Capítulo 78: Sumáis treinta y cinco

Bill había sido quien los había sacado a todos de La Madriguera. Había sido difícil, claro, porque en cuanto los mortífagos se habían dado cuenta de que Harry era Harry y que ya tenían a Hermione el pelirrojo que los acompañaba tenía que ser Ron, así que fueron a La Madriguera.

También habían tenido mucha suerte porque, si los hubieran capturado tan solo unos días más tarde, Ginny ya habría estado de vuelta en Hogwarts y la hubieran capturado fácilmente y llevado a vete tú saber donde. Bueno, probablemente con Luna Lovegood. Aunque quizá no hubieran tardado en rescatarla porque habían sacado a Luna, Dean, Ollivander y al duende rarito del sótano de la Mansión Malfoy.

Aunque, a quien quiere engañar, no hubieran llegado a salvar a Ginny porque la hubieran secuestrado en Hogwarts y luego ya la hubieran llevado a la mansión Malfoy.

No estaba siendo fácil mantenerse en la casa de Muriel sabiendo que Harry estaba en casa de Bill, a tan solo una desaparición, pero lo estaba consiguiendo. Ayudaba bastante estar metiéndose constantemente con Muriel, que no dejaba de decir que era una desagradecida y no sabía cuantas cosas más. Le recordaba un poco a su relación con Walburga, aunque al menos con la vieja Black tenía algo en común, el odio a Dumbledore. Con Muriel... bueno, tenían en común que no se soportaban.

¿Cómo se le ocurrría decir que no podía dormir con Fred? ¿En qué cabeza cabe eso? Por lo visto en la de Muriel, que se mostraba totalmente opuesta a la idea hasta el punto de quitarle la varita a Atria y hechizar la habitación que compartía con Ginny para que no pudiera desaparecerse. También le quitaba la varita a Fred y, por supuesto, hechizaba la habitación de los gemelos, así que ninguno de los cuatro estaba muy contento, sobre todo cuando tanto Atria como Fred cogieron las varitas de Ginny y George respectivamente para romper los hechizos de Muriel y todos acabaron sin varitas por las noches.

Así que la solución de los gemelos y Atria fue irse a vigilar La Madriguera una semana después de que hubieran capturado a Harry. Tenían que coger las cosas y proteger un poco mejor la casa porque en esos momentos podía estar siendo saqueada por mortífagos o cualquier cosa, así que allí fueron.

Estaba claro que era una trampa porque la casa estaba intacta, así que los tres empezaron a hacer el teatro.

Si bien el hechizo de ilusión de Atria había sido para mentir a sus amigas, que lo hubiera creado había acabado siendo una completa maravilla porque podían usarlo en esos momentos y lo aprovecharon.

— George, haznos a nosotros tres —ordena Atria y es lo que sale de la varita de George—. Que vayan hasta la casa, ahora Fred, crea también a Harry, como si le estuviéramos escondiendo junto a Ron y a Hermione.

Es una idea arriesgada, pero total ellos ya tienen que estar escondidos así que lo mejor que pueden hacer es fingir que están con Harry y que le están protegiendo.Y, como los mortífagos carecen de inteligencia, salen de sus escondites, lo que deja a Atria lista para la acción. Solo tiene que hacer una ilusión de su alrededor y entonces puede ir hacia ellos. Fred y George controlan todas las ilusiones, que atacan sin parar a los mortífagos, fallando de vez en cuando y ahí es cuando entra ella a aturdir a todos los que puede y a alguno más.

Sinceramente, tienen suerte de que solo hayan dejado en La Madriguera a trece mortifagos o hubieran tenido más problemas porque ya los últimos tres mortífagos dieron problemas a Atria destrozando su ilusión y tanto Fred como George abandonaron las suyas para evitar que Atria acabara herida.

— No tienes que arriesgarte tanto —dice George, lanzando al mortífago número trece en la pila de cuerpos que han montado en el patio.

