Capítulo 75: Tenía miedo, Atria
Marius Black podía parecer un Black de los pies a la cabeza, no solo por el aspecto físico, también porque en carácter ya que, al principio, era como uno de ellos. Y eso a Atria no le había hecho ninguna gracia y le iba a seguir sin hacer ninguna gracia.
Solo que ella no sabía que todo formaba parte del humor retorcido de Marius, que empezó a reírse a carcajadas cuando la chica empezó a gritar porque cómo se atrevía a decir que los nacidos de muggles no tendrían que existir.
— ¡Yo soy hija de una nacida de muggles, manco de los cojones! ¡Tu mierda de piso no es el único que hay en todo el pueblo así que vete a la mierda!
En defensa de Atria, estaba estresada. Desde el cementerio las cosas no habían ido a mejor, Mary no había escrito ni una sola vez y entendía que estaba oculta, pero le había explicado cómo hacerlo en secreto. Luego estaba que no podían salir del apartamento sin que les siguieran cuatro mortífagos —Molly estaba a punto de coger a los gemelos y a Atria de las orejas y llevarlos de nuevo a La Madriguera— y que Ginny tampoco contestaba a las cartas. Había oído los rumores de que las cosas no iban bien en Hogwarts y no había forma de convencer a todos de que era una buena idea meterse en el castillo sin que nadie la viera. Ella era perfecta para la tarea y no tardaría nada en encontrar a Ginny y luego sacarla de allí si hacía falta.
Pero no, que era demasiado peligroso meterse en el Colegio. Como no era peligroso estar en cualquier otro lado, en poco tiempo tendrían que sacar a Ginny de allí porque Harry, Ron y Hermione la liarían tanto como en El Ministerio o, incluso de una forma peor.
Ah, y para rematar todo, Kreacher se había aficionado a ir a verla desde que lo llamó después de ir al cementerio para preguntarle de nuevo por Harry y la vio con el diario de Regulus de nuevo.
— Marius, como vuelvas a sacar tu humor te juro por Jake y Mara que te quedas sin la otra mano —Cassiopeia había llegado al rescate de la muerte de su hermano, porque Fred había decidido que quería ver ese asesinato, la verdad.
— El tío Marius es un cansino, ¿por qué le seguimos teniendo en la familia? Voto por echarle también de esta —Mara había aparecido también de la nada, seguida de Jake, que le puso la zancadilla—. ¡También echamos a Jake!
— Mejor te echamos a ti, señorita bruja, no te creas superior porque agitas ese palo.
— Definitivamente os echo a todos de la familia, que os den, abuela, adoptamos a Atria y a Fred en la familia como nuevos integrantes, ¿te parece?
Estaba claro que lo que querían era relajar el ambiente y lo habían conseguido, sin lugar a dudas porque Atria empezó a divertirse en lugar de solo querer empujar al viejo Marius escaleras abajo. Era un gran paso, y le daba exactamente igual que ese hombre fuera a ser quien les alquilara el apartamento.
— Te está vacilando —le susurra Fred al oído mientras que la abraza por la espalda. Luego se aleja un poco para mirar a Marius—. ¿Y del local de abajo? ¿Va incluido en el edificio?
— El local de abajo es para una tienda, no una vivienda, traidor Weasley —le contesta Marius y Atria está a punto de volver a saltar, pero Fred la sujeta de la cintura y la pega un poco más hacia él.
— Estupendo, resulta que tengo una tienda.
— ¡Pero iba a ser mía! —Mara protesta, pero parece que a Marius le da igual, porque se gira a mirar a Fred.
— ¿Una de esas tiendas de bromas? Puede estar bien... sí.
— ¡Abuela!
— Le prometiste la tienda a la niña, Marius —Cassiopeia le regaña, pero al anciano no parece importarle.
— ¡No se la voy a regalar!
— ¡Te sobra el dinero, te vas a morir pronto! —contesta Mara y todos la miran—. Atria está a punto de tirarle por las escaleras, solo tenéis que mirarla para verlo.
— Si nos da ya el apartamento consideraré romperle las piernas —dice ella y Jake se ríe.
