Limerencia.
Limerencia.
Estado mental involuntario propio de la atracción romántica entre dos personas.
...
Marinette caminaba de un lado a otro, sumamente nerviosa, ante la mirada curiosa de Alya. La diseñadora respiró profundo y se acomodó algunos mechones de cabello errantes. Temblaba tanto que Alya temía se cayera al suelo de un momento a otro. Este patrón se repitió alrededor de una eternidad.
Alya, exasperada, se levantó del sofá y detuvo a su amiga por los hombros, con una sonrisa amistosa en busca de transmitirle calma.
—¿Ya me dirás que te sucede?— Marinette se mordió el labio, no sabía por dónde comenzar. Alya la llevó de la mano al sillón y, frente a frente, Marinette enterró su cara entre sus manos.—¿Te pasa algo malo? Sabes que cuentas conmigo, puedes hablarme, no tengas miedo...
—Alya, mis vestidos ya no cierran— empezó la chica. Alya sonrió aliviada, no era nada que pudiera ser malo. Todas las chicas pasaban por esos momentos de crisis.
—Si estás insinuando que estás gorda, déjame decirte que estás equivocada, porque yo te veo muy bien— aseguró la periodista, acariciando el hombro de su afligida amiga.
—Mis pechos duelen y han crecido— soltó Marinette de golpe. Alya se ruborizó al principio, pero después soltó una carcajada.
—¿Y eso es malo? Yo creo que a Adrien le pondrá muy contento— insinuó, con picardía. Pero Marinette no estaba de humor en esos momentos.
—No me ha bajado.
—Nunca has sido muy regular, ¿verdad?— comentó la morena, mientras su mejor amiga suspiraba de nuevo repetidas veces. Algo bueno de ellas, era la confianza que había entre ambas.
—Alya, creo que estoy...Creo que estoy un...— hizo una pausa, donde esos grandes ojos azules se abrieron como platos— Creo que estoy un poquito embarazada.— Comentó como si no importara la cosa.
Alya se quedó callada, mientras su mente procesaba poco a poco la información que soltó la azabache de golpe. Marinette tenía cara de ciervo que ve un auto en medio de la carretera segundos antes de ser aplastado.
—¡ESO ES FÁNTASTICO!— exclamó Alya, con una enorme sonrisa, mientras abrazaba a la aturdida Marinette. —¡Ahora todo tiene sentido!
Marinette intentó sonreír, pero unas lágrimas traicioneras resbalaron por sus mejillas hasta perderse en su cuello. Alya dejó de sonreír también, confundida por la actitud tan triste de Marinette.
—Hey, Mari, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás triste?— La chica se secó sus lágrimas con la manga de su suéter. – Estás muy sensible, debe ser por eso...
—Alya, ¿y si Adrien no quería tener hijos todavía? ¿Y si deja de quererme? ¿Y si piensa que arruiné nuestro futuro? ¿Y si me ve fea?— Con cada pregunta, nuevas lágrimas se deslizaban por su rostro, ya un poco rojo.
—Eso no pasará, Marinette— afirmó Alya, mientras su amiga sollozaba en su hombro.— Estoy segura de que Adrien será el hombre más feliz del mundo cuando se entere. Ya era hora, después de todo, ¿no crees? ¡No llores más, Marinette! Esto no es motivo de tristeza, es lo más bonito que le puede pasar a una mujer— Marinette levantó un poco la vista.— ¡Formarás una familia! Serás la primera super heroína con un hijo, ¿no es eso genial?
Marinette sonrió.
—Sí, supongo...
—Ya no estés así, un hijo no debe ponerte triste, sino todo lo contrario. A ver, dime, ¿qué te preocupa?— Marinette se mordió los labios hasta que se colorearon de carmín.
—Tengo miedo de no ser una buena madre— confesó, mientras agarraba un pañuelo que Alya le extendía.— Tengo miedo de que algo nos pase y aquel bebé quede solo, de que no sepa que hacer, que no me quiera ¿Y si me equivoco? ¿Qué hago si lo hecho a perder?
—Marinette— Alya la tomó de las manos— serás la mejor mamá de todas, aquel bebé, será el más afortunado del mundo y el más feliz de todos al enterarse de que tú eres su mamá. Sólo mírate, eres una diseñadora fabulosa, eres una mujer fuerte, felizmente casada, independiente, ¡y una heroína que salva miles de vidas diario! Tener un bebé será pan comido.
