24. Al infierno se va por atajos
Le debo una canción y algunos besos,
Que valen más que el oro del Perú,
Sus huesos son sobrinos de mis huesos,
Sus lágrimas los clavos de mi cruz.
Joaquín Sabina –"Dieguitos y Mafaldas"
Ser modelo era agotador hasta el hastío, pasaba la mayor parte de sus vacaciones en actividades diversas exigidas por su contrato y esto, por supuesto, no le agradaba en lo absoluto. Esa noche, por primera vez desfilaría en una pasarela como modelo profesional, no es que esto le provocara saltar de alegría, no obstante, si deseaba ofrecer la soñada estabilidad económica a su familia algunos sacrificios eran necesarios.
Se encontraba enfundada en un largo y exquisito vestido negro, la extensa cola se arrastraba con elegancia a su paso y un amplio escote en la espalda le permitía lucir su delicada y femenil musculatura de bailarina. Llevaba un maquillaje sobrio y el pelo recogido en un elaborado moño al descuido al clásico estilo de principios del siglo veinte.
Apenas podía mantener el equilibrio considerando la altura de los tacones, sin embargo no lograba comprender la naturalidad con la que las demás podían caminar y ejecutar movimientos que hasta descalzo y pisando suelo plano podrían resultar difíciles.
Tras bastidores el equipo de producción estaba agitado porque a tan solo unos minutos de que iniciara el evento, algunos elementos seguían fallando. El anfitrión le dio la bienvenida al público y pronto presentó la colección que inauguraría el día.
—¡Ahora! ¡Ahora! ¡Ahora! —exclamó alguien, quien resultó ser el que obligó a salir a la primera modelo.
Una a una iban y venían. La respiración de la dominicana empezó a debilitar sus rodillas y por lo tanto, las piernas comenzaron a temblar. Para cuando llegó su turno, su primer paso fue firme y supo entonces que sus fieles piernas no le traicionarían esa noche. Su caminar era rápido sin dejar de tener garbo o desenvoltura, podría pasar como una experta en las pasarelas aunque la verdad era que solo quería concluir su tortura lo antes posible. Al acercarse al final, el calor de las luces y flashes de las cámaras la sofocaron, por lo mismo trató de lucir relajada y para cuando pudo regresar y descansar, suspiró aliviada hasta que recordó que debía salir seis veces más.
Corriendo como poseída, Taina se dirigió hasta el área de maquillaje para que su rostro pudiera ser nuevamente el lienzo de un artista. Plasmando la estética del próximo desfile, el maquillista finalizó su obra sin siquiera tener tiempo de contemplarla, ya que la muchacha fue robada por la estilista que iba a vestirla.
Y el proceso se repitió cuatro veces más. Para cuando había acabado todo, el pelo de la chica era un catástrofe nacional y los rastros de maquillaje la dejaban como la viva imagen de un payaso de circo.
Encontró varias llamadas perdidas de su novio y algunos mensajes.
"Ya me probaste que eres una mujer y no un travesti, felicitaciones" le había escrito Koshiro.
"Divina, ¡Orgullosa de mi mejor amiga! Tengo mil fotos de ti" expresó Mei con su típica cursilería.
"Te invito a cenar, ¿Podrías traer el vestido negro? Quiero ser la envidia de todo Japón... Además, creo que tienes una lencería que le hace juego" manifestó Ryuu divertido.
Se irritó, río y se sonrojó con las efusivas muestras de apoyo y cariño de sus seres queridos. Sin lugar a dudas, esa familia postiza era el mejor regalo de la vida.
Recogió su desastroso cabello en un moño mal hecho y lo escondió bajo una boina tejida. Salió acompañada de sus compañeras de agencia y algunas de ellas se despidieron en la puerta. La muchacha se dirigió al quiosco donde habían quedado en reunirse mientras parloteaba con sus amigas acerca de la experiencia vivida. Reconoció la cabellera roja de Ryuu a muchos metros de distancia y sus mejillas empezaron a elevarse en una sonrisa, pero al descubrir a unos invitados inesperados se congelaron sus músculos faciales.
—Buenas tardes —saludó anunciando su llegada.
—Buenas tardes —contestó Amelie.
—¡Mi celebridad favorita! —dijo Kes pero examinando a una de las chica que acompañaba a Taina. La morena lo miró extrañada, hasta donde sabía Ryuu y él continuaban peleados. Se encogió de hombros restándole importancia a sus pensamientos, esos dos eran como un matrimonio en sus bodas de oro, no podían estar separados. La recién estrenada modelo procedió con las debidas presentaciones.
