27 | ¿el final o el principio?

XXII. THE END OR THE BEGGING?

Todos bajaron a la enfermería, encontrándose ahí a Remus, Allison, Liz, Ron y Hermione, que rodeaban a la señora Pomfrey. En cuanto los vieron llegar, se abalanzaron a toda prisa sobre ellos. Allison quería lanzarse a abrazar a su hermano, pero Dumbledore se lo impidió.

—Por favor, escuchadme todos un momento. Harry ha vivido esta noche una horrible experiencia. Y acaba de revivirla para mí. Lo que ahora necesita es paz y tranquilidad, y dormir. Si quiere que estéis con él, podéis quedaros, pero no quiero que le preguntéis nada hasta que esté preparado para responder, y desde luego no esta noche.

Todos asintieron, pero Allison parecía que iba a echarse a los brazos de su hermano en cuanto el director se fuera.

—Dumbledore —dijo la señora Pomfrey, mirando fijamente el perro grande y negro en el que se había convertido Sirius—, ¿puedo preguntar qué...?

—Este perro se quedará un rato haciéndole compañía a Harry —contestó sencillamente Dumbledore—. Te aseguro que está extraordinariamente bien educado. Esperaremos a que te acuestes, Harry. Volveré en cuanto haya visto a Fudge —añadió—. Me gustaría que mañana te quedaras aquí hasta que me haya dirigido al colegio.

Madame Pomfrey lo llevó a una de las camas y la rodeó de biombos, mientras que Maddy entró al despacho con el permiso de la enfermera para llevarle una poción de sueño.

Allison se acercó a su hermano, que ya se había puesto el pijama y estaba sentado en la cama. Le quitó las gafas, las dejó sobre la mesilla y se sentó a su lado para darle un abrazo, en silencio. Ron y Hermione les observaban sin saber qué hacer, ya que no querían ni incomodar a Harry ni meterse en medio de la escena. Liz estaba medio abrazada a Remus, quien tenía un brazo por encima de la chica en ademán protector. Sirius, todavía en su forma perruna, se encontraba tumbado junto a la cabecera.

—Bébetela toda, cielo, te sentirás mejor. Te dormirás enseguida y no soñarás nada —le dijo Maddy, con la voz algo más calmada.

Su hermana se bajó de la cama para que Harry pudiera tumbarse, y él se bebió unos sorbos antes de caer dormido.

Aunque Harry despertó no mucho después, cuando McGonagall y Fudge empezaron a discutir en voz muy alta, entrando a la enfermería con Snape, a la que pronto se unió Dumbledore. El ministro había permitido que le dieran el Beso del Dementor a Crouch. Se habían quedado sin alguien que pudiera declarar que el Innombrable había regresado.

Pero Fudge no quiso creer que había vuelto, por mucho que Dumbledore y Harry se lo repitieron.

—Si sigues decidido a cerrar los ojos, Cornelius —dijo Dumbledore—, nuestros caminos se separarán ahora. Actúa como creas conveniente. Y yo... yo también actuaré como crea conveniente.

Aunque la voz de Dumbledore no sonó amenazadora, sino que solo le dijo lo que pensaba hacer. Pero Fudge, por supuesto, se lo tomó a mal.

—Veamos pues, Dumbledore —dijo, blandiendo un dedo amenazador—. Siempre te he dado rienda suelta. Te he mostrado mucho respeto. Podía no estar de acuerdo con algunas de tus decisiones, pero me he callado. No hay muchos que en mi lugar te hubieran permitido contratar hombres lobo, o tener a Hagrid aquí, o decidir qué enseñar a tus estudiantes sin consultar al Ministerio. Pero si vas a actuar contra mí...

—El único contra el que pienso actuar —puntualizó Dumbledore— es lord Voldemort. Si tú estás contra él, entonces seguiremos del mismo lado, Cornelius.

Después de discutir unos segundos más, Fudge dejó el saco de galeones de premio sobre la cama de Harry y se largó, enfadado.

