Olvido
Olvido.
La acción voluntaria o no de dejar de recordar.
Cuando él se marchó, Marinette sintió un gran vacío en el pecho. Como si le hubieran arrebatado lo más importante.
Su mamá le dijo que con el tiempo ese vacío sería reemplazado. El tiempo era el mayor amigo de las heridas.
Su padre le dijo, que era demasiado joven como para "amar" de verdad. Y que aquel muchachito no merecía sus llantos y lamentos.
En el fondo, Marinette sabía que ellos tenían razón. Y que él se marchó por una buena causa: Iría a América por una buena oferta de trabajo.
Suspiró al recordar cómo fue la despedida.
Ese día, el cielo estaba teñido de rosa.
Él la tomo de las manos mientras entraban al aeropuerto, arrastrando las maleta. Los padres de ambos, los acompañaban unos metros más atrás. Marinette se ruborizó al sentir el cálido tacto de Marcus.
¡Oh, Marcus!
Con sus largas pestañas oscuras y esos ojos lobunos que le gustaron desde que los vio por primera vez. Con esa sonrisa cautivante y seductora, los rizos negros, la nariz recta, las cejas pobladas, las pecas que brincaban con cada risa... El fascinante acento. Absolutamente todo de él le gustaba.
Se sentía la chica más afortunada del mundo al ser su "novia" . Todavía seguía sin creerse que alguien mayor se fijara en ella.
Corrección: Que Marcus se fijara en ella.
Al principio, sus padres se habían opuesto. Lo consideraban una mala influencia. Conforme lo conocieron más, Marcus se volvió un integrante más de la familia. La edad no debía ser un impedimento.
Se detuvieron, Marcus la rodeó con un brazo.
—Te ves hermosa—le susurró. Marinette se ruborizó aún más. Por él había cambiado su imagen, por él dejó de usar gorra que le regaló a Nino. Por él cambió muchas cosas. La chica sonrió.— Prométeme que siempre estaremos esperándonos.
—Te lo prometo, Marcus—El muchacho asintió.— ¿Regresarás por mi verdad?
—Obvio—bromeó, besando su mejilla. — ¿Crees que podría ser capaz de dejar de quererte?
Marinette volteó hacia ambos lados, los rodeaban miles de curiosos personajes que se reencontraban con viejos amigos.
—No— Marcus volvió a besarle, de manera fugaz, como el aleteo de un colibrí. Las mariposas en su estómago aletearon con fuerza. — Siempre seremos amigos.
—Seremos más que eso, linda— aseguró, con su aturdidora sonrisa. —Volveré y nos casaremos.
Marinette era demasiado ingenua.
Las promesas vacías parecían ser posibles.
— ¿Y qué hago si te olvido?
—Cierra los ojos, tengo algo para ti— respondió él, ignorando su pregunta.
Ella obedeció, nerviosa.
—Ábrelos—pidió Marcus, con suavidad. Ante sus ojos había una bella maceta de rosas. — Una humilde flor para la más bella de todas, para la reina de las flores.
—Eres increíble— Marcus se encogió de hombros.
— Te lo mereces.
"Vuelo 567, pasajeros, se solicita que inicie el abordaje" anunció una voz femenina por el parlante.
La pareja se vio fijamente a los ojos. Ese era el vuelo de Marcus y sus padres, los señores Dacour. Hora de despedirse.
—Marinette, si no eres mía, no serás de nadie más.— La chica soltó una carcajada, pero Marcus parecía hablar muy en serio, su semblante se endureció y las facciones suaves se volvieron filosas.— No lo olvides.
—No lo haré.
Al parecer, ambos incumplieron las promesas.
Aunque, sinceramente, a Marinette ya no le dolía como antes. Poco le importaba.
Adrien se encargó de ello.
Y aquel vacío se llenó.
No le parecía justo mentirle a su futuro esposo, pero no se creía capaz de explicarle que él no fue su primer novio, ni su primer beso. Ni hablar de todo lo demás.
