Cap. 16 |Nothing|
NO NOS PODÍAMOS QUEDAR EN LA VETERINARIA TODA LA NOCHE, POR LO QUE EXACTAMENTE A LAS CUATRO DE LAS MADRUGADA DESPERTAMOS A SCOTT Y SALIMOS RUMBO A CASA DE MELISSA. Es la opción más segura... y quizás todavía no quiero perder a mi mejor amigo de vista.
Victoria Argent estuvo tan, pero tan cerca de quitarme a Scott. La cazadora me lo había advertido, que me arrepentiría por no ayudarles, y quien pagó las consecuencias fue una persona que no tenía nada que ver con la manada de Derek. La presión en el pecho es demasiada y siento que agonizo cuando mi conciencia regresa a esa habitación cubierta de acónito y mi mejor amigo, mi hermano, casi muerto en el piso.
Indefenso. Solo.
El carro de Derek da una sacudida y me casa de mis tortuosos pensamientos.
—Lo que digo es que necesitamos un nuevo plan —dice Derek mientras se estaciona en casa de Melissa—. Necesitamos un plan. Para la próxima vez tal vez no lleguemos a tiempo.
Porque no lo logramos. Jackson llegó hasta la víctima y la mató de una forma horrenda, manchando todo de sangre.
—Entiendo —murmura Scott en el asiento trasero—. No podremos salvar a Jackson...
—Ni tampoco podemos matarlo —afirmo en voz baja. Los ojos de Derek ya me están observando cuando volteo a verlo y me doy cuenta de la nube de preocupación en su mirada, inseguro del futuro que nos espera.
—He visto muchas cosas, Scott —jadea él y niega con la cabeza—. Pero nunca he visto algo así... Y con cada luna llena será mucho más fuerte.
Cierro los ojos por un momento para luchar con las inmensas ganas de dejarme llevar por el cansancio y dormirme aquí mismo. Ha sido una larga noche y lo único que necesito es comida y mi cama.
—¿Cómo lo detenemos? —quiere saber Scott.
Me encojo de hombros.
—Ni siquiera sabemos si podemos detenerlo —suspiro, sintiendo mi sentido común quejarse conmigo—. ¿Deberíamos dejar que los Argent lo hagan?
—Yo fui quien lo mordió —masculla Derek agachando la cabeza—. Esto es mi culpa.
—Pero la diferencia es que no sabías lo que pasaría después —le recuerdo.
—Esto sucidió por algo del pasado de Jackson, ¿cierto? —dice Scott entonces y Derek se ríe, amargo.
—Es una leyenda en un libro, Scott. No es así de simple.
—¿De qué hablas? ¿Qué nos ocultas?
—¿Por qué siempre piensas que Derek oculta algo? —exclamo con toda la exasperación que puedo juntar.
—¡Porque él siempre tiene algo que ocultar!
Derek no se deja llevar por el dramatismo de mi amigo.
—Tal vez lo hago para protegerlos, Scott. Para protegerte a ti, a mi manada y a Clark.
Scott resopla. Puedo sentir su cansancio desde mi asiento. Quizás esté más cansado que cualquiera de nosotros...
—Aún así, eso no te da derecho a guardar secretos.
Pongo los ojos en blanco y me desabrocho el cinturón.
—Ya vámonos antes de que digas algo de lo que te arrepentirás después —mascullo desmontando del auto para dejar a Scott salir—. Recuerda que los waffles de Erica llevan arándanos y los de Isaac nueces. Boyd odia los waffles, pero no te preocupes por él; sabes que le gusta cocinar su propia comida.
Scott suelta un bufido detrás de mí.
—Y yo que pensaba que ella era una mamá con nosotros...
—Descuida, sé lo que tengo que hacer —me asegura Derek con una suave sonrisa.
Luego su expresión se endurece.
—La luna llena ya viene. Y así como está todo, presiento que esta vez va a ser difícil.
—Sabes qué día es hoy, ¿cierto?
Ahogo una risa. Puedo sentir la emoción de Lydia desde el otro lado de la línea telefónica.
—Nunca me olvido del cumpleaños de la reina de todo Beacon Hills —digo—. Probablemente te gustó tu regalo cuando te levantaste esta mañana, ¿no?
—¡Lo amé! —chilla ella.
Lydia tenía meses pidiéndome la cartera de Channel que vio en mi casa antes de mudarme con Melissa, un bolso que la tía Catty muy pocas veces usaba y que, para ser sincera, fue un gasto de dinero porque no la usa como lo haría Lydia. Así que le pedí el bolso a mi tía y por la emoción de Lydia, creo que le gustó bastante verla encima de su escritorio esta mañana.
