Epílogo
No estaba siendo fácil.
Estaban en La Madriguera y todo olía a él. Todo le recordaba a él.
Y él no aparecía por ningún lado.
Harry estaba constantemente con ella, siempre pendiente de que estuviera bien, de que tuviera un hombro en el que apoyarse si lo necesitaba. Hablaba mucho con ella, le contaba cómo había sido todo desde que se fueron de la boda, le habló de la misión de Dumbledore, pero nada parecía sacar a Atria de la cama.
Tonks también lo intentaba, volcándose en su trabajo como auror para intentar no pensar en Remus y buscar a Fred, pero siempre llegaba con las malas noticias y negando.
La primera noche fue horrible.
La cama de Fred seguía oliendo a él a pesar de que llevaba sin dormir allí desde hacía un mes, cuando todavía vivían en La Madriguera porque no habían descubierto a Harry, Ron y Hermione.
Atria se aseguró de que la cama mantuviera su olor por mucho tiempo con un sencillo hechizo.
George y ella dormían ahí. O más bien fingían dormir.
George no dejaba de hablar, solo decía que tenía que estar bien, que sabía que estaba bien y, cuando alguien entraba a la habitación, se quedaba callado para que no les dijeran nada y abrazaba a Atria todo lo que podía. Luego volvía a continuar hablando de que sabía que estaba bien, que estaba vivo, solo que no podía llegar a ellos. Y el reloj lo confirmaba, el reloj marcaba que estaba en peligro. Sabían que el reloj había vuelto a funcionar porque todos apuntaban a "En casa" menos Fred. La aguja de Fred se había quedado en "En peligro".
Y Atria asentía, se lo creía y a la vez no podía dejar de ponerse en lo peor. Porque si la guerra se había llevado a Remus también se había podido llevar con la misma facilidad a Fred, el reloj no mentía, el reloj les decía que estaba en peligro y ellos no eran capaces de encontrarle.
Lo intentaban todo, hechizos localizadores, mandar lechuzas e incluso intentaron mandarle cartas con el hechizo que él mismo había creado, pero nada parecía encontrar a Fred Weasley.
Nadie en la casa estaba tranquilo, no cuando todas las noches Tonks volvía y decía que todavía nada. Todos sabían que significaba estar un día más sin noticias, sin saber donde estaba. Y Harry repetía lo que había visto cuando llegó al Bosque Prohibido.
— Le tenían atado, pero estaba consciente. Un poco desorientado, pero me gritó gilipollas y que me fuera de allí cuanto antes —le repite Harry a todos cada vez que le preguntan. No les dice nada del golpe que le dieron en la cabeza después del insulto, no lo necesitan, no necesitan saber como se quedó inconsciente en el suelo del Bosque Prohibido, no necesitan saber nada de la sangre que vio, de como intentó ir a por Fred y lo que acabó recibiendo fue la maldición cruciatus.
Le han buscado también allí, fue al primer sitio que fue George cuando todo acabó, pero era demasiado tarde porque allí no estaba. Sí que encontraron un rastro de sangre que desaparecía de la nada y Harry confirmó que sí que le habían tenido allí, atado.
Tardaron una semana en tener noticias.
Tonks no llegó sola, lo hizo acompañada de Kingsley, con los ojos rojos y en la mano llevaba dos cosas. Percy fue el primero que la vio y empezó a gritar porque no era real, no podía ser real. Molly fue la siguiente que lo vio y también se echó a llorar, abrazando a George, que no podía dejar de negar mientras que Atria se acercaba lentamente hasta las cosas.
La chaqueta que Fred llevaba en la batalla y su varita.
— Las hemos encontrado en el valle de Godric —susurra Tonks y Atria empieza a negar porque no es real, no le está diciendo eso, no puede estar diciéndole eso—. Lo siento, Atria, lo siento mucho.
— Estaban junto a... a la tumba de tus padres —dice Kingsley y Atria vuelve a negar.
— No estáis hablando en serio.
— Nada nos gustaría más que estar bromeando.
No es real. No es real. No puede ser real. Pero la varita de Fred es de verdad su varita y Atria la coge y nota la calidez que siempre ha sentido cuando la ha cogido y también siente que se está ahogando porque no le pueden decir que está muerto. Fred no puede estar muerto.
— ¡Estáis mintiendo, joder, os han engañado, mirad el puto reloj, sigue estando en peligro! —oye gritar a George y también oye un forcejeo.
Uno necesario porque George casi se lanza a pegar a Kingsley y si Bill y Charlie no hubieran reaccionado con la velocidad suficiente hubiera acabado en pelea. Una pelea que nadie quería, claro, pero ¿cómo acepta alguien que su hermano gemelo está muerto?
— ¡Os están engañando, no está muerto!
Goerge solo lo sigue repitiendo, una y otra vez y Molly llora cada vez más alto, Arthur ni siquiera puede ver con las lágrimas empañando sus gafas. Percy no deja de gritar que es su culpa mientras que Ron no deja de decir que él también la tiene porque estaba cerca y ni Hermione ni Harry saben cómo reaccionar ante ambos, pero mucho menos ante el estallido de Ginny.
— ¿Cómo lo sabéis? ¿Por qué sabéis que era él? —tiene los ojos llenos de lágrimas y golpea la mesa con fuerza—. ¡Solo tenéis una chaqueta y su varita!
— Había un cuerpo, Ginny.
