13 | dragones y disculpas
XIII. DRAGONS AND APOLOGISES
Si Harry se sorprendió porque ella aceptara ir con él a ver a Hagrid, lo disimuló bien, y tan solo pasó la capa por encima de ella también. Juntos, se dirigieron a los terrenos del castillo, que estaban totalmente a oscuras. Mientras bajaban por la explanada hacia la cabaña, vieron que el interior del carruaje de Beauxbatons estaba iluminado, y escucharon a Madame Maxime hablando dentro.
—¿Eres tú, Harry? —susurró Hagrid, abriendo la puerta cuando llamaron.
—Sí, vengo con Allison —respondió Harry, y ambos se quitaron la capa—. ¿Por qué me has hecho venir?
—Tengo algo que mostrarte —repuso Hagrid—. A los dos, porque seguro que a ti te encanta, Allison.
Les dedicó a ambos una sonrisa emocionada. Había vuelto a intentar peinarse, ya que las púas que se debían de hacer roto de su peine estaban clavadas en su pelo. Además, llevaba una flor enorme en el ojal.
—¿Qué nos vas a enseñar? —preguntó Allison con curiosidad.
—Cubrios con la capa, venid conmigo y no habléis —les indicó Hagrid—. No vamos a llevar a Fang, porque no le gustaría...
Hagrid abrió la puerta y salió, los mellizos le siguieron con prisa y vieron que se acercaba al carruaje de Beauxbatons.
—Hagrid, ¿qué...? —empezó a decir Harry.
—¡Shhh! —lo acalló Hagrid, y llamó tres veces a la puerta.
Madame Maxime abrió la puerta.
—¡Ah, Hagrid! ¿Ya es la «hoga»?
—«Bon suar» —le saludó Hagrid, dirigiéndole una sonrisa y ofreciéndole la mano para ayudarla a bajar los escalones.
Cuando ambos empezaron a caminar rumbo hacia el bosque, los mellizos les siguieron. Allison no dejaba de preguntarse qué era eso que tanto quería enseñarles, porque desde luego no querían ver una cita entre él y la directora de Beauxbatons.
—¿Adónde me llevas, Hagrid? —preguntó la mujer de forma alegre.
—Esto te gustará —aseguró Hagrid—. Merece la pena, confía en mí. Pero no le digas a nadie que te lo he mostrado, ¿eh? Se supone que no puedes verlo.
—Descuida —le dijo Madame Maxime.
Siguieron caminando, y Allison estaba empezando a perder la paciencia. Estaba cansada, y quería echarse a dormir. Entonces, empezaron a escucharse unos gritos, y después un bramido ensordecedor. Hagrid y Maxime se detuvieron, y Allison y Harry se apresuraron a colocarse a su lado. Allison se quedó boquiabierta al ver lo que tenía delante de las narices.
¡Eran dragones! ¡Dragones adultos y enormes!
Había cuatro de ellos, que rugían y lanzaban torrentes de fuego al cielo. Tenían aspecto feroz, y se alzaban sobre sus patas posteriores dentro de un cercado de gruesas tablas de madera. El azul plateado gruñía e intentaba morder a los magos. El verde daba fuertes patadas contra el suelo mientras se retorcía. Uno rojo —que por lo que Allison pensaba y esperaba, era un bola de fuego chino— con pinchos dorados alrededor de la cara lanzaba nubes de fuego. El último era negro y gigantesco, el más cercano a ellos.
Una treintena de magos trataban de controlarlos desde el suelo, tirando de las cadenas que sujetaban los collares de cuero que rodeaban su cuello y sus patas. Allison no cabía en sí de la emoción y el impacto de aquello. Había soñado desde pequeña con ver de cerca un dragón y, ahora, tenía a cuatro delante. Eran muchísimo más maravillosos de lo que los dibujos pudieran captar, y más gigantescos y feroces de lo que Beatrice le había descrito alguna vez.
—¡No te acerques, Hagrid! —advirtió un mago desde la valla, tirando de la cadena—. ¡Pueden lanzar fuego a una distancia de seis metros, ya lo sabes! ¡Y a este colacuerno lo he visto echarlo a doce!
—¿No es hermoso? —dijo Hagrid con voz embelesada.
—¡Es peligroso! —gritó otro mago—. ¡Encantamientos aturdidores, cuando cuente tres!
Todos los cuidadores de los dragones sacaron la varita.
—¡Desmaius! —gritaron al unísono.
