Capítulo 48: Expecto patronum

A pesar de que habían entrenado toda la semana, siguen sin mejorar mucho y lo notan cuando llega el sábado. Son veintidós minutos de sufrimiento que Atria no quiere volver a pasar en la vida. A Coote se le había escapado el bate una de las veces que intentaba darle con todas sus fuerzas y acabó en la boca de Angelina y Atria casi mata a ambos buscadores cuando intentaba apartar una de las bludgers de Katie. Por suerte, Ginny cogió la snitch y tan solo perdieron por diez puntos. Como habían ganado a Slytherin y habían perdido contra Huflfepuff por tan solo diez puntos todavía tenían posibilidades de ganar la copa de quidditch. Si no perdían también al guardián, claro, porque en los vestuarios Ron insistió en dejar el equipo de quidditch, probablemente porque los de Slytherin no dejaban de cantar "A Weasley vamos a coronar" ya que eran ellos los favoritos para ganar la copa de quidditch, pero Angelina se lo dejó bien claro, nadie iba a renunciar.

La sala común de Gryffindor parecía esa noche un funeral realmente triste. Ni siquiera los gemelos tenían ganas de hacer bromas y dejaron por esa noche el negocio, además de que no fueron capaces de tomar el pelo a Ron, como hubieran hecho en el caso de que Gryffindor hubiera ganado. Así que se sentaron junto al fuego, donde también estaban Angelina, Alicia, Katie y Atria. Alicia y Katie estaban abrazadas, comentando todo lo que tenían que mejorar, mientras que Atria intentaba convencer a Angelina de que la dejase crear algún tipo de poción para que fueran los gemelos quienes jugaran en lugar de ella y Coote. El pobre se había escondido en un rincón de la sala común y, de vez en cuando, se acercaba hasta Angelina para volver a pedirla perdón por haberla roto el labio.

— ¡Cómo te vuelvas a disculpar te lanzo al fuego! —los gemelos no se toman en serio la amenaza de Angelina, pero Coote sí que lo hace y sale corriendo escaleras arriba, hacia su habitación.

— Pobrecito, Angie, no seas tan dura con el inútil —dice Fred, sentándose junto a Atria, que no tarda en apoyarse en su hombro.

— Al menos el inútil tiene más puntería que yo, casi mato a Ginny.

— Sí, la verdad es que es una suerte que vuele tan bien, porque si esa bludger le llega a dar a ella o a Summerby los mandas a San Mungo —George ni siquiera intenta mentir, porque ha sido la verdad—. Antes no eras tan mala, ¿sabes?

— Ya, ya sé que antes no era tan mala, pero llevo sin jugar como golpeadora más de cinco años, lo dije, que no podía jugar, pero no, Angie quería. Además, solo he jugado con vosotros dos como compañeros, nadie más.

— Literalmente eres mejor que los que vinieron, ¿preferías a Sloper y a Kirke en el equipo?

— Angie, tú querías que fuera uno de ellos —no entiende a su amiga, ahora mismo no desde luego—. Te quejaste de que eligiera a Coote.

— Sí, lo he pensado mejor, tenías razón, eran dos inútiles y mejor tener algo de puntería, porque contigo tenemos fuerza de sobra, ¿cómo lo haces?

— Genética, mi madre tenía mucha fuerza, supongo que algo he sacado.

Sí, algo de la fuerza de Lily para lanzar los libros más gordos que tenía cerca a la cabeza de James cuando no la dejaba estudiar podía haberse pasado a Atria. Pero todo estaba, como siempre, relacionado con la loba. No lo había probado, pero decían que los lobos podían llegar a saltar hasta una longitud de cinco metros y Atria estaba convencida de que, si se ponía a correr, podría saltarlo sin problemas. Aunque no iba a probarlo aquí, claro. Otro gallo cantaría si Umbridge no estuviera por el colegio, eso sí. Quizá lo probaba en verano.

El domingo pasó con el mismo ánimo que el sábado, pero el lunes sí que fue emocionante. Sabía que Harry había dado una entrevista para El Quisquilloso donde hablaba de todo lo que había pasado en el cementerio, pero no sabía ni cuando iba a salir ni nada. Y ese día llegó, junto con un montón de cartas de gente que escribía a Harry para darle su opinión.

