01 | Hospital San Mungo

I. ST MUNGO'S HOSPITAL

El verano de 1994 tenía una pinta increíble.

Para empezar, habían descubierto que Sirius era inocente, y se notaba cómo todos en la casa estaban felices por ello. Él les había mandado cartas, con unos pájaros exóticos los cuales Allison observaba con admiración. Le parecían preciosos, y le hacían pensar que Sirius estaba a salvo en alguna playa tropical, lejos de todo quien le buscara.

El principio de julio sí que fue un poco caótico para Maddy. Estaba saturada de trabajo en el hospital San Mungo, y apenas tenía tiempo para respirar. Para mediados de mes, llevaba sin aparecer para comer una semana. Por esa razón, Remus les dijo a los tres chicos que irían a comer con ella en el hospital.

No era ni de lejos la primera vez que pisaban el lugar. De niños, solían pasar tardes enteras en el Salón del Té, cuando nadie podía hacer de canguro para ellos.

Allison recordaba con diversión el día en el que Harry y ella trataron de colarse en una sala de la primera planta, cuya inscripción decía «Peligro. Sala Dai Llewellyn, mordeduras raras». Cada vez que merodeaban por aquel pasillo y leían la palabra peligro, les entraban muchas ganas de entrar y descubrir por qué tanta intriga. Y aquel día, con apenas seis años, abrieron la puerta, y no les dio tiempo de echar ni un vistazo para que un hombre muy alto y con un bigote muy grande les sacara. Maddy les riñó, y les obligó a permanecer en el Salón del Té, sin moverse, y de vez en cuando pasaba por ahí a vigilarles.

Ahí fue donde conocieron a Neville Longbottom, antes de asistir a Hogwarts. Allison sabía que los padres de Neville estaban ingresados en la sala de Maddy, pero desconocía el porqué. Cuando eran niños, solían pasar tiempo juntos, e incluso habían llegado a visitar su casa en alguna ocasión.

—Buenos días —saludó Remus al maniquí. Allison se rio por lo bajo, porque incluso después de tantos años le seguía pareciendo ridículo todo aquello—. Venimos a visitar a la sanadora Maddison Black.

Black. A Allison se le hacía raro escuchar ese apellido seguido del nombre de su madrina. Maddy había insistido en que le siguieran llamando Lupin, a pesar de que legalmente era Black, puesto que no quería recordar constantemente su matrimonio. Pero ahora las cosas habían cambiado, y había decidido usar su apellido de casada.

El maniquí hizo un leve gesto con la cabeza y el brazo, indicándoles que pasaran, y así lo hicieron, cruzando el cristal del escaparate. Llegaron a la recepción, y pasaron directamente por la puerta doble de detrás del mostrador. Subieron por las escaleras, mientras algunos de los retratos les hablaban. Se pararon en el rellano de la cuarta planta, en el cual había otra doble puerta con una pequeña ventana, que daba a un pasillo, y sobre la cual había un cartel en el que se leía «DAÑOS PROVOCADOS POR HECHIZOS».

—Voy a ir a buscar a Maddy, esperad aquí —dijo Remus, para después pasar a través de la puerta y avanzar hasta la sala donde ella trabajaba. Era la Sala Janus Thickey, para daños permanentes provocados por hechizos.

Lizzy y Allison charlaban despreocupadamente, hasta que oyeron un chillido que Harry hizo, llamando su atención.

—¿Te ocurre algo, Lady Harriet?

—Creo que acabo de ver al profesor Lockhart esconderse detrás de la puerta —susurró Harry, ignorando la forma que le había llamado. A veces era mejor fingir que no la escuchabas, o eso pensaba él.

Eliza se puso tensa y miró a Allison a los ojos.

—No le digas a mi madre que yo te conté nada, se supone que no lo sé —le rogó. Allison recordó que a principios del curso pasado Liz le reveló que su antiguo profesor estaba en la sala donde Maddy trabajaba.

—Eh, a mí no me contasteis nada —se quejó Harry.

—En mi defensa diré que se me había olvidado por completo —se defendió Allison, poniendo una mano sobre su pecho en señal de promesa.

—Y yo pensaba que te lo habría contado Ally.