Una mentirilla blanca no afectaba a nadie, ¿verdad?
Corazón que no ve, corazón que no siente.
La decisión estaba tomada: Marcus nunca había estado en su vida, ¡es más! ¿Quién era Marcus?
Incluso sus padres parecían haber olvidado aquel pequeño bache temporal. Sólo lo recordó en un momento de nostalgia y añoranza, no porque siguiera sintiendo algo por él.
Todo marcharía bien. Un amor de niños no era nada comparado con lo que sentía por Adrien, por su gato tonto.
Nada había sucedido y nada sucedería. Ya habían pasado ocho años, el pasado no podía cobrar vida y perseguirla, no después de tanto.
Pero, como si Marcus le estuviera espiando o leyendo la mente, aquel mes previo a la boda, mientras trabajaba en los últimos detalles de su próxima colección, recibió un e-mail.
"¿Qué tal, reina de las flores?"
El correo no tenía remitente, ni asunto. Y no estaba dispuesta a que la paranoia la sacara de sus casillas. Así que lo ignoró con facilidad.
Hasta que se volvió casi imposible ignorar todos los e-mails que llenaban su correo a cantidades alarmantes. Con detalles tenebrosos que solo alguien que viviera junto a ella sabría. Cada segundo, la papelera marcaba "llena". Cada correo tenía algo diferente.
Estaba al borde de tirar la computadora por la ventana, cuando un nuevo mensaje apareció en su pantalla:
"D&M'S quiere una videollamada contigo"
Se mordió los labios. Estaba segura de que nada bueno pasaría.
—¿Adrien?—gritó, pero nadie respondió. Eso significaba que estaba sola en casa.
Sintió un escalofrío en el momento en que cerró la puerta.
Se colocó unas gafas de sol y subió el gorro de su gabardina roja. Nunca le había gustado eso de contactarse con desconocidos por internet. Era Alya la que se encargaba de esos asuntos y ella de los villanos importantes.
Con el pulso acelerado y con la sensación de que haría algo incorrecto, le dio click en aceptar. Si de ese modo paraba las olas masivas de e-mails, pues así sería.
La pantalla brilló, y de celeste cambió a negro. Marinette arrugó la frente, no se veía nada ni nadie. Solo el tétrico sonido de un teclado al fondo.
Estaba dispuesta a cerrar la página justo cuando un rostro apareció en la pantalla.
Sintió sus piernas temblar cuando sus ojos se encontraron con aquellos ocelos amabarinos y peligrosos.
Marcus.
Tenía una tenue barba de apenas de un par de días y el cabello en un enredo de rizos. Un traje que se fundía con el oscuro fondo resaltaba lo pálido de su tez. El muchacho escuálido que ella conoció ya no estaba; en su lugar, un hombre imponente y demasiado atractivo le devolvía la mirada.
La sonrisa maquiavélica era el centro del recuadro, blanca y aperlada. Era bastante obvio que esa llamada de reencuentro era muchas cosas menos algo amistoso.
La diseñadora se encogió un poco su asiento, pero tan rápido como recuperó la compostura, no dudó en mostrarse fuerte y valiente como siempre. No se dejaría intimidar.
—¿Qué tal, guapa?— saludó el hombre, con una voz ronca y vibrante. —Es un verdadero placer poder verte de nuevo, ¿no crees? Que lindas gafas, te quedan bien.
—Hola, Marcus—contestó a regañadientes.—Es una lástima que no pueda decir lo mismo.
Él sonrió un poco más.
—Hey, preciosa, ¿por qué tanto rencor, eh? ¿Ya no puede uno saludar a los viejos amantes?
Marinette apretó los puños.
—¿Amantes? —escupió la palabra, con desdén—. Por favor, ya déjate de palabrerías y de tus juegos, ¿qué es lo que quieres? Sé que eras tú el de los e-mails.