—Ellas son Bast e Isis. Chicas, mis amigos Koshiro, Mei, Amelie y Kes.
—Mucho gusto —respondieron las muchachas al unísono con una reverencia.
—Y este es mi novio Ryuu.
—El famoso Ryuu —murmuró con cierto deje de picardía la nombrada Bast, poseedora de un brillante pelo azabache—, te imaginábamos... Diferente.
—Espero no decepcionarlas —añadió el muchacho de mirada gris sintiéndose bajo los ojos inquisidores del par de modelos.
—Absolutamente no —precisó Isis.
—Se ven magnificas en pasarela —dijo Mei.
—Son modelos experimentadas en el área y hasta donde sé, son muy buenas.
—También me refería a ti —aclaró la rubia.
—¿En serio? —preguntó Taina algo desconfiada—, no me sentía muy segura.
—Lo haces espectacular —agregó Ryuu.
—Ni siquiera parecías tú —añadió Koshiro, Mei le codeó molesta—. ¡Debería tomarlo como un halago! —se excusó adolorido.
—Demasiada charla sobre modelaje y me harta —concluyó Taina.
—Debes aprender a recibir halagos querida —le reprendió Amelie tiernamente—. Acepta que eres grandiosa.
—Gracias. —Amelia era extraña en muchas formas, siempre sonreía e irradiaba luz por todo su cuerpo. Comprendía que esa era su personalidad pero en algún momento debían dolerle los cachetes de tenerlos estirados todo el tiempo. Tenía conocimiento del corto noviazgo entre ella y Ryuu hacia algunos diez años atrás, pero esto no le preocupaba.
—¡Esto merece una celebración! —exclamó Mei.
—No creo que sea necesario, se está haciendo algo tarde —agregó Taina cuando se percató en como Isis miraba a Koshiro—. Aunque podríamos ir a comer algo rápido.
—La ocasión lo amerita, además nos dará oportunidad de conocernos mejor—insistió Kes tratando de incitar a Bast— ¿Nos acompañarías?
—Lamentablemente será para otro momento, ya tengo otros compromisos.
—Saluda a tu novio de mi parte —manifestó Taina palmeando al castaño. Conocía sus intenciones y respiró aliviada cuando la chica negó la invitación abiertamente, así que no esperó a darle tiempo para convencerla—Podemos ir a casa e improvisar algo, ¿Qué creen? —Pasados algunos desacuerdos, el grupo se dividió para llegar hasta el apartamento de Taina. Se detuvieron a comprar chucherías y Taina prácticamente obligó a Isis para que se sentara en el asiento del copiloto de Koshiro.
Amaba a su amigo y dada su amargura, quizá lo mejor sería tratar de buscar alguna chica que pudiera sacarle a Mei de la cabeza. No es que no aprobara sus sentimientos hacia ella, al contrario, le apoyaba. No obstante, no quería quedarse de brazos cruzados a sabiendas que el metalero sencillamente sufría de amor y no tenía intenciones de hacer algo al respecto y revelarle la verdad a Mei, ni siquiera era una opción.
Cuando Amelie, Ryuu y ella llegaron al edificio los demás ya se encontraban allí esperando por ellos. Subieron por las escaleras y esperaron entre bromas a que Taina abriera la puerta. Atravesaron la entrada y dejaron las bolsas en la mesa principal.
—Asombroso—murmuró Amelie todavía contemplando la estancia desde afuera.
—No dejes que el aspecto te impresione —le sugirió Kes buscando entre las bolsas las cervezas que había comprado—, venir a este lugar por primera vez es chocante, pero terminaras acostumbrándote como todo el mundo. —Todos murmuraron afirmativamente apoyando el argumento del castaño y continuaron sus tareas, Koshiro se retiró a la cocina y Mei le siguió, a lo que la morena tomó unas bolsas y las colocó en los brazos de Isis para que también fuera tras Koshiro y la muchacha agradeció sus intenciones. Amelie se atrevió a adentrarse a lo desconocido y examinó las pinturas de las paredes y esculturas de las esquinas.
—¿Qué se supone que es eso? —preguntó Amelie con su extraño acento francés, señalando la misma máscara que le llamó tanto la atención a Ryuu la primera vez que entró a su apartamento.
