Serendipia.

N/A: Escuchar la canción en el momento adecuado.


Serendipia:

Hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta.


Sus pies provocaron una nube de polvo.

Miró a su alrededor, donde el colegio de su adolescencia seguía igual que siempre. Sus paredes despintadas; la canasta de basquetball torcida y el gimnasio que Chloé había remodelado para el baile de hace décadas. Aquel baile donde la besó siendo ella su novia oficial... Sacudió la cabeza, mejor no pensar en esas cosas. No quería volver a sentir esa punzada en el pecho. No después de tantos años trabajando con el psicólogo, marido de Lila, para superar el dolor que le provocaba su recuerdo. No era como si pudiera olvidarla, sólo amortiguaba el golpe.

Sólo vivía sin vivir.

Los alumnos comenzaban a salir de clases. Todo seguía igual. Los estudiantes enamorados; los profesores gruñones; las tareas que se acumulaban en montículos. Todo seguía igual.

Excepto ese lugar, aquel bello lugar que tantos recuerdos y secretos almacenaba.

Aquel lugar que solo ellos conocían.

Cuando el señor Archambault, el conserje, se jubiló para disfrutar de una tranquila vida en compañía de la mujer que conocía desde que eran niños, aquel jardín quedó en el olvido. Intacto, justo como él lo había dejado.

El verde pasto se secó para transformarse en hierba marrón, dorada como el trigo en época de cosecha. El riachuelo se fundió con la tierra. Todo se había marchitado junto a ella.

Se sentó junto a lo que alguna vez fue un riachuelo, contemplando el paisaje árido. Miró con tristeza al viejo olmo al que las termitas devoraron sin piedad, el majestuoso árbol yacía caído en uno de los extremos, con sus largas ramas partidas a su alrededor, suplicando por ayuda. El rubio no pudo hacer nada por ellas. Los más grandes héroes caían en batalla, lo sabía a la perfección.

Cerró los ojos, atento a los sonidos y olores. No eran lo mismo que en su juventud, pero lo llenaba en cierta forma. Lo volvían feliz.

Extrañó esos momentos simples, las cosas sencillas, la vida a su lado.

Vie avec elle.

Acarició el césped áspero. Ese mismo día viajaría rumbo a América, sería la primera vez que saldría de Francia después de...Después de todo.

Se acercó al olmo blanco que solía escalar en sus tiempos de ocio y le quitó una de sus ramas quebradizas. Un pequeño souvenir para no olvidar.

Levantó la mirada, todavía con esa tenue sonrisa de tonto que ponía cada que pensaba en ella.

Se había nublado.

Le esperaba un viaje turbulento.

OOO

—Bien, niños, no estamos aquí para juegos tontos, ¿entienden?—bramó el hombre  con una voz similar al motor de un camión.

Todos asintieron, temerosos. El nuevo profesor de educación física escupió en una esquina del gimnasio. Chloé contuvo una arcada, pero reprimió las ganas de insultarle. Daba miedo.

Era un antiguo miembro del ejército; alto, fornido y gigantesco. Un poco más que Iván, quien luchaba por pasar desaparecido entre las masas por si al nuevo profesor se le ocurría llamarlos al frente. Cosa que resultaba imposible por su tamaño.

El profesor arrugó el ceño y marcadas líneas de expresión se dibujaron por todo su rostro rojizo.

Marinette contuvo la respiración, mientras sujetaba sus shorts blancos, uniforme obligatorio para esa clase. Si tan solo se hubiera levantado más temprano, podría haberse formado en las filas de atrás ¡Pero no! Porque los que se durmieron quedaron al frente, al descubierto y bajo la mirada desdeñosa del exigente profesor.

—No quiero chistes, o que intenten pasarse de listos, no soy su amigo—comenzó a caminar alrededor de ellos, como cuervo en busca de carroña—no soy alguien que regala calificaciones y, ¡sobre todo! No soy alguien de quien pueden burlarse.  Los que usen lentes más les vale quitárselos porque luego no quiero quejas de que se han roto. Las niñitas que temen dañar su "manecura" —Chloé rodó los ojos, ¿tan difícil era pronunciar manicure correctamente?—tendrán que sufrir con ello. No quiero gente floja ni sentada, por cada uno que se sienta con la superioridad de estar como florero en las bancas, se aumentarán diez vueltas.

