Superfluo

N/A: Colocar el vídeo en el momento adecuado.

Superfluo:

Innecesario, que sobra.

El móvil que giraba en el techo, proyectaba múltiples estrellas en las paredes. Los caballitos subían y bajaban acompañados de la suave canción de cuna. El carrusel brillaba con cada vuelta, convirtiéndose en un prisma multicolor La niña de cabellos oscuros dio media vuelta en su cama, después de contar la vigésima vuelta, para mirar directamente al reloj de la pared. Le costó un poco de trabajo distinguir los números, hasta que la manecilla brilló con uno de los pequeños rayos del tiovivo.

Se descubrió un poco con las cobijas, ya era muy tarde.

Pero Emma no quería dormirse. No le importó que mañana tuviera clases o que aparecerían ojeras bajo sus ojos. Tenía tanta energía como para correr un maratón.

El pequeño Hugo, en cambio, ya estaba plácidamente dormido en su moisés. Emma caminó de puntillas hasta la cama de su hermanito, y se entretuvo observándolo. Era tan pequeño, y muy rosado, también un poco rellenito de las mejillas. Algo como un adorable chanchito, sí, así era Hugo. Un cerdito con ojos azules y cabello oscuro. Emma contuvo una carcajada, pues se imaginó a su hermano en el cuerpo de un cerdo. De acuerdo, de acuerdo, Hugo no era un cerdo. Pero era una bolita adorable que Emma amaba. Para ella y para su familia, era el bebé más bonito de toda París. Con apenas ocho meses, el azabache ya se había robado el corazón de medio mundo. Hugo respiró profundamente, con una tenue sonrisa en los labios. Estaba soñando, volando lejos en compañía de la dulce nana que tocaba el carrusel.

Le sorprendía que un ser humano pudiera ser tan diminuto y frágil, sus manos, eran la mitad de lo que medían las de ella y sus pies cabían en sus palmas. Sonrió, pensando que tal vez ella había sido tan pequeña como Hugo.

Todavía recordaba cuando sus padres le dieron la noticia de que iba a ser hermana. Al principio, le causó molestias. Dejaría de ser la única; ya no más regalos, ni mimos. Ya no más universo girando en torno a ella. Le quitarían la privacidad de su cuarto y, si de por si no querían comprarle una mascota, con un bebé en casa no estaba siquiera como tema de discusión. La excusa de su padre era que aquel perro se podría comer al bebé. Ridículo, incluso Emma sabía que los perros no se alimentaban de niños pequeños, ¿verdad?

Fueron meses complicados, llenos de berrinches, llantos y soledad. No entendía porque su hermano tardaba tanto en llegar, ni porque todos cuidaban de su madre como si fuera de vidrio impidiéndole hacer cosas divertidas como jugar a las luchas o transformarse en Ladybug. Estaba embarazada, no muriendo. Al contrario, debería disfrutar sus últimos meses de libertad antes de que aquel intruso llegara para impedirle dormir con sus gritos de sirena o que le estuviera cambiando los pañales cada cinco minutos. A Emma se le erizaba la piel de solo pensar que su mamá cargaba a un ser vivo dentro de ella, era algo...Extraño, antinatural, ¿cómo es que eso era posible? ¿No era más práctico adoptar? Seguro que cuando ella iba a nacer su mamá no tuvo que preocuparse tanto como con el nuevo bebé.

Aquella espera larguísima valió cada segundo. Incluso aquellas noches donde las pesadillas la atacaban y nadie acudía a consolarla.

Porque, cuando vio por primera vez a Hugo entre los brazos de sus padres, supo que aquel niño sería su adoración. Y no estaba equivocada. En cuanto el bebé le sonrió y la intentó llamar por su nombre, Emma dejó todos los rencores que tenía almacenados. Verde y azul, justo como sus padres, se encontraron. Los grandes ojos de Hugo, mirando divertidos a su hermana mayor.

Contrario a su pronóstico, Hugo no era uno de esos insoportables bebés que se la pasaban chillando por atención. El nuevo integrante era tan tranquilo y callado, que ni siquiera se notaba su presencia.

Desde ese momento, Emma no dejó nunca de hacerlo reír con sus bromas y juegos. Para Adrien y Marinette, esto era un alivio enorme, ya que durante nueve meses, la niña de seis años recién cumplidos, se empeñaba en atacar al pobre infante. Ambos querían que Emma tuviera compañía, como hijos únicos, entendían lo solitaria que podía ser la vida en ocasiones y lo mucho que se necesitaba el apoyo familiar.