No, no puede haber un cuerpo. Eso es en lo único que puede pensar George, no puede haberlo porque él sabe que Fred está vivo. Lo sabe y ya está. Les están mintiendo a todos y todos se lo están creyendo y no puede creerse como están cayendo todos en la trampa de los mortífagos.
— Atria, vamos, no es real, no están diciendo la verdad —George se suelta de Bill y Charlie y se agacha hasta Atria, a la que Tonks no deja de abrazar, susurrándola una y otra vez lo mucho que lo siente—. No es real, Atria, no lo es, de verdad, te lo juro.
— Os llevaremos hasta el cuerpo —dice Kingsley, que parece terriblemente cansado.
Y de verdad les llevan. Molly, Arthur y George son los únicos que van y de verdad hay un cuerpo. Cuando vuelven tanto Molly como Arthur lloran, mientras que George sigue negándo lo que ha visto. No, el cuerpo calcinado que han encontrado no es el de Fred, no es real, no es verdad, las cenizas que caen del cuerpo no son las suyas.
Y se lo dice, una y otra vez a Atria, pero ella ya no escucha porque está muy lejos de allí. Y Atria quiere creer a George, pero en sus manos está la varita de Fred y si él estuviera vivo ella no tendría la varita. Si él estuviera vivo ya hubiera encontrado la forma de llegar hasta ellos, de decirles que estaba bien. Pero no ha llegado nada y han encontrado un cuerpo y Kingsley y Tonks están convencidos de que han encontrado a Fred y que se le va a entregar una Orden de Merlín por haber participado en la Batalla de Hogwarts y haber perdido la vida. No ayuda que le vayan a enterrar junto a Remus.
— Quiero ir al apartamento del callejón Diagon —dice Atria a la mañana siguiente, sin saber muy bien como se levanta de la cama y saca fuerzas para decir algo.
Fred y Remus están muertos.
— Voy contigo —le responde George, que no ha dormido nada en toda la noche y se le nota bastante nervioso y desconcentrado.
— Os llevo —dice Harry, pero ambos niegan—. No estáis en condiciones de desapareceros, ninguno de los dos.
— Estamos perfectamente y cuando Fred vuelva os lo demostraré —le contesta George antes de coger a Atria de la mano y salir de La Madriguera para ir hasta el apartamento.
Cuando llegan a ambos les faltan las uñas de la mano derecha. Es algo estúpido, pero se miran las manos y los dos ven como sangran y es algo tan ridículo cuando Remus ha muerto una semana atrás y les acaban de decir que Fred también está muerto.
Atria todavía conserva algo más de cordura que George, así que se acerca a la cocina a por algo de papel y, sobre la encimera, están los cereales favoritos de Fred, los que dejó allí el día que fueron a buscar a Ginny en las vacaciones de Pascua.
Atria empieza a llorar. Siente que le falta el aire y se deja caer al suelo. ¿Cómo va a seguir si ya en la cocina está llorando? No lo sabe, no sabe cómo va a seguir adelante cuando todo en la casa le recuerda a él.
Y eso que todavía no ha ido a Wetvalley, sabe que si vuelve a Wetvalley no sale viva de allí.
George lo lleva distinto, solo puede pensar en que les están mintiendo y Fred está vivo, a pesar de las pruebas que demuestran que no y está enfadado porque nadie le está haciendo caso y él tiene razón y el reloj de la familia Weasley les da la razón. Porque de verdad que George quiere creer que Fred esta vivo, pero si de verdad lo estuviera no les estaría haciendo sufrir así, no hubiera dado su varita sin pelear. Así que lanza el paquete de cereales hacia la pared, dejando que caigan todos al suelo. Es solo el primero de los destrozos. El cuenco que Fred no había podido recoger, dos vasos a medio beber de café bien cargado, un plato con tostadas y una cuchara son las siguientes víctimas.
— Ve a por lo que te quieras llevar, ¿es a lo que has venido no?
En realidad, es un vete porque no quiero que me veas así, perdiendo la esperanza. Un vete porque no puedo verte así. Y Atria se levanta del suelo y consigue llegar hasta la habitación.
Su habitación.
Oye como George grita, como las cosas empiezan a romperse, pero no se da la vuelta, entra a la habitación y consigue dar dos pasos antes de volver a caerse al suelo al ver las cajas que nunca llegaron a sacar de la casa. Esta vez se arrastra hasta el armario y, cuando lo abre, encuentra toda la ropa que no se habían llevado, la que no habían metido en cajas porque era de verano y no la iban a necesitar hasta unos meses después.
No puede seguir con eso, no puede seguir en esa casa. Siente que se ahoga, que no puede más. Así que grita. Y se levanta del suelo.
Lo primero que cae es la estantería de la pared, con hueos entre los libros que había dejado allí. Poco importan a estas alturas, ¿para qué los quiere si no sirvieron de nada? No impidieron que matasen a Fred, que Remus muriera. Lo siguiente es la cómoda, con las fotos sobre ella. Hay una en la que salen los tres, sonriendo a la cámara delante de Sortilegios, días después de que ella volviera de su sexto curso en Hogwarts. Y la lanza contra la pared de la cama, con todas sus fuerzas. No puede ver su sonrisa, no puede verle vivo porque duele demasiado.
