Su pequeño agujero finalmente quedó al alcance del lente de la cámara, al tiempo que sus dedos lubricados se rozaban lentamente sobre su palpitante y tenso músculo.
—¿Vas a hundir la lengua aquí? —Cuestionó el británico al tiempo que el índice acariciaba con lentitud sus pliegues, temblando lentamente ante el contraste del frío de su piel recientemente lubricada.
—Joder, Tommy. Voy a usar mis dedos para abrirte antes de hundir mi lengua hasta el fondo.
Thomas se estremeció ante la imagen mental, apresurándose a llevar la izquierda hasta su palpitante canal, abriéndose lentamente para introducir el índice lubricado en su apretado interior. Movió la falange con suavidad, imaginando que era la suave lengua de Dylan la que lentamente comenzaba a moverse en círculos dentro de su carne abierta. Bastaron unos segundos antes de que el primer gemido se dejara ir. Su rosada polla chocaba con suavidad contra su vientre, estimulándose en silencio, extendiendo las sensaciones y ayudando a su imaginación a desbordarse en más sentidos de los que pudiese imaginar.
La jodida tierra se estaba moviendo, y Thomas no podía siquiera sentir el suelo bajo su cuerpo. Habían sido meses enteros en los que no había compartido un simple beso con él, una caricia, un maldito abrazo. La necesidad lo consumía a cada segundo, invitándole a llevar el índice hasta el fondo, abriéndose una y otra vez para la mirada atenta del americano.
—Quiero montarte, Dyl. —Las palabras atropelladas, le hicieron ladear la cabeza, observar la cajonera junto a su cama. Tragando de manera audible, apenas y recordó la caja que escondía en el último compartimiento de esta.
Sin pensarlo demasiado, Thomas acabó por apartarse del lente de la cámara.
—¿Tommy?
La voz de Dylan no pasó desapercibida, pero el inglés simplemente continuó con su búsqueda, acuclillándose junto a la cama para poder sacar la caja que había guardado tiempo atrás. Cerró los ojos un instante antes de abrir la susodicha, observando el plástico venoso de color carne que descansaba en el interior. También, había un pequeño frasco de líquido transparente yacía acomodado a su lado.
Soltando un audible suspiro, Thomas no demoró más de unos instantes en llevarse ambos a la cama, volviendo a recuperar la atención de Dylan apenas apareció en su campo de visión.
—Joder, Thomas —Dylan jadeó con emoción, acomodando de nueva cuenta la cámara para poder acercarla un poco más.
Si Thomas debía adivinar, apostaba a que Dylan había colocado la portátil sobre su abdomen, teniendo mejor libertad de movimiento.
El británico no demoró mucho más en abrir el pequeño frasco de vidrio, dejando que el líquido viscoso se derramara en un par de sus dedos, mientras el resto, acababa en la punta del pene falso que sostenía en la izquierda. Sus sabanas acabarían hechas un desastre.
Le tomó unos segundos más el llevar sus dedos una vez más hasta su entrada, introduciéndolos con cuidado, hasta el fondo. Los movió con rapidez desmedida, buscando estirarse, lubricar sus paredes con la urgencia que ya le devoraba por aquel instante. Los pequeños gemidos llegaron en consecuencia. Le bastó cerrar los ojos para imaginar una vez más, que aquellos dedos, eran los del americano. Que eran sus movimientos rápidos y toscos, los que estaban estirando su carne una y otra vez.
—Dyl... Mierda, Dyl... —Tragó saliva cuando no pudo contenerse más. Sus dedos abandonaron su agujero apenas dilatado, poco antes de acabar por colocarse en cuclillas sobre la inestable superficie del colchón. Con la izquierda tomó el plástico, acomodándolo debajo de su cuerpo, mientras que la diestra, se encargó se apretar sus testículos, elevándolos, regalando a la cámara el ángulo perfecto: su agujero estirándose, comenzando a devorar el duro plástico con lentitud.
Dylan casi gruñó de manera animal en sus oídos. Lo imaginó, Dios, imaginó la dureza de Dylan abriéndolo lentamente, llegando hasta el fondo de su cuerpo para poder golpear el punto donde la locura comenzaba.
—Muévete, Tommy. Monta mi polla, joder, trágatela toda.
Aquel incentivo bastó para que el rubio comenzara a mover sus caderas, subiendo y bajando por toda la plástica extensión, sintiendo como su piel se tensaba y se estiraba al límite, antes de verse abandonada justo cuando el juguete dejaba su interior. Cuando bajó por segunda ocasión, se aseguró de llegar hasta donde los testículos falsos comenzaban, gimiendo con notoriedad ante la profundidad que la longitud del dildo alcanzó con ello.
Thomas sol abrió los ojos, para grabarse la inigualable expresión de excitación que Dylan le estaba regalando por aquel instante.
—Me vuelves loco, Dyl —susurró el británico al tiempo en que volvía a moverse, subiendo de nuevo, bajando con más fuerza. Cada vez que lo hacía, su pequeño agujero parecía cooperar más, abrirse, recibir a Dylan con ahínco. Su rosada erección se agitaba contra su vientre, dejando más de un rastro transparente adherido a la piel de su abdomen.
Mierda, mierda. Se sentía al límite.
