3. No sabía que la primavera duraba sólo un segundo


3. No sabía que la primavera duraba sólo un segundo


Se llamaba soledad

Y estaba sola,

Como un huerto

Maltratado por las olas,

Coleccionaba mariposas tristes,

Direcciones de calles que no existen,

Pero tuvo el antojo de jugar

Hacer conmigo una excepción,

Y primero nos fuimos a bailar,

Y en mitad de un te quiero me olvidó.

Joaquín Sabina Y Fito Páez –"Más guapa que cualquiera"

—...Taina Kallena Caró. —El muchacho de ojos grises sintió un remolino de emociones, no podía creerlo.

—Taina Kallena Caró... —repitió como si tratara de entender el trasfondo de estas palabras. —Con un graznido la joven se dio la vuelta y caminó por el pasillo. Ryuu la siguió, no podía desaprovechar la única brecha que ella le estaba abriendo, quizá era su momento del mes, la alineación de los planetas o el inicio del apocalipsis. Ella caminaba muy deprisa y sin siquiera notarlo habían salido del edificio.

—Es un hermoso y... extraño nombre —Ryuu quiso preguntarle sobre el cambio de actitud, pero esta vez no quería provocarla. Estaba seguro de que si lo hacia lo sacaba a patadas para siempre de su vida, así que solo tentó el terreno para ver hasta dónde podía llegar—, sé que lo he escuchado anteriormente en alguna parte.

—¿Qué estudias? —preguntó ella.

—Administración. —En la expresión de la muchacha relucía la inquietud.

—Para ser sincera no sé dónde lo pudiste escuchar, Taina o mejor dicho "Taino" es como prácticamente todo el mundo conoce a los primero habitantes de la isla de mi país.

—¿De dónde eres?

—República Dominicana... si no sabes donde es...

—Si, me ubico ligeramente —la interrumpió—, ¿Caribe?

—Exacto.

—¿Por qué dices prácticamente? —Ella pensó un momento buscando las palabras adecuadas.

—La explicación simple es que cuando los europeos llegaron a la isla y se encontraron con este desconocido pueblo, el jefe del pueblo o sea el "cacique" se presentó como "taino". Los europeos entendieron que así era que se llamaba la tribu, rápidamente el nombre se reprodujo, todo el mundo los llamó así, incluso hasta esta época, sin embargo no es el término correcto.

»Ello no son tainos son aruacos. Taino significa hombre bueno en su lenguaje y los aruacos  solo trataban de decirles a los europeos que eran gente buena que no quiere guerra y los recibían en paz. Es un error etnológico llamar Tainos a los Aruacas. Ahora bien, Taina es de la lengua usada en el noroeste de Brasil, aunque es erróneamente usado como femenino de taino, por eso mi familia sin saberlo me bautizó con ese nombre. —El joven se quedó con la cara de completo desconcierto— Lo siento, es que me inspiro hablando de estos temas.

—Está bien, es realmente interesante.

—Y eso que no sabes mi segundo nombre.

—Cuéntame. —Suspiró, realmente quería decirle. Era la primera vez desde que llegó que compartía un poco de sí misma.

—Bien déjame... —buscó algo donde escribir y le mostró—. Kallena es mi nombre, se pronuncia "Kalena". Es parecido a la flor nacional de mi país, pero la flor se escribe así: Cayena. ¿Entiendes?

—Eso creo. Tu nombre está lleno de drama e historia. La única historia que conozco de mi nombre es que era el de mi abuelo. —Se hizo un silencio. El pelirrojo la miraba y Taina fingía que no se incomodaba bajo esos ojos que inspeccionaba lo más mínimo de ella.

—Eres muy hermosa —dijo repentinamente el pelirrojo. Este comentario la desestabilizó, era lo último que se estaba esperando.

—¿Perdón?

—Cada vez que te veo descubro algo nuevo en ti que me hace desear conocerte más profundamente. —Sabía que eran los primeros pasos de una táctica de flirteo y a pesar de reconocerlo no podía evitar el nerviosismo que le recorría la piel. Lo peor es que no sabía cómo ocultarlo, sabía cómo comportarse ante un insulto o una ofensa, pero un elogio era una tierra virgen que acababa de pisar— ¿Qué estudias?

