Soledad.
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Soledad.
Un estado de aislamiento o reclusión a ratos perfectos.
Normalmente, vivir sola no le molestaba. Siempre había sido así, desde que su madre y padre se habían divorciado y ella se hubiera puesto en medio del matrimonio. Claro, "vivía" con su padre, pero casi nunca lo veía. Y el alcalde no hacía nada para intentarlo. A excepción de sus costosos regalos, que llegaban a sus manos a la primera orden.
Es más, llegó a un punto en el que la soledad se volvió su única compañera. Y juntas, eran invencibles.
Hasta que comenzó a asustarle, a consumirla poco a poco. Destruir lo que alguna vez fue Chloé Bourgeois hasta que sólo quedó un cascarón vacío y quebradizo que se apagaba poco a poco. Mostrando sus inseguridades, el fuerte e inestable temperamento con el que cargaba y el veneno que se inyectó en ella cuando su madre la desconoció como hija.
Todo el mundo la amaba.
Se repetía siempre, para conseguir fuerzas. No importaba que todo el mundo supiera que era mentira, porque al salir de su boca se volvía real. Incluso sabía que Ladybug y Chat Noir la protegían por pura obligación. Pero los admiraba por ello. Y quería a Ladybug, porque era la clase de persona que ella, muy enterrado en el fondo, soñaba ser. Ladybug era una de las dos personas a las que ella estimaba, además de su padre, por supuesto.
La primera, obviamente, la mismísima Ladybug. La segunda: Adrien Agreste.
El chico perfecto que siempre deseó tener como suyo. El candidato ideal, el mejor partido. Dulce, caballeroso, adinerado ¡Y MUY guapo! Su mejor amigo.
Ella llevaba todas las de ganar cuándo comprobó que él no conocía a nadie además de ella. Chloé no podía sentirse menos segura.
Hasta que Marinette Dupain Cheng llegó a arruinar las cosas. Con su lindo carisma, con su hermosa cara, sus múltiples talentos y detalles que la volvían la señorita perfecta. Podía hacerle la vida miserable, pero siempre alguien la defendía. ¿Por qué Marinette si tenía amigos y ella no? ¿Por qué Marinette tenía tanta suerte? ¿Por qué Marinette tenía una familia unida? ¿Por qué había llamado la atención de Adrien?
Y un día, sin esperarlo, una carta apareció en su mochila.
Jamás serás como ella.
Nunca.
Y no me interesas, ni tú ni tus chantajes.
Yo no te amo. Ni nunca lo hice.
Entiéndelo, Chloé. Eres una niña malcriada, odiosa, insoportable. No entiendo cómo es que Sabrina te soporta.
—Adrien.
Esa carta, se encargó de romper sus ilusiones.
No importaba cuantas veces fuera rechazada por Adrien, ella seguía luchando por esa causa pérdida. Se convirtió en su tortura, cada rechazo, cada mala cara. Cada cosa se volvieron baldes de agua helada que la despertaban de su mundo ficticio a la realidad.
Hasta que no aguantó más.
Chloé sujetaba esa carta con fuerza. El papel estaba totalmente húmedo y arrugado. Sollozaba en silencio, abrazaba sus piernas. ¡Maldita sea! La carta tenía tantas verdades punzantes...
Había cerrado con seguro; no como si alguien se interesara por ella lo suficiente como para intentar ver qué tal se encontraba. No. Por pundonor. Nadie la vería llorar y mucho menos la escucharía.
Por esa razón, el estéreo estaba al máximo volumen.
Solo eran precauciones, por si las dudas.
Todo en su vida era una precaución.
Desde sus comentarios ácidos y sadicos. Sus miradas frías; su actitud egocéntrica y calculadora. Todo era una delgada pantalla que podía quebrarse con facilidad. Sus sollozos resonaban con eco en el gran apartamento. Sola, como siempre, casada con la soledad...