— Tienes carácter, si el pelirrojo te deja ya sabes donde estoy —le guiña un ojo y Mara empieza a fingir que le entran arcadas mientras que Atria se ríe.
— No te preocupes, si el pelirrojo me dja iré a buscarte para que me lleves con tu hermana.
— Eso ha dolido —responde el chico, llevándose la mano al corazón y Marius niega.
— Si os doy el apartamento y la tienda de abajo dejáis este espectáculo, ¿no? —les pregunta y Fred asiente rápidamente.
— Eso es, ¡salimos todos ganando! Nosotros tenemos casa, el pueblo tiene una tienda de bromas y sus nietos le dejan en paz.
— Quiero descuentos en la tienda —dice el anciano y Fred se apresura a asentir—. Mañana os quiero en mi casa, firmáis el contrato y me dejáis en paz. Los cinco.
— Oh, Marius, sabes que nunca te vamos a dejar en paz, y menos ahora que has vendido la tienda.
— Tengo otras tiendas vacías en el pueblo, que se coja una de esas —le responde a Cassiopeia antes de girarse hacia Mara—. Tú, vamos, que me tienes que llevar a casa.
— Tienes dos pies, tío Marius, úsalos —contesta ella, pero aun así le hace un gesto a Jake para que se ponga al otro lado del anciano—. Vengo en un rato, chicos, probablemente uno largo, seguro que este vejestorio quiere parar a jugar la partida con sus amigos en el bar de Calipso.
— Como que a ti no te gusta ir al bar de Calipso, que te he visto mirar a los camareros —responde Jake y la pelea entre los hermanos vuelve a comenzar mientras bajan las escaleras.
— ¿Por qué no me avisaste de que era así? No hubiera traído a Atria para que hablara con él —se queja Fred a Cassiopeia, que solo se ríe.
— Quería ver esta interacción y ha sido mucho mejor de lo que esperaba, ¿entramos? Le he robado la llave cuando no miraba.
Sirius hubiera adorado a esa parte de su familia. Hubiera adorado los piques y las risas, le hubiera encantado discutir medio en serio medio en broma. Hubiera adoptado a Mara y a Jake como sobrinos de forma inmediata, se hubiera dejado adoptar por Cassiopeia y le hubiera encantado pasar tiempo con Michael y Deborah Perkins, los padres de los mellizos. Sirius hubiera adorado la libertad de Wetvalley, a la gente, todo.
Joder, no era el momento.
Aunque tampoco era el momento de estar viendo un apartamento, teniendo en cuenta que su hermano estaba en búsqueda y captura.
Detalles.
Ahora solo tenía que centrarse en el apartamento, en ver el salón, la cocina que estaba pegada al salón. ¿Era eso una ventana en la pared de la cocina que daba al salón? ¿Por qué Marius había puesto eso? Aunque el salón estaba bastante bien, era espacioso, tenía un buen sofá grande y también uno individual —sin duda alguna ese sofá estaba muy bien para cuando quisieran sentarse juntos— que estaban frente a una televisión. Lo cual era bastante importante, la verdad.
Luego estaba el pasillo que llevaba al baño y a las dos habitaciones. Podían transformar una de las habitaciones en un pequeño taller y dormir en la otra, y el baño estaba bastante bien, definitivamente podrían ducharse los dos juntos en esa bañera.
Así que el resumen era que el piso estaba jodidamente bien y que, si de verdad lo querían, era suyo.
Y lo querían.
Solo tuvieron que hablar con Marius, luego le llevaron a Gringotts con ellos —¿quién iba a decir que un squib puede tener cuenta en Gringotts?— y los duendes se encargaron de todo el papeleo junto a Bill, que los miraba intentando aguantar la risa.
— Mamá os va a matar —canturreo, pero ninguno de los dos le hicieron caso, solo le sacaron la lengua—. ¿Cuándo se lo pensáis decir?
— Cuando acabe todo y nos vayamos a vivir juntos —responde Fred y Bill parece que no lo entiende.