Lo siguiente es el jarrón con la rosa. Duele tanto verla ahí, tan blanca como había estado el primer día. Tan entera. No puede evitar lanzar el jarrón contra el suelo, destrozándolo con rabia para romper también la rosa, pero esta queda intacta. Y eso la enfada aún más porque una rosa si puede aguantar la destrucción, pero Fred no ha podido.
Atria sigue intentando romper todo en la habitación. Saca toda la ropa del armario y la tira al suelo, arranca de la pared las propias estanterías, lanza por los aires el calendario atascado en diciembre y rompe en pedazos la planta de plástico que ambos cuidaban como si de verdad estuviera viva. Y luego va a la cama. Quiere destrozarla, quiere quemarla, quiere dejarla irreconocible como han dejado a Fred.
Pero se tumba en ella y empieza a llorar.
Esa cama es peor que la de La Madriguera porque en esa cama hablaron de su futuro. En esa cama hablaron del anillo de papel que Atria lleva en el dedo, hablaron de irse a vivir juntos, hablaron de sus hijos y hablaron de su casa.
Y todo, en cuestión de una semana, se había ido. Todo su futuro no existía más, se había muerto como Fred se había muerto.
— Te necesito, te necesito, te necesito —susurra contra la almohada de Fred y sigue llorando. Se la va a llevar con ella a La Madriguera, al igual que se va a llevar toda la ropa del chico.
Atria no entiende cómo puede llorar tanto, durante tanto tiempo y todos los días, pero lo hace. Lo hace sin parar. Y cuando George entra a la habitación y Atria nota como la cama se hunde Atria llora más fuerte.
— Venían a por mí —consigue decir entre los sollozos.
— ¿Qué estás diciendo? —contesta él.
—Que venían a por mi, un mortífago me lo dijo, que siba a tener más suerte de la que pensaba, eso es que venía a por mi—responde ella, intentando contener los sollozos, aunque es incapaz de hacerlo—. Se lo han llevado porque me querían a mi y como yo no estaba en ningún lado se lo llevaron a él.
Se quedan allí hasta que Harry va a buscarlos. Es el único miembro funcional de la familia Weasley junto a Fleur y Hermione. Ve el destrozo de la casa, la sangre en el suelo y se preocupa. Llama a ambos a gritos, pero ninguno de los dos responde y, cuando los ve en la cama, teme lo peor. Porque Atria está demasiado rota por la pérdida de Fred y George ni siquiera es capaz de asimilarlo así que solo se le ocurre una cosa. Pero entonces los ve respirar y él también lo hace, aliviado.
Despertarles no es sencillo, probablemente porque George lleva sin dormir más de treinta horas y Atria solo consigue dormir una hora seguida, como mucho Y, cuando los despierta, convencerles de que vuelvan a La Madriguera es aún más difícil. George se niega en rotundo, diciendo que desde allí será más fácil encontrar a Fred y Atria al principio también se niega a irse, pero luego cambia de opinión diciendo que se va si se puede llevar toda la ropa. La ropa, las fotos que había tiradas por el suelo y la almohada que no deja de abrazar. Cuando Harry asiente, Atria consigue mirar a George por primera vez desde que les han dicho que Fred está muerto y le suplica con la mirada que le diga que todo es una pesadilla.
— Nos vamos a casa —dice Harry, pero Atria niega.
— Mi casa está en con Fred—dice, antes de agacharse a coger las rosa blanca—. Yo ya no tengo casa.
Decirlo en voz alta lo hace más real. Lo hace tan real que el corazón de Atria se encoge y ella piensa, por un segundo, que no va a volver a latir. Y lo feliz que estaría si no volviera a latir. Pero a Fred no le gustaría eso, así que lo obliga a latir de nuevo. Y cada latido es como si la estuvieran cortando mil veces.
Cuando llegan a La Madriguera Atria dice que tiene que ir a La Cueva en cuanto ve el sobre. Un sobre brillante del Ministerio de Magia. Sabe que es, no es capaz de abrirlo ahora, así que le pide a George que la ayude a llegar a La Cueva.
Para ese viaje Harry también va con ellos.
Todo sigue como lo dejaron la última vez. La brocha de pintura que había dejado Tonks encima de la mesa del salón, la silla tirada en el suelo, un sándwich olvidado en la cocina. Todo sigue en el mismo estado que tan solo unos meses antes.
Cuando los dos estaban vivos.
Atria sube directamente las escaleras hacia su habitación. Su peluche seguía allí, lo sabe porque se le olvidó llevárselo la última vez, siempre había algo que hacía que lo olvidase. La última vez tuvieron que irse a casa de Muriel porque habían encontrado a Harry, Ron y Hermione.
Toda su habitación sigue exactamente igual y el lobo está sobre la cama, apoyado en la almohada. Atria se queda parada en la puerta de la habitación y nota como le falta el aire de nuevo. No puede entrar.
— Me gusta tu habitación —murmura Harry y a Atria se le llenan los ojos de lágrimas—. Tienes muchos libros.
— Las estanterías las puso Remus, tendrías que haberle visto con el taladro —dice, y quiere reírse por el recuerdo, pero no puede. Solo consigue empezar a llorar más y abraza a Harry.
Se sientan en la cama mientras que Atria sigue llorando. George no se había atrevido a moverse del salón, todavía quieto mirando la brocha. Lo habían dejado todo de cualquier forma, lo que significaba que, en la habitación de Teddy, tendría que estar el último jersey de Navidad de Fred.