— ¿Te gusta, Harry? —Luna se había acercado a la mesa de Gryffindor y no dudó en apretujarse entre Atria y Ron para poder hablar mucho mejor con Harry—. Salió ayer, supongo que todo eso son cartas de tus lectores, ¿no?

— Harry, ¿te importa sí...? —Hermione se nota que está emocionada y señala las cartas. En cuanto Harry asiente empieza a leer la primera que pilla—. Pues vaya, esta persona te recomienda un tratamiento de choque que hay en San Mungo.

— Y esta dice que estás como un cencerro —dice Ron, que también se apunta a abrir sobres. Y Atria no duda en hacerlo también.

— Mira, este te dice que como lo ha escrito Ridley que se lo cree porque siempre dice la verdad. También te ha mandado un pañuelo bordado, dice que para que luego puedas sonarte la nariz cuando termines de llorar por papá y mamá —dice Atria, lanzándole a la cara el pañuelo—. Tiene hasta tus iniciales, pues sí que se lo han currado.

— Este está indeciso —añade Fred, que tampoco había dudado a la hora de ponerse a abrir cartas— ha malgastado el pergamino, no cree que estés loco, pero tampoco quiere creer que Quien-vosotros-sabéis haya vuelto así que...

— ¡A este le has convencido, Harry! —Hermione se notaba que estaba bastante emocionada con que todo hubiera ido tan bien.

— A este no, también es de los que creen que has perdido la cabeza —Ron levanta un trozo de papel y lo pone delante de todos—. Pero mirad, aquí uno le cree y le ha mandado su foto y todo. ¡Te considera su héroe!

— Vaya, Harry, parece que has ligado, aunque creo que es demasiado ma...

— ¡Atria! —por supuesto Harry no quiere que siga por ese camino. Su vida amorosa ya es bastante penosa como para que, encima, se meta su hermana. No, gracias.

— ¿Qué pasa? ¿Qué tú puedes gritármelo y yo no puedo decírtelo? Por cierto, me gustaría saber más sobre tu cita con Cho, ¿qué tal fue? ¿Qué hicisteis?

— Un desastre, fue un desastre —definitivamente Atria no se va a callar hasta que no se lo cuente, así que mientras los demás siguen abriendo cartas y cartas, ellos hablan tranquilamente del desastre de cita—. Se echó a llorar, Atria, ¿qué se supone que tengo que hacer ahí?

— A casi todo el mundo le gustan los abrazos, mira —a Ron le pilla un poco de sorpresa, pero torpemente se lo devuelve, acompañado de unas palmadas a la espalda que hacen que Fred y George se empiecen a reír a carcajadas—. Deberías haberla abrazado. Y, por supuesto, no haberla llevado a Madame Tudipié, cualquier lugar es mejor que Madame Tudipié.

— En la siguiente salida a Hogsmede iremos a Madame Tudipié —dice Fred y Atria no duda en darle un pequeño empujón que le hace ver el pasillo—. Viene Umbridge.

Es imposible esconder todas las cartas porque con la que han liado desde hace cinco minutos todo el mundo se ha enterado incluso del contenido ya que no habían sido discretos. Y ahora, probablemente, venía a regañarles de nuevo. Bueno, que se le iba a hacer.

— ¿A qué se deben todas estas cartas, Potter? —lo dice lentamente, y Atria teme que empiece a respirarles en la cabeza también. Oye su voz demasiado cerca y eso le incomoda.

— ¿También es delito recibir correo? —pregunta Fred en voz alta, y la risa falsa de Umbridge suena a sus espaldas.

— Ten cuidado, Weasley, o tendré que castigarte —responde y Atria puede imaginarse perfectamente su cara llena de falsedad—. ¿Y bien, Potter?

— Me han hecho una entrevista —Harry tarda un poco en responder, pero cuando lo hace Atria le ve seguro. Oh, eso es genial, seguro que la vuelve loca.

— ¿Una entrevista? —y si la voz de Umbridge antes era aguda, ahora se supera y Atria siente dolor de oídos.

— Cuidado con los cristales, profesora, no queremos accidentes.

