Inmarcesible.

Dedicado a ShadowRaito724. Gracias por tu apoyo. <33



INMARCESIBLE

Que no puede marchitarse.

Chat Noir había hecho una promesa.

Pero Marinette dudaba mucho de que llegara a cumplirla.

Ese gato travieso era muchas cosas, pero no alguien que fuera comprometido. Y por lo tanto, la diseñadora no tenía expectativas respecto al chico.

Ya habían pasado varios días desde que aquel felino había roto su maceta de rosas y no había dado señales desde entonces. Para Marinette, la vida había continuado como sin nada.

Aunque, cabe señalar, algo muy curioso estaba sucediendo con su compañero de batalla. Y es que aquel muchacho bromista, coqueto y valiente, estaba cambiando.

Para empezar, había dejado de lado sus chistes malos.

Algo que Ladybug agradeció en primera instancia, y que poco a poco comenzó a extrañar.

El héroe comenzaba a ser más distante con ella y eso no le agradaba para nada. Extrañaba todo, desde sus chistes malos, sus constantes acosos y sus tropiezos cómicos. Sucedía algo con él y Marinette no se cansaría hasta averiguarlo.

Regresaba a casa, muy cansada por la dura jornada escolar debido a la temporada de exámenes que se aproximaban. Rompió la rutina, que era ser acompañada de Alya hasta cruzar la esquina y decidió dar un rodeo innecesario por la plazuela del pequeño parque frente al colegio. Últimamente no había estado durmiendo bien debido a que el trabajo como protectora de París era cada vez más y más demandante y mezclado con los deberes todo se volvía un fuerte dolor de cabeza. Tikki procuraba ayudarle en lo que podía y Marinette no podía sentirse más que agradecida.

—Ay, Tikki, me duele tanto la espalda...

—No debiste haber hecho aquel saltó, Marinette, ¡pudo haberte pasado algo peor!— La regañó su kwami, en un murmullo, pues iban caminando y la gente volteaba a verlas con el ceño fruncido. — Para la próxima, mejor pide ayuda a Chat.

—Ese es el problema, Tikki— resopló la chica. Habían llegado rápido al parque, y las dos féminas tomaron asiento en una banquita que tenía una pequeña mesa. Marinette no desperdiciaría el tiempo, era mejor hacer los deberes desde el temprano, no quería que un akuma evitara que entregara el proyecto para el día siguiente. – Chat no es el mismo, siempre está distraído y... Bah, no sé qué le pasa.

Tikki soltó una risita.

—Creo que parece un poco enamorado, ¿no crees?— Marinette arrugó la nariz.

—Sí, eso parece... Pero antes parecía enamorado de Ladybug, eso indicaría que es un mujeriego de primera.

—No juzgues así a las personas, créeme. Puede que él esté pensando en una manera de regresarte aquella maceta que rompió, ¿no lo ves?— Aseguró la mariquita, su portadora no lo había visto de aquel modo.

—Parece poco probable de todas formas. No creo que las flores de una simple citadina le inquieten a un héroe de renombre como él.

—¡Ah, Marinette, si tan solo...!

—Mejor ayúdame, Tikki, debemos acabar esto rápido...

—¡Hey, Marinette!— el kwami se escondió en el pequeño bolso de su portadora, a la vez que ésta volteaba en dirección al dueño de la voz que la saludaba con tanto entusiasmo. Adrien Agreste caminaba en su dirección con una gran sonrisa. Marinette la devolvió sin muchas ganas. Ella y él podían considerarse amigos, pero no eran muy cercanos. Y la chica no se encontraba del mejor humor precisamente. Estaba más que harta y cansada.

—Hey, Adrien, ¿qué tal las cosas?— logró decir sin balbucear tan repetidas veces.

—Muy bien, muy bien. — El muchacho se veía muy alegre y fresco, todo lo contrario a la heroína, que deseaba poder dormir un largo rato. — Cierto súper héroe me pidió que te entregara esto.

Adrien le extendió una bella rosa roja, sin espinas y con los pétalos totalmente abiertos. Estaba preciosa.

—¿A-a mí?— Marinette no cabía de su impresión. Se ruborizó; aquella flor era muy linda. — ¿Quién dices que lo envió?

Adrien sonrió enternecido al ver los gestos de la joven. — Chat Noir, el mismo me pidió que te la entregara.

—¿Lo conoces?— Adrien se tensó, pero Marinette no lo notó, estaba demasiado ocupada en oler la rosa.

