La vida es una obra de arte
que se va creando
con cada pincelada,
cada color,
cada forma.

Cada persona es un artista
que plasma su visión,
su sentimiento,
su esencia
en el lienzo de su existencia.

Pero no todos los artistas son iguales,
ni todos los lienzos son perfectos.

A veces,
el arte se convierte en una lucha,
una batalla entre el creador y la creación.

Entre el deseo y la realidad,
entre el sueño y la pesadilla.

¿Qué pasa cuando el arte se vuelve violento?

¿Cuando el pincel se transforma en un arma,
el color en sangre, la forma en herida?

¿Qué pasa cuando el artista se deja llevar
por el odio, el rencor, la venganza?

¿Qué pasa cuando el lienzo se resiste,
se rebela, se rompe?

Eso es lo que le ha pasado.

He aquí, el reflejo de una relación
que empezó como una obra maestra
y terminó como un desastre.

He aquí, una realidad que muchos hemos vivido
o viviremos alguna vez.

Una realidad que duele,
que sangra,
que llora,
pero que también enseña,
que cura,
que crece.

Una realidad que nos hace humanos,
que nos hace fuertes,
que nos hace poetas.