Lloró con más fuerza. Se sentía rota, por alguna razón, y los labios le temblaban.
El traje de látex rojo ya comenzaba a picarle el cuello y las manos.
Ella no era tonta, era astuta, sin embargo, en ese preciso momento se sentía estúpida. Estúpida por usar ese traje y fingir que era alguien más. Estúpida por mostrar sus sentimientos.
Se quitó con brusquedad el disfraz de su adorada heroína. No podía seguir así. Jamás podría ser tan buena y gentil como Ladybug y por lo tanto, jamás podría gustarle a Adrien.
Patética, Chloé, estás siendo patética.
Siguió llorando a moco tendido sobre la alfombra de su cuarto. Estaba en ropa interior, no quería ni siquiera ir a vestirse o buscar otra cosa.
Si tan solo tuviera una madre que le aconsejara sobre la vida...
Si tan solo su padre se preocupara por ella...
Tal vez todo esto se hubiera podido evitar.
Miró al techo, el candelabro de diamantes se movía de un lado a otro. Tal vez, si se colocaba debajo de este podría aplastarla y acabar con su insignificante existencia. Le venía valiendo un rábano que alguien llegara a juzgar sus pensamientos egoístas, pero ya no tenía ganas de continuar con esa mentira de niña perfecta.
Ella no era Ladybug. Esa chica linda de encantadores ojos celestes y hoyuelos angelicales. Y tampoco le podía llegar a gustar a alguien tan genial como ella.
Si, señores, Chloé se había declarado como bisexual.
Una cosa más por la que se sentía asquerosa.
No debes apenarte de ser lo que eres. Eres igual que los demás...
Su conciencia no dejaba de lanzar frases al aire que solo la confundían más. No, Chloé Bourgeois no podía gustar de las chicas. La hija del alcalde no podía tocar ese fondo.
Pero ya lo hiciste, no puedes negar que no eres una simple fan. Caíste, Chloé. Prepárate para que tú padre te desherede.
— ¡Basta!—gritó, sus nudillos ya estaban completamente blancos. La pantalla estaba a un solo golpe de romperse.
— ¿Chloé? ¡Soy yo, Sabrina! ¿Puedo pasar?
Chloé se detuvo en seco. El corazón le palpitaba como desquiciado. No, ahora no.
Guardó silencio, hecha una bola sobre la alfombra. El cabello dorado serpenteaba por el suelo y la mirada turquesa estaba teñida de un tenue tono rojizo. Cualquiera que la viera, se burlaría de ella.
Excepto ella. La única persona a la que le importas. No la ignores más, Chloé. Ella te quiere.
No, no era verdad, nadie la quería.
Ni siquiera Adrien, quien era su mundo entero. Su único amigo hombre, su platónico. ¡Qué descarado había sido al besarse y declarársele a Marinette en el baile en el que tanto se había esmerado en organizar! ¡A Marinette, esa mosca muerta que le había robado todo!
La odias por ser como es. La odias por ser como tú quisieras ser.
Ni tampoco su madre la había querido, por eso se había marchado. Por eso había tomado aquel avión que se perdió un accidente.
Y, por lo tanto, Ladybug tampoco iba a quererla.
Resignada, se limpió las lágrimas con su brazo y se fue a vestir. No dejaría que Sabrina la abandonará. No, Sabrina era suya, su amiga, y así debía seguir.
Se colocó sus típicas gafas en la cabeza a modo de diadema y algún vestido amarillo, su color favorito.
Se lavó la cara, aplicó maquillaje. Sonrío al espejo.
Estaba lista. La pantalla volvía a estar reparada.
Si Adrien no quería verla, pues le cumpliría el gusto. Ya no le importaba Ladybug. El plan que tenía en mente solo involucraba a dos personas: Ella y su mejor amiga. Cambiaría, ya no sería la misma.
