VII. THE DAMNED MAGIC EYE
Ya se encontraban en clase de Adivinación, aquella misma tarde. Allison había llegado tarde por estar hablando con Ginny —le había estado dando consejos para que actuase más normal frente a Harry— y Trelawney le había dicho que lo había previsto y que la próxima vez, que ella ya sabía cuándo iba a ser, le castigaría.
Estaba medio dormida cuando de repente escuchó que la profesora decía su apellido en voz alta.
—Vosotros dos, señor y señorita Potter, nacisteis cuando Saturno estaba en posición dominante. Está claro, todos los indicios apuntan a ello...
—Saturno es bonito, tiene anillos —comentó Allison, que no sabía qué decir ni qué significaba aquello. Le dio a Harry un golpe con el codo, pues al parecer había estado a punto de quedarse dormido. Y Allison no permitiría que él durmiera y ella no, con todo el sueño que tenía.
—¿Qué? —preguntó desorientado el chico.
—Estaba diciendo, querido mío, que vosotros nacisteis claramente bajo la torva influencia de Saturno —dijo la profesora Trelawney con una leve nota de resentimiento.
—Perdón, ¿nacimos bajo qué? —preguntó Harry.
—Saturno, querido mío, ¡el planeta Saturno! —repitió la profesora Trelawney, decididamente irritada porque ninguno parecía impresionado por esta noticia—. Estaba diciendo que Saturno se hallaba seguramente en posición dominante en el momento de vuestro nacimiento: vuestro pelo oscuro, vuestra estatura exigua, las trágicas pérdidas que sufristeis tan temprano en la vida... Creo que no me equivoco al pensar, queridos míos, que nacisteis justo a mitad del invierno, ¿no es así?
—Nacimos en julio, y yo soy pelirroja —corrigió la chica. Vale que su cabello no era claro como el de los Weasley, pero ella tampoco lo definiría como oscuro. Pelirrojo oscuro, sí. Pero tan solo oscuro... no, no quedaba bien.
De nuevo estaba desvariando.
Ron había tratado de disimular su risa con una tos, pero ni Trelawney era tan tonta para tragarse aquella pésima actuación.
Una media hora más tarde, la profesora les había dado un mapa circular con el que tenían que averiguar la posición de los planetas en el momento de su nacimiento. Allison intentó copiarse de su hermano, pues obviamente nacieron el mismo día, pero se dio cuenta que él tampoco entendía nada.
—¿Es normal que me salga que Júpiter estaba parpadeando? Creo que esa ni siquiera es una opción.
—A mí me salen dos Neptunos —comentó Harry, con el entrecejo fruncido—. No puede estar bien, ¿verdad?
—Aaaaaah —dijo Ron, imitando el tenue tono de la profesora Trelawney—, cuando aparecen en el cielo dos Neptunos y un Júpiter destelleante, es un indicio infalible de que van a nacer un enano con gafas y una pelirroja con el ego por las nubes...
Seamus y Dean comenzaron a reírse, y los tres les acompañaron en las carcajadas. Aunque los gritos de Lavender eran más altos.
—¡Profesora, mire! ¡He encontrado un planeta desconocido!, ¿qué es, profesora?
—Es Urano, querida mía —le dijo la profesora Trelawney mirando el mapa.
—¿Puedo echarle yo también un vistazo a tu Urano, Lavender? —preguntó Ron con sorna.
Allison se rio con tanta fuerza que se atragantó con su propia saliva, y Harry tuvo que darle unas palmadas en la espalda para que no se ahogara.
—Casi me muero por tus chistes estúpidos, Ronald —se quejó Allison, aunque al volver a recordarlo soltó otra carcajada—. Urano...
Al parecer, a la profesora Trelawney no le había hecho tanta gracia como a ellos, y lo demostró a la hora de mandarles los deberes.
—Un análisis detallado de la manera en que os afectarán los movimientos planetarios durante el próximo mes, con referencias a vuestro mapa personal. ¡Quiero que me lo entreguéis el próximo lunes, y no admito excusas!
—¡Rata vieja! —se quejó Ron con amargura mientras descendían la escalera con todos los demás de regreso al Gran Comedor, para la cena—. Eso nos llevará todo el fin de semana, ya veréis.
—¿Muchos deberes? —les preguntó muy alegre Hermione, al alcanzarlos—. ¡La profesora Vector no nos ha puesto nada!