Así que muevan esos cuerpos flácidos que ocupan solo para textear y denme cuarenta vueltas a la cancha, ¿escucharon?

—Señor, sí señor.

Adrien suspiró aliviado. De no ser por Chat Noir, su condición física no sería tan buena como lo era ahora. Practicaba esgrima y natación, pero al ritmo de aquel maestro, eso no le hubiera servido de nada.

Algo similar pasaba con Marinette, que sonreía contenta de poder resistir aquel martirio, que en otros tiempos le hubiera sido tan imposible como alcanzar la luna.

Los primeros cinco minutos fueron quejidos y caídas. Muchos no aguantaron las quince vueltas.

Pronto, la máquina expendedora de bebidas, quedó vacía. Por cada minuto les aumentaban cuatro vueltas, diez sentadillas y quince abdominales. Un cuento de nunca acabar.

—¡Vamos, Alya, tú puedes!

—¡No...No...!—Alya tenía la cara pálida y tanteaba el aire con las manos. Marinette la sujetaba por un brazo, mientras regulaba su respiración —¿Cómo...cómo logras...?

—Habilidades—contestó, mientras corría de reversa.  Estaba tan fresca como en la mañana y una gran sonrisa adornaba su rostro. Alya y, todos los demás (a excepción de Adrien) tenían el aspecto de haber pasado por una trituradora. Sabrina arrastraba a Chloé a la velocidad de un caracol y los deportistas: Kim y Alix, habían iniciado tan rápido que sus energías los abandonaron. La pista del gimnasio se volvió un lugar de zombies andantes.

El profesor tocó el silbato, irritado, cuando Max se cayó de bruces a sus pies al haber tropezado con sus propios cordones. Se sobó el entrecejo, ¿por qué las generaciones de ahora eran tan malas en la actividad física? Maldito internet.

—No les pedí que resolvieran un problema del milenio—todos bajaron la mirada. —Dan vergüenza, jóvenes, ¿cómo es posible que puedan pasar horas en sus computadoras y no puedan aguantar cinco minutos?

Silencio. Nadie se atrevió a decir nada.

—Como veo que solo dos de ustedes han hecho bien el trabajo —toda la clase volteó a donde Marinette y Adrien estaban. Ellos sonrieron, pero las miradas de envidia borraron las sonrisas de superioridad de sus rostros. Luego de media hora más haciendo toda clase de ejercicios, tenían la apariencia de haberse emborrachado y de tener resaca. —Tendré que imponer una competencia.

—¿Competencia?—todos empezaron a murmurar, angustiados. Parecían gaviotas cazando al único pez de la superficie.

—Ustedes dos...—el silencio volvió a reinar en el aula.

—Agreste y Dupain, señor.

—Sí, ustedes, han ganado la primera fase. Felicidades, vivirán mucho si siguen así de saludables—pareció sonreír un poco tras el espeso bigote. Marinette le dedicó una sonrisa.—No como sus compañeros, con  colesterol al tope y las arterias tapadas. Lamentable...

—Entonces, profesor...

—Pueden irse, ese es su premio.

Al instante todos comenzaron a reclamar y a abuchear. Los dos adolescentes intercambiaron mirada incrédulas. Ni siquiera se habían esforzado.

—¡Silencio!—todos se enderezaron.—Quiero que formen equipos, ¡ya, ya, ya! Y ustedes, Dupain y Agreste, más les vale aprovechar su pase a la libertad por ahora.

Apurándose todo lo posible por si el profesor cambiaba de opinión, corrieron a los vestidores para volver a su ropa habitual, con las miradas suplicantes de sus compañeros en sus espaldas.

Marinette suspiró mientras se colocaba sus zapatos. Tenía mucho tiempo libre.

—¿A dónde piensas ir, Marinette?—preguntó Tikki. Ya habían salido del gimnasio. Adrien se marchó por su lado. Era un chico extraño, agradable, pero diferente.

—A la biblioteca, ¿a dónde más? No podemos salir en horario escolar.

—Hoy no tengo ganas de estar encerrada—replicó la criatura, con las antenas bajas.—¡Vamos al jardín!

—No, no quiero, seguro que hay más personas y hoy tengo ganas de estar sola.

Tikki se pudo a pensar.