— Se lo he dicho a su novio, Potter, al final acabarán los dos castigados.

— La entrevista la hice con una periodista —Harry se apresura a volver a dirigir la conversación hacia él, viendo como si no Atria iba a acabar castigada por su completo descaro por todo—, ya sabe cómo va eso, te hacen preguntas y las respondes.

Harry coge una de las revistas de El Quisquilloso y no duda en lanzarla por encima de la mesa hacia Umbridge, que la coge al vuelo. Y definitivamente se olvida de la molestia que le supone Atria.

— ¿Cuándo has hecho esto?

— En la última excursión a Hosgmeade —responde Harry y Atria pone los ojos en blanco, sabiendo que va a venir a continuación.

— Se han acabado los fines de semana a Hogsmeade, Potter.

— Ni que tuviéramos tantos —le susurra Atria a Fred, hablando lo suficientemente bajo como para que Umbridge no la oiga. Vale que no tengan tantos, pero tampoco quiere quedarse sin ellos.

El desayuno acaba con Harry una semana más castigado, cincuenta puntos menos para Gyffindor —¿acaso les queda alguno?— y una Umbridge enfadada que, a media mañana, cuelga un nuevo decreto. El Quisquilloso está prohibido en el castillo, lo cual hace que Hermione vaya dando saltitos por los pasillos porque todo el mundo ha leído el artículo. A Atria la acosan a preguntas sobre Harry cada vez que pueden, y ella se limita a repetir lo que sabe, corroborando la versión de la entrevista. Había conseguido leerla mientras que estaba en clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, lo cual solo lo había hecho mucho más emocionante. Y por la noche había estado con los gemelos agrandando y hechizando la portada de El quisquilloso para ponerla al día siguiente en la sala común de Gryffindor. Al principio resultaba realmente divertida, pero según fueron pasando las horas, la voz de Harry se empezó a volver más y más aguda y solo repetía palabras sueltas que daban dolor de cabeza, por lo que la sala común de Gryffindor no tardó mucho en empezar a vaciarse.

Las siguientes semanas fueron relativamente tranquilas ya que solo había tres temas de conversación, la entrevista de Harry, los mortifagos fugados y lo mal que lo había hecho Gryffindor en el partido de Quidditch. Atria ya había hechizado a algunos Slytherin cada vez que los veía como volvían a cantar la canción de "A Weasley vamos a coronar" y estaba a punto de partirle la nariz a Montague cuando de reojo vio la mancha rosa aparecer y salió corriendo lo más lejos que pudo. No se iba a arriesgar que la castigase o que la sacasen del equipo.

Cuando esa noche se enteró de lo que había pasado cuando había aparecido Umbridge en el patio no se lo podía creer. Había echado a la profesora Trelawney sin muchos problemas y, como Harry amablemente le había recordado, Hagrid también estaba en periodo de prueba así que no debían descartar una nueva expulsión dentro de poco tiempo. Y a Atria podría no importarle la expulsión de Trelawney, pero sin duda alguna sí que le importaba si echasen a Hagrid. Pero como las cosas solo podían ir a mal, tampoco podía ir a verle porque eso solo le pondría en peligro. Aunque al menos tenía el ED y el equipo de Quidditch, en el que poco a poco al menos había conseguido controlar lo suficiente su fuerza como para ir apuntando cuando le daba a la bludger.

Las reuniones del ED también estaban yendo de maravilla, cada día aprendían una cosa nueva hasta que Harry los mencionó. Los patronus. En ese momento la sonrisa de Atria desapareció y, cuando la reunión termina ese día con la promesa de que en la próxima sesión aprenderán los patronus, Atria se queda en mitad de la sala de los menesteres, quieta.

— Atria, vamos —Fred la llama, son junto a George, Ron, Harry y Hermione los últimos que quedan en la sala, pero ella niega.

— Iré luego, id saliendo —responde ella.

Todo el mundo estaba emocionado por los patronus y lo dejaron ver con los murmullos que se formaron en la sala cuando Harry lo anunció. Todos querían ver la forma que tenía su yo interior, ver el animal que podía representarles a la perfección. Atria solo quería ver a la loba de una vez, verla por fin y enseñarla orgullosa, a pesar de que podrían relacionarla con ella misma.

