Capítulo 59: Deberes de Premio Anual

Para sorpresa de todos, consiguieron llegar con mucho tiempo a King's Cross y sin ninguna prisa. Mientras que Harry hablaba con Arthur, Atria aprovechó para escabullirse detrás de una de las columnas de la estación y pudo despedirse de Fred en condiciones y no con un beso rápido. Aunque sí que le tocó correr hasta el tren porque los dos se despistaron. Sin duda alguna fue un buen motivo por el que despistarse.

— No digas nada —le advirtió a su hermano, a quien también le había tocado correr— o te castigo.

— ¿Ya quieres abusar de tu poder como empollona suprema? —se burló Harry y Atria solo le dio un empujón antes de empezar a andar por el pasillo.

— ¡Castigado, Potter, vas a hacer copias que digan "Atria es la mejor" durante toda la noche!

— ¡Ni de coña, Atria! —le contestó Harry, a pesar de que su hermana ya estaba bastante lejos.

Mientras que él se iba con Luna y Neville, Atria arrastró el baúl hasta que encontró a Katie y se lanzó sobre uno de los sofás del compartimento durante unos segundos, los que tardaron las primas O'Brien en encontrarla y llevarla hasta el compartimento de Prefectos y Premios Anuales.

— ¡Pero si yo no sé que hay que hacer! —protestaba ella mientras que la empujaban—. ¡Organizadlo vosotras!

— ¿Potter? ¿En serio te han nombrado a ti?

Stuart Craggy no podía creerse la mala suerte que tenía. Justamente tenía que haber sido Atria Potter la que acabase con el puesto de Premio Anual y si bien no era como el resto de Gryffindors, sus bromas también solían afectarle porque no tenía límites.

— ¡Hola, Stuart! —y ahí estaba la sonrisa inocente por la que había caído cuando la vio por primera vez con el sombrero en la cabeza y moviendo los pies de forma nerviosa—. No sabía que serías tú, pero definitivamente eres la mejor opción, ¿te imaginas a McLaggen como Premio Anual? Antes me tiro desde la torre de Gryffindor.

— Atria, vamos, presides tu la reunión —la regañó Hermione y ella solo sonrió inocentemente.

— ¿Qué tal si me ayudas tú que tienes experiencia? Te vendrá bien practicar para cuando seas Premio Anual.

Adular a Hermione solía acabar con ella algo roja y murmurando cosas, pero aún así le explicó que habían hecho los Premios Anuales el año anterior y con la ayuda de las primas O'Brien y Stuart —que también estaba algo rojo, pero Atria suponía que era porque eran muchos en ese compartimento tan pequeño— consiguieron preparar los horarios de ronda para el mes de septiembre y octubre. Como los Premios Anuales eran de Gryffindor y Slytherin todos estuvieron de acuerdo en nombrar a otros dos —obviamente fueron Julie y Ciara las elegidas— para que pudieran informar al resto de las actividades de prefectos que tenían que desarrollar. Y con eso pudieron volver a sus compartimentos porque eran los de quinto los que se encargaban de las rondas en los pasillos del tren.

— Pues no está tan mal eso de ser Premio Anual —dice Atria después de comer una de las plumas de azúcar que le había regalado Ron el día anterior—, pero que no me oigan los gemelos.

— Pienso contárselo —respondió Katie, sonriendo de oreja a oreja— aunque quizá me lo pienso si compartes esas plumas de azúcar.

Atria sonrió y le tendió la bolsita, tanto a ella como a las primas O'Brien y pronto las cinco estaban hablando sin parar y empezaron una partida de snap explosivo interrumpida por un niño de primero que decía que Atria tenía que ir al compartimento C, invitada por el profesor Slughorn. Algo de lo que hubiera preferido prescindir, pero la curiosidad la pudo y acabó yendo. No le sorprendió encontrar allí a Harry y chilló de terror al ver a McLaggen, que no dudó en sentarse a su lado y hablar sin parar de su verano. Ginny, enfrente de Atria y junto a Harry y Neville, no podían dejar de reír al ver la cara de sufrimiento de Atria.

— Ayuda —Atria no emitió sonido, pero supo perfectamente que Ginny le había leído los labios cuando negó y siguió riendo mientras que fingía escuchar al profesor Slughorn y a Zabini, que hablaba sobre su madre, una bruja célebre por su belleza.

— ¡Atria Potter! —dijo Slughorn de la nada y Atria se movió tan rápido que se dio un golpe en la rodilla—. ¿Qué se siente al ser la hermana de "El Elegido"?