Fred se ríe entre dientes, porque lo que ha dicho George es totalmente imposible, ya lo han visto y lo siguen viendo, sobre todo en esos momentos que está curando la nueva herida de maldición que tiene Atria en la espalda. La cicatriz, de nuevo, no va a desaparecer nunca y lo único que les queda es que al menos no ha acabado con ella.

— Bueno, queréis las cosas para el negocio y tenemos que recoger el resto de cosas así que...

Atria agita la varita con desgana y sobre la pila de mortífagos aparece una gran barrera protectora, la que normalmente utiliza para evitar que las pociones le salten a la cara. Las cosas entran, pero de ahí no sale absolutamente nada, así que por mucho que despierten esos mortífagos no van a ir a ningún lado. Y menos cuando les han quitado las varitas y las han roto por la mitad.

Mirad, no son crueles, pero ellos se lo merecen. Así que han roto las varitas y luego les han aplicado un hechizo de ilusión y se las han devuelto. Cuando las agiten solo podrán echar chispas y les explotarán los hechizos en la cara como le pasó a Ron en su segundo curso. Y ya, para rematar todo, han dejado fuera una varita de pega. Las caras de todos serán divertidas cuando, al agitar la varita, esta se convierta en un patito de goma.

Quedan solo algunos detalles, como mover primero toda la pila de mortífagos un poco más lejos de La Madriguera y lanzar el encantamiento Fiddelio —Fred dice que tiene que ser él el guardián de los secretos porque es el mayor, ni George ni Atria están de acuerdo con esa afirmación, pero el tiempo corre y no es momento de discutir— y luego transformar un árbol en lo que parece ser La Madriguera y, antes de empezar a recoger, incendiarlo y despertar a todos los mortífagos para que lo vean.

Eso bastará para que los mortífagos dejen la zona y a ellos para reírse un rato a costa de los idiotas.

No defraudan, la verdad. Primero parecen pollos sin cabeza al intentar levantarse todos a la vez hasta que uno parece que coge la única neurona que comparten y grita que se estén quietos. Les han dejado poco hueco así que es complicado que se levanten bien, pero después de una hora lo consiguen y los gemelos y Atria tienen dolor de tripa de tanto reírse. Y eso que no han llegado todavía a las varitas. Tardan al menos cinco minutos más en darse cuenta de que están encerrados y entonces agitan las varitas y todas explotan a la vez, momento en el que Atria levanta la ilusión y les deja ver que se las han roto.

Más de uno empieza a gritar e incluso hay un par que se echan a llorar porque les han roto la varita. O quizá porque Voldemort les va a castigar, quién sabe.

El líder se da cuenta entonces de que fuera hay una varita y empieza otro momento demasiado divertido en el que forman un castillo para intentar escapar por arriba, así que cuando están todos subidos Atria también elimina ese hechizo y la torre que estaba apoyada en las paredes del hechizo se caen de boca, volviendo a formar una gran pila de mortífagos y el dolor de tripa por las carcajadas vuelve para los gemelos y Atria.

— Oh, mirad las caras tienen con el patito de goma —consigue decir George entre las carcajadas y es un gran momento.

— No puedo, me falta el aire, que me va a dar algo —chilla Atria y la fiesta no termina porque las caras son un poema cuando La Falsa Madriguera explota y se quedan con caras de gilipollas.

— Esto ha sido una maravilla —dice Fred, limpiándose las lágrimas cuando los mortifagos por fin se desaparecen.

Siguen riendo un rato más, comentando los mejores momentos hasta que deciden mandar el patronus de que la casa está a salvo. No tardan en ponerse a recoger las cosas más importantes, acompañados de los patronus de Molly que les va recordando cosas que tienen que coger. También llegan de Bill, mencionandoles maldiciones, uno de Charlie pidiendo que cojan todas las pastillas vomitivas que puedan para echarselas a Muriel —pobre Charlie, como ellos no están es el nuevo blanco de Molly— y también uno de Arthur mencionando todo lo que Molly se le olvida decir. Al final la casa es un caos de cajas y patronus yendo y viniendo hasta que Fred se cansa y manda a su urraca para que los dejen tranquilos de una vez.