Todavía podían encontrarle porque el jersey lleva intacto desde que lo dejó ahí.
Pasa por delante de la habitación de Atria directo al antiguo despacho de Remus y allí, sobre la cuna a medio montar, está el jersey.
— No me acordaba de que se lo dejó —Atria aparece en la puerta, con el peluche del lobo en una mano y en la otra tiene la mano de Harry. Es lo que necesita para poder avanzar por esa casa.
— Tiene que funcionar, Atria, es lo que nos faltaba, por eso no podíamos encontrarle, porque todo lo hemos tocado los demás en algún momento —dice George y Harry solo puede pensar que se está volviendo loco y va a volver loca a Atria—. Lo vamos a encontrar, Atria, esta vez sí.
— Hazlo.
George no toca el jersey, solo lo apunta con la varita y rechiza el hechizo que ha creado junto a Atria. La punta de la varita tiene que girar en la dirección a la persona, lo han probado con ellos, sabe que funciona, lo han probado con Tonks cada vez que sale de la casa y saben que la distancia no importa. Pero la varita no se mueve ni un solo centímetro y Atria solloza.
— ¿Recuerdas cuando... cuando... te llené la cara de granos? —no sabe si es bueno decirlo, pero no puede evitarlo. No puede evitarlo porque en esa casa fue, no solo donde creció, si no donde también hubo casi un primer beso. No quiere pensar en la esperanza de George y lo que acaba de decir la varita, no va a pensarlo.
— Tenía que haber funcionado —murmura George y vuelve a intentarlo, sin hacer caso a Atria.
— George —le advierte Harry, pero él no hace caso y lo intenta, una y otra vez.
— ¡Va a funcionar! —grita, a pesar de ver que no hay ninguna señal y lo único que ocurre en la habitación amarilla de Teddy es que Atria no deja de llorar.
— ¡George!
— ¡No, va a funcionar!
— ¡George, para, joder!
Harry le tiene que quitar la varita antes de ir a coger a Atria, que en esos momentos estaba teniendo un ataque de ansiedad. Y George se arrodilla a su lado.
— Lo siento, de verdad, no me he dado cuenta, no... sé que está vivo, nada de esto es real, Atria, Fred está en algún lugar —repite y Harry no duda en darle un empujón, tirándole al suelo.
— ¡Deja de decirle que está vivo, le estás jodiendo la cabeza! —le grita y parece que George se da cuenta de lo que está haciendo y se levanta para abrazar a Atria—. Volvamos a casa.
El sobre del Ministerio sigue allí cuando vuelven. Tan brillante como antes. Solo que ahora es incluso peor leerlo. Porque lo que contiene es una invitación formal al evento que se celebrará tres días más tarde, en los terrenos de Hogwarts. El evento que no deja de ser un funeral.
El funeral de Fred y Remus.
De Julie y Beth.
Atria se encierra en la habitación, ignorando los gritos que hay en el salón. George sigue gritando que Fred está vivo y se oyen los gritos de Harry en respuesta, los sollozos de Molly y luego los pasos de George, que entra en la habitación y cierra de un portazo para luego tumbarse en la cama y abrazar a Atria. No es igual, claro que no es igual, George nunca podría sustituir a Fred, nunca lo haría. Pero Atria cierra los ojos y quiere pensar que es él quien la abraza, que es él con quien duerme. Cuando se despierta al día siguiente de verdad piensa que es Fred hasta que George se vuelve y Atria ve la falta de una oreja.
Se levanta rápido de la cama para ir corriendo a vomitar lo poco que había cenado el día anterior. Molly la encuentra sentada en el suelo, con la cabeza todavía apoyada en el váter y llorando.
— Le echo mucho de menos, Molly, no sé qué hacer sin él —dice la chica cuando ella la levanta del suelo y Molly se une a su llanto.
— Lo sé, cariño, yo tampoco —le dice después de un rato.
Bajan a desayunar. O a intentarlo. Atria no tiene apetito, solo revuelve los cereales de un lado a otro del cuenco. Molly no tiene fuerzas para decirle que coma porque ella tampoco tiene fuerzas para comerse unas galletas. Solo guardan silencio y, de vez en cuando, levantan la mirada para ver la aguja de Fred, todavía atascada en "En peligro".
Nunca va a salir de ahí, se quedará atascada para siempre en ese estado porque fue el último en el que estuvo Fred.
Charlie es quien las encuentra a las dos, sentadas en la mesa de la cocina. Ambas mirando su desayuno, ambas llorando en silencio. Y se sienta entre las dos, abrazándolas suavemente.
— Fred no hubiera querido que os murierais de hambre, hubiera querido que cogierais el desayuno y tiñerais a todos de azul.
Eso basta para que Molly empiece a llorar más fuerte, pero también para que empiece a comer. Y Atria solo mira a Charlie, como si no entendiera lo que está diciendo. ¿Quiere que gaste una broma ahora?
Atria no vuelve a salir de la habitación hasta el funeral.
No sabe quién ha sido —probablemente Fleur—, pero alguien se ha molestado en buscar algo de ropa negra entre todo lo que se había traído del apartamento y lo había dejado encima de la cama. Dos montones, uno para George y otro para ella. Los dos tenían un jersey de Fred.
George no tarda en lanzarlo contra el armario y se lanza escaleras abajo a gritar a todo el mundo porque cómo se atreven a decirle que se ponga eso.