—Alya tiene razón Marinette— Tikki había salido de su escondite, ante la mirada incrédula de Alya.— Serás una buena mamá.
—Todavía no me acostumbro a ti, mariquita— murmuró Alya, todavía un poco sacada de onda. El kwami y Marinette se miraron con una sonrisa. – ¿Cuándo planeas decirle al papá, eh?
—En realidad, todavía no lo sé— la diseñadora se encogió de hombros, con inocencia.— No pensaba decirle todavía.
—Debes hacerlo, cuanto antes mejor. – Aconsejó Alya.— Necesitas ir al médico, comprar ropa, comprar cosas y pañales, toneladas de pañales.
—¿Y qué pasará con Ladybug?— Tikki sonrió de medio lado.
—París necesita un descanso también, ¿sabes? No creo que pase nada malo en estos nueve meses que faltan.
Marinette abrazó a las dos. Ahora, renovadas lágrimas de felicidad eran las que salían de sus ojos.
—Muchas gracias.
—No agradezcas todavía. Nos aseguraremos de que Adrien se entere cuanto antes.
—Eso será difícil— advirtió Marinette.— Con lo despistado que es, tardará en captarlo.
...
—Hola, cariño, ¿qué tal tú día? – Gritó Adrien, alegremente, cerrando con llave la entrada— Yo estoy muerto... ¿Por qué las luces están apagadas?
—¡Sorpresa!
Las luces de la mansión Agreste se encendieron y todos sus amigos más íntimos salieron de sus escondites. Marinette corrió a recibir a su esposo. A decir verdad, el embarazo le sentaba bien. Tenía mejillas sonrojadas, brillo en los ojos, labios rojizos y una bella sonrisa. La pareja se dio un beso fugaz cargado de ternura.
—¿Te gusta? He pensado que nos viene bien divertirnos un poco. – Le explicó su esposa, con una amplia sonrisa. Alya y Nino se acercaron a ellos, con dos copas de más en la mano. Como siempre, el moreno era el encargado de la música. Plan A en acción.
—¿Ustedes planearon esto? ¡Es genial!— El rubio chocó puños con su amigo, mientras tomaba de un solo jalón el contenido de la copa.
—Sí, de hecho, el siguiente año seremos tres— sonrió Marinette, esperando que captara la indirecta. Pero, como siempre, no lo hizo.
—¡Pero ya son tres! Nino, Alya y tú, amor.
Plan A en el olvido.
La diseñadora y la periodista contuvieron el impulso de golpearlo. Marinette agarró la copa que le extendía Alya, mientras que la segunda, con un guiño, le indicaba que ya era hora de iniciar con el plan B.
—¿Te ha gustado el whisky?— preguntó Alya, con fingida inocencia.
—Lo siento, pero no puedo tomar alcohol— aclaró Marinette, por sobre el sonido de las bocinas. Adrien la miró un momento, y después se encogió de hombros.
—¿Es una nueva dieta, amor?
—No, en realidad es otra cosa.
Nino estaba tan perdido como Adrien. Plan B descartado.
—¿Me perdí de algo?— le susurró a Alya, pero esta negó con la cabeza.
—¿Puedes poner la canción de Ice Ice Baby y traerme dos bolsas de hielo?— pidió, Nino asintió. Adrien debería adivinar eso, no podía ser tan distraído.
Así daba inicio el plan C.
Marinette y Alya se pusieron en posición cuando Nino llegó con las cosas que su novia le había pedido. Al instante, la canción de Vainilla Ice sonó por toda la casa y sus amigos se unieron a la celebración.
Alya sostenía ambas bolsas de hielo y a su lado, estaba Marinette.
Ice Ice Baby Vanilla, Ice Ice Baby Vanilla
Ice Ice Baby Vanilla, Ice Ice Baby Vanilla
Adrien se acercó a ellas con una sonrisa. Marinette y Alya se miraron de reojo, esperanzadas.
—¿Necesitas ayuda, Alya? Esas bolsas se ven pesadas.
—Okey, Marinette, detenme o iré a golpearlo....—gruñó la morena, mientras su amiga la sujetaba como podía por los hombros. Adrien se alejó de las amigas con una sonrisa tonta, se había dejado llevar por el ambiente festivo del momento. Y su distracción y ceguera aumentaron más de lo usual.