La contestación es el patronus de Ginny, con una sencilla carcajada.

La verdad es que ellos también se ríen, pero por fin pueden terminar de coger todo lo que les han pedido y volver, por fin, a casa de Muriel para contar su azaña. A Charlie, Tonks y Ginny les parece realmente divertido, mientras que Remus, Arthur y Molly intentan regañarles, pero acaban riendo también y la única que se mantiene seria es Muriel, que no deja de decir que son una desgracia y que lo único que saben hacer es provocar infartos a las personas que se preocupan por ellos.

— Que pena que tú no te preocupes por nosotros Muriel, nos encantaría darte ese infarto —le contesta Atria y ahí la única que grita escandalizada es Molly, pero a los demás se les escapa una gran carcajada.

La amenaza de desheredarla llega, a lo que Fred le contesta que ya le desheredó y que, de todas formas, tanto él como Atria tienen más dinero del que les puede dar una herencia de Muriel dividida entre siete personas. Y Molly les da una colleja a cada uno de los dos antes de mandarles poner la mesa.

Pero les dejan dormir juntos desde ese momento así que todo ha valido la pena.

La semana siguiente vuelven locos a todo el mundo con los pedidos por lechuza de Sortilegios Weasley. Es raro que las lechuzas puedan encontrarles a pesar del encantamiento Fiddelio, pero parecía que no eran afectadas por él. Eso no dejaba de ser un gran problema porque alguien podía seguir una lechuza y encontrarles, pero parecía que a nadie se le había ocurrido esa gran falta de seguridad. Como pasaba con tantas cosas, Hogwarts, por ejemplo.

Pero volviendo al tema de que los gemelos y Atria volvían locos a todo el mundo.

Las lechuzas no paraban de entrar y salir con los pedidos de Sortilegios Weasley y, al principio, era lo más entretenido de hacer ya que estar en el salón con Muriel implicaba escuchar horas de cuentos de la vieja y críticas hacia tu persona, por lo que todos la acabaron evitando, Molly incluida, pero pronto se volvió una locura y solo los gemelos eran capaces de estar en la planta alta de la casa con las lechuzas.

Tonks empezó a cansarse poco a poco más y, finalmente, la acabaron llevando a casa de Andrómeda para que descansara mejor, así que Remus se fue también con ella y la casa se quedó mucho más silenciosa y menos entretenida. Así que Atria se subía por las paredes de nuevo.

Intentó seguir ayudando con los pedidos, pero solo duró un día más antes de volverse loca por las lechuzas. Luego intentó ir con Molly a la cocina, en un intento de aprender mirándola fijamente, pero tampoco funcionó. Luego estaban Ginny y Charlie. Sí, era divertido jugar al quidditch, pero solo le recordaba que, en esos instantes, no estaba jugando en las Arpías, así que no quería jugar tanto. Arthur también estaba descartado porque, a pesar de que estaban escondidos, se dedicaba a seguir haciendo una especie de trabajo y, cuando dudaba de la función muggle de algo, le preguntaba a Atria.

Así que lo único que podía hacer era estar en el jardín de Muriel mirando el cielo y quejándose de que no podía hacer nada. Porque una vez preparada la fiesta de cumpleaños de los gemelos no quedaba nada.

La solución para todos fue crear una forma segura hasta la casa de Andrómeda, solo para no tener que oír las quejas de Atria durante todo el día. Y a la chica le valió, así que salió casi corriendo el día que Fleur llegó para preparar el pasadizo con ayuda de Charlie. En realidad no era ni siquiera un pasadizo, solo un traslador que se activaba con una contraseña secreta y que funcionaba únicamente y exclusivamente para los Weasley, Atria, Remus, Tonks y Andrómeda. Ni siquiera funcionaba para Muriel porque nadie quería que tuviera la oportunidad de salir de la casa y Fleur se había encargado de poner las peores maldiciones que conocía para que estuvieran todos a salvo. Sobre todo porque Andrómeda se negaba a poner el encantamiento Fiddelio.