— No queremos dejar solo a George aquí —le aclara Atria.
Aunque la realidad es que George casi nunca estaba en el apartamento porque estaba con Lee organizando todo lo de la radio. Potterwatch se había convertido en un gran éxito, uno que hasta Molly, sorprendentemente, no había protestado mucho por él cuando se había enterado de su existencia.
George y Lee eran quienes se ocupaban, principalmente, del programa, aunque en general era Fred quien ayudaba a Lee en las retransmisiones junto a Remus y Kingsley. El programa está bien, les ayuda a informar a todo el mundo y mientras que ellos hacen retransmisiones, George y Atria crean pociones y hechizos. Es lo mejor de cada semana, el ver como van surgiendo nuevas formas de protegerse ante los ataques cada vez más frecuentes de los mortifagos.
No llegan a todo, les falta gente y se nota porque sigue habiendo, todos los días, nacidos de muggle que tienen que esconder de un lado a otro. Sacarlos del país se había vuelto imposible desde principios de diciembre, así que lo único que les queda ahora es proporcionarles tiendas de campaña y comida para que puedan aguantar unas semanas. Les enseñan hechizos, intentan juntar a los más pequeños con los adultos y todos aprenden trucos muggles para evitar que dependan de la magia.
Lo peor de todo es dejar ir a los más pequeños, a los que solo tienen doce, trece, catorce años. Los que primero llevan a La Madriguera, disfrazados con los hechizos de ilusión de Atria para poder revisarlos bien antes de ocultarlos con el siguiente adulto que encuentren. Molly se encarga de alimentarlos bien, Arthur les da todo tipo de consejos muggles, Bill les habla de la forma que tienen de identificar maldiciones, los gemelos les recuerdan que no pierdan la sonrisa y Atria les da viales de pociones de todo tipo.
— Esta es solo si no os queda otra —les advirte siempre, señalando la poción negra.
Solo tienen que lanzarla al suelo y contener la respiración. El humo borrará los recuerdos de las últimas horas de quien lo huela y podrán escapar. Solo puede preparar una cantidad limitada de esa poción, así que solo puede dar un vial pequeño a cada niño.
Esa poción había causado algunos problemas, algunas discusiones, hasta que Atria gritó para qué la quería. Por si encontraba a Harry, para dársela, para que tuviera una oportunidad de huir. La convivencia entre Fred y Atria era fácil, lo que no era fácil era encontrarla, muchas veces, inconsciente en el apartamento. Las peores pesadillas de Fred parecían cobrar vida ante sus ojos, sobre todo cuando ella iba a cualquier misión y, cuando volvía, tenía las heridas recientes y estaba inconsciente en el suelo. Y discutían, claro que lo hacían, pero tan pronto empezaban a discutir uno de los dos acababa llorando por la frustración y la pelea quedaba en el olvido. Solo era preocupación, era lo único que tenían ambos, al igual que lo tenía Molly, por eso todos estaban invitados a la cena de Nochebuena en La Madriguera.
Esta vez incluso Bill, Fleur y Charlie fueron. Era una ocasión especial porque Ginny estaba en casa después de haber vuelto de tres meses en un Hogwarts irreconocible. Las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras ya no existían, al igual que tampoco existía Estudios Muggles. Todos los profesores excepto los Carrow y Snape se desvivían por proteger a los alumnos de la forma que fuera posible y Ginny enseñaba sus heridas con orgullo. El Ejército de Dumbledore había resurgido de las cenizas y ahora cada vez más personas se habían unido a él, todos listos para proteger a los demás. La Sala de los Menesteres se había abierto para Neville y los demás y los alumnos que estaban amenazados de muerte no tenían que tener miedo.
— Cada día hay menos gente en las clases, yo también me tengo que saltar algunas porque los Carrow me buscan —cuenta Ginny mientras que cenan y Molly parece estar al borde de las lágrimas.
Aunque, cuando todos van a acostarse, las lágrimas estallan y Atria y Ginny las oyen desde la habitación de la chica.
— ¿Qué vamos a hacer, Arthur? No podemos mandarla de vuelta en enero, no podemos.
