Cap. 26 |Until the very end|
NO PUEDO RESPIRAR, SOLO PUEDO OÍR LOS ALOCADOS LATIDOS DE MI CORAZÓN INTENTANDO PELEAR CONTRA EL VENENO QUE AHORA CIRCULA POR MIS VENAS. Los ojos se me llenan de lágrimas, pero no me permito derramar ni una sola gota y en vez de eso, doy bocanadas en busca de aire en contra de todo.
Isaac aparece a la vista cuando la niebla del dolor se aclara un poco y sólo entonces me doy cuenta de que me está quitando el dolor.
—Estás bien, estás bien —murmura Isaac, todos los demás sonidos a nuestro alrededor explotan mientras vuelvo a recobrar mis sentidos.
Escucho los rugidos de Derek, gritando mi nombre, y a Allison llorar incontrolablemente. Giro mi cuerpo hacia el sonido lo mejor que puedo, haciendo una mueca de dolor, y veo el rostro atónito de Argent y a Scott parado a unos metros de mí con la cabeza inclinada.
—No intentes hablar —me dice Isaac mientras presiona una mano sobre la herida y el dolor me vuelve a cegar, pero en cuanto llega, se va. Él sigue quitando mi dolor.
No debería hacerlo. Isaac también siente dolor.
—¿Por qué lo hiciste? —dice Argent, observándome antes de fijarse en su padre.
Y yo me doy cuenta de la pistola en manos de Gerard, sus ojos fijos en mí.
—Es la Beta más leal de Derek —responde el anciano, por primera vez en toda la noche sonando serio—. Reconozco a una guerrera cuando la veo y era claro que la señorita Hathaway no iba a ceder sin dar batalla. Así que he tomado mis precauciones.
—Isaac... —El chico sacude la cabeza, pidiéndome que deje de hablar, pero no puedo—. D-Derek. A-ayúdalo. Por f-favor...
Cerca de nosotros, Allison se zarandea furiosa entre las garras del Kanima.
—Pagarás por esto, maldito bastardo.
—Probablemente —Gerard se encoge de hombros—. Pero por ahora... ¿Dónde estábamos, Scott?
Mi amigo retoma lo que estaba haciendo y arrastra a Derek hacia Gerard.
¡Por favor! ¡Alguien que lo ayude!
—Scott, no —le suplica Derek entre gruñidos—. Sabes que me matará después, se volverá el Alfa...
—T-tienes que... d-detenerlo...
—No puedo —gruñe Isaac, arrancando parte de mi blusa para hacer más presión en la herida—. Morirás si te dejo.
—Derek t-también... si no hacemos a-algo...
Derek no puede morir.
No puede.
No sé qué será de mí si lo hace.
—Es cierto, sí te mataré —dice Gerard con un orgullo que solo me provoca ganas de llorar—. Pero creo que él sabe eso, ¿cierto, Scott?
No, Scott no lo sabe porque Scott no piensa en las consecuencias. No piensa en el mal que vendrá después.
—Sabe que el premio final sería Allison. Scott sabe que si hace esto para mí, ellos podrán estar juntos.
Scott la mira.
Allison.
Scott está haciendo esto por Allison. Para estar con ella. Con ella.
¿Acaso está dispuesto a crear a una máquina de muerte que luego nos matará a todos sólo para estar con ella?
¿Acaso Scott sabe que mientras él consigue todo su mundo, yo pierdo el mío?
—No se puede competir con el amor juvenil —Gerard sonríe.
Eso no es amor.
Es manipulación.
—Y Derek es el único que no encaja aquí.
Mentiras. Por supuesto que Derek pertenece aquí.
Si hay algo en lo que encaja, es conmigo.
Y no voy a perderlo ahora.
Gerard se quita la chaqueta para remangarse la camisa del brazo derecho, exponiendo su antebrazo. Con lágrimas corriendo por mi rostro, me arranco de los brazos de Isaac y me arrastro hacia Derek. La sangre brota de la herida, explota en mi boca y me ahoga, pero no dejo que eso me detenga.
—¡Derek! —grito, empezando a forcejear cuando Isaac me arrastra de regreso—. ¡NO! ¡DEREK! ¡PELEA, POR FAVOR! ¡DER, POR FAVOR!