—Eso es... —expresó Kes mirando fijamente el artefacto—, una máscara —susurró terminado la idea—. Juro que lo dijeron, solo que no lo recuerdo.
—Es al demonio al que le hacemos misa —agregó el hermano de Ryuu entrando a la sala con dos envases repletos de botanas.
—Es el alma de quien solía vivir aquí —dijo Mei con tristeza trayendo la bebida.
—No dejes que te confundan Amelie, es la máscara del "Cachón" —explicó la muchacha de las trenzas—, es una personaje del carnaval de mi país.
—Es divertida —manifestó Koshiro descolgándola de su lugar observándola detenidamente.
—Es espelúznate —añadió Mei quitándosela de las mano a su amigo.
—Es hermosa — señaló Taina arrebatándosela a la rubia con cuidado y regresándola a su lugar.
—Tai es como una hippie de lo indígena y del africanismo —declaró Kes.
—Como sabes, ella estudia antropología y todo esto es concerniente a su área —expuso Ryuu.
—La próxima semana presentaré el fragmento de una obra completa, por supuesto de danza, que escribí y diseñé yo misma. —La muchacha respondió autómata, buscando a Isis con la vista— El estreno fue hace unos seis años, pero gracias a todo lo que he aprendido desde entonces, ahora es una puesta en escena madura y con mucho trabajo pudo evolucionar. Y —añadió acentuando la oración—, para curiosidad de algunos, ensayé esta pieza en la universidad algunas veces, de ahí el origen de ciertos rumores sobre mí. ¿Por qué no vienes, Amelie? Quizá te guste.
Ryuu miró a Kes que levantó los brazos en gesto de inocencia. «Al menos ya sabemos que no es satánica» pensó Kes.
—¿Y las fotografías? —siguió preguntando Amelie. Isis se unió a ellos con otro envase de comida basura.
—Son dibujos de las creencias aborígenes de algunas tribus, los Aruacos de mi país —indicó señalando las imágenes— los Karajá de Brasil, los Palawa de Tasmania, los Mursi de Etiopia... En fin, son muchos.
—Tienes gustos excéntricos —expresó Amelie.
La velada transcurrió tranquila, aunque la morena no dejaba de sentir cierta zozobra debido a las relaciones personales de algunos de los presentes. La hermandad entre los Katayama era un total enigma, si se les observaba con atención, charlaban con cortesía pero evitaban a toda costa hablarse directamente.
Tal vez el trio amoroso protagonizado por Mei, Koshiro y Kes le preocupaba más a ella que a ellos, ya que parecían muy relajados, pero no podía pasar por alto las sonrisas forzadas del metalero. Isis era agradable y fácilmente se hizo un lugar en el grupo, pero sus fallidos intentos de conectar con Koshiro empezaban a dejarla mal parada, Taina bufó molesta por ello, ¿El pelinegro no tenía ojos en la cara? ¿Al menos un par de ojos que no deje de mirar a Mei? En cuanto a la francesa, disfrutaba de la compañía de todos sin entender a cabalidad la ligera tensión que se cocía debajo de la mesa.
Mientras estaban distraídos discutiendo acerca de literatura contemporánea juvenil, Taina aprovechó para ir a la cocina en busca de más bebida. El tema no le interesaba en lo absoluto debido a su poco gusto por el arte de la escritura. Sacaba sake para los chicos y una soda para Ryuu, que no tomaba alcohol, cuando sintió a un par de brazos abrazándola por la espalda y un húmedo beso en el cuello le erizó la piel.
—Ryuu... —ronroneó—, alguien puede venir.
—Eres mi novia.
—No por eso andaremos besuqueándonos en las esquinas como adolescentes.
—Confío en que nadie será tan idiota de venir a interrumpir —diciendo esto, atrapó los labios de la muchacha.
El pelirrojo llevaba un rato devorándose a Taina con la mirada, aunque a decir verdad, ella apenas se percató, se hallaba muy concentrada evitando que ocurra un desastre en esa pequeña reunión y obviamente, con su fracasado plan de emparejar a Koshiro con Isis.
El de ojos grises la besó con más pasión de la habitual sorprendiendo a su querida. Las mejillas se le encendieron y una burbujeante sensación subió por sus entrañas. Había pasado tan solo semana y media desde su visita a Yurei, donde finalmente la dominicana decidió derrumbar sus miedos y dedicarse a querer.
