Cap. 21 |Weapon of revenge|
ME DESPIERTO CON UNA SUAVE LUZ QUE SE FILTRA ENTRE LAS PERSIANAS, un hogar tranquilo y una habitación llena de calidez, una sensación de plenitud instalándose en mi pecho como algo que nunca antes había sentido. Tengo la cabeza despejada incluso cuando lo primero que pienso es en la noche caótica que pasé y me siento ligero como una pluma.
Es extraño y, por una fracción de segundo, creo que todavía estoy soñando. Y esa debería haber sido mi primera pista, porque no tengo buenos sueños. Mientras respiro profundamente y un aroma a bosque fresco invade mis sentidos, el calor en mi pecho se extiende por todo mi cuerpo y se me pone la piel de gallina, muy consciente del brazo que rodea mi cintura y me inmoviliza contra un pecho cálido. Y luego la comprensión me golpea de nuevo.
Derek pasó la noche en mi habitación. Y todavía sigue aquí, muy dormido.
Dándome la vuelta tan silenciosa y suavemente como puedo sin despertarlo, observo su cabello negro despeinado, la mejilla aplastada contra la almohada y los ronquidos bajos, y pienso en la última vez que dormimos en la misma cama cuando él estaba estresado sobre cómo ser un Alfa y mantener su manada a salvo de los cazadores. En aquel entonces, Derek parecía inquieto incluso mientras dormía. Pero ahora...
Ahora no tiene el ceño fruncido, no da vueltas y vueltas incómodamente, no se despierta en medio de su sueño porque sus pensamientos son demasiado fuertes. Ahora Derek está tranquilo y profundamente dormido, con la piel cálida bajo la luz dorada del día. Y él luce...
Derek luce...
—Mirar fijamente a alguien mientras duerme es un poco espeluznante —refunfuña Derek de la nada y mis ojos se abren como platos.
Él abre los suyos, parpadea lentamente y las comisuras de su boca se levantan.
—¡Me asustaste! —siseo con un ligero golpe en su pecho y Derek se ríe por lo bajo—. Y no estaba mirando, literalmente me desperté hace un momento.
Derek emite un sonido aprensivo y se estira mientras bosteza.
—¿Qué hora es?
—No tengo idea —agarro mi teléfono y resoplo—. Bueno, son las dos de la tarde. Parece que dormimos toda la mañana.
Derek se ríe de nuevo.
—Aparentemente no somos los únicos. ¿Escuchas algo?
No, no oigo nada. El lugar está sucumbido al silencio, pero puedo escuchar a los tres Betas durmiendo profundamente en sus habitaciones.
—Estaban exhaustos después de que la luna pasó por su cúspide, ¿no? —digo con una mueca, sintiéndome mal por Boyd, Erica e Isaac.
—Sí, parecían zombis —Derek asiente—. Todo se reduce a cómo te preparas antes de la transformación. Con la orientación adecuada, puedes centrarte hasta un punto en el que sabes que se producirá el cambio, pero no estás tan nervioso ni asustado por ello. Pero no tuve suficiente tiempo para hacer todo eso con ellos y me siento un poco culpable.
Me siento apoyándome en la cabecera.
—¿El mantra del Trisquel, quieres decir? —pregunto y Derek asiente—. Bueno, esta no será su última luna llena, así que hay mucho tiempo para enseñarles.
—Y ojalá las próximas lunas llenas no sean tan caóticas como ésta —Derek se ríe.
—¿Sería muy pesimista de mi parte decir que no creo que eso sea posible?
Derek me golpea con su almohada y chillo.
Al final nos levantamos de la cama y es lo más difícil que he hecho en mi vida. Aquí, ahora mismo, todo es acogedor, tranquilo y perfecto, y no quiero que esta agradable quietud se detenga. Así que estoy más que contenta cuando Derek y yo empezamos a preparar un desayuno tardío, todavía en pijama, con el pelo desordenado y la pequeña burbuja perfecta todavía entera.
Nos movemos silenciosamente, sin querer despertar a los demás; preparo el café mientras Derek hace sándwiches y me gusta la forma en que su aroma se mezcla con el olor amargo del café y el pan tostado.
Y luego la burbuja estalla cuando estamos comiendo.
—Vete a casa de los McCall, Clark.
Parpadeo hacia mi taza y parpadeo de nuevo.
—¿Qué?
—Me escuchaste bien —Derek esconde su sonrisa detrás de su propia taza—. Tienes que volver a casa de Scott. Sabes que sí.
Lo sé. Pero todavía no estoy preparada para afrontar mis problemas.
—Dijiste que podía dejar mis asuntos para el lunes —me quejo, sin importarme lo infantil que suene.