— ¡Oh, Chloé! Creí que no me abrirías nunca...—La rubia suspiró sorprendida cuando sintió los brazos temblorosos de la pelirroja rodeándola. No solía dar abrazos, pero en esta ocasión, no se resistió y correspondió. Sabrina, completamente admirada de tal hecho, la abrazó con más ganas.
—Sabrina, acompáñame.
— ¿Qué?
—Vayámonos de aquí.
—No entiendo, Chloé... ¿Quieres ir a algún restaurante? ¿Al cine?
—No, vayámonos de aquí. De París, de Francia. Iniciemos la universidad en otro lugar, ¡en América o Australia! Pero, no me dejes, iniciemos una vida juntas.
Sabrina estaba muda. Chloé tenía miedo, su pulso estaba tan acelerado que no podía creer como es que su mejor amiga no escuchaba el golpeteo ascendente de sus latidos.
—Sabes que yo te seguiría al fin del mundo si así lo pidieras—la chica de gafas sonrío y manchas rosadas aparecieron en sus mejillas. Chloé infló el pecho de orgullo. En un momento de valor, la pelirroja se acercó y le robó un beso en la mejilla; la rubia palideció. Sabrina se alejó, asustada, preparada para una regañina por parte de la joven. ¿Por qué de pronto sintió un cosquilleo en el estómago? ¡Era Sabrina, por favor, su mejor amiga!
—Ven, empacaremos.
~...~
Aquel día en el aeropuerto, nadie fue a despedirlas. Ni siquiera su padre, tan ocupado como siempre. Estaban rodeadas de muchas personas, sin embargo, seguían solas. Chloé suspiró, no podía esperar más a que alguien fuera.
— ¿Lista, Chloé?
—Claro, Sabrina. Ya nada puede detenernos.
~...~
Cuando Chloé Bourgeois volvió a pisar París, ya habían pasado doce años.
Ahora, un bonito anillo de diamantes decoraba el dedo anular de su mano izquierda.
Su padre no había discutido su decisión. Y había aceptado que su única hija contrajera matrimonio con su mejor amiga de la infancia. Claro que, a Chloé no le hubiera importado recibir una respuesta negativa. Ya no era la misma Barbie de fábrica. Y no necesitaba la aprobación de nadie más que la suya y de su novia.
Regresar, fue increíble.
Volvía a ver las mismas cosas, las mismas personas. Pero de un modo distinto, diferente. A sus ojos, el mundo estaba renovado. Podrían ser efectos secundarios del amor, o podría ser que de verdad era una persona cambiada. Fuese lo que fuese, ahora era feliz.
Sabrina y ella habían decidido ir al teatro aquella tarde, una semana después de haber regresado. Su novia la había sorprendido con esos boletos con lugar en el palco y Chloé no podría sentirse más emocionada.
Llegaron temprano.
Ambas hacían uso de sus mejores galas. Chloé lucía preciosa y desafiante, y Sabrina se veía dulce y discreta. Totalmente opuestas, como siempre.
Entregaron los boletos, y se adentraron en el elegante recinto. Ambas estaban ensimismadas contemplando todo.
—Gracias por la sorpresa, amor. —Dijo Chloé, con una encantadora sonrisa. Sabrina la abrazó como respuesta.
— ¡Mamá, mira, está muy alto!
Chloé y Sabrina arrugaron la frente, ¿qué hacía una niña en un palco tan privilegiado como ese?
—Sí, Emma, no te acerques tanto a la orilla porque si no...
El corazón de Chloé pegó un brinco.
Adrien Agreste y Marinette Dupain Cheng estaban en la entrada del palco, viéndolas, impresionados. La niña, Emma, volteaba de un lado a otro, no comprendía nada.
— ¿Chloé?—preguntó el rubio, incrédulo y con una gran sonrisa. La rubia no respondió.
¿Cómo tenía el descaro de hablarle así cuándo le había mandado una carta tan hiriente?— ¡Creí que nunca más podría volver a verte!