—Yo conozco un lugar, ven—Marinette se dejó guiar por la pequeña mariquita.

El kwami avanzaba por lo bajo, evitando que la vieran. Avanzaron por medio campus. El día estaba muy soleado.

Llegaron al cuarto del conserje, cosa que Marinette vio sin ánimo. Era un pequeño espacio lleno de productos de limpieza y olores inexplicables.

—Y es por esto que prefiero la biblioteca—dijo, muy disgustada al ver la cola de un ratón asomando en una esquina. Su kwami empezó a reírse. — ¿Te da risa haberme traído aquí?

—Me da risa haberte traído aquí y qué creyeras que este era el verdadero lugar al que quería ir.

Marinette sopló en su dirección, provocando que Tikki de vueltas en el aire. La diseñadora no pudo evitar reírse cuando vio a la mariquita chocar contra el interruptor de luz.

El cuarto se iluminó y, con disgusto, se dio cuenta de que estaba más sucio de lo que creía.

—Hey, Marinette, ¿por qué no empujas ese estante?—La azabache miró a Tikki con desconfianza.

—Confía en mí.

Con los hombros bajos, empujó la estantería con todas sus fuerzas.

Serendipia.

Un gran hueco, del tamaño de un niño de diez años, permitía el paso de luz solar al pequeño cuarto. El cálido viento le acarició las manos. Se encontraba de frente a un jardín con árboles frondosos y caminitos de piedra; a lo lejos, varias fuentes salpicaban agua en todas direcciones. Nada exageradamente lujoso, pero muy agradable y cómodo. Colorido y fresco.

—Tikki, esto es hermoso, ¿por qué no nos dejarán venir aquí?— El kwami guardó silencio, con una pequeña sonrisita, mientras la parisina susurraba. No se creía capaz de romper con la calma que se respiraba en el lugar.

—No todo es lo que aparenta, Marinette— respondió la mariquita, en voz sumamente baja.

La diseñadora caminó entre los arbustos, podados y cortados con esmero. En definitiva, el conserje era una persona muy inteligente haciéndolos creer que pasaba sus ratos libres entre basura y escombros en lugar de un pequeño edén. Marinette no lo culpaba, ella haría lo mismo si ese lugar le perteneciera. No dejaría que alguien intentara profanarlo.

Puede que pudiera llegar a un acuerdo con Mr. Archambault, le prometería ayudar a limpiar la cafetería o los salones si le daba permiso de descansar en su jardín.

I walked across an empty land

I knew the pathway like the back of my hand

I felt the earth beneath my feet

Sat by the river, and it made me complete

Buscó en su bolso la libreta compacta donde dibujaba ideas producto de inspiración espontánea y garabateó un par de cosas. Siguió caminando, con la mirada perdida en el cuadernillo.

—¿Marinette? ¡Hola!

Giró hacía donde la voz la llamaba, totalmente temerosa de que el conserje la hubiera encontrado infraganti en su guarida. Para su suerte, solo era el modelo, Adrien. No pudo evitar sonreír cuando lo vio sentado, con los pies colgando, en una de las ramas del gran olmo que acaparaba el centro de la rosaleda. Lucía igual que en las sesiones de fotos que las revistas de moda publicaban. Últimamente, el trabajo de Gabriel Agreste la tenía obsesionada, así que tenía todas las ediciones para verificar los diseños. Cosa que Tikki no le creía.

—¡Hola!— lo saludó, acercándose a la base de la estructura. Recordó con bochorno la escena que había armado cuando él le regaló amablemente su sombrilla. Actuó como tonta y ni siquiera le regresó su paraguas. Debía pedirle una disculpa...

—¿Qué te trae por aquí?

—No sabía que esto existía, lo descubrí de casualidad— Adrien sonrió.

—Yo también ¿Por qué no subes?

—No creo...

—Vamos, es divertido y fácil— pegó un brinco hasta caer de pie al lado suyo. Marinette entrecerró los ojos, solo los gatos aterrizaban de pie. — Te ayudaré.

—¿Qué? ¡No!— se volvió un palo cuando Adrien la tomó de la cintura y comenzó a jalarla en dirección al árbol. La cargó con tanta facilidad, que reconsideró seriamente engordar un par de kilos. El rubio subió el olmo con habilidades "arácnidas" que Ladybug tendría mucho que envidiar.