No oyen las palabras de Arthur, pero Atria reconoce la mirada de Ginny y sabe que poco importa lo que digan sus padres, ella va a ir en enero al colegio de nuevo.
— Ve con Fred, yo te cubro —le susurra Ginny, pero Atria no se mueve de la cama de la chica.
— Me quedo contigo, tengo que enseñarte algunas cosas para que puedas huir de ellos con más facilidad.
Esa noche aprenden, pero no es la única. A la mañana siguiente la Navidad sabe incluso mal cuando Remus y Tonks aparecen para comer. Ellos están haciendo una celebración mientras que Harry, Ron y Hermione se están jugando el cuello por todos ellos. Los regalos saben mal, la comida sabe mal, todo sabe horrible. Por eso cuando Remus se marcha con Tonks, ella le sigue, diciendo que tiene que coger unas cosas de La Cueva. Necesita hablar con sus padres y Remus es perfectamente consciente de ello, por eso hace el amago de ir con Atria.
— Voy sola, no te preocupes, estaré bien —responde Atria cuando ve como Remus duda. La tripa de Tonks se nota ya bastante a pesar de estar de cinco meses y es una suerte que Beth estudie medimagia y puedan llamarla cuando sea para que revise al bebé porque pisar San Mungo hoy en día es algo imposible—. Te mando un patronus cuando vuelva a La Madriguera, recuerda que el sábado has dicho que venías a cenar.
— Sí, me acuerdo. Ten cuidado —Remus abre la boca un momento. Luego la cierra. Y, al final, parece decidirse—. Ve solo a verlos a ellos, ¿vale? Nada de tomar el té con Bathilda esta vez.
— Vale, Moony.
Le da un abrazo antes de desaparecerse para llegar al Valle de Godric. Aparece en la estatua y la mira fijamente, esta vez sí. Es tan raro que los represente como héroes. Es tan raro que tengan una estatua en su honor. Solo son una familia con muy mala suerte. Con demasiada mala suerte. Por eso Atria deja de mirarla y avanza, entre la nieve, hacia el cementerio. Pasa las tumbas, con cuidado de ir pisando en el camino y no donde no debe hasta que llega a la de sus padres.
Han estado allí.
La corona de flores es nueva, realmente nueva y solo puede llevar allí un día como mucho. Ha nevado, claro que ha nevado desde entonces, pero las plantas se marchitan con mucha facilidad y esa corona de flores está demasiado nueva como para que lleve ahí más de un día. Oh, joder, Harry ha estado allí.
— ¿Atria?
Reconoce esa voz. Ese intento de voz suave, ese tono de pregunta. La hace retroceder a cuando tenía dos años y perseguía una rata que se convertía en humano y la cogía en brazos. Le hace recordar cómo le habló de los dulces en Halloween y de lo divertido que iba a ser.
Le recuerda cómo escapó delante de sus narices solo para salvarse el culo después de haber condenado a Sirius de por vida.
— ¿Cómo te atreves? —dice ella, notando como tiembla de furia. Porque Peter está delante de ella, con un ramo entre las manos y extiende la mano para tocarla la mejilla—. ¿Cómo te atreves a venir a su tumba?
— Son mis amigos —murmura Peter y Atria retrocede, sacando la varita.
— ¿Tus amigos? ¡Los traicionaste! No eres amigo suyo, Peter, no eres nada —se lo escupe y Atria levanta la varita y le apunta. Le tiembla el pulso y Peter lo nota, así que se aprovecha de ello.
— Sé que no quieres atacarme, Atria, de verdad, baja la varita, te lo puedo explicar todo —Peter suplica, en un intento de salvarse de nuevo el pellejo, pero Atria no baja la varita, si no que cuando Peter la aparta ella retrocede y le apunta con ella para luego lanzarle por los aires.
— ¡NO TE ATREVAS A TOCARME! —le grita en la distancia y parece que funciona porque Peter se queda quieto.
— Solo quiero explicártelo, Atria, no tuve oportunidad y...
— ¡Mira dónde están mis padres, Peter!
