vi. Her Tragedy Begins
━━ chapter six
her tragedy begins
( savreen )
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—¿Se pondrá bien? —Savreen se arrodilló junto al sofá mientras acomodaban a Piper. Aún respiraba, pero no se despertaba. Claire había corrido al pasillo a por un botiquín mientras Sav se quedaba con Jason, Annabeth, la pelirroja Rachel y Quirón (¿un centauro en silla de ruedas?)
Jason se colocó detrás de ella y vaciló antes de ponerle la mano en el hombro. La apretó y ella levantó la vista, viendo miedo en sus ojos azules. Por un segundo, vio al Jason que conocía, el protector y dulce.
—Tenemos que curarla —insistió él, y Savreen asintió, conforme. Ella se inclinó hacia delante y apartó el pelo de Piper de su cara, palpando su piel—. Hay una forma, ¿verdad?
Cuando Savreen apartó su mano, Quirón le puso la suya en la frente e hizo una mueca. El corazón de Sav se aceleró aún más. ¿Qué ocurría? ¿Se encontraba bien? No moriría, ¿verdad? Después de todo lo que había pasado esa mañana, Savreen no podía perder a ninguno de sus mejores amigos. Aquella era una tragedia cruel, incluso para ella.
—Su mente se encuentra en un estado muy frágil —dijo Quirón—. ¿Qué ha pasado, Rachel?
—Ojalá lo supiera —dijo, luciendo llorosa—. En cuanto llegué al campamento, tuve una premonición sobre la cabaña de Hera. Entré, y Annabeth y Piper llegaron mientras estaba allí. Hablamos y entonces... me quedé con la mente en blanco. Annabeth dijo que hablé con otra voz.
—¿Una profecía?
¿Profecía?
Savreen dirigió una mirada preocupada a Annabeth, que decidió también apretarle el otro hombro. Daba miedo, pero ahora mismo no tanto como el frágil estado de Piper en el sofá.
—No. El espíritu de Delfos viene de dentro. Sé lo que se siente. Aquello era como una conexión a larga distancia, una fuerza que intentaba hablar a través de mí.
Claire trajo una bolsa de cuero, se arrodilló junto a Piper y murmuró un pequeño himno en griego antiguo (vale, Sav se asustará más tarde por haber entendido que era griego antiguo). Cuando terminó, la piel de Piper tenía un aspecto un poco más saludable. Mientras lo hacía, Annabeth se volvió hacia Quirón.
—No había visto nada parecido. He oído la voz de las profecías de Rachel, pero aquella era distinta. Sonaba como una mujer mayor. Agarró a Piper por los hombros y le dijo...
—¿Que la liberara de una cárcel? —aventuró Jason.
A Savreen se le heló la sangre. El agarre de la mano de Piper se hizo más fuerte. De pronto recordó a la anciana: "Libérame", había dicho. No podían... seguro que no estaban unidas, ¿verdad? Sería una locura... (estás en un campamento de semidioses, Savreen, ¿de verdad?)
Annabeth se lo quedó mirando.
—¿Cómo lo sabes?
Quirón hizo un gesto con tres dedos sobre su corazón.
—Díselo, Jason. Claire, la bolsa de las medicinas, por favor.
Claire parecía apunto de objetar, pero lo pasó por alto de todos modos. Envolvió un brazo alrededor de Savreen y suavemente la alejó de Piper para darle espacio a Quirón mientras él dejaba caer gotas de un frasco en la boca de Piper. Jason explicó lo que había sucedido. La habitación se había congelado y habló de una mujer oscura y brumosa, afirmando ser la patrona de Jason.
Terminó y nadie habló. Savreen no sabía si debía decir algo. Sobre su memoria o la mujer que vio diciendo cosas similares. O cómo dijo que era hija de Harmonía (y tal vez le creyera), o sobre el collar en su bolsillo. Entonces, mantuvo los labios sellados, escuchando mientras Jason sacudía la cabeza, viéndose muy confundido y muy asustado.