¿Acaso ese muchacho no sabía nada de espacio personal?  ¿Dónde había vivido antes de ir a la escuela? ¡¿En la luna?!

Estaba tan roja, que no tenía forma de encubrir su rubor. Optó por taparse la cara con las manos.

—Hey, Marinette, ya llegamos.

Marinette se negó a abrir los  ojos, mientras Adrien reía a su lado.

—Te prometo que no te caerás.

De haber podido, hubiera puesto los ojos en blanco. No le tenía miedo a las alturas, era su cara que se empeñaba en seguir igual de caliente y rolliza. Odiaba que fuera tan fácil de leer.

—Te dije que no quería—reclamó, un minuto después.

—Perdón, no creí que le tuvieras miedo a las alturas.

"Si tan solo supieras que puedo volar solo con la ayuda de un yo—yo..."

—Ya, no importa de todos modos.

Los dos se quedaron viendo el panorama, donde tenían una privilegiada vista de la Torre Eiffel.

—No quería molestarte— Marinette volteó a mirarlo y, de nuevo, tenía aquellos ojos brillantes que la confundían.

—Yo exageré— se rascó el brazo— y perdón por no devolverte tu sombrilla.

—Tranquila, los amigos comparten cosas, ¿cierto? –Adrien, en su inexperiencia, le dio un fuerte golpe en el hombro que la hizo tambalearse— ¡Oh! Perdona.

—¿Amigos?— preguntó, extrañada, mientras recuperaba el equilibrio. El ánimo de Adrien decayó. Sólo hablaron una vez, una sola vez, ¿eso los volvía amigos?

—Yo creí que tú y yo...— su voz se fue quebrando poco a poco. Marinette no soportó verlo así.

—¡Claro que somos amigos!— le devolvió el golpe, con menor fuerza. Era mejor empezar de cero.—Soy Marinette Dupain Cheng, un gusto.

—Adrien Agreste— contestó el modelo, con una amplia sonrisa. — Dime, Marinette, ¿qué cosas te gustan?

—Me gusta diseñar, el color azul...

—No te creo.

—¿En qué?

—Lo del color azul—Marinette lo miró, interrogante. — Siempre estás vestida de rosa.

—¿Y eso qué?

—Creí que tu color favorito era el rosa.

—Ya ves que no—  hizo una pausa— ¿y cuál es el tuyo? Ya sabes, tu color favorito.

—El rojo— suspiró, recordando a la heroína que le había robado el corazón desde el primer encuentro.

—No te veías de esa clase de personas.

—¿Qué clase de persona?

—Ese tipo de personas que pueden usar rojo—comentó, encogiéndose de hombros.

—Es que no me gusta verlo en mí—confesó, rememorando la imagen de su platónica. —Me gusta verlo en ella.

Por alguna razón, a Marinette eso le puso incomoda.

—Oh, creo que Chloé se alegrará de escuchar eso,... ¿de qué te ríes?— Aquel muchacho sí que era extraño.

—No me refería a ella, yo me refería a Ladybug— Marinette se ruborizó.

¡El modelo estaba enamorado de Ladybug! ¡Estaba enamorado (de cierta forma) de ella!

Marinette sonrió.

Tal vez Ladybug podría visitarlo esa noche.

OOO

Oh, simple thing

Where have you gone?

I'm getting old, and I need something to rely on

So tell me when you're gonna let me in

I'm getting tired, and I need somewhere to begin

Ladybug aterrizó en el tejado de la mansión Agreste, en uno de los puntos ciegos donde las cámaras no podían localizarla.

No estaba muy segura de hacer lo que tenía en mente, pero, ¿qué podía perder?  Aquel muchacho tenía un crush con Ladybug y ella no haría más que cumplirle una fantasía inocente. Eso la volvía buena persona, ¿verdad? Después de todo, ella fue quien lo juzgó mal por lo sucedido el primer día.

Bajó sin cuidado, mientras las suelas se adherían a las paredes sin el menor problema.

Llegó a lo que supuso que era el cuarto del modelo. La ventana estaba cerrada y la oscuridad consumía el cuarto, a excepción del pequeño rayo lunar que daba en una de las paredes, donde se encontraba el reloj. Ya eran la una de la mañana.

