Capítulo 49: Tiene mierda de lechuza en el abrigo

El cumpleaños número dieciocho de los gemelos coincidió con una de las reuniones del ED, concretamente con la que Harry iba a enseñarles los patronus. Así que, para celebrar ambas cosas, habían preparado una fiesta sorpresa para cuando volvieran del ED. Lo que no sabían era como se iban a torcer todas las cosas.

Todo parecía ir bien. Harry se empeñaba en recordarles que era mucho más fácil hacerlo ahí, en una sala con tus amigos y rodeado de compañeros, sin ningún tipo de peligro que delante de un dementor. Cho no dudó en llamarle aguafiestas mientras que veía como su cisne volaba por toda la sala, cruzándose con la nutria de Hermione, que huía del Jack Terrier de Ron. Por otro lado, el armiño de Atria se dedicaba a intentar coger a las urracas de los gemelos. Según lo que había leído Atria, todos los tipos de comadreja tendían a intentar comerse a las urracas, lo cual no dejaba de ser bastante gracioso. O, al menos, a ellos tres les hacía mucha gracia ver como las urracas volaban por toda la Sala de los Menesteres y el armiño iba detrás, dando saltos y cruzándose con distintos patronus.

De las primas O'Brien, la única que lo había conseguido había sido Beth. El delfín daba vueltas alrededor de todas las chicas mientras que Beth intentaba convencer a Julie de que lo intentase, pero ella seguía diciendo que iba a conseguirlo en el primer intento y que no pensaba probar hasta que no supiera con seguridad que tenía el recuerdo perfecto. Leah solo conseguía un pequeño humo y Ciara parecía estar a punto de conseguirlo, pero entonces la puerta de la Sala de los Menesteres se abrió y Atria tardó en reconocer a Dobby bajo tantos gorros de lana.

— ¡Hola, Dobby! —Atria no iba a negar que las palabras de Harry habían influido para que pudiera reconocerle—. ¿Qué pasa? ¿Qué haces?

— Harry Potter, señor... —para ese momento los pocos patronus que había por la sala ya habían desaparecido y todos se acercaban hacia Harry y el elfo. Atria tuvo que abrirse paso con algunos empujones porque no la dejaban acercarse lo suficiente a Harry—. Harry Potter, señor, Dobby ha venido a avisarlo... los otros elfos domésticos le han dicho que... le han advertido que no lo diga, pero... pero...

Y entonces se lanzó de cabeza hacia la pared. Era una suerte que llevara ocho gorros de lana puestos ya que rebotó y Harry pudo cogerle del brazo mientras que Hermione, Atria y algunas personas más ahogaban un grito al ver como Dobby había intentado autocastigarse.

— ¿Qué ha pasado, Dobby? ¿Qué pasa con los otros elfos domésticos?

— Harry Potter, ella...

A Atria no le hacía gracia como sonaba ese ella. No teniendo en cuenta el contexto en el que estaban, en una reunión ilegal, practicando Defensa Contra las Artes Oscuras y teniendo en cuenta que se llamaban Ejercito de Dumbledore y que Harry era su líder... bueno, no sonaba muy bien cuando aparecía un elfo doméstico hablando de una tal ella.

— ¿Quién es ella, Dobby? —parecía que Harry estaba teniendo la misma idea de Atria, que se arrodilló junto a Dobby y le cogió de la mano.

— Dobby, ¿te refieres a la profesora Umbridge? —susurra Atria y entonces Dobby empieza a intentar golpearse la cabeza contra las piernas de Harry. Era mucho más complicado de lo que Atria había pensado en un inicio mantener al elfo quieto.

— ¿Qué pasa con ella? ¿Estás diciendo que... que ha descubierto el ED? —no necesitaron que el elfo respondiera porque se le veía en la cara—. ¿Viene hacia aquí?

— ¡Sí, Harry Potter, sí!

Antes había habido algunos murmullos y susurros que comentaban cosas sobre Dobby, pero ahora no había ni un solo ruido en la Sala de los Menesteres. Harry no tardó en levantarse del suelo, dejando a Dobby retorcerse y observó a todos sus alumnos. Todos estaban inmóviles, mirando a los hermanos Potter y al elfo, aterrados.