—¿Pasa esto a menudo? ¿Las llamadas telefónicas sobrenaturales de reclusos que te piden que los saques de la cárcel?
—Tu patrona —Annabeth arrugó el ceño—. ¿No tu madre divina?
—No, dijo patrona. También dijo que mi padre le había entregado mi vida.
Claire se rascó la nariz.
—Hades se convirtió en mi patrón cuando morí y resucité —murmuró a Annabeth. Savreen parpadeó, mirándola con Jason, ambos con la misma expresión de ¿dilo otra vez?—. ¿Podría ser algo parecido...? —por el sonido de su voz, Savreen podía decir que no estaba segura—. Dijiste que el espíritu de la tormenta que apareció en la plataforma dijo que trabajaba para una señora que le daba órdenes, ¿verdad? ¿Podría ser la mujer que viste, jugando con tu mente?
—No creo —contestó Jason—. Si fuera mi enemiga, ¿por qué iba a pedirme ayuda? Está encarcelada. Le preocupa que un enemigo suyo se haga más poderoso. Algo sobre un rey que se alzará de la tierra en el solsticio...
(Savreen estaba empezando a sentirse mal por lo similares que eran sus dos encuentros.)
Annabeth se volvió hacia Quirón.
—Por favor, dime que no es Cronos.
El centauro tenía una expresión abatida. Tomaba el pulso de Piper. Finalmente dijo:
—No es Cronos. Esa amenaza se acabó. Pero...
—Pero ¿qué?
Quirón cerró la bolsa de las medicinas.
—Piper necesita reposo. Hablaremos de esto más tarde.
—O ahora —dijo Jason—. Señor Quirón, usted me dijo que se avecinaba la amenaza más grande. El último capítulo. No puede ser algo peor que un ejército de titanes, ¿verdad?
—Oh —dejó salir Rachel con una vocecilla—. La mujer era Hera. Claro. La cabaña, la voz... Se le apareció a Jason al mismo tiempo.
Savreen respiró hondo y se llevó la mano al bolsillo antes de poder contenerse. Sus dedos se aferraron a la hermosa joya de un collar aterrador. Aquella mujer que había visto era la misma que le había dado aquel objeto maldito. ¿Era Hera? ¿Acaso no era la reina de los dioses? ¿Por qué había...? Sav se sentía débil y mareada. Se preguntó si podría acostarse.
—¿Hera? —Claire gruñó —. ¿Se apoderó de ti? ¿Le hizo esto a Piper?
—Creo que Rachel tiene razón —dijo Jason—. La mujer parecía una diosa. Y llevaba un... manto de piel de cabra. Es un símbolo de Juno, ¿no?
—Ah, ¿sí? —Annabeth puso cara de sorpresa—. Es la primera vez que lo oigo.
Quirón asintió, luciendo muy reacio.
—De Juno, la versión romana de Hera, en su estado más belicoso. El manto de piel de cabra era un símbolo de los soldados romanos.
—Entonces, ¿está Hera encarcelada? —preguntó Rachel—. ¿Quién podría haber hecho eso a la reina de los dioses?
Claire compartió una mirada con Annabeth, como dándole la razón al decir, nos encantaría a nosotras. Annabeth se cruzó de brazos.
—Bueno, sea quien sea, tal vez debamos darle las gracias. Si puede hacer callar a Hera...
—Annabeth —le advirtió Quirón—, todavía es uno de los olímpicos. Ella es en muchos aspectos el pegamento que mantiene unida a la familia de los dioses. Si de verdad ha sido encarcelada y corre peligro de muerte, esto podría sacudir los cimientos del mundo. Podría acabar con la estabilidad del Olimpo, que nunca es excesiva, ni siquiera en las mejores circunstancias. Y si Hera ha pedido ayuda a Jason...
