Cap. 22 |Broken pack|

—¿QUIEREN DEJAR LA MANADA?

Es como la calma antes de que la bomba explote. En un segundo, todo está bien y en el otro, se genera el caos.

Derek observa a Erica y Boyd desde donde está recostado de la encimera de la cocina mientras los Betas permanecen al otro lado de la habitación separados por la mesa del comedor.

Y nunca he visto a Derek tan molesto.

—No me hagan repetir la pregunta otra vez —dice él entre dientes, aunque su postura es relajada, serena.

La calma letal de un Alfa.

—Sí, eso queremos —afirma Erica. La voz le tiembla, pero admiro como no se deja intimidar por Derek.

Estúpido, pero admirable.

—¿Boyd? —pregunta Derek—. ¿Qué hay de ti? ¿También quieres irte de la manada?

—Sí, ya no quiero formar parte de esto —asegura él, pero su lenguaje corporal dice lo contrario.

Boyd se muere de miedo.

—¿Estás seguro? ¿No estás siguiendo a Erica simplemente porque ella parecer estar a cargo?

—Boyd tomó una decisión —interviene ella, enojada—. ¡No lo manipulé ni le ensucié la mente con simples historias como tú!

—¡Silencio! —rugió el Alfa y apuntó a Erica con un dedo—. Le estoy hablando a Boyd, Reyes. Este es el momento donde te callas y escuchas.

Erica me mira entonces, exasperada. Sus ojos imploran una súplica, que intervenga, pero no hay nada que pueda hacer ahora mismo.

—Boyd. Te espero.

—No estamos a salvo aquí, Derek. Ellos no nos dejan existir —le dice el más joven de los Betas y su expresión es tortuosa y llena de impotencia—. Me cansé de todo esto, Derek. No pensé que sería así y tampoco quiero que sea así.

—Se los advertí —replica Derek y se cruza de brazos—. Cuando les ofrecí la mordida a ambos, se los advertí. Les advertí que sería duro, que ser un hombre lobo no es como lo muestran en las películas y que hay personas que detestan lo que somos. Se los advertí y aún así aceptaron la mordida.

Boyd agacha la mirada, avergonzado.

—Lo sé y lo siento por eso. Pero me iré. Y Erica también.

Confusión es lo que siento a través de mi vínculo con Derek. Confusión, desesperación y... traición.

Y no sé cómo aliviarlo.

—He hecho todo lo posible para mantenerlos a salvo. Les he ofrecido un techo y un lugar donde quedarse si sus familias no los querían. Les he enseñado cómo luchar, cómo transformarse y cómo actuar cuando se avecina una amenaza. Les he dado todo lo que tenía para dar —añade Derek con un resoplido incrédulo—. ¿Y quieren irse después de todo?

—¡No es suficiente! —exclama Erica con ojos llorosos.

Y puedo sentir qué tan duro Derek siente el golpe. Cuánto lo destruye.

—¿Cómo te atreves? —interrumpo y me aparto cuando Derek trata de hacerme retroceder—. ¿No es suficiente, dices? ¿Qué diablos estabas esperando, entonces? ¿Emboscar a los Argent y matar a cada uno de sus cazadores?

Erica alza el mentón, retándome con la mirada.

—Es exactamente lo que deberíamos hacer.

—Estaríamos muertos antes de siquiera pisar su guarida.

—¡Te tenemos a ti para eso! —chilla Erica—. ¡Eres una maldita bomba andante! Puedes incinerarlos a todos con tal solo un pensamiento.

—¿Eso es todo lo que crees que soy? ¿Un arma para usar? —le pregunto, sintiendo los pinchazos de la traición en mi propio corazón.

—¿Acaso no es eso lo que somos? —Erica fulmina a Derek con la mirada—. ¿Solo medios para un fin para ti?

Derek interviene.