Marcus se encogió de hombros, petulante, indiferente. La chica no creía posible que aquel muchachito dulce que recordaba se hubiera transformado en un monstruo.
No creía que fuera el mismo que le regaló las rosas, ni aquel que le prometió amor eterno.
—Teóricamente, nunca terminamos, mi amor— se le erizaron los vellos de la nuca, esa voz... Marcus, el chico de la seducción y los engaños, ahora, era prácticamente irresistible. Como si un hechizo se apoderara de su atención, Marinette sacudió la cabeza, no podía dejarse controlar. —Y, para tu fortuna, regresaré a París pronto. Podremos casarnos, te traeré a vivir aquí, América es un lugar increíble...
—¿Casarnos? ¿Es un chiste? ¿Hablas de matrimonio cuando me has dejado de hablar durante casi una década? —le interrumpió, aventando las gafas de sol a un rincón del estudio. Quería que Marcus viera el odio en sus ojos, el dolor y decepción. — Sin dudas, es una muy buena broma.
Él dejó de sonreír.
—Yo nunca bromeó, dulce Marinette— aseguró, con tono amenazantemente.— Yo cumplo mis promesas.
La chica tembló de furia ¡Al diablo eso de dejar de ser rencorosa! Que Marcus fuera a decirle sobre sus promesas a su abuela. A ella no volvería a tratarla como a una niña crédula.
No permitiría que regresara a su vida. Dejaría de creer en la inocencia y bondad de las personas.
—Pues puedes llevártelas. No me hacen falta—Marcus se inclinó un poco en la silla. Al parecer, el rechazo no estaba en sus planes. Marinette sonrió con satisfacción cuando pronunció el anuncio: —Porque me voy a casar.
El apuesto rostro del azabache se desfiguró tanto, que su parecido con la famosa pintura de "El grito" no estaba tan lejos de ser su vivo reflejo. Marinette sonrió con más ganas.
—¿Casarte? ¡No puedes hacer eso! ¡Lo prometiste!
—Las promesas se rompen—ronroneó la diseñadora.—O en el peor de los casos, se olvidan.
El sonido de un vidrio roto sonó del otro lado de la pantalla. Pero, para la famosa Ladybug, eso no era causa de preocupación.
—Tú eres mía, Marinette—farfulló, con los dientes apretados.
—¿Tuya? Creo que nunca fui solo "de ti"—hizo unas comillas en el aire— y durante ocho años nunca recibí noticias de tu parte. No veo porque reclamar por algo que, claramente, no vale la pena. Quedamos como amigos, Marcus, no entiendo porque tanta furia.
—Simple—inició, acercando su rostro a la pantalla—: Te amo.
Marinette ahogó una carcajada. ¿De verdad tenía el descaro de decirle eso? ¿Después de olvidarse de ella por tantos años? ¿Justo en ese momento? Algo andaba mal.
—Háblame de amor cuando sepas siquiera lo que significa, querido.— Sonrió, enroscando un mechón en el dedo.— Tú siempre has sido muy astuto, no me sorprendería que quisieras algo, ¿se trata de dinero?
—Se trata de ti— ella rodó los ojos, cansada de esa discusión absurda. — Dime, ¿qué tiene él que no tenga yo? Tengo dinero, soy un gran empresario aquí; soy atractivo, y te amo con todo el corazón, ¿qué te hace falta?
—Él tiene todo lo que siempre deseé. Es amable, caballeroso, atento...
—Niega que yo nunca fui así contigo y te creeré—Marinette se mantuvo en silencio. Fue el turno de Marcus de sonreír. —¿Ves? ¿Cuál es la diferencia?
—¿De verdad quieres hablar de eso por videochat?
—No tengo inconveniente, guapa.
—Bien, pues, —suspiró— te lo diré: Lo amo, lo amo como nunca creí amar a nadie, lo amo como nunca te amé a ti.
