Incandescencia

Incandescencia

Luz producida por altas temperaturas

Una fina capa de escarcha cubría su ventana, adornaba hábilmente con guirnaldas y luces doradas que brillaban y parpadeaban al ritmo desigual de las estrellas. Pese a la fría ráfaga de viento que azotaba las puertas, la ventana estaba abierta. A Marinette no le importaba. Sólo esperaba su visita.

Era sorprendente incluso para ella encontrarse en esa situación. Tenía puesto un vestido de lana roja que llegaba a las rodillas y se ajustaba a su cuerpo, sin llegar a ser exagerado y un lindo collar plateado que combinaba con sus pendientes. Abajo, su familia reía con fuerza y el choque de las copas de vino y otras bebidas se unía con la música que emanaba del chelo y la pianola. Si Chat no se apuraba, tendría que cerrar la ventana y bajar, la estaban esperando para dar un concierto en el piano, no podría retardar más su llegada porque si no sus padres la regañarían.

Después de todo, la Navidad era época para estar con la familia.

Y Chat Noir era ahora parte de ella, después de tantas batallas rutinarias y tantos inovenientes.

Además, Adrien llegaría a eso de las once y media, no podría estar tanto tiempo con el gato si su novio llegaba antes.

—Tranquila, Marinette— alentó Tikki, revoloteando alrededor de la chica, que caminaba a paso veloz con esos altos tacones que casi nunca usaba, tambaleándose cada dos por tres. —Chat llegará, debes confiar en él.

Marinette giró a verla, con la preocupación claramente expuesta en su rostro. Su cabello se movía en todas direcciones, con los cortos rizos azabaches rebotando en su espalda, comenzaba a trotar en lugar de caminar. Los ojos, ya de por sí cubiertos con una gruesa hilera de pestañas oscuras, resaltaban aún más con esa máscara marina que acentuaba el tono celeste del iris; y ni hablar de sus labios naturalmente de un tono coral, ahora de un rojo cereza que los volvía más carnosos de lo usual. Nada de eso servía de algo si Chat Noir no se dignaba a aparecer. Aunque, claro, también estaba su lindo y atento novio..

— ¿Quién lo diría Marinette?— Su portadora frunció el ceño. — ¡Te has arreglado solo por Chat! ¡No entiendo porque le das calabazas siendo Ladybug?

Marinette sonrió con satisfacción al escuchar la última pregunta, la sonrisa traviesa casi paralizó a Tikki.

—Porque quiero que él me ame siendo ambas, ¿entiendes?— Tikki rodó los diminutos ojos. — Venga, Tikki, escóndete o ve a la cocina, puede llegar en cualquier momento. Debe llegar antes de que venga Adrien o habrá problemas.

— ¿Cuánto llevan saliendo a escondidas? ¿Un año? ¿Dos? ¡Marinette, por favor, entra en razón!— gritó el kwami exasperado, mordiendo su lengua para no revelar el secreto que ya sabía desde hace mucho tiempo. — Es hora de que le digas quien eres.

—Lo haré...—La pequeña mariquita cerró los ojos con entusiasmo—, algún día que no sea hoy.

— ¡Marinette!— replicó Tikki, molesta. Marinette soltó una carcajada.

—Tikki, por favor, necesito un poco de privacidad. —Pidió, suplicante.

— ¡Bien! Pero sólo esta noche, no quiero que hagas alguna locura.

—Oh, Tikki, eso ya lo hice— el kwami abrió los ojos como platos, mientras Marinette levantaba ambas cejas. — Y fue haberme enamorado de Chat ¡Mariquita malpensada seas!

Las mejillas de Tikki se encendieron aún más (si eso era posible) y comenzó a gritar mientras su portadora se retorcía de risa en la alfombra.

— ¡No lo mal interprete!— replicó el kwami, pero se empequeñeció cuando Marinette enarcó ambas cejas con picardía. — Bien, me has atrapado. Es inevitable no pensar que ustedes... ¡Ah! Esto es tan incómodo.

—No creí que ustedes, los kwamis, se preocuparan por ese tipo de cosas, ¿eh? – Bromeó, jugueteando con las antenas de la pequeña mariquita. — Seguro que tienes pensamientos sucios con ese tal Plagg del que tanto hablas, ¿verdad? ¡Es más! Tal vez algún día Chat y yo les organicemos una cita, claro, cuando ambos ya sepamos nuestras identidades ¿te imaginas? Moriría de ternura...