—Bien, ¡bravo por la profesora Vector! —dijo Ron, de mal humor.
Cuando se pusieron en la cola para entrar al Gran Comedor, escucharon una voz a sus espaldas.
—¡Weasley! ¡Eh, Weasley!
Por algún motivo que desconocían, Malfoy, Crabbe y Goyle parecían muy felices.
—¿Qué? —contestó Ron lacónicamente.
—¡Tu padre ha salido en el periódico, Weasley! —anunció Malfoy, blandiendo un ejemplar de El Profeta y hablando muy alto, para que todos pudieran oírlo—. ¡Escucha esto!
Malfoy se puso a leer un artículo redactado por Rita Skeeter en el que relataba cómo el señor Weasley —ni siquiera había acertado con su nombre, le había llamado Arnold— había acudido a una falsa alarma de Ojoloco Moody. Básicamente, no hablaba muy bien sobre él.
—¡Y viene una foto, Weasley! —añadió Malfoy, dándole la vuelta al periódico y levantándolo—. Una foto de tus padres a la puerta de su casa... ¡bueno, si esto se puede llamar casa! Tu madre tendría que perder un poco de peso, ¿no crees?
Ron temblaba de furia. Todo el mundo lo miraba.
—Y tú no tendrías que meterte donde no te llaman, imbécil —replicó Allison, agarrando a Ron del brazo con la intención de llevárselo al Gran Comedor para perder de vista a Malfoy.
—¡Ah, Potter! Vosotros habéis pasado el verano con ellos, ¿verdad? —dijo Malfoy con aire despectivo—. Decidme, ¿su madre tiene al natural ese aspecto de cerdito, o es solo la foto?
—¿Y te has fijado en tu madre, Malfoy? —preguntó Harry. Allison había soltado a Ron porque prefería que le pegase un puñetazo, pero sus dos amigos seguían sujetándole—. Esa expresión que tiene, como si estuviera oliendo mierda, ¿la tiene siempre, o solo cuando estás tú cerca?
Allison soltó una carcajada y observó cómo Malfoy enrojecía.
—Vas a tener que visitar a madame Pomfrey por ese corte, Malfoy —dijo Allison, tratando de calmar su risa.
—No te atrevas a insultar a mi madre, Potter.
—Pues mantén cerrada tu grasienta bocaza —le contestó Harry, dándose la vuelta.
¡BUM!
Hubo gritos, y Allison no supo qué sucedió hasta que un segundo ¡BUM! se escuchó, seguido de un grito que retumbó en todo el vestíbulo.
—¡AH, NO, TÚ NO, MUCHACHO!
Era Ojoloco Moody, que bajaba las escaleras cojeando y apuntando con su varita a un ¿hurón blanco? que se encontraba en el mismo lugar donde había estado Malfoy. ¿Él era aquel hurón, verdad?
Después de un tiempo en el que estuvo dándole botes de aquí para allá al hurón, llegó la profesora McGonagall. Horrorizada, volvió a transformar a Malfoy en humano, y él levantó con un gesto de dolor.
Mientras iban hacia el Gran Comedor, Allison trataba de procesar lo que acababa de pasar. No le caía nada bien Malfoy, pero no podía evitar sentir una mínima pena o algo parecido. Al menos, pensaba que no estaba bien que un profesor castigara así a un alumno.
—No me habléis —les dijo Ron en voz baja cuando se sentaron en la mesa para cenar.
—¿Por qué no? —preguntó Hermione sorprendida.
—Porque quiero fijar esto en mi memoria para siempre —contestó Ron, que parecía más feliz que en toda su vida—: Draco Malfoy, el increíble hurón botador...
Los tres rieron, aunque una punzada cruzó la tripa de Allison al hacerlo. Sabía que si alguien se merecía aquello, ese era Malfoy. Pero seguía sin convencerle que Moody ejerciera su poder como quisiera sobre sus alumnos.
—Sin embargo, Malfoy podría haber quedado herido de verdad —dijo Hermione. Allison asintió, aliviada de no ser la única que lo pensaba—. La profesora McGonagall hizo bien en detenerlo.
—¡Hermione! —reprochó Ron—. ¡No me estropees el mejor momento de mi vida!
Hermione hizo un ruido de reprobación y volvió a comer lo más deprisa que podía.
—¡No me digas que vas a volver ahora, por la noche, a la biblioteca! —soltó Harry.