—¿Deberíamos hablar con el profesor? —inquirió Harry, tras ver que no merecía la pena enfadarse por esa tontería.

—No, no creo que eso sea una bue... Hola, profesor Lockhart.

El hombre acababa de plantarse delante de los tres chicos, y les observaba con una sonrisa gigante en la boca. Ni siquiera le habían visto cruzar la puerta.

—¿Habéis venido a visitarme? ¡Estoy empezando a aprender a escribir mi firma! —les soltó emocionado—. ¿Cuántos autógrafos queréis?

—Profesor Lockhart, hemos venido para ver a nuestra...

—¡Entonces serán todos estos! —interrumpió a Harry, mostrando todos los dedos de sus dos manos—. ¡Estupendo!

—¡Gilderoy! ¿Dónde estás?

Maddison acababa de aparecer con Remus detrás, y lucía preocupada.

—No puedes seguir escapándote, ¿lo recuerdas? Si te pierdes, ¿cómo vas a aprender a escribir tú solo?

—¡Los autógrafos! Madeline, ¿dónde tengo mi pluma?

Acababa de llamarle Madeline, ¿verdad?

—En la sala, Gilderoy, acompáñame. —Agarró al hombre del brazo de forma cariñosa y le dedicó una sonrisa—. Puedes escribirlos mientras estoy fuera, y cuando vuelva me los das para ellos. ¿Te parece bien?

Él asintió, y a Allison le dio la sensación de estar viendo a un niño pequeño en el cuerpo de un adulto.

—Esperadme aquí, vosotros cuatro. Enseguida vuelvo y subimos a comer.

Desapareció por el pasillo, detrás de la puerta, con el hombre colgado de su brazo, gritando muy contento algo sobre las minúsculas.

—Tengo miedo por saber quién será el nuevo profesor, Remus. ¿Por qué no vuelves? —pidió Allison, de morritos—. Ya has visto la calidad que teníamos antes de ti.

—He recibido un centenar cartas de quejas, Ally —le recordó él, alzando las cejas—. No puedo volver a Hogwarts.

—Eso ha sido algo exagerado.

—La gente es tonta —suspiró Eliza—. No le harías daño a nadie. Lo de la última noche fue un desliz, no es como si todas las noches aparecieran prófugos en el colegio.

—Aun así, tienen parte de razón.

—No seas tú también tonto, Remus —dijo Harry, mirándole con un deje de diversión.

—Muestra más respeto por tus profesores, Harry —regañó su hermana en tono de broma.

—Ya no soy...

Vuestro profesor —terminaron Allison y Harry a la vez.

—¡Chispas! —gritó Harry.

Allison abrió mucho la boca, y le dio una patada al suelo, indignada. Antes de que se acabara el curso, Hermione le había hablado a Allison sobre un juego que a los muggles les divertía. Se suponía que si dos personas decían lo mismo al mismo tiempo, y una de ellas decía «chispas», la otra no podría hablar hasta que el que había dicho chispas mencionara su nombre. Si hablabas antes, tendrías un día de mala suerte.

En verano lo puso en práctica, y Harry no se lo creyó. Todavía no saben si fue una coincidencia, o si realmente el juego estaba encantado, pero ese día Harry se cayó por las escaleras y casi se rompe una pierna. Al menos, Maddy se encontraba en casa y, con una poción, Harry estaba como nuevo en una hora.

Aunque los dos le habían cogido respeto al juego, al contrario que Eliza, que argumentaba que Harry simplemente era un patoso.

Allison miraba a Harry con los ojos entrecerrados, intentando obligarle a decir su nombre. Pero él no lo iba a hacer, no después de que ella le dejara todo un día sin poder hablar.

—Harry, Allison, tenéis casi catorce años —dijo Remus, cruzándose de brazos, pareciendo serio y apunto de regañarles—. ¿Puedo jugar yo también? —preguntó, tras unos segundos de silencio.

Los tres chicos rieron por el comportamiento de Remus.

—Por supuesto —respondió Harry.

Maddy llegó entonces, sujetando un pañuelo contra su antebrazo.

—¿Lockhart te ha mordido? —cuestionó Harry.

—No —contestó, mirándole como si fuera una completa idiotez lo que acababa de preguntar—. Ha sido otro paciente —murmuró.