— ¡Ya basta!— explotó Tikki, escondiendo el rostro entre sus manitas. — ¡No porque seas mayor de edad tienes derecho a burlarte de mí! ¿Sabes qué edad tengo? ¡Mucha más que tú! Así que, por favor, respétame.

—Vaya, Tikki— susurró la chica, abriendo mucho los ojos— no sabía que tocar el tema de Plagg te ponía de tan mal humor.

— ¡Arrgh!— El kwami voló directo a su compañera y comenzó a hacerle cosquillas. Marinette no podía respirar de la risa. —Ya, hay que ser serias.

—No soy yo la que se queja de todo.

Tikki se acostó en su hombro.

— ¿Cuándo le dirás a Chat que sales con Adrien Agreste?— Marinette suspiró, la enorme sonrisa que tenía se desvaneció.

—Soy un asco de persona por eso, ¿verdad, Tikki?— se lamentó la chica, con la culpabilidad a flor de piel. –Si Chat se entera, le rompería el corazón. Si Adrien se entera, no querrá volver a verme. Soy una zorr...

—Lo lamento, Marinette, pero creo que no recuerdas que el miraculous de "zorra" lo tiene Volpina, no tú. — La joven se mordió los labios. — Debes ser honesta con ambos, ya basta de mentiras.

— ¡Pero Tikki...! Los quiero tanto a los dos. Es imposible que me hagas elegir a uno.

—Todo saldrá bien, Mari— aseguró—. No te estoy haciendo elegir a ninguno, simplemente te pido honestidad.

—De acuerdo, prometo decirle la verdad a alguno de los dos... Por favor, Tikki, no me dejes sola, ¿de acuerdo?

—Nunca.

...

Mientras tanto, en la mansión de los Agreste, un nervioso Adrien caminaba de un lado a otro cambiando de traje una y otra vez, mientras un aburrido y barrigón Plagg, rodeado de envolturas de diferentes quesos, criticaba cada uno de ellos. El modelo posaba en el espejo una y otra vez, ajustando cada detalle de su ropa y peinado. Los dedos le temblaban al anudar el nudo de la corbata, y sus piernas flanqueaban como flanes.

—Miaau— se estiró el gato, enfurruñado. — ¿Ya podemos irnos? Todos son iguales.

—No, cállate— gruñó el modelo, revisando más corbatas. Sentía nauseas. — Esta noche debe ser perfecta.

— ¿Por qué? ¿Por qué por fin harás evidente que tu novia te engaña contigo mismo? ¿O por qué? – Soltó con sarcasmo y una sonrisa socarrona que sería típica de Chat Noir. — Dame más queso, chingao...

—Técnicamente no me engaña— respondió Adrien con el mismo tono ácido de su kwami. — No, ya no te daré más. — Plagg eructó, Adrien lo miró asqueado. — Necesito consejos, no olores que me dejen sin respirar.

— No sé por qué te preocupas tanto por este tipo de cosas. Eres un chico con suerte y todo te sale bien ¿A que le tienes miedo? Por eso los humanos se complican tanto, no entienden que es mejor una relación con el queso. – Al ver que su portador todavía no estaba del todo seguro y seguía con su andar vacilante, añadió en un susurro: — Esa chica es tan dulce y amable, que hasta yo sé que vale más que un pedazo de queso.

—Espera, espera, ¿puedes repetir lo último?

—No, si no lo escuchaste, ya valiste.

—A veces eres un terco.

—Lo he aprendido de ti, distraído. Ahora, apúrate porque tú novia nos espera.

—De todas formas, lo has admitido. — Plagg revoloteó hasta donde su portador estaba y le entregó la pequeña caja forrada de seda color vino. –Gracias, por poco se me olvida lo más importante.

—Tú puedes, campeón.

...

—Marinette, ¿estás lista?— gritó Sabine Cheng, desde el piso de abajo. Marinette pegó un brinco, mientras se ponía cada vez más nerviosa. — ¡Ya está en el horno La bûche de Noë*l!

— ¡En unos minutos más, mamá!— gritó en respuesta, escondiendo a Tikki detrás de unos almohadones. –Bien, ahora, ¿lista? – susurró, en dirección a su amiga. Tikki levantó los pulgares y ambas sonrieron. — Okey, estoy preparada. Será la noche. Ya sabes cuál es tu señal, ¿verdad?