De nuevo, el sonido de un vidrio roto a lo lejos. Un grito, un chillido desgarrador. Sonido inquietante. El pulso se le aceleró.
—¿Sabías que me encantan tus ojos? Son lo más bello que he podido ver ¡Es más! Toda tú, eres un diamante en bruto.— Como siempre, Marcus cambiaba la conversación cada que algo se salía de su plan.
—Basta de tus halagos, no estoy de humor para ellos.
—¿Quieres, entonces, qué te cuente algo interesante?
Marinette se vio tentada a cerrar la pantalla, a dejar todo. Pero había algo, algo inexplicable que la controlaba. Como si ver aquellos ojos le quitaran la voluntad. Se volvió va colocar los lentes, evitando en la mayoría de lo posible la mirada de Marcus. No se había librado de un villano para encontrarse con otro.
—Lo que tengas que decir, dilo.
—Vaya, Ladybug, tengo que admitir que tu valía solo te vuele un poco más atractiva de lo usual.
El mundo entero se detuvo para Marinette.
¿Cómo pudo haberse enterado? ¿La espiaba? ¿Usaría su secreto en su contra? ¿Qué ganaba él con esto?
—No sé de qué me hablas.
—Claro que sí, preciosa—celebró el Dacour, orgulloso. —¿Qué se siente combatir el mal? He de admitir que ese traje rojo, tan sexy que usas, me ha puesto a imaginar situaciones muy interesantes.
—¡Eres un bastardo!— bramó, indignada. —¿Quién te ha dicho eso?
— Tengo ojos en todas partes, sé todo lo que quiera, pero quita esa cara, guapa, que no te queda muy bien el miedo, ¿eh?
—Suficiente. No quiero que vuelvas a contactarme, olvídate de mí.
—Eso es como pedir que olvide mi nombre, muñeca.
—No me interesa, sólo déjame tranquila.
—¿Crees que a tu novio le guste enterarse de lo nuestro? ¿Y qué me dices de que, por accidente, toda Francia se entere de sus secretitos? Déjame decirte, que es un modelo bastante atractivo, no tanto como yo, obviamente.
—Ya déjame tranquila...
El sonido de la puerta principal abriéndose en la planta baja le obligó a pegar un brinco. Adrien había llegado a casa.
—Debo irme, Marcus.
—Mucha suerte, linda. Te prometo que iré por ti, cuando menos te lo esperes. Y si no me crees, tu secreto saldrá a la luz.
Y la pantalla se volvió negra.
Justo a tiempo, porque cuándo Marinette cerró el portátil, su prometido abrió la puerta con una gran sonrisa. Aquella conversación la había dejado aturdida, pues cuando el rubio le abrazó apenas se sintió capaz de responder al abrazo.
—Adrien—musitó, mientras el fresco aroma de la colonia del modelo penetraba en su nariz.
—¿Sí, princesa?
—Creo que es hora de que París se entere de quienes somos.
Adrien levantó ambas cejas.
—¿Estás segura?
"No, en realidad no" pensó.
—Claro, ya no hay villano, ¿verdad?—Adrien bajó la mirada momentáneamente. —Lo siento, a veces soy una impertinente.
—Tranquila, está bien.—Su prometido le revolvió un poco el cabello. —Si crees conveniente, lo anunciaremos en la boda, ¿te parece?
—Me encantaría.
No le gustaba mentirle a Adrien. Pero, cuando se trataba de él, era capaz de todo.
Defendería a su familia.
ooo
"¿Te crees muy hábil, verdad, muñeca? ¿Creíste que decir el secreto antes te libraría de mi? Me enteré de que esperas un bebé, veremos que tal te va con eso. Ya te lo advertí, pueden pasar meses, años (como en esta ocasión) pero yo no olvido nunca nada.
~ Con amor MD"
—¿Marinette? ¿Estás bien? Te has puesto pálida, ¿es un mensaje del doctor?