— Me quedo con ella —susurra Harry a todos, viendo como Atria se queda mirando las fotos que tienen colgadas en una de las paredes. Se acerca lentamente hacia su hermana hasta que oye la puerta cerrarse y ella suspira.

— No merecían morir —susurra, mirando fijamente a Cedric. A él le gustaría todo esto, sería divertido verle emocionado en las reuniones, al lado de Cho y discutiendo alegremente con Julie. Ver como ambos se batían en duelo y Cho no dudaba en apoyar a Julie para molestar a Cedric. Todo podría haber ido tan bien.

Atria pestañea para evitar que las lágrimas salgan. Pensar en Cedric sigue sacando las lágrimas, probablemente siempre lo haga, así que desvía la mirada a otra foto. La Orden del Fénix original, donde sus padres miran alegremente a la cámara. No sabe que es peor, si ver sus sonrisas o ver como su madre está al lado de su padre, ambos dados de la mano. No era justo, no era nada justo que estuvieran muertos y Atria no duda en girarse para abrazar a Harry.

— Les echo de menos —susurra mientras nota como se le llenan los ojos de lágrimas—. No es justo. ¿Por qué tenemos que estar haciendo esto? ¿Por qué no podemos ser normales, Harry? Yo solo quiero poder volver a casa en las vacaciones con mamá y papá, llevar a Fred a casa y que Remus y Sirius vengan y se queden toda la noche y que Peter...

Pero se calla. Peter no merece nada. Peter se puede pudrir en el infierno. Pero también duele pensar en Peter porque no había dejado de ser un amigo. Uno más de la familia.

— Lo sé, y sé que no es lo mismo, pero... ahora están Remus y Sirius esperando en casa, ¿no? Y tienes a los Weasley y...

— Y a ti que no te puedo sacar de casa de los tíos, ¿no? ¿No es maravilloso? Estúpido Dumbledore —lo último lo susurra, sabiendo como su hermano tiene en demasiada estima al director. Atria no lo entiende porque él no ha hecho nada por él. A parte de abandonarle en una casa abusiva—. ¿Cómo lo haces?

— ¿El qué?

— Tu patronus, ¿cómo lo consigues? No lo entiendo.

— Solo me sale, no lo sé, Atria.

Los dos guardan silencio y vuelven a mirar las fotos. Sus padres siguen mirándolos, felices, ajenos a lo que les esperaba tan solo unos meses después. Sirius y Remus también miran a la cámara sonrientes y Atria se da cuenta como buscan la mano del otro, intentando que no se note en la foto, pero vaya que si se nota porque cuando ellos sonríen de oreja a oreja es porque sus manos se han encontrado por fin.

— ¿Cuál crees que sería el patronus de Cedric? —dice Atria de la nada, cambiando de foto. Quiere evitar mirar a Peter, que también sonreía en la foto junto a sus amigos. Traidor.

— No lo sé, no le conocía tanto. ¿Tienes alguna idea?

— Creo que un perro le iría bien —murmura ella y Harry decide pasarle el brazo por los hombros suavemente. No cree que esté preparada para oírle hablar, pero no parece un mal momento.

— Cedric quería que trajera el cuerpo hasta Hogwarts —empieza a decir y Atria se gira para mirar a su hermano, que no aparta la mirada de la foto—. Quería que les dijera a sus padres que los quería muchísimo. También quería que hablase con Cho y le dijera que también la había querido y que había sido la mejor compañera del mundo. Como te imaginas, no he sido capaz de decírselo a Cho.

Atria no puede evitar reírse con ello y Harry también lo hace, recordando la cita. Quizá hubiera sido un buen momento para decirlo.

— Me hubiera gustado verte como intentabas decirle eso a Cho —Atria no sabe en qué momento las lágrimas han empezado, pero ahí están. Y no van a parar.

— También quería que hablara con Julie, pero tampoco he sido capaz —continua Harry—. Me dijo que era la mejor amiga que uno podía tener, y me dejó bien claro que tenía que decirle que ni se le ocurriera dejar de ir por la sala común porque el ya no estuviera. Y que siguiera haciendo las rondas de prefectos.