— Si tienen que venir a por mi que vengan, y espero que sea mi hermana —decía cada vez que alguien se lo preguntaba.

— Pero ahora están aquí Tonks y el bebé —le repetía Molly, pero Andrómeda no escuchaba y solo levantaba la varita.

— Pueden venir si quieren, te aseguro que no van a tocarnos ni un pelo.

— ¡Díselo, Andy!

Y ahí llegaba Atria, animando a la mujer a que siguiera por ese camino. La verdad es que estar en casa de los Tonks era mucho más entretenido, no solo porque estaban Remus y Tonks, si no porque también estaba Andrómeda y las historias que contaba ella sí que eran verdaderamente interesantes, no como las de Muriel. Le cuenta historias de Hogwarts, de Sirius y Tonks. Tenía su parte mala, claro, como cuando hablaban de Ted, pero solo era mala entre comillas porque hablar de Ted también era bueno, aunque la herida seguía demasiado reciente.

Y se notó también cuando Tonks se puso de parto. Era una suerte que Atria estuviera en la casa y pudiera salir corriendo hasta Wetvalley para ir a por Don, el médico del pueblo. Cuando volvieron los dos juntos las contracciones de Tonks eran cada vez más frecuentes y Andrómeda solo pudo pensar en lo mucho que le gustaría que Ted hubiera estado allí para ver también a su nieto, y más viendo como Dora tenía a Remus y Atria a Fred.

— Hola, Teddy—Remus le susurró al niño horas más tarde, cuando por fin el parto acabó.

Había merecido la pena ir a por Don en mitad de la madrugada solo para ver al pequeño Teddy y Atria empezó a notar como se echaba a llorar cuando Remus lo cogió. El niño empezó a cambiar su color de pelo y todos chillaron, incluido Don.

— Creo que tenéis un animago como la madre —dijo, sonriendo al ver cómo el niño también pasaba del padre a la abuela.

Andrómeda también se emocionó al coger al pequeño, pero no tanto como Atria cuando Andrómeda se lo pasó al poco rato y Tonks habló, con la voz realmente cansada:

— Mira, Teddy, te está cogiendo tu madrina —le dijo al niño y si no fuera porque tenía tan solo unas horas, todos hubieran jurado que el pequeño había sonreído.

— ¿Es en serio? —Atria ya tenía los ojos llenos de lágrimas, pero cuando Remus y Tonks asintieron, empezó a llorar con bastantes ganas y no dudó en dejar al niño en los brazos de Tonks—. ¡No podéis hacerme eso!

— Pero si es lo que querías —Fred no puede evitar empezar a reírse mientras que la abraza y ella sigue llorando.

— Claro que es lo que quiero, pero no que me lo digan cuando le tengo en brazos que no me puedo limpiar las lágrimas —contesta ella y, antes de poder limpiarlas, Fred se adelanta y se las quita con suavidad.

— Tampoco cantes victoria, que lo compartes con Harry —dice Remus y Atria gira rápidamente la cabeza para mirarle.

— No, Teddy es mi ahijado, a Harry le dais el siguiente.

— Lo compartís, eres demasiado pequeña para tener un ahijado.

— ¡Tú tenías diecinueve cuando me tuviste a mi! ¡Y yo los cumplo en agosto, tenemos la misma edad!

— Y así has salido, entre los dos sumáis treinta y cinco, una edad más que razonable para tener un ahijado.

