Capítulo: 2✔️

1 de noviembre del 2024.

CHICAGO - ESTADOS UNIDOS.

Narra Jonathan:

8:30 a.m.

El camino se desvela ante mis ojos con una rapidez innecesaria, a la vez que Bruno va con su parloteo, y Nova se asoma por la ventanilla opuesta para ver el exterior. No la juzgo; esto es nuevo para ella...

—Bruno —lo interrumpo para sacar mi frustración—,  si algo le sucede a mi perra mientras está ahí y se enferma, no hace falta que te repita que descontaré cada centavo de sus medicamentos de tu salario. Y luego, te haré pagar de tal manera que no podrás encontrar trabajo como manager jamás en tu vida, ¿verdad?

Nova se desliza un par de veces entre sus pies y los míos, hasta que finalmente decide subirse y acomodarse en mi regazo, apoyando su cabecita suavemente en mi torso.

«Cabeza», Jonathan. Tu niña ya está grande.

—¡Uy! ¡Qué miedo! Esas manos sexys en mi cuello y en mi salario...

Mi perra bufa ante su exageración y yo tuerzo los ojos en blanco. Bruno no es gay ni nada que se le parezca, pero tiene la maldita costumbre de sacarme de quicio de esa forma.

—No estoy jugando —le advierto, señalándolo.

Cuando se trata de Nova, todo es serio.

—Mmm... Vale, vale. —Se acomoda en su asiento, que queda enfrente de mí, mientras se sacude el pelo que mi perra dejó en su pantalón—. ¡Sí, señor! Ya te he dicho que el lugar es seguro y de toda mi confianza. Está más que investigado. Todo está bajo control.

—¿Y qué es "todo"? —pregunto para asegurarme, acariciándole las orejitas en un intento por controlar la ansiedad que crece en mí con cada segundo desde que supe que, debido a todo el lío de la mudanza, el nuevo local y a estas consultas ahora presenciales, tendré que dejarla en una guardería para perros. Un lugar totalmente desconocido para ella, aunque sea solo por un tiempo, unas horas al día, hasta la tarde.

—Pues lo que me has dicho: Su propia comida, medidas higiénicas. Todo.

Todo.

Respiro hondo y trago el nudo que se forma en mi garganta.

Tranquilízate, Jonathan.

Un momento después de sus palabras, el coche se detiene sin darme tiempo a prepararme psicológicamente, estacionándose frente al local colorido, adornado con imágenes de perritos felices por todas partes.

Inhalo profundamente su aroma, melancólico.

Ya sé que es algo normal, pero no me he separado de Nova desde que la adopté hace tres años, en el peor momento de vida, y lo primero que hizo al entrar en mi habitación fue orinarse frente a mi guitarra y meterse con mis zapatos en el closet. Me costó trabajo encontrarla porque aún no se había adaptado a su nombre y no respondía. Desde el momento en que lo hice, me prometí que siempre sabría dónde estaba y que me aseguraría de que estuviera bien.

—Venga, ya déjala ir; la verás luego —insiste Bruno, riéndose y extendiendo su correa para que se la ponga—. Tengo ganas de grabarte, lo prometo. Sabes que si los chicos se enteran de esto, serás el blanco de risas toda la semana, ¿verdad?

—Que les den a los cuatro. —Resoplo, ajustando el eslabón para que no se suelte al tocar el pavimento. A ella le encanta la calle, especialmente a esta hora más o menos, cuando solíamos volver de correr en Londres.

Justo cuando Bruno da un paso fuera de la limusina y saca a Nova, me preparo para levantarme también, pero él me detiene al instante y mil alarmas se encienden dentro de mí al recordarlo.

—Oh, no. No creo que sea una buena idea... —vacila, mirando a su alrededor con una mueca antes de acercarse sin entrar—. Mira, no es mi intención ser duro contigo ni influir en tus decisiones o en tu proceso, pero sí que es mi trabajo advertirte sobre las cosas antes de que sea demasiado tarde. Dar un paso fuera del apartamento hoy ya fue un riesgo enorme. Entiendo que quieras ver a tu abuela y que tienes consulta más tarde, pero ¿realmente quieres salir conmigo ahora, sin ningún cuidado, y arriesgarte a que cualquiera, incluso los paparazzis, te reconozcan y te pregunten por tu ausencia en la última gira? ¿Estás listo para eso?