—Si alguna vez te hice sentir de esa manera, lo lamento mucho. Nunca quise que te sintieras así y se lo digo a ambos —Derek observó a los dos Betas—. Pero dejar la manada... Es demasiado peligroso, chicos. Es una muerte certera.

—Tomaremos el riesgo —decide Boyd, determinado a pesar de que sus ojos dicen lo contrario.

Se crea una pausa y... simplemente no lo puedo creer.

Conozco a Boyd desde que entré a la secundaria y el chico no es del tipo que se rinde fácil. Está en el campamento militar de la escuela, por Dios, y es una estrella en ascenso. Lo único que hizo Derek fue moldear y perfeccionar lo que Boyd ya tenía. Y Erica...

Yo la hice. Derek me la entregó luego de morderla y yo la desarrollé.

Erica llegó a nosotros rota, atemorizada y con un profundo odio al resto del mundo por haber sido pisoteada, detestada y repudiada por su enfermedad. Su mente era tan pequeña que tenía un pobre visión del mundo en general. Yo cambié todo eso.

Tomé cada pieza rota de su corazón, lo lancé a la forja y la ayudé a crear un corazón nuevo, uno más feroz, compasivo y justo. Tomé su débil cuerpo y lo llené de fuerzas y músculos resistentes, y tomé su maraña de emociones para ayudarla a desenredar el nudo.

¿Todo eso para nada?

No lo creo.

No los dejes ir, le digo a Derek a través del vínculo. Eres el Alfa y es tu deber protegerlos. Si los dejas ir, serán presa fácil.

Los estaría privando de su derecho a elegir, objeta él. No puedo hacerles eso, Clark.

A veces tienes que sacrificar cosas por el bien de tu manada, le recuerdo. Esta es una de ellas, justo en este preciso momento.

—Les niego su petición para irse —decide el Alfa entonces—. Se quedarán en esta manada hasta que se resuelva el problema de el Kanima y los cazadores. Solo entonces consideraré la petición.

—¿Petición? ¡No te pedimos nada! —exclama Erica y Boyd actúa rápido para evitar que se lance contra Derek—. ¡Elegimos irnos de aquí!

—Y yo se los prohíbo.

Los ojos de Erica brillan en dorado.

—¡No puedes hacer eso!

—Esta será la última vez que te pones en mi contra, Reyes —Derek la apunta con un dedo—. Hagan lo que digo y les prometo que consideraré esto cuando todo se calme.

Ella se somete. Erica trata de pelear contra la orden del Alfa, pero como yo, es demasiado para ella y Erica se rinde.

Ella pisotea el camino entero hacia su habitación, estrellando la puerta al final. Boyd, mientras tanto, fulmina a Derek antes de decidir esconderse en su habitación también.

Isaac, quien ha estado observando todo desde el comedor mientras trataba de almorzar, se levanta de la silla y sale de la guarida.

—Ve con él —dice Derek.

Ahí está el agotamiento otra vez, el dolor tan visible en sus ojos, y lo odio. Odio saber lo que lo provoca y no saber cómo arreglarlo.

—Derek —susurro y me acerco para... ¿Para qué?

¿Abrazarlo, tomarle la mano, decirle que todo estará bien?

—Ve con él —repite él nuevamente, esta vez suplicando con los ojos—. No puedo perder a Isaac también. Por favor, Clark.

Se siente mal verlo suplicar así. Fuera de lugar. Algo imposible.

Y lo odio también.





Scott sabe que ando buscando a Isaac y me dice que está con él en la veterinaria. El chico se siente traicionado por Scott cuando me aparezco allá, pero rehúso a irme y en cambio le exijo una explicación.

Isaac me dice que Erica y Boyd piensan irse de la manada de todos modos.

Esta misma noche.

Me cuenta que anoche, mientras daban un paseo, Erica y Boyd escucharon miles de aullidos y creyeron que se trataba de una nueva manada. Tratarán de alcanzarlos y unírseles antes de que caiga la noche para no convertirse en Omegas y ser blancos fáciles para Gerard.