— Tenías que habérselo dicho en septiembre porque Julie sigue sin pisar su sala común, no sé como lo ha hecho para encontrar una forma de llegar a su habitación sin pasar por ahí.

— También me dio unas disculpas para Mara, también por dejarla sola como prefecta. Y a Zack e Isaac que les dijera que no utilizaran su cama para llevar a cualquiera, supongo que esos son sus compañeros de habitación —no sabe cómo decírselo, no cuando esto último le ha hecho reír tanto—. También me dijo algo para ti.

— No quiero oírlo —dice ella rápidamente y quiere salir corriendo, pero Harry la coge de la mano antes de que se vaya—. No, no quiero saberlo, Harry, dame esa opción.

— Mamá y papá también me dijeron que están muy orgullosos de ti —responde en cambio—. Papá dice que tienes que molestar aún más a Snape, mamá que te comportes en las clases hasta séptimo y que entonces te vengues. No le hace mucha gracia como nos trata a todos o algo así, quiere que te vengues y cito sus palabras "por como trata a Harry, por el odio que te tiene a pesar de que eres claramente superior a él y por como trata al pobre Neville".

— Oh, me vengaré antes de irme del colegio —murmura, riéndose a pesar de las lágrimas que no dejan de salir y abraza fuertemente a Harry.

— Cedric dijo que eras la mejor celestina del mundo —le susurra al oído y Atria suelta una carcajada.

— Soy horrible como celestina, estuve juntando a mi novio con una de mis mejores amigas —intenta centrarse en eso, en que Cedric decía que era una buena celestina. La idea la hace reír a la vez que llorar.

Tarda en calmarse, pero Harry está a su lado para ayudarla. Y también para llorar en su hombro. Porque recordar todo lo que pasó en el cementerio, las palabras de Cedric, las palabras de sus padres hacia ambos son demasiado para un espacio de tiempo tan corto. Se tumban en el suelo de la Sala de los Menesteres y miran el techo. Hoy parece infinito.

— Un patronus es... —Harry empieza a hablar sin darse cuenta e intenta hacer que su hermana entienda el sentimiento— es... es un abrazo de Remus en cualquier momento. O como le gritas a Sirius cualquier cosa que tiene que ver con esa misteriosa postdata que definitivamente leíste y te quejas de ella, pero en realidad te hace gracia. O como hablas de mamá y papá. Es cuando hablas con tus amigos en la Sala Común o a gritos en el Gran Comedor, entre las mesas. Es el brillo que tienes en los ojos cuando has descubierto una nueva poción que planeas lanzar en mitad del Gran Comedor porque quieres demostrar que una reportera está diciendo locuras sobre ti. Es que no te separases ni un solo momento de mi lado después de que volviera del cementerio, que vinieras todas las noches a comprobar que seguía vivo.

Nota como Atria se mueve a su lado, pero no ha terminado, así que busca la mano de su hermana y la aprieta suavemente. Y ella entiende que va a seguir.

— Es como te ríes cuando estás con Fred y George. Como aprovechas cualquier momento para meterte con Ron, aliada con cualquiera de sus hermanos. Es como te conectas con Ginny en el campo de quidditch y estoy deseando veros a las dos como cazadoras el año que viene. Es como saltas para abrazar a Charlie y a Bill cuando los ves y como adorabas molestar a Percy. El cómo quieres a los señores Weasley como si fueran tus terceros padres —se ha dado cuenta de todo eso. Harry Potter no es la persona más observadora del mundo, y eso lo tienen claro en todo el castillo, pero por su hermana sí que ha observado. Y sabe que le falta exactamente una cosa por decirle. Y está bastante celoso de ella, no puede evitarlo porque la persona que más conoce a su hermana es Fred y no él. Voldemort también les había quitado eso—. Es como miras a Fred cuando crees que nadie te ve, como buscas su mano cada vez que puedes o como le das un beso en la mejilla a pesar de que y, ahora te cito a ti, "te lo tirarías si tuvieras cinco minutos a solas".

Atria no puede evitar volver a empezar a reírse a carcajadas porque Harry recuerda lo que dijo en verano en Grimmauld Place. Y ahora lo utiliza para explicarle como funciona un patronus.