Atria, por su parte, se viste en la habitación con el ruido de fondo de los gritos de George. El jersey de Fred sigue estándole enorme, pero es lo que más la va a reconfortar ese día. Puede hundirse en él cuando sienta que todo es demasiado para ella.
Puede esconderse dentro de él cuando se dé cuenta de que ahora en Hogwarts habrá un cementerio.
Y ese momento llega cuando entierran a Beth y a Julie. Duele tanto ver los discursos perfectamente preparados del Ministerio, elogiando a todos los caídos, a todos los supervivientes. Dicen nombres, dicen nombres sin parar y Atria se deja llevar por ellos. Se deja llevar hasta que sale la luna llena.
— Tengo que irme, Remus me necesita —dice, levantándose de la silla, pero Harry vuelve a tirar de ella y la sienta. Atria intenta soltarse porque se tiene que dar prisa para poder llegar hasta La Cueva, donde Remus estará siendo atado por Lyall. Está sin poción matalobos así que es peligroso y la transformación será terrible esa noche.
— Harry, suéltame, Lyall no puede estar solo atando a Remus, es peligroso —dice Atria, pero Harry solo aprieta los hombros de su hermana.
— Remus está muerto, Atria, estamos en su funeral.
Todo vuelve de golpe. Remus muerto. Fred muerto. ¿Cómo se le había podido ir tanto la cabeza? Siente que no puede más, que sencillamente no puede más. Y la luna sigue saliendo mientras hablan de Remus, de lo valiente que era y dejan que Tonks llore sin parar con Teddy en brazos y Andrómeda y Lyall a su lado. La luna llena es una hija de puta e ilumina a Remus una última vez antes de que cierren el ataúd. No solo le iluminan a él, también ilumina el peluche de lobo que Atria había dicho que tenía que estar con él.
Decide lo que va a hacer cuando mencionan a Fred, el siguiente en ser enterrado.
Ella lleva las dos varitas, la suya y la de Fred. Sabe perfectamente que tiene que hacer, así que se levanta de la silla donde estaba sentada junto a Harry y a George. Ella no está para hacer nada y George sigue repitiendo una y otra vez que están enterrando a otra persona, a una que no conocen porque Fred está vivo.
— ¡Espera! —no reconoce su propia voz, pero por lo visto todo el mundo lo hace porque de repente la miran. Y ella solo coge aire y busca la mano de George—. Quiero enterrar mi varita con él.
Todas las miradas están sobre ella. Sobre ellos. Miran como caminan hacia el ataúd dónde está lo que queda de Fred. Es un cuerpo calcinado sobre el que han dejado dos cosas. Atria reconoce perfectamente el envoltorio del primer caramelo longuilinguo que habían diseñado los gemelos, el mismo que le habían dado a Dudley y el que ella había conseguido salvar de la purga de la señora Weasley antes de que fueran a los mundiales. No termina de entender por qué George lo ha dado para que lo entierren con él cuando está convencido de que no es Fred, pero supone que es porque no se lo cree que esté muerto, al menos no todavía. Lo siguiente es la rosa blanca y Atria supone que ha debido de ser Harry quien la cogiera cuando preguntaron porque ella no había sido capaz de dar ni el peluche ni la rosa, solo lo dijo y se fue al baño a vomitar la cena.
Desprenderse de su varita es sencillo. La varita de Fred es la varita que necesita para lo que quiere, porque la suya ya no la representa. Tiene una gran adversidad delante y no es capaz de levantarse. Ve la catástrofe y lo único que piensa es en que no sabe cómo salir de ahí. Esa varita solo le ha traído mala suerte y ya no quiere más su mala suerte.
George es quien acaba colocando la varita de Atria en el ataúd —murmurando algo de solo lo hago para que te quedes tranquila, ese no es él—y cuando los magos del Ministerio cierran el ataud ambos se quedan allí parados, sin moverse, todavía mirando el ataúd. Ni siquiera pueden verle una última vez porque donde una vez hubo una sonrisa ahora solo hay cenizas.
Bill y Charlie son los que consiguen hacer que ambos se muevan. Atria se deja abrazar por Charlie y, como puede, le devuelve el abrazo.
— Ya ha acabado todo —murmura Charlie un rato después. Fred había sido de los últimos. En algún momento tenía que haberla llevado a otro lado para que se apartasen del medio—. Nos vamos a casa.
Ella ya no se desaparece porque nunca tiene la cabeza necesaria para hacerlo, nunca se le ha dado bien, pero ahora es imposible que lo consiga. Esa noche no puede hacerlo ninguno de ellos porque ninguno tiene la cabeza necesaria para desaparecerse así que usan un traslador, al igual que lo usan Tonks, Andrómeda y Lyall para volver a casa de los Tonks con Teddy.
Cuando aparecen en el jardín de La Madriguera empiezan a moverse poco a poco. Harry se va hacia la cocina, Hermione se lleva a Ron y a Ginny dentro de la casa, Oliver coge a Percy, Bill y Fleur van con Molly y Arthur mientras que Charlie se queda en el jardín con George y Atria.
— ¿Os queréis venir unos días a Rumanía? —pregunta suavemente, pero ninguno de los dos responde—. Quizá podría enseñaros el refugio de dragones, nunca habéis venido a verlo.
— Fred quería ir después de la guerra —murmura Atria. Tantos planes, todos rotos, todos destrozados.