— Nada —respondió ella, entendiendo por fin porque había acabado allí. ¿Si ya tenía a Harry para qué la llamaba a ella?

— ¿Seguro? ¡No todos tienen a Harry como hermano!

— Y no saben de la que se libran, ¿sabe cómo ronca? Dormir con él es una pesadilla.

Si a Slughorn no le había quedado claro que invitar a Atria era un error, en esos momentos terminó de convencerse, pero Dumbledore le había hablado de la chica y, por como se había comportado en la casa del muggle cuando la conoció en verano, sabía que al final le sería útil, no dejaba de ser una Potter.

Slughorn cambió de tema rápidamente a Harry, hablando sobre él y la excursión al Ministerio y fue cuando se volvió a escuchar el tema de una profecía. Atria había decidido ignorar El Profeta durante todo el verano y no sabía que se había mencionado allí, pero por como reaccionó Harry supo que si, por mucho que Ginny y Neville lo negaron.

Slughorn continuó con su charla, hablando de Gwenog Jones, la capitana de las Arpías de Holyhead —tanto a Atria como a Ginny se le iluminaron los ojos— y luego cambió a distintos magos, contando anécdotas de lo más poco interesantes. Atria empezó a cabecear poco a poco en la silla, hasta que se cansó y se levantó de golpe.

— Perdone, profesor, no me había dado cuenta de la hora, tengo que ir a ver que todos los prefectos están bien, ya sabe, deberes de Premio Anual —dijo, señalando la chapa y Slughorn asintió.

— ¡Por supuesto, por supuesto! Espero verte por mi despacho, Atria, creo que tengo algunos libros de pociones que pueden interesarte, he notado que esas han sido tus anécdotas favoritas.

— Claro, profesor, le veré en las clases.

No dudó en sacarles la lengua tanto a Ginny como a Harry al ver las caras de súplicas de ambos de que los sacara de allí, pero si ellos no la habían ayudado con McLaggen ella no iba a ser quien les ayudase a salir de allí, no.

El resto del viaje en tren terminó mucho antes de lo previsto —quizá porque el tiempo con sus amigas se pasaba mucho más rápido que con Slughorn— y pronto estaban subidas en los carruajes.

Ahí fue cuando vio a los thestrals.

— Vamos, Atria, no puedes pararte en mitad de la estación.

No sabía de dónde había salido Tonks, pero de pronto estaba a su lado y la empujaba hacia uno de los carruajes.

— ¿Dónde está tu hermano? No le he visto salir —Atria no podía hablar, entre los thestrals y Tonks estaba demasiado abrumada—. No importa, entraré a buscarle al tren.

Y entonces se fue, sin dejar tiempo para una respuesta. Esa no era la Tonks que había desvelado el diario de Regulus, no, era la Tonks que había estado en casa de los Weasley llorando. No quedaba rastro del rosa en su pelo y estaba demasiado seria, no tenía nada que ver con la chica que había estado en el apartamento de los gemelos riéndose mientras hacían unos espaguetis. ¿Qué había pasado?

Por mucho que sus amigas la hablaron durante el camino, Atria no respondía a nada porque estaba pensando en Tonks para evitar pensar en los thestrals y lo que significaba verlos de verdad. Ya lo sabía, pero era mucho peor tener la confirmación definitiva. Sirius ni siquiera había podido tener un funeral en condiciones, no había tenido nada.

— Vamos, Atria —dice suavemente Leah cuando llegan hasta el castillo. De todas sus amigas la única que queda en el carruaje con ella es Leah y le tiende la mano—. ¿Estás bien?

— Sí, sí, claro, vamos, me había quedado pensando.

Vuelven los pensamientos de que solo las miente, de que en realidad no son sus amigas porque no es capaz de contarles lo más básico como que está mal por Sirius y que está preocupada por Tonks. ¿Cómo puede llamarlas amigas?

El banquete resulta pesado para Atria. El Sombrero Seleccionador recuerda la importancia de mantenerse unidos y otra vez vuelve la sensación de culpa. Luego se cambia por preocupación cuando Harry aparece con la cara cubierta de sangre casi al final de la cena. Se sienta entre Ron y Hermione y no tarda en mandarles callar y no contar nada, pero Atria no para de mirarle finalmente y Harry niega y empieza a ignorarla. Hasta que se cansa de sentir la mirada fija de su hermana en él y, sin que se note mucho, forma la palabra Malfoy para que, al menos, con eso se quede tranquila. Pero Atria no se queda tranquila y entonces cambia la mirada a Malfoy. No tiene la misma sonrisa socarrona que otros años, pero sin duda alguna le parece divertido que Harry este lleno de sangre.