— ¡Pues mejor hubiera sido así!—la defendió Sabrina. Marinette sólo podía buscar la mirada turquesa de la hija del alcalde. — ¡Ven, amor, vayámonos!
Emma abrió los ojos como platos, ¿acaso esa mujer le había llamado "amor" a la otra mujer?
—No tienen por qué irse—habló Marinette por primera vez, con su típico tono calmado y suave. —Nos da mucho gusto encontrarlas. Creo que debemos aclarar unas cuantas cosas.
—No tenemos que aclarar nada, Marinette Dupain Cheng— Chloé arrastró las palabras. No se sentía capaz de pasar dos horas junto a aquel par y esa niña. Emma no dejaba de mirarla, la incomodaba. — ¡Díganle a esa niña que deje de mirarme así!
—Esa niña es nuestra hija— Emma corrió a los brazos de su padre. Sus grandes y brillantes ojos verdes, idénticos a los de Adrien, la miraban con recelo. Para Chloé, fue lo mismo que recibir una bofetada— Y creo que debemos de hablar, es importante.
— ¡Importante!— repitió la pareja, con sarcasmo. — ¡Yo nunca te importe! ¡Lo dejaste muy claro! ¡Tengo la evidencia!
— ¿De qué hablas?— terció Marinette, acariciando la melena oscura de su hija. Esa niña que Chloé alguna vez soñó tener con Adrien. Esa niña que solo era un recordatorio de todo lo que le habían arrebatado. Contuvo el impulso de armar un escándalo, ya no se guiaba por sus impulsos. — ¿De qué evidencia habla, Adrien?
—Yo...No lo sé.
Sabrina enfureció.
— ¡Claro, ahora no lo sabes!—La ironía desbordaba en sus palabras. — Esa carta no se escribió sola, Adrien.
— ¿Carta?— El rubio estaba cada vez más confundido.
— ¿Escribiste una carta?— preguntó Emma.
—No, cariño, yo no escribí nada...
Chloé no soportaba las mentiras, ni la hipocresía. No al menos que ella fuera la que las aplicaba. Pero, más que nada, deseaba poder quitar su decepción.
— ¿Y qué dices de esto? ¿Eh? ¿Lo escribió un muerto? – Le aventó el arrugado trozo de papel. Lo había conservado para recordarse lo mala que había sido, y así poder mejorar día a día. Adrien lo recogió, y conforme leía, su frente se arrugaba cada vez más.
— ¡Yo no escribí esto!— gritó, ofendido. — ¡Jamás te escribí nada! ¡Siempre fuiste una amiga para mí!
—Por favor, no mientas— bufó, resentida. — Fue cobarde, fuiste cobarde. Me hubieras dicho todo eso en la cara...Pero una carta...Una carta tan...—Sin haberlo consentido, pequeñas lágrimas ya se deslizaban por su rostro. Sabrina la abrazó, fulminando con la mirada al matrimonio Agreste.
Marinette ya había terminado de leer la carta. Emma intentaba leerla, pero sus padres no se lo permitían.
—Chloé, esta ni siquiera es la letra de Adrien. — Chloé dejo de llorar. Máscara de pestañas negra cubría el contorno de sus ojos. Marinette sonreía de medio lado; con esa sonrisa que lograba calmar a cualquiera. El paso de los años parecía no haber afectado al matrimonio, pues, pese a tener una hija, seguían con esa chispa joven en la mirada. — Es más, alguien firmó por él.
— ¿Cómo estás tan segura?— Marinette se mordió los labios.
—Porque yo sé quién la escribió. — Admitió la diseñadora, sin mucho orgullo. — Fue una broma pesada de varios de la clase. Kim organizó todo...
Chloé se dejó caer en el asiento. ¿Se había marchado de su hogar por una broma estúpida? ¿Había desertado por una carta falsa? Sonrió. Un peso invisible se quitó de sus hombros, por fin podía respirar de manera tranquila.