Sería la mejor hermana. Sólo ellos dos, cuidándose las espaldas mutuamente...

Hugo abrió los ojos.

Emma no retrocedió, lo único que hizo, fue pedir al cielo para que el pequeño no llorara, o sino, sus padres se darían cuenta de que no estaba durmiendo. Como siempre, Hugo cumplió sus deseos y se mantuvo en silencio, a la espera de que su hermana mayor hiciera algún truco para divertirlo. Aliviada, la mayor le apretó las mejillas con cariño.

—Buenas noches, Hugo— susurró, observándolo detrás de los barrotes que lo rodeaban. Ambos se mantuvieron en silencio unos minutos, escuchando la melódica tonada que salía de los caballitos giratorios—¿Te gusta la canción?—El pequeño niño sonrió a modo de respuesta. Su hermana lo levantó un poco de su cuna, con mucho cuidado a la hora de cargarlo. Hugo había nacido con un amplio amor por la música y lo demostraba en todo momento. — ¿Te gustaría que cantara un poco? –De nuevo, su hermanito respondió con una sonrisa tímida. — Aquí voy...

« Frère Jacques, Frère Jacques,

Dormez—vous? Dormez—vous?

Sonnez les matines, sonnez les matines

Ding ding dong, ding ding dong...»

Y ambos, cayeron dormidos.


OOO


—Tres años después—

—Voy a buscar un libro, mamá, te prometo que no tardo—aseguró la niña, Marinette asintió.

Emma corrió al otro lado de la mansión, buscando la puerta que daba al despacho de su padre. No entraba muy seguido, pero tenía conocimiento de que los mejores libros se encontraban guardados ahí, con recelo y cuidado. Su madre le dijo muchas veces que aquel lugar estaba prohibido. Las palabras más inadecuadas que le podían decir a una niña que no dejaba hilos sueltos pululando por ahí. Le preguntó una vez a su padrino, Nino, al respecto. Aquella oficina le perteneció a su abuelo. El mismo Gabriel Agreste que nunca llegó a conocer.

Llegó a la puerta, de madera oscura y cerraduras elegantes. Estaba invadiendo la privacidad de su padre, pero necesitaba ver que guardaba antes de que se fueran de vacaciones. El suspenso no la dejaba dormir.

Entró al gran despacho, repleto de paneles blancos con cuadros negros y mucho cuero forrando los muebles. Un gran estante se montaba en cada lado de las paredes, hasta el tope de libros.

Aunque eso no fue lo que más llamó su atención; en el centro de todo, con dos coloridas plantas y flores a cada lado, se encontraba el escritorio. Papeles de todos los colores y texturas se amontonaban uno sobre otro, junto a una delicada pluma y un tintero.

¿Para qué necesitaba su padre un tintero? Era más fácil comprar una pluma.

Se acercó con cautela y observó con cuidado, la tinta de la primera hoja se encontraba fresca. Emma arrugó la frente, ¿por qué su papá ocultaba una simple lista de palabras al azar? Ni siquiera se relacionaban la una con la otra ni tenían un orden, tampoco había más de dieciocho.  Palabras superfluas que no tenían valor. Desilusionada, dejó las cosas como las encontró y cerró la puerta, no sin antes agarrar un libro cualquiera para evitar que su madre preguntara.

Ya le pediría explicaciones a su papá más adelante.

OOO

—¿Y mamá?

—Estará en el quirófano o en alguna parte del hospital dando a luz.

—¿Por qué suenas mal?

—No estoy mal...

—Emma, soy muy pequeño, pero no tonto.

La chica volteó a ver a su pequeño hermano, sujetaba con fuerza una flauta de pan a modo de sonaja. No, claro que no era tonto. Era un pequeño genio en potencia. Y se percató de que estaba enojada. Ambos estaban en la mansión Agreste, sentados en el comedor. Solos, comiendo de un tupper con lasagna que Emma había recalentado en el microondas.

Sus padres se habían marchado esa misma madrugada, dejándoles una hoja de instrucciones hasta su regreso. Emma odió al hospital por prohibir la entrada a los niños. Tendrían que esperar hasta que llegara su padrino por ellos.