Me pone ansiosa el simple hecho de saber que tendré que convivir con las inquietas miradas de Melissa y las posibles veces en las que ella se asuste por mí, por lo que soy. Hasta ahora me he enfrentado a muchas verdades con un frente fuerte a pesar de ser más grandes que yo.
Pero este caso es muy peculiar.
Se trata de Melissa, la madre de mi mejor amigo. Melissa, quien me guarda galletas de la máquina dispensadora cuando la visito al hospital; Melissa, quien me trenza el pelo los fines de semana cuando vamos a limpiar juntas; Melissa, quien escucha atentamente cuando parloteo sobre el nuevo libro que estoy leyendo.
Melissa, quien me demostró lo que el amor materno debería ser.
—Sé lo que dije —dice Derek con calma mientras le da una mordida a su tostada—. Pero ahora que ella sabe la verdad, lo mejor es estar ahí para demostrarle quien realmente eres. Si dejas que esto se prolongue más, Melissa no querrá escucharte ni a ti ni a Scott.
—Me preocupa más Scott...
—Ve por él, entonces. Melissa es de los buenos, algo me dice que pasarán de página pronto, pero si realmente te preocupa más Scott —Derek me dirige una mirada y sé que ha notado la mentira—. Entonces regresa a casa por él, Clark.
—Pero eso no significa que todo volverá a la normalidad —suspiro mientras termino el resto de mi desayuno.
—Eres demasiado inteligente como para creer eso, Clark —dice él suavemente—. Nada es igual que antes cuando te das cuenta de que hay más de lo que solías saber.
Como la noche en la fiesta de Lydia.
Lo que vi no era real, pero tener a Derek así, viéndose tan mundano como cualquier otro ser humano, y saber que ser besada por él podría sentirse así...
Sí, nada es lo que parece y he sido demasiado ingenua para verlo.
Pero no le digo eso y, en cambio, acepto volver a casa de Scott.
Estoy muerta de miedo, pero tan pronto como pongo un pie dentro de la casa, todo lo que encuentro es a Melissa encerrada en su habitación. Scott me dice que ha estado así desde que regresaron de la comisaría hace horas.
Y así pasa el resto del sábado.
Melissa no nos dirige la palabra ni mira en nuestra dirección, sólo permanece trancada en su cuarto y no sale a menos que sea para preparar comida. Scott se queda mudo también, tan perdido como un cachorro, pero lo dejo ser y no lo estorbo.
Sé que lo único que puede remediar esto es el tiempo, nada más.
Son las nueve de la noche del domingo, estoy hambrienta y la mano me molesta de tanto escribir. La cama está hecha un desorden, hay hojas sueltas por todos lados, resaltadores y tarjetas desplegables pegadas al colchón para que no salgan volando.
Se acercan los exámenes finales y necesito prepararme para matemáticas e historia, que son los más fuertes. Pero mi mente está completamente bloqueada, ya no puedo retener más información de la que ya tengo y tampoco creo que pueda seguir estudiando después de dos días completos de un estudio eterno y mucho café.
Suspiro con pesadez y agarro mi celular para cambiar la canción que está sonando. Y entonces, escucho algo diferente.
Dado a lo silenciosa que ha estado la casa en las últimas veinticuatro horas, no es tan difícil percibir un siseo demasiado familiar, pero no veo nada cuando brinco fuera de la cama.
El siseo regresa y me doy cuenta de que viene de la habitación de al lado, la de Scott.
Salgo en silencio, una llamarada de fuego deslizándose entre mis dedos. Y para cuando alcanzo la habitación de Scott, el horror se apodera de mí cuando noto al Kanima colgando del techo mientras su cola estrangula a Melissa, quien apenas roza el suelo con los pies.
El Kanima sisea otra vez, más fuerte ahora, y el fuego se esfuma de mi mano. No quiere nada que ver conmigo, así que entiendo el mensaje y trato de mantener la calma ante los ojos suplicantes y atemorizados de Melissa.
La puerta de baño se abre y Scott sale tranquilamente cubierto por una toalla de su baño, pero él también se da cuenta de lo que pasa y se congela en su lugar.
—Como ven, hubo un cambio de planes, chicos —dice Gerard Argent y nos sonríe desde el sillón verde de Scott—. Creo que hay que ponernos al día, ¿no es así?
Scott saca sus garras, posicionándose como si se lanzara a pelear, y el cazador chasquea la lengua desaprobatoriamente.
—Por favor, Scott, seamos realistas sobre quién tiene la ventaja aquí.
Y por más que odie admitirlo, tiene razón.
—Scott —digo, una mera advertencia y me quedo mirándolo con una puntiaguda expresión hasta que sus garras ya no están a la vista—. Ahora, señor, ¿por qué no la suelta? Preferiblemente ahora mismo.
—Ella no tiene nada que ver con esto —insiste Scott.
Gerard solo sigue sonriendo.