—Tommy. Ponte en cuatro, voy a follarte más fuerte.
El británico tragó saliva justo cuando su imaginación se disparó con las palabras del americano. No sacó el juguete de su interior. No, lo mantuvo metido hasta el fondo, antes de acabar por colocarse en cuatro sobre la cama. Apoyó una mejilla sobre el colchón y movió las caderas hasta asegurarse, que Dylan tenía la gloriosa vista de su agujero completamente lleno por el plástico.
Con el brazo izquierdo completamente estirado, el británico fue capaz de alcanzar la base del juguete, comenzando a meterlo y sacarlo en la posición en la que se hallaba. La explosión de placer fue casi instantánea, con la curva de la cabeza del plástico, jugando a su favor, dándole una y otra vez en su dulce punto interior.
—Fuerte, Dyl... Más fuerte...
—Voy a follarte duro, voy a follarte hasta que olvides como te llamas, bebé.
Bastó aquel pequeño juego de palabras por parte de ambos, para que el británico comenzara a mover el juguete con desesperación. Al fondo, duro, con fuerza. Los gemidos comenzaron a inundar la solitaria habitación, mientras su cuerpo se contraía con fuerza y disfrutaba de la dulce fantasía que ambos navegaban por aquel instante.
El sonido de la voz del americano comenzó a susurrarle lentamente al oído: su respiración inestable, sus jadeos, el inconfundible sonido de su húmedo sexo desbordando placer. El británico casi podía sentir los dedos de Dylan hundiéndose en la piel de sus caderas, mientras su pelvis se mecía justo detrás de él, buscando otorgarle placer. Tragó audible cuando el leve temblor se hizo presente en sus extremidades: la misma sensación que ambos acariciaban cuando rasgaban la cumbre del acto.
Dylan, Dylan, Dylan.
—Ahí, mierda, Dylan, mierda, dámelo, dámelo todo...
Thomas escuchó la voz ronca del americano en repuesta a sus súplicas. Conocía a la perfección los suaves jadeos que soltaba cuando estaba a punto de llegar, conocía perfectamente cuando Dylan le complacía y le dejaba la piel ardiendo en calor, consecuencia del frenético movimiento de sus caderas. Conocía la deliciosa sensación de su longitud palpitando al interior de sus paredes, antes de que el espeso líquido caliente lo llenara por completo.
—Más, Dyl, más, más... Más —Thomas se atragantó con sus propias palabras cuando su propio interior se tensó cerca del orgasmo. Sintió como el aire le faltaba, mientras imaginaba el cálido aliento de Dylan chocando contra su nuca, justo como cuando lo hacían de aquella manera. Su mano, acalambrada, cansada, y hormigueante, buscó dar el último gramo de esfuerzo, moviendo el juguete con desesperación, hundiéndolo hasta donde se le permitió, partiéndose en solitario.
Y entonces escuchó la suave voz de Dylan llegando a él:
—Te amo. Amarte significa mucho más, de lo que haya sentido antes...
El orgasmo llegó como un remolino. Thomas sintió como su cuerpo se tensó mientras su sexo escupía una y otra vez, las tiras de líquido blanquecino sobre la cama. La diestra abandonó el juguete en su interior, antes de anclarse a las sábanas sobre las que descansaba, buscando hacerse de un punto extra de apoyo. Todo su ser continuaba convulsionando con suavidad, meneándose de manera obscena, rascando los últimos vestigios de su orgasmo.
Fue el sonido húmedo del juguete resbalando fuera de su interior para caer sobre la cama, lo que le comenzó a devolver lentamente a la realidad: era un desastre de sudor, lubricante y semen.
—Podría grabar tu agujero palpitante en mi memoria eternamente. Esta vista es magnífica.
La voz de Dylan le hizo sonreír. Se había quedado en una posición sumamente obscena sin siquiera reparar en ello. ¿Para qué negar que ambos amaban esa personalidad en la intimidad?
—Probablemente deberíamos hacerlo más seguido —respondió el británico poco antes de girarse, quedando tendido en la cama de costado, observando el rostro de Dylan en la pantalla de la portátil.
A comparación de él, Dylan no parecía haber estado teniendo una sesión de sexo cibernético durante los últimos minutos. Estaba completamente arreglado, mientras sus bonitos ojos color miel se mantenían fijos en él.
—Probablemente, deberíamos hacer sesiones de ensayo con más frecuencia. Tienes razón. ¿Quieres repetirlo mañana?
Thomas guardó silencio un instante, recuperando el aliento. Estuvo a punto de soltar una afirmación, pero recordó la entrevista que haría al día siguiente.
—Estoy libre el viernes. Tendré los acordes necesarios para ese entonces.
Probablemente, la memoria de Thomas tuvo bastante presente la noche de ensayo que pasó con Dylan en aquella videollamada. Probablemente, su subconsciente le traicionó y otorgó algunas respuestas que no debió. Ello lo comprobó la mañana en que Dylan le recordó por mensaje, sus vídeos y ensayos de "la banda" y por supuesto, mencionando que en efecto, todas ellas sonaban como pura masturbación.
NOTAS FINALES: Lo sé. Nada qué ver con la canción, pero necesitaba escribir esto :)
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