—Antropología —respondió con vertiginosa velocidad aliviada de que hubiera cambiado el tema. Este muchacho la desbalanceaba, el pelo rojo parecía cobrar vida cuando la luz del sol lo atravesaban sus hebras. Taina perdía el aliento cuando sonreía y sabía que los grises ojos serian su maldición— Bueno Ryuu, debo irme tengo una clase. —Ella desvió la mirada precipitadamente y casi salía corriendo.

—¿Nos vemos después? —La muchacha se detuvo y sin girarse contestó.

—Por supuesto. —Finalmente se marchó y Ryuu quedó feliz. Luego de una ligera lucha, al fin lograba quebrar un poco esa coraza de hierro que tenía alrededor de su corazón.

Esa noche la joven se sentía diferente, no encontraba lugar en su minúsculo apartamento y decidió salir a dar una vuelta por los alrededores. Se recogió el pelo en un moño alto, se vistió con una camiseta fresca y mientras salía por la puerta se colocó los audífonos.

Ese día experimentó la sensación de conocer a alguien, tenía muchos años sin sentirlo, mucho antes de llegar a Japón. Ese muchacho tenía un efecto en ella... Algo que hacía que vibrara. Se ponía frenética solo de verlo, su corazón de desbocaba cada vez que hablaban y sus ojos, era a lo que más le temía.

Taina empezó a inquietarse al pensar adonde la llevaría la decisión de dejarlo entrar un poco en su vida. Aunque definitivamente él se lo ganó, no había conocido o visto a alguien con un corazón noble y libre de malicia. Se sintió perturbada al descubrir que últimamente solo pensaba en él y para su suerte el celular sonó y supo de inmediato quien era pues sólo una persona tenía su número.

—Hola —dijo en español.

—Pero si uno no te llama no sabe de ti.

—Hola mami ¿Cómo está?

—Má' o meno', todavía no encuentro trabajo, pero mañana tengo una entrevista. —La chica exhaló silenciosamente a través del auricular— ¿Y tú? ¿Qué tal todo?

—Bien, nada nuevo, solo algunas materias más difíciles que otras.

—¿Y la danza?

—¡Ah! Este sábado es la presentación que le dije.

—¿Si? ¿De qué será?

—Hicimos una mezcla de ballet y danza contemporánea, es un poco distinta a la que aprendí allá, pero ya la manejo bien.

—Que bien, tengo que dejarte "Lena", no me queda tiempo y solo llamé para asegurarme que sigues viva.

—Está bien, salude a "los Nicos" por mí.

Okey, bye.

Bye —respondió, pero su madre no escuchó ya que había colgado.

Ella tenía ese celular sólo para mantenerse en contacto con su familia. Su madre, era una mujer de cincuenta que dos años atrás renunció a su trabajo por el maltrato laboral y otras razones algo oscuras. Era madre soltera puesto que el padre murió hacia tantos años.

Silvia, aparte de Taina, había parido a los mellizos menores de quince años, "los Nicos" Nicolás y Nicoletta. Los amparaba a base del dinero que enviaba cada mes y uno otro trabajo como vender productos por catálogo o cocinar para los obreros de la construcción.

Taina no podía trabajar pues la universidad la absorbía y no podía reprobar ni una materia ya que le revocaban la beca. Sin embargo se mantenía a ella y a su familia con el dinero de la manutención de la subvención. No era mucho, pero ella vivía exclusivamente con lo necesario para poder ayudar a su familia en su país.

Supuestamente había una pensión para ellos como resultado de los servicios prestados por su padre durante sus años de docente. Sin embargo, ese dinero se perdió entre los procesos burocráticos de su amada pero corrupta Quisqueya. Diez años habían pasado sin que un alma bondadosa encontrara la manera de devolverle a esa familia lo que legalmente le pertenecía. Taina pensaba que ese dinero quedó en los bolsillos de algún político o fue invertido en la campaña electoral, solo se sabe que desapareció y al parecer si regreso. Aunque la muchacha negaba tomar cualquier cosa proveniente de su padre, en un momento de escases como este, podría ser útil.