Maddy suspiró y se guardó el pañuelo en el bolsillo, para después sacar su varita y susurrar Tergeo para limpiar la sangre seca que había quedado en el brazo. Había sido un buen mordisco, desde luego.

—¿Quién ha sido?

—No es de vuestra incumbencia —dijo en tono burlón, pero con una sonrisa. Sabían que no se lo iba a contar, no porque no quisiera, sino porque según ella no era de buena educación ir hablando de los pacientes a los demás.

—¿Ha sido esa señora que es mitad perro? —inquirió Liz.

—Técnicamente no e... ¿Cómo sabes tú eso?

Eliza volvió a tensarse, y apartó la mirada.

—Anda, mirad qué tarde es. Será mejor que subamos, sí.

La pelinegra se dirigió con paso rápido hacia la escalera, seguida de Remus, quien se reía por lo bajo. Harry iba al lado de Allison, la cual no paraba de pincharle con el dedo para que dijera su nombre.

Maddy sonrió al verles así, aunque le parecía una estupidez de juego, era divertido cómo se comportaban.

Tan solo unos minutos más tarde, los cinco se encontraban comiendo en una mesa de la quinta planta.

—Lamento mucho no estar tanto en casa —se disculpó Maddy, después de tragar una ganchada de macarrones—. Las cosas ya están volviendo a la normalidad, dentro de una semana todo será como siempre —les aseguró.

—¿Y a qué viene tanto trabajo repentino? —quiso saber su hermano.

Allison le daba patadas por debajo de la mesa a Harry, que había cometido el error de ponerse enfrente. Él, sin embargo, le sonreía de forma socarrona, sabiendo muy bien que no iba a pronunciar su nombre por muchas patadas que recibiera.

—Antes de irme a Hogwarts, la señora Strout y yo habíamos estado preparando todo para la sanadora en prácticas que entraría en la sala para Semana Santa —comenzó a explicar Maddy—. Cuando me marché, pensaba que todo iría bien, porque las instrucciones estaban muy claras, y la señora Strout lo supervisaría todo.

Hizo una pausa para llevarse a la boca más macarrones y beber algo de agua. Eliza le escuchaba muy atentamente, siempre lo hacía cuando su madre hablaba. Allison, por otro lado, estaba enfurruñada y con los brazos cruzados sobre la mesa.

—Pero la sanadora en prácticas no hizo caso de la mayoría de nuestras advertencias, y los pacientes se escaparon en más de una ocasión, causando ciertos... daños. Por supuesto, la señora Strout no podía hacerse cargo de todo, y cuando la sanadora en prácticas se quedaba sola nos fastidiaba todo el trabajo.

—¿Tan mal estaba la cosa que tienes que trabajar tanto?

—Volví al trabajo a mitad de junio, cuando la situación llevaba meses así. Miriam es demasiado buena como para poner a raya a Tracy, la sanadora de la que os hablo —añadió en voz más baja, para que nadie le escuchara decir su nombre.

Allison estaba segura de que a la única bruja que estaba en el salón —una anciana de no menos de noventa años— no le importaba quién fuera Tracy. Pero gracias al estúpido de su hermano no podía hacer ninguna aportación a la conversación.

El mundo sin mis comentarios es más aburrido, gruñó en su mente.

—Así que, aparte de mis pacientes, tengo que manejarla a ella. Y no veáis la guerra que me dan todos.

—El profesor Lockhart tiene pinta de estar un poco chalado —murmuró Harry—. Aunque me da algo de pena.

Allison bufó. Tenía muchas ganas de argumentar que él había querido borrarles la memoria a Harry, Ron y a ella misma.

—Definitivamente no era un buen hombre. Pero ya no es el mismo —le defendió Maddy, y luego soltó un suspiro—. Se comporta de una forma más infantil que vosotros dos —añadió, señalando a los mellizos.

Por quincuagésima vez en la conversación —tal vez fuera algo exagerado—, Allison se quedó con la palabra en la boca.

Mientras, Harry aprovechó para robarle unos macarrones de su plato, puesto que había acabado con los suyos. Cuando Allison trató de agarrar su mano para traer de vuelta su comida, ya era demasiado tarde. Harry sonrió con suficiencia, y Allison le pegó en la cabeza con la mano.