Plan C, fallido.
—Tendré que ser directa— repuso la diseñadora, de mal modo.—Adiós originalidad.
—Todavía tenemos un plan más, ¿no?— insistió Alya, dejando las bolsas de hielo en la mesa. Marinette se encogió de hombros.
—Ya no sé, Alya.
—Bueno, tenemos el plan D. — La consoló la periodista, mientras ambas caminaban con un vaso de ponche en las manos en dirección a Nino y Adrien. –Y si no lo capta, ya te lo dejaré a tu modo, ¿vale?— Marinette asintió, con un nido de mariquitas desquiciadas en el estómago.
Adrien se acercó a las dos, con la boca repleta de chocolate. En ocasiones, Marinette sentía que cuidaba de un niño, pues a pesar de que Adrien pasó por momentos muy oscuros, seguía con el mismo modo soñador y entusiasta de un infante.
—Adrien— empezó la morena, con una fingida voz chillona. —¿No crees que es hora de hacer más grande la familia?
El modelo se detuvo un poco para pensarlo, mientras su esposa temblaba de los nervios.
—Por supuesto, creo que eso sería lo correcto. – Dijo, mientras las dos amigas sonreían. Adrien se giró en dirección a Marinette— ¿Qué raza de perro quieres que compre?
Sus ánimos se desplomaron más rápido que una liebre en día de cacería. Bye, bye, plan D. Marinette volvió a mirar a Alya, quien asintió con la cabeza de forma muy discreta para que por fin la azabache diera rienda suelta a su último recurso.
—Ninguna— gruñó, ofendida.— Y más vale que me sigas, Adrien Agreste— le amenazó, marchándose del salón a paso acelerado, ante la mirada orgullosa de su mejor amiga y la de incertidumbre de Adrien y Nino.
Subió las escaleras a toda prisa. Puede que Alya no supiera nada sobre avisos de embarazos, pero ya no había marcha atrás. Ahora, ella misma daría en marcha el plan E.
El plan Emma.
Sí, Emma, porque estaba casi segura de que tendría una niña. Siempre quiso llamar a su hija Emma. Tenía una corazonada. Un hormigueo en el vientre se lo decía. Sonrió; tendría una hija. Todavía no podía creerlo.
—Tikki, transfórmame— pidió, entrando en el cuarto de lectura, donde Tikki y Plagg jugaban a las cartas sobre una montaña de libros. O bueno, donde los kwamis jugaron, pues la única despierta era Tikki, que veía un programa en el celular de Marinette. La diseñadora cogió un paquete que tenía guardado en la estantería, mientras la mariquita se estiraba un poco.
—Pero, Marinette, estás...
—Dije que me transformes.
Sin darle mayor tiempo que la escasa cantidad de cinco segundos, la criaturita roja se fundió con sus aretes y el juego de luces, magia y brillo dio lugar. Cuando Adrien entró corriendo al cuarto de lectura, Ladybug lo esperaba en la ventana y de forma autoritaria, le indicó que la siguiera.
Adrien no dudo ni un segundo en despertar a Plagg. El pobrecito apenas abrió los ojos se vio envuelto por el anillo de su portador, y en unos pocos instantes, Chat Noir se deslizó por el alfeizar del ventanal de la mansión.
Entre la oscuridad de la noche, distinguió la figura esbelta de Ladybug brincando entre los edificios con ayuda de su yoyo, en camino a la torre Eiffel. No esperó, y la imitó en un dos por tres, siguiendo sus pasos.
El clima era sumamente cálido y con cada salto, la brisa azucarada de París penetraba en su rostro. Era como si las estrellas se hubieran agrupado más de lo usual, pues apenas levantar la vista, miles de puntos brillantes centelleaban de manera aleatoria.
Marinette lo esperaba en la punta de la torre. Sus pies colgaban en el aire y ella disfrutaba de la vista de una ciudad que siempre le estaría eternamente agradecida. El gato aterrizó con sigilo y se sentó al lado de su esposa, que apenas y volteó a verlo.
—¿Ha sucedido algo, my lady? Toda la noche has estado muy rara— comentó el héroe, acariciando el cabello de su amada.
