Capítulo 4: "¿Posible salvación?"
Castiel
Luego de que Rubby se dirigió a la escuela, decido que ya es tiempo para hacer la invocación. Hace mucho tiempo no hacía esta clase de cosas. Claramente, un poco de superstición conmociona mi mente, no sé si saldrá bien o no, pero sé que eso traerá buenos augurios a la sociedad mundana.
La vida en la Tierra es bastante diferente de lo que podía recordar, aunque tiene sus ventajas. Ahora estoy un poco preocupado por todo lo que va a suceder; sin embargo, sé que Dios tiene un plan para todos aquí.
Observo la nada, siempre sentí que hay algo allí. Puede que no sea nada, pero siento que en el Vacío hay algo que consume a los seres que van a la nada. Me preocupa ser uno de los que vaya a ese destino, pero debo ser fuerte por los demás.
Debo aceptar que no soy eterno en una lucha sobrenatural, sé que hay seres más poderosos que yo. Cuando el Vacío venga por mí, abrasaré a la nada con mis fuerzas y me dejaré llevar.
Los ingredientes son demasiados y el tiempo inmoderadamente corto. No dudo en perder el tiempo, no puedo hacerlo. Tengo que ponerme a trabajar o el mundo nuevamente se acabara, nadie quiere que eso vuelva a suceder.
Quiero hacer muchas cosas, deseo contarle a Rubby todo, pero no puedo. Sé que las cosas van a cambiar y tendré que hacerlo en algún momento, pero ella todavía no está lista para introducirse por completo a este mundo; Rubby tiene varias acciones y pensamientos mundanos.
No me agrada que tenga que despedirse de toda la creación de mi padre, no quiero que nadie muera, pero me parece que si no hacemos nada, eso es lo que va a suceder. Es complicado enfrentar a una nueva abominación.
En un abrir y cerrar de ojos, ya tengo todos los ingredientes sobre la mesa de la cocina. No tardo en hacer aquel hechizo de invocación. Pero por alguna extraña razón no ha funcionado, lo cual me parece bastante raro. Lo había hecho como se debía; comienzo a oír pisadas que se intensifican cada segundo que sucedía.
Respiro hondo ante la situación, no quiero ver lo que va a venir. Quiero que la vida cambie de una vez por todas, pero no puedo hacer nada. Quiero acercarme a cambiar todo, pero no puedo.
¿Es miedo lo que siento?
¿Es dolor al miedo de perder?
No quiero volver a caer en ese juego, pero sé que Dios me ha hecho algo que a ningún ángel le dio. Todavía no logré comprender lo que es, aunque estoy seguro de eso: lo siento en mis entrañas.
Deja de pensar en esas cosas, Castiel, es tiempo de pensar qué fue lo que hice mal en el hechizo de invocación.
Mi ceño se frunce inmediatamente, no quiero saber lo que está por suceder.
Siento miedo y una fuerte duda dentro de mi corazón y gracia. Definitivamente algo hice mal, pero… ¿qué?
Un fuerte viento se hace presente, casi de inmediato, sé que funcionó.
—No lo hiciste tan mal, solo que eso es mío y no de Jesús.
Lo miro fijamente a los ojos.
No pude ser posible, es casi un sueño o algo similar.
—Lucifer… creía que…
Él está vivo, no es posible.
Algo extraño se me cruza por la mente, algo que no tiene absolutamente nada que ver con la situación, pero últimamente mis pensamientos son así de peculiares:
¿Por qué los actores y actrices de Disney siempre son mayores que sus personajes?
—¿Qué había muerto? Bueno… para tu información sigo aquí, no morí y no pienso hacerlo dentro de mucho tiempo. Solo me tome un par de vacaciones interesantes —Comenta Lucifer con una pequeña sonrisa sobre sus labios—. Fuera de todo esto y de sus locuras mundanas. ¿Por qué siempre quieren salvar a la humanidad? Ya está condenada.
Mi ceño nuevamente se frunce.
—¿Qué clase de vacaciones? —Pregunto observándolo a los ojos con la cabeza ladeada para que note mi preocupación—. No creo en tus palabras, será mejor que me digas la verdad.
Lucifer lleva una de sus manos hacia su barbilla y me observa con su típica cara de desagrado y discordia emocional, al quitar su mano se logra observar con detenimiento sobre aquel rostro una gran sonrisa que decoraba aquella cara: una sonrisa llena de diversión.
—Un ejército.