—¿Estás segura de ello? —se burló Eliza.

—Yo soy mucho más maduro que ella —aseguró Harry—. Y si opina lo contrario, que lo diga.

La pelirroja hizo un ruido parecido a un gruñido y le volvió a dar una patada.

—No soy un saco de boxeo, Allison —se quejó, sobándose la pierna. Le había dado fuerte.

Al instante abrió mucho los ojos en arrepentimiento. Acababa de decir su nombre.

—¡Yo soy mucho más madura que tú, cabeza de chorlito!

Harry balbuceó algo parecido a «Qué tonto soy».

—Ahora que todos podemos hablar, ¿qué tal si nos contáis lo que queréis hacer este verano? —sugirió Remus.

—Tengo que invitar a Cam unos días —soltó Eliza—. Se lo prometí, y no puedo romper una promesa. Además, no debe pasar mucho tiempo en su casa. Ya sabéis, familia Slytherin, él Ravenclaw. No hace falta ser muy inteligente para deducir que no están precisamente contentos.

—Qué suerte, Harry puede deducirlo entonces.

—¿Qué te he hecho yo —suspiró Harry, con un gesto dramático— aparte de haber nacido?

Allison comenzó a reírse de la ocurrencia de su hermano, y pronto su risa contagió a los otros cuatro.

—Me dais más quebraderos de cabeza que Tracy y Lockhart juntos, chicos —replicó Maddy en tono de broma.

—Aun así os queremos —añadió Remus, dándole unas palmaditas en la espalda a su hermana.

Cuando terminaron de comer, todos bajaron las escaleras, para llevarse la sorpresa de que Neville Longbottom estaba junto a la puerta del pasillo, mirando el envoltorio de un caramelo con mucho interés.

—Neville, cielo, no sabía que ibais a venir hoy —saludó Maddy, dándole una cálida sonrisa al chico—. ¿Está tu abuela dentro?

—Sí —murmuró él, con las mejillas levemente sonrosadas al ver a sus amigos ahí—. Está hablando con la señora Strout y me ha pedido que la esperara aquí, ya nos íbamos a casa.

Maddy asintió en un gesto de comprensión, y Allison y Harry se acercaron a saludar a Neville.

—¿Qué tal las vacaciones? —preguntó la chica.

—Muy bien, en realidad. Trevor solo se ha escapado tres veces esta semana —informó el chico, con un atisbo de sonrisa.

Ninguno de los dos se atrevió a mencionar que estaban a martes.

En ese momento, Augusta Longbottom —la abuela de Neville— salió del pasillo, cruzando la puerta y dirigiendo su mirada a todos.

—Buenas tardes, señora Longbottom —saludó Maddy, dándole un apretón de manos—. ¿Cómo se encuentra?

La abuela de Neville era una anciana alta y de aspecto severo, con quien Allison había coincidido alguna vez, normalmente en San Mungo.

—Podría ir mejor, desde luego —contestó la señora Longbottom, después de haber saludado al resto—. Miriam me ha comentado que Alice se escapó más de una vez el mes pasado. Francamente, deberíais despedir a esa Tracy. El otro día, cuando Neville y yo vinimos de visita, confundió a Frank con Gilderoy.

Maddy suspiró y asintió con la cabeza.

—Es un poco despistada —reconoció, sin soltar mucho más, pues no quería hablar mal de ella. Al menos no delante de la abuela de Neville.

Al cabo de menos de dos minutos, se despidieron de Maddy, pues tenía que regresar al trabajo. Los demás bajaron las escaleras, dispuestos a irse del hospital, mientras Augusta Longbottom le preguntaba a Remus si había recibido muchas quejas por su licantropía. Ella no estaba de acuerdo en que supusiera un peligro, pues antes de que acabara la guerra, Frank le había hablado muy bien de Remus y sus amigos. Por lo que, cuando se enteró de su condición, no le dio más importancia de la necesaria.






PRIMER CAPÍTULO AAAA

adoro a Harry y Allison son más monos mis hermanos, me los como ahh. también ha salido Lockhart es que no me he resistido JAJAJAJA y Neville mi niño y bueno, eso

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