Atria quería decir que era estúpido, pero en su lugar se le escapó una carcajada y Tonks la distrajo en esos momentos diciendo que cogiera un momento a Teddy, así que Atria acabó dejando el tema. No estaba mal ser la madrina de Teddy con Harry, pero vamos, también quería serlo sola. Ni que Teddy fuera a necesitar que ella o Harry le cuidaran si estaban Tonks y Remus. Encima a dos personas, como si necesitara un doble seguro.

En fin, las tonterías de Remus, eso no era importante ahora, lo importante era hacerle muchas fotos a Teddy con la cámara que Remus había comprado y observar cómo le cambiaba el pelo. Eso sí que era divertido. Además, al niño le gustaba agarrar el dedo índice de Atria y a ella se le caía la baba.

— Atria, lo hacen todos los bebés —le repite Fred cuando ve cómo ella vuelve a dar un gritito porque le ha agarrado de nuevo el dedo.

— Solo lo dices porque estás celoso de que, cuando tú se lo das, pasa de ti —le contesta ella, sacándole la lengua.

El niño es mono, sí, Fred no puede negarlo, pero lo que le parece completamente matador es Atria con el niño. Eso puede acabar con cualquiera, de verdad, le habla con suavidad, juega con él a pesar de que solo tiene unas horas y, en el momento en el que se echa a llorar, ya está a su lado lista para saber qué le pasa y ayudar a Tonks. Y Fred solo puede suplicar que deje de ser tan Atria en esos momentos porque al final le acabará diciendo una locura como que tengan ellos uno. Que acaba de cumplir los veinte años, no es momento.

Así que se pellizca las manos para mantener la boca cerrada porque, definitivamente, ahora no es el momento.

— ¡Voy a ir a casa de Bill!

Ir a casa de Bill es sinónimo de decir "voy a ver a Harry", así que Atria le da un beso en la nariz a Teddy antes de coger la mano de Fred y tirar de él hasta que los dos llegan a Remus.

— Yo también quiero ir a ver a Harry, porfa —le suplica a Remus y él solo sonríe.

— Venga, por esta vez.

Se le nota contento así que Atria se lanza a abrazarle y luego se gira para mirar a Fred.

— Toma, enseña a todos las fotos de Teddy y diles que hoy no voy a dormir allí.

— Les distraeré con las fotos —promete Fred.

Atria le da un beso rápido en los labios antes de salir corriendo de nuevo hacia la habitación de Teddy, para volver con más fotos en las manos.

— Esta es para Harry y el resto son para mi, voy a hacerle un álbum de fotos, que ganas de que haga algo que luego le pueda dar mucha vergüenza para contarlo una y otra vez delante de sus amigos.

— Yo no te he enseñado a hacer eso —dice Remus, cruzándose de brazos y Atria solo sonríe como si no hubiera hecho nada malo.

— Venga ya, Moony, no puedes contarles nada a Fred y George porque las cosas que he hecho que dan más vergüenza las he hecho con ellos.

— Te siguen quedando más amigas y les puedo hablar de tu gnomo de jardín.

— A estas alturas me extrañaría que alguien no supiera ya que maté un gnomo, sinceramente, deberían haberme hecho un artículo en El Profeta —comenta ella mientras que salen al exterior de la casa y Remus se ríe.

— Sí, desde luego que te lo mereces, pero en El Quisquilloso.

— Tienes razón, mejor en El Quisquilloso, es una publicación mucho más respetable. Quizá le digo a Luna que si me hace una entrevista por eso y luego otra por lo de vivir con un hombre lobo, les diré a todos el miedo que das cuando no recojo mi habitación y como te quedas dormido en el sofá viendo la tele.

— Estaré encantado de dar una respuesta a esa entrevista.

— Perfecto, se lo diré a Luna cuando acabe la guerra.

Se sonríen mutuamente antes de salir de la casa de los Tonks para dirigirse a El Refugio. Y joder, menudo temporal estaban teniendo allí. Llegaron haciendo tanto ruido que parecía una explosión y Atria tuvo que agarrarse a la manga de Remus, temiendo que fuera a salir volando en cualquier momento. Aunque tampoco le dio tiempo a pensar que iba a salir volando mucho más porque la voz de Bill llegó desde el otro lado de la puerta.

