Fotografía.

N/A: Colocar la canción en el momento correcto.

Dedicado a xLadyCatx  ❤️ Tu vídeo me inspiró para este capítulo 💙

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Fotografía.
Recuerdo de momentos preciados.

Marinette se despertó con pereza.
Estiró las piernas, los brazos y soltó un gran bostezo. Se quedó media eternidad contemplando el suelo y sus pies como si fueran la cosa más interesante de la vida. Su espalda encorvada, la melena hecha nudos y los labios entreabiertos. Movió los pies, en busca de sus sandalias, pero no había nada.
"Necesito comer frutas, sí..." Pensó, de repente, cuando un montón de preguntas sobre el origen de la vida bombardearon su cabeza. Viéndolo bien, ¿por qué el pasto era verde? ¿Ya había alimentado a Tikki? ¿Cuándo era el día de la revolución? Arrugó la frente, tenía sueño...
Siguió sentada en el borde, adormecida. Volvió a bostezar, sintió calor, definitivamente usaría un vestido. Movió sus muñecas en semicírculo, se encontraba todavía en ese pequeño limbo entre el mundo del sueño y la realidad.
En cámara lenta, revisó el reloj de mesa que tenía al lado, y un brillante par de números terminaron por despertarla al completo de forma brusca.

Merde.

La palabra tarde quedaba corta.

Con una velocidad sobrehumana y haciendo uso de sus habilidades físicas, saltó de la cama al primer piso de su habitación. Tikki seguía dormida y ya no había tiempo de despertarla. Se cayó apenas dar un par de pasos, pues no se había puesto sus pantuflas y el suelo estaba recién encerado
Su cuerpo se golpeó contra el suelo, lastimando su espalda. Pero, no se dio el lujo de quedarse a lamentar su dolor, suficiente había demorado pensando en qué día fue la toma de La Bastilla.
¿Por qué rayos su alarma no había sonado? Ya ni siquiera podía garantizar eso. Odiaba la tecnología, siempre le había dado problemas, bastaba con ver todas las veces que tuvo la necesidad de "tomar prestado" los celulares de sus compañeros para reponer, huir o mantener su dignidad intacta.

Corriendo como loca por el cuarto, se vistió con un vestido amarillo y se puso sus zapatillas blancas. Demoró un par de segundos más en amarrar las agujetas.

¿Dónde había dejado su cuaderno de bocetos? ¿Y la mochila? ¿Por qué nunca escuchaba a Tikki cuando le decía que lo mejor era poner las cosas un día antes?

Su estómago rugió y le punzó de dolor. Recordó entonces, que no había desayunado nada anoche...Ah, no, "desayunado" no era la palabra. Corrección:No había cenado nada anoche.
"¿Cómo es qué confundo desayunar y cenar?" Pensó, subiéndose a una silla.
Casi llorando de la pena que ella misma se provocaba, luchó por cepillar esa maraña de nudos que osaba llamar cabello.

Tikki se despertó, Marinette estaba haciendo demasiado ruido.

—¡Argh, Tikki!—ahogó un sollozo, estirando sus brazos.—Ya mejor no lo intento, no voy a llegar.

La pequeña mariquita se acercó confundida a su portadora.

—¿De qué hablas?

—La universidad,¿de qué más?

Tikki frunció el ceño. Marinette era despistada, distraída y un poco ciega para las cosas obvias, pero ya era el colmo.

—Marinette—comenzó con lentitud, como si le hablara a una niña pequeña—¿qué día crees que es?

—Lunes, ¿por qué?

Tikki se golpeó la frente con una de sus pequeñas manitas.

¡Ay, Marinette...!

—Segunda oportunidad: ¿qué día crees que es? —Marinette arrugó la frente, ¿por qué esa insistencia?

—Lunes—volvió a repetir, muy segura de su respuesta. Tikki miró al techo.

"Que me den paciencia" pidió.

—Marinette, hoy es domingo.

Marinette rió.

—Eso es una locura, ayer fue domingo.

—No, ayer fue sábado.

—Pero... De ser así ya tendríamos tres días de fin de semana.

—Es que el viernes no hubo clases, ¿recuerdas? Fue el desfile.

Marinette abrió los ojos, Tikki tenía muchísima razón.

—Soy tan boba—resopló, jugando, avergonzada, con los pliegues de su vestido.—Si la cabeza no la tuviera pegada al cuello, también la habría olvidado.

—No lo dudo—bromeó el kwami, haciendo que Marinette se sintiera peor. —Pero eso es algo que forma parte de ti y que te vuelve tú. Y así te queremos—la consoló, acariciando su cabello.