Dumbledore pidió a Remus que fuera al Ministerio para hablar con Arthur Weasley —después de preguntarle a Ron si podía contar con sus padres— para que pudiera avisar a miembros del Ministerio, con algo de cabeza, de lo que estaba ocurriendo. Remus se despidió de todos y se marchó.

Después le dijo a McGonagall que llevara a Hagrid a su despacho y, si era posible, también a Madame Maxime. También le pidió a la señora Pomfrey que llevara a Winky a las cocinas, con Dobby.

—Y, ahora, es momento de que dos de nosotros se acepten. Sirius... te ruego que recuperes tu forma habitual.

Así lo hizo él. Snape no gritó ni retrocedió, pero su expresión era una mezcla de furia y horror.

—¡Él! —gruñó, mirando a Sirius, cuyo rostro mostraba el mismo desagrado—. ¿Qué hace aquí?

—Está aquí porque yo lo he llamado —explicó Dumbledore, pasando la vista de uno a otro—. Igual que tú, Severus. Yo confío tanto en uno como en otro. Ya es hora de que olvidéis vuestras antiguas diferencias, y confiéis también el uno en el otro.

Ambos se miraban con odio, y Maddy tuvo que ponerle una mano en el hombro a Sirius, temiendo que se lanzara sobre Snape.

—Me conformaré, a corto plazo, con un alto en las hostilidades —dijo Dumbledore con un deje de impaciencia—. Daos la mano: ahora estáis del mismo lado. El tiempo apremia, y, a menos que los pocos que sabemos la verdad estemos unidos, no nos quedará esperanza.

Ellos, sin quitar su cara de desagrado, lo hicieron. Pero se soltaron enseguida.

—Con eso bastará por ahora. —Dumbledore se colocó una vez más entre ellos—. Ahora, tengo trabajo que daros. La actitud de Fudge, aunque no nos pille de sorpresa, lo cambia todo. Sirius, Maddison, necesito que salgáis ahora mismo: tenéis que alertar al antiguo grupo. Sirius, escóndete por un tiempo en casa de Maddison y Remus. Yo iré a buscarte.

—Pero... —protestó Harry.

—La semana que viene nos veremos, cielo —le aseguró Maddy, acercándose para darle un abrazo—. Pero ahora tenemos que irnos. Es importante.

Ambos se despidieron y salieron por la puerta, Sirius transformado en perro de nuevo.

Dumbledore le dijo a Snape que ya sabía qué debía hacer, y dejó a los cinco niños solos. Le pidió a Hermione que se asegurase de que Harry se bebía la poción.

Ella le acercó la copa con la poción, y Allison dejó la bolsa con el dinero sobre la mesilla para que pudiera tumbarse bien.

—Toma, Harry —le dijo Hermione, pero él miraba la bolsa de galeones con desgano.

—No fue culpa tuya, Harry —susurró Eliza, acercándose y apoyando una mano en su brazo.

—Yo le dije que cogiéramos juntos la Copa —musitó Harry.

Todos se quedaron en silencio, y Hermione le pasó rápidamente a Allison la poción, dirigiéndose a la ventana. Se escuchó un fuerte ruido, y la chica se disculpó, agarrando con firmeza algo con las manos.

Allison se sobresaltó por el ruido, pero prefirió ignorarlo y hacer que Harry se bebiese la poción. Ya le preguntaría luego a Hermione qué diablos hacía.

—Bébetela —le apremió a su hermano, tendiéndole la copa.

Al final, la aceptó, y quedó profundamente dormido de nuevo.

* * *

Los siguientes días, Allison tuvo que pensar mucho antes de actuar. Tal vez por primera vez en su vida, cabe señalar. No quería por nada del mundo que Harry se sintiera peor de lo que ya estaba, así que trató de controlar en su mayor medida sus comentarios. Eso sí, siempre que podía le daba grandes abrazos que él, secretamente, agradecía.

Pero no todo eran malas noticias; Ginny les contó a Hermione y Allison, una noche que se quedaron hasta tarde en la Sala Común, que Michael le había pedido salir, y ella había aceptado. Les relató muy emocionada cómo se habían besado. Allison y Hermione estaban muy contentas por ella, podía decirse que estaba empezando a superar a Harry.