— ¡Pensé que solo quería ver a Harry, no que iba a matar a James y a Lily!
— ¿Pero en qué cabeza cabe eso? —Atria no sabe si Peter es tonto o se está haciendo el tonto.
— Tenía miedo, Atria, seguro que tú sabes que es eso, ¿verdad? ¿No harías lo que fuera para protegerte? ¡Eso fue lo que hice yo! —ah, claro, no es tonto, se está haciendo el tonto.
— La diferencia entre tú y yo es que tú te salvas el pellejo a ti mismo y yo se lo quiero salvar a mi familia.
— ¡Te salvé a ti! ¡Te hubiera matado si hubieras estado en la casa!
— ¡Así no habría crecido sin mis padres!
Parece que eso afecta a Peter. O algo más pasa, porque él se desaparece, por fin y Atria siente que se ahoga y solo quiere poder estar a salvo, así que hace lo único que le ha dicho a Remus que no va a hacer. Va a casa de Bathilda. La anciana sabrá que hacer, ella podrá darla una taza de té caliente que la calme lo suficiente como para volver a La Madriguera y estar a salvo de nuevo.
Pero la puerta de la casa de Bathilda está abierta.
Atria entra, con la varita iluminando el camino y observa todo. Parece que Bathilda ha tenido invitados porque las tazas están sobre la mesa, al igual que la tetera. Hay pastas y hay algunas galletas, incluso un trozo de bizcocho. Pero nada encaja porque las luces están apagadas y ya es bastante de noche.
— ¿Bathilda?
El hechizo le dice que no hay nadie en la casa, así que Atria investiga. Primero la planta baja, luego sube a la primera planta.
Y allí está.
El cuerpo de Bathilda, destrozado sobre la alfombra.
De alguna forma, Atria llega a La Madriguera, pero todo aquel que le pregunta no consigue ni una sola respuesta a parte de un "no lo sé". Saben que se ha aparecido por la despartición que ha sufrido, perdiendo varios trozos de brazo por el camino, pero no consiguen saber por qué.
Al menos, hasta que Charlie lo intenta, más calmado que todos.
Los echa de la habitación de Fred y George y se sienta con Atria en la cama. Y espera, curándola mientras tanto. Escucha a su familia, al otro lado de la puerta y agita la varita para echarlos de allí. Funciona, claro, porque Atria se ríe al oír el quejido de los gemelos y Ginny, pero entonces se echa a llorar y Charlie la abraza suavemente.
— ¿Qué es lo que ha pasado? —suave, tranquilo, sin presionar. Con los dragones funciona, así que por qué no va a funcionar con Atria.
— Han asesinado a Bathilda Bagshot.
A Charlie le suena el nombre, pero no consigue saber de qué, así que termina de cerrar las heridas de Atria y le dice que se tiene que echar a dormir un rato. Por una vez, la chica no discute, se pone de pie y va hacia el armario para sacar de él una camiseta que definitivamente era de Fred y la había dejado allí.
— ¿Sabéis quién es Bathilda Bagshot? —pregunta cuando baja de nuevo al salón, donde todos se ponen en pie.
Charlie no sabe cuando ha llegado Remus, pero está claro que sabe quien es por la cara que pone.
— ¿Qué ha dicho de Bathilda?
— Que la han asesinado.
Remus va directo hacia las escaleras, pero Charlie es mucho más rápido y ya se sabe la forma en la que un padre va a regañar a sus hijos, no por nada lo ha visto muchas veces con sus padres.
— Está durmiendo.
— Y yo le he dicho que fuera al cementerio solamente y se ha ido a ver a Bathilda —responde Remus, pero Charlie no se aparta de las escaleras, ni siquiera cuando Fred lo intenta.
— Id a ver el cadáver de Bathilda en lugar de ir a echarla la bronca.
No está muy claro que es lo que les convence a todos, quizá es el patronus de Arthur a Bill para que vayan a ver la casa de Bathilda y que llegue una Fleur enfadada que haga que todos se muevan de una vez.