— Él te mira igual —Ambos se levantan del suelo y se miran, completamente en silencio. Harry por todo lo que ha dicho, Atria por todo lo que no—. Inténtalo.

Harry lo susurra y ambos se levantan del suelo. Atria saca la varita y Harry retrocede un paso. No necesita gritarlo, no necesita nada más que mirar a Harry, pensar en lo que ha dicho su hermano pequeño y levantar su varita. El humo plateado toma forma, poco a poco. Primero es una humo plateado demasiado grande y Atria juraría que se ve en el humo, que ve la loba. Pero el humo cambia rápidamente, se vuelve mucho más pequeño de lo que es incluso ella.

— ¿Qué es eso? —se le escapa a Harry al ver al pequeño bicho que se mueve por toda la sala. Hasta que a Atria se le cae la varita y desaparece.

Harry mira a su hermana, que parece estar congelada en el sitio. De golpe se lanza contra Harry, le abraza y sale corriendo, con una gran sonrisa. A Atria no le importa haber dejado a su hermano confuso en la sala de los menesteres o haber dejado su varita tirada en el suelo, no, tiene algo mejor que hacer. Algo que tenía que haber hecho hace meses. No, hace años. Había sido tan boba, ¿cómo no se había dado cuenta antes si eran tan obvios?

Cuando llega a la sala común de Gryffindor solo le busca. Y, como siempre, está con George, Lee y el grupo de niños que tienen contratados para que prueben algunos de los productos de Sortilegios Weasley. No se molesta en decir nada, solo llega, le coge de la mano y tira de él escaleras arriba, hacia su habitación. ¿Cómo no ha podido hacerlo antes? ¿Por qué nunca dice las cosas?

— ¿Qué es lo que pasa, Atria?

Sí, no puede esperar más. Están todavía a dos pisos de la habitación del chico, pero a Atria le importa poco. Un armiño. Su estúpido patronus, el que nunca le había salido, es un armiño. Es tan divertido que sea un tipo de comadreja. Así que se para en mitad de la escalera.

— Te lo iba a decir en la habitación, pero da igual. Te quiero. Te quiero, te quiero, te quiero —con cada te quiero no puede evitar darle un beso en la cara. Y otro más.

— ¿Estás hablando en serio?

— Como nunca.

En el fondo, agradece estar en las escaleras porque es mucho más sencillo estar a la misma altura que Fred. En parte se arrepiente de no haber esperado a llegar a la habitación porque, con el historial que tenían, era sencillo que alguien apareciera y les estropease ese primer te quiero como les habían estropeado tantos intentos de besos.

Atria pensaba que no estaría nerviosa, pero lo está y eso que ya se lo ha dicho. El impulso que la había hecho correr hasta la sala común es sustituido por un corazón acelerado, por una risa nerviosa y por una extraña sensación en el estómago. Pero no hay tiempo de echarse atrás, no, nunca lo ha habido, y ahora menos porque se lo ha dicho. Así que agradece estar un escalón delante porque es realmente sencillo besar a Fred de esa forma, a pesar de que aun así se tiene que poner de puntillas. Al principio Fred parece seguir estando sorprendido, pero es apenas una milésima de segundo. No tarda en coger a Atria por la cintura y ambos sonríen en mitad del beso.

— Te quiero muchísimo, Atria —susurra Fred y en respuesta Atria vuelve a besarle. Sí, han sido muy tontos todo este tiempo.

— Y yo a ti —le susurra de vuelta y empieza a reírse antes de volver a acercase para besarle. 

Hasta que oye el carraspeo.

Harry está unos escalones más abajo, un poco rojo y con la varita de Atria en la mano. Mira al suelo, como si hubiera visto algo que no debía y Atria no puede evitar reírse.

— Solo es un beso, Harry —le dice, pero su hermano niega.

— No he visto ningún beso, solo como... —y baja tanto la voz que ninguno de los dos le oye.

— ¿Qué?

— Que solo he oído como... —y otra vez. Tanto Fred como Atria ponen los ojos en blanco y Atria se separa unos segundos de Fred para coger su varita.

— Vamos, Harry, ¿qué es lo que dices que has oído? —a Fred le parece realmente divertido ver como el chico vuelve a mirar al suelo y se mete las manos en los bolsillos cuando Atria coge su varita.