—Supongo... —suspiró, desganada.—Soy demasiado olvidadiza, no me sorprendería que Adrien me cortara por ello.

Su labio tembló. De un momento a otro,una bomba de emociones la habían atacado. Torpe y lenta, así era ella... Su corazón se volvió un puño, de pronto, enlistando todos sus defectos.

¿Acaso Andrés había llegado antes...? No, no, todavía faltaban tres semanas.

Tikki decidió intervenir antes de que Marinette se hundiera en un vaso de agua.

—¡Anímate, Mary! Adrien llegará en poco tiempo.

—¿Adrien?—preguntó, tallándose los ojos.—¿Hoy? ¿Para qué?

—¿Lo has olvidado? Por tu cara, deduzco que si.

—¡Para nada! Sé muy bien a lo que te refieres—mintió , subiendo las escaleras que la llevaban a su cama. Tal vez podía descansar un poco más. Era temprano para ser domingo, pero tarde si hubiera clases.—Sólo quiero saber si tú realmente sabes.

Tikki sonrió.

—Hoy su aniversario, Mary, ya dos años juntos.

Marinette dio media vuelta a mayor velocidad que Flash, conteniendo un grito.

—¡Es cierto!—sus ojos, momentos antes ópacos, brillaron con intensidad al recordar a su amado rubio.—Dos años con el amor de mi vida...

La pequeña mariquita volvió a reír internamente, mientras su protegida entonaba una dulce melodía romántica entorno a su gran amor por Adrien Agreste.
Todavía recordaba lo dura que había sido con ella para que bajara de esa nube de sueños, para que dejara de anhelar despiertan por aquel muchacho de cabellos dorados. Siempre había creído que Marinette era demasiado joven como para dejarlo ir o aceptar que era un simple amor platónico, que no conocía el amor de verdad. O el amor prohibido.

¡Oh, qué sabría ella de amores prohibidos...!

Sacudió la cabeza, esos ojos verdes que llegaron a su mente estaban fuera de lugar. Imposible. Después de miles de años, ese sentimiento clandestino ya debería haberse evaporado. Aquel gato fastidioso probablemente ya ni se acordaría de ella.

Pero, regresando a su portadora, Marinette siempre destacó de perseverante e insistente, no dejaba nada a medias. Y eso hizo, nunca dejó la batalla por Adrien hasta lograrlo.

— Soy una mala novia—la voz de Marinette la regresó a la realidad. Tikki dejó a un lado sus pensamientos y se volvió a centrar en la peliazul. La chica tenía en manos su gran calendario y un plumón en la oreja.

En grandes y curveadas líneas plateadas, la palabra "Aniversario" resaltaba con todas las letras.

—Bueeeno—la pequeña alargó la palabra, juguetona—sabemos que Adrien es el que se esfuerza en la relación.

Marinette la fulminó con la mirada.

—Además de que ha sido paciente.

—¿Paciente en qué sentido?

—Olvídalo—se resignó el kwami, incrédula todavía de la inocencia de Marinette. Ella y el modelo llevaban mucho tiempo saliendo, era impresionante que todavía no hubiera sucedido "aquello" entre los dos. —¿Qué le regalarás?

—No sé—bufó con simpleza.— Soy pobre.

—¿Pobre? ¡Te acaban de pagar hace unos días!

—Lo he gastado en telas y lápices, el material de arte no crece en los árboles.

—Los lápices son de madera, que, teóricamente, proviene de los árboles...

—Y la sabelotodo ha hablado.

—Oh, vamos. Sólo calla y vístete decente, hoy tendrás un día agitado.

OOO

Luego de volcar el armario de la diseñadora patas arriba, lograron encontrar un conjunto lindo y coqueto que se ajustaba bien al día: soleado, tal cual Marinette los adoraba.

—¿Debo llamarlo?

—Él prometió venir, no debe tardar mucho.

Marinette se acercó a su ventana, el sol ya estaba en lo alto y Adrien llegaría por ella. Lo que no sabía, era qué regalarle.

Pensó en una canción, una sonata en piano, pero Adrien merecía algo más. No un simple traje o corbata, inclusive un reloj, eso era demasiado común.

Debía darle algo especial...

Después de diez minutos pensando y dándole vueltas al asunto, con mucha vergüenza, decidió salir a comprar algunas cosas ante la mirada inquisitiva de Tikki, que la observaba buscar entre sus escondrijos sus ahorros para situaciones de emergencia.
Ya estaba lista.