— ¡Bienvenidos a los nuevos alumnos! —dijo Dumbledore y el discurso comenzó.

Bienvenidos a todos, los productos de Sortilegios Weasley estaban prohibidos en el colegio —todo el mundo empezó a reírse en voz baja— y el anuncio de que Snape era el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras —Harry gritó un "¡No!" y todo el Gran Comedor se le quedó mirando— y Slughorn era el de pociones fueron los tres temas más importantes del discurso. Hasta que llegó a Voldemort, claro. La situación era peligrosa y Dumbledore lo dejó bastante claro.

— Pero por ahora es momento de descansar, en vuestras salas comunes os esperan las camas, cómodas y calentitas para poder empezar mañana con toda la fuerza que necesitáis para las nuevas clases. ¡Pip, pop!

Y todo el Gran Comedor se levantó. Atria vio como Hermione salía prácticamente corriendo para guiar a los de primero mientras que Harry fingía que tenía un cordón desatado, así que tras despedirse de sus amigas, no dudó en ir con su hermano y Ron.

— ¿Qué te ha hecho? —le dijo, levantándole la cabeza para que no pudiera apartarle la mirada.

— Entré en el compartimento de Malfoy y luego me partió la nariz —dice Harry y Atria bufa.

— Menudo gilipollas, tengo algunas cosas que me ha dado Fred, te aseguro que sus calzoncillos no van a ser los mismos después de eso.

— ¿Y te ha dado algo que valga para espiar? —Atria niega y Harry suspira.

— Seguro que puede crear algo, el Ministerio no tardará en querer pedir algo así —dice ella y Harry asiente. Quizá no está tan mal que salgan juntos si puede ayudarle a espiar a Malfoy—. ¿Y qué has averiguado?

— Tu hermano lleva todo el verano convencido de que Malfoy está con Quién-Tú-Sabes —informa Ron y Harry le lanza una mirada asesina que Ron ignora—. Cuando estuvimos en Sortilegios le seguimos hasta el Callejón Knockturn.

— ¿Estáis locos?

— Solo Harry obsesionado con Malfoy —responde Ron y Atria pone los ojos en blanco.

— Sabes que no puedes ir solo por ahí —le regaña y Harry se cruza de brazos.

— ¿A qué no te lo cuento?

— Haz caso a tu Premio Anual, mocoso.

— Te voy a echar del equipo.

— Ja, no querrías perder a tu única cazadora en estos momentos, no sé si te acuerdas, pero solo somos tres en el equipo —le responde, sacándole la lengua y Harry niega.

— Creo que Malfoy está haciendo un trabajo para Voldemort —vuelve al tema inicial y Ron niega mientras que Atria los mira fijamente.

— Tiene dieciséis años, ¿cómo le va a mandar un trabajo?

— Voldemort querrá tener ojos en Hogwarts —responde Harry y Atria se ríe.

— Para eso tiene a Snape, ¿no os parece demasiada coincidencia que justo ahora tenga el puesto? —Harry asiente con ganas a las palabras de su hermana.

— ¡Eso estaba pensando yo!

— No sé en qué pensabais los tres, pero el profesor Snape no tiene el puesto porque sea un mortifago.

— Hola, Hagrid —Atria sonríe como si nunca hubiera roto y plato y Hagrid niega.

— Sé que no confías en él, pero Dumbledore lo hace, así que deja de llenar la cabeza de tu hermano con más cosas —la regaña, aunque las palabras le entran a Atria por un oído y le salen por el otro—. Y enhorabuena por esa insignia.

— ¡Gracias, Hagrid!

— Oye, Harry, ¿cómo es que has llegado tarde? —el guardabosques cambia de tema, mirando al chico que se encoge de hombros.

— Me he entretenido en el tren —miente descaradamente, pero si Hagrid lo sabe no da muestras de ello—. ¿Y tú? ¿Por qué has llegado tarde?

— Estaba con Grawp —la voz de Hagrid cambia a una más animada—. Dumbledore le ha encontrado una montaña cercana y parece que está mucho mejor allí.

— ¿Y qué tal lleva el inglés? ¿Los insultos los dice bien? —pregunta Atria y Hagrid asiente.

— Sabía que le habías enseñado tú los insultos, no deja de llamarme cabeza de melón, se piensa que es un apodo cariñoso o algo así.

— ¿Solo dice ese? Pensaba que se había aprendido el de saco de pulgas...