Dudosa, tocó la ventana con sus nudillos. Espero dos minutos, con el frío calando en sus huesos.

El modelo se levantó perezoso, sin hacer revuelo  ni despertar a Plagg, seguro que eran palomas o búhos lo que pegaban en la ventana. Se colocó una chaqueta para abrir, con los ojos cerrados y un puchero.  Necesitaba saber que era ese golpe, pues su sueño ligero lo despertaba a cualquier mínimo ruido.

—Hola.

Adrien abrió los ojos de golpe, para encontrarse con los de Ladybug, la chica que lo tenía loco desde hace meses. Agradeciendo que estuviera oscuro, se permitió ruborizarse ante sus ojos. Ya habían tenido dos encuentros siendo ella Ladybug y él, Adrien. Pero esto era totalmente diferente, ella acudió por voluntad propia, sin villano de por medio. Su corazón pálpito con fuerza, ¿y si ella sabía que él era Chat? ¡Nah! Imposible. Ladybug no lo toleraba en su forma de héroe y hasta el momento no le había llamado "gato charlatán" como acostumbraba.

¿Se trataba de un sueño? ¿Una ilusión? ¿Había comido demasiado en la cena y ahora imaginaba cosas?

—Hola—respondió, conteniendo el impulso de manosearle la cara o pellizcarse para despertar de su ensueño. Parpadeó tres veces seguidas. Pero, contrario a su pronóstico, ella no se evaporó en el aire. Sonreía, probablemente divertida de su reacción.

—¿Cómo estás?—preguntó, con una mano en la cadera, como si aquello fuera un encuentro casual y para nada extraño. Su compañero de clases le sonrió de una forma torpe y adorable que ella nunca le había visto.

—¡Bien, bien! ¿Y tú? ¡Seguro que increíble como siempre!—abrió mucho los ojos, percatándose de lo dicho y se dio un golpe en la frente.

Marinette rió un poco. Adrien estaba actuando justo como ella en su forma de civil.

—Quería saber si te encontrabas bien, ya sabes... La vida estudiantil puede llegar a ser una locura.

—¿Vas a la escuela?—Ladybug asintió—¡Eso es genial! ¿A cuál vas?

—No creo que deba decirte— dijo, con amabilidad.

—¡Cierto! Soy un torpe—suspiró, toqueteando el contorno de sus ojos— debes mantener tu identidad secreta.

—Sí, es un poco difícil en ocasiones— se lamentó.

—Deberías confiar en alguien—ella levantó una ceja—te sería más fácil de ese modo llevar la responsabilidad, seguro que Chat Noir ya lo sabe—soltó de forma inocente. Tal vez podía persuadirla...

—Aquel gato no puede mantener los bigotes tranquilos ni la boca cerrada—bromeó. — Prefiero el anonimato.

—Y estoy seguro de que él respetará esa decisión—ambos sonrieron—. Ladybug, me honra que estés aquí conmigo esta noche, gracias.

—N-no, no es nada—balbuceó, con timidez.

—¡Claro que sí! Yo te admiro—Adrien contigo el aliento después de su confesión, pero ya no había marcha atrás. —Creo que eres fabulosa.

—No creo que dirías lo mismo si me conocieras debajo de este antifaz, Adrien.

El Agreste se mordió la lengua para no gritar lo que llevaba sintiendo desde la primera vez: ¡No le importaba quién fuera! Él la quería de cualquier forma, con o sin máscara.

En vez de eso, la miró directo a los ojos cuando terminó la frase. 

Su madre la había dicho una vez, que los ojos eran las ventanas del alma y que se conocía mucho de las personas por medio de ellos. Se podía saber su estado de ánimo, su pasado y quiénes eran. 

Así que eso decidió hacer: Ver a través de aquellos dos océanos para descubrir quién era la chica que le robaba el aliento con cada batalla que peleaban juntos.

Ladybug apartó la mirada, temerosa de que él la descubriera.

—Creo que debo irme—le dijo, mirando sus pies.

—¿Por qué?

Ella se mordió los labios.

¿Cómo podía explicarle que le dolía que la quisiera más siendo una extraña? ¿Cómo podía explicar que necesitaba que la quisiera siendo Marinette? ¿Cómo podía explicar que, después de esa insignificante conversación, se hubiera ganado su cariño?

No, no podía explicarle nada.