— ¿A QUÉ ESPERÁIS? —Harry sacó toda la fuerza de sus pulmones, y eso pareció empezar a despertar a los miembros del ED—. ¡CORRED!

Ahí fue cuando se desató la histeria del grupo. Atria se levantó rápidamente del suelo y consiguió coger a Dobby, que con la ayuda de Harry pudieron sujetarle para que oyera las nuevas órdenes de Harry, que se fuera a las cocinas y mintiera si le preguntaban si les había avisado. Tampoco podía hacerse daño, algo que relajó al elfo al instante y por fin pudieron soltarle. Harry entonces sacó de su bolsillo el mapa del merodeador, pronunció las palabras y pronto lo vieron. Umbridge estaba demasiado cerca.

— ¡Vamos, Harry, Atria! —Hermione estaba en el centro de los alumnos que peleaban por salir, justo al lado de Ron, que intentaba evitar que la aplastasen. Probablemente su altura era lo único que podía sacar a ambos de allí.

— ¡Atria, vamos! —y ahí estaban los gemelos, también sobresaliendo entre la multitud. Atria no duda en arrancar al mapa de las manos de Harry para luego cogerle de la mano y empezar a tirar de él.

En algún momento entre que salieron corriendo y cuando Atria cogió la mano de George y él tiró de ella con la suficiente fuerza como para arrastrarla por medio de todos sus compañeros del ED, Atria perdió a Harry. Intentó soltarse de George, pero tanto él como Fred ya habían previsto que intentaría soltarse para ir a por Harry, así que Fred no tardó en cogerla en brazos para seguir corriendo hasta que llegaron a uno de los pasadizos.

— ¡Soltadme los dos ahora mismo!

— ¿Te quieres callar? ¡Nos van a encontrar, Atria! —George era quien guardaba la entrada del pasadizo mientras que Fred seguía intentando sujetar a Atria. Y le estaba costando porque la chica estaba sacando mucha más fuerza de la que había utilizado en el partido de quidditch donde le habían suspendido—. Oh, no, han encontrado la lista, la lleva la tonta de Parkinson.

— Bueno, pues ya da igual lo que hagamos, tiene nuestros nombres —dice Fred, notando como Atria se empieza a relajarse—. Vamos, tenemos que volver a la sala común.

— ¿Hacemos alguna broma por el camino que claramente nos incrimine? —pregunta George y los dos le miran—. Tenemos que justificar que no hemos estado en la reunión de hoy, ¿no?

— ¿De verdad crees que no van a creer que he estado en la reunión de hoy? —le pregunta Atria, levantando una ceja—. Soy su hermana, Umdridge no creerá ni por un segundo que no he estado allí y que he preferido irme con vosotros. Así que tendremos doble castigo porque sabe que Fred y yo estamos saliendo. Como normalmente estamos juntos, no se creerá que Fred no ha estado en la reunión, y como vosotros también estáis siempre juntos pues... 

— ¿Entonces no a la broma?

— Te diría que es incluso mejor que hagamos otra cosa. Lumos —Atria ilumina mucho mejor el pasadizo donde estaban y entonces enfoca al mapa. Harry está siendo arrastrado hasta el despacho de Dumbledore, donde las etiquetas parecen haberse vuelto locas—. ¿Qué hace Percy en el despacho de Dumbledore?

— ¿Percy? —a los gemelos se les olvida rápidamente la broma y se inclinan sobre el mapa.

Los tres observan pacientemente el mapa, viendo como Harry llega, por fin, al despacho con Umbridge. Las etiquetas de los nombres se mezclan entre si por tantas personas en el mismo despacho, pero poco a poco consiguen leer todos los nombres. Harry Potter, Minerva McGonagall, Percy Weasley, Cornelius Fudge, Dolores Umbridge, Kingsley Shacklebolt, John Dawlish y, Atria no se quería creer el nombre que veía.

— No, algo ha tenido que pasar, no ha podido delatarnos —dice, señalando el nombre de Marietta—. Ella no es así, no ha podido ir a Umbridge y decirle nada de nosotros.