Era ya el penúltimo día en la escuela, y Allison había estado dando un paseo por los corredores. Al escuchar un ruido en el baño de la primera planta, decidió entrar a ver qué ocurría. Parecían llantos, y se preguntó si Myrtle la llorona habría decidido cambiar de ubicación.

Pero no se trataba de ella, sino de Cho Chang.

A Allison le rompió el corazón verla ahí, en el suelo hecha una bolita, sollozando sin parar. No tenía claro qué hacer, pero se agachó a su lado y apoyó una mano en su hombro. No podía irse, ignorándola, cuando claramente necesitaba ayuda.

Cho balbuceó algo incomprensible al alzar la mirada. Allison no pudo evitar abrazarle. Debía de estar destrozada, acababa de perder a su novio. Cho le correspondió con fuerza el abrazo, y comenzó a intentar tranquilizar sus llantos.

—Sé que tal vez no seamos tan amigas —empezó a decir Allison, en voz baja—, pero puedes contar conmigo para lo que necesites, Cho.

Ella asintió, pero a Allison le parecía que había quedado una promesa vacía.

—En serio, no lo digo para quedar bien. Puedes escribirme todas las cartas que quieras en verano, te prometo que te las responderé.

Cho se separó un poco, estaba hipando.

—¿Lo... lo dices d-de verdad?

—Por supuesto. Las chicas deben apoyarse entre ellas.

Ella asintió otra vez, algo más convencida, y trató de ponerse en pie con la ayuda de Allison.

—Gracias —susurró Cho.

—No te preocupes, Cho. Y, de verdad, si lo necesitas, escríbeme. Ahora, vamos a las cocinas, estoy segura de que el chocolate te animará un poco.

El último día, todos asistieron al banquete más triste y lúgubre que había tenido lugar, al menos en el tiempo que Allison llevaba en Hogwarts. Dumbledore iba a decir unas palabras sobre Cedric, después de haber brindado todos por él.

—Cedric ejemplificaba muchas de las cualidades que distinguen a la casa de Hufflepuff —había dicho el director—. Era un amigo bueno y leal, muy trabajador, y se comportaba con honradez. Su muerte os ha afligido a todos, lo conocierais bien o no. Creo, por eso, que tenéis derecho a saber qué fue exactamente lo que ocurrió. Cedric Diggory fue asesinado por lord Voldemort.

Esa revelación causó un gran murmullo de terror entre todos los alumnos.

—El Ministerio de Magia —continuó Dumbledore— no quería que os lo dijera. Es posible que algunos de vuestros padres se horroricen de que lo haya hecho, ya sea porque no crean que Voldemort haya regresado realmente, o porque opinen que no se debe contar estas cosas a gente tan joven. Pero yo opino que la verdad es siempre preferible a las mentiras, y que cualquier intento de hacer pasar la muerte de Cedric por un accidente, o por el resultado de un grave error suyo, constituye un insulto a su memoria.

Tras unas palabras hacia Harry, otras sobre el Torneo y unas cuantas más dirigidas hacia los estudiantes extranjeros, Dumbledore dio por concluido su discurso. No sin antes reafirmar que se acercaban tiempos oscuros.

Al día siguiente, Allison se despertó con un mal sabor de boca. Tenía una extraña sensación dentro de ella, pues sabía que volver a casa significaba que podría descansar al fin de todo lo que había estado ocurriendo en el castillo. Pero dejar Hogwarts se le hacía muy raro, se sentía como si hubieran pasado años desde principios de curso. Habían cambiado tantas cosas... Volver a casa sería como ponerle una pausa a todo si no fuese porque, ahí fuera, Quien No Debe Ser Nombrado había regresado.

Sin embargo, se llevó una grata sorpresa cuando Fleur Delacour se acercó a despedirse de ellos.