Ryuu había sido lo suficientemente delicado para darle su espacio y dejarla asimilar lo sucedido, hasta ese momento Taina solo había recibido inocentes caricias y tiernos besos de él. Sin embargo, pareciera que estuviera vertiendo todos esos días de deseo contenido.
Y no es que Taina no hubiera pensando en ello, los sentimientos hacia ese chico se hacían cada vez más fuertes e incontrolables. Respondió con intensidad a esos labios que exigían más de ella y su capacidad de razonamiento empezó a apagarse cuando el pelirrojo profundizó ese beso de ensueño, recorriendo los labios con la lengua.
Un calor sofocante comenzó a germinarse no solo entre ellos, todo el ambiente estaba cargado con la adrenalina. Ryuu, quien siempre es correcto y caballeroso, respetando los límites que Taina impuso, había perdido por completo el recelo a no tocarla y obedeciendo a sus impulsos animales se apretó aún más a ella.
—Te amo —logró murmurar Ryuu jadeante más por la emoción de tenerla en sus brazos que de excitación. Ella no respondió con la voz, pero se aferró a él con esperanza de no tener que separarse otra vez.
Adicción... ese frenesí entre ellos era pura adicción, como una crónica enfermedad que se propagaba por sus cuerpos sin una cura conocida. El joven se alejó tan solo unos centímetros para palpar dulcemente el frágil rostro de Taina, su propia respiración entrecortada le indicó que aún no se saciaba, que podía morir de amor si osaba apartarse de ella.
Gemidos escaparon de sus labios, los dedos de Ryuu viajaron a través del tibio abdomen de la muchacha. Levantó un poco la camiseta de Taina solo para sentir en su piel el calor que emanaba de ella, ella... quien temblaba tras cada roce mientras sus bocas jugaban a quererse sin limitaciones, sin mentiras ni maltratos, solo a quererse genuinamente.
Nadie recordaba la celebración que tenía lugar a pocos metros de ellos, solo existía una locura a su alrededor. Ryuu levantó a Taina en brazos y la sentó en la mesa de la cocina acomodándose entre sus piernas abiertas, pero llegó un momento en que los besos no fueron suficientes, no querían conformase... era todo o nada.
Las lenguas danzaban al ritmo del amor, fundidos en un abrazo eterno, cuando un ruido metálico los extrajo violetamente del universo que habían creado con sus delirios y descubrieron a Amelie con la cara roja y en el piso uno de los envases vacíos.
—Lo siento —balbuceó y se marchó con torpeza. Ryuu, ahora consciente de la realidad, miró a su novia con una sonrisa traviesa pintada en los labios. No obstante, la vergüenza de Taina la dejó tiesa, no solo porque la pelirosa presenció accidentalmente tal muestra de afecto entre ellos, sino porque de no ser por ella, hubieran terminado sin ropa y en una bochornosa situación considerando que sus compañeros estaban en la habitación contigua.
* * * * * * * *
El nerviosismo es un estado de inestabilidad en la que se es víctima y verdugo de las emociones. Los nervios son uno de los misterios más grandes de la vida, en ocasiones te desploma y en otras te fortalece. Es una sensación que mezcla la adrenalina y el terror, que entrelaza nuestras más intrínsecas pesadillas a la más absurda de las esperanzas.
Y Taina... nunca antes había sentido esa rigidez en las fibras de su piel.
Esa noche presentaría en el festival el solo de danza que llevaba trabajando alrededor de ocho meses. No era la primera vez que se encontraba en un escenario, pero era la primera vez que tenía su propio público.
Su novio iría a verle y por supuesto Mei y Koshiro, que tenían toda la semana parloteando acerca del evento lo cual, solo aumentó aún más los niveles de estrés en la dominicana. Una sacudida de angustia así como una placentera excitación se acumulaba en su pecho mientras más se acercaba el momento, tan solo de imaginarlos sentados en la platea y cuchicheando sobre ella le ponía la piel de gallina.
Desde un principio todos tenían muy claro que era bailarina sin embargo, la muchacha que se caracterizaba por su mal humor, nunca cedió a las constantes peticiones y jamás dio una muestra de su talento, hasta esa noche.
Ya estaba vestida y maquillada en el camerino, faltaba poco para que el festival diera inicio y al igual que los demás, Taina se encontraba ejecutando sus ejercicios de calentamiento muscular, más que para estar preparada quizás con la intención de drenar la tensión.