—Ah, eso no lo puedo puedo hacer. Dejarla vivir depende de ti, Scott. De ambos —añade él con una significativa mirada en mi dirección.
—¿Qué es lo que quieres, Gerard? —le pregunta mi amigo, pero ya sé exactamente lo que el anciano está buscando.
—Hablar, es todo. No has contestado mis llamadas, Scott.
—¿Qué llamadas? —espeto enseguida y frunzo el ceño—. ¿Scott...?
—Oh, nada que ver, querida —Gerard le resta importancia con un gesto de mano—. Pero al menos me alegra saber que tu amigo aquí es un hombre de palabra y no le ha dicho a nadie sobre nuestro pequeño encuentro.
¿Encuentro?
—¿De qué diablos está hablando, Scott? —Me volteo hacia él.
—Sólo suéltala y te prometo que hablaremos —dice Scott en cambio, ignorándome por completo.
—Quiero lo mismo que quería antes —contesta Gerard mientras se incorpora del sillón y me mira directamente—: Quiero a Derek y a tu manada.
Esas son sólo noticias del pasado, anciano.
—Me voy hacer la sorprendida —mascullo y ladeo la cabeza—. ¿Acaso su madre nunca le dijo que no siempre podemos tener lo que queremos?
Gerard sonríe otra vez.
—Soy hijo único. Siempre he tenido lo que quiero, señorita Hathaway.
—Okey, culpa mía, yo sola caí en esa trampa.
—¡Usted los obligó a ocultarse! —interviene Scott—. ¿Cómo voy a saber dónde están?
—Creo que con un poco de motivación podría hacerlos salir de su pequeña madriguera. Por si no lo notaron, ahora tengo un medio impresionante para motivar a las personas —replica el anciano mientras le dedica una mirada al Kanina—. ¿Por qué creen que puedo controlarlo?
—¿Por ser un cínico anciano hijo de puta? —gruño y Scott ahoga una exclamación.
Gerard clava los ojos en mí y el Kanima sisea amenazante.
—Muestra más respeto, niña.
—Después de usted. No fui yo quien irrumpió en esta casa sin ser invitado, señor.
—Usted ahora puede controlar al Kanima porque ahogaste a Matt en el arroyo cerca de la estación y lo mataste —dice Scott entre dientes, volviendo a tomar las riendas de la conversación.
Gerard sonríe.
—Entonces conocen el mito —dice él alzando el mentón—. El Kanima es un arma de venganza.
Venganza por su hija, Katherine Argent.
—¿De verdad cree que renunciaré a mi manada sólo porque usted busca vengarse de la misma mujer que acabó con toda la familia de mi Alfa?
—Es que no lo creo —dice Gerard—. Sé que lo harás, señorita Hathaway.
Es mi turno de sonreír.
—¿En serio? —canturreo—. ¿Sabe realmente quién soy? ¿Conoce a mi familia?
Gerard me observa con detenimiento.
—Sé que harás cualquier cosa para proteger a tu gente.
—Y por lo que parece, usted todavía recuerda lo que pasó con los últimos cazadores que se cruzaron con un Sabueso Infernal como yo.
Gerard no dice nada y mi sonrisa crece.
—Le diré lo mismo que le dije a tu nieta en la comisaría —digo con atención y observo con satisfacción cómo su rostro se arruga, molesto—. Voy a destruirlos. Desde ahora hasta que te vuelva a ver, Gerard Argent, puede considerarse un viejo muerto.
—Eso ya lo veremos —dice el cazador y sin más, el Kanima suelta a Melissa y ella cae de rodillas, debilitada por la falta de oxígeno.
Scott y yo la socorremos pensarlo dos veces y la tomo de las mejillas para revisar su cuello, viendo si el Kanima le había dejado alguna marca por sostenerla de la cola.
—¿Estás bien, mamá? —susurra Scott, preocupado y desesperado.
Mientras tanto, Gerard y el Kanima se marchan de la habitación como si vivieran aquí.
—No sé qué es lo que está pasando —dice Melissa entre jadeos y regreso mi atención a ella—. No sé qué era esa cosa y no sé qué son ustedes, pero sea lo que sea que él quiera, háganlo. Hazlo, Scott.
—Gerard quiere a Derek, Melissa —le digo—. No puedo simplemente entregárselo. No es tan fácil como crees.
Melissa solo sacude la cabeza, negada.
—Hagan lo que él quiere, sólo hagan lo que les pida.
—Esa es la cuestión, mamá —suspira Scott y compartimos miradas—. No sé si pueda...
Y sé que está pensando en lo que le dije en la comisaría.
Son ellos o Derek.
Y yo siempre escogeré a Derek.
No me importa si tengo que ir en contra de mi mejor amigo también.
Ya no.
Botón para comentar cuánto odiamos a Gerard AQUÍ.
Love,
Wolf Queen
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top