—No, iba camino a mi casa pero me interceptó. –Contestó, más cortante de lo que planeaba. Aquella flor realmente le había animado la tarde a Marinette. Por dentro, Adrien estaba orgulloso de sí mismo. — Quería que te dijera, que lo esperaras hoy en donde tú sabes.

—¡Muchas gracias, Adrien!— Marinette le dio un efusivo abrazo, con las energías renovadas. Sí que esa rosa había tenido efectos mágicos en ella. Adrien no pudo evitar ruborizarse. — ¡Debo irme, nos vemos luego!

Marinette se marchó corriendo del parque. Adrien suspiró.

—Esa chica te ha flechado, ¿verdad?— inquirió Plagg, con sarcasmo, al ver como su portador seguía mirando en la dirección por donde la chica se había marchado. –Fuiste demasiado obvio, será tonto que ella no se hubiera dado cuenta.

—Oh, cállate, Plagg.

...

—¡Qué romántico...!

—Por favor, Tikki, sólo está cumpliendo su promesa.

—Ni tú te crees eso, Mari— su portadora no dejaba de sonreír a la flor, que apenas llegar a casa había colocado en un florero. — Esa sonrisa no es normal. Ni siquiera te importó que Adrien te la entregara.

—¿Eh? Ah, sí...— La mariquita rodó los ojos, con una sonrisa divertida.

Estaba feliz de que por fin Marinette sonriera después de esos tantos días con caras largas. Acostumbrarse al nuevo ritmo de vida que implicaba ser Ladybug era difícil, y Marinette apenas estaba lidiando con ello. Por eso le ponía tan contenta que por fin su protegida volviera a tener esa misma energía de los primeros días. Marinette estaba pasando por momentos de idas y bajadas, donde su estado y autoestima eran un completo descontrol. No se sentía capaz de cargar con ambas responsabilidades y tenía miedo de volver a fallar. No importaba cuanto intentara ocultar su inseguridad, Tikki se daba cuenta de todo.

En esa noche de luna clara y cielo brillante en la que Chat Noir aterrizó en su tejado y rompió sus flores, estaba considerando seriamente irse de intercambio con aquel que fue su mejor amigo en tiempos muy remotos, en busca de consuelo y apoyo.

Pero, como mencione anteriormente, Chat Noir aterrizó en su vida. Todos saben que cuando un gato negro se cruza en tu camino, da mala suerte. Existen excepciones.

Chat era mejor persona de lo que había imaginado. Había tirado el único recuerdo que tenía de aquel muchacho, fue doloroso, pero él se encargó de hacerla sentir mejor. Chat Noir era muchas cosas, pero no rompía sus promesas, porque había prometido recompensarla. Ahora Marinette lo sabía.

—Te prometí que recuperarías tus flores, princesa— había dicho a modo de saludo aquella tarde, tal como Adrien había predicho. — ¿Te ha gustado la rosa?

—Me ha encantado, muchas gracias, Chat. — Ambos intercambiaron sonrisas y miradas silenciosas y tímidas. El silencio era agradable; la parisina se sentía capaz de ver esos ojos verdes e hipnóticos todo el tiempo de ser necesario. Lo mismo pasaba con el felino. — Creo que no empezamos bien, ¿no crees?

—Tienes razón. ¿Te parece si borramos todo y reiniciamos de cero? Incluido el incidente que tuvimos con Evilustrator. — Rieron, aquel encuentro fue muy torpe.

—Sí, me parece genial. – Marinette extendió su mano.— Me llamo Marinette Dupain Cheng.

—Soy Chat Noir.

Fue el inicio de todo.

Se volvió un amigo, sus visitas eran constantes. Era más fácil hablar con él siendo Marinette. Su confianza aumentaba cada que aquel felino llegaba a la terraza. En aquel gato encontró un amigo de confianza y un consejero.

Aquella rosa fue la primera de miles más que se encargaban de alegrar su día y su vida entera. Todo parecía mejorar e ir a la mar de bien. En el colegio, ya muchos comenzaban a envidiar que Marinette Dupain Cheng tuviera un admirador secreto, en especial las chicas, que miraban con recelo como el casillero de la chica cobraba vida cada que su puerta era abierta y muchas rosas y flores de diferentes colores caían a los pies de la ojiazul. Los amigos de Marinette no dejaban de hacer apuestas para averiguar quién era el admirador. Ya no estaban atados al dominio de Chloé, que moría de envidia cada que veía a Marinette con una sonrisa.

Ladybug y Chat Noir se volvieron más unidos. Era como si el corazón del héroe fuera tan grande, como para quererlas a ambas.