En todos los sentidos.

—No tardaré—prometió, guardando galletas y jugó en su bolso, para el camino. Todavía tenía tiempo, y si tenía suerte, encontraría todo antes de que Adrien llegara por ella.—No creo que Papillion ataque hoy, así que creo que es mejor que te quedes.

—¿Por qué no puedo acompañarte?

—No es de tu incumbencia.

Tikki abrió la boca, indignada.

—No reclames, también necesito privacidad.

El kwami ya no dijo nada.

Marinette se despidió de sus padres, que la miraban anonadados. Era domingo por la mañana y su hija se encontraba despierta, un gran acontecimiento.

La diseñadora tomó su bicicleta y decidió ir primero a aquella tienda de la que tanto hablaban sus primas cada que tenían la oportunidad. Nunca le había interesado el tema, pero ahora...
Solo rogaba al cielo que todo saliera bien y que no hiciera nada tonto cuando El Momento llegara.

—Alyaaaa, sí, sé que es muy temprano. No, que yo esté despierta no significa que vaya a llover. Necesito tu ayuda, es sobre un tema... Vergonzoso, no, no puedes hacer preguntas por celular. Nos vemos en la plaza.

OOO

—Muy buenos días, señor Dupain, ¿se encuentra Marinette?

—Ya te dije, Adrien, que puedes llamarme Tom—Adrien sonrió—En un momento llega, pasa, pasa.

El joven Agreste entró a la acogedora sala de la familia de su novia. Había cambiado su común chaqueta por un saco gris y unos pantalones del mismo color.

—¡Cariño, Adrien está aquí!—La señora Sabine salió de la cocina, secándose las manos con la toalla. Sonrió al ver al dulce jovencito platicando con Tom.

El matrimonio Dupain Cheng adoraba al Agreste, justo como al hijo que nunca pudieron tener. Marinette no era hija única por voluntad propia, pero ya no estaban para entristecerse por eso. Ambos sabían que su hijita siempre estaría con ellos y ahora, Adrien se había sumado a la ecuación.

—Que gusto verla, señora Cheng.

—El gusto es mío, cariño, dime ¿ya has desayunado?

—No—contestó, emocionado. Le encantaba comer con ellos, todo lo que preparaban era exquisito. No por nada la panadería tenía la bien merecida fama de la mejor repostería de París.

Los tres comieron, esperando a Marinette. Ya había demorado un poco más de lo esperado.

—No te preocupes, hijo—lo alentó Tom, despreocupado—no tardará.

Sabine, al ver la decepción en la cara del joven, decidió que era momento de tomar medidas desesperadas.

—¿Te gustaría ver fotos familiares? ¡Marinette era muy graciosa de pequeña...!

Adrien sonrió con una pizca de malicia. Marinette nunca lo había dejado verla de niña; era ahora o nunca. No pensaba perderse esta oportunidad por nada en el mundo.

OOO

Al cabo de media hora y varias tazas de chocolate casero, Marinette llegó con una sonrisa abochornada a la casa. Alya se había despedido de ella dos cuadras atrás deseándole la mejor de las suertes.

Ver a Adrien convivir con sus padres, le hacía darse cuenta de que no había dudas, él era el chico correcto. Se acercó a ellos, se había encargado de dejar sus compras en un lugar seguro donde nadie fuera a esculcar entre sus cosas.

—Hey...—se le cortó la voz cuando vio a todos reunidos, con los álbumes de fotos en las manos. Se tiñó de rojo hasta las orejas y se lanzó sobre ellos.
Aunque ya nada podía impedir lo inevitable.

—Hija, esos no son modales adecuados, ¿qué pensará tu novio?—la reprendió Sabine, ayudándola a levantarse.

—Que era ridícula de bebé —masculló entre dientes.

Adrien sonrió con más ganas. Marinette hizo un puchero.

—Te veías muy linda de Mulán, amor—ronroneó, con fingida inocencia. Su novia lo fulminó con la mirada, mientras el matrimonio se enterraba las uñas para evitar soltar la carcajada.

—Sí, "Hola ¿cómo estás, amor?" ¡Ah, sí! Yo muy bien, ¿y tú? —gruñó, de brazos cruzados.—Feliz aniversario.

—Oh, cariño—Adrien se levantó para abrazarla, con aire pícaro. —¿Lista para el mejor día de tu vida?

—No—volvió a gruñir.

—Será mejor que nos vayamos...—dijeron Sabine y Tom al mismo tiempo, levantándose con cautela del lugar y refugiándose en la cocina.