— Menos mal que ha avanzado mucho más en otras cosas y no en los insultos... —Hagrid vuelve a mirar a Harry y a Ron y sonríe—. Le voy a entrenar para que sea mi ayudante, el año que viene será perfecto. Mañana tenemos la primera clase después de comer, os podéis pasar a saludar a Buck... Witherwings.

Y Hagrid se marchó, levantando el brazo como despedida y tanto Harry como Ron se miraron con pena.

— Dejadme adivinar, ninguno de los dos habéis cogido Cuidado de Criaturas Mágicas —adivina Atria y ambos asienten—. Va a estar terriblemente decepcionado.

— Hermione tampoco lo hará —dice Ron y parece que mira con más pena aún a la puerta.

— Pobre Hagrid —murmura Atria mientras que van andando hacia la sala común.

Harry sigue insistiendo durante todo el camino a la sala común que Malfoy es un mortifago y, durante la mañana siguiente, oye cómo le cuenta su teoría a Hermione, pero decide no meterse porque ella tiene otra teoría que a Harry no le va a gustar nada y la va a mandar a la mierda, pero, siendo sinceros, la obsesión que tiene por Malfoy no es, ni de lejos, normal.

Durante el desayuno Atria intenta comer de todo y en cuanto la profesora McGonagall le da el horario suspira al ver que su primera hora es Defensa contra las Artes Oscuras. ¿Por qué querían torturarla así?

Recoge sus cosas sin prestar atención a la conversación de Harry con la profesora McGonagall, al menos hasta que no oye el grito de la profesora.

— ¡Atria!

— ¡No he sido yo! —dice ella rápidamente y la profesora McGonagall levanta una ceja—. De verdad, no he sido yo, no me ha dado tiempo a hacer nada.

— Espero que esa insignia que llevas en el pecho te haga recapacitar un poco —le advierte y luego vuelve a mirar a Harry—. Tú hermano puede seguir cursando pociones, ¿le prestarías tu libro del año pasado e ingredientes?

— El libro es mío así que... no, pero ingredientes claro —responde ella rápidamente. Harry no necesita ver los corazoncitos que había dibujado en las páginas cuando prepararon la amortenia, no gracias, no quería burlas por parte de su hermano—. ¿Cuándo tienes pociones? Para darte algunos.

— ¿Y a mi me darías, Atria? —pregunta Ron, esperanzado y Atria asiente—. Mejor cuñada del mundo.

— Eres el más pelota del siglo, pero gracias, sé que la competencia es Fleur así que me siento alagada.

— Es tan fácil hacer que esté contenta —Atria le oye susurrar a Harry, así que no tarda en coger lo primero que pilla de la mesa del desayuno y lanzárselo.

— ¡Atria Potter! —grita la profesora McGonagall, pero es demasiado tarde porque ella ha salido corriendo hasta su primera clase, Defensa Contra las Artes Oscuras.

Podría decir que fue inútil, porque realmente lo fue, repasar los hechizos no verbales no era lo mejor del mundo, pero al menos hicieron algo, a diferencia de las clases del año anterior. La única suerte que habían tenido todos ellos —y no todos, obviamente— habían sido las clases del ED, que les otorgaban gran ventaja para practicar distintos hechizos. Ninguno iba con fuerza, pero al menos salían de las varitas.

Los deberes superaron con creces todos los de los años anteriores y Atria aprovechó su primera hora libre para intentar adelantarlos junto a Katie y Leah. Cuando terminó la hora comenzaron a llegar los rumores, Harry le había contestado a Snape un "No hace falta que me llame señor, profesor" y Atria durante la comida se lanzó sobre su hermano lamentándose de habérselo perdido.

— ¡Tenía que haber nacido dos días después, no es justo! —decía ella mientras Harry negaba, pero sonreía—. Oye, ¿las pruebas cuándo van a ser? Que estoy intentado hacer eso de organizarme.

Atria hizo comillas con los dedos al decir la palabra y Harry negó.

— No te voy a sacar del equipo.

— No lo digo por eso, bobo, es por Katie, ella también estaba el año pasado y debería jugar este año. Y Ginny, no te olvides de Ginny.

— ¿Me estás organizando el equipo?

— Te estoy dando sugerencias, hermanito, nosotras tres somos las mejores cazadoras que vas a encontrar en todo el colegio —le dijo antes de meterse tanta comida en la boca que sus mejillas parecían las de una ardilla.

— Eres una bruta.

— Es que he aprendido de Ron, mira como come —dice, señalando al chico, que justo en esos momentos, se estaba comportando y no tenía toda la boca llena de pollo como normalmente solía pasar—. ¡Ron, jolín!