Con los labios firmemente cerrados, Ladybug le extendió el paquete que había cogido antes. No planeaba hablar. Además, sentía que si lo hacía no aguantaría las ganas de llorar. Malditas hormonas.
—¿Tengo que abrirlo...?— Marinette asintió. Con las expectativas de que se avecinaba algo grande, Chat Noir comenzó a desatar los moños del paquete, envuelto con sumo cuidado y dedicación. Con cada nudo deshecho, el nervio de los dos se incrementaba.
En el último nudo, Chat miró directamente a los ojos de su esposa antes de que la envoltura cayera por el vacío.
—Ábrelo— lo alentó Ladybug, con una débil sonrisa. — Creí que los gatos eran curiosos, ¿no? Después de todo, la curiosidad mató al gato— bromeó, riendo con ternura. Chat sonrió de igual modo, mientras el papel de regalo se marchaba flotando en el aire, justo como una delgada bolsa de papel. En sus manos, ahora había dos pequeños zapatos verdes. Unos zapatitos diminutos que cabían perfectamente en su palma. Adrien la miró, Marinette suspiró, con los ojos cristalinos.
— Yo tenía una idea diferente a un cachorro, Chat.
Lágrimas ya se deslizaban por el rostro del rubio. Una sonrisa cargada de amor.
Sus brazos rodearon a su esposa. Por eso estaba tan extraña en la fiesta, ahora todo tenía sentido.
—¡Tendremos un bebé!— gritó, mientras besaba las mejillas de Marinette. La felicidad que Adrien sentía en ese momento era inexplicable. Era como un acelerador que lo motivaba a continuar viviendo. Su corazón comenzó a palpitar con más fuerza. — ¡Seremos padres!
Marinette sonrió, ya se había unido al llanto de su marido.
—Será un niño muy sano y fuerte, le enseñaré a modelar, y tú le enseñarás a tocar el piano. Nunca estará solo...— Adrien abrazó con más fuerza a su esposa. — Me haces el hombre más feliz del mundo.
—¿Y quién dice que será niño? Estoy casi segura de que será una niña, y se llamará Emma— aseguró Marinette, con una amplia sonrisa. Adrien rió.
—Bien, si es niña será Emma y si es niño se llamará Hugo.
Ambos rieron.
—Estoy seguro de que si llega a ser una "Emma" será tan bonita como tú.
—Y yo estoy segura de que si es un "Hugo" será tan guapo como tú.
Adrien le dio un pequeño beso en la frente.
—Prometo ser el mejor papá del mundo, prometo nunca abandonarlos.
—Y yo prometo, de verdad, siempre estar con ustedes. Jamás los abandonaré.— Entrelazaron sus manos. Adrien olía el cabello de Marinette, tan dulce como siempre.— ¿Te imaginas cuando se case? ¿Cuándo vaya a la escuela? ¿Cuándo tenga su primer novio o novia? ¿Cuándo se gradué? ¡Por Dios, Adrien! Ya me muero por estor con él o ella en esos momentos. Estoy muy emocionada.
—Yo más, ¿qué padres se perderían todo eso? Marinette, de verdad, te amo como nunca he amado a nadie y saber que tendremos un bebé es...Wow, simplemente increíble. Es como un sueño cumplido.
El modelo acercó su rostro al de su amada esposa, y con una sonrisa juguetona, juntó sus labios.
Y los dos héroes de París se besaron en la punta de la torre.
Esa sería la última vez que los ciudadanos tuvieran noticias de sus protectores.
O al menos, durante nueve meses.
...
La noticia de que el matrimonio Agreste esperaba un pequeño bebé, se expandió cual pólvora. Un chisme bastante alegre y bien recibido. Sus amigos acudieron a la mansión Agreste unos meses antes del parto.
Varios, asombrados y enternecidos de que aquella parejita por fin estuviera formando una familia, comenzaron a realizar apuestas. En lo específico, a los poderes que heredaría el pequeño o la pequeña.
Unos cuantos, apostaban por una mezcla de ambos poderes. Otros, en especial la población femenina, daban por Ladybug. Y los hombres, como era de esperarse, iban por Chat Noir.
Fue una verdadera decepción que se enteraran que los poderes no eran tal cual hereditarios, sino que eran adquiridos después.
De igual forma, las apuestas siguieron.
