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Los diablillos borran las calles, a cambio, una gruta estrecha de yermo seco se alza. Le muestran su mayor miedo, vuelto realidad. En la visión, Trixu era comida de gusanos, y su señor Guzultá, miraba cómo se lo iban devorando. Al verse en la visión, Trixu enloquece, baja la guardia.
—Por eso estás aquí... Berserker... oh, ¿no lo sabes? Anhelas inmortalidad para que tu amo no te deseche, pero eso tiene un alto precio... ¿podrás pagar?
Trixu sabe que la única forma de seguir a lado de su señor es manteniéndose con vida. Su cuerpo, tras ver el infierno, poco a poco pierde su fuerza, se deteriora.
—Poseo botines de oro y plata... ¡soy rico! —suelta un alarido, su alma se quiebra, si tan solo esa pesadilla se vuelve realidad.
—El precio es uno mucho más alto y significativo... Berserker.
— ¿Mi alma? ¿Quieren acaso mi alma?
—Esa la perdiste hace mucho. — el diablillo ríe y sus estruendos hacen un eco agudo, fantasmal.
—Otro ahora es el dueño de tu alma... ¿estamos equivocados?
El otro diablillo, de aspecto hilarante se le pone al frente.
—Debes hablar con el demonio Eclistor. Es un ser legendario, si sobrevives y consigues invocarlo, te cobrará alto precio.
— ¿Cómo llego a él?
Los diablillos le muestran el bosque.
—Pero recuerda Berserker, el camino que abrirás no será fácil. Solo a unos pocos elegidos se les permite adentrarse en el bosque viviente conocido como Destrozador. Pero Destrozador te detesta, sabe de tu linaje, no lo tolera, te absorberá como al rocío veraniego. Y sus irrompibles enredaderas se volverán tus cadenas, no lo olvides Berserker.
— ¿Por qué me ayudan?
Los diablillos sueltan irritantes risillas.
—Solamente queremos ver el mundo arder. ¡El mundo arder! ¡El mundo arder!
—Pero antes, recibe esto Berserker, lo necesitarás, lo necesitarás...
Trixu desdobla el mapa corroído, una gota de sangre señala el punto al que tiene que ir. Uno de los diablillos se le acerca hasta rozarle los oídos.
—Tan solo dinos una cosa Berserker, ¿lo conseguirás? ¿Lo conseguirás?
Los diablillos desaparecen gritando:
¿Sobrevivirás, o perecerás? ¿sobrevivirás? Quizás perecerás...
Pero el bosque le cierra cualquier entrada. Lanza a Trixu, expulsado de sus suelos, las ramas, elásticas de sus árboles lanzan golpes, otros intentan, como una boa, enroscarse en su cuello, trata de asfixiarlo y hacerlo parte de él.
Como una suave briza, la voz de Destrozador, le llega al oído:
¡Engendro del mal, repudio tu sucia presencia, lárgate!
Para ganarle al bosque viviente, Trixu tiene que recordar sus días anteriores a su conversión, de cuando era cazador y pasaba los días buscando zarigüeyas para alimentarse.
Hacia el norte escucha correr un rio, al que se sumerge, para sacarse el olor a sangre humana derramada, pero Destrozador es letal, atento a sus movimientos lo sigue con la única intención de atacarlo al primer error.
Trixu es escurridizo como una Gomanora, duro como un bicho Tentapié, y más afortunado que un busca trampas con diez dedos.
Ya en las profundidades del bosque Destrozador, Trixu da al fin con los pergaminos sagrados, aquellos que albergan palabras que los ojos no deberían ver, que hablan de cosas que una mente cuerda no podría comprender jamás. Las mentes menores apenas pueden imaginar semejante unión de nigromancia y magia mental. Pero el ritual, realizado únicamente por horrores y engendros, tiene una única cordura, para destruir realizándolo.
Trixu es un engendro creado por su señor Guzultá, conoce aquella peligrosidad y el sacrificio que significa. Espera al solsticio de verano, y una buena noche, alza sus cinco agujas al cielo, luego señala al suelo. Invoca al submundo para que le sea prestada el arma con el que traerá al Demonio Eclistor.
— ¡Del corazón del cielo, al corazón del guerrero! ¡Dóblate con la tormenta, luego responde de igual forma!
Los vientos se alzan de los cuatro lados y lo envuelven todo, el aullido de los muertos estremece, el cielo se oscurece y entonces, de la profunda tierra emerge la daga hecha de hueso y hervido en sangre, pero Trixu sabe que la daga maldita no está terminada hasta que no se use como un arma homicida.
Trixu toma la daga maldita, exhala fuerte, y abre su vientre con ella. La abertura que a un principio no siente, arde, quema. Tambalea, siente desfallecer. Después nada. Oscuridad.
Un deseo tiene el poder de crear o destruir.
Un deseo puede hacer milagros o desgracias.
Un deseo basta para él. El demonio Eclistor.
Su sangre derramada, trajo a Eclistor, llega envuelto con un fuego aniquilador, haciendo daño a todo el que permanece cerca.
Una voz mucho más antigua que el mundo susurraba por detrás. Trixu tiembla, desea no haber demostrado miedo.
—Me han llegado rumores de ti...
—Entonces sabes lo que busco. —Trixu es cauto Los diablillos le advirtieron que jamás le revelara sus deseos, y sabía escuchar consejos.
—Quiero escucharlo de tu boca...
Sus palabras retorcidas atraían a los débiles como moscas a la miel, pero, aun así, Trixu mantuvo su boca cerrada.
—Quieres inmortalidad. Entonces te llevaré al manantial de la vida y de la muerte, pero a cambio quiero algo...
El demonio lo mira muy de cerca, a pesar de su respiración intimidante, Trixu no vacila. Los dedos del demonio se incrustan en la cavidad de su ojo izquierdo, tira y extrae.
Trixu cae al suelo, el dolor es insoportable.
El demonio mira el ojo ensangrentado entre sus garras, y con este, señala el sur. El ojo de Trixu mira hacia todas partes.
—Ahora podré ver tu mundo.
Eclistor lo envuelve entre sus garras, se elevan hacia el firmamento, hasta desaparecer.
En la arrinconada isla pantanosa de Garrapatas, los árboles siempre crecen torcidos, ellos les muestran el camino del no retorno.
Vuelan hacia lo más profundo, donde el vapor nauseabundo salido de la putrefacción de cuerpos descompuestos se propaga por la isla. Las Garrapatas, son tierras de la Escoria fundida al barro, ahí, removerse las impurezas del cuerpo se consideran un acto de locura.
El demonio Eclistor lo deja donde nace el manantial de la vida y de la muerte, allí los rayos del sol jamás llegan, rodeada de aguas turbias, cielo gris, para protegerla del mundo exterior, y de sus amenazas.
Trixu; mitad engendro, mitad humano, yace absorto. Pero su mente vaga, delira las palabras de su señor Guzultá.
—Abre los ojos Trixu, mi Trixu, eres mis ojos y mi justicia a donde vayas...
Pero ahora tiene sólo un ojo.
Con el que le queda, mira hacia al frente; el manantial divino que le devolverá la salud, y le obsequiará la eternidad.
Trixu se arrastra como un gusano hasta las orillas, y bebe.
Una fuerza mil veces más poderosa que el de su señor Guzultá, recorre por sus venas, su cuerpo se regenera. La nueva versión de sí mismo se endereza, imponente, aunque le falta un ojo, es hermoso, peligroso y letal.
La nueva versión de sí mismo se endereza, imponente, aunque le falta un ojo, es hermoso, peligroso y letal
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