— Seguro que ha pasado algo —le dice Fred, pero él no está tan seguro en realidad. Porque ha visto a Marietta en las reuniones y no parecía para nada contenta con estar allí. Y, además, sabía algo de ella que Atria no porque, ¿cómo se lo decías? George se lo había dicho a él porque Mara se lo había contado una de las veces que hablaban sobre la posibilidad de crear algo con los artículos muggles de Mara y los de Sortilegios Weasley. A ella se lo había contado Julie en una de las rondas de prefectos, que a su vez había sido Ciara quien se lo había contado porque, con la ayuda de Hermione y Cassie, habían conseguido averiguarlo. Parecía todo un trabalenguas, pero ninguno de ellos se había atrevido a decirle a Atria que Marietta había sido quien le había dicho todo aquello sobre ella a Rita Skeeter para su artículo—. Mirad, Percy está saliendo del despacho de Dumbledore.

— Vamos a buscarle.

Los gemelos entienden a la perfección el tono de Atria. Venganza. Y no tienen ningún problema en unirse a ella, no cuando Percy se fue en verano, no responde a ninguna de las cartas de Molly Weasley y, además, ha devuelto el regalo de Navidad. Así que los tres miran el mapa hasta que ven como Percy se dirige hacia la lechucería y ellos también emprenden el camino hacia allí. Van vigilando el camino gracias al mapa y consiguen esquivar a unos cuantos alumnos de Slytherin, como a Malfoy y sus gorilas. Por la hora que era los tres estaban convencidos de que estaban con Umbridge y por eso podían deambular por el castillo a voluntad.

— Quiero hablar con él primero. A solas —les dice a los gemelos cuando llegan a la puerta y los dos van a protestar, pero cuando Atria les mira se quedan callados. Saben que no va a servir de nada, pero por intentarlo que no quede. 

— Ojalá le hagas entrar en razón —murmura Fred y Atria solo sonríe con pena. Sabe que están enfadados con Percy, pero también que le echan de menos.

— Lo intentaré —le da un beso en la mejilla y entonces entra en la lechucería. Cierra la puerta con cuidado, intentando que Percy no se de cuenta, pero es imposible porque está demasiado emocionado hablando solo mientras que le ata la nota a la pata de la lechuza. Y, por fin, la envía—. Buenas noches, Percy.

El pelirrojo se asusta y da un salto en el sitio, para luego girarse y mirar fijamente a Atria.

— Buenas noches, Atria, no deberías estar fuera de la cama a estas horas —intenta fingir que no se ha asustado y mantiene la cabeza alta, como si estuviera por encima de ella—. Tendré que comunicárselo a la profesora Umbridge.

— ¿Planeas delatarme? ¿Después de todo? —la cara de Atria es un poema, pero sus pensamientos son mucho más caóticos. Se conocen desde pequeños, siempre se ha empeñado en cuidarla como si fuera una hermana más. Y ahora prefiere delatarla a Umbridge—. ¿Sabes cómo nos está castigando? ¿Te importa más el Ministerio que nosotros? 

— Seguro que la forma que la profesora Umbridge tiene de castigaros está más que aprobada por el Ministerio y también justificada —le han lavado el cerebro. Esa es la única justificación que tiene Atria para el comportamiento de Percy. 

— ¿Te han echado la maldición imperius o algo así, Percy?

— ¡Estás tan loca como tu hermano!

— ¡Mi hermano no está loco!

— ¡La muerte de vuestros padres os ha trastocado! ¡Y a ti, en especial, te ha trastocado vivir con Lupin, un licántropo no es...!

Pero no llega a terminar la frase porque Atria sale corriendo hacia él y le tira al suelo.

— ¡Repite eso ahora que te tengo, vamos, repítelo!

— ¡Suéltame, loca!

— ¡Atrévete a insultar a Remus de nuevo! —grita Atria, empezando a sacudirle sobre la mierda de lechuza. 

— ¡Qué me sueltes! ¡Eres una salvaje!