— ¿Quién es?

— ¡Somos Remus John Lupin y Atria Lilian Potter! —gritó Remus por encima del viento—. Soy un hombre lobo casado con Nymphadora Tonks y padrino de Atria.

— Sí, definitivamente con solo eso les convences que eres tú —Atria también grita, sabiendo que si no lo hace ni Remus va a ser capaz de oírla ni Bill tampoco—. ¡Bill, nos diste la dirección de la casa para que yo viniera a dar paseos para no acabar discutiendo con Molly y a Remus por si había una emergencia!

La clave había sido mencionar a Molly, Atria estaba segura de ello. Quizá meterse con Remus también había ayudado porque Bill abrió la puerta y tanto Remus como Atria se apresuraron para entrar antes de que la tormenta fuera a más.

— ¡Es un niño! —Remus no tarda en anunciarlo, sonriendo sin parar y Atria chilla—. ¡Lo hemos llamado Edward, como el padre de Tonks!

— ¡Y yo soy su madrina! —chilla Atria, acompañando los gritos de Hermione y Fleur.

Las felicitaciones no tardaron en oírse por toda la mesa, aumentando el ruido a cada segundo. Atria no dudó en lanzarse en abrazar a Harry, casi tirándole por el camino y luego hizo lo mismo con Ron.

— ¡Lovegood no sabía que había pasado contigo!

— Me escondí debajo de la capa de invisibilidad de Harry —responde Ron, pero Atria casi no le oye porque ya está abrazando a Hermione.

— ¿Cómo se te ocurre aceptar ir al valle de Godric? —le susurra y Hermione solo la abraza más fuertemente.

Bill ya estaba de un lado a otro, cogiendo las copas que salían volando hasta cada uno de ellos y luego echando el vino, mientras que Fleur se encargaba de convencer a Remus de que tenía que tomarse algo para celebrar el nacimiento del bebé. Y Atria no dudó en ayudarla. Había que festejar, vamos que si había que festejar.

— ¡Por Teddy Lupin, un gran mago en camino!

— ¡Y por ser el ahijado más consentido del mundo! —añade Atria y todos se ríen, pero brindan.

— Así que compartimos ahijado —le dice Harry mientras que Remus habla sobre el aspecto de Teddy.

— Sí, y es una monada, ¡ya sabe cambiar su pelo! —Harry nota perfectamente lo emocionada que está su hermana con el bebé—. Mira, le he hecho muchas fotos, cuando nació tenía el pelo como negro, pero luego fue castaño. Quizá cuando volvamos ha aprendido a ser rubio.

— ¿Puedo quedarme la foto? —pregunta Harry y Atria sonríe.

— Claro, la he traído para ti, Remus me dijo que teníamos que compartir al niño porque entre los dos sumamos treinta y cinco años —Harry tiene que aguantar la risa—. No, puedes reirte, es realmente estúpido, ¡él tenía diecinueve cuando le nombraron mi padrino!

Bill aprovecha el momento para rellenar la copa de Atria y le hace un gesto para que le coja la copa a Remus, que parece que se rehúsa a que se la vuelvan a a llenar. Así que Atria se la quita y la extiende hacia Bill, que sonríe.

— Venga, Moony, que es solo un día, volvemos en cinco minutos, pero hay que celebrarlo.

Parece que le convence porque se la empieza a beber y, mientras que Atria habla con Ron, ve de reojo como Remus acepta que se la vuelvan a rellenar. Bien, eso le da tiempo para saber qué tal está Ron y así todos estarán más tranquilos.

— ¿Qué me puedes contar que le pueda contar a tus padres? —le pregunta a Ron, que de repente se empieza a poner completamente rojo. Empieza por las orejas y a Atria le empieza a entrar la risa.

— Que estoy bien. Enséñame a Teddy, he visto que le has dado una foto a Harry, pero tenías más.