Piensa en todo lo que lograste, Chloé. Piensa en tu novia, en el hijo que adoptarán. Piensa en lo mucho que has cambiado...
Por fin, podía perdonar.
~...~
—Chloé, lamento mucho que hayas pensado todos estos años que yo había escrito esta carta— Adrien se sentó a su lado, agarró su mano. Sonrió cuando se encontró con el anillo. — Me alegro mucho de que seas feliz, lo mereces.
La función había terminado hace mucho rato. Ahora, ambas parejas estaban en una cafetería del centro. El viento era cálido, las estrellas alternaban su brillo. La torre Eiffel, magnífica como siempre, centelleaba a lo lejos.
—Sí, bueno...— Chloé volteó a ver a Emma, de manera involuntaria se le escapó una sonrisa. Sabrina y Marinette charlaban animadamente como si el momento anterior nunca hubiera sucedido. Emma, hablaba con entusiasmo y trataba con amabilidad a Sabrina. — Me alegro también que tú y Marinette sean felices, tienen una hija preciosa. — No creyó que esas palabras salieran de su boca, ni tampoco pudo creer la sinceridad con la que las dijo.— Siempre imaginé que tú y yo tendríamos una igual a Emma. Es tonto, ¿no?
—No, Chloé, no lo es. — Adrien suspiró. — Cuando era niño, igual creí que tú y yo estaríamos juntos por siempre.
—Pero no habrías sido capaz de soportarme, ¿verdad? –Bromeó la rubia. – De todas formas, tú jamás me quisiste como amas a Marinette.
— ¿Por qué lo dices?
—He visto como la miras, ¿sabes? Y yo solía mirarte de esa forma. Eras mi mejor amigo. – Ambos voltearon a mirar a donde sus novias jugaban con Emma, cuyo vestido rosa revoloteaba con cada salto. — Ahora, no puedo estar más convencida de que tú y Marinette son el uno para el otro.
—Yo...Me siento tan afortunado. — Adrien le dio un pequeño empujón amistoso a Chloé. Es como si hubiera recuperado a la niña que alguna vez fue su compañera de juegos. — ¿Podríamos vernos más seguido?
— ¿De verdad quieres que sigamos siendo amigos?
—Por supuesto, tanto Marinette como yo somos hijos únicos. Emma suele aburrirse, le encantaría jugar con ustedes de vez en cuando. Además, eres una chica renovada, ¿no? A Emma le agradarás.
Chloé aceptó.
Sabía que, desde ese momento, jamás volvería a estar sola. Ya no serían sólo Sabrina y ella.
Después de todo, era mejor olvidar que recordar.
~...~
"Sé perfectamente que muchos de ustedes me tienen rencor. Pero, en realidad, ninguno me conoció como realmente era. Me escudé en mentiras y falsedad. Marinette y Adrien me ayudaron. Intenté huir de mis raíces, me casé, fui medianamente feliz. Pero, Marinette, me dio algo que nunca pude tener: Una niña*, una familia. Y le estaré eternamente agradecida por ello.
Ella, será un ángel"
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¡Hola! Yo de nuevo <3
He de avisar, que ciertos personajes tendrán su capítulo, relatando su punto de vista sobre la relación de Adrien y Marinette. Quería hacer un análisis de Chloé, demostrar que todos tenemos un punto débil. Aunque, claro, eso no justifica para nada el comportamiento. En fin, quería mostrar el lado humano de la rubia.
*Marinette facilitó la adopción, debido a que tenía contactos en el departamento del estado. Es por eso que les fue más fácil obtener un niño/niña.
Normalmente no me gusta poner imágenes en medio de un capítulo, pero me fue inevitable no poner ese dibujo tan hermoso de esas dos <3
Estrellitas y comentarios son bienvenidos.
¡Bye, bye, pequeñas mariposas!
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