—No tengo más remedio —repuso Hermione—. Tengo mucho que hacer.
—Pero has dicho que la profesora Vector...
—No son deberes —lo cortó ella.
Allison pensaba interrogar a su amiga en cuanto estuvieran en la habitación, pero por ahora la dejaría hacer lo que fuera a hacer. Cinco minutos más tarde, se fue, y George ocupó el lugar donde había estado antes Hermione. Le dio un beso en la mejilla a Allison, que estaba ahora a su lado, y ella le sonrió. Aunque tuvo que limpiarse la boca antes, porque comer estofado manchaba bastante. Todavía se acordaba cuando Ron le tiró por encima el curso pasado.
—¿Qué me decís de Moody? —exclamó Fred, sentándose enfrente de su gemelo—. ¿No es guay?
—Más que guay —agregó George.
—Súper guay —afirmó Lee Jordan, ocupando un asiento al lado de Fred—. Esta tarde hemos tenido clase con él.
—¿Qué tal fue? —preguntó Harry con interés.
Fred, George y Lee intercambiaron miradas muy expresivas.
—Nunca hemos tenido una clase como esa —aseguró Fred.
—Ese sabe, tío —añadió Lee.
—¿Qué es lo que sabe? —preguntó Ron, inclinándose hacia delante.
—Sabe de verdad cómo hacerlo —dijo George con mucho énfasis.
—Dejaos de misterios —se quejó Allison.
—Luchar contra las Artes Oscuras —repuso Fred.
—Lo ha visto todo —explicó George.
—Sorprendente —dijo Lee.
Ron se abalanzó sobre su mochila en busca del horario.
—¡No tenemos clase con él hasta el jueves! —concluyó desilusionado.
* * *
Había intentado que Hermione le contara por qué pasaba tanto tiempo en la biblioteca, pero lo único que le decía era que se lo explicaría cuando estuviera listo.
El jueves después de comer, todos los alumnos de cuarto curso de Gryffindor estaban emocionados: tocaba Defensa Contra las Artes Oscuras con el profesor Moody. Allison, Hermione, Harry y Ron habían tomado asiento en primera fila, frente a la mesa del profesor. Allison se había quejado por ello, ya que no quería parecer una pelota, pero la habían ignorado.
—Ya podéis guardar los libros —gruñó Moody, caminando ruidosamente hacia la mesa y sentándose tras ella—. No los necesitaréis para nada.
Pasó lista, observando con su ojo mágico a los alumnos mientras leía sus nombres con su ojo normal.
—Bien. He recibido carta del profesor Lupin a propósito de esta clase. Parece que ya sois bastante diestros en enfrentamientos con criaturas tenebrosas. Habéis estudiado los boggarts, los gorros rojos, los hinkypunks, los grindylows, los kappas y los hombres lobo, ¿no es eso?
Hubo un murmullo general de asentimiento.
—Pero estáis atrasados, muy atrasados, en lo que se refiere a enfrentaros a maldiciones —prosiguió Moody—. Así que he venido para prepararos contra lo que unos magos pueden hacerles a otros. Dispongo de un curso para enseñaros a tratar con las mal...
—¿Por qué, no se va a quedar más? —dejó escapar Ron.
Aunque Allison pensó que Moody convertiría a Ron en una comadreja por interrumpirlo, él sonrió.
—Supongo que tú eres hijo de Arthur Weasley, ¿no? Hace unos días tu padre me sacó de un buen aprieto... Sí, solo me quedaré este curso. Es un favor que le hago a Dumbledore: un curso y me vuelvo a mi retiro.
Soltó una risa estridente, y luego dio una palmada con sus nudosas manos.
—Así que... vamos a ello. Maldiciones. Varían mucho en forma y en gravedad. Según el Ministerio de Magia, yo debería enseñaros las contramaldiciones y dejarlo en eso. No tendríais que aprender cómo son las maldiciones prohibidas hasta que estéis en sexto. Se supone que hasta entonces no seréis lo bastante mayores para tratar el tema. Pero el profesor Dumbledore tiene mejor opinión de vosotros y piensa que podréis resistirlo, y yo creo que, cuanto antes sepáis a qué os enfrentáis, mejor. ¿Cómo podéis defenderos de algo que no habéis visto nunca? Un mago que esté a punto de echaros una maldición prohibida no va a avisaros antes. No es probable que se comporte de forma caballerosa. Tenéis que estar preparados. Tenéis que estar alerta y vigilantes. Y usted, señorita Brown, tiene que guardar eso cuando yo estoy hablando.