— Bill ya hizo bastante la última vez, ahora voy yo —y parece que funciona porque tanto Remus como Arthur se mueven de la casa para ir al Valle de Godric y Ginny aprovecha el momento de despiste de Charlie para salir corriendo escaleras arriba.
Atria, en realidad, no está durmiendo. O al menos, no tiene esa sensación porque oye la conversación del salón, oye como se van y como Ginny entra. Y como habla con ella.
— Tienes que enseñarme cómo lo haces para salirte siempre con la tuya.
— No siempre me salgo con la mía —dice Atria y se sienta en la cama para mirar a Ginny.
— Bueno, Charlie te acaba de salvar de la bronca de Remus así que...
— Como que Charlie no te saca de todas.
Ginny se ríe y deja la cama de George para sentarse junto a Atria. En algún momento la chica de dieciséis años ha dejado de tener dieciséis para tener bastantes más. Culpa de la guerra. Ni siquiera ella siente que tenga dieciocho, si no que parece que tiene muchos más.
— ¿Me enseñas tus hechizos?
La pregunta de Ginny es lo que basta para que Atria salga de la cama y baje con ella al jardín nevado. La magia sigue siendo algo que, teóricamente, Ginny no puede usar fuera de Hogwarts, pero el detector nunca ha funcionado del todo bien y siempre está que puede estar estudiando para la vuelta a clase. Si aparece algún mortifago se encargarán de decirle que esta estudiando la maldición cruciatus.
Durante la cena, cuando todos llegan y Fleur es la que informa de lo que ha podido suceder en el Valle de Godric y es la última vez que Atria dice algo sobre el tema.
— Había marcas de maldiciones por toda la habitación —dice la rubia—. No creo que ella fuera la que luchase, Remus ha olido el...
— No lo he olido —dice Remus, pero Fleur parece que le ignora.
— ... cuerpo y ha dicho que llevaba muerta bastante tiempo.
— ¿Entonces las maldiciones? —Bill se acerca hasta su esposa y aprovecha para masajearle los hombros, a lo que ella sonríe.
— Harry ha estado allí —dice Atria, de la nada y todos se giran para mirarla.
— Atria, cielo... ¿estás segura? —pregunta Molly y cuando Atria asiente, Molly intenta contener las lágrimas.
— Los tres, seguramente, había una corona de flores en la tumba. Las flores estaban congeladas, pero como si llevaran horas, no días.
Todos hablan. La cena se convierte en una reunión improvisada de la Orden e incluso Kingsley aparece, cerca de la medianoche y disfrazado, para enterarse de las nuevas noticias. Atria sigue enseñando a Ginny, pero más pendiente de lo que se habla en la cocina de enseñarla.
Así se mantienen todos los días. Comidas, enseñar a Ginny —no es la única que lo hace, los gemelos también se apuntan, Charlie le enseña la mejor magia curativa y Bill y Fleur suficientes contramaldiciones para que pueda parar la mayoría de ellas— y llega, por fin, el sábado. Atria vuelve a ver a Remus y sigue sin atreverse a decirle que vio a Peter en el cementerio. Porque por mucho que quiera contárselo sabe que eso solo va a hacer daño a Remus, así que se lo calla. Es lo mejor, solo centrarse en ahora y no en el pasado, porque Peter no la hizo nada y podía haberla secuestrado y haberla entregado a los mortífagos, pero no lo hizo. Así que el sábado ha llegado y hubiera sido mejor que no lo hubiera hecho.
Los Weasley, los Lupin y Atria cenan tranquilamente, intentando ignorar todo lo que ha pasado en los últimos días. Aunque es difícil ignorar al niño de doce años que cena con ellos.
Entonces algo explota, en la distancia, y todos se levantan de la mesa.
— Eso ha sido cerca —dice Ginny y parece que todos tienen la misma idea.
La casa de los Lovegood está cerca, de hecho es la más cercana que tienen, así que se preparan para ir a verla, sin saber que, la explosión en la casa de los Lovegood, es lo que salva al pueblo de Wetvalley de la destrucción total.
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Perdón :)
Gracias por votar os quierooooo
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