Está a punto de darle un puñetazo que le rompa la nariz, pero no llega a hacerlo porque cuando echa el brazo hacia atrás, la sujetan y luego tiran de ella para levantarla del suelo. Tiene en la cabeza algo de paja en el pelo por haber estado zarandeando a Percy, pero está sin duda mejor que él, que se ha levantado rápidamente del suelo y se intenta limpiar toda la paja y los excrementos de lechuza.

— Os dije a los dos que os mantuvierais alejados de ella —les dice a los gemelos, que empiezan a reírse.

— ¿De verdad crees que vamos a hacer algo de lo que tú nos digas? —dice Fred, abrazando aún más a Atria. Y ella se deja abrazar, intentando centrarse en ello en lugar del insulto de Percy a Remus. Porque contra más piense en que Percy acaba de insultar a Remus, más se enfada. 

— Y más después de lo que le has hecho a mamá y papá —añade George—. Los regalos de Navidad no se devuelven, Percy.

— Os pasará factura ser tan cercanos a los Potter, pero ya os daréis cuenta de que solo estáis siguiendo a un niño con alucinaciones y a una loca mentalmente inestable —Fred tiene que hacer fuerza para sujetar de nuevo a Atria y George saca la varita, listo para inmovilizar a Atria si se llega a escapar de los brazos de Fred. En realidad, le encantaría ver como pega a Percy, pero sabe que no es buena idea dejarla hacerlo porque Umbridge está en el colegio—. Cuando os deis cuenta seréis bienvenidos en mi piso, Oliver estará encantado de volver a veros y seguro que puedo encontrar algún buen sitio para vosotros en el Ministerio, el departamento de Cooperación Mágica siempre está buscando nuevo personal. Espero que consideréis mi oferta. Y feliz cumpleaños.

Y entonces, con la cabeza bien alta, esquiva a los tres y sale de la lechucería. A pesar de la situación en la que están y que es una mierda todo lo que acaba de pasar, no pueden evitar reírse.

— Tiene mierda de lechuza en el abrigo —y eso les hace estallar en más risas aún.

— Se la merece, ojalá se la vea Fudge y le ridiculice —dice Atria, y frunce el ceño—. ¿Creéis que está bajo la maldición imperius?

— No lo creo y eso lo hace peor —Fred suspira y mira hacia la puerta—. Aunque cuadra con Percy.

— No se lo digas, pero estamos convencidos de que le rogó al Sombrero Seleccionador estar en Gryffindor en lugar de Slytherin.

— Tampoco sabemos de dónde ha sacado esa ambición, no es que corra mucho en la familia...

— ¿Perdón? ¿Qué la ambición no corre en vuestra familia? —Atria no se puede creer lo que están diciendo—. ¿Y vosotros dos que sois? ¿Angelitos que solo quieren una tienda de bromas?

— Correcto —ambos hablan a la vez y luego sonríen y Atria niega. Si ellos dos no son ambiciosos ella no es un genio en pociones.

— Anda, vamos a la Sala Común, quizá han soltado ya a Harry y podemos enterarnos de lo que ha pasado.

Vuelven a sacar el mapa, y como había dicho Atria Harry ya no estaba en el despacho de Dumbledore. Estaba, en esos momentos, con la profesora McGonagall y Marietta yendo hacia la torre de Ravenclaw así que tenían todavía un poco de tiempo para llegar. La fiesta sorpresa de los gemelos por su décimo octavo cumpleaños había sido, claramente, suspendida y las decoraciones colgaban en la sala común y parecían completamente fuera de contexto. Y más porque en la sala común solo estaban dos personas, Ron y Hermione.

— ¿Cómo podéis estar llegando en estos momentos? —Hermione está claramente alterada y luego ve el mapa en las manos de Atria—. ¿Dónde está? ¿Sabéis que ha pasado?

— Bueno, sabemos que viene hacia aquí con McGonagall, así que pronto podrá contarnos qué ha pasado exactamente en el despacho de Dumbledore —Atria guarda rápidamente el mapa en su túnica y justo por los pelos porque Harry aparece en la puerta del retrato y la profesora McGonagall justo detrás.

— No hagáis nada más que os ponga en el punto de mira —dice ella, cambiando de grupo. Primero mira a Harry, Ron y Hermione, que asienten rápidamente y luego mira a Atria, Fred y George—. Cuidado con las bromas, señores Weasley, señorita Potter.