— ¿Tú no tienes que hacer una ronda o irte con alguna de tus amigas?

— Hoy no, soy toda vuestra durante... —Atria se miró la muñeca, a pesar de que no llevaba reloj y normalmente era perfectamente consciente de eso, pero estaba más centrada en la comida que en otra cosa, así que cogió la muñeca de Harry para mirar la hora—. Oh, vaya, pues solo cinco minutos más, había quedado con Ciara para ir a tirarnos al Lago Negro.

— ¿No tienes deberes ni clases? —preguntó Hermione y Atria hizo una mueca.

— He hecho los deberes hoy —dijo Atria, orgullosa— así que ahora me toca descansar para llegar fresca a encantamientos, ¡nos vemos!

Cogió unas cuantas piezas de fruta y cumplió con lo que había dicho, salir a los jardines a tirarse en el césped con Ciara. Casi llegaron tarde a encantamientos, pero sin duda alguna mereció la pena porque, después de esa clase, entendieron que no iban a tener tiempo de verdad, ni siquiera ellas.

Cuando acabaron el día, Atria se encontró con que su hermano había ganado una botella de Felix Felicis en clase del profesor Slughorn y se emocionó un poco pensando en lo que podría hacer con ellos al día siguiente. Pero no pasó absolutamente nada y Atria quedó bastante decepcionada, a pesar de haber ganado veinte puntos para Gryffindor por su poción perfecta y otros veinte por responder bien todas las preguntas.

Las clases siguieron bastante bien, llenas de deberes y con menos tiempo libre del que pensaban, pero al menos eran lo suficientemente entretenidas como para que solo pudieran centrarse en ello. Seguía sin llevar bien el que los gemelos no estuvieran en el castillo, pero al menos ahora no estaban Lee, Angelina y Alicia para recordarlo, aunque sí Katie quejándose de lo mucho que echaba de menos a su novia. Al menos se quejaba hasta que llegaron las pruebas de quidditch.

Atria y Ron conservaron el puesto en el equipo —Atria no sabía a quién tenía que agradecerle que McLaggen no estuviera en el equipo, pero definitivamente le regalaría lo que quisiera por ello— y entraron Ginny y Katie. Delmeza Robins se quedó como suplente y como golpeadores repetía Coote y se sumaba Jimmy Peakes, un alumno de tercero que había hecho a Harry un gran chichón en la cabeza con la bludger y había causado las carcajadas de Ginny y Atria.

Durante la cena se enteró de que Hermione había hechizado a McLaggen para que fallara el penalti y Atria se lanzó encima de la chica con tanta fuerza que Hermione gritó de terror. Cuando Ron preguntó qué pasaba, Atria mintió con facilidad diciendo que era por el examen de aparición del día siguiente y que Hermione también iba a ir, así que no iba a estar sola. Ron negó y murmuró algo como "Definitivamente cada día está más loca" y entonces Atria aprovechó para molestarle durante toda la cena y luego se burló de él porque Slughorn no le había invitado a la fiesta rara de esa noche. Que fue un aburrimiento, pero al menos sirvió para distraer a Atria del examen de aparición.

Hermione y ella tuvieron que ir a Hogsmeade a las ocho de la mañana con otros pocos alumnos más y, desde allí, las llevaron a otro lugar distinto. La idea era que tenían que volverse a aparecer en Hogsmeade sin perder ninguna parte del cuerpo. Hermione fue de las primeras en examinarse y Atria se quedó mordiéndose las uñas en la extraña explanada a la que las habían llevado.

— ¡Potter, Atria! —gritó uno de los examinadores y ella sintió que iba a vomitar—. Segunda vez, ¿eh? No te preocupes, nadie pasa de la segunda.

— ¿Y cuántos han suspendido por haberse dejado un dedo del pie? El más pequeño —preguntó ella y el mago empezó a reírse.

— Algunos suspenden porque se dejan la uña y pretenden que nos creamos que no la tienen, pero el calcetín con sangre siempre les delata.

Como la vez anterior, Atria enseña las manos para que tengan en cuenta la longitud de las uñas —la primera vez que se examinó un chico suspendió solo por dejarse media uña, aunque en su defensa había que decir que sus uñas tenían, al menos, cinco centímetros de longitud— y el examinador apunta todos los datos.

— ¿Estás lista? —Atria asiente y el examinador vuelve a sonreír—. Ya sabes como va esto, colócate en el círculo y piensa en Hogsmeade, en el aro que os han enseñado antes de venir.