—¡Clark, estás perdiendo sangre! ¡Por favor!
Pero él gira la cabeza y me mira. Me siento entumecida, pero el mundo se concentra en Derek mientras me da una pequeña sonrisa. Una sonrisa triste.
Está bien, dice a través del vínculo.
Empiezo a gritar de nuevo.
Derek nunca aparta sus ojos de mí mientras Scott lo agarra por la nuca, tira de su cabeza y lo obliga a abrir la boca, sus colmillos largos y afilados a la vista. Gerard se acerca y coloca su antebrazo en la boca de Derek.
Mi Alfa lo muerde entonces.
Gerard grita, un alarido que probablemente retumba por todo el lugar a pesar de ser humano mientras me dejo apoyar el peso entero de mi cuerpo en Isaac, no queriendo ver ni querer escuchar nada más.
—Abre los ojos, Clark. Quédate conmigo, vamos —gruñe Isaac—. ¡Argenta, ayuda!
Cuando lo hago, lo que me espera no es algo que anticipaba.
De los orificios de la mordida de Gerard empieza a salir sangre, pero no cualquier sangre, sino sangre negra el cuerpo del cazador rechaza la mordida.
Gerard no se transformará. Nunca.
—¿Qué es esto? —exclama él. Fija los ojos en Scott con furia—. ¿Qué me has hecho?
—¿Tienes el antídoto contigo? —le pregunta Isaac a Argent con urgencia.
—No, no tengo uno —gruñe el hombre mientras trabaja rápidamente para crear torniquete alrededor de mi estómago—. Pero tenemos que sacarla de aquí ahora.
Aunque no estoy prestando atención. Mi única atención está en Scott mientras él me mira a mí y luego a Derek arrodillado a sus pies.
—Gerard siempre tiene un plan —dice—. Pero yo también tengo uno.
Gerard rebusca algo en sus bolsillos con desesperación, murmurando incoherencias, para sacar un frasco circular plateado, abrirlo y sacar sus pastillas. Las coloca todas en su mano y las quiebra.
Las pastillas expulsan un humo azul marino, casi negro.
Dios mío, Scott añadió acónito a sus pastillas.
Increíble. Simplemente increíble.
Gerard se desploma de rodilla al suelo, completamente rendido.
Derek se pone de pie de un salto trotando hacia mí. Sonrío, cansada y con sueño.
Él está bien. Y está vivo.
Puedo descansar ahora.
Cierro los ojos mientras su fresco aroma a bosque me rodea.
Me despierto en la veterinaria de Deaton. La bala estaba demasiado profunda en mi pecho para sacarla con la mano y el acónito se había extendido a una buena mitad de mi sistema, por lo que necesitaba la ayuda de Deaton.
Derek está a mi lado cuando abro los ojos, jugando con la punta de mis dedos.
Pero recuerdo todo lo que pasó en las últimas horas y la sonrisa desaparece antes de comenzar a extenderse por mi rostro.
—Me asustaste esta noche.
Derek se anima al oírme.
—Estás despierta —suspira, cerrando los ojos por un momento mientras baja la cabeza—. Hola. ¿Cómo te sientes? ¿Tienes sed?
Tomo su muñeca y presiono mis dedos contra su pulso.
—Me asustaste esta noche —repito mirando fijamente sus ojos verde grisáceos—. Pensé que Gerard iba a matarte en ese mismo momento.
—Clark, Gerard te disparó. En todo caso, la que estaba por morir aquí eras tú.
—Pero dejaste de pelear —me siento erguida, acercando su mano a mi regazo—. Gerard te tenía justo ahí. Todo lo que tenías que hacer era levantarte y arrancarle el corazón... pero no lo hiciste. Dejaste de pelear, Derek.
—¡Lo hice por ti! —Derek se pone de pie de un salto—. Si respiraba de manera incorrecta, tú ibas a sufrir primero. Ibas a ser la primera en morir. Y no podía permitir eso, lo siento.
Sus ojos se clavaron en mí, un tormentoso mar verde. Está en conflicto, un lío de emociones que confunden las mías. No sé dónde empieza el suyo y termina el mío.
—Yo también tenía miedo de perderte —dice Derek en voz baja, como un secreto—. Pero si íbamos a morir, al menos lo haríamos juntos. No importa lo retorcido que eso suena.