Los encantamientos dieron de lleno contra la piel de los dragones, y Allison vio al más próximo a ellos balancearse sobre sus patas traseras y abriendo las fauces sin proferir sonido. Ya no echaba fuego, pero el humo seguía presente. Despacio, acabó por desplomarse en el suelo, y todo pareció temblar ante ello.
Con prisa, los cuidadores se acercaron a los dragones para apretar y tensar las cadenas y asegurarlas con estacas de hierro.
—¿Quieres echar un vistazo más de cerca? —le preguntó Hagrid a Madame Maxime, embriagado de emoción.
Al acercarse detrás de ellos, Allison descubrió que Charlie Weasley estaba ahí, y había sido quien le aconsejó a Hagrid que no se acercase.
—¿Va todo bien, Hagrid? —preguntó, jadeante, acercándose para hablar con él—. Ahora no deberían darnos problemas. Les dimos una dosis adormecedora para traerlos, porque pensamos que sería preferible que despertaran en la oscuridad y tranquilidad de la noche, pero ya has visto que no les hizo mucha gracia, ninguna gracia...
—¿De qué razas son, Charlie? —inquirió Hagrid mirando al dragón más cercano, el negro.
—Este es un colacuerno húngaro —explicó Charlie—. Por allí hay un galés verde común, que es el más pequeño; un hocicorto sueco, que es el azul plateado, y un bola de fuego chino, el rojo.
Allison se sintió orgullosa de haber acertado cuál era el último dragón. Charlie miró a Madame Maxime, que se alejaba siguiendo el borde de la empalizada para ir a observar los dragones adormecidos.
—No sabía que la ibas a traer, Hagrid —dijo Charlie, ceñudo—. Se supone que los campeones no tienen que saber nada de lo que les va a tocar, y ahora ella se lo dirá a su alumna, ¿no?
—Solo pensé que le gustaría verlos. —Hagrid se encogió de hombros, sin dejar de mirar embelesado a los dragones.
—¡Vaya cita romántica, Hagrid! —exclamó Charlie con sorna.
—Cuatro... uno para cada campeón, ¿no? ¿Qué tendrán que hacer?, ¿luchar contra ellos?
—No, solo burlarlos, según creo —repuso Charlie—. Estaremos cerca, por si la cosa se pusiera fea, y tendremos preparados encantamientos extinguidores. Nos pidieron que fueran hembras en período de incubación, no sé por qué... Pero te digo una cosa: no envidio al que le toque el colacuerno. Un bicho fiero de verdad. La cola es tan peligrosa como el cuerno, mira.
En ese momento, Allison se congeló. Dejó atrás sus fantasías infantiles sobre los dragones para caer en la cuenta de que Harry iba a enfrentarse a uno. A uno real, grande y escupe-fuego. Giró su cabeza dentro de la capa, con los ojos muy abiertos, y se quedó observando la cara de terror de Harry.
Después de aquel fugaz pensamiento, Allison no estaba tan segura de querer seguir estando enfadada con Harry. Era cierto que no hacía más que conseguir atención constante, y todo el tema del Torneo había sido una bomba de Harry por todas partes. Pero... Harry no tenía la culpa, ¿cierto? Maddy le había asegurado que él no buscaba ser el centro de atención, y en el fondo sabía que tenía razón.
Cinco dragonologistas se acercaron al dragón con una nidada de enormes huevos, y los colocaron con cuidado al lado del animal. A Hagrid se le escapó un gemido de anhelo.
—Los tengo contados, Hagrid —le advirtió Charlie con severidad. Luego añadió—: ¿Qué tal está Harry?
—Bien —respondió Hagrid, sin apartar los ojos de los huevos.
—Pues espero que siga bien después de enfrentarse con estos —comentó Charlie en tono grave, mirando por encima del cercado—. No me he atrevido a decirle a mi madre lo que le esperaba en la primera prueba, porque ya le ha dado un ataque de nervios pensando en él... —Charlie imitó la voz casi histérica de su madre—: «¡Cómo lo dejan participar en el Torneo, con lo pequeño que es! ¡Creí que iba a haber un poco de seguridad, creí que iban a poner una edad mínima!» Se puso a llorar a lágrima viva con el artículo de El Profeta. «¡Todavía llora cuando piensa en sus padres! ¡Nunca me lo hubiera imaginado! ¡Pobrecillo!» Aunque mejor no te cuento lo que dijo cuando leyó la parte de Allison, George y Ron. Pero te haces una idea de que está muy disgustada.
Entonces, Harry parecía haber tenido suficiente, y empujó un poco a su hermana para que se moviera y empezaran a caminar. Allison no se lo pensó mientras comenzó a andar a la vez que él, pues su cabeza no estaba donde tenía que estar.