Entonces se va de la sala común y los seis están callados durante unos segundos.

— Acaba de decirnos que tengamos cuidado con las bromas —murmura Atria y luego mira a los gemelos—. Que tengamos cuidado, no que no las hagamos. Harry, ¿qué le has hecho a Minnie?

— ¿Pero por qué le voy a haber hecho algo? —no puede negar que un poco de gracia sí que le hace que Atria haya decidido que le ha hecho algo a la profesora McGonagall—. Supongo que queréis saber qué ha pasado, ¿no?

— Estaría bien, ya sabes, Harry, solo para que podamos expandir la historia sin alteraciones.

— O con alteraciones, lo que más te guste, tenemos una buena red de contactos para poder expandir los mayores rumores —Harry no sabe si los gemelos están hablando en serio o no, pero decide que va a decirlo lo más rápido posible. Tampoco necesitan muchos de los detalles.

— Dumbledore se ha ido.

Hermione da un pequeño gritito y a Ron parece que le viene demasiado bien sentarse en el brazo de uno de los sillones. A los gemelos solo les da un montón de ideas —también les hace entender el "Cuidado con las bromas" — y empiezan a trazar un plan en sus cabezas. Mientras tanto, Atria sabe que no debe festejar mentalmente que el viejo se haya ido porque ahora van a estar bastante peor, pero una parte de ella se alegra.

— Genial —se le escapa y Harry la mira fijamente.

— ¿Genial? ¡Atria, no es genial que Dumbledore se haya ido! —Harry empieza a dar vueltas por la sala común, andando nerviosamente hasta que, de golpe, se para delante de Atria—. ¿Sabes qué es lo peor?

— ¿El qué?

— Una de tus amigas ha sido la que nos ha delatado —suelta y Atria retrocede un paso. Marietta no ha podido hacerles eso—. Y no es que la haya obligado a contárselo, no, ha ido esta tarde al despacho de Umbridge y se lo ha dicho.

— Ha tenido que pasar algo, estoy segura, sabía que Cho estaba en la reunión y no pondría a Cho en peligro o a ninguna de nosotras —dice Atria y Harry se ríe.

— Pues revisa a tus amigas, ¿por qué no le preguntas mañana? Porque te aseguro que la que estaba en el despacho de Dumbledore era Marietta y su frente no tenía muy buena pinta.

— ¡Oh, me muero de ganas de ver que ha hecho mi embrujo!

Hermione incluso llega a dar un pequeño aplauso mientras sonríe y Atria ve como Ron la mira. Son tan monos. Pero no va a centrarse ahora en como de adorables son Ron y Hermione, si no en que de verdad ha sido Marietta quien les ha delatado. ¿Por qué?

— Creo que me voy a ir a dormir, ha sido un día muy largo —murmura y se dirige directamente hacia su habitación, en lugar de subir hacia la de Fred y George.

— Atria, espera.

— Oh, que bien, esta noche no tengo que aguantar sus conversaciones hasta las dos de la mañana —George ve como los dos suben tranquilamente por las escaleras de chicas y luego mira a Hermione, que tiene el ceño fruncido—. Venga, no les quites esto hoy.

— No, no se lo voy a quitar, me gusta verlos juntos, es solo que no entiendo como puede ser tan sencillo que subáis.

— Ah, no, no es sencillo, en el momento en el que pierdan la coordinación caerán escaleras abajo.

— ¿Le habéis contado lo de Marietta? —Hermione duda en decirlo o no, al igual que había dudado cuando lo habían descubierto. Pero luego Ciara se lo había contado al resto de sus primas, que luego lo había acabado sabiendo Mara y ella no se había callado cuando se lo había contado a George. ¿Por qué a todo el mundo le gustaban tanto los cotilleos?

— ¿Qué de Marietta?

— Ella fue la otra que habló con Rita Skeeter sobre Atria, Ron.

— Entonces se merece lo que sea que le has hecho —Ron le sonríe de nuevo a Hermione, que se pone un poco roja y empieza a mirar al suelo—. Bueno, creo que va siendo hora de dormir, a ver qué pasa mañana.