Marinette quedó frente a frente con su novio, que seguía con aspecto inocente.

—Te ves hermosa, Mary.

—"Ti vis hirmisi Miri"—lo imitó, justo como Alya solía hablar cuando no entendía algo. Tal parece que las costumbres de tus seres queridos se pegan. Adrien rió y la volvió a abrazar por los hombros.

—Yo también estoy feliz de verte, luz de mi vida—bromeó, besando su mejilla.— ¿Lista para irnos?

—¿A dónde?

—Es una sorpresa—le guiñó un ojo. —Pero te aseguro de que te gustará y será muy divertido.

—De acuerdo—dijo ella, muy emocionada. El pequeño rencor que tenía se había evaporado.—Papá, mamá, vuelvo tarde, ¿vale?—gritó, ya en la puerta de entrada.

—¡Qué tengan un buen día, cariño!

La pareja salió a la calle, donde la actividad adormilada y calurosa del domingo los recibió de forma agradable. El olor de pan recién horneado, flores recién cortadas y las melodías risas y campanillas de las cafeterías de fondo. El encanto de París tomaba las riendas.
Caminaban de la mano, sin soltarse. Marinette se sorprendió de lo callado que estaba su novio. En otras ocasiones no habría dejado de alardear sobre sus grandes planes. Ahora, solo caminaba a su lado con una sonrisita petulante.

—¿Es muy lejos?

—A unos pasos, ¿te molesta caminar?

—No, en realidad no. Es sólo que se me hizo extraño que tu "gorila" no estuviera con nosotros.

—Ya te dije, es un día especial

Adrien la guió por cinco cuadras aproximadamente y Marinette comenzó a arrepentirse de haberse puesto tacones.

Pasaron por las grandes tiendas de prestigiosos diseñadores, incluida la del señor Agreste, repleta de paparazzis en las entradas y de personas luchando por entrar a ver las novedades. Marinette suspiró, ella quería ser una diseñadora tan famosa como el señor Gabriel.

—¡Ya casi llegamos!—aseguró Adrien, casi brincando de la emoción. Se encontraban en una calle colorida, silenciosa y llena de plantas y árboles de todas las especies, así cómo farolas con estilo barroco y de métales brillantes. Elegante, costoso. Una calle bonita, representantiva en su totalidad de la belleza sutil de Francia.
Caminaron hasta llegar al final de la callejuela, donde un edificio de un color pastel se alzaba con sus grandes ventanales azulados y los balcones con rosas blancas, tenía un pequeño cartel en la entrada, buscando la discreción al máximo, con la siguiente leyenda:

"Estudio fotográfico"

Adrien la detuvo.

—Durante mucho tiempo, amor—empezó, con las mejillas rojas—tú has basado tus diseños en mi. He ayudado en el estudio y te he acompañado a comprar tela, a coser y, principalmente, a superar esos momentos de bloqueo donde la inspiración te abandona. Aunque eso no es lo más especial del mundo, para mí lo es, porque cada momento que estoy contigo entre el papel cuadriculado, los patrones y maniquíes, es tan valioso como el oro. Porque te amo y eres, Wow, la novia más maravillosa del mundo.—Marinette se mordió la lengua, maldita sea, quería llorar. —Así que ahora, he pensado que me gustaría compartir contigo un día en mi trabajo, llevarme tu recuerdo, la experiencia de tenerte cuerpo a cuerpo frente a aquella cámara, como tú con la cinta de medir. Por favor, Marinette, ¿aceptas tener una sesión fotogénica conmigo?

Marinette sintió una punzada en el pecho. Varios meses atrás le había preguntado al modelo porque siempre aparecía solo en sus fotos, la respuesta era simple: No había modelado nunca con alguien que no fuera su madre, y quería mantenerlo de esa forma porque era algo que sólo ellos dos compartían.
Significaba mucho que ahora él estuviera pidiéndole aquello. Siempre era él quien pedía esa clase de cosas lindas. Rayos, Tikki tenía razón, Adrien era el que se esforzaba en la relación.

—Sé que estarás pensando que siempre te digo discursos cursis (no puedo evitarlo, ya sabes, soy un romántico sin remedio), pero entiendo que no quisieras...

—Obvio que quiero, me encantaría. Desde que me enamoré de ti—sus mejillas se encendieron, recordando esos momentos donde parecía más una psicótica acosadora que una adolescente enamorada—, no he hecho más que imaginarme lo que sería tomarme fotos a tu lado.