Su hermano estaba llegando al mundo en esos instantes y ellos estaban ahí, comiendo recalentado. Qué día tan épico y memorable...

Si Louis hubiera decidido llegar al mundo dos días después, su cumpleaños coincidiría con el día de la madre.

—Okey...Te diré— el niño se acomodó mejor en su asiento, atento a las palabras de su querida hermana— estoy molesta con mamá por no habernos dicho sobre nuestro nuevo hermano desde un principio.

—¿Por qué? ¿No estás contenta?

—No lo entenderías.

—Puede que no—admitió, sonriente—, pero sirve para que te desahogues con alguien.

Emma negó con la cabeza. No tenía ganas de nada.

Sí, quería ver a su nuevo hermano, quería conocerlo y jugar con él. Aquel bebé no tenía la culpa de nada, Pero no podía evitar sentirse traicionada. Su madre ocultaba cosas; actuaba de modo extraño y no permitía que accedieran al correo o a su computadora. Guardaba secretos fuera del límite de la privacidad, le era imposible no preocuparse por ella. Ya no era la misma y quería recuperarla.

—Papá dijo que podíamos escoger su nombre.

—¿Eh?— La vocecita del niño de ojos celestes la sacó de sus preocupaciones.— Ah, sí, ¿cómo quieres llamarlo?

—Pensé en que se llamara Ludwig, como el compositor, ya sabes...Beethoven— Emma ya no se sorprendía de los amplios conocimientos del menor, estaba acostumbrada a ser la divertida y él el sabelotodo.— Pero papá me dijo que no le gustaba.

—No suena mal, aunque yo prefiero algo más actual— se quedó pensando unos minutos, mientras Hugo mordisqueaba una hogaza de pan.— ¿Qué opinas de "Louis"?

—¿Cómo el segundo nombre de papá? Me agrada.

—Bien, pues Louis será.

Horas más tarde, el tío Nino llegó con dos emparedados recién hechos y con Piper, su hija de dos meses, en brazos. Emma y Hugo corrieron a recibirlo con entusiasmo. El Dj los abrazó con la mano libre, mientras que la bebé los miraba con los ojos grisáceos entre cerrados, notablemente cansada.

—¿Listos para conocer a su nuevo hermanito?

—¡Por supuesto! Se me ha hecho una crueldad eso de tenernos aquí encerrados, es como si no nos quisieran ahí— reclamó Emma, mientras su tío le revolvía el cabello.

—Sabes que las reglas de los hospitales son exigentes, M&M*— bromeó, mientras todos subían al automóvil. Colocó a Piper en una de las sillas para bebés en medio de los dos niños y arrancó el auto. — ¿Ya saben cómo van a llamarlo?

—Louis—respondió Hugo, con la boca llena—¿Crees que les guste?

—¡Por supuesto! Su ego se inflará más de lo que ya está—Nino giró el volante. Observó a través del espejo retrovisor a sus sobrinos.

Cada uno perdido en sus pensamientos.

OOO

—Emma, necesito hablar contigo.

La azabache detuvo su andar, mientras se mordía los labios. No era la primera vez que la profesora le pedía que se quedara más tiempo después de clases, ya fuera para ayudarle a organizar papeles o a borrar el pizarrón. Algo en su tono de voz indicaba que se trataba de algo distinto.

Sus amigas voltearon a verla con compasión.

—Adelántense, las alcanzo luego—se despidió, mientras volvía a ingresar al aula. Su profesora estaba escribiendo tranquilamente en su cuadernillo, aquel mismo cuaderno que nadie sabía cuál era su contenido. —¿Para qué me necesita, profesora?

La mujer la observó por encima de sus gafas de montura roja, con una sonrisa enigmática y cautelosa. La señora Wren, una mujer británica de mediana edad, no se andaba con rodeos.

—Te he notado diferente los últimos días—dijo, muy segura de sí. Emma se escondió tras un mechón de cabello azulado. Sí notó la atención de su maestra durante la semana y el mes pasados, estaba acostumbrada a ser el centro de las miradas. Después de todo, ¿cada cuándo eras profesora o compañero de la hija de una súper heroína? Tomó asiento donde ella le indicó y aguardó pacientemente a que comenzará con su discurso. No tenía prisas.

—¿Diferente en qué sentido?