—Y Derek no sabe nada de esto porque llevan planeando todo por el celular —le reprimo, molesta.

Isaac se encoge de hombros.

—Solo te digo lo que sé —dice él.

—¿Entonces por qué me lo cuentas si sabes que los voy a delatar con Derek?

—Porque eres su mano derecha y hace todo lo que digas.

—Eso no es...

—Rechazar la ida de Erica y Boyd fue idea tuya —replica Isaac, observándome fijamente—. Derek te escuchó y les prohibió irse. Él te escucha cuando lo aconsejas... y ahora yo te pido un consejo.

—¿Por qué?

—Porque confío en ti. Confío en ambos —Isaac inclina la cabeza hacia Scott.

—¿Por qué? —le pregunta mi amigo esta vez.

Isaac se encoge de hombros nuevamente y suspira.

—Porque siempre están intentando hacer lo correcto.

—Casi nunca sé lo que estoy haciendo —Scott arruga la cara en una mueca—. De hecho, no tengo idea de lo que hago todo el tiempo.

—Vete a decirle algo nuevo al chico, Scott. Ese cuento ya Isaac lo sabe.

—Cállate, Hathaway.

Pero no me río al ver la expresión de Isaac, añorante y tortuosa.

—¿Quieren decirme que van a hacer ahora? —nos pregunta e inmediatamente supe por qué.

Isaac está pensando en irse con Boyd y Erica.

Justo lo que Derek no quiere.

Debo admitir que algo se me quiebra por dentro.

—Sabes que no puedo irme aunque quisiera —admito en voz baja y me esfuerzo por regalarle una sonrisa—. Derek es... Derek. Y sí, soy su mano derecha, pero eso es lo de menos. Beacon Hills es nuestro hogar y nos necesita más que nunca.

—Y yo no pienso ir a ningún lado —Scott se encoge de hombros—. Hay muchas personas que dependen de mí y yo de ellos. Les estaría fallando si me voy.

Isaac agacha la mirada a sus pies.

—Supongo que tengo suerte —dice él—. Porque... yo no tengo a nadie, así que no tengo que preocuparme por esas cosas.

—Eso no es cierto —intervengo—. ¿Cómo se supone que vaya a lidiar con Derek yo sola si te vas?

Pero no era lo correcto a decir. Isaac se aparta y se aproxima a la salida.

—Sabes que no tienes que irte con ellos, ¿verdad? —me apresuro a detenerlo—. Podemos resolver esto, no como manada, pero juntos. Podemos hacer esto juntos.

Y duele. Duele tanto que por un segundo no entiendo de dónde viene. Hasta que por fin lo comprendo.

Es el vínculo de la manada quebrándose.

El hilo que nos une a todos con el otro, quebrándose hebra por hebra, poco a poco. Y duele.

—Isaac, por favor —le suplico, ahora con ojos llorosos. Lo tomo de las manos y lo obligo a mirarme—. No hagas esto, ¿sí? No se vayan.

Los extrañaré. Los extrañaré a todos.

—Buena suerte con el juego de hoy, Scott —le dice Isaac, pero sus ojos están fijos en los míos.

Me voy, quiere decir.

No puedo reprimir el sollozo que se me escapa y asiento con la cabeza, aceptándolo, dando un paso hacia atrás.

—Gracias —le dice Scott y las ganas de llorar se vuelven urgentes cuando siento su mano presionarme la espalda baja a modo de apoyo—. Pero esta vez me quedaré en casa, no iré al partido. No creo que este juego sea tan importante, no con todo lo que está pasando ahora mismo.

—No fuiste a la práctica de hoy, ¿cierto?

—No, ¿por qué?

—Entonces aún no lo sabes.

Alzo la mirada entonces, sin importarme las lágrimas que me corren por las mejillas.

—¿Saber qué, Isaac? —le pregunto.