—¡Hagui!, ¡Allison! —había saludado, y el corazón de Allison se saltó un latido—. Nos volveguemos a veg, espego. —Les tendió la mano al llegar ante ellos—. Quiego encontgag tgabajo aquí paga mejogag mi inglés.

—Mucha suerte para encontrarlo —deseó Allison, sonriente—. Pero que sepas que tu inglés ya es muy bueno.

—Te lo agadezco, Allison. Adiós, chicos. ¡Ha sido un placeg conocegos!

Mientras veían cómo se subía al carruaje con su directora, Ron comentó:

—Me pregunto cómo volverán los de Durmstrang. ¿Crees que podrán manejar el barco sin Karkarov?

Karrkarrov no lo manejaba —dijo una voz ronca—. Se quedaba en el camarrote y nos dejaba hacerr el trrabajo. —Krum se había acercado para despedirse de Hermione—. ¿Podrríamos hablarr? —le preguntó.

—Eh... claro... claro... —contestó Hermione, algo confundido, y siguió a Krum por entre la multitud hasta perderse de vista.

—¡Será mejor que te des prisa! —le gritó Ron—. ¡Los carruajes llegarán dentro de un minuto!

Allison sabía que, aunque Hermione se hubiera besado en más de una ocasión con Krum a principios de año, a ella no le gustaba él. Habían hablado mucho de ello, Hermione se sentía mal, pero Allison le había asegurado que si hablaba con él no tendría por qué sentirse así.

Al cabo del rato, ambos regresaron.

—Me gustaba Diggorry —le dijo Krum a Harry de repente—. Siemprre erra amable conmigo. Siemprre. Aunque yo estuvierra en Durrmstrrang, con Karrkarrov —añadió, ceñudo.

—¿Tenéis ya nuevo director? —preguntó Harry.

Krum se encogió de hombros, y después les estrechó la mano en forma de despedida. Mientras se iba, Ron, que parecía tener una lucha interna, le gritó:

—¿Me firmas un autógrafo?

Krum pareció sorprendido, pero también halagado, y le firmó un pedazo de pergamino. Hermione y Allison no paraban de sonreír, aunque la última más bien se reía. Ron había dejado un poco de lado su cabezonería.

Subieron a los carruajes rumbo al tren. Parecía un viaje tranquilo, hasta que Hermione les fue a contar algo impactante. Sobre Rita Skeeter.

—He averiguado cómo se las arregla para escuchar conversaciones privadas cuando tiene prohibida la entrada a los terrenos del colegio.

Parecía como si se lo hubiera guardado durante días, queriendo soltarlo. Los tres empezaron a preguntarle, y ella rebuscó algo en su mochila.

—Rita Skeeter es una animaga no registrada. Puede convertirse... —Hermione sacó de la mochila un pequeño tarro de cristal cerrado— en un escarabajo.

—¡Bromeas! —exclamó Ron—. Tú no has... Ella no...

—Sí, ella sí —declaró Hermione muy contenta, blandiendo el tarro ante ellos.

Dentro había ramitas, hojas y un escarabajo grande y gordo. ¿Eso era Rita Skeeter?

—Eso no puede ser... Nos estás tomando el pelo —dijo Ron, poniendo el tarro a la altura de los ojos.

Allison intentaba procesar el hecho de que Hermione tuviera a Rita encerrada en un frasco. Tenía la boca abierta mientras lo observaba, pasmada. La verdad era que eso explicaba muchas cosas.

—No, en serio —afirmó Hermione sonriendo—. Lo cogí en el alféizar de la ventana de la enfermería. Si lo miráis de cerca veréis que las marcas alrededor de la antena son como las de esas espantosas gafas que lleva.

Tenía razón.

—¡Había un escarabajo en la estatua la noche en que oímos a Hagrid hablarle a Madame Maxime de su madre! —recordó Harry.

—¡Exacto! —confirmó Hermione—. Y Viktor Krum me quitó un escarabajo del pelo después de nuestra conversación junto al lago. Y, si no me equivoco, Rita estaría en el alféizar de la clase de Adivinación el día en que te dolió la cicatriz. Se ha pasado el año revoloteando por ahí en busca de historias.