—Está bien —se quejó ella—. Bueno, sabemos que los titanes pueden atrapar a un dios, ¿verdad? Atlas capturó a Artemisa hace unos años. Y en los mitos antiguos, los dioses se capturaban continuamente los unos a los otros con trampas. Pero ¿algo peor que un titán...?
Savreen tecleó algunas palabras de consuelo en código Morse para mantener la calma, imaginando que era Leo quien las decía.
—Hera dijo que ha estado intentando romper las cadenas de su prisión durante un mes —dijo Jason.
—Que es el tiempo que ha estado cerrado el Olimpo —asintió Claire—. Así que los dioses deben de saber que está pasando algo malo.
—Pero ¿por qué usó su energía para mandarme aquí? —Jason preguntó—. Me borró la memoria, me dejó en la excursión de la Escuela del Monte y te mandó una visión para que vinieras a recogerme —Sav bajó la mirada. Otro disparo al corazón para recordarle que este Jason no era su Jason—. ¿Por qué soy tan importante? ¿Por qué no mandó un mensaje de emergencia a los otros dioses y les avisó de dónde estaba para que la liberaran?
—Los dioses necesitan héroes para que hagan su voluntad en la Tierra —explicó Rachel—. Es así, ¿verdad? Sus destinos siempre están ligados a los semidioses.
—Es cierto —respondió Annabeth—, pero Jason tiene razón. ¿Por qué él? ¿Por qué robarle la memoria?
—Piper está involucrada de alguna forma —dijo Rachel. El corazón de Sav dio un vuelco. No se atrevió a decir una palabra. Estaba demasiado asustada para hacerlo—. Hera le mandó el mismo mensaje: «Libérame». Y esto tiene algo que ver con la desaparición de Percy.
Los ojos de Claire brillaron con una nueva determinación (¿o furia?). Giró hacia Quirón.
—¿Por qué estás tan callado, Quirón? ¿A qué nos enfrentamos?
Quirón parecía dolido; como si hubiera envejecido años en sólo unos momentos.
—Queridos, no puedo ayudaros en esto. Lo siento mucho.
Annabeth parpadeó. Claire ladeó la cabeza, sorprendida.
—Tú nunca... nunca nos has ocultado información. Incluso la última gran profecía...
—Estaré en mi despacho —su voz era pesada—. Necesito tiempo para pensar antes de la cena. Rachel, ¿puedes vigilar a la chica? Llama a Argus para que la lleve a la enfermería si lo prefieres. Savreen, ¿no? —Sav asintió—. Puedes quedarte si quieres. Y, Annabeth, Claire, hablad con Jason. Habladle de... de los dioses griegos y romanos.
—Pero...
El centauro giró su silla de ruedas y se alejó rodando por el pasillo. Claire apretó los dientes tras él. Annabeth maldijo algo en griego y Claire asintió con la cabeza. Savreen no creía que fuera muy amable para los centauros.
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Jason se fue con Claire y Annabeth a alguna cabaña que Savreen no conocía para ayudar a sus recuerdos. Creyó que se aliviaría al tener menos gente a su alrededor, pero Savreen seguía teniendo la sensación de estar sobre cáscaras de huevo al lado de Rachel, comprobando de vez en cuando la temperatura de Piper. Le pesaba la cabeza cuando recordaba la conversación que habían tenido, sobre el deseo de Hera de ser liberada y sobre cómo Jason nunca había estado allí. Eso la inquietaba mucho más que el asunto de Hera. Se había convertido en la mejor amiga de una persona que ni siquiera existía. Toda una relación, una amistad, con sus altibajos, inventada en su cabeza. Le había contado cosas, cosas importantes, a un fantasma.