—Vamos, Emma, sabes de lo que hablo. Puede que tengas doce, pero eres mucho más inteligente de lo que crees.

Emma sonrió de medio lado mientras se acomodaba el flequillo, nerviosa. Fue un halago particular que nunca antes alguien le hubiera dicho.

—Yo no soy la inteligente de la familia, miss Wren—dijo, conservando la sonrisa—aquel es mi hermano Hugo, el hermano sándwich—bromeó, aunque la profesora no se veía con ánimos de bromear.

—Nunca te menosprecies—la regañó, con expresión severa. Emma se encogió un poco en su asiento. —Sé que es difícil vivir tras tus padres...—su mirada se ensombreció, la gente siempre creía que sus problemas tenían que ver con ellos. Pero no, sus problemas eran suyos, de nadie más. —Y además tener que soportar a niños latosos como Julián...

¡Ah! Ahora todo tenía sentido. La profesora estaba enterada del incidente con aquel niño. No pudo evitar ruborizarse, aquel encuentro le daba pena.

Julián, un niño tan bonito como pesado no había dejado de molestarla desde que entraron a sexto grado. La molestaba y acosan cual sombra, le mandaba notas y en clases no dejaba de verla ni un solo segundo, más tiempo de lo que la gente normal hacía. No lo hacía con malas intenciones, estaba tan "enamorado" (como lo diagnosticaron sus amigas) que no se percataba de su locura. Excesivamente dulce. Emma no toleraba el azúcar.

Fue entonces cuando comprendió como se debía de sentir su padre durante su adolescencia, en especial con su madre, una acosadora profesional que tenía un calendario con el horario del rubio 24/7. Puede que Julián hubiera recibido clases de la mismísima Marinette Dupain Cheng, porque si nivel de obsesión estaba aumentando cada día.

O al menos así era, hasta que Emma explotó.

Le lanzó todas sus cartas de amor a la fuente del colegio, cansada de que no la dejas disfrutar de un simple pastel en paz. Nadie molestaba a Emma a la hora de comer. Nadie.

Viéndose humillado y rechazado por la primera niña que no le causaba asco (que, bonus, olía bien y con ojos lindos), el pequeño niño se puso a llorar a todo pulmón cuando sacó sus cartas, empapadas, del agua. Toda la brillantina y los stickers se cayeron al suelo, armando un verdadero muladar. Lo peor de todo, fue que Emma no se disculpó con él, que solo pedía una disculpa despues del espectáculo que se montó durante el receso. Así que Julián hizo la primera cosa que un niño de su edad podía hacer para solucionar un conflicto de tal índole: Acusar a Emma con su mamá.

La castigaron por ser poco comprensiva, algo mucho más que injusto. No podían obligarla a querer a alguien.

—Sí, ni me lo recuerde...

—No tienes experiencia en esos temas, ¿cierto?

—¿A cuáles?

La maestra sonrió mientras le guiñaba un ojo. Eso no hizo más que confundirla.

—Los temas del corazón.

—Claro que sí, vivo con mis padres, ¿lo recuerda? La pareja perfecta con la historia de amor perfecta. La familia ideal.

—Bien, entonces, si sabes lo que es el amor, explícame. Una vieja mujer como yo, soltera y sin hijos, no sabe lo que es.

Emma se quedó sin palabras, ¿cómo podía explicarlo? ¿Cómo explicas algo que sientes y que no puedes ver?

—De acuerdo... El amor es... Proteger a alguien, cuidarlo por sobre tus necesidades... Eso hacen mis padres.

—Emma, no me refiero al amor fraternal, me refiero al amor de pareja.

—Tengo doce, no puedo responder eso.

Miss Wren se recargó en su silla, examinando a la niña. Una chica decidida y dura. Le vendría bien una dosis de sensibilidad.

—Agreste, quiero un ensayo sobre el significado de las almas gemelas para el viernes. Tres cuartillas.

—¿Qué? ¡Eso no es justo!—reclamó la niña, cada vez más molesta con Julián.

—La vida no es justa en ocasiones. Espero que ese trabajo para el viernes, ¿de acuerdo? Sin falta. Y más vale que te lo aprendas, porque expondrás el ensayo en clase.


OOO

—¿Qué tal tu día, cariño? ¿Hablaste con Julián?

Emma fulminó a su madre con la mirada, mientras dejaba su mochila en el suelo. No tenía intenciones de hablar con ese niño. De hecho, con ningún niño.