Ambos rieron por la repentina confesión. Adrien le acomodó un mechón suelto de la melena azulada . Marinette se estaba dejando crecer mas el cabello y eso sólo provocaba que se viera más adorable de lo usual.

—¿Lista para entrar?

—¿Me gusta diseñar?

—Ya capté—rió el modelo, abriendo la puerta.

El aire acondicionado le dio de lleno en el rostro. Refrescante, sin dudas.

Admiró, llena de curiosidad, el espacioso lugar donde su novio vivió la mayor parte de su vida. Gente caminaba de un lado a otro cargando trajes, disfraces y grandes cámaras atadas al cuello. Gente de todas las variedades, tonos, tamaños. Cada uno con su respectiva gran sonrisa. Incluso los fotógrafos y asistentes, que usaban prendas rimbombantes y coloridos cabellos.
El lugar se podía definir como un sitio donde nadie era juzgado. Y eso le encantó a Marinette.

—¡Debe ser muy divertido trabajar aquí!

—A veces, depende mucho del fotógrafo—le explicó, mientras sacaba su pase de la cartera para que les permitieran acceder a uno de los pequeños estudios. —Es un arte. El o ella debe saber llevar al modelo, si no lo hace, se volverá tedioso.

Con cada nueva palabra, la diseñadora se adentraba un poco más en las profundidades del océano que le pertenecía al Agreste. Todo era mucho más complicado que tener una cara bonita o una sonrisa agradable, habían procesos largos de edición y montaje que tardaban en busca de la mayor originalidad posible.
Se emocionó más al imaginar, que un día sus diseños formarían parte de ello.

Loving can hurt
Loving can hurt sometimes
But it's the only thing that I know
And when it gets hard
You know it can get hard sometimes
It is the only thing that makes us feel alive

—¡Hey! Fabrizio, Tina, Agatha, ¿cómo va?—Saludó Adrien, entrando a uno de los sets. Los tres que estaban adentro organizando cosas se acercaron con una sonrisa, mirando de reojo a Marinette.

—Va bien, ¿y tú?—contestó una jovencita de aproximadamente veinticinco años, con un corto cabello rosado y lentes de montura verde. El rubio y la chica chocaron puños, como viejos amigos. Marinette se removió incómoda mientras los otros dos intercambiaban saludos con su novio.
De los tres, solo reconocía al fotógrafo, había ido una vez a la escuela a tomarles la foto escolar.
Y, al aparecer, él también la reconoció.

—Oh, bella bambina—dijo, con un marcado acento italiano—Yo te recuerdo, me habías pedido una fotografía especial. Valiente y decidida, sí.

Las dos chicas, no mucho mayores que ella, la observaron sin discreción después de las palabras de su mentor.

—¿Es tu novia, Adrien? ¿La famosa Marinette?— preguntó la otra, con un alborotado cabello rizado y rubio. La ojiazul se sentía como un animal de zoológico. Adrien asintió, orgulloso, a lo que la chica sonrió con ganas. La Dupain era toda una leyenda en el estudio; no cualquiera lograba ganarse el respeto del señor Agreste ¡Ni mucho menos el corazón de su hijo! —Mucho gusto, soy Tina, ¡Estoy muy feliz de poder conocerte! Adrien no deja de hablar nunca de ti, ¡eres tan bonita! Díganme, ¿qué necesitan?

—Bueno, hoy es nuestro aniversario—musitó, con timidez—y Adrien tenía pensado una sesión...

—Una sesión especial—terminó él.—¿Me ayudarían?

—Oh, me muero de ternura—susurró Tina, fingiendo secarse las lágrimas.— Te ayudáremos, ¿verdad, Aggie?

—¡Por supuesto!—respondió Agatha, con complicidad.—No se celebra un año de novios todos los días.

—En realidad, ya son dos—comentó Marinette, Agatha abrió mucho sus ojos. Parecía ayer cuando Adrien llegó de mano de la señora Agreste para hacer su primera sesión. Se conocían desde pequeños, y sabía bien que él sufrió demasiado. Merecía ser feliz.

—¡Todavía mejor!

La parisina soltó una risa. El equipo de Adrien era muy simpático. Ahora comprendía porque le gustaba tanto lo que hacía. Significaba mucho que ambos compartieran sus metas y deseos.

En menos de diez minutos, Fabrizio y Agatha ya habían añadido los últimos detalles al set y ayudaban al modelo con su ropa y peinado. Al parecer, Aggie empezó a trabajar en la fotografía desde que andaba en pañales.
Tina, por otro lado, se encontraba en un pequeño camerino con la Dupain. No dejaba de decir que estaba muy alegre de poder aplicar sus aptitudes de maquillista en una chica, pues siempre le tocaba trabajar con hombres y no se dejaban hacer más que un retoque con base si se encontraban con buen humor. Talento desperdiciado, había dicho.