—Bueno, sí hicimos una promesa de no podemos perdernos el uno al otro, así que ahí lo tienes.
Derek resopla. Sonrío y su propia sonrisa se amplía.
Nos abrazamos.
El mundo está mejor ahora.
Me cuenta que Argent llevó a Gerard a un asilo donde no volverá a ver el mundo exterior ni a ningún ser sobrenatural mientras se pudre lentamente y su cuerpo lo traiciona, rechazando la mordida.
También me dice que Lydia sacó a Jackson del trance de Kanima y que su sistema se reinició. Jackson todavía tiene partes de Kanima en él, pero ahora la mayor parte de su ser sobrenatural es un lobo.
—El bastardo consiguió lo que quería, al final —me río entre dientes mientras sopla el viento en lo que conducimos a la casa de Scott.
—Final feliz para él —bromea Derek—. A nosotros también nos fue bien. Y al final también hacemos un buen equipo.
Me vuelvo hacia él con una sonrisa de complicidad.
—Nos llevamos la contraria todo el tiempo, Der.
—Pero así funcionamos.
—Es cierto —regreso la vista a la ventana—. Así funcionamos.
No he soltado su mano desde que salimos de la veterinaria de Deaton.
Llegamos a la casa de Scott un rato después. Derek me ayuda a salir del auto a pesar de que no lo necesito, asegurando un poco más la chaqueta que me prestó.
—¿Seguro que quieres quedarte aquí hoy? Ya no tenemos comida, pero podemos pedir a domicilio.
—Está bien, todavía tengo que llamar a tía Catty para contarle todo lo que ha pasado. La ignoré un poco durante las últimas semanas —hago una mueca.
—Claro, pero al menos llámala en la tarde después de descansar. Todavía estás muy cansada.
Eso lo sé. Y me gusta cómo Derek se da cuenta de inmediato.
—Lo haré, no te preocupes —le prometo con una pequeña sonrisa—. Esperemos que me despierte, siento que podría dormir dos días seguidos.
—Entonces entra —Derek da un suave apretón a nuestras manos entrelazadas.
Sacudo la cabeza y parpadeo adormilada.
—Quedémonos aquí un rato más, ¿eh?
Derek acepta sin protestar, apoyándose en su auto a mi lado. Me reclino en él y apoyo mi cabeza en su hombro.
—Erica y Boyd están allá afuera —dice entonces—. Todavía puedo sentirlos. Están perdidos, pero podemos encontrarlos.
—Y lo haremos, Der. No descansaremos hasta que nuestra manada esté completa nuevamente.
Derek emite un sonido de satisfacción.
—Me estás llamando Der otra vez. —Me alejo lo suficiente para alzar la mirada hacia él y su pequeña sonrisa—. Pensé que eso sería algo de un día.
—Podría llamarte Der cuando quieras —digo simplemente, porque es así de simple.
—Por favor, hazlo. Extraño el apodo, ya te lo he dicho antes.
—Lo que digas entonces —mi risa es interrumpida por un bostezo.
Derek chasquea la lengua.
—Muy bien, hora de dormir —declara y comienza a acompañarme escaleras arriba hasta la puerta de entrada de Scott—. Eso sí, come algo antes de irte a dormir. Y no olvides darte un buen baño.
Asiento con la cabeza a todo lo que dice, demasiado cansada para luchar contra él.
—Y gracias de nuevo —dice él entonces—. Por luchar por mí.
—No hace falta que me lo agradezcas —le digo sinceramente mientras lo enfrento—. Siempre lucharé por ti, Der. Hasta el final.
Derek busca algo en mis ojos.
Todo lo que encontrará es mi honestidad, mi lealtad hacia él. Mi cuidado y mi amor por él.
Porque realmente no soy nada sin Derek.
Es una verdad difícil de negar, cómo todo lo que soy se lo debo a él, así que ya no lo hago más. Perderlo significa perder una gran parte de mí y la mera idea me hace apretar un poco más su mano en la mía.
—Hasta el mismísimo final —promete Derek. Y asegura el juramento con un beso en mi mejilla.
La sensación persiste el resto de la mañana, y mientras me acuesto en la cama lista para dormir, lo único que puedo pensar es en cuánto deseaba que besara mis labios.
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