Y Marinette y Adrien defendieron sus respectivos poderes. Realmente fue divertido estar presente en esas peleas, donde Ladybug y Chat Noir daban lo mejor de sí para demostrar quién era mejor que el otro.
Aunque, en realidad, era el acontecimiento del siglo. Y todo París celebró por ello cuando la noticia salió a la luz en el último mes. La pareja lo merecía, y así como ellos alguna vez velaron por la seguridad de los ciudadanos, velarían por su bebé. Serían la familia perfecta, vivirían felices y tendrían muchos hámsteres.
"¿Hámsteres? ¿Por qué hámsteres y no gatos?"
Había replicado Adrien cuando se enteró de que su esposa quería un pequeño roedor. Como respuesta, recibió un "los gatos no me gustan". Está de más decir que eso ofendió al héroe.
Pero todo eso, la espera, los dolores y las pequeñas discusiones, no importaban. Porque el bebé ya estaba en camino.
Y como todo en sus vidas era un misterio, lo mismo era para el género del bebé, ya que el matrimonio deseaba que fuera una sorpresa.
—¡Marinette, eres fuerte, eres valiente, tú puedes!
Gritos de ánimo de parte de Alya y la señora Cheng atiborraban la sala de partos. Al igual que los gritos ahogados de Marinette.
Adrien se estaba muriendo de nervios en la sala de espera. Todavía con la bata, el gorro y el cubre bocas celestes bien puestos. Estaba sudando, pero no quería quitarse nada.
Los doctores lo habían mandado fuera de la sala, pues estaba tan inquieto y angustiado, que ponía más nerviosa a Marinette, cosa que no ayudaba en nada, puesto que apretaba con fuerza sobrenatural la mano de Alya. El equipo de doctores y enfermeras que estaban con ella en ese momento, no podían con la emoción de ayudarle a la mismísima Ladybug.
Nino estaba al lado del modelo, apoyándolo con palmaditas en la espalda y palabras de aliento. En cambio, Tom, el padre de Marinette, no dejaba de girar sobre su propio eje. Adrien se vio tentado a imitarlo, pero se contuvo.
Plagg y Tikki habían prometido darle noticias por si el momento llegaba, pero no había rastro alguno de los kwamis.
—Cálmate, hermano, parece que el que se encuentra en labor de parto eres tú— le dijo Nino, al ver como el rubio jalaba del cabello.— Todo saldrá bien. Si pudiste con nueve meses, podrás con esto.
Nino tenía razón.
El doctor les había avisado que era un embarazo riesgoso y que podía ser prematuro. Ahora, seguro que el doctor estaba comiendo de sus palabras. Marinette no podía encontrarse más saludable que nunca. Puede que de eso Adrien fuera el culpable, con todos esos mimos y cuidados.
Pasaron cinco largas horas en donde Adrien no supo nada de lo que estaba sucediendo. El pasillo se fue llenando de personas con el paso de los minutos. Tíos de Marinette y amigos de la preparatoria ocuparon las sillas a su alrededor. Todos y cada uno de ellos, con los mejores deseos para la futura madre.
Tom y Adrien salieron un par de veces, para alejar al grupo de camarógrafos y reporteros que se arremolinaban en el estacionamiento para poder entrar y hacerse con la noticia que, absolutamente, toda Francia esperaba con impaciencia. Puede que incluso en otras partes del mundo estuvieran al pendiente de la llegada del futuro heredero (o heredera) de los Agrestes.
Marinette se sentía cansadísima. Sudor frío y pegajoso se pegaba a cada rincón de su cuerpo. Estaba consiente de todo, de lo que cambiaría cuando todo terminara. Sonrió entre quejido y quejido.
Dicen, que a medianoche no suceden cosas buenas.
Que lo peor de la calaña sale a merodear aprovechándose de las sombras y la escasa luz de luna. Las brujas, los demonios y los ladrones salían en busca de jóvenes almas inocentes a las cuales corromper. A la medianoche, cosas malas ocurren. El reloj repiquetea, magia negra flota en el aire. Todo sucede cuando las manecillas se juntan en lo alto. El tic toc del reloj es siempre augurio de muerte.
Aunque, como todo en la vida, puede que las cosas cambien. Y es entonces, cuando el tic toc del reloj cambia por el llanto de una nueva vida. El sonido más bonito que alguien puede oír.