—Dime, Marinette, ¿has modelado antes?—Ella negó con la cabeza, mientras Tina la maquillaba con cuidado y con una chispa maternal en la mirada.—No te preocupes, es como jugar.

—¿Jugar?—preguntó, con cuidado de no moverse mucho. Tina asintió levemente, concentrada al cien por ciento en el delineado de sus ojos.

—Jugar con las posturas y caras, como cuando eras niña y jugabas a adivinar películas o personajes. Te divertirás, te lo aseguro.

—Suena interesante—Tina volvió a asentir—¿Por qué no fuiste modelo?

—No todos nacemos para eso.

—Yo creo que eres muy linda, ¿sabes? Y se nota que amas con tu vida tu trabajo.

Tina sonrió con melancolía.

—Gracias, pero soy más tiesa que un palo cuando me pones frente a una cámara. No todos tenemos ese talento. Pero, no se trata de mi, sino de ti. —Rebuscó entre su estuche de labiales, en busca de alguno que combinara con el vestido bermellón. —Dos años es mucho tiempo.

—Adrien lo vale, cada momento junto a él—respondió con simpleza, mientras Tina alargaba las comisuras de sus labios.

—Así se habla. Ahora, vamos, que ya estás lista para el primer disparo.

OOOO

—¡Pero miren a esa bella princesa que se aproxima!—exclamó Adrien nada más verla entrar. Marinette le guiñó un ojo, mientras daba una pequeña vuelta. El joven Rubio se acercó bailando hasta ella, moviendo su corbata con gracia.

Él también estaba muy guapo. Tenía un traje rojo y una camisa azul, que contrastaban totalmente con sus ojos.
Fabrizio, Tina y Agatha aplaudieron cuando la pareja se dio un pequeño beso fugaz.

—¡Qué inicie la sesión!

Los dos se colocaron frente a frente. Con una postura coqueta y bromista. Marinette suspiró. No podía creer que estuviera ahí, con él. En ese momento que tanto anheló en sueños y fantasías de una ingenua adolescente.

—¿Nerviosa?—susurró Adrien, mientras la sujetaba de su pequeña cintura. Todo parecía tan irreal, que sintió miedo de caer y despertar. Se sujetó con más fuerza de su cuello, a pocos centímetros de su cara. No corría peligro mientras viera esos ojos esmeraldas.

—Ni un poco.

We keep this love in a photograph
We made these memories for ourselves
Where our eyes are never closing
Hearts are never broken
And times are forever frozen still...

Con cada foto, Marinette podía conocer una cara nueva de Adrien. Más suelto, más bromista.
Más él y menos niño perfecto.

Era tan divertido.

Gritos, bailes, actuación, todo estaba entrelazado al momento de posar. Cada nuevo escenario, cada cambio de vestuario. Todo era una historia nueva.
Desde los antiguos, delicados y suaves vestidos de seda con aspecto de damiselas en apuros y las pesadas armaduras de plata; hasta las innovadoras chaquetas de cuero y las botas de motociclistas con pinchos plateados. Amores no correspondidos e inocentes amores de la niñez. Si le hubieran pedido una definición sobre la fotografía, habría contestado: "Máquina del tiempo" Porque eso era, una forma de viajar al pasado mediante los más queridos recuerdos. Capaz de revivir lo que ya no estaba y reanimar lo que parecía a punto de desfallecer.

Adrien la controlaba con una mirada.
Estaba en su territorio, y él se aprovechaba de ello. Pero no le importaba. Todo surgía solo.

Ojalá que así de bien saliera su regalo para él. Tan solo pensarlo, se moría de vergüenza.

—Imaginen que están solos, que no hay nadie mas que ustedes. Y díganse todo eso que quieran.

Adrien y Marinette voltearon a ver a Fabrizio. Rieron al mismo tiempo, comunicándose solo con la mirada. Tina deseó poder tener algún día una relación como la de ese par.

—Ella ya sabe todo lo que siento.

OOO 

So you can keep me inside the pocket

Of your ripped jeans

Holding me closer till our eyes meet
You won't ever be alone
Wait for me to come home

—¡Son preciosas!