Sus palabras, mejor dicho, aquella confesión me la veía venir. No entiendo la razón por la que decidí preguntarle sobre eso, me habría quedado con las ganas. Ahora sé lo que él planea, pero… ¿Contra quién utilizara aquel ejercito?
—¿Cómo se supone que lo haces y para qué hacerlo?
Una carcajada sonora se escapa de los labios de aquel arcángel.
—Para destruir al Anticristo, Castiel.
No puedo creer que Lucifer esté del mismo lado de nosotros, pero es ahí cuando me doy cuenta de que todos estamos del mismo lado. Claro, exceptuando a Jenna. Ella está sola y, por ese motivo, debemos acabar con ella.
—Sí. Bueno… “él” es ella.
Sé que no debí confesarle eso, pero ya es demasiado tarde para pensarlo.
El ceño de Lucifer se frunce sin comprender.
—¿Hablas de que es una niña? —Cuestiona alzando ambas cejas.
Mi ceño se frunce como el de él.
—De eso mismo hablo.
—Toda mi vida me prepare para luchar con un hombre, no con una niña.
—Sí, pero las niñas…
—Lo sé, son más fuertes y controlan tu mente.
Sin pensarlo más de una vez asiento con la cabeza.
No emito sonido alguno al hacerlo.
—Bueno… ¿Qué esperamos?
—Hay que traerlo.
Lucifer no dice ni una sola palabra más y se pone manos a la obra. Él es mucho más fuerte que yo y, por ese motivo, las cosas le saldrán más fáciles y en perfectas condiciones.
Observo como él rueda sus ojos, levanta la vista hacia el Cielo. Una luz azul y brillante nos invade completamente, un fuerte poder celestial emprende de aquella brillante y suculenta luz del Cielo. Logro ver cómo un joven se incorpora de esta.
—Ahí lo tienes. Yo iré hacer cosas.
No digo nada al respecto.
No entiendo la razón por la que todos los resucitados caen del Cielo sin ropa. Tomo la ropa que tengo a un lado preparada para Jesús y se la brindo.
Quiero hacer millones de preguntas, pero sé que está mal, no puedo hacerlas. Jesús es quien tiene que hacerlas.
—Gracias… —Comenta vistiéndose con lentitud absoluta—. ¿Qué hago aquí?
No tarda mucho en hacer la primera pregunta.
—Te trajimos para que acabes con el Anticristo.
Confieso.
—¿Ya pasó el tiempo necesario? —Pregunta.
Sé que no puedo mentir, y mucho menos a él.
—Sí. Tres años luego de las primeras plagas de este.
—Bien, buen trabajo.
Mi ceño se frunce inmediatamente sin poder creer lo malo que había hecho.
—¿Qué sucede si te traemos antes del tiempo necesario?
Mi pregunta es sincera, tengo miedo de haber cometido un error majestuoso.
—Nada. Solo iré evolucionando y no es muy buena idea.
Sus palabras me resultan extrañas, ya que no entiendo la razón por la que evolucionar es una mala idea. Yo siempre me imaginé que evolucionar es algo bueno, estupendo.
—¿No sería mejor que evoluciones?
Él niego con la cabeza.
—No, si yo evoluciono ella igual lo hará.
—¿Entonces hay salvación?
—Siempre hay salvación.
—No lo sé. Ya perdí la esperanza…
—¿Ya?
—Sí.
—No deberías perder nunca las esperanzas.
—¿Por qué? —Cuestiono lleno de seriedad.
—Porque eso jamás debes perderlo.
—Ya es demasiado tarde.
—No lo creo.
—Créelo. ¿Cuántas veces la perdiste?
—Dos veces en mi vida.
Jesús niega con la cabeza. Su mirada está sobre mis ojos.
No me siento muy incómodo, ya que yo siempre hago eso.
—No, solo una. Esta vez no la perderás.
—Tú eres la esperanza y no quiero perderla, pero la perderé.
—Escúchame, Castiel, yo no debería estar aquí aún. Ella no ha hecho nada, no todavía. Por ahora, tiene que vivir —dice lleno de seguridad en su tono de voz.
Ladeo la cabeza sin dejar de ver los ojos de aquel hombre.
—Por favor, ayúdanos desde ahora.
Jesús niega más de una vez.
—No. Dentro de tres años, Dios me traerá.
—Pero no hay tiempo suficiente.
No puedo creer que se está negando a ayudarnos, no podemos seguir perdiendo el tiempo. Tenemos que encontrar el modo de salvar a los mundanos.