— Sigues pudiendo venir —Charlie lo intenta, pero ella ya no responde—. ¿Y tú, George?
— No voy a ir, voy a encontrarle.
Y Charlie decide dejarles tranquilos, viendo lo rotos que están. Mantiene un ojo sobre ellos mientras que entra a la casa, mientras que pone la mesa. Pero ellos lo único que hacen es sentarse en el suelo. Algunos gnomos empiezan a salir de las madrigueras y empiezan a trepar por ellos, pero como mucho a veces se mueven para apartarlos. Hasta que George coge uno y lo lanza con fuerza hacia su madriguera. Ninguno de los gnomos vuelve a salir en un rato, justo cuando los llaman para cenar.
Es solo una rutina más para Atria antes de que todos se vayan a dormir. No va a esperar más, lo sabe, no va a aguantar más.
— Nosotros nos vamos —dice Bill cuando acaban de cenar y Arthur asiente. Nadie se mueve de la mesa, ellos salen de la mesa y Atria se levanta de golpe y los sigue.
— ¿Me dais un abrazo antes de iros?
Es sencillo hacerlo. Es sencillo abrazar primero a Fleur y luego a Bill. Es sencillo decirles que les va a echar de menos y Fleur sonríe.
— Mañana te veremos, ¿vale? ¿Quieres que hagamos algo juntas mañana? Puedo enseñarte algo de français —Atria asiente y vuelve a abrazar a la francesa. Es una buena amiga.
— Hasta mañana, Atria.
— Adiós, Bill. Adiós, Fleur.
Se queda en el jardín hasta que ellos se van un poco más lejos y se desaparecen. No entra todavía, porque Charlie también aparece y la abraza.
— Yo también me voy, tengo que coger un traslador para poner en orden todo.
— Adiós, Charlie.
— Te mandaré fotos de todas las crías que tenemos, espero que me ayudes con los nombres. Y también espero que vengas, Atria —Charlie vuelve a abrazarla antes de seguir el mismo camino que Bill y Fleur.
Entonces entra en la casa de nuevo y se vuelve a sentar en su silla. Entre George y ella hay una vacía. Ni siquiera se han dado cuenta, es solo como todo era antes, Fred siempre entre ambos. Y lo dejan estar.
Los siguientes en decir que se van son Molly y Arthur. Suben las escaleras lentamente y Atria dice que va al baño, pero en realidad los alcanza antes de que entren a su habitación y los abraza a ambos. Fuerte.
— Gracias por acogerme todos estos años —murmura y Molly la abraza más fuerte—. Siempre seréis mis terceros padres, siento mucho todos los dolores de cabeza que os he provocado.
— Atria, cariño, nunca has provocado ningún dolor de cabeza —Molly sigue abrazándola y Arthur la acaricia la cabeza—. Ve a descansar, ¿vale?
— Claro.
— Hasta mañana, Atria, que descanses —dice Arthur y Atria asiente y los deja entrar.
— Adiós, Molly, Arthur —dice, antes de volver a bajar la escalera y volver con los demás.
Han conseguido mover a George hasta el sofá y está tumbado, como cuando perdió la oreja. Ron y Hermione están a sus pies, abrazados. Harry está sentado sobre el brazo del pequeño sofá donde se sienta Ginny. Y Percy y Oliver están de pie.
— Nosotros ya nos vamos, Atria —Percy sigue siendo asquerosamente correcto y Atria ya ni siquiera tiene ganas de burlarse de él. No quiere que se tenga que duchar con agua fría ni quiere echarle laxante en la comida.
— Adiós, Percy —murmura ella mientras que se sienta en el suelo, al lado de George.
No es que culpe a Percy por la muerte de Fred. Claro que no lo hace porque sabe que podría haberle pasado en cualquier momento, pero también sabe que él era una de las personas más cercanas a él en esos momentos. Que podría haberlo evitado todo, que podría haber sido él a quien secuestraran y luego asesinaran en lugar de Fred. Y se lo hubiera merecido porque había hecho llorar a la señora Weasley durante tres largos años. Sabe que solo está hablando su parte más herida, pero no puede evitarlo, por mucho que intenta controlar los pensamientos es incapaz de hacerlo.
Ron, Hermione y Ginny quieren irse a la vez y Atria nota como Harry también quiere irse con ellos, pero no se mueve del brazo del sofá. Y Atria se levanta del suelo para abrazar a Ron y a Hermione.
— Disfrutad del otro —les dice y vuelve a intentar sonreír. Por ellos. Pero no funciona bien, así que deja de intentarlo cuando Ron la abraza.
— Intenta dormir esta noche —Ron desvía la mirada hacia George, que sigue en el sofá como si no estuviera pasando absolutamente nada. Porque para él no pasa absolutamente nada porque Fred sigue vivo y lo único que George hace es mirar fijamente el reloj para ver si cambia—. ¿Puedes hacer descansar a George? No creo que sea bueno para él seguir así.
— Lo intentaré —sí, cuando todos se suban lo llevará a la cama e intentará que descanse. Luego ella hará lo que quiere, por fin. Se aleja de Ron y entonces va a abrazar a Hermione, que la mira preocupada—. No voy a ir a interrumpiros, no te preocupes.
— ¿Estás bien? —pero no responde, solo la abraza más fuerte. Ya no tiene más lágrimas, no ahora.