Centenas de notitas, guardadas junto a su diario, se acumulaban con el pasar de los días. Cada que se sentía triste, bastaba con leer una.

"Eres hermosa"

"Hoy he pasado por tu colegio, no he podido dejar de pensar que soy afortunado de ser parte de tu vida"

"Hey, está bien que todos los colores te vayan bien, pero, ¿sabes? Creo que la mermelada no va muy bien con esos zapatos. Más cuidado la próxima vez, linda, la gravedad afecta incluso a los seres más maravillosos. Aunque, claro, ya lo sabes, después de todo te hizo caer de tu nube, bonita."

"Estaba una linda princesa caminando con su mascota y llega un tipo tonto y feo que le dice: *Tú perro parece gato* Y la princesa responde: *Es que es un gato* Y el tipo contesta: *Pues parece un perro*. Es estúpido, lo sé, pero quería que te rieras (Por cierto, el sexy gato soy yo, adivina quién es la princesa.)"

Chat la hacía sentir viva, valiosa y valiente, las sonrisas no faltaban. Sabía que no había nada más allá de una amistad, pero le hacía sentir amada.

La princesa comenzó a tener menos miedo a salir de la torre. Las inseguridades se evaporaban.

Al cumplir un año de la llegada de la primera flor, Marinette preparó una cena especial. Se encargó de que la terraza estuviera perfecta, cada mínimo detalle. Incluso cosió un vestido únicamente para esa velada. Quería agradecerle a Chat todo lo que hacía por ella. Sin él tal vez no estaría en París en esos momentos.

Y quería verlo.

Cuando las campanadas provenientes de Notre Dame indicaron que eran las diez, sólo quedaba esperar a que llegara. No la decepcionó.

— ¡He llegado, bella dama!— anunció el héroe, con una reverencia pronunciada. Cuando él levantó la mirada, su boca se abrió formando una perfecta "O" Marinette estaba impecable, radiante ¡bellísima!

— ¿Qué tal, gato?— saludó, alegremente, mientras señalaba la silla frente suyo. — He decidido darte las gracias, por todo. Alya no ha dejado de formular teorías absurdas sobre mi posible admirador, es un alivio saber que eres tú y no cualquier otro de su lista.— Bromeó la chica, mientras el gato tomaba asiento frente a ella.— He tenido que comprar muchos jarrones, ¿te has dado cuenta?— La azotea y parte del cuarto de la ojiazul estaba al tope de flores de todos los colores y texturas, brindándole una vida y aroma singular que Chat adoraba.

—Sí, bonita— el gato pegó un brinco hasta llegar a los pies de su mejor amiga. Estaba en cuatro patas, y extendía las orejas y la cola en busca de arrumacos. Marinette, entre divertida y enternecida, comenzó a rascar su barbilla. Y Chat comenzó a ronronear.

Marinette comenzó a reírse a carcajadas. El héroe no podía estar más ruborizado

—Vaya, cada vez eras más animal...— Chat arrugó la nariz, mientras su cascabel sonaba.

—Pues claro que lo soy— y, con picardía, añadió: — En la cama.

Fue el turno de la chica de teñirse de rojo.

—¡Gato pervertido!

—Vamos, ambos sabemos que te mueres por comprobar eso. — Marinette negó con simplicidad.

—Prefiero morir virgen. — Declaró la adolescente, con aires ofendidos.

—Claro, eso decís ahora. — Se burló Chat, tomando asiento frente a ella en la mesita que la chica había preparado. — Dentro de unos años, querrás que todo esto— se señaló completo—te pertenezca.

Marinette le dio un puntapié por debajo de la mesa, para nada contenta.

—¿Por qué siempre tienes que arruinar el momento con tus perversidades?— bufó, con semblante adusto. Chat se encogió de hombros.

—Siento que si no lo hago te quedarás callada viéndome por una eternidad. – Marinette se cubrió el rostro con las manos. — Es broma, bonita, es sólo que me gusta verte enojada. Te hace ver más linda de lo usual.

—¿Qué me veo linda? Si sigues así me volveré hermosa— lo amenazó, guiñándole un ojo. Chat tomó su mano por encima de la mesa. Ambos se quedaron callados, simplemente disfrutando de su mutua compañía. Chat sabía que ya llevaban un año de amigos, tanto como el héroe de París como Adrien. Era hora de dar el siguiente paso.

—Marinette.

—¿Pasa algo?

—Sí, yo...—. No, rayos, no podía hacerlo. Los nervios estaban demasiado fuertes.— Yo ya quiero comer de la deliciosa comida que has preparado.