—Ella aún no hizo nada, hay que esperar.
—No voy a esperar a que todos los que me rodean mueran.
—Lo siento…
Jesús me observa a los ojos al decir aquellas palabras. Lentamente un fuerte viento comienza a llevárselo nuevamente al Cielo.
—Solo tres años… —Murmuro con seriedad.
Comienzo a seguir el camino.
Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios al ver un parque, comienzo a caminar hacia allí. Veo a un hombre sentado en una banca y me acerco con lentitud en mi andar.
Camino mucho más lento de lo que recordaba hacerlo, por alguna razón no quiero acercarme demasiado, pero otra parte de mí sí lo quiere.
—Hola. —Lo miro a los ojos—. ¿Está ocupado?
Mi mirada se fija en la banca.
—No, claro. Siéntese.
Una pequeña sonrisa se dibuja sobre mis labios y asiento.
—Gracias.
Los ojos de aquel hombre me observan con detenimiento. Puedo notar que posee una fuerte melancolía en su mirar, como si algo en su vida fuera tan malo que merecía sufrir un fuerte castigo despiadado de Dios, aunque nadie se merece de esos castigos que Dios ofrece. Nunca sale nada bien.
—¿Por qué los niños son tan felices y amables? Y luego cuando crecen parecen olvidar todo lo vivido —Pregunto con el ceño fruncido.
Tengo millones de preguntas para los mundanos, pero no sé cómo comenzar, quizás hice algo mal en hacerle la pregunta a ese pobre sujeto. No deseo que se moleste conmigo u algo similar.
Aquel hombre me mira sin comprender mi pregunta, pero luego de procesarla en su interior algo interesante sale de sus labios.
—Porque al crecer olvidas lo que vives, para aprender nuevas cosas y cada vez vas olvidando lo que no debes olvidar. —Mira el cielo con melancolía absoluta, hay algo roto en él—. Lindo día.
Miro el cielo y luego a él.
No comprendo lo que me está diciendo del día, para mí, el día de hoy es el mismo que ayer. No le veo nada diferente, quizás un poco menos soleado, pero no se nota mucho y dudo que sus ojos puedan notar eso.
—Es igual que ayer.
El hombre asiente con la cabeza.
—Sí, pero algunas personas guardan en su memoria cosas como estas. Un hermoso atardecer, ya que no lo puedo cambiar y hay que atesorar las cosas repetitivas de la vida.
Mi ceño se frunce inmediatamente al oír sus palabras extrañas, pero las siento completamente sabias al oído.
—¿Por qué atesorar algo repetitivo? Si puedes guardar algo nuevo.
—Disculpe.
Aquel hombre se para y comienza a caminar.
Mi mirada se fija en aquel hombre sabio, cuando lo pierdo me pongo de pie y comienzo a caminar hacia mi hogar. No tardo demasiado en llegar.
Tomo asiento sobre uno de los sofás, que se encuentran en la sala, no dejo de pensar en todo lo sucedido anteriormente. No es posible, no tenemos nada para acabar con Jenna y no podemos esperar tres años por ayuda.
No quiero que toda la humanidad se pierda, no solo la humanidad, todo. Cuando Jenna acabe con todos, solo habrá nada… Vacío, ni siquiera Dios podrá hacer algo para recuperar las almas perdidas en la miseria.
Tiene que haber algo para hacer, debe haber alguna movida divina. Siempre hay algún modo de solucionar las cosas; además estoy en Argentina, los argentinos siempre le encuentran solución a todo, no entiendo por qué los llaman dramáticos. Lo que me agrada de estos seres argentinos es que siempre hablan como si supieran de lo que hablan, siempre dan buenos consejos, no por nada casi todos son estudiantes de psicología.
Quiero pensar que quizás alguno de ellos pueda darnos una respuesta para salvar a la humanidad, creo que no es nada imposible. Podría hacerlo, pero… No quiero herir más a los mundanos. Rubby dice que ellos tienen muchos problemas y crear otro de este calibre no creo que sea muy buena idea.
Lo mejor que puedo hacer es encontrar el modo de adelantar el tiempo u buscar a nuevos seres capaces de brindar su ayuda. Siento que ese va a ser el mejor plan, solo espero que así sea. No puedo perder la fe… no tengo que perderla.
Yo sé que todo esto ya está escrito en alguna parte, todo está terminado y listo. Todos firmamos ese final, no hay vuelta atrás. Todos los que firmaron esa sentencia serán despojados de su cuerpo carnal.
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