Aun sin salir a escena no podía evitar sentirse observada, esto no era normal en ella. Usualmente podía dominar su cuerpo y las emociones que fluían por él, pero dados los últimos acontecimientos en su vida, aprendía un sentimiento nuevo cada segundo y aunque le gustaba, también le aterraba. La habitación daba vueltas a su alrededor así que tuvo que sentarse para evitar un ataque de pánico.
Taina observo su reflejo en el espejo, su pelo estaba recogido en incontables trenzas largas y delgadas que caían en su espalda como una cascada de cuerdas. El vestuario se reducía a una pieza de arriba que le cubría los pechos y una falda indígena color tierra. La piel estaba cubierta por líneas y formas geometrías pintadas sobre ella y su rostro... su rostro era la reencarnación del dios sol.
No era su mejor producción, ni siquiera estaba cerca de serlo.
—Ahora, la pieza "Raíces" de Caró Taina, venida de la escuela Tamadoke —escuchó al presentador llamarla, el público la recibió con un tímido aplauso mientras se colocaba en su posición con el escenario a oscuras.
Una tenue luz empezó a iluminarla mientras la música daba inicio. Sus primeros movimientos, suaves y marcados, como el de una estatua acabada de despertar. Su cuerpo expelía un polvo mágico acentuando el efecto de que su estructura ósea era de roca sólida. La melodía rompió de repente con una contagiosa y sabrosa música, llena de percusión y viento.
Los tambores retumbaban y la muchacha se estremecía con ellos. Cada parte de ella vibró al ritmo de la colorida sinfonía. Los gestos y expresiones de la bailarina le proporcionan profundidad a los movimientos, redimensionada la coreografía y más de uno se conmovió con la tristeza de aquellos humildes.
Algunos minutos después y con un dramático y contundente final, Taina yacía en el suelo. Los aplausos inundaron la estancia, esta vez con un fervor incontenible y la oscuridad se apoderó nuevamente en el escenario, la joven recogió sus pocas energías y escapó de allí hasta los camerinos.
Luego de ella se presentaron otras piezas venidas de otras academias y el evento llegó a la clausura exitosamente. Después de un baño, mientras cabeceaba sentada en un sofá, el sonido de su celular la espantó, al revisar descubrió que era un mensaje del supuesto anónimo.
"Tu belleza y tu danza son incomparables
Eres un milagro de las lágrimas del dolor
Veo que has dominado el sufrimiento
Porque nada es eterno
Especialmente la agonía superflua."
Sonrió con tristeza, aunque era un bonito mensaje lo borró, como había borrado todos los demás anteriores a este. Por alguna razón, el anónimo que se hacía llamar "Rey" seguía tratando de contactar con ella a pesar de que Taina tenía meses que no le respondía, esto se debía tanto a que consideraba un poco enfermizo de su parte seguirle el juego a alguien que ni siquiera conocía y al ligero punzón de culpa cuando pensaba que no le había mencionado la situación a su actual novio. Quizá exageraba un poco, pero podía dejar de pensar que en algún momento traicionó a su querido pelirrojo.
Momentos después, cuando se le fue autorizado el paso hacia la salida, pocos metros más allá encontró sus amigos sentados en las escaleras de un edificio. Cordialmente saludó desde lejos agitando la mano y fue recibidas con pitorreos.
—Taina bailas fantástico —pronunció Kes.
—Como un hada —agregó Amelie adornado sus palabras con ademanes. Ryuu por su parte la atrajo a su pecho, obligándola a aspirar el varonil aroma del muchacho y besando su pelo trenzado.
—Me gusta tu nuevo look —comentó el pelirrojo sonriente besando la cabeza de la chica. Mei y Koshiro aguardaron hasta que el joven decidiera compartir a su novia quien, luego de repetidos abrazos y felicitaciones, la liberó de su agarre a regañadientes. Mei se colgó del cuello de su amiga sin darle el tiempo a reaccionar.
—¡No puedo creerlo, eres muy talentosa! —chilló emocionada la rubia.
—¿Cómo dicen los americanos? —inquirió Koshiro—, ¿No hay que juzgar a un libro por su portada?
—¡Por Dios! —clamó Taina bajo los brazos de Mei—, ¿Esperaban que fuera una patosa? —Se hizo un pesado silencio, la japonesa soltó a Taina lentamente y por alguna razón Koshiro se rascaba la nunca con disimulo.
—Claro que no, yo sabía que eras una gran bailarina —argumentó Ryuu rompiendo el incómodo momento.