—Jackson fue a la práctica.

Scott y yo intercambiamos miradas.

—¿Hablas en serio?

—Él solo fue como si nada pasara...

—Entonces Jackson jugará esta noche —digo, volviéndome hacia Scott—. Y es muy probable que alguien muera también.





Despierto de golpe con un grito atorado en la garganta y bañada en sudor, pero siento mi cuerpo relajarse al inhalar el aroma a bosque fresco de Derek.

—¿Estás bien? —pregunta él en voz baja aunque somos los únicos en mi habitación.

Y los únicos en la guarida entera.

—Ya estoy despierta —suspiro y me tallo el rostro con una mano—. ¿Qué hay de ti? ¿Cómo estás?

Pero no hace falta que responda. Ya sé cómo Derek se siente respecto a todo esto.

—Deberías alistarte ya, el juego comienza en dos horas —dice él mientras se incorpora de la cama—. Yo me quedaré para...

—Lo sé —asiento.

Derek se quedará para ver si los chicos regresan.

—Pero mantenme al tanto. Con Gerard y Jackson juntos, no quiero que...

—Confía en mí —le dedico una pequeña sonrisa—. Puedo con esto.

¿Pero qué hay de él? Después de todo lo que ha pasado, ¿podrá Derek hacerlo?

Lo hará.

Te asegurarás de ello.

Así que me preparo para el juego e ignoro a Derek sentado junto a la mesa del comedor, mirando hacia la puerta principal en silencio mientras salgo. Nuevamente le prometo que las cosas mejorarán, pero no recibo respuesta. Mi corazón se rompe un poco más, pero también lo ignoro.

Y finjo que el tirón en mi estómago no está ahí.

Scott y Stiles están en la banca esperando a que el juego comience cuando llego. Me siento con ellos, el ambiente es tenso y lo detesto.

—Esa noche en la comisaría vi a Matt golpear a mi papá —dice Stiles entonces, hablando por primera vez en un rato, y nosotros escuchamos con atención—. Lo vi y estaba ahí, tirado, sin poder moverme.

Stiles siente rabia, impotencia, dolor. Culpa.

—Sólo... sólo quiero ayudar, ¿entienden? —suspira él—. Pero yo no puedo hacer lo mismo que ustedes, no puedo...

—Y eso está bien, amigo —le asegura Scott—. Mejor todavía, incluso.

—Exacto. Para ayudarnos no necesitas ser como nosotros —le digo y una pequeña sonrisa se asoma por mis labios—. La mejor arma que tienes es esto de aquí —toqueteo su sien—. Tu mente nos ha salvado de muchas y es tu mejor arma.

—No necesitamos un Stiles como hombre lobo. Necesitamos la mente de Stiles —Scott también le sonríe—. Necesitamos a nuestro amigo.

—Y si tenemos a nuestro Stiles, estamos más que satisfechos.

Él no dice nada por un rato, pero luego...

—Okey —acepta Stiles—. Está bien. Gracias, chicos.

Y yo suspiro porque esta vez las palabras sí funcionaron.

Pero Isaac...

—Estamos perdiendo, chicos —resopla el hijo del sheriff otra vez.

—¿De qué diablos hablas, muchacho? ¡El juego ni ha empezado! —Los tres brincamos del susto cuando el entrenador se asoma entre Scott y yo—. Stilinski, ponte el casco y sal, vas a sustituir a Greenberg.

La mandíbula se me cae al suelo.

—¿¡Qué!? ¿Qué le pasó a Greenberg? —exclama él, alarmado.

—¿Qué le pasó a Greenberg? Greenberg es horrible. Tú eres... menos horrible que él.

—¿Voy a jugar? ¿En el campo? ¿Junto al equipo?

El entrenador afirma con la cabeza.

—Síp. A menos que prefieras jugar tú solo...

—Eso ya lo hice dos veces hoy.

Oh.

Oh...