Y sí, desde luego, le preocupaba el asunto de Hera. Aún no le había dicho ni una palabra a Rachel, asustada por lo que significaba, o por si estaba equivocada de alguna manera. Savreen odiaba el caos; odiaba el estrés, aunque había vivido mucho de él. (Probablemente por eso lo odiaba tanto). Había estado a punto de morir luchando contra los espíritus de la tormenta, había llegado a un lugar que no conocía, rodeada de gente a la que nunca había visto, ¿y ahora hablaban de cómo debían salvar a una diosa? Savreen sólo quería que las cosas fueran más despacio. Tal vez había otra hija de Harmonía en el campamento. Tal vez puedan ayudar en su lugar. Sav no. Que no tenga una tragedia en su vida. Por una vez. Estaba cansada de eso.
Cuando sonó una campana en todo el campamento, Rachel le dijo a Sav que podía irse a cenar. Que baje al pabellón, encuentre a Connor y Travis Stoll, y ellos la ayudarán. Savreen se sintió mal por dejar a Piper, pero en el fondo apreciaba la oportunidad de escapar. Para tener un momento a solas.
Al salir de la Casa Grande, vio a los campistas a varios kilómetros de distancia yendo hasta el pabellón sin techo, todos en grupos. Savreen respiró hondo y empezó a bajar la pendiente hacia allí, contemplando cómo el sol se tragaba entre los árboles.
Al llegar a las cabañas, continuó caminando lentamente hacia el pabellón, sin saber a quién preguntar por Connor y Travis Stoll (quienquiera que fueran). Empezaba a sentirse abrumada de nuevo y se preguntaba si tal vez podría huir a algún lugar y esconderse. ¿Pero adónde iría? Sav no tenía a nadie.
Estaba sola.
—¡Sav!
Savreen se dio la vuelta y no pudo detener la enorme sonrisa que creció en su rostro hasta que le dolieron las mejillas. Leo Valdez le sonrió desde la fragua, acomodándose mejor su chaqueta militar sobre los hombros. Inmediatamente, se sintió animada. El peso que tenía había desaparecido. Leo corrió hacia ella, inmediatamente le pasó un brazo por los hombros y la abrazó de costado.
—Ahí estás, preciosa —ella no dijo nada, solo feliz de que él hubiera regresado y estuviera a su lado—. ¡Te encontré! Como siempre.
Savreen logró poner los ojos en blanco ante el apodo, incluso si eso hacía que su corazón se acelerara.
—Entonces, ¿supongo que volvemos a estar juntos otra vez?
Se unió a ella en la caminata hacia el pabellón, acompañándola con un brinco en el paso. Savreen se rió, negándole con la cabeza.
—No pueden separar a dos mejores amigos durante mucho tiempo —Leo le dio un apretón a su lado. Savreen sonrió, cerró ligeramente los ojos y le pasó un brazo por la chaqueta hasta rodearle la cintura, donde más calor hacía. Su otra mano agarró la de él, que colgaba de su hombro, y ambos dedos delgados se aferraron a los del otro.
—¿Dónde has estado? —ella le preguntó, con los ojos brillantes.
—¿Dónde he estado? —Leo arqueó una ceja y le dedicó una sonrisa pícara—. He conocido a la familia, he aprendido sobre una maldición (que es genial), ¡y el tío que me llevó de excursión tiene un brazo de metal! ¿No es alucinante?
—A él no le parecerá alucinante, Valdez —Sav lo codeó.
—Claro. Pero, es super molón. Oh, ¿qué es esto? —así, la conversación cambió cuando Leo notó el nuevo anillo en el dedo de Savreen. Ella estaba acostumbrada a esto con él, y no le importaba.
—¡Ah —Savreen también sonrió. Se quitó el anillo y se lo mostró. Bajaron la pendiente—. Es mi arma de semidiosa.
—Qué miedo.
—Te va a encantar, mira —con un golpecito en la hendidura, el chakram cobró vida. Leo se quedó boquiabierto, asombrado de inmediato.
—¿Qué? —soltó siguiendo una ráfaga de palabras en español que Savreen no entendió—. ¿Puedo tocarlo? —hizo que se plegara de nuevo en el anillo y él se burló, negando con la cabeza—. No, es imposible —ella se lo pasó y él quedó encantado, abriendo constantemente el chakram a la vida y dejando que se plegara de nuevo. Savreen lo observaba, sonriendo suavemente.