Lavender estaba enseñándole su horóscopo a Parvati por debajo del pupitre, y se sobresaltó al escuchar un nombre.
¿Acababa de ver a través de la mesa? Porque eso inquietaba a Allison.
—Así que... ¿alguno de vosotros sabe cuáles son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?
Varias manos se alzaron en el aire, Allison entre ellas. No le hacía gracia hablar de aquel tema, pero si sabía la respuesta la diría.
Moody señaló a Ron, aunque su ojo mágico seguía fijo en Lavender.
—Eh... mi padre me ha hablado de una. Se llama maldición imperius, o algo parecido.
—Así es. Tu padre la conoce bien. En otro tiempo la maldición imperius le dio al Ministerio muchos problemas.
El profesor sacó un tarro de cristal del cajón de la mesa, en el que habían tres arañas grandes y negras. Ron se echó un poco hacia atrás al verlas. Sinceramente, Allison tampoco quería volver a ver arañas desde su excursión en segundo curso con las acromántulas. Moody metió la mano en el tarro, cogió una de las arañas y se la puso sobre la palma para que todos la pudieran ver. Luego apuntó hacia ella la varita mágica y murmuró:
—¡Imperio!
La araña se descolgó de la mano de Moody por un hilo, y empezó a balancearse de atrás adelante; luego estiró las patas hasta ponerlas rectas y rígidas, y, de un salto, se soltó del hilo y cayó sobre la mesa, donde empezó a girar en círculos. Moody volvió a apuntarle con la varita, y la araña se levantó sobre dos de las patas traseras y se puso a bailar claqué.
Todos se reían. Todos menos Moody.
—Os parece divertido, ¿verdad? —gruñó—. ¿Os gustaría que os lo hicieran a vosotros?
La risa dio fin casi al instante. Nadie había pensado en eso.
—Esto supone el control total —dijo Moody en voz baja, mientras la araña se hacía una bola y empezaba a rodar—. Yo podría hacerla saltar por la ventana, ahogarse, colarse por la garganta de cualquiera de vosotros...
Ron se estremeció.
—Hace años, muchos magos y brujas fueron controlados por medio de la maldición Imperius —explicó Moody—. Le dio bastante que hacer al Ministerio, que tenía que averiguar quién actuaba por voluntad propia y quién, obligado por la maldición.
»Podemos combatir la maldición Imperius, y yo os enseñaré cómo, pero se necesita mucha fuerza de carácter, y no todo el mundo la tiene. Lo mejor, si se puede, es evitar caer víctima de ella. ¡ALERTA PERMANENTE! —bramó, y todos se sobresaltaron.
Moody volvió a meter a la araña en el tarro.
—¿Alguien conoce alguna más? ¿Otra maldición prohibida?
Esta vez, fueron menos manos las que se levantaron. Entre ellas, las de Hermione, Allison y Neville.
—¿Sí? —dijo Moody, girando su ojo mágico para dirigirlo a Neville.
—Hay una... la maldición cruciatus.
—¿Tú te llamas Longbottom?
Neville asintió nerviosamente con la cabeza, pero Moody no hizo más preguntas. Alcanzó una segunda araña, que parecía aterrada.
—La maldición cruciatus precisa una araña un poco más grande para que podáis apreciarla bien —explicó Moody, que apuntó con la varita mágica a la araña y dijo—: ¡Engorgio!
Cuando la araña hubo crecido hasta alcanzar mayor tamaño que una tarántula, Moody gritó:
—¡Crucio!
Allison se obligó a apartar la vista de la araña, que se encogía de dolor y luego se estremecía, y se fijó en Neville. Tenía los ojos desorbitados, y se aferraba con tanta fuerza al pupitre que sus nudillos estaban blancos.
—¡Pare! —gritó al profesor, viendo el estado de su amigo.
Un pensamiento fugaz cruzó la mente de la pelirroja. Sabía que los padres de Neville estaban ingresados por daños irreversibles provocados por hechizos. ¿Sería posible que…?
—Reducio —murmuró Moody, y la araña se encogió hasta recuperar su tamaño habitual. Volvió a meterla en el tarro—. Dolor —dijo con voz suave—. No se necesitan cuchillos ni carbones encendidos para torturar a alguien si uno sabe llevar a cabo la maldición cruciatus... También esta maldición fue muy popular en otro tiempo. Bueno, ¿alguien conoce alguna otra?