— Oh, los dos lo sabéis —acaba diciendo y los mira. Fred abraza a Atria por la espalda, agachándose para apoyarse en el hombro de la chica y ella le está dando la mano mientras que apoya suavemente su mejilla contra la del pelirrojo—. Me alegro por vosotros.

— Oh, que bonito —Atria finge que se limpia una lágrima y Fred aprovecha para abrazarla más fuerte.

— No llores, cariño, Harry por fin acepta lo nuestro, esto es mucho mejor que los gritos de Grimmauld Place —oh, sí, avergonzar a ambos hermanos por los gritos que ambos dieron es mucho más divertido—. Aunque hubo uno que no me desagradó.

— No quiero saber lo que haces con mi hermana.

Y Harry se va, con un tono rojo que rivaliza con el pelo de los Weasley y Atria y Fred estallan en carcajadas en las escaleras. Es tan divertido meterse con Harry. Y más ahora que parece que por fin no parece tan molesto con la idea de que Fred sea parte de su familia.

— Ven, quiero enseñarte algo —se gira para mirar a su novio y él solo levanta las cejas, pero Atria pone los ojos en blanco—. Ya has visto todo, no es nada de eso.

— Bueno, había que probar —lo dice claramente de broma, pero Atria aprovecha que está agachado para rozar sus labios. Se queda tan cerca que nota perfectamente como Fred respira y como va a inclinarse para besarla. Pero ella retrocede—. ¡Oye!

— Ja, te aguantas —suena bien la idea de sacarle la lengua hasta que él decide que no le importa mucho y aprovecha para besarla.

— Así que... me quieres —con cada palabra que dice el chico sus labios se rozan y Atria no puede evitar suspirar.

— ¡No os cortéis, que monos!

— ¡Alicia!

Todos llaman la atención de la chica, que intenta escapar de todos ellos. Y cuando se dice todos, es todos. George y Lee eran los que estaban más adelantados, apoyados en el borde de la pared intentando mirar. Angelina, Alicia y Katie hacían lo mismo, pero desde el suelo, mientras que las primas O'Brien habían optado por ser mucho menos discretas y solo estaban en mitad de las escaleras, riendo.

— ¿De verdad?

— Bueno, si decidierais besaros delante de la gente, como las personas normales no tendríamos que ir escondiéndonos por las esquinas, ¿sabéis cuánto llevo esperando por veros juntos? ¡Años! Lo repito por si no os ha quedado claro, ¡años!

— Sí, bueno, George, quizá si no hubieras interrumpido una vez...

— ¿Eso es en serio? —Fred no termina de creerse eso porque entonces los cálculos que ha estado haciendo, pensando en todo lo que podría haber sido, vuelven a cambiar—. ¿Desde ese julio?

— Desde ese julio —confirma Atria.

Todos protestan, intentando entender a qué se refieren, pero ninguno de los dos habla. Así que deciden pasar al plan inicial que tenían para esa noche, una pequeña fiesta. Los últimos años las habían dejado completamente de lado, no sabiendo muy bien por qué, teniendo en cuenta que antes siempre se reunían para ellas. Luego llegaron los exámenes, las ganas de ser responsables, muchos entrenamientos de quidditch y Atria no iba a negar que era probable que se hubiera perdido muchas de las fiestas de su cuarto curso por el miedo a que la pillasen con sus lagunas de memoria. Y luego, el curso pasado con todo lo del baile de Navidad y que Fred estaba con Angelina... pues tampoco había querido ver eso. Pero ahora estaban juntos y eso era lo que importaba.

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Los armiños son tipos de comadrejas y juro que le hice un test a Atria para ver cual era su patronus. Y probablemente si lo hubiera conseguido a los catorce años sería una loba, pero lo ha conseguido a los dieciséis y siendo plenamente consciente de sus sentimientos ups. Ah, y no tiene porqué coincidir el patronus y la forma animaga, por si os lo preguntáis. Lo normal es que coincidan, sí, pero en ningún lado está escrito que tengan que ser la misma je.

Mil gracias por leer, comentar y votar. Mil gracias por todo el cariño que le estáis dando a Atria.

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