Agarró un par de dulces y fruta de la alacena y se los guardó con discreción en la chaqueta y la falda.

—No, pero la profesora me ha dejado una tarea imposible—Marinette se acercó a Emma, con las manos mojadas y con un poco de tierra. Estuvo arreglando el jardín trasero. A su mamá se le había dado por la jardinería los últimos meses.

—¿Por qué imposible?

—Nada, déjalo así... Voy a mi cuarto.

Emma subió las escaleras a toda prisa, no quería encontrarse con sus hermanos. Seguro que Hugo estaba ensayando quién sabe cuál instrumento con la banda escolar y Louis jugaba por ahí en la guardería.

Cerró la puerta con seguro.

Se encerró en su habitación para concentrarse mejor. Si lograba terminarlo para antes de las seis, su padre podría leerlo y darle su opinión. Si se lo daba a leer a su mamá, seguro que todo terminaría en una charla incómoda de la que no quería saber nada todavía.

Poco entusiasmada, con solo una bolsa de bombones de chocolate y una botella de agua mineral a manera de almuerzo, inició su labor. Agarró el lápiz más bonito de la cartuchera, aquel con diamantes azules y goma de borrar plateada, y sacó el block rayado que guardaba con cuidado debajo del colchón. Tenía el material y un lugar silencioso y cómodo.

Pero no tenía ideas.

Ninguna era suficientemente buena o profunda, ni siquiera emotiva. Estuvo a punto de llorar por la frustración, imposible de ignorar debido al montón de bolas de papel que se arremolinaban a sus pies en montañas cada vez más altas. Cualquier otra persona podía haber visto basura; Enma veía versos sin futuro. Las rimas quedaron atoradas en el grafito. Sus ideas se cayeron a pedazos.

Llegó el punto en el que ya no tenía papel, y el hermoso lápiz con diamantitos azules, ya era una cosa insignificante. Así que se rindió.

No entregaría la tarea, siempre había una primera vez para todo. Era una chica cumplida, así que no consideraba que fuera a afectarle el promedio.

Cansada, sin energía y aburrida, terminó por quedarse dormida sobre el diván junto a la ventana. Con una ciudad montañosa de papel a los pies.

OOO

Ya era de noche cuando despertó en su cama, con la cobija hasta la cabeza y su piyama de franela celeste. Le gustaba tele transportarse entre sueños, se sentía poderosa.

Se sentía pequeña. Cosa que los adultos no dejaban de insinuar que ya no lo era tanto.

Observó la ventana, con las cortinas todavía levantadas, dándole una hermosa vista del cielo nocturno. No le importaba desvelarse largos ratos contemplando el cielo, la noche parecía echa para ella y siempre sería de ese modo.

La pila de papeles ya se encontraba toda en el cesto de basura, bien aplastada. Sin dudas, su madre había ido a su cuarto para limpiar.

Sintió la culpa en las entrañas.

¿Qué hora era? ¿Las diez, las doce? Tenía que haber escrito el ensayo y habérselo entregado a su padre. Tenía que hacerlo.

Con la adrenalina al máximo, nerviosa por no cumplir con el trabajo, comenzó a urgar entre los papeles, buscando algo decente que usar. La profesora Wren confió en ella y era su maestra favorita, no le gustaría decepcionarla.

—¿Emma? ¿Estás despierta?

Se quedó inmóvil. La voz de su padre provenía del otro lado de la puerta. Dudó un segundo en responder. A sus padres no les gustaba que dejara de dormir y que se desvelara en vano. Desde que Hugo compartía cuarto con el pequeño Louis, podía dormirse hasta la hora que quisiera, ya que nadie se molestaba en ir a su cuarto en días normales.

La puerta se abrió con un chirrido.

Emma apenas tuvo tiempo de apartarse el pelo de la cara. Debían engrasar las bisagras, ya se encontraban oxidadas.

El cabello rubio de su padre brilló en la entrada, con la luz del largo pasillo dándole de espaldas. La saludó con una sonrisa y terminó de entrar a la habitación. Llevaba puesto el saco y los pantalones de la sesión de fotos vespertina. Emma quería tener un trabajo como su padre, tan liberal y entretenido.

—¿Qué te hemos dicho de la hora de dormir?