Allison tragó saliva, ya no estaba tan segura de querer decirle la tercera maldición. El profesor Moddy miró a Hermione, quien había levantado temblorosamente la mano.
—¿Sí?
—Avada Kedavra —susurró ella.
Harry miró de reojo a su hermana, pero ella se mordía el labio con fuerza, sabiendo lo que iba a pasar.
—¡Ah! —exclamó Moody, y la boca torcida se contorsionó en otra ligera sonrisa—. Sí, la última y la peor. Avada Kedavra: la maldición asesina.
La tercera araña intentó huir cuando Moody se dispuso a atraparla, pero él consiguió su propósito y la puso sobre la mesa. La araña corrió por la mesa, y Allison cerró los ojos.
—¡Avada Kedavra! —gritó Moody.
Aun con los ojos cerrados, divisó la luz verde, y escuchó el ruido cuando la araña cayó muerta.
¿Moody había pensado que era buena idea enseñarles algo tan visual? ¿Precisamente a ellos? La chica estaba reviviendo todas las veces que le habían contado la muerte de sus padres, revivió todas las emociones de la noche de los Mundiales. Harry, que estaba a su lado, apretó con fuerza su mano.
—No es agradable —dijo Moody, con calma—. Ni placentero. Y no hay contramaldición. No hay manera de interceptarla. Solo se sabe de una persona que haya sobrevivido a esta maldición, y está sentada delante de mí.
Esta vez, fue Allison quien apretó la mano de su hermano. Una mezcla de comprensión, porque sabía lo cohibido que debía de sentirse; y tristeza, por todo lo sucedido aquella noche.
Allison no recordaba nada, tan solo lo que le habían contado. Todas las charlas con Maddy y Remus. Las conversaciones de madrugada aquel verano con Harry, donde le relataba lo que había escuchado cuando los dementores se le acercaban.
Porque por alguna razón que Allison desconocía, ella y su hermano no escuchaban lo mismo. Él oía directamente cómo El Que No Debe Ser Nombrado les asesinaba, mientras que la chica solo escuchaba a los demás hablándole sobre ello, y el peso de la verdad caía sobre ella. Se suponía que los dementores hacían que revivieras tus peores recuerdos, pero ¿cómo podía Harry recordar aquello? Apenas tenían un año de edad, y era imposible que tuviera recuerdos de sus padres.
Tuvo que abandonar sus pensamientos, Moody seguía hablando y no debía perderse lo que decía.
—Avada Kedavra es una maldición que solo puede llevar a cabo un mago muy poderoso. Podríais sacar las varitas mágicas todos vosotros y apuntarme con ellas y decir las palabras, y dudo que entre todos consiguierais siquiera hacerme sangrar la nariz. Pero eso no importa, porque no os voy a enseñar a llevar a cabo esa maldición.
»Ahora bien, si no existe una contramaldición para Avada Kedavra, ¿por qué os la he mostrado? Pues porque tenéis que saber. Tenéis que conocer lo peor. Ninguno de vosotros querrá hallarse en una situación en que tenga que enfrentarse a ella. ¡ALERTA PERMANENTE! —bramó, y toda la clase volvió a sobresaltarse.
»Veamos... esas tres maldiciones, Avada Kedavra, cruciatus e imperius, son conocidas como las maldiciones imperdonables. El uso de cualquiera de ellas contra un ser humano está castigado con cadena perpetua en Azkaban. Quiero preveniros, quiero enseñaros a combatirlas. Tenéis que prepararos, tenéis que armaros contra ellas; pero, por encima de todo, debéis practicar la alerta permanente e incesante. Sacad las plumas y copiad lo siguiente...
El resto de la clase lo pasaron copiando en silencio. Al menos, hasta que sonó la campana y se marcharon, pues entonces todos empezaron a hablar.
—¿Visteis cómo se retorcía?
—Y cuando la mató... ¡simplemente así!
Allison rodó los ojos. Ella no se consideraba la persona más madura del mundo, ni de lejos, pero al menos no hablaba sobre aquello como si acabaran de ver un espectáculo.
Se adelantó unos pasos, donde se encontraba Neville. Estaba solo en medio del pasillo, mirando al muro con una expresión de horror en la cara.
—Nev... —llamó Allison, poniendo una mano sobre su hombro. Neville le miró, y ella estaba a punto de confirmar sus sospechas.
