Época.
Sugerencia: Escuchar la hermosa canción de multimedia.
ÉPOCA.
Un período de tiempo determinado en la historia o vida de la persona.
Cuando Alya era pequeña, vivió una infancia bastante difícil. En realidad, prefería llamar la época oscura.
Era a menudo molestada en el colegio debido a que acudía vestida como sus súper héroes favoritos. Jalaban de su capa, la humillaban. Pegaban comida en su cabello, la llamaban farsa, mentira, tonta e ingenua. Nunca supo porque era el hazmereír de su colegio, ni tampoco porque se afanaban en hacerla sentir menos. Ni siquiera cuando lanzaron sus cosas al río. Sólo era una niña con un sueño.
Pese a todo, jamás se rindió.
Porque ella sabía y tenía fe en que el bien siempre vencía al mal. Los villanos no lograrían derrumbarla a ella, la heroína más fuerte del mundo. Los héroes la salvarían, así sería en algún momento. Y podría callar la boca de todos esos crédulos.
Conocer a Ladybug fue como un sueño hecho realidad.
No tenía envidia, ni rencor, confiaba plenamente en la chica de traje rojo. Sí ella no había sido elegida, debía ser por una cosa y creía de manera fiel en lo que el destino deparaba a las personas. Y Ladybug lo merecía en su totalidad.
Audaz, gentil y muy genial. Así era Ladybug.
También era muy risueña, bromista e intrépida. No era perfecta, porque tenía todos los errores de los humanos, pero lo era a su modo.
El mismo día que conoció a Ladybug, conoció a Marinette.
Su nueva mejor amiga, la chica que siempre había estado buscando.
Marinette la más tímida (y algo torpe) chica que había conocido. Todo lo contrario a ella, la alocada y curiosa. Conforme más la conocía, conforme más cercanas eran, más se daba cuenta de las cosas. De lo obvio de la vida.
Porque Alya no era tonta.
Fue una verdadera sorpresa descubrir el secreto de la chica de grandes y brillantes ojos celestes.
No dijo nada, ni siquiera cambio su actitud hacía ella... Bueno, sí, la respetaba más de lo que ya hacía y la idolatraba por ser capaz de vivir dos vidas a la vez.
Marinette Dupain Cheng se volvió su heroína. Su ejemplo a seguir.
Como su mejor amiga, se daba cuenta de sus constantes ausencias. De su apariencia, la confianza que ganaba conforme vencía a cada nuevo villano. Su pecho se hinchaba de orgullo cada que veía como Ladybug seguía sus consejos en el campo de batalla. Como su mejor amiga, guardó el secreto.
Eso es lo que una mejor amiga, casi hermana, hacía.
¿No?
Así que cuando Marinette le pidió que fuera su madrina de honor en el día de su boda, no dudo ni un segundo.
Se sentía en una especie de fantasía: ¡Sería la dama de honor de su súper heroína favorita y hermana! ¿Podría haber algo mejor? Realmente, Alya se sentía como la chica más afortunada de todo París. Italia ya no era un hogar para ella, aquella nación francesa se volvió suya, ella pertenecía ahí, todas las personas que le importaban se encontraban ahí.
De cierta forma, debía agradecerle a Chloé Bourgeois.
Si la chica consentida no se hubiera empeñado en que su padre contratara específicamente a su madre, la señora Césaire, para que fuera su chef predilecta, Alya no hubiera conocido a ninguno de sus nuevos amigos.
Aquel día, se despertó muy temprano. Era el día más importante de todo el mundo. Su cámara de vídeo y el celular transmitiendo todo por el Ladyblog no podían faltar.
Medio París se arremolinaba en la entrada de Notre Dame, donde los dos súper héroes más queridos de la nación consumaban su feliz matrimonio. Podrían ver, por primera vez sus identidades, después de años de espera. Los invitados, charlaban entre sí con emoción. Un hermoso arco de flores de cerezo adornaba la entrada de la iglesia. Y miles de otras flores decoraban el amplio camino de piedra hasta la fuente de marfil. El lugar, un claro ejemplo de la belleza arquitectónica propia de París, rebosaba elegancia, vida, alegría, calma.
Los árboles abrían sus brazos en dirección al cielo, y sus hojas danzaban al compás del viento, dulce y amargo al mismo tiempo. Alya caminaba de un lado a otro acompañada de Nino y una gigantesca cámara, preparada para grabar todo en primer plano. Después de tantos años, de tantas batallas, por fin.
Adrien Agreste bajó primero de la enorme limosina ¿Él era Chat Noir? ¿El hijo de Gabriel Agreste? ¿Aquel magnate que desapareció de la noche a la mañana después de una misteriosa batalla? ¿El modelo más cotizado del medio? Jaló del cuello de su corbata azul con nerviosismo y realizó una reverencia, justo cuando otra persona abría la puerta donde su futura esposa esperaba.
Los ojos de Alya se cruzaron con los de Marinette.
Ambas sonrieron.
Y lloraron, mucho, cuando la morena le entregó los anillos.
No hubo necesidad de palabras.
...
— ¡Gracias por proteger París!