Bajó la mirada, ante la de su padre. No hablaba molesto, ver a Emma despierta nunca le pareció mal, mientras que a su esposa le parecía incorrecto.

Ambos tomaron asiento en la cama destendida de la niña, mientras se recargaba en la pared. La lámpara de noche estaba encendida y se pasaron un buen rato contemplando la lava subir y bajar. Emma suspiró, estar con su padre siempre la calmaba. Adrien tenía un público, y fiel. Gente con altas expectativas sobre él y su familia. Resultaba increíble que ambos héroes hubieran conservado aquella humanidad que muchos famosos olvidaban en el camino de la fama.

—¿Le dirás a mamá que estoy despierta?—Adrien puso un semblante serio, asustando a su hija.

—Nah, sabes que no soy de esos padres—contestó mientras se quitaba los zapatos de cuero marrón junto con el saco y el chaquetón. —¿Qué hacías antes de que yo viniera?

—Dormir, como siempre.

—Eres como un búho—Emma no evitó reírse—, duermes de día y vives de noche. También puede que seas como Las Vegas, ¿no?

—¿Las... Qué?

—Un lugar americano, nada del otro mundo. Tienen una pequeña Torre Eiffel que no se compara con la nuestra, viven en base a otras culturas. No creo que te guste ir.

Pero a Emma le picó el bicho de la curiosidad.

—¿Crees que podamos ir de vacaciones? ¡Por favor!

—No es un sitio para niños, Em, tal vez cuando tú y tus hermanos sean mayores.

Rodó los ojos. Era pequeña para ciertas cosas y grande para otras. Sin dudas, los adultos solo lo eran cuando les convenía serlo.

—Hugo aprendió a tocar el violín.

—Ah.

—Y Louis filmará su primer comercial dentro de una semana.

—Que bien—contestó, de forma seca. Estaba consciente de que sus hermanos eran más exitosos que ella, no necesitaba que se lo recordaran.

—¿Y tú?

—No he hecho nada, ¿por?

—Bueno, se supone que no debería decirte...—bajó la voz, en plan confidencial—y tú madre se enojará mucho si te lo digo antes de tiempo....

—¿Qué? ¿Qué es?

—Lo hemos discutido mucho y...—hizo una larga pausa, mientras se divertía con las caras de su hija—y puede que tú tengas mi miraculous.

Emma contuvo el impulso de gritar.

—¿De verdad? ¡Sí! ¡Sería genial! ¡Siempre a quise ser Chat Noir!

—Eso me alegra mucho, la mayoría prefiere a Ladybug.

—¡Pero los dos son increíbles! Mamá es la invencible y tú eres el inmortal. Ambos son perfectos juntos.

—Gracias por creer eso de mí, M&M*—rodeó a su pequeña con un brazo. — ¿Qué te quita el sueño ésta vez? Y no me digas que es ese tal Julián, porque eres pequeña para tener novio...

—No, él no tiene nada que ver—explicó, con una sonrisa involuntaria—. Se trata de un ensayo.

—¿Sobre qué?

"Las almas gemelas" No tengo idea a qué se refiere... ¿Recuerdas a Cam y a Mitch, los mellizos? Bien, pues no se trata de hermanos gemelos o de genética, ¿por qué te ríes?

—Em, se refiere al amor.

—Sí, bueno, no tengo idea de cómo es. La profesora dijo que el amor familiar no cuenta...—una bombilla se encendió sobre su cabeza, acababa de tener una gran idea—Aunque, claro, tú sabes lo que es, ¿cierto? Tú y mamá son la muestra viviente del amor.

—Pues claro que lo sé—contestó, con un tono pretensioso—soy un experto en esa rama.

—¡Bien! Entonces, ¿me ayudas?

—Sabes que sí.


OOO


—Tú padre me comentó del ensayo, ¿ha quedado bien?

Emma asintió en silencio, disfrutando de su cereal con chocolate. Marinette desayunaba junto a su hija, saliendo de la escuela planeaban ir de compras.

—Es conmovedor, podré callarle la boca a la profesora.

—Me gustaría leerlo.

—Lo harás, mamá, pero después, ¿okey? Papá tiene algo planeado para ti.

—Me encantan las sorpresas—Emma le guiñó un ojo.

—Prepárate, entonces, para estar encantada.

Un día después, por la mañana, Emma aguardaba impaciente en su lugar a la espera de que la profesora Wren la pasara para iniciar con su exposición. Ojalá que le subiera créditos extras por el mérito.