Taina llegó a una plaza, la noche era clara donde colgaba una luna menguante en el firmamento. No le sorprendió ver que todos los bancos estuvieran ocupados con parejas en escenas sentimentales, desde adolescentes en las puertas de la pubertad hasta ancianos en el umbral de la muerte, miraba al suelo tratando de encontrar un lugar vacío para sentarse. Al encontrarlo, dejó caer su peso sobre él y contempló a su alrededor. La melancolía la inundó, no por falta de amor, sino porque de tan solo pensar en las desavenencias que pasaba su madre sin ninguna solución o salida la hacían sentir impotente.

—Soy nada —musitó apenas audible.

—Yo no creo eso. —Levantó la cabeza y la sonrisa del pelirrojo la recibió. Tomó asiento a su lado mientras ella lo siguió con la mirada.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz baja.

—Estaba en el cine con unos amigos. ¿Y tú?

—Sólo salí.

—Entonces eres espontanea, me gusta la gente espontanea. —La chica de ojos oscuros regresó la mirada hacia el frente— ¿Qué quieres hacer?

—¿Qué?

—¿Qué quieres hacer? —recalcó.

—Disculpa pero aun no comprendo que dices.

—¿Qué quieres hacer ahora? Conmigo, juntos. —Taina tardó unos instantes en recapitular y entender que era lo que decía.

—¿No se supone que estas con tus amigos?

—Hay cosas más importantes en la vida.

—Creo que no, me voy a casa.

—Entonces te acompaño.

—Créeme, conozco el camino. —Ryuu rio por lo bajo.

—¿Cómo es que cambias de humor tan rápidamente? —«¿Cambiar de humor?» pensó ella, «Pero si lo estoy tratando mejor que a nadie»— Sólo déjame... Llevarte a cenar por ejemplo ¿Si?

La idea no fue del todo desagradable para ella, comer como era debido no era un pecado. La estaba invitando y supuso que eso hacia la gente cuando empezaba a conocerse.

—Pero no muy lejos.

—Aquí mismo en la plaza hay un restaurante que me gusta mucho. Venía con mi hermano cuando era más joven.

Atravesaron la plaza sin pronunciar palabra, él llevaba las manos en los bolsillos y una postura desenfadada a diferencia de ella, que se tensaba cada vez un poco más.

Arribaron al establecimiento y fue cuando Taina se arrepintió.

El lugar no era un restaurante de cinco estrellas, pero era elegante y algo clásico. Se sintió incomoda con sus zapatillas converse y su aspecto de hippie drogadicta, quería salir corriendo de allí cuanto antes. Alguien que la miraba de reojo los condujo hasta una mesa apartada. Ryuu, cortésmente le ofreció la silla y se sentó de espaldas para reducir la vergüenza que tenía y no mirar a los demás que comían plácidamente y vestían como para una gala. El de ojos grises se encontraba relajado, como si nadara en sus aguas. No andaba vestido como para una fiesta de elite, pero cabía en cualquier lugar.

—Siento que no estás del todo cómoda —murmuró él.

—Más o menos, me siento como alguien que va de rojo en un funeral. —Él rió a carcajadas.

—No sabía qué hacías tan buenos chistes. —Ella se mantuvo inexpresiva.

—No fue un chiste y definitivamente no fue gracioso.

—¡Vamos! La comida es deliciosa, el ambiente agradable, a nadie le importa lo que piensen los demás. —Taina recordó que era cierto. Estar con él, la alteraba al punto que olvidaba sus propios principios.

Al ver el menú, las cosas se pusieron peor. Los precios eran tan elevados que disimuladamente Taina se abanicó un poco con la mano, pues esto salía tanto de su presupuesto que no lograba entender que alguien lo pudiera pagar. El notó que algo le pasaba.

—¿Sucede algo?

—No, es solo que... No conozco la mayoría de estos platos.

—Puedo recomendarte algo.

—Prefiero arriesgarme y escoger. —Al final se decidió por lo más sencillo y barato que encontró. Cuando el mesero se llevó la carta, descubrió al muchacho con los codos apoyados sobre la mesa, su cabeza descansaba en sus manos y los malditos ojos grises la examinaban sin parpadear.

—¿Qué haces aparte de la universidad? ¿Trabajas?

—No, soy becada, vivo con el subsidio y... —dudó en confesar algo tan privado—, soy bailarina.