La desilusión cruzó el rostro de la chica.

—Por supuesto— levantó la tapa que cubría los platillos y miles de aromas caseros se colaron en el ambiente. Adrien no recordaba la sazón de su madre, pero, seguro, era igual de delicioso que el de Marinette.
Variedad de platillos, desde postres hasta sopas y cremas, lo tentaban con su apetitosa apariencia.
Pronto, esas bandejas quedaron vacías.

El gato se estiró, satisfecho y un poco adormilado. Una vocecita en su cabeza le indicó que no olvidara el porqué de su visita a la parisina. Estaba casi seguro de que esa voz insistente era la de Plagg, solo que un poco más aguda y femenina de lo usual.

—Princesa—la llamó, con una sonrisa galante y coqueta a la que Marinette respondió con gentileza.—Te he traído un ramo de rosas.

El gato le extendió el obsequio, que Marinette tomó con gusto. Si seguía recibiendo tantas flores de Chat, podría abrir un invernadero. Eran un regalo bonito, pero ya un poco repetitivo.
Como era su costumbre, Marinette se levantó en busca de un jarrón con agua. Chat la detuvo a media escalera.

—¿A dónde vas?

—Por un florero...¿Qué? ¿Qué te causa gracia?—El gato se retorcía de risa en los escalones, ante la mirada incrédula de Marinette.

—Revisa bien las flores, bonita.

Marinette se cruzó de brazos, en estado de negación.

—¿Hay algún truco? ¿Bichos? ¿Bomba apestosa?

—Es ofensivo que creas eso de mí—Pero Marinette seguía en la misma postura.—No soy un charlatán, querida. Confía.

Bueno, debía darle mérito. Tocó con suavidad los pétalos de las flores y las olió. Su rostro estaba de piedra, por lo que Chat también.

—Son de plástico.

—Ajá, lo son.

—¿Por qué?

—Porque algún día todas estas flores que nos rodean se marchitarán. No quedará nada de estas tardes a tu lado, ni de estas pláticas por la noche. Y no quiero que esto se termine, nunca, Marinette. Y estas flores, no se marchitan. Son inmarcesibles. Como nosotros, que seguiremos siempre juntos—Chat le colocó una bonita pulsera plateada con una pequeña esmeralda en forma de "M". —Me gustas, ¿sabes? Al principio, me rehusaba a aceptarlo, pero no podía seguir en esto, engañándome a mi mismo. Y, con cada flor, con cada nota, crecía en mí una esperanza de que tú te dieras cuenta. Pero, eres tan despistada... Me encantaría que me dieras el privilegio de ser mi novia.

Marinette sintió que el corazón se le salía del pecho. También le gustaba Chat, demasiado. Pero, ¿qué pasaba con Adrien? Por fin eran amigos, por fin el le estaba haciendo caso.

—Chat, lo siento mucho. Pero, no puedo estar contigo.—El mundo entero se le vino abajo.

—¿Por qué?—logró preguntar, conteniendo  las lágrimas. Marinette tenía un nudo en la garganta.

—Hay un chico, se llama Adrien. Me gusta, y, seamos sinceros—necesitaba dejar las cosas muy claras—lo nuestro sería secreto y...

—No importa—se apresuró Chat, esperando que ese Adrien del que hablaba su princesa fuera él mismo.—Lo nuestro puede ser secreto, podemos seguir como si no estuviéramos en una relación fuera de estas paredes...

Marinette no podía aceptarlo. Eso no era normal, ambos saldrían lastimados. ¿Cómo es que se había enamorado de dos personas tan increíbles? ¿Cómo es que podía escoger a alguno? ¿Por qué tenía ganas de gritar sí?

"Inténtalo, hazlo" le susurró Tikki. Y si algo sabía Marinette, es que Tikki casi siempre tiene la razón. Además, estaba tan flechada por Chat...

—De acuerdo, Chat. Seré tu novia.

—¡Fantá...!—Fue interrumpido a media frase.

—Sólo si sigues con Ladybug.

—Y tú con Adrien.

—Perfecto, entonces, ven aquí, novio mío.

El gato sonrío, y tomó en volandas a la joven, entre risas alegres y besos fugaces en la mejilla.

—¡Me haces muy feliz, princesa!

—Y tú a mí, gatito.
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Hay diferentes tipos de caballeros. Están los altos, fuertes y valientes. Los lentos, tímidos e inteligentes. Los que nacen para serlo y los que son condenados a ello. Y luego, está el gato que logró rescatar a la princesa.

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