Harry decía que no había puesto su nombre en el Cáliz de Fuego, y ella debería haber confiado en su palabra... Siempre presumía de la confianza que tenía con George, diciendo que era lo más importante en una relación. Pero se había olvidado que eso no solo se aplicaba a las relaciones románticas. Las amistades y la familia también contaban con confianza, y si no la había, ¿qué les quedaba?
Se empezó a sentir de una forma terrible, pues sabía que había traicionado esa confianza que tenía con su hermano. ¿Cómo era posible que se hubiera dejado llevar así por sus estúpidos celos? Ella sabía que ese sentimiento de envidia llevaba mucho tiempo dentro de ella, y que no se iba a ir fácilmente, pero también terminó por entender que no era la culpa de Harry. Él no había pedido toda la fama, toda la atención, y sin embargo la tenía. Allison sí que la quería, pero no llegaba a tener tanta como él.
Por unos momentos, lo único que quería era dejar de lado su enorme orgullo y abrazar a Harry, pedirle perdón un millón de veces y asegurarle que nunca más volvería a desconfiar de él. ¿Qué iba a hacer ella si le calcinaba un dragón y Harry moría pensando que le odiaba? Había pasado años ensimismada con la idea de ver un dragón, y cuando por fin lo hubo conseguido, fue como si la realidad la golpeara en la cara. ¿No podía volver a tener once años y estar cuidando de Norberto? Visto desde tres años más tarde, parecía casi tranquilo el hecho de estar haciéndose cargo de un dragón bebé de contrabando.
Antes de que pudiera hacer nada por arreglar las cosas con Harry, chocó contra algo muy duro y cayó hacia atrás, llevándose a Harry con ella, que se aseguró de agarrar la capa para que no se destaparan. Allison había estado tan distraída con sus pensamientos, que mientras seguía a Harry no se había dado cuenta de que ya habían bordeado el bosque, y por supuesto, tampoco se había dado cuenta de que acababa de chocar contra alguien.
—¡Ah!, ¿quién está ahí? —preguntó una voz.
Ambos se quedaron inmóviles, muy juntos y agarrando con fuerza la capa para cubrirse por completo. Allison reconoció que era Karkarov con quien habían dado de bruces.
—¿Quién está ahí? —repitió Karkarov, receloso, escudriñando en la oscuridad.
Tuvo que pasar más de un minuto en total silencio para que Karkarov decidiera marcharse, pensando que habría chocado contra algún animal. Se internó en el bosque, en dirección a los dragones.
Despacio y con precaución, los mellizos retomaron la marcha y se dirigieron hacia el castillo procurando hacer el menor ruido posible. Lo que les faltaba era que Peeves o la Señora Norris les descubrieran y alarmaran a Filch.
Llegaron al vestíbulo y subieron por las escaleras de la Torre de Gryffindor, sin pararse a pensar, y cruzaron el retrato de la Señora Gorda casi sin aliento.
En cuanto estuvieron dentro de la Sala Común se despojaron de la capa de invisibilidad, y se quedaron quietos y en pie mirándose el uno al otro. Las piernas de Allison parecieron andar solas cuando se acercó a él y pasó sus brazos por debajo de los de su hermano, dándole un cálido abrazo.
—Lo siento. Lo siento, lo siento mucho. Soy una hermana horrible y deberías odiarme por el resto de tu vida. No merezco tu perdón, Harry —se disculpó ella, exagerando como era costumbre, pero pensó que le quitaría hierro al asunto—. Soy la peor persona de esta torre. No, de este castillo. Del país, Harry, de Escocia entero. ¡No debería haber desconfiado de ti! Lo siento —repitió, aferrándose a él con fuerza—. Lo lamento tanto.
Escuchó a Harry suspirar, y abrazó de vuelta a su hermana, como si aquel último mes no hubiera sucedido y no hubiesen dejado de hablarse por una tontería.
—Eres una hermana terrible —dijo Harry con burla en la voz.
—La peor. Pero te quiero, Harry. Mucho. No quiero que mueras por esos dragones, ¿me oyes? No vas a morir, porque si lo haces, yo misma mataré a Dumbledore, a Bagman, a Crouch, a los demás directores, a Snape ya que estamos, a Fudge...
—Allison —interrumpió Harry—. Está bien.
—No está bien —mustió ella, sin soltarle—. Podrías morir en unos días y no quiero que lo hagas pensando que te odio. No te odio, no podría hacerlo. Sé que no es tu culpa, soy yo que no puedo con mis celos. Soy estúpida. Estúpida estúpida estúpida.