— ¡Los amamos!
— ¡Son los mejores!
— ¡Te amo Chat Noir, te amo Ladybug!
— ¡TENGAN MUCHOS HIJOS!
— ¡Bravo por Marinette y Adrien!
La gente no dejaba de gritar en las entradas, pidiendo entrar al evento más importante en décadas. Los afortunados, disfrutaban de la compañía de los novios, deleitándose con la música, la comida y sus fascinantes historias. Probablemente, era la boda más elegante, lujosa y grande de toda París. La familia de Marinette no dejaba de abrazar al joven Agreste, que ahora huérfano, se encontraba en la gloria al sentirse parte de una familia. Sus ex compañeros de instituto, aplaudieron con fuerza.
—Primero que nada, amigos, parisinos, familia— Todos voltearon a donde la bella novia. Su voluminoso vestido, diseñado por su marido, le daba el aspecto de una princesa de cuentos de hadas. Sujetaba con fuerza la mano de su esposo. Como siempre, no podían faltar sus aretes y el anillo que ambos llevaron puestos durante muchos años. Tikki y Plagg, escondidos entre las flores, aplaudieron junto a los demás. En los ojos de los niños, varios ya adolescentes, que los dos héroes habían salvado durante su trayectoria, brillaron y un coro de voces apoyaron a la chica.—Queremos agradecer que se encuentren con nosotros y que nos den su apoyo. Nunca creí que este momento, en aquellos tiempos lejanos, esté sucediendo.
Adrien abrazó a su esposa.
—Te amo, my lady.
La sonrisa de ambos iluminó todo el lugar.
—¡Bueno, bueno!— gritó Alya, con micrófono en mano— Como dictan nuestras tradiciones, todos los invitados formen una fila delante de la pareja para tomarles las fotos del álbum de recuerdos.
...
La mayoría de los niños se encontraban en el patio de juegos. Era hora de que los adultos tomaran las riendas de la fiesta.
Los animadores, Nino y Alya, se encargaron de iniciar con la verdadera celebración. Como siempre, eran la pareja de los planes malévolos.
—¡Damas y caballeros!— vociferó Nino, bajando la intensidad de las luces.— Creo que es hora de aplicar picante a la fiesta, ¿no creen?— los adultos gritaron en señal de aprobación.— ¡Adelante, linda novia!— Marinette caminó hasta el centro de la pista, con un vestido largo que se pegaba por completo a su figura. No caminaba sola, pues Alya la arrastraba prácticamente contra su voluntad. Estaba completamente sonrojada. Agradecía que sus padres se hubieran marchado por cuestiones laborales, prometiendo regresar un par de horas más tarde. —¡Como dictan las costumbres, todos los hombres jóvenes pasen al frente!
Adrien frunció el ceño, eso no le gustaba para nada.
Todos los adultos jóvenes y alguno que otro adolescente con hormonas alborotadas, se precipitaron en manada contra la asustada Marinette. Una sonrisa lobuna y socarrona se dibujó en el rostro de la pareja de animadores. Marinette frunció el ceño, pero Alya no la soltó.
—La novia levantará un centímetro de su vestido cada que alguien le de dinero. Mientras más efectivo, mayor pierna. — Bromeó Nino. Adrien corrió para golpearlo, pero unos chicos lo detuvieron. Marinette estaba indignada ¡El único que la vería sería su marido!— Cuando se vea esa liga de encaje que todas las novias llevan, quien oferte más se la llevará de recuerdo ¡Adelante!
— ¡No, me niego, yo no lo haré!— bufó la novia, mirando de mal modo a su mejor amiga.
—Que lastima, porque ya no hay marcha atrás.
Uno por uno, los chicos fueron dando el dinero. Marinette, primero a regañadientes, cedió. Poco a poco, la diversión fue subiendo y ya no le importaba tanto. Reía con cada cumplido. Después de todo, Ladybug se había ganado a pulso a todos esos admiradores.
Varios de sus amigos y ex compañeros de clase, como Kim, Max e incluso Iván se habían formado. Al fondo, podía ver a sus novias riéndose de ellos. Pero el novio no reía, estaba que se lo comían los celos.
— ¡Y ahí está, amigos, la famosa liga de novia!— exclamó Nino, mirando de manera indiscreta la piel libre de Marinette. Por suerte, Alya no se había dado cuenta. — ¡Empiezan las ofertas!
— ¡Cien!— inició Kim, con una fuerte carcajada.
— ¡Doscientos!— gritó un jovencito de quince años.
— ¡Trescientos cincuenta!— apuntó otro.
— ¡Ochocientos!
Todos voltearon a ver al susodicho, incluido Adrien.
Nathaniel, el tierno artista, se encontraba totalmente rojo, levantaba los billetes con timidez y escapaba de la mirada divertida de su antiguo platónico de secundaria.
No, esto no se quedaría así.
— ¡Mil quinientos!— se defendió el novio. Nathaniel apretó los puños. "¿Quién lo había invitado?" No dejaba de preguntarse Adrien.
— ¡Dos mil!
— ¡Oh!— canturreó el público.