—Bueno, basta ya de rodeos. Baja, Hathaway, que no tenemos todo el día.
—¿Qué? ¿Estás en mi casa? —asomo la cabeza por la ventana y veo el auto azul marino de mi amiga. Ella suena el claxon como saludo.
—Es mi cumpleaños, idiota. Sabes a dónde vamos en mí día.
—Lo cual es perfecto porque ya tengo los zapatos, pero me hace falta ese vestido que vimos en el mall y una chaqueta para la fiesta de esta noche.
—¿Y qué esperas, niña? ¡Vámonos!
—Oye, cálmate o te quedas sin compañía para las compras.
Cuelgo y arrojo el aparato a la cama, corriendo al closet para buscar ropa para ponerme. Cuando tengo todo lo que necesitaba, bajo a la cocina para dejarles una nota a Scott y Melissa y salgo afuera.
—Arranca ya, cumpleañera. No quiero llegar y ver que me robaron mi vestido.
Pasamos por Macy's para comprar lo que usaremos en la gran noche de la chica antes de terminar en casa de la chica Argent. Lydia, a diferencia de mí, está completa y enteramente enfocada en su día y abrumar a Allison con las bolsas de ropa, mientras que lo último que quiero es estar en esta casa sabiendo lo que le sucedió a la mamá de Allison.
Para los cazadores, una mordida de hombre lobo es un pecado. Convertirse en la misma criatura que están destinados a cazar es un pecado. Así que deben sacrificarse.
Victoria Argent se suicidó.
Por fortuna no me he cruzado con Christopher ni mucho menos Gerard, pero cada segundo que permanezco dentro de esta jaula llena de zorros, pierdo un minuto de mi vida.
—Oh, Allison —canturrea Lydia cuando entramos sin tocar en la habitación de la castaña—. Deja lo que sea que está en tu agenda, porque esto tomará tiempo.
Allison nos observa confundida, pero una sonrisa empieza a cobrar forma en su rostro. Solo me encojo de hombros y dejo que la rubio-fresa arroje todas las bolsas de ropa sobre la cama de la cazadora.
—Dios, ¿cuántos atuendos pretendes usar, Lydia?
La chica tiene la decencia de parecer indignada.
—Es mi fiesta, Allison: tengo un vestido de anfitriona, uno de noche y luego uno casual.
—Pero no has enviado invitaciones.
—Aún no lo comprendes, ¿verdad? —digo y también saco las opciones que traje para mí—. Allison, todos en Beacon Hills saben del cumpleaños de Lydia. No hace falta enviar invitaciones porque todo Beacon Hills viene. Y créeme, me refiero a todo el maldito condado.
—Es la fiesta más grande del año, todo el mundo lo sabe —ironiza la cumpleañera de hoy.
—Bueno, este año me preguntaba... —dice Allison entonces, ahora un poco nerviosa—. Me preguntaba si las cosas serían diferentes...
Oh.
—¿Por qué debería?
—Por todo lo que ha estado sucediendo —deduzco al comprender hacia dónde la chica Argent estaba dirigiendo la conversación—. Ya sabes, Lyds, los homicidios y... Jackson...
La mención del susodicho hace que Lydia me dedique la mirada más impasible que he visto en mi vida.
—¿Por qué te importa Jackson?
Oh mierda.
—¿Sabes si él vendrá esta noche? —pregunta Allison, salvándome el trasero por primera vez.
Lydia suspira, exasperada antes de fingir una sonrisa.
—Todos vendrán esta noche.
—¿Tienes todo listo?
Echo un rápido vistazo a la puerta, donde Allison está esperándome para llamar al timbre y entrar a casa de Lydia.
Derek suspira en la otra línea.
—Tan listo como puedo estarlo —dice—. Ellos saben cómo haremos el proceso, pero sabes que cuando comience la transición, no van a recordar nada de eso ni podrán cooperar.
—Eso no me brinda mucha confianza —admito y trato de respirar a través de la maraña de ansiedad—. Todavía estás a tiempo para decirme que vaya y te ayude, ¿sabes?
—Eso no pasará porque te necesito justo donde estás ahora mismo, Clark.
—Sí, pero eso no implica que me guste.
—Es una lastima que no tenga que gustarte entonces —replica Derek de manera condescendiente que me provoca un tic nervioso—. ¿Y tú? ¿Te encuentras bien?
—Técnicamente, sí, considerando que pasé el día en casa de Allison y pude conservar la cabeza. ¿Un consejo? No lo intentes.
El Alfa deja salir un suspiro.
—Deja que los Argent se encarguen de Jackson y de quienquiera que lo controle si todo se reduce a eso. Preferiría que tuvieras la oportunidad de vivir otro día que