—Por supuesto. Sólo sé tú misma. Si necesitas refuerzos, sólo llámame.

Justo como si esas palabras fueran un conjuro invocador, Chat Noir se deslizó por la ventana con agilidad, al igual que un montón de copos de nieve que aterrizaron en el escritorio repleto de fotos de ambos. Marinette se acomodó el vestido y la corta melena, mientras el gato negro se abrazaba a ella como si no se hubieran visto en años. Sus fuertes brazos rodearon su figura menuda y su nariz se perdió en su cuello. Ella sintió ganas de llorar, no sabía por qué, simplemente el sentirse junto a él la volvía débil. Esa faceta de valor que Ladybug le había regalado se desvanecía y llegaba la ternura, la pasión, el amor y el deseo. El cabello rubio y alborotado de Chat le provocaba cosquillas y su cálido aliento le erizaba la piel.

—Hola, princesa. — Susurró, con voz ronca y azucarada, alejándose apenas lo suficiente para saludarla con un beso en la mejilla y un pequeño pico en los labios. — Estás tan hermosa, bueno, en realidad siempre lo estás pero...pero hoy...

—Tú también estás muy guapo, gatito— bromeó Marinette, mientras Chat seguía enredándose con sus propias palabras. — Feliz nochebuena, amor.

—Feliz víspera de Navidad, princesa de mi corazón. — Chat acortó aún más la distancia, y ambos se fundieron en un lento y delicado beso. —Te amo.

—Te amo más.

— ¿Sabes? Normalmente moriría de diabetes con tanta dulzura— Ambos se sentaron en la alfombra rosa pastel del suelo, uno frente al otro. Su novia sonrió de medio lado, y Chat no pudo evitar imitarla. — Pero contigo me da igual, porque me tienes tan enamorado que no sé porque no he muerto de un ataque al corazón.

Chat era coqueto, bromista y juguetón, pero no terminaba de acostumbrarse a sus tantos cumplidos. Así que con cada palabra las mejillas de Marinette se encendían un poco más.

—Digo lo mismo, Chat. Por cierto tengo que...

—No, espera, antes de cualquier otra cosa debo darte algo. — Chat comenzó a rebuscar en los bolsillos del traje negro. — Ten, la rosa del día.

—Chat, eres tan lindo, ¿qué he hecho yo para que estés conmigo? – su voz se quebró en las últimas palabras. Ahí estaba su parte insegura a flote. Chat se apresuró a rodearla con sus brazos, de nuevo, con la rosa de rojos pétalos entre ambos

—Hacerme feliz.

—Entonces, si te dijera que yo...— Marinette se separó del felino, con el agua salada resbalando por su rostro. Por milagro, su maquillaje seguía tan pulcro como cuando lo había terminado. Debía decirle todo. —Yo estoy saliendo con otro chico, Chat. Te engañé...

Chat Noir sintió una punzada en el corazón. Hasta que recordó que aquel chico era él mismo, y entonces una felicidad inmensa se apoderó de él.

—No llores más, bonita, está bien. — Chat le dio unas palmaditas en la cabeza, pero Marinette no se tranquilizaba.

— ¡No, no lo está!— replicó ella—. No es justo que te haga esto...

— ¿Cómo se llama ese chico? ¿Y cuánto tiempo llevan juntos? ¿Lo quieres?

—Su nombre es Adrien— contestó entre hipidos. — Llevamos un tres años y medio...Yo...yo sí lo quiero...

—Purrfecto, entonces— susurró, intentando calmar el ambiente con una de sus típicas malas bromas. — Porque resulta que lo conozco.

— ¿D-e... de verdad?

—Sí, es más, si cierras los ojos, él vendrá.

El corazón de Marinette comenzó a palpitar a mil por hora.

—No, no lo haré.

—Hazlo, por favor, por mí— pidió, con esos grandes ojos esmeraldas suplicantes. Marinette obedeció, resignada.

— ¿Qué tengo que hacer?

—Sólo ciérralos.

Una brillante luz verde se extendió por la habitación. Culpó a esa misteriosa luz del repentino calor incandescente que picaba en su pecho. No por las velas, no por la lámpara, por esa luz.

—Ábrelos.

Marinette lo hizo.

— ¿Qué te parece, bonita? Creo que no sabes engañar a tus novios.

—Adrien— musitó, completamente impresionada. De no haber estado sentada y en el suelo, probablemente habría caído de su asiento.