— ¡Tres mil! ¡No creas que te dejaré! ¡ES MI ESPOSA!
— ¡Tres mil quinientos!— Al parecer, a Nathaniel no le importaban las amenazas del rubio.
Adrien levantó la barbilla con altanería al compás de una sonrisa egocéntrica que sonrojó a Marinette.
—Diez mil.
Nathaniel bajó el rostro, derrotado. Los invitados aplaudieron. Nino también.
— ¡Y ha ganado el novio, señores!
...
Cuando la fiesta ya había terminado y tras un montón de momentos graciosos entre la parejita, los invitados comenzaron a despedirse poco a poco. Al final, los cuatro amigos de siempre reían juntos mientras Nino bailaba en la tarima del salón, rodeado de globos y serpentinas rojas y verdes.
La noche había caído y la luna, silenciosa se alzaba sobre ellos orgullosa de marcar la media noche. Sin dudas, había sido el mejor día de sus vidas. Preguntas, coincidencias, sospechas, los dos morenos no dejaban de interrogar a los dos súper héroes de París, que respondían gustosos y animados.
Cuando el gerente del lugar les indicó amablemente que era hora de cerrar, los cuatro agarraron sus abrigos y se dirigieron a la puerta. Como era costumbre, Nino y Alya caminaban al frente, discutiendo sobre quien había tomado las mejores fotos durante la velada. Adrien y Marinette caminaban tomados de las manos.
Un relámpago. Gotas salpicando su ropa. Agua mojando la piel. Cielo color acero.
Alya y Nino corrieron a buscar refugio en la limo que los esperaba metros más adelante. Marinette intentó hacer lo mismo, pero su esposo la detuvo.
—Adrien, ¿qué haces?— preguntó con el fantasma de una carcajada en la garganta. — Nos estamos empapando. No todos tenemos un cómodo traje, cariño.
—Hola. —Saludó el rubio, con una amplia sonrisa. Su novio enarcó ambas cejas.
—Amor, ¿estás sordo? Dije que...—empezó a decir, pero fue bruscamente interrumpida. Adrien sacó un paraguas negro de alguna parte de su manga. Como hoja que es llevada por el viento, Marinette fue llevada por un paseo de recuerdos.
Y ahí estaba ella, con esas coletas, el tímido semblante, el frío calando los huesos.
Y ahí estaba él, vacilante, culpable, gentil.
—Yo quería que supieras que la última vez yo estaba tratando de quitar la goma de tu asiento— afirmó Adrien, sin mirarla directo a sus ojos, ya cristalinos de la conmoción. Su tono de voz era tan hondo. –Es verdad, ¿sabes?— suspiró, estaba completamente rojo. — Yo nunca fui a una escuela antes, nunca tuve amigos. Todo esto, para mí es... ¡Ah! Es un poco nuevo. — Se encogió de hombros, como un crío que no rompe un plato y extendió la sombrilla.
Marinette sonrió, complacida, perdidamente enamorada.
A diferencia de la primera vez, no dudó ni un segundo en tomar el paraguas. Tampoco se cerró alrededor suyo.
Ésta vez, lo besó.
...
—Es una hermosa fotografía, Alya, muchas gracias. — Alya sonrió con melancolía al ver a la pareja de recién casados bajo el umbral del salón, cubiertos por aquella sombrilla oscura.
—No es nada, Adrien, estoy segura de que le hubiera encantado...
—Le encantó— aseguró el rubio, abrazando aquel portarretratos como si su vida dependiera de ello. En éste, la pareja sonreía frente a la iglesia. Alya sonrió con melancolía. Sí, a Marinette le había encantado, estuviera donde estuviera.
Nino se acercó a los dos, tenía de la mano a Emma y cargaba al pequeño Louis en brazos. El rubio se había dormido. Corriendo, llegó Hugo, con un balón de basquetboll en la mano.
— ¿Ella es mamá?— preguntó el niño de ojos celestes, subiendo al regazo de su padre. Los adultos sonrieron. Emma guardaba silencio, aferrada a la mano de su tío. No quería ver la foto.—¡Es preciosa!
— Lo es, hijo, lo es.
...
"Hubo una época, en la que una heroína de flameante traje rojo vigilaba las calles de París. Acabó con el mal, el odio y los rencores. Todos la amaban, cada que sonreía, toda Francia lo hacía. Y sus ojos, aquellos dos cielos cristalinos capaces de ablandar el corazón más duro. Su compañero, un coqueto gato negro jamás la abandonó. Incluso cuando ella abandonó este mundo. Ella... gracias a ella viví la mejor época de mi vida.
Ella era mi mejor amiga."
--------------------------------
------------------------------------------
---------------------------------------------------
-----------------------------------------------------------
¡Buenas noches!
Quería subir este capítulo de los últimos, pero, he decidido no hacerlo (evidentemente).
Y, pues bueno, nuestros adorados héroes han crecido.
¿Alguien más llorando? ¿No? ¿Nadie...?
Estrellitas y comentarios son bienvenidos <3
¡Bye, bye, pequeñas mariposas!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top