Pero no pasa desapercibido como mira de reojo a Hermione. Vale, si no quiere decirlo no lo dirá. A Molly y a Arthur, pero a los gemelos por supuesto que sí. Que ganas de que sepan que por fin se les ha acabado su baile. Aunque George se meterá entonces con Fred y con ella. Quizá decírselo a George no es buena idea, sí.

— ¡Vamos, Atria!

Se despiden rápidamente. Esta vez Atria no se molesta en pedirle cinco minutos más porque sabe perfectamente que quiere volver con Teddy. Y puede ser que ella quiera ahora volver a La Madriguera. Volverá a ver a Teddy por la mañana, primero quiere contarle a Fred que ha visto a Harry y que ya es oficial que son los dos padrinos de Teddy.

— Traeré una foto en los próximos días —dice Remus y Atria señala a Harry.

— Ya la he traído yo y se la he dado a su padrino, así que todos podéis consultarla.

Harry la levanta y parece que todos se inclinan a verla, así que se despiden solo de voz y vuelven a salir a la tormenta para poder volver a la casa de Andrómeda. Y allí Atria activa el traslador para volver a casa de Muriel.

— Volveré mañana, si necesitáis algo mandadme un patronus o algo, ¿vale?

— Nosotros somos sus padres, Atria, y Andrómeda está aquí, no hace falta que vengas —le responde Remus y Atria solo pone los ojos en blanco.

— Déjame hacer algo o la muerte de Muriel caerá sobre tu cabeza.

Ya no responde más porque el tirón del traslador la lleva hasta la casa de Muriel de golpe, al jardín. Allí está Ginny, dando golpes a una piedra, claramente enfadada.

— ¿Qué te ha dicho el murciélago esta vez?

— Ya sabes, lo de siempre, que no soy lo suficientemente femenina, que deje de querer luchar y que me comporte como una señorita sangre pura —el enfado de Ginny parece que aumenta con cada palabra—. Y mamá, como siempre, no ha dicho nada porque como nos estamos quedando en su casa...

— Dile que te desherede.

— Ya se lo he dicho, por eso estoy fuera.

Atria se puede imaginar cómo ha ido la conversación con Muriel. Si no fuera porque es Muriel todos la hubieran matado ya y estaría haciendo compañía a todos los muertos que había ya en la guerra. Así que Atria aprovecha para contarle que ha visto a Ron, Hermione y a Harry, en un intento de animarla.

— Están bien, no parecen heridos ni nada —pero Ginny no dice nada, solo asiente.

— Voy a dar un paseo.

Quizá no le ha sentado bien saber que están en casa de Bill. ¿Acaso no se lo habían dicho ya? Si hasta ella lo sabía y no le había gustado nada que le prohibieran ir a El Refugio por eso. Estaba claro que a Ginny no le gustaba que la dejasen de lado así que se hizo una nota mental de contarle todo lo que sabía en la mañana siguiente.

Ahora tenía algo que hacer y era encontrar a Fred. Que ganas tenía de contarle que había visto a Harry.

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Sinceramente que fuerte que Teddy haya nacido ya omg omg omg y Atria obviamente iba a ser su madrina, pero Remus ha decidido que, bueno, no se fía jajajajaja Sinceramente, no le entiendo, si Atria es la persona más confiable del mundo entero jajajaja

Os cuento, yo iba a subir el domingo también, pero que lo he pensado mejor y os dejo el calendario de subidas de los últimos dos capítulos y epílogo voy a llorar madre mía

Miércoles 25: Capítulo 79

Domingo 29: Capítulo 80

Martes 31: Epílogo

Y así de esta forma solo hay dos días de espera entre el último capítulo y el epílogo je.

Ya en otras cosas, se vienen lágrimas para el siguiente capítulo, coged pañuelos cuando os pongáis a leer porque me muero con ello ups.

Mil gracias por leer y votar y comentar ❤️

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