—No, no, no es nada, Alya. Ya sabes, las noticias, accidentes automovilísticos y esas cosas... Mejor ayúdame a elegir una cuna, ¿vale? No sé cuál podría ir mejor.
La periodista se acercó a su amiga, inspeccionando la variedad de cunas de la tienda, adornadas con peluches y suaves edredones. Mientras Alya se encargaba de eso, la mente de Marinette estaba hecha un caos. Hacía dos años que no tenía noticias de Marcus. Creía que todo terminó con aquella llamada.
Al parecer, solo era el inicio de una guerra, donde las amenazas eran las bombas y los mensajes: memorándum del riesgo en el campo.
Aunque, como dicen por ahí: "Perro que ladra, no muerde"
Marinette calmó su respiración. Todo eso le afectaba al bebé. Las cosas irían bien, ella se encargaría de ello. Estaban a un continente de distancia, ¿qué podría hacerle?
—Me ha gustado esa—La voz de Alya la sacó de sus pensamientos. Señalaba una cama muy bonita, con techo de tela celeste y tul crema. Ambas se sonrieron. Por un breve momento, la mente de la diseñadora dejó de planificar estrategias de guerra.
—A mí también.
Alya suspiró de manera soñadora.
—Quisiera también tener un hijo—confesó, mirando con añoranza la pequeña ropa de bebés que colgaba de un lado de la tienda.— Sé que siempre he dicho que mi carrera es mi prioridad y que Nino y yo no seríamos los típicos padres, pero creo que ya viene siendo hora, ¿no crees?
—Eso sería increíble, Alya. Serías una mamá estupenda, no siempre lo convencional es lo mejor.— Alya le dio un fuerte apretón en la mano, a manera de agradecimiento. Marinette agradeció que su amiga siempre estuviera junto a ella, pues, pese a no saber lo que sucedía, siempre le apoyaba.
—¡No se diga más! Nos llevaremos esa.
ooo
"Y Hugo arrasa en la orquesta, su recital ha sido precioso. Y tú te veías muy bien, lástima que él pelele de tu esposo arruinara todo con su burda presencia. Cuando me enteré de que tendrías un segundo niño, me daba lástima imaginar que fuera como el padre, por fortuna, es igual a ti."
~~
"Y ya va el tercero, ¿no es genial? Un tercer niño.
Me pregunto, ¿qué sucedería si tuvieras que separarte de él?"
~~
"Ah, el amor.
Todavía recuerdo cuando tú y yo lo experimentamos.
Ahora es el turno de la pequeña Emma. "
~~
"¿Ya te he dicho que me encanta como te duchas? Con tanta delicadeza y tranquilidad... Marinette, ya, muy pronto... No sirve de nada que me acuses con la policía o tires mis cartas.
Soy más poderoso de lo que crees."
~~
"Y el travieso de Louis cumple años, ¿ya son cinco o seis? Como sea, ¿puedes creer que iré a la fiesta?"
...
Esta última carta, estaba hecha pedazos y en el bote de basura del estudio de Marinette Dupain. Entre una montaña de bocetos y dibujos inservibles.
Ella ignoró la advertencia.
Y, cuando en aquel pasillo oscuro, alguien le cubrió los ojos, no tuvo tiempo de siquiera gritar.
Había olvidado algo: Las promesas, valen más de lo que uno imagina.
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¡Buenas!
¿Qué puedo decir?
Muchas gracias por su apoyo, ¡son los mejores lectores/ amigos del mundo!
Como notaron, es un capítulo diferente a lo que les tengo acostumbrados, pero tranquilos, que os tengo varias sorpresas preparadas. ❤️
A partir de aquí, espero sus teorías. Y si alguien quiere golear a Marcus, son libres de hacerlo.
Estrellitas y comentarios son bienvenidos.
¡Bye, bye, pequeñas mariposas!❤️
P.D: ¿Saben? Yo amo los comentarios largos ❤️🌚 Cada que alguien deja uno así, Adrien gana un croissant😏
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