VIII. A veces, Un muerto más

Todos los créditos a
Obed_Uchiha

A veces - Un muerto más
Sencillo
Año: 2021

Motivo de elección

La letra habla de momentos que parecen ser fugaces, pero cargados de significado. Esto puede reflejar la relación entre Obito y Deidara, donde aunque su conexión no es siempre estable o constante, los momentos de cercanía entre ellos son intensos y significativos. La canción también menciona los altibajos en una relación. Esto refleja bien la complejidad de los sentimientos entre los dos. A pesar de la atracción mutua, hay tensiones y barreras emocionales, como el hecho de que Obito lleva una máscara —literal y figurativamente— y Deidara, aunque se siente atraído, a veces no sabe cómo lidiar con esa distancia. Hay una sensación de cercanía y vulnerabilidad aquí, algo que, aunque pueda ser difícil para Obito debido a sus inseguridades y su pasado, podría verse en momentos donde, aunque a regañadientes, comienza a abrirse a Deidara. Este tipo de momentos puede reflejar la evolución de su relación, donde se permite ser vulnerable, aunque a veces le cueste aceptar lo que siente.
El tema recurrente del futuro y el pasado en la canción también encaja con la relación de estos dos personajes: Obito, atrapado en el pasado y en sus propios traumas, mientras que Deidara —más relajado y directo— podría representarse como una especie de futuro incierto para él. Sin embargo, ambos viven en ese "ahora" de los momentos compartidos, jugando con los altibajos, sin saber qué les deparará el futuro, pero disfrutando de lo que hay en ese instante.

One shot

El silencio era espeso, casi irreal. Algo muy poco común pues la base de akatsuki nunca se encontraba realmente en calma. Siempre había algo: una pelea, alguien corriendo por el pasillo o el sonido de una simple platica distante en el comedor.

Y otra cosa que, de vez en cuando común, molesta. Tobi desapareció sin dar explicaciones, otra vez.
Deidara caminaba de aquí para allá, aburrido, buscándolo, pero si le preguntas, te dirá que no. No era extraño no ver a nadie cerca, ya sea por las misiones, ya sea por la hora.

—¿Dónde demonios se habrá metido ese idiota... ? —murmuró para sí mismo. El sonido de sus pasos haciendo eco en el pasillo frío. En la noche incómoda.

Siguió caminando hasta encontrar la puerta levemente abierta. La abrió despacio, silenciosamente, sintiendo el golpe del aire frío en su cara, helando sus huesos. Afuera, el cielo está despejado y la noche es medianamente clara, lo suficiente para ver sus propios pasos.

Una pequeña piedra rueda hasta caer sobre su hombro y al levantar la vista en busca de su origen puede ver a Tobi sentado arriba del techo. Solo está ahí, en silencio, lo suficientemente quieto para saber que está perdido en sus pensamientos. Deidara lo contempla unos segundas más antes de atreverse a subir y sentarse a su lado. Pero el enmascarado parece no  inmutarse por su presencia, como si hubiera ido él quién lo invitó a subir.

Aún hay silencio, pero ahora no está mal. Y es que con Tobi a su lado ya nada parece estar mal. Siente el frío guante de la mano de Tobi entrelazarse entre sus dedos.

—¿Estás bien? —le pregunta, sabiendo que hay algo mal con él —Es raro verte tan callado, hasta perturbador, diría yo. —. Bromea, tratando de hacer más ligero todo mientras le da un pequeño apretón a la mano que todavía sostiene la suya.

Pero Tobi sigue quieto, con la vista en el cielo —La luna... se ve especialmente bella y clara hoy, ¿no crees, senpai?
Su voz era alegre, de tono ligero, pero sus hombros seguían tensos. Como si las palabras estuvieran atascadas en algún lugar de su pecho.

Deidara lo mira, la luz de la luna pegando en la mitad de su máscara ligeramente fuera de lugar. Extiende la mano para acomodarla, como tantas veces lo ha hecho, pero se detiene. —No eres precisamente un poeta, ¿verdad?

Tobi soltó un sonido breve, casi como una risa ahogada o un sollozo, no sabe cual de los dos es, pero no dijo nada más. Entones su mano, que aún está sobre la máscara, la mueve, deslizandola, dejándola al descubierto aquellos labios que rara vez tiene la oportunidad de ver, pero ahora está lo suficientemente oscuro como para verlos, solo sabe que están ahí. El azabache toma su muñeca, pero no la quita de su rostro.

Y Deidara, aunque no puede verlo, sabe que algo lo carcome por dentro. Lo siente temblar y no sabe si sea eso o el frío chocando contra sus huesos pero lo escucha tomar aire.

Quizá demasiado nervioso o tranquilo como para seguir pensando, se acerca. Siente su respiración caliente e insegura contra la suya. Por un momento, es como si el universo estuviera en calma y como si ninguna fuera realmente de ahí.

—Yo... —escucha su voz ronca chocar contra sus oídos, vacilante. Tan cerca que podría morir.

Está tan cerca.

De pronto, Tobi se echa para atrás, recostandose sobre el techo y es tirándose, fingiendo bostezar mientras se acomoda la máscara —Hace frío, ¿no? —. Dice con ese tonto tono chillón otra vez.

El rubio suspira con pesadez y frustración, el sentimiento de verlo alejarse otra vez, dejándolo un hueco en la boca del estómago. Y es lo que más lo confunde —¿Sabes? —. Dice sin mirarlo, con el ceño fruncido y algo más que frustración retenida —A veces siento que quieres decir algo más, pero nunca lo haces.

No hubo respuesta y Deidara lo voltea a ver, el enmascarado todavía mirando al cielo —¿Es miedo? ¿O simplemente no confías en mí? —. El silencio se hizo aun más pesado que antes. Tobi se mueve ligeramente, como si fuera a hablar , pero luego vuelve a quedarse quieto. Ahí está otra vez, piensa Deidara con amargura, ese momento, esa pausa, esa duda. Esa barrera que no entiende pero que puede sentir cada vez que Tobi está a punto de acercarse. —Como sea, hmn.

Dice aún más cansado que ante, mirándolo por última vez antes de ponerse de pie, listo para irse a la cama, pensando en la terrible idea que quizá había sido salir a buscarlo pero al mismo tiempo ese sentimiento contradictorio de querer quedarse. Deidara odia sentir ese vacío en el pecho.
Dio un par de pasos antes de que el sonido de voz lo detuviera.

—Deidara...

Su nombre flotó en el aire hasta sus oídos, estremeciendolo como solo él podía hacerlo. Con esa voz profunda que pronunciaba su nombre como solo él sabía hacerlo. Deidara no se giró, no habló. Solo esperó. Ansioso. Quieto. Pero Obito no dijo nada más. Y después de un largo momento, siguió su camino. Todavía sintiendo el cosquilleo de su nombre rascar sus oídos y su alma.

Algo estaba ahí. Algo que Tobi quería decir pero no podía, y Deidara lo sabía.

A veces —pensó, dejándose caer en la cama— creo que en otra vida, en otro momento, habrías sido capaz de decírmelo. Y tal vez en otro momento, bajo otra luna, yo habría sabido cómo escucharte.

¡Gracias!

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