—Una heroína nunca descansa.

OOO

I came across a fallen tree

I felt the branches of it looking at me

Is this the place we used to love?

Is this the place that I've been dreaming of?



—¡Marinette!

La chica lo saludó desde su lugar en la rama del olmo. Adrien corrió en su dirección, tenía una enorme sonrisa en el rostro y el cabello revuelto. Nunca lo había visto tan contento. Ni tan poco tan ojeroso.

Subió a una velocidad vertiginosa y se colocó junto a ella, que esperaba a que hablara. Llevaban días entrando en aquel jardín secreto en sus tiempos libres y se volvió una tradición pasar el rato sentados en el árbol milenario. Marinette guardó su pequeña libreta en su bolso, junto a Tikki, que dormitaba calmada.

—¿Qué pasa?— El muchacho dio un pequeño brinquito y sacudió sus piernas. Estaba tan exaltado que la rama se tambaleó—Wah, estás emocionado, ¿verdad?

—¡Demasiado!—gritó—¡Ladybug me visitó anoche!

—¡Eso es increíble!

—¡Lo sé! Tenía muchas ganas de contarte. Es tan...

—¿Bonita?— inquirió, con una sonrisa pícara. Adrien soltó un gran suspiro, mientras negaba con la cabeza. La relación entre ambos se había fortalecido de tal modo que se tenían una enorme confianza. Así que Adrien ya no fingía tanto ser el muchacho predilecto y perfecto.

—¡Muy hermosa!—cerró los ojos un momento, rememorándola—¡Y tiene unos ojos que te obligan a...! ¡Y un cabello que  es...! ¡Ah! ¡Y su sonrisa...!— Recargó la cabeza en el hombro de Marinette, mientras se cubría  con las manos su rostro. No podía dejar de sonreír como idiota cada que recordaba su momento de ayer. Marinette no estaba mejor, también tenía ganas de gritar y decirle todo. Sus latidos estaban tan acelerados, que sentía que en cualquier momento Adrien se levantaría para decirle que guardara silencio.

Permanecieron un buen rato así, recargados el uno en el otro.

Marinette no podía dejar de pensar. Ella lo visitó como Ladybug para verlo feliz. Ya no podía seguir diciendo que lo había hecho sólo para ser una buena heroína. Simplemente, quería ver esa linda sonrisa que tenía el Agreste.

Sentió cosquillas en el estómago y muchos nervios al ver al muchacho. Llevaba días con ese asunto en la cabeza y es que ya no podía seguir negando que los sentimientos que guardaba para él superaban la nueva amistad entre los dos. Le costaba mucho admitirlo, pero el chico nuevo se había ganado su corazón.

Solo aquel edén era testigo de su historia. A los ojos del mundo, ellos eran únicamente compañeros de clases.

Aquel lugar que solo ellos conocían sería la sede de la apertura a la confesión personal más importante de sus últimos años:

Oficialmente, estaba enamorada Adrien Agreste.

OOO


—Y la señorita Dupain será la encargada de dar el discurso de la generación 2014-2018 ¡Aplausos, señores!

Padres y compañeros vitorearon con alegría a la chica de rizos azulados. Adrien, Nino y Alya contuvieron el impulso de aventar los birretes antes de tiempo.

—¡ESA ES MI CHICA!— gritaron los tres, mientras Alya se subía a los hombros del moreno con ayuda de Adrien. La diseñadora les regaló una dulce sonrisa mientras subía las escaleras camino al estrado. Tenía unas tarjetas blancas en una mano y los nervios a flor de piel. Cuando Max rechazó ser el encargado de dar el discurso, la responsabilidad cayó en la azabache.

El auditorio guardó silencio total cuando ella respiró por segunda vez frente al micrófono. Sus padres la saludaron desde las gradas, mientras Tom se secaba unas lágrimas de orgullo ante la mirada burlona de su esposa.