Atria coge aire y se mete dentro del aro para luego empezar a pensar en el que ha visto en Hogsmeade. Lo visualiza perfectamente y se lo imagina y, entonces, se desaparece.

— ¡Sí, Atria, he aprobado! —la voz de Hermione es lo primero que oye antes de abrir los ojos—. ¡He aprobado!

— Potter, Atria, ¿verdad? —una bruja se aproxima a Atria y ella por fin abre los ojos. Se siente entera, a diferencia de la vez anterior—. A ver, tengo aquí el formulario... ¿manos?

Atria extiende las manos y la bruja asiente, para luego seguir revisando todo su cuerpo con la varita.

— Tengo que revisar tus dedos de los pies, suspendiste por eso la última vez, así que avanza por aquí para que te puedas quitar los zapatos —dice la bruja y le señala un asiento donde hay una chica que se está tapando la cara con las manos mientras que le vuelven a unir la pierna.

Atria evita mirarla mucho porque la herida es desagradable, así que se quita rápidamente los zapatos y los calcetines.

— ¡Tengo todos mis dedos, sí! —chilla, moviéndolos a la vez que lo dice y la bruja sonríe.

— Enhorabuena entonces, has aprobado, tu licencia llegará en los próximos días, ¡recuerda hacerte la foto!

Con una sonrisa le tendió el papel y se fue, con lo que Hermione vio la oportunidad para salir corriendo hasta Atria para festejar el aprobado de ambas, no dejando que la chica se pusiera los calcetines siquiera.

— ¡Ya somos totalmente adultas! —chilló Hermione y Atria lo hizo con ella.

La celebración de la licencia de aparición —y el cumpleaños de Hermione— se celebró unas semanas más tarde, en la primera excursión a Hogsmeade.

— ¿Colgar a la gente del tobillo es divertido? —oyó decir a Hermione durante el desayuno y Atria dejó la conversación con la emocionada Katie para escuchar—. ¿Quién invierte tiempo y energía en realizar hechizos como ése?

— Fred y George —respondió Ron y Atria se levantó.

— Un segundo, Katie, ahora vengo.

— ¡No tardes, no quiero llegar tarde a ver a Alicia!

— ¿Cómo dices? —dijeron Ron y Hermione a la vez justo cuando Atria se sentaba a su lado.

— ¿Estáis hablando del hechizo Levicorpus? —preguntó ella, mirando fijamente a Harry, que se quedó con la boca abierta.

— ¿Cómo...?

— Remus —respondió ella, encogiéndose de hombros—. Cuando no quería irme a la cama lo usaba conmigo, era bastante divertido, como una montaña rusa.

— ¿Lo usaba contigo? —Hermione de repente parece horrorizada, pero Atria mueve la mano como si nada.

— Si te avisan y es con alguien en el que confías es como el palo ese de los parques de atracciones muggles, ¿sabes cual te digo, Hermione? El que te sube alto y luego te deja caer.

— ¿La lanzadera?

— ¡Esa! Es divertido, de verdad, pero tengo una duda, ¿cómo sabes tú ese hechizo, Harry? Porque dudo mucho que Remus te lo haya dicho y Sirius... —Atria no termina la frase, solo hace una mueca rara y Harry entiende perfectamente que ella tampoco ha superado la muerte de Sirius—. ¿Y bien?

— Lo he leído —le responde Harry vagamente y Hermione frunce el ceño.

— ¡Dile la verdad! ¡Ha encontrado un libro viejo de pociones y está haciendo todo lo que pone en él!

— ¡Ni siquiera me has dado tiempo, Hermione!

— ¿Estás siguiendo las instrucciones de un libro de pociones donde está ese hechizo? —la que frunce el ceño ahora es ella, desconfiando inmediatamente del libro—. ¿Dónde tienes ese libro? Quiero verlo.

— ¿Por qué quieres ver mi libro?

— Porque nunca sabes qué contiene realmente, este verano le robé el diario al hermano de Sirius y tenía muchas más cosas de las que parecía en un inicio, Tonks me enseñó cómo desvelar sus secretos, así que esta noche espero verlo —le advierte, antes de levantarse de la mesa.

— Hermione ya lo ha examinado, no tiene nada —protesta Harry, pero Atria niega.

— No te ofendas, Hermione, pero creo que una auror sabe más que tú. Os dejo, creo que Katie está empezando a vibrar de la emoción de ver a Alicia y en cualquier momento va a poder atravesar la mesa.