— Supongo que McGonagall será la nueva directora, ¿no? —los tres se quedan mirando a Harry fijamente, como si no entendieran lo que está diciendo—. Es lo que pasó cuando Dumbledore se fue la otra vez.

— Supongo —dice Hermione, pero no parece nada convencida.

Se despide de sus amigos y sube tranquilamente hacia su habitación, pero cuando va a llegar, lo que oye son gritos en el piso de arriba. Concretamente oye a Atria gritar y a Fred responderla. Y cotillear está claramente mal, pero no puede evitarlo porque son sus amigos y están discutiendo, así que sube hasta el piso de arriba y cuando va a ponerse a escuchar, la puerta se abre.

— Yo que tú me apartaba, Hermione, voy a bajar —Fred parece estar de mal humor. Y Hermione prefiere entrar a la habitación que acabar de nuevo en la sala común, así que en cuento está dentro de la habitación, Fred se va. Primero parece que se va a ir rápidamente, pero luego se acerca a Hermione y le habla de tal forma que es imposible que Atria lo oiga—. Díselo tú, quizá a ti te cree.

— ¿Qué ha pasado? —se acerca lentamente hasta Atria, que se ha subido al borde de la ventana y mira hacia la luna casi llena. Faltan tan solo dos días para que este llena y Remus vuelva a transformarse, con Sirius solamente a su lado esta vez. Al menos no está solo.

— Ah, nada, no tiene importancia —pero Hermione sabe que la debe tener porque Atria se pasa las manos por las mejillas antes de girarse—. ¿Te quieres quedar a dormir?

— Sí que tiene importancia, te estás quitando lágrimas —realmente no sabe cómo se tratan estos temas y piensa en ir a buscar a Ginny, pero cuando ve la cara de Atria decide que mejor se queda.

— Me ha dicho que si que le cuadra que Marietta nos haya traicionado porque fue ella la otra persona que habló con Ridley —Atria se levanta del alfeizar de la ventana y va hacia su cama, donde se tumba y empieza a jugar con la varita entre sus manos—. ¿No es estúpido lo que ha dicho? Marietta es mi amiga, no hablaría así de mí, y si hubiera hablado con Scott pues estoy segura de que le habría dicho una cosa y luego esa periodista de pacotilla lo cambiaría, como le pasó a Mara. Además, si Marietta hubiera hablado con ella pues me lo hubiera dicho y se habría disculpado como hizo Mara.

— Atria... —así que se lo ha contado por fin. Lo habían descubierto poco después de la publicación del artículo, mientras que Hermione intentaba averiguar cómo se enteraba de tantas cosas, Ciara y Cassie habían llegado a la biblioteca y empezaron a pensar en quien había sido. Luego las tres fueron a confrontar a Marietta, que confesó después de un par de hechizos por parte de Ciara y Cassie y una amenaza de Hermione.

— No sé qué mosca le ha picado, es imposible que Marietta haya hecho algo así, igual que delatarnos, seguro que Umbridge le ha hecho algo y...

— Fue ella —Hermione lo suelta y entonces Atria se sienta en la cama, dejando caer la varita al suelo.

— ¿Qué?

— Ciara y Cassie también te lo pueden confirmar. Hechizaron a Marietta para que confesara, después de ellas yo solo tuve que amenazarla.

— No estás hablando en serio.

— Lo descubrimos un par de semanas después de que saliera el artículo. Lo siento.

— ¿Y no me lo dijisteis? ¿Me habéis dejado creer que Marietta era mi amiga todo este tiempo? —y entonces se levanta definitivamente de la cama y va hacia Hermione, que retrocede. La mirada de Atria le da miedo.

— No estabas pasando por un buen momento, Atria.

— Gracias —murmura, para luego darle un abrazo que resulta un poco torpe porque a Hermione le pilla totalmente por sorpresa—. Tengo que decírselo también a Ciara y Cassie.

— No vayas a hacerla nada, entre las dos te prometo que recibió su merecido —le dice, viendo cómo va a salir de la habitación, pero Atria niega.