Estaban sentados en una de las bancas del parque. Las fotos no habían tardado mucho en revelarse y ahora, las tenían en desorden sobre sus piernas. Tina y Aggie tenían razón: No necesitaban actuarlo. El amor que transpiraban bastaba.
Adrien soltó una carcajada al ver una de las últimas, donde Marinette tenía toda una bola de helado pegada en la mejilla por causa de un tropiezo. Sus mejillas estaban infladas y, sus ojos azules, furiosos.

—Sí, son preciosas. En especial esa, la llevaré todo el tiempo conmigo. Será mi amuleto de la suerte.

—Ni creas que permitiré eso.

—Sólo imagínate: Un día, en un futuro, nuestros hijos verán estas fotos y preguntaran porque no hay ninguna en la que no salgas tan linda—explicó—y llegaré yo, con esta foto para demostrar que aún con todo, lo sigues siendo.

Ella guardó silencio. Adrien imaginaba una vida con ella, con hijos. Juntos, enamorados.
Lo tomó de la mano, ese día estaría siempre en su memoria.

—De acuerdo, pero yo quiero una foto tuya.

—Tienes demasiadas, ¿acaso debo recordarte las que tienes escondidas debajo de tu cama...?

—No se supone que sepas eso—lo regañó—pero quiero una que nadie más tenga.

—Déjame pensar... Prometo dártela, ¿vale? Solo tengo que encontrarla.

—¿Promesa?—Ella extendió su meñique.

—Promesa.

Recostó su cabeza sobre su hombro. El cielo ya estaba anaranjado. No podía creer que hubieran pasado todo el día en el estudio. 

—Hey, Mulán —bromeó él, dándole un trozo de un chocolate que encontró en su bolsillo. Recibió una mirada molesta, pero él se encargó de arreglar la situación.—Eres mi princesa favorita.

—Y tú mi príncipe favorito.

A lo lejos, la torre Eiffel se iluminaba. Siempre era un espectáculo digno de ver. Se sentían como turistas que habían escapado para tener un fin de semana romántico en la cuidad del amor. Marinette respiró profundo, se sentía en paz.

—Te tengo un regalo—él la miró enternecido.

—No había necesidad...

—Claro que la hay, mira, cierra los ojos

Adrien obedeció.

—No los abras, ¿vale?

—Nope.

Marinette le colocó el dije que había comprado. Sólo un pequeño detalle antes del verdadero regalo. Adrien abrió los ojos.

—Marinette, es muy lindo—agradeció, sonriendo como un tonto. Era un pequeño guardapelo con una fotografía de ellos dos. Su primera fotografía juntos: durante la graduación.

—Para que me recuerdes—bromeó.

—No hay manera de que te olvide nunca.

Adrien le dio un casto beso en la cabeza.
Imaginó toda una vida a su lado en sólo cinco segundos cuando descubrió que le gustaba. Ahora, ya no podia imaginarlo de otro modo.
Sonrió. Ser diseñadora era una simple ambición mundana.

Él era su sueño.

Había llegado la hora de darle su regalo. No tenía dudas, ni miedo. Volvió a mirar las fotos; normalmente le costaba sonreír para las selfies o las fotografías tradicionales, con él no tuvo necesidad de fingir estar contenta. Lo amaba.

Oh, you can fit me
Inside the necklace you got when you were 16
Next to your heartbeat
Where I should be
Keep it deep within your soul

—Adrien—lo llamó.

—¿Qué pasa?

—Sígueme.

Fue el turno de Marinette de tomar al toro por las riendas. Se ajustó bien su chaqueta y pasaron sin mirar ni una vez el puesto de crêpes favoritas de la diseñadora . Adrien entendió, entonces, que se trataba de algo importante. Marinette nunca gastaba la oportunidad de comprar un crêpe.

La parisina decidió que tenía que ser un lugar tranquilo y simple. Mágico.
Caminaron muy poco, para su fortuna.
No tardaron mucho en llegar al Hotel de París. Pasaron corriendo la recepción, mientras la azabache ignoraba totalmente al rubio, que se esforzaba por no tropezar con las maletas de los huéspedes del elegante lugar.

—Marinette, ¿qué se supone que hacemos aquí...? —Ella no respondió. Se encontraban en el elevador y, por primera vez, un silencio incómodo reinaba entre ambos. Llegaron al décimo piso. La diseñadora estaba muy concentrada en abrir la puerta. La idea no se le había ocurrido esa mañana nada más, llevaba demasiado con eso en la cabeza. No encontraba necesidad para esperar más. Él jamás la lastimaría.