—Yo también te quiero —dijo Harry, acariciando la cabeza de su hermana—. Y... siento que los demás me presten más atención que a ti. Si fuera por mí, te los dejaba a todos.
—Eres el mejor hermano que pueda haber, Harriet —declaró ella, separándose para poder mirarle al fin. Él sonrió cuando la escuchó llamarle así.
No pensaba reconocerlo, pero había echado de menos que Allison le dijera por su estúpido apodo. Sonaba ridículo, pero era algo suyo.
—Entonces... ¿me perdonas?
—Claro que sí.
Pero todavía tenían algo pendiente.
* * *
El domingo, Allison despertó con la sensación de que alguien le había pisado la cabeza. Los nervios por no saber lo que le pasaría a su hermano no se habían ido en toda la noche, así que por la mañana se sentía como si no hubiese descansado nada.
Durante el desayuno se sentó con Hermione en silencio, hasta que Lizzy se plantó delante de ellas y Allison recordó que también le debía una disculpa a ella.
—Liz...
—Tengo que hablar con Harry, es muy importante. Hermione, ¿sabes dónde está? —preguntó Eliza, ignorando a Allison.
—No ha bajado todavía, debe de estar durmiendo —respondió Hermione, sin saber si preocuparse o no.
—Liz —repitió Allison, y está vez ella le hizo caso y se giró para mirarle—. No nos hemos visto mucho últimamente y, eh... Creo que no estuvo muy bien eso que te dije.
—¿Lo de que me fuera a escribir a mi padre el prófugo? —dijo con ironía Liz.
—Sí. Lo siento.
—Me da igual, fue hace muchos días ya. Tengo que hablar con Harry, es urgente. Si dejas de lado tus celos infantiles, podrías ir a buscarle y...
—Ya no estamos enfadados. Ayer le pedí perdón.
Hermione abrió mucho los ojos, sorprendida de escucharlo.
—¿En serio?
—Sí, y ahora estamos bien.
—Entonces sube y llámale, vamos —apremió Liz, dándole un empujón.
Pasaron la mañana hablando, los cuatro. Resultó que lo que Eliza quería contarle a Harry era que Karkarov había sido un mortífago. ¿Cómo se había enterado? Fácil, porque no había hecho caso de ninguna advertencia y había seguido escribiéndose con su padre, con el mismo que había hablado la noche anterior a través de la chimenea. Les explicó todo lo que le había dicho, y que Sirius sospechaba que había sido Karkarov quien había metido el nombre de Harry en el Cáliz de Fuego.
Cuando ella acabó, Harry y Allison pasaron a avisarles de que la primera prueba serían dragones. Allison todavía no se hacía a la idea de que aquello fuera real, siempre había querido ver de cerca a un dragón, pero no quería que uno devorase a su hermano. Los cuatro estuvieron todo el día en la biblioteca, leyendo y buscando todo tipo de información que pudiera servirle a Harry para combatir un dragón. Allison les contó todos los datos relevantes que sabía sobre ellos, como que su punto débil eran los ojos.
Tuvieron que marcharse de la biblioteca cuando Viktor Krum llegó, y un grupo de chicas le siguió. Según Hermione, iban todos los días, y armaban mucho barullo. A Allison le pareció que estaba siendo un poco exagerada. Era cierto que hacían ruido hablando entre ellas, pero no le hacían daño a nadie. Solo admiraban a un famoso jugador profesional de quidditch desde la distancia, como podría hacer cualquier adolescente. De hecho, de no haber estado tan concentrados en estar enfadados, Allison y Ron se habrían unido varios días a las excursiones espía-Krum.
Cuando Allison llegó a la Sala Común, después de estar todo el día en la biblioteca, Ron se acercó a ella. Le explicó que la noche anterior se había vuelto a pelear con Harry —Allison no lo sabía, ella había subido antes que su hermano a la habitación— y estaba más enfadado que antes, aunque no le había mencionado por qué habían discutido. Es más, solo se le pusieron rojas las orejas cuando ella le preguntó y dijo que no había sido por nada. No mejoró cuando Allison le dijo que había hecho las paces con él, pues Ron se quedó más enfurruñado. Ella estaba segura de que en cuanto viera a los dragones, se daría cuenta de que Harry no tenía la culpa, al igual que había hecho ella.
Había sido solo una tonta pelea, ¿verdad?
aywe que ya le ha pedido perdón, no puedo mis hermanos no pueden estar enfadados qué les pasa es que jdidjwiwjwkw nO
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