—¿Bailarina? —Chasqueó los dedos como si hubiera acertado en algo— Ya sabía yo que parecías artista. — El mesero regresó, esta vez con algo de bebida.

—Es lo que realmente me gusta. La antropología es un aditamento que le hago a la danza. Quiero conocer al ser humano en toda su expresión, me apasiona la historia y quiero contarla a través de mi cuerpo. Quiero que la gente aprenda sobre lo desconocido, que sienta... —se detuvo abruptamente, quiso invitarlo al evento que tenía el sábado, pero sabía que no iría y solo gastaría esperanza— ¿Y tú que más haces?

—Pues soy una especie de fotógrafo frustrado y es todo de mí —dijo restándole importancia—. Tu vida es más interesante, háblame de esa forma tuya de vestirte.

—Soy fiel creyente de la afro descendencia y las culturas indígenas, por eso a veces me ves llena de colores o con las faldas largas.

—¡Eso es raro!

—Ni que fuera para tanto. —Ella apenas hizo una mueca. Ryuu deseaba que sonría por fin, pero aún no lo lograba.

—¿Y tienes novio? —Tomaba jugo cuando la pregunta cayó tan de sopetón que le provocó una tos. Todos en el restaurante se percataron de que algo le afectó. Por suerte para ella, la comida llegó en ese momento y los distrajo un poco. Comenzó a comer en silencio pero él seguía sin probar bocado— ¿Me vas a responder?

—S...sí —respondió fingiendo distracción.

—¿Te deja salir a comer con otro chico? —ella lo observó con firmeza.

—Es mi novio, no mi dueño.

—Bueno, supongo que para ser tu novio es muy "open minded"

—Disculpa, ¿Qué quieres decir?

—Es decir comprenderte y...

—¿Entonces soy una especie de problema que hay tratar de entender? —Taina seguía alzando la voz y Ryuu notaba como todo el progreso que habían hecho hasta ahora retrocedía.

—Lo siento, no quise ofenderte. —En ese momento el muchacho puso su mano sobre la de ella que estaba en la mesa y de golpe Taina la sacó.

—¡No me toques! —Sacó de su Mochila el dinero necesario, lo tiró en la mesa y corrió de allí. Ryuu no entendía que demonios estaba pasando y salió a todo vapor tras ella. Le hizo una seña a alguien aclarando que volvería en breve. Trataba de alcanzar a la rápida Taina que con agiles pasos de bailarina se alejaba.

—Espera... Taina... ¡Tai! —Llegó a ella y la agarró del brazo para que se volteara.

—¡No me toques! —repitió histérica y Ryuu vio como las lágrimas se deslizaban por su rostro y sólo ahora entendió el grave daño que hizo.

—Lo siento, por favor perdóname yo... —Ni siquiera entendía por qué se estaba disculpando pero algo le hizo para ponerla en ese estado. Estaba transida, como poseída de miles de sentimientos. No supo cómo ayudarle, ninguna de sus disculpas parecían remediar su agonía, he intentó algo que sabía que le causaría problemas.

Acercándose a Taina, levantó un poco el rostro de ella mientras bajaba el suyo. Fue apenas un roce, algo tan leve que no se podía llamar beso, pero para ambos fue como compactar todo el universo en un solo instante.

Taina reaccionó tarde, empujó violentamente a Ryuu que se esperaba una respuesta así, lo que no sabía era que empeoraría todo.

—Nunca... nunca más me vuelvas a tocar. ¡No te me acerques! —Y con estas palabras inyectadas de furia Taina se marchó. El pelirrojo supo entonces que lo había arruinado todo.

La chica de la trenza llegó a casa y se fue directo a dormir. A la mañana siguiente se levantó temprano y al salir, encontró una caja roja en su puerta. Petrificada entendió que su admirador, sabía todo sobre ella. Levantó el objeto, otra nota había en ella.

"Quisiera secar tus lagrimas

O que nunca lloraras,

Escaparnos a otra galaxia

Y que llueva la magia en tus ojos de niña"

Taina no se sorprendió de los versos, aunque lo que había en la caja era un regalo un poco distinto a los anteriores; era un collar con una media luna de dije. Muy delicado para ella, incluso demasiado femenino y sin importarle que un psicópata la estuviera vigilando se sintió feliz.

Era su primer regalo.

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