No.

No.

No.

Y no.

Joder, por supuesto que no.

Reaccioné tan rápido al ver a Nova salir que ni siquiera había considerado esa posibilidad tan humillante.

—Fue espontáneo... —explico, con el corazón desbocado y medio aturdido, dejándome caer de nuevo en el asiento. Me paso las manos por el pelo, sacudiéndolo ligeramente, mientras el dolor de cabeza amenaza con regresar y mi sistema nervioso me suplica un poco de lo único que me hace olvidar y que me ha llevado a esta situación: el alcohol.

—Ya. No te preocupes. —Me da unas palmaditas "tranquilizadoras" en el hombro—. Yo llevaré a Remolinos y estará bien. Después, te alcanzo en algún momento y hablamos. Cuídate, ¿vale?

Sé por dónde viene ese "cuídate", así que no me hace sentir mejor en absoluto.

Tan pronto como se va, tomo mi mochila y saco mis pastillas mentoladas. Trago cinco de un solo tirón, dejando que la garganta me escueza para poder superar la tentación.

—¿A dónde, joven? —pregunta uno de los choferes desde su lugar, mirándome por el espejo retrovisor.

—A casa de mi abuela.

[...]

—¡Ay, ay, ay! Abuela, me estás apretando demasiado.

—Oh, mi orgullo, mi pichón, mi tesoro, mi campeón —mis mejillas color tomate debido a tantos besos—. Dime, ¿cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos?

—Menos de veinticuatro horas. —Disimulo una carcajada al entrar en la gran sala.

—No seas pesado, Jonathan, eso no cuenta; fue solo una videollamada.

Me dejo caer en el sofá con los brazos abiertos, y ella se sienta a mi lado, con los ojos brillantes. Ya extrañaba hacerla enojar a propósito con mis tonterías.

—Vale, hace casi dos meses —admito.

—¿Y cómo te sientes? —Pregunta en un tono comprensivo. Toma mi mano, la que queda más cerca de ella, y la aprieta suavemente, ofreciéndome toda su confianza—. ¿Estás bien? ¿Te gustaría contarme cómo te fue?

—Estoy bien, abuela —respondo devolviéndole la sonrisa, porque ella se la merece—. Aunque preferiría no hablar del tema ahora... —Dirijo una mirada vacilante hacia la escalera color crema que se alza frente a mí, en busca de él, pero no hay ningún rastro. Ella se da cuenta demasiado pronto.

—Oh, Ernesto no está, si eso es lo que buscas.

—N... —ni siquiera me da tiempo de concluir mi mentira.

—Quedamos en que yo regresaría primero de nuestras vacaciones, mientras él se retrasaría un poco más para darnos espacio a ti y a mí. Y ya sabes... —su rostro se tiñe de rojo, ese color que solo aparece cuando está a punto de tocar una fibra sensible en mí—, y luego él podría recuperar el tiempo perdido con su nieta.

Mi cuerpo entero entra en tensión de inmediato; ni siquiera le ha hecho falta pronunciar la primera letra de su nombre. No es necesario: solo así, es como si un rayo me atravesara el alma y me la partiera en dos.

—Qué considerado de su parte. —Apenas puedo articular, aclarándome un poco la garganta para disimular bajo su mirada esperanzada.

—¿Quieres quedarte unos días? —Sus delicadas manos blancas se deslizan hasta mi abrigo deportivo negro para ajustar sus tiras con ternura—. Tengo una habitación especial para ti y Nova, donde puedes guardar tus cosas y traer a tus compañeros para ensayar, ya que es bastante espaciosa. O, si lo prefieres, también puedes dormir conmigo, como en los viejos tiempos. ¿Puedes creer que echo de menos tu desorden? —Sus ojos se humedecen y, aun así, bromea.

Corazón de hierro. Eso es lo que se necesita para decirle que no a esta mujer.

«O ganas de salvar lo que has progresado solo», salta mi subconsciente.

«Sí sabes que volver con tu abuela significa recordarte a Emma cada cinco minutos, como lo hizo hace un momento, ¿verdad? ¿Sabes que eso podría significar verla entrar ahora por esa puerta si se le da la gana, porque aquí vive su abuelo?».