— No, solo voy a ir a disculparme con Fred, le he gritado un poco.

Vuelve a darle un abrazo a Hermione antes de salir escaleras abajo y luego corriendo hasta el séptimo piso. Llama suavemente a la puerta y entonces oye a George decir "adelante", así que entra.

— ¿Te quedas a dormir? —pregunta Lee desde su cama, ya tapado prácticamente hasta las cejas—. ¿Has visto mi patronus? ¡Es una tarántula! Tengo ganas de volver a hacerlo para verlo con tranquilidad.

— Es genial, Lee —lo dice de verdad, a pesar de que el tono que utiliza es realmente ausente porque en la habitación no ve a Fred.

— Está en el baño, ¿quieres que te enseñe mañana mi tarántula?

— Por supuesto, te enseñaré mi armiño, ¿te parece?

No espera la respuesta de Lee, solo entra en el baño y entonces oye el agua caer. Así que se está dando una ducha. Bueno, pueden hablar así seguramente.

— Hermione me lo ha contado —dice, sentándose en el suelo junto a la ducha—. Tenías razón, no es mi amiga.

— Ya sé que tenía razón —lo dice después de unos minutos de silencio, justo cuando Atria empezaba a tener la idea de asomarse dentro de la ducha para ver si la había oído.

— Lo siento, ¿me perdonas? Te prometo que te ayudo con la próxima broma que quieras hacer.

Fred saca entonces la cabeza por la cortina de la ducha y mira a Atria fijamente.

— ¿Cualquier broma?

— Cualquiera.

— Creo que no te va a gustar lo que queremos hacer a continuación.

Sencillamente, con una mirada, lo sabe. Y claro que no le gusta, porque les va a echar muchísimo de menos, pero los entiende a la perfección porque ella también quiere hacer lo mismo. Por mucho que odie a Dumbledore, el colegio no va a ser lo mismo sin él.

Y por eso no duda en empezar a desvestirse.

— Vamos, hazme hueco en la ducha, tengo que aprovechar los últimos momentos contigo en el castillo.

No es la primera vez que están así. Bueno, en la ducha sí. Y no quieren llegar a nada más, no cuando George y Lee están a tan solo unos metros de distancia, separados por una puerta. Con un poco de suerte, no llegarán a entrar. Con un poco de mala, la que les suele caracterizar a ellos, no tardarán en aparecer. 

— ¿Es un regalo de cumpleaños o algo así? —la voz de Fred suena realmente ronca después de tantos besos, después de tantas caricias y, sobre todo, después de que las manos de Atria hayan bajado tanto. 

— Sí quieres considerarlo como regalo de cumpleaños podemos dejarlo así—Atria aprovecha que Fred ha bajado un poco la cabeza para volver a besarle el cuello—, pero tengo el regalo en mi baúl. 

— Creo que las dos cosas estarían bastante bien. 

No se lo piensa mucho cuando levanta a Atria del suelo de la ducha. Ella da un pequeño grito cuando nota la pared fría en la espalda, pero pronto queda en el olvido cuando empiezan los besos en el cuello. 

— Por Morgana dime que tienes la varita cerca —no sabe ni como consigue decirlo porque en lo único en lo que se puede centrar es en las manos de Fred sujetándola contra la pared mientras que no para de besarla el cuello.

— Mierda, me la he dejado en la cama. 

Los besos paran de golpe y Atria protesta, sobre todo cuando consigue entender ese mierda. Sin varita no hay protección. No pueden conjurar nada, no pueden bloquear la puerta. Así que antes de seguir, vuelve a bajar al suelo. 

— La próxima vez —le susurra, después de ponerse de puntillas para besarle suavemente. 

— No quiere decir que haya acabado contigo. 

Y no, no ha acabado con ella. Lo sabe perfectamente en cuanto nota como la mano de Fred empieza a bajar por su entrepierna, en cuanto él la besa al oír el gemido. 

Quizá el día no había acabado tan mal al final de todo. 

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Sobre este capítulo agradecer a mi ordenador roto que haya más contenido ups. 

Eh... me voy, os leo en las sombras porque me muero de vergüenza. ¡Hasta la semana que viene!

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