—Debemos ir a celebrar —gritó Mei cambiando el tema de conversación drásticamente.
—Oui. —La pelirosa asintió de acuerdo.
—Quizá sea bueno dejarlo para otro día —argumentó Taina. Había consentido la anterior celebración por Isis y su deseo de conocer a Koshiro, que luego de que terminara la velada, la chica le confirmó que gustaba del metalero. Pero, sin la presencia de ella, no encontraba el sentido de otra conmemoración.
—Esta noche todo corre por mi cuenta —invitó el pelirrojo. En el caos de la lluvia de ideas, por mayoría de votos, Taina terminó atrapada en un cuarto de karaoke. Todos esperaban impacientes su turno con el micrófono y la morena se hallaba sentada perezosamente en uno de los muebles. Tenía el codo apoyado en la rodilla y el rostro descansaba sobre su mano mientras contemplaba a sus amigos graznando sus canciones favoritas. Seguía sin entender la fascinación de hacer el ridículo y masacrar una buena canción, pero cada loco con su tema. Mayor fue su sorpresa cuando Mei no asesinó sus tímpanos, había estado esperando que sus oídos sangraran e implorar una muerte rápida. Sin embargo, su armoniosa voz danzaba sobre la melodía y quedó maravillada con esta sirena terrestre.
—No se vale —se quejó Kes cuando Mei regresó a la mesa—, no quedamos en que las profesionales participaban.
—¡Que voz tan fenomenal! —susurró Taina.
—Hace algunos años uno de mis hermanos me enseñó a entonar, no se emocionen, es todo lo que sé hacer.
—Sí, como no —ironizó Ryuu tomando el micrófono.
—¿Vas? —le preguntó Taina ceñuda— Esto lo tengo que grabar —dijo carcajeándose abriendo la cámara de su celular.
—¿Me acompañas? —Ryuu le tendió una mano que ella no correspondió.
—Tú puedes solo, campeón —respondió divertida— ¡Ve a por ellos!
—Como quieras. —El muchacho se encogió de hombros y pasó ágilmente el micrófono a su otra mano, lo cual le hizo cuestionar a Taina que tan asiduo era el pelirrojo en los bares de karaoke.
—Para ti —anunció Ryuu fingiendo una voz más ronca de la cuenta, lo cual provocó un mar de risas entre los presentes.
El pelirrojo entonó una canción de amor, provocó que Taina se hundiera de vergüenza en el sofá. No podía negar que el gesto era encantador pero no era fanática de las manifestaciones públicas de cariño. Se hizo la fuerte, pero no pudo evitar las sobresalientes lágrimas de alegría que humedecían sus ojos.
Alguien apagó las luces y esto aumentó los gritos de euforia. La muchacha buscó con la vista al responsable, los ojos negros de Koshiro, por alguna razón brillaron en la oscuridad. La canción terminó y Ryuu volvió a la mesa, Taina lo recibió con un sonoro beso y agradecimientos balbuceados. Los arrumacos y susurros entre ellos no se detenían, así que los demás empezaron a colocarse del otro lado de la estancia para darles privacidad.
Amelie era un fiasco musical, Kes al menos parecía que lo intentaba y Koshiro... era buen músico, mientras no cantara. Finalmente la chica de las trenzas fue convencida, a final de cuentas nadie sabía cantar y solo querían disfrutar el momento, de eso se trataba.
A Ryuu le resultó muy dulce lo cohibida que era su novia para mover los labios cuando un par de horas atrás, era una diosa en el escenario. Mucho tiempo después y luego de los desafinados alaridos de Kes y Koshiro, la agudísima voz de Amelie y el nuevo club de fanáticos de Mei, el cansancio se apoderó de ellos pero se negaban a marcharse. Cuando el silencio reinó y con la cabeza de su amigo recostada en su hombro, la japonesa decidió que era el momento.
—Bu... bueno —empezó— ya que estamos aquí, creo que es tiempo de que lo sepan.
—Espero que sea bueno —le interrumpió Koshiro mientras se erguía y se llevaba una botella de cerveza a la boca—. Para que no arruines la velada.
—Insensible —le acusó Taina.
—Para tu sorpresa son buenas noticias... Estoy comprometida, pronto voy a casarme. —Hizo una pausa, como esperando alguna pregunta, pero eso no ocurrió, el silencio se prolongó por la eternidad— ¿No van a felicitarme?
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