Katie no tardó de saltar de alegría cuando Atria llegó a su lado y la arrastró prácticamente hasta Filch, con lo que Atria solo pudo gritar a Ginny un rápido adiós para que el conserje las pinchase antes de salir del colegio. En sus palabras las estaba revisando para ver que no llevaban objetos peligrosos, en opinión de Atria estuvo un rato más con ellas porque se pensaba que llevaba bombas fétidas.

Ya en Hogsmeade, después de un desagradable trayecto lleno de viento, pasaron primero por Honeydukes para que Atria comprase más plumas de azúcar y acabó llevándose un buen puñado de plumas de azúcar de lujo, que supuestamente duraban horas. E iba a probarlo en Las Tres Escobas, mientras que hablaban con Angelina y Alicia.

Katie se lanzó a los brazos de su novia como si llevara sin verla quince meses en lugar de solo uno y medio y Angelina empezó a reírse sin parar.

— Alicia estaba nerviosa y todo —le contó mientras que saludaba a Atria con un abrazo.

— Katie estaba igual, no te preocupes.

Pasaron una tarde bastante agradable, donde Angelina contó que estaba definitivamente en el Puddlemere United con Wood y Alicia estudiando, finalmente, medimagia. Pero la tarde se torció cuando Katie volvió del cuarto de baño, con un paquete en la mano.

— Me voy ya.

Y sin más se marchó. Las tres se quedaron mirando sorprendidas, pero pronto reaccionaron y salieron casi corriendo detrás de Katie.

— ¡Espera, Katie! —gritó Alicia y ella se giró, impaciente.

— ¡No tengo tiempo, tengo prisa, tengo que darle una sorpresa a alguien de Hogwarts!

— ¿No puedes despedirte, al menos?

Katie durante unos segundos parecía luchar, pero acabó dando un beso rápido a Alicia y volvió a salir casi corriendo.

— Yo voy con ella, le haré algún hechizo para que me cuente qué le pasa.

— Está muy rara...

Eso fue lo último que Atria oyó de Angelina antes de salir corriendo detrás de Katie.

— ¡Espera, voy contigo!

Katie frenó durante unos segundos y Atria pudo alcanzarla por fin.

— ¿De qué va todo esto, Katie? ¡Te morías de ganas de ver a Alicia!

— Ya lo he dicho, tengo que darle una sopresa a alguien —respondió ella y Atria se dio cuenta de cómo llevaba el paquete. Un paquete que no sabía de donde había sacado.

— ¿Dónde has cogido eso? —le dijo, señalandolo y Katie lo cogió con más fuerza.

— No te importa.

— Venga, Katie, dímelo —respondió Atria e intentó cogerlo, pero Katie lo apartó rápidamente.

— ¡No es asunto tuyo, Atria!

Ahí fue cuando comenzó el forcejeo de ambas, Atria consiguió agarrarlo de una esquina, pero Katie lo hizo de la otra y el papel se rasgó.

En el momento en el que el paquete cayó al suelo, Katie empezó a flotar con los brazos extendidos, los ojos cerrados y la cara sin expresión. Atria se quedó completamente congelada mirando a Katie, pero llegó a ver por el rabillo del ojo como tres personas más se paraban a su lado antes de que Katie empezara a chillar de una forma aterradora.

Estaba suspendida a dos metros del suelo, con los ojos abiertos y, sin duda alguna, sentía una gran angustia. Atria empezó a chillar y se lanzó para coger a Katie de los tobillos, y no fue la única con la idea. Gracias a esas dos personas consiguieron tumbar a Katie en el suelo, que seguía retorciéndose y gritando sin parar.

— ¡Voy a buscar ayuda! —Atria sabía que conocía la voz, pero en lo único en lo que podía pensar era en Katie—. ¡No os mováis de aquí!

— ¡Katie, vamos, estás bien, estás bien de verdad, no pasa nada! —Atria no sabía que hacer, intentaba sujetar a Katie para que se calmase, pero solo seguía retorciéndose.

— ¡Tranquila, Katie, tranquila! —chilló otra voz a su lado y Atria se giró para ver a quién pertenecía. Hermione. Y el chico que estaba al lado era Ron. Claro, la voz había sido de Harry—. ¿Qué ha pasado?

— No lo sé —chilló Atria de nuevo y siguió intentando sujetar a Katie.

— ¡Apartad!

Hagrid había aparecido de la nada, con Harry a su lado y cogió a Katie sin más, saliendo corriendo hacia el castillo. Durante unos segundos los desgarradores gritos de Katie se siguieron oyendo en el camino al castillo, para luego dejar paso solo al ruido de la tormenta de aguanieve.

— ¿Qué ha pasado, Atria? ¿Estás bien? —dice Harry, arrodillándose al lado de su hermana.