«Oh, perdón; ya lo dije después de dos años negándote a mencionarla o a saber algo sobre su vida».

«Emma».

«La volví a mencionar. ¿Te duele?».

¡Basta!

—Tal vez en otro momento, abuela. —Aparto sus manos para levantarme, como si de repente tuviera lepra y me planto al otro lado del sofá.

Tengo que relajarme; si sigo así el maldito reloj en mi muñeca derecha va a pitar por los latidos de mi corazón y voy a delatarme.

—¿Por qué? —su cara de confusión es todo un poema—. No me digas que prefieres estar amontonado en cuatro paredes con tus amigos donde ni siquiera tienes una habitación propia.

—Eso era en Londres al principio. Las circunstancias han cambiado; ahora hemos encontrado algo mucho mejor para los cuatro aquí.

—¿Algo mejor que dormir junto a tu abuela? —Levanta una ceja, incrédula.

Chasqueo la lengua: —No digas gilipolleces.

—¡Esa boquita, niño! —casi me lanza un cojín, y al instante nuestras sonrisas reaparecen. Se acerca a mí, tirándome un poco el pelo hacia atrás—. Ya no quieres a tu abuela —dramatiza.

—Dije: "en otro momento", Señora Victoria. Tampoco es que lo haya descartado por completo. —Tomo su mano y la beso con una sonrisa maldita—. ¿O es que necesitas que sea ahora porque, cuando venga el abuelo, hacéis ejercicios y no podéis atenderme?

—¡Atrevido! —Me jala con fuerza y chillo—. ¡Es que no cambias!

11:29 a.m.

Después de dos horas y media en las que mi abuela se encargó de llenarme la barriga con deliciosas magdalenas y jugo de naranja, el momento de la consulta presencial se acerca, y casi estoy listo.

La verdad es que no me emociona mucho ir a esta hora, pero no puedo cambiarlo por el momento; no tengo mucha prioridad. Después de todo, solo soy el paciente de las videollamadas desde Londres.

La limusina se detiene en el aparcamiento del centro, y me apresuro a recoger mis gafas de sol negras y a camuflarme bajo la capucha del abrigo antes de dar el primer paso fuera.

«Cuídate, ¿vale?». Las palabras de Bruno me golpean con más fuerza que el viento mientras escucho los pasos de los choferes, Maxton y Mario, acercándose tras de mí.

Todo es paz y tranquilidad, como debería ser, con el murmullo de los coches de telón de fondo, hasta que, de repente, los paparazzis emergen en manadas por todas partes.

¿Es en serio?

¿Cómo diablos supieron que estaría aquí?

No puede ser.

Maxton y Mario se lanzan a ayudarme a esquivarlos, pero es inútil; son como abejas al acecho, zumbando y rodeándome sin cesar. Las cámaras empiezan a apuntarme.

—Hurry up! It's Jay from "Supernova's Boys"! We're live! Hey, buddy, can you answer a few questions for us?

—Maybe another time...

—How true are those rumors that you abandoned them due to addiction issues and then came back? Is there something we don't know about it? What's the reason you're here? Please!

_______________________________

Traducción:

—¡Apresúrense! ¡Es Jay de "Supernova's Boys"! ¡Estamos en vivo! Oye, amigo, ¿puedes responder algunas preguntas para nosotros?

—Quizás en otro momento...

—¿Qué tan cierto son esos rumores de que los abandonaste por problemas de adicción y luego volviste? ¿Hay algo que no sepamos al respecto? ¿La razón del por qué estás aquí? ¡Por favor!

_______________________________
Nota de la autora📖:

¡Holaaaa! ¿Cómo están? Perdón la tardanza... 🙂

¿Qué les ha parecido este capítulo? 👀 Soy dramática XD, no me pidan menos. 🤣

No olviden apoyar dejando su ⭐️ (voto) o algún comentario con su opinión. 🥹

_______________________________
Capítulo dedicado a: @LunaGarca624, @MerynalvaArmandGibso y @Raimbow_Lady08. ¡Gracias por leerme! ✨

¿Quieres que te dedique un capítulo? Coméntame algo relacionado con el mismo o tu opinión. 💗

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top