—¡Okey, yo me voy! —digo rápidamente e ignoro la carcajada de Scott.

—¡Clark!

Alzo la mirada, parpadeando un par de veces contra la intensa luz de los faroles de la cancha. Luego sonrío al ver a James, el chico de la fiesta de Lydia, y subo las gradas hacia donde él está.

—¡Hola! —le digo animada—. ¿Hoy no vas a jugar?

—No, me salí del equipo —James me da un empujón juguetón—. Digamos que al entrenador no le gustó.

—Ah, eso explica por qué quería poner a Greenberg en el campo hoy.

—¿El entrenador quería reemplazarme por Greenbergs?

Me río con ganas.

James y yo vitoreamos al equipo cuando el juego está por comenzar y él me ayuda a darle ánimos a Stiles. Cantamos el himno nacional, los equipos se saludan y cada quien va a sus posiciones. Luego el juego empieza.

Mientras tanto, James me cuenta de las ocurrencias de su hermana menor y como casi se robó un libro de librería porque su papá no se lo quiso comprar. Luego, James me pregunta por Melissa y el padre de Stiles, pues se enteró que Matt los mantuvo como rehenes cuando tomó posesión de la estación.

—Están bien, algo marcados, pero bien —le digo con sinceridad y le sonrío—. Gracias por preguntar.

James corresponde el gesto, pero no paso por alto cómo sus ojos hacen una pausa en mis labios.

—¿Me escuchan, chicos?

Me quedo paralizada en mi lugar.

Entonces sí me pueden oír —suspira Gerard Argent con suficiencia y puedo sentir su horrible sonrisa desde aquí—. Pongan atención, porque vamos a animar un poco este partido.

Problemas. Es lo único que implica.

—Si ninguno de los dos no me ha entregado a Derek para cuando el tablero del reloj marque los últimos treinta segundos, Jackson matará a alguien.

Mis ojos van directamente hacia Scott y lo veo dedicarme una mirada de reojo, tan enojado como yo.

—Díganme, chicos, ¿quién morirá esta noche? —canturrea Gerard desde el otro lado de la cancha—. ¿Será tu madre, Scott, quien valientemente vino a apoyarte? ¿El alguacil, el padre de su mejor amigo?

No puedo evitar mirar a ambas personas y el miedo que me provoca verlos muertos me descontrola un poco y hace chisporrotear el fuego en mi interior.

—¿Qué hay de la bonita pelirroja que sobrevivió a la mordida de un Alfa? ¿O quizás el lindo humano que está a tu lado, Clark?

Lydia.

Y James.

Busco a Lydia sin creerme que ella estaba aquí, pero el alma se me desliza fuera del cuerpo cuando la veo teniendo una animada conversación con Melissa. El corazón me late con fuerza y la presencia de James a mi lado se vuelve más intensa, y yo sin pensarlo busco su mano, entrelazando mis dedos con los suyos y sujetándolo con fuerza.

Sus ojos sobre mí son como un peso sobre mis hombros y trato de no temblar cuando siento su repentina sorpresa y lo mucho que le agrada el gesto.

Trato de no imaginarlo muerto, así como peleo para ahuyentar la idea de mi mejor amiga enterrada tres metros bajo tierra.

—Está en sus manos, chicos. En tus manos, Scott. Pero al final me ayudarán a deshacerme de Derek, porque si no, Jackson partirá a alguien a la mitad en plena cancha y bañará a todos en sangre.

Estoy enamoradisima de James, perdónenme. PERO ES QUE ES PERFECTO, AH. Esos dos son mi nuevo ship, aunque mi corazón le pertenece a Clerek, Clames (Clark y James) son mi nuevo otp 😍

#SorryNotSorry

Y qué piensan ustedes? Les gusta James?

Pd: para los que no recuerdan quién es James, vayan al capítulo 16 y 17 y ahí se darán cuenta de quién es 😏

Love,

Wolf Queen

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