— No lo sé, no... no lo entiendo, Katie estaba bien y.. y... estaba bien —repite ella, mirando todavía al camino por donde Hagrid se había llevado a Katie, pero luego girando de golpe la cabeza para mirar a Harry—. Estaba emocionada por ver a Alicia, ha ido al baño y... y después del baño venía con ese paquete.

Atria lo señala y Ron se mueve para agacharse a recogerlo.

— ¡No lo toques! —grita Harry de la nada y Ron retrocede de golpe—. He visto eso antes, en Borgin y Burkes, en la etiqueta ponía que estaba maldito.

— He peleado con ella por el paquete, creo que... creo que ha debido rozarlo y... y... —Atria empieza a llorar con fuerza y siente como Hermione le pasa un brazo por los hombros—. ¡Mirad cómo está! No he hecho nada y... y...

— ¿Pero qué ha pasado exactamente? —pregunta Ron, también agachándose al lado de Atria y frotando suavemente el brazo de la chica mientras Harry recoge con cuidado el collar.

— Ha vuelto del baño con ese paquete —dice Atria cuando consigue calmarse un poco— y luego ha dicho que tenía que dárselo a alguien de Hogwarts porque era una sorpresa. Tenía que haberme dado cuenta de que algo iba mal, ni siquiera se había despedido de Alicia y... y...

— Creo que ha sido una maldición imperius —susurra Ron a Hermione para evitar que Atria lo oiga, pero ella lo hace exactamente igual y da un golpe fuerte al suelo.

— ¡Y yo no me he dado cuenta, joder!

— Vamos al castillo, a ver a Katie —dice Hermione rápidamente al ver como Atria parece enfadarse cada vez más.

Por el camino Atria no habla nada, solo se deja abrazar por Hermione y, cuando llegan por fin al castillo, sigue a los tres hasta el despacho de la profesora McGonagall, donde vuelve a contar la historia. Esta vez no se rompe, si no que de repente, vuelve a enfadarse y tira una de las sillas del despacho de McGonagall y hubiera tirado todo lo que había en el escritorio de no ser porque la profesora McGonagall la coge de los brazos.

— Está bien, no pasa nada —le dice, intentando tranquilizarla, pero Atria niega.

— No me he dado cuenta, es mi amiga y no me he dado cuenta —dice ella, notando como los ojos se le llenan de lágrimas y la profesora McGonagall asiente.

— Y no pasa nada, Atria, es normal que no te hayas dado cuenta porque era Hogsmeade —le repite y ella vuelve a negar—. Sube a la enfermería y dile a Poppy que te de algo para los nervios.

— ¿Puedo quedarme con Katie?

— Eso lo decidirá Poppy.

Atria suspiró y salió del despacho casi a la carrera para llegar cuanto antes a la enfermería. Con cada paso los gritos de Katie empezaban a oírse más y más fuertes, hasta que llegó a la enfermería y vio a Madame Pomfrey moviéndose rápidamente de un lado a otro.

— ¡Me pongo contigo en un momento, ahora, aparta!

Y movió la varita rápidamente. Katie seguía gritando, pero al menos ya no se movía de forma violenta y madame Pomfrey se acercó rápidamente a Atria con un mortero en la mano.

— Da vueltas a eso hasta que sea polvo, rápido, tengo que darle más cosas.

Atria obedeció de inmediato, utilizó toda su fuerza para que las raíces quedaran echas polvo lo más rápido posible y le tendió el mortero a madame Pomfrey en cuanto ella terminó de echar a Katie unas extrañas gotas.

— Perfecto, ahora vete a la camilla de enfrente.

— Pero quiero quedarme con ella —protesta Atria y madame Pomfrey, sin apartar la mirada del mortero y las gotas que estaba echando, mueve la varita para que Atria salga volando hasta la camilla.

Atria intenta moverse, pero no tarda en descubrir que está inmovilizada, así que suspira y observa como madame Pomfrey trabaja con los gritos de Katie de fondo.

Hasta que, de pronto, paran.

Paran como los pensamientos de Atria, que en cuanto madame Pomfrey ve que Katie está tranquila, mueve la varita para que un vaso aparezca delante de Atria.

— Bebe —ordena y la chica obedece.

Cuando se despierta al día siguiente Katie ya está en San Mungo.

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¿Atria como Premio Anual solo va a aprovechar el cargo? Pues más o menos a quién se le ha ocurrido darle ese puesto????

Por cierto, id preparando los pañuelos para la semana que viene :)

Os quieroooooooooo

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