—No quiero que te burles,¿de acuerdo?—dijo, en apenas un susurro. Antes de que el modelo pudiera volver a replicar, ella le cubrió los ojos con una venda y lo sentó sobre lo que parecía una cama. Un olor agradable llenaba el cuarto, semioscuro.
El corazón de Adrien se aceleró.

—Adrien, yo... Yo te amo, ¿sabes? Y realmente aprecio todo el tiempo que hemos estado juntos. No quiero que pienses que no te quiero lo suficiente, porque, en realidad, no es así. No puedo expresar mis emociones tanto como me gustaría...—su voz tembló del nerviosismo, Adrien podía sentir su presencia casi encima suyo. —Quiero estar contigo.

Le retiró la venda de los ojos.

Aún en la la oscuridad, las mejillas flamantes de la chica eran visibles. Adrien la miró con ternura, a ella, a su discreta ropa interior, al cabello suelto y desordenado, al irresistible perfume... A todo. Las velas le daban una aura casi angelical.
Su novia era la mujer mas hermosa del mundo.
Tenía tantas ganas de besarla hasta quitarle el aliento, de sentir esa delicada piel contra la suya...

—No quiero que te sientas obligada a nada, Marinette.

—No, Adrien. Yo quiero. Lo quiero desde hace mucho.

Lo besó.

Lo besó con deseo, desesperación. Un amor irracional, contenido. Sus labios de sincronizaron en un danza traviesa. Sus manos recorrieron con sutileza la piel al descubierto.
Cada roce, cada mínimo contacto, la llenaba de felicidad. El aniversario perfecto.

Por fin.

Y, aquella noche, dos almas se volvieron una.

And if you hurt me
Well, that's ok baby only words bleed
Inside these pages you just hold me
And I won't ever let you go

OOO
...

—No tardaré, ¿de acuerdo?

—¿Segura que no quieres que vaya contigo?

—No, no, estoy bien, si tú me acompañas, ¿quién cuidará a los niños?

—Alya y Nino.

—Sabes que eso no es una buena combinación.

—Amor...

—Te dejaré acompañarme hasta la calle seis, ¡pero! Sólo hasta ese punto, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

La pareja llegó hasta esa esquina, él sujetaba con fuerza su mano. La miró a los ojos. Sonreía. Siempre lo hacía.

—Es el adiós, gatito.

—No digas eso, que me preocupas.

—Okey, es un hasta luego. —Corrigió.—Regresaré en una hora o dos como mucho, ¿está bien?

—Insisto, debo ir contigo.

—No, no. Tu hijo quiere jugar un rato contigo y sus amigos, lo prometiste. Es su cumpleaños.

—Está bien, pero no te vayas sin darme un beso.

Ella puso los ojos en blanco.

—Sólo uno.

—Sólo uno—confirmó.

Sus labios se unieron. Él adoraba disfrutar de su sabor.
Ella se separó demasiado rápido. El tiempo era oro y no quería demorar mucho.

—Veo que nunca te quitas mi collar, ¿verdad?—comentó, al ver el destello plateado de la cadena alumbrada por la luz.

Él se encogió de hombros, culpable.

—Cuando te extraño, solo debo verlo.—Le dio otro corto beso. Mientras ella le guiñaba un ojo.

—¡Nos vemos! Prometo no tardar en volver a casa. Dile a Louis que se ponga el traje para la foto.

—¡Sí! ¡Cuídate! ¡Aquí te esperaremos!

La vio marchar. Con su largo cabello a la cintura y la gabardina roja amarrada en un moño.
Suspiró.

Él se quedó ahí, bajo la farola.
Todavía disfrutando del dulce sabor de sus labios.

¿Quién diría que esa sería la última vez?

Ella no tardaría en llamar a casa...

When I'm away
I will remember how you kissed me
Under the lamppost back on 6th street
Hearing you whisper through the phone
Wait for me to come home.

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Primero que nada: Yo también me quedé con ganas de escribir lo que ocurrió en el cuarto del hotel XDD Pero, es un fanfic para todo público y no venía al caso.
Tal vez sea un capítulo extra 🌚 Tal vez...

En fin.

¡Buenas, buenas!

¡Muchísimas gracias porque ya son 20k de vistos y 2k de votos! ¡Me hacen llorar! :'D ❤️
Son los mejores lectores del mundo, ¿ya se los había dicho?

Cada vez falta menos para que esto termine </3

Y, estoy a una semana de presentar mi examen D: Denme suerte, chicos XD ❤️

Espero les haya gustado.

Estrellitas y comentarios son bienvenidos.
Gracias por leerme.

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