El calor que se apreciaba en la sala del hospital era similar al de un horno de la panadería. Perfecta para la familia Dupain, que recibían con honra la llegada del pequeño panqueque que tardó nueve meses en hornearse; o al menos, eso había dicho Tom, el ahora orgulloso abuelo.
Adrien se precipitó al interior del cuarto y sin pedir permiso a nadie rodeó con los brazos a su esposa y a su pequeño. Una sonrisa iluminaba su rostro, todavía lleno de ilusión después de un arduo trabajo. Entre movimientos torpes, palabras inconclusas y lágrimas amorosas, Adrien tomó en brazos por primera vez a su bebé.
Era una niña.
Una Emma, mejor dicho.
Una Emma inquieta que no dejaba de moverse entre la diminuta cobija azul que la envolvía. Una pelusa azulada adornaba su pequeña cabeza y un colorete en sus pequeñas mejillas daba vida al pálido semblante. Tenía los ojos firmemente cerrados, pues en su afán de llorar, no daba oportunidad a nada.
Adrien tembló en cuanto sintió el peso de Emma en sus brazos. No podía creerlo, no cabía en sí que el pudiera ser padre. Abrazó con fuerza a su pequeña. Nunca, nunca de los nunca, la dejaría sola. Jamás.
Marinette, en cambio, lloraba maravillada del poder de la vida.
Alya y la señora Cheng sonreían entre lágrimas, a cada lado de la cama de Marinette.
Un manto invisible acobijó desde ese momento a la familia. Todos se encargaron de ayudar a los padres primerizos, y justo una hora después, la pequeña Emma ya se encontraba vestida y limpia entre los brazos de sus padres.
Alya y Sabine los dejaron solos.
Afuera, todos esperaron expectantes que las dos hablaran.
Sabine, con un nudo en la garganta, corrió con su esposo, dándole el honor a la reportera de que diera el anuncio.
Sonriendo y de la mano de su novio, Alya Césaire dio la exclusiva de su carrera:
Marinette Duapin Cheng y Adrien Agreste, habían tenido una niña.
... ...
Cuando el reloj marcó las dos, la niña abrió los ojos. Su malhumor y su inquietud desaparecieron en cuanto vio a sus dos padres viéndola como si fuera lo más bonito en el mundo. Una sonrisa, casi felina, se dibujó en el rostro de la pequeña.
Sus ojos, de un verde bosque en plena primavera, no podían zafarse de los de sus papás. La luna brillaba en lo alto.
Marinette miró a Adrien.
—Le gusta la noche— murmuró, acariciando con cuidado la cabecita de la bebé.— Como a ti. Y tiene tus ojos.
Adrien besó a su esposa en la frente.
—Pero es idéntica a ti. — Aseguró, con suma ternura. La bebé soltó un chillido, aclamando la atención de sus papás. — Hola, pequeña Emma.
...
"Cuando vi a mi nieta, no podía creer que mi propia hija hubiera ya crecido tanto. No podía de lo feliz que me sentía. Del orgullo que inflaba mi pecho. Emma, nuestra adorada Emma, la valiente y gritona, la traviesa...Y luego llegó Hugo, el tranquilo, el soñador. Y mucho después, Louis, el coqueto, el caballero... Esos niños, nuestra adoración, nuestra vida entera. No podemos creer nada de lo que está sucediendo. Nosotros cuidamos de ella, ahora es nuestro turno de cuidarlos a ellos. Cuando se casó con él, no podíamos ser más felices ni estar tan tranquilos, porque estamos seguros de que él la amó cada segundo. Y que lo seguirá haciendo.
Porque ella, no solo era la heroína más asombrosa que pisó París. No era únicamente la diseñadora más glamurosa de Francia, ni la mejor mamá del mundo. Ni mucho menos era únicamente la mejor esposa.
Ella era, nuestra hija"
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¡Hola, Wattpaders!
Muchísimas gracias por el apoyo que le han dado a este fanfic que hago con todo mi amor para ustedes <3
En esta ocasión, me gustaría que ustedes escogieran una canción para este capítulo.
Estrellitas y comentarios, como siempre, son bienvenidos.
Me encantaría que me dieran una sugerencia y/u opinión de lo que piensan de esta historia :') Se aceptan críticas (ojo: constructivas xD)
¡Bye, bye, pequeñas mariposas!
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