Adrien Agreste, su novio, se encontraba frente a ella, con un reluciente traje negro y una corbata verde botella a juego con la camisa de un opaco color champán. A su lado, un diminuto gato negro con ojos del mismo color que su dueño, movía con rapidez la cola, expectante.

— ¡Hola, soy Plagg!— saludó el kwami, acercándose con una gran sonrisa que dejaba a la vista un par de colmillos. —Encantado de conocerte.

—Hazte a un lado, Plagg, ¿no ves que intento ser romántico? – replicó Adrien. Marinette seguía callada, no podía creer nada de lo que estaba pasando.

Pero como más analizaba las cosas, no podía creer lo ciega y tonta que había sido ¡Si era tan obvio! ¡Tan obvio que daba pena y risa! Así que eso empezó a hacer.

Se empezó a reír.

La vida podía ser tan irónica en ocasiones.

—Es muy linda, pero está un poco chiflada, ¿no crees?— preguntó el famoso Plagg, mientras ambos varones la veían reír de nerviosismo. –De todas formas, ¿crees que tenga un poco de queso por aquí? Con pan y galletas me vendría bien.

— ¡Es tan obvio!— gritó Marinette, poco importándole que sus padres pudieran oírla. — ¿Cómo no me di cuenta? ¡Chat, Adrien, no importa! Me enamoré de la misma persona. — Marinette se incorporó con rapidez y abrazó a su novio. La energía que desbordaba era palpable. Adrien correspondió de inmediato; aliviado, feliz, emocionado.

—Marinette, te amo. Nunca lo dudes. — Adrien se arrodilló frente a ella, de nuevo lágrimas traviesas se perdieron en su cuello. —Es por esto que...—Plagg lo ayudó a sacar la cajita del bolsillo. Ella no podía creérselo, el amor de su vida se le estaba declarando. ¿Podía haber algo mejor? – Quiero pedirte que te cases conmigo. No ahora— se apresuró a decir, con el corazón en un puño—, todavía nos falta estudiar, graduarnos, cumplir nuestras metas. Será una promesa, como en las películas. Cada minuto que paso contigo es todo lo que siempre he querido hacer, me haces sentir vivo, feliz. Desde aquella tarde bajo la lluvia.

—Me encantaría casarme contigo, gato astuto. — Ambos rieron mientras entrelazaban sus manos. El brillante anillo de esmeraldas estilizaba aún más el dedo de Marinette. — Eres increíble, ¿sabes?

—Suelen decírmelo a menudo... ¡Eh! ¿Y eso por qué?

—Por engreído.

Ambos se recostaron en el suelo, mirando fijamente al techo pastel de la diseñadora. Guardaron silencio, con esas sonrisas involuntarias de ambos dibujadas con marcador en el rostro. Plagg, por milagro, estaba quieto y callado, observando desde un rincón.

— ¿No te molesta esto?

— ¿Él qué?

—Que era tu novio siendo Chat y Adrien...Yo de verdad quería decirte pero quería que me conocieras siendo yo mismo...

—Qué curioso que digas eso, porque yo tengo una situación similar.

— ¿Marinette?

—Tikki, ven aquí por favor.

La pequeña mariquita salió de su escondite, ante la mirada perpleja de Plagg y Adrien.

—Querido, te presento a mi kwami.

...

Ambos héroes observaban la bella ciudad de París que tenían a sus pies, desde la magnífica torre Eiffel. Ladybug se encontraba recargada sobre su compañero de batalla. Ambos, abrazados, decían sin necesidad de palabras todo aquello que sentía el uno por el otro.

—My lady— llamó el gato, ronroneando cada palabra. Los ojos de su amada voltearon divertidos en su dirección. — No puedo creer que hayamos sido tan despistados durante tantos años...

—Créeme, yo tampoco.

Las campanas repiquetearon a lo lejos.

Medianoche.

Ambos se miraron a los ojos.

—Feliz Navidad. — Susurró Chat Noir, mientras besaba con cuidado la frente de su prometida.

—Mamá me matará por no estar ahí— bromeó ella, riendo ante las caricias de su novio.

—Entonces será hora de que vayamos, ¿no crees, princesa?

—Por supuesto, príncipe.





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¡Gracias por sus comentarios tan lindos! <3

Repito, los capítulos no tienen orden cronológico  ;) 

Estrellitas y comentarios son bienvenidos. Muchas gracias por leerme <3

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