¿Cómo podía extrañar tanto a alguien en las últimas horas?
—Si la señorita Ana Mari nos viera ahora, ¿te imaginas lo que pensaría? —Leo se rió entre dientes, sosteniendo el anillo en alto a la luz de los soportes por los que pasaban, el fuego parpadeando en las columnas griegas.
Savreen se rió ante la idea.
—¡Nos tacharía de chiflados!
—Vamos, mi cielo —Leo le devolvió el anillo y Savreen volvió a ponérselo en el dedo—. Aprendimos algunas lecciones importantes en aquel entonces. Una: nunca llores en público —levantó un dedo en el número.
Sav asintió, riéndose.
—Deja las crisis emocionales hasta que estés muy solo.
—Dos: sigue siempre moviéndote —Leo agitó el segundo dedo en su cara.
—Siempre —se acercó, sonriendo. No se dio cuenta de la dificultad en la respiración de su mejor amigo.
—Tres: sé siempre un caballero con las damas hermosas —le tendió la mano en una reverencia burlona a Sav. Ella se rió, sosteniendo sus manos para ocultar su boca—. Como tú.
Ella lo empujó y él casi cae. Leo se rió entre dientes tras ella mientras se enderezaba.
—Eres un bromista, Valdez.
—Siempre para ti, preciosa —pasó su brazo sobre ella y llegaron al pabellón—. Vamos, espera hasta que conozcas a mis hermanos. Son tranquilos y malhumorados, los amarás.
Los dos mejores amigos llegaron al pabellón, donde los demás semidioses se acomodaron en las distintas mesas, esperando su comida. Algunos ya tenían la suya y se alineaban frente a un brasero donde arrojaban la mitad al fuego (uh, ¿raro? Pero bueno). Leo vio a sus hermanos y condujo a Savreen hacia ellos. Estaban todos reunidos en una mesa, comiendo lo que no habían tirado al fuego.
—Hola —anunció su presencia—. ¡Esta es Sav! Es la chica de la que hablaba —Leo apretó a Savreen, sonriendo—. Es genial que ella se siente con nosotros, ¿no?
Savreen sonrió, intentando parecer lo más dulce y amable posible. Pero falló cuando sus hermanos compartieron una mirada. Leo frunció el ceño e inclinó la cabeza cuando una hermana suya sacudió la cabeza y dijo con tristeza:
—No, no puede, Leo.
—Ah —dijo, un poco molesto. Acercó más a Savreen—. Bueno, nos sentaremos en otro lado...
—No, no podéis sentaros juntos porque no sois hermanos —interrumpió uno—. Son las normas. ¿Ya estás determinada? —los ojos de Savreen se abrieron de par en par cuando se dio cuenta de que se dirigía a ella.
—Uh, no... —no supo por qué mintió. Tal vez porque no estaba segura de cómo explicar su situación.
—Entonces tienes que sentarte en la cabaña de Hermes —señaló la gran mesa al final—. No estarás sin reclamar por mucho tiempo, no te preocupes. Lo siento, Leo. Así son las cosas.
Savreen miró a Leo y sus ojos se encontraron. Tendrían que decir adiós. De nuevo. ¿Por qué este lugar siempre los separaba?
—Vale —se encogió de hombros, superando su dolor—. Te veré más tarde, Valdez.
Sav dejó a Leo con torpeza y caminó hacia la mesa de Hermes, presentándose. Se sentó junto a Connor Stoll, miró hacia atrás y vio a Leo mirándola todo el rato.
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no suelo poner notitas de este tipo, pero por si estáis interesados estoy escribiendo junto mi amigo un fanfic de pjo llamado "heart's garden", y la verdad es que nos hace bastante ilusión que la gente lo lea, nos gustaría que pudierais darle una oportunidad <3
nos leemos en el próximo capítulo :)
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