— ¡Buenos días!—empezó, mientras la masa estudiantil se volvía un mar rojo con blanco. —Normalmente, empezaría dando un largo sermón sobre lo importante que es el estudio, pero, yo no soy normal—el público rió. — Llevamos toda nuestra vida escuchando lo mismo, una y otra vez, año tras año. Debemos sacar buenas notas, mantenernos cuerdos, dormir ocho horas y estudiar para tres exámenes diarios, ¿cómo se supone que debemos sobrevivir a eso?...Y sí, ¡lo digo por ustedes, profesores! – La profesora Bustier, el profesor de química y el de educación física se encogieron de hombros, culpables. —Siempre he creído que la inteligencia no puede basarse en calificaciones, sino en experiencias— suspiró— y estos chicos que ven aquí— sus compañeros gritaron— me han enseñado muchas cosas. Crecimos y aprendimos el uno del otro con el paso del tiempo, son mi familia... Es por eso que, pese a que quería evitar el llanto—de nuevo, todos rieron con sus comentarios—debo darles el siguiente consejo— bajó la vista, para revisar sus tarjetas—: Un chico dijo una vez: "Sé que parece que el mundo se está desmoronando ahí fuera, pero es realmente un gran momento en vuestra vida para volveros un poco locos, seguir vuestra curiosidad y ser ambiciosos. No abandonéis vuestros sueños. ¡El mundo os necesita a todos!" – Más aplausos— ¿Quieren saber quién lo dijo? Larry Page, uno de los creadores de google. Nunca dejen de soñar chicos, el mundo, es nuestro.

OOO


Oh, simple thing, where have you gone?

I'm getting old, and I need something to rely on

So tell me when you're gonna let me in

I'm getting tired, and I need somewhere to begin


—Dame la mano, no quiero que te caigas.

—No me pasará nada, Adrien.

—La toga pesa, ¿no?

La chica se quedó pensando, mientras el rubio la miraba pensar, divertido de sus caras de resignación.

—De acuerdo, de acuerdo, acepto tu ayuda.

Adrien bajó para ayudar a su novia, justo como el primer día que descubrieron aquel edén.  Marinette de acurrucó a su lado, quitándose el  birrete rojo. Había sido un día largo. El sol se ocultaba por el poniente. La chica le quitó su corbata y se la colocó como pulsera. Adrien la dejó hacer, mientras se maravillaba con cada pequeño gesto y suspiro. Valiente pero torpe al mismo tiempo. Bromista pero sensible.

Ella, que siempre tenía una nueva idea en la cabeza y que aseguraba que siempre estaba en lo correcto pese a ver, mucho después, el resultado negativo, Y que, luego, se negaba a aceptar que se encontraba en lo incorrecto con su orgullo resplandeciendo.

Inteligente en todos los sentidos, corriendo de un lado a otro con pretextos absurdos que excusaban sus ausencias repentinas. Ella, que se ganó un pedacito de su corazón desde el primer momento en que chocaron sin saberlo. Con su firmeza por defender lo correcto y hacerle cara a Chloé.

Ella, que lo vio por primera vez como persona y no como un rostro de revista sin mente ni autonomía.

—¿Qué tanto miras, Agreste?— preguntó, con una sonrisita.

—Lo afortunado que soy— le tocó la nariz con la punta de sus dedos—¿Cuándo planeas irte a la Universidad?

—Puede que dentro de una semana, obviamente me acompañarás, ¿cierto? ¡Debemos recorrer el campus!

—Estás emocionada, ¿verdad?

— ¿Y tú no? ¡Adrien! ¡Por fin podré dedicarme a lo que realmente amo!

— ¿A mí?

—No, tonto— rodó los ojos— ¡Al diseño! Y  lo mejor de todo, es que podré verte diario.

—Yo también adoro eso, cariño—le acarició la mejilla— lo único que extrañaré, será venir aquí y charlar contigo ¿Qué haremos ahora sin el jardín secreto?

Ambos guardaron silencio, mientras la futura diseñadora pensaba en una solución.

—Podemos venir aquí cada año y en vacaciones, algo como una tradición, no creo que al conserje le moleste— sonrió— ya nos soportó dos años.

—Entonces, así será, ¿es un pacto?

—Es un pacto.

Y, al menos uno de ellos, lo cumplió.

OOO

And if you have a minute, why don't we go

Talk about it somewhere only we know?

This could be the end of everything

So why don't we go

Somewhere only we know?

Somewhere only we know...


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¡Buenas, buenas!

Ya falta cada vez menos para el final, ¿no es increíble?

Oh, rayos, ya me puse nostálgica.

Estrellas y comentarios son bienvenidos.

Muchísimas gracias por leerme.

Un abrazo.

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