— Cuidado con lo que hacéis durmiendo solos —las orejas de Ron se ponen rojas, al igual que las mejillas de Hermione— no queremos bebés por la casa todavía.
— Atria —Hermione intenta regañarla, pero no parece que funcione.
— Descansad —murmura Ron antes de tirar de Hermione y empezar a subir las escaleras hacia su habitación.
— Adiós, Ron, Hermione —entonces se acerca a Ginny, parada delante del sofá y mira a George.
— ¿Te ayudo a llevarle a la habitación?
— No, mejor llévate a Harry, aprovecha que todos se han ido y le cuelas en tu habitación. Puedo con George —Ginny se gira para abrazarla y se deja abrazar. Abraza como Fred, sus abrazos son demasiado parecidos a los de Fred y Atria se esfuerza por contener las lágrimas hasta que no puede más y la deja caer sin más.
— No sé qué planeas —la susurra—, pero George te necesita para asumirlo. No te vayas.
— No me voy a ir —le susurra ella de vuelta. Es verdad, no se va a ir—. Eres la mejor cuñada.
— Ni siquiera Hermione puede hacerme competencia —es el primer intento de broma de Ginny y parece que funciona. La sonrisa de Atria ya no es una mueca que se queda en intento, si no que llega a parecer una sonrisa de verdad—. Obliga a George a dormir, porfa.
— En cuanto os subáis me lo llevo.
— Buenas noches, Atria —Ginny va a buscar a Harry y tira de él para que vayan. Pero Harry antes se para abrazar a Atria.
— Adiós, Ginny.
— Podemos ayudarte a llevarle —empieza a decir Harry, pero ella niega rápidamente y se aleja de él. Vuelve a hacer lo mismo que cuando eran pequeños, levanta una mano y la pone en la mejilla de su hermano.
— Te quiero mucho, Harry, gracias por todo —vuelve a abrazarle antes de empujarle hacia Ginny. Es con ella con quien tiene que estar esta noche, es a Ginny a quien tiene que abrazar.
— Buenas noches a los dos —murmura Harry y Atria asiente.
— Adiós, Harry.
Duele mucho más decírselo a Harry. Ya solo queda subir a George a la habitación, esperar a que se duerma y no tendrá nada más que hacer. Así que en cuento oye como la puerta de la habitación de Ginny se cierra, se sienta en el sofá con George. Está otra vez está ocultando el agujero de su cabeza y duele tanto ver que parece Fred.
— ¿Nos vamos a dormir? —sabe que no es Fred, claro que lo sabe. Pero se deja llevar una última vez. Finge que es Fred, que ambos se irán a dormir ahora y todo estará bien. Pero George se levanta del sofá y la fantasía desaparece.
— Sé que te estás despidiendo de todos.
Sí, era lógico que se fuera a dar cuenta. Claro que es lógico, solo Fred y él la conocían tanto. Así que era lógico que se diera cuenta de que se estaba despidiendo.
— ¿Te ibas a despedir que de mí también?
— No.
Claro que no iba a hacerlo. Porque de él no era capaz de despedirse. Porque George se daría cuenta y no la dejaría. Así que Atria se levanta del sofá y sale al jardín. La luna llena sigue iluminando todo. E ilumina un árbol en concreto. El mismo árbol donde los dos pasaban algunas de las tardes antes de que tuvieran que ir corriendo a esconderse a casa de Muriel.
— Fred te va a matar cuando vuelva—dice George, siguiendo su instinto. Está vivo, está vio.
— Ya, pues no está aquí para decírmelo, me da igual habérselo prometido, ni siquiera está aquí para que merezca la pena cumplir la promesa.
— ¿Y lo solucionas así? ¿Huyendo solo porque crees que está muerto? —George avanza lo suficiente como para cogerla del brazo y hacer que se gire.
— ¡Lo has visto, George, has visto lo que queda de él!
— ¡Nos están haciendo creer que está muerto, pero no lo está, Atria, entiéndelo de una vez, Fred está vivo! ¡Lo dice el puto reloj, Atria, nos está diciendo que está en peligro!
— ¿Y si está vivo por qué tengo su varita? —le dice Atria con furia—. ¿Si está vivo por qué no le encontramos? ¿Por qué lo que hemos encontrado es un puto cuerpo quemado con sus cosas para que lo reconozcamos?
Es lo que George no logra hacer que encaje. Fred sabe esconder la varita, no la dejaría a la vista para que se la quiten, no, utilizaría el hechizo que creó él después de la boda para hacer las varitas invisibles y no se la podrían quitar porque la tendría oculta. Pero la varita la tienen ellos.
— Está muerto, George, Fred está muerto.
— ¿Y Harry? —Es un golpe bajo y George lo sabe, pero si no lo utiliza no sabe qué hará. Atria es la única capaz de llegar a creerle, no puede dejar que se vaya ella también, no puede porque alguien tiene que creerle y tiene que ser Atria, ella no puede perder la esperanza de encontrarle.
— Harry lo entenderá.
Probablemente. Pero no lo dice en voz alta. Atria se sienta en el suelo y George, finalmente, se sienta con ella. La luna los sigue iluminando, siendo cruel con ambos. Llevaban mucho tiempo sin pasar una luna llena juntos.
— ¿Y Teddy? ¿Vas a dejar a tu ahijado?
— Cada vez que veo las fotos con Teddy me rompo un poco más porque lo único que me recuerda es que no tengo ningún futuro con Fred.