Sus amigas dejaron de insistir para que se uniera a sus juegos, Emma estaba centrada en aprenderse bien aquel ensayo en el que su padre puso cuerpo y alma. Julián la observaba en silencio, desde el otro extremo del salón. Joven, inexperto y novato. No lograba sacarse de la cabeza a Emma. Su primo mayor le dijo que era un niño, que esos "Amores" se superaban. No lo creía posible. Ya no intentaría nada, ella le dejó muy en claro que no estaba interesada...

—¡Buenos días, niños!—La maestra irrumpió en el aula, todos corrieron a sus lugares.

—¡Buenos días!—contestaron con voz cantarina. Emma se sujetó el estómago, donde el nudo de nervios se apretaba cada vez más. Exponer no le preocupaba, el contenido sí.

¿Y si se burlaban de ella?

—Hoy iniciaremos con algo diferente—su mirada cayó en la niña—Emma, ¿por qué no pasas para deleitarnos un poco?

Todos sus compañeros voltearon a verla. Se repitió una y otra vez que era normal, que las miradas siempre estaba puestas sobre los Agreste Dupain.

Respiró profundamente, mientras se colocaba en el centro del salón, con las tarjetas en mano. Sus amigas levantaron los pulgares, en señal de apoyo. Emma intentó sonreír.

—Buenos días—empezó, mirando a todos sus compañeros—me dieron una encomienda especial—la profesora Wren sonrió desde su escritorio—y espero la disfruten... —tomó aire, consciente de que Julián no dejaba de verla. — ¿Qué es un alma gemela?

«Es, algo como tu mejor amigo, pero mucho más que eso. Comparten tonterías, locuras y bromas que nadie más entiende...

—¡Adrien, Adrien! ¿A dónde me llevas? ¿No crees que ya estamos muy grandes para esto?

—¡Solo sígueme!

—¡Estás loco! ¡Me voy a caer!

—¡Entonces seamos locos juntos, Bugaboo! ¡Y no te preocupes, yo te atraparé!

—¡Siempre lo has sido, gato!

Es la única persona en el mundo que te conoce mejor que nadie. Se conocen mutuamente como a la palma de sus manos...

—¿Un día agotador?

—¿Se me nota? Tengo ganas de golpear mi cabeza contra la pared. Los abogados están como cuervos, volando sobre la compañía de mi padre para quedarse algo, es asqueroso.

—Ay, cariño...¿te gustaría un croissant y un capuchino? Sé que eso no soluciona nada, pero puedo hacerte sentir mejor.

—Me encantaría, por cierto, hoy traje una película, es de tus favoritas.

—¿Cómo la has conseguido? ¡No iba a llegar aquí!

—Sabes que por ti, cruzaría el Atlántico.

Es aquel que te vuelve una mejor persona. Te ayuda a continuar, a luchar por tus sueños. No lo hace por ti, lo hace junto a ti. Te inspira, te apoya...

—No creo que pueda.

—¿Hablas en serio? ¿Tú? ¿La gran Ladybug, la mujer de mi vida, la gran diseñadora? ¿De verdad? ¿De verdad piensas renunciar? Has conquistado cientos de corazones con tus magníficos diseños, no puedes renunciar.

—Gracias.

—Gracias a ti, por estar conmigo.

—Adrien...

—¿Sí?

—Prométeme que perdonarás a tus padres.

—De acuerdo, lo haré.

Es la persona que te conoce, que te acepta y cree en ti antes que nadie. O que cree en ti cuando nadie más lo hace... Incluso cuando sabes que nadie lo hará.

—¿Listo?

—No, no... No estoy seguro de esto.

—¿Por qué? ¡Vamos, gatito! Tu padre trabajó muy duro por esto, ¿qué te preocupa?

—Yo no nací para ser empresario, Marinette. Yo solo soy modelo, un rostro sin mente...

—Pues estás muy equivocado ¡Eres muy inteligente! Tu papá confió en ti para dirigir la compañía y lo harás muy bien. Has salvado gente en situaciones complicadas, lo has echo. Así que nada de depresiones. Irás a firmar ese contrato y sacarás adelante la empresa. O si no, me dejaré de llamar Marinette de Agreste.

—Eres una terca, ¿lo sabías?