—Ah, hola —respondió con una voz mucho más aguda de lo usual—. Qué clase tan interesante, ¿verdad? Me pregunto qué habrá para cenar, porque... porque me muero de hambre, ¿tú no?
—Nev, no hace falta que finjas que no ha ocurrido nada —susurró la chica.
Él miró con nerviosismo a Allison.
—¿Lo sabes? —balbuceó.
—He atado cabos. Neville, puedes contar conmigo. Somos amigos.
Neville asintió, todavía nervioso. Hermione se acercó con Harry y Ron.
—Neville, ¿estás bien? —le preguntó Hermione.
—Sí, sí, claro, estoy bien —farfulló Neville atropelladamente—. Una cena muy interesante... clase, quiero decir... ¿Qué habrá para cenar?
—Neville, ¿qué...?
Allison estaba dispuesta a agarrar del brazo al chico y sacarlo de la situación, pero alguien se adelantó. Moody venía cojeando hacia ellos.
—No te preocupes, hijo —le dijo a Neville—. ¿Por qué no me acompañas a mi despacho? Ven... tomaremos una taza de té.
—Neville iba a venir a cenar con nosotros —intervino Allison, con una nota de resentimiento en la voz.
Moody centró en ella su atención.
—¿Te encuentras bien, Potter? —preguntó el profesor, que había advertido el tono de la chica, y sabía que la clase también había sido dura para ella.
—Claro, ¿por qué no iba a estarlo después de recordar tan vívidamente la muerte de mis padres? Desde luego ha sido un momento muy bonito, y ahora vamos al Gran Comedor a hablar sobre ello entre todos. Si no le importa...
—No estarás tan afectada si bromeas sobre ello —acotó el profesor. Antes de que Allison pudiera replicar, se dirigió hacia Harry—. Tú también estás bien, ¿no, Potter?
—Sí —contestó Harry en tono casi desafiante.
—Tenéis que saber —habló Moody—. Puede parecer duro, pero tenéis que saber. No sirve de nada hacer como que... bueno... Vamos, Longbottom, tengo algunos libros que podrían interesarte.
—Ya le he dicho que Neville iba a venir a cenar —repitió Allison, que no quería quedarse callada ante la implorante mirada del pobre chico.
—Tengo comida en mi despacho —respondió Moody, observando con su ojo mágico a Allison, lo que le causó escalofríos.
No soportaba la idea de que pudiera ver a través de las cosas, y se sentía indefensa solo con eso. Pero no pensaba demostrarlo.
—Con todo respeto, profesor. Neville va a venir conmigo porque necesita a su amiga y usted no le va a tranquilizar más que yo —se aventuró a decir, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Moody no le quitaba el ojo mágico de encima, y Allison sentía como si invadieran su intimidad. Probablemente solo se lo estaba imaginando, pero en esos momentos el coraje se había apoderado de ella.
El profesor farfulló algo sobre los adolescentes, pero decidió dejar que Neville se marchara con ella. Probablemente intentaría abordarle después, pero al menos el chico estaría más recuperado.
Harry, Ron y Hermione miraban a Allison entre asombrados y confundidos. Ella resopló y se adelantó con Neville, yendo hacia el Gran Comedor.
—Gracias —murmuró Neville, que al menos parecía haber recuperado su voz.
—No tienes que agradecerme. No tiene derecho a... a hacer todo eso y luego esperar que vayáis a tomaros el té tan tranquilos. Y ese ojo... ese maldito ojo debería estar prohibido, Neville. ¿Sabes qué? Pienso hablar con McGonagall. Estoy segura de que es una violación a la intimidad y debería ser malditamente ilegal.
Allison seguía con los brazos cruzados, y sus mejillas estaban rojas. Neville se había dado cuenta.
—Tienes razón, es siniestro —apoyó él, asintiendo.
Quería añadir algo más, pero en esos momentos no le salió nada. Así que ambos se dirigieron al Gran Comedor para cenar, y se sentaron un poco alejados del resto de su curso.
cAn I sEe UrAnUs, lAvEnDeR?
atreveos a decirme que no es la mejor frase de los libros,
en fin, solo digo que atentos a Allison y al ojo mágico de Moody, que van a salir cosas... interesantes. pero es que en serio me parece súper fuerte que le dejen llevar eso en el colegio¿?¿? bueno ya veréis jjs
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