Se levanta del suelo porque no puede más y necesita hacer una cosa. Tiene que deshacerse de ellos. Se habían quedado en La Madriguera, no habían tenido tiempo de cogerlos y seguían bajo el colchón de Fred. Sus cuadernos. El trabajo de toda su vida. Vuelve al jardín, esperando que George se haya ido, pero él sigue allí bajo el árbol así que Atria entiende que se va a quedar con ella hasta el final.
— Destrúyelos —los deja caer delante de George, que la mira sin entenderla—. Quémalos, húndelos, destroza las hojas, me da igual, no quiero volver a verlos nunca más.
— ¿También piensas dejar eso? ¿Piensas dejar todo? —George empieza a enfadarse aún más de lo que ya estaba. No es justo lo que está haciendo Atria, no lo es, le va a dejar solo para que encuentre él a Fred.
— Lo siento, George —no puede decirle nada más. Solo es lo que siente. Así que vuelve a sentarse a su lado y le abraza.
— No, no lo sientes, ¿verdad? —le dice, enfadado y esta vez Atria sí que se ríe de verdad.
— Ni siquiera un poco.
Sabe que no hay mucho más que decir. No hay más que decir porque no puede hacerla cambiar de opinión, ya lo tiene decidido y la varita de Fred en su mano le dice que es lo correcto.
— Quiero pedirte un favor —George no responde, así que Atria entiende que siga hablando y empieza—. No quiero que me recuerdes como le quería. Ni a él ni a Remus. Solo dime que existían, que estaban en mi vida, pero no me digas cuanto les quería.
"No sé qué va a pasar cuando haga el hechizo, George, Madame Pomfrey me dejó muy claro que mi cabeza no funciona bien, probablemente por eso la legeremancia no funciona conmigo. No sé si voy a poder volver a recordar algo alguna vez o lo olvidaré todo cuando me vaya a dormir, pero si eso pasa, por favor, encuentra la forma para que pueda volver a tener recuerdos. Quizá estoy exagerando, pero necesito que me prometas que lo harás".
George sigue callado. No quiere hablar. No todavía, así que solo asiente y Atria vuelve a abrazarle. Hasta que sabe que ha llegado el momento.
— Te devolveré a Fred, te lo juro.
— Ojalá pudieras hacerlo.
Es sencillo, es mucho más sencillo ahora que nunca. Porque George está a su lado y quizá ahora está enfadado con ella y no la entiende, pero algún día, cuando consiga estar algo mejor y haber aceptado la muerte de Fred, será capaz de entenderla. De entender por qué nunca será capaz de superar la muerte de Fred, la muerte de Remus.
Atria ya no tiene once años, no está delante del espejo de su habitación, nerviosa por si no funciona el hechizo y sale mal. No, está tranquila, es lo que quiere.
Atria tiene dieciocho años y está sentada en el jardín de La Madriguera con George, tranquila porque sabe que va a funcionar y es lo que necesita hacer ahora. Siempre ha estado preocupada por si perdía sus recuerdos, siempre los ha necesitado para seguir adelante. Pero ya no lo hace. Sabe que va a estar mucho mejor sin ellos, que será capaz de seguir adelante sin ellos.
Porque sabe que si los mantiene no tardará en intentar unirse a Remus y a Fred. Y no parará hasta conseguirlo.
— ¿Les dirás a todos que los quiero mucho?
— ¿Y por qué no lo haces tú?
— Porque entonces nunca podría irme.
— Entonces no te vayas, ayudame a encontrarle, Atria, sé que está vivo, que está en algún lugar de Inglaterra.
— Te quiero mucho, George —Atria no se molesta en responder a las palabras de George y él suspira, sabiendo que da igual lo que diga, Atria no va a dejarse convencer para que no lo haga.
— Y yo a ti, Atria.
Es tan sencillo hacerlo. Tan fácil. Mira La Madriguera por última vez. En la habitación de Ron sigue habiendo luz, probablemente porque él y Hermione sean incapaces de dormir. Ginny también la tiene encendida, seguramente intentando retrasar el momento de irse a dormir para no soñar con el funeral. En la habitación de Arthur y Molly hay una pequeña luz, una que llevan dejando una semana para que, cuando despierten, no se asusten al ver toda la oscuridad.
Siempre recordará La Madriguera como su hogar. Siempre será su casa. Solo espera que vuelva a serlo luego, que la perdonen por lo que va a hacer. Que la vuelvan a acoger como una más cuando no les recuerde.
Mira a George por última vez. No sabe cómo lo hace, pero consigue sonreír una última vez, después de darle un pequeño beso en la punta de la nariz. Espera que él también la perdone alguna vez por esto.
Es mucho más fácil hacerlo con los ojos cerrados que abiertos. Mucho más fácil porque así no tiene que ver los ojos de George. Mucho más fácil porque así las lágrimas se quedan en sus ojos y dejan de caer por sus mejillas. Levanta la varita de Fred lentamente, pero no siente el calor de la varita y no puede evitar reírse. Claro que se iba a mostrar en desacuerdo con que le olvidara, como no iba a hacerlo. También esperaba que Fred la perdonase por olvidarle, que solo la abrazase cuando volvieran a estar juntos. Oh, que ganas tenía de volver a abrazarle, de volver a besarle. Pero tiene que esperar, lo sabe, por eso sigue subiendo la varita hasta que choca con su sien.
— Mors memoriae.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top