—Prefiero decir que soy convincente.

Es aquella persona que llevarás contigo siempre, no importa lo que pase o qué tan lejos estén uno del otro. Siempre estarán unidos, porque comparten un vínculo único que no siempre se descubre con las primeras impresiones, pueden pasar años sin que estén enterados de su unión... Nada puede cambiarlo. Están hechos el uno para el otro.»

OOO

—¿Puedo ver a Emma?

—No creo que sea un buen momento...Para ninguno. Será otro día, Julián.

—Por favor, señor Agreste. La conozco, es mi mejor amiga, sé que necesita mi apoyo.

Adrien soltó un suspiro. El joven no se rendía fácilmente, ya lo había demostrado. Ambos eran unos adolescentes testarudos.

—Bien, pasa— abrió la puerta y el pelinegro entró a la casa, un tanto sombría a comparación de hace dos semanas. — Se encuentra en su cuarto— Julián asintió y se dispuso a subir corriendo las escaleras—. Un momento— lo detuvo Adrien, con voz neutral. El joven de ojos azules miró con tristeza al padre de Emma. – Trátala bien, ¿correcto?

—Señor, estoy seguro de que todo estará bie...

—¿Correcto?— El muchacho movió la cabeza de forma afirmativa.—Iré a la comisaría, si llaman o algo, por favor, avísenme. Estén atentos a las noticias.

—Sí, señor.

Adrien tomó el abrigo del perchero de la entrada y se despidió con un seco gesto de mano. Julián continuó con su camino. Todo estaba en silencio. Un aire gélido y un ambiente solitario, y fantasmal envolvían la casa. Llegó al pasillo donde se encontraban todas las habitaciones, todas cerradas.

La primera, el cuarto de Hugo, cerrada a cal y canto. Apenas se distinguía una triste tonada proveniente de un piano.

La segunda, el cuarto de Louis. Silencio de ultratumba.

Y la tercera, el cuarto de Emma, entreabierto.

—¿M&M? ¿Puedo pasar?

—Hoy no, Lián.

—Vamos, Em, necesitamos hablar.

Emma abrió la puerta con brusquedad, sin siquiera mirarlo, para regresar a la esquina y enterrar el rostro en la almohada. Julián se sentó junto a ella. Emma no se sentía capaz de verlo a la cara, no con tantas lágrimas en su rostro.

—Todo estará bien.

—¿Tienes idea de la cantidad de gente que lleva diciéndome eso durante esta semana? ¡Nada estará bien! Nada...— Ahogó un sollozo— Louis no quiere hablar, Hugo se ha encerrado en una capsula hermética a la que no deja que nadie entre, no come, no sale, ¡solo toca ese tonto piano...!

Emma había soltado al llanto. Julián la rodeó con sus brazos. Él se encontraría igual o peor si su familia estuviera pasando por lo mismo.

—Emma, no estás sola. Prometo que estaré para ti.

—Lo sé, siempre lo has estado, aunque no quisiera— el moreno sonrió para sí. Perseverante era su segundo nombre. Emma se apartó un poco de él, limpiándose las lágrimas e intentando — Bueno, he llorado mucho. Apenas ha pasado una semana, vamos a salir, no debemos perder las esperanzar.

—¿Salir?

—Peguemos volantes, preguntemos a las personas...No perdamos el tiempo.

—Esa es una de las cosas que me gustan de ti, nunca te rindes.

Emma lo abrazó.

—Vamos, no quiero que se haga de noche.


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¡Buenas, buenas!

¿Qué tal? 

Puede que no parezca un capítulo importante, pero lo es.

¿Les gustaría (una vez terminado todo esto </3) un pequeño capítulo de"curiosidades" del fanfic?  

¿Cuál ha sido su capítulo favorito?

Estoy muy emocionada, nunca antes había terminado un fanfic *lo sé, lo sé, soy una desobligada*  Y , de verdad, no puedo expresar lo mucho que agradezco su apoyo.

Estrellas y comentarios, son bienvenidos.

Muchas gracias por leerme.

P.D: El vídeo es hermoso <3 Créditos a su autor.

P.D 2: Se supone que la niña de la foto es Emma xD


*M&M, apodo de Emma tomado de la marca de chocolates (o lunetas) No sé si haya alguien que no sabe pronunciarlo, así que lo dejaré tal cual por aquí: Emanem. 

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