—También en la ventana del cuarto —se acordó Allison—. Cuando me besé con... ella —se corrigió a sí misma, antes de decir el nombre frente a Harry y Ron. Hermione, que ya sabía de quien se trataba, le sonrió.

—Cuando vimos a Malfoy debajo de aquel árbol... —dijo Ron pensativo.

—Estaba contándole cosas, la tenía en la mano —continuó Hermione—. Por supuesto, él lo sabía. Así es como ella ha obtenido esas entrevistas tan encantadoras con los de Slytherin. A ellos les daba igual que ella estuviera haciendo algo ilegal mientras pudieran contarle cosas horribles sobre nosotros y Hagrid.

Hermione sonrió mientras cogía el tarro. El escarabajo revoloteaba pegándose furiosos golpes contra el cristal.

—Le he explicado que la dejaré salir cuando lleguemos a Londres. Al tarro le he echado un encantamiento irrompibilizador, para que ella no pueda transformarse. Y ya sabe que tiene que estar calladita un año entero. Veremos si puede dejar el hábito de escribir horribles mentiras sobre la gente.

La sonrisa serena de Hermione asustó a Allison, si había que ser sinceros.

—Recuérdame que nunca te haga enfadar si no quiero acabar en un frasco —murmuró ella, medio en broma medio en serio.

La puerta del compartimiento se abrió. Draco y sus gorilas hicieron su habitual aparición en su compartimento. A Allison le daba ya igual, todos los años era así, parecía muy necesitado de atención. Pero todo cambió en cuanto se burló de la muerte de Cedric.

Fue como una especie de explosión que los cegó por unos momentos, debido al resplandor de los encantamientos que les habían lanzado y habían salido disparados. Los tres estaban tirados en el suelo, inconscientes.

Les habían lanzado distintos maleficios, pero no solo habían sido ellos.

—Quisimos venir a ver qué buscaban estos tres —les dijo Fred, pisando a Goyle para entrar en el compartimiento. George también pisó a Malfoy al entrar.

—Un efecto interesante —dijo George mirando a Crabbe—. ¿Quién le lanzó la maldición furnunculus?

—Yo —admitió Harry.

—Curioso —comentó George—. Yo le lancé el embrujo piernas de gelatina. Se ve que no hay que mezclarlos: se le ha llenado la cara de tentáculos. Vamos a sacarlos de aquí, no pegan con la decoración.

Pasaron con los gemelos el resto del viaje.

Allison quería que todo fuera bien con George, pero no podía evitar ponerse algo nerviosa cada vez que sus miradas se cruzaban. Habían quedado en que volvían a ser amigos, y habían hablado en varias ocasiones desde entonces. Pero era imposible no recordar cómo sabían sus labios cuando los miraba. Se odiaba, porque pensaba que después de todo no lo había conseguido superar todavía, y no había nada que quisiera más en esos momentos.

Tendría que quitarse a George Weasley de la cabeza, pero eso no iba a ser una tarea fácil.






PERO CÓMO ES QUE YA SE HA ACABADO ah perdón me altero. es que no lo entiendo hdodhsisjwjw en serio el tiempo ha pasado demasiado rápido, me asusta

toca daros las gracias a todxs lxs que me leéis, por vuestros votos y comentarios y el apoyo. gracias por querer a Allison, a Lizzy y a Maddy, y por acompañarlas capítulo tras capítulo. todavía falta mucho de ellas por descubrir, y espero que os quedéis aquí hasta el final :)

así que el domingo tendréis ya publicada la introducción de Kiss and make up, la historia de la Orden del Fénix, que espero que os guste tanto como A twin thing y como O.I.N.V.  pondré un mensaje en el tablero para avisar de que está, así que si no me seguís igual os lo perdéis (no se nota nada este spam verdad???)

tened un feliz año nuevo, a ver si este 2021 viene mejor. os quiero!!

(edit - solo vengo a decir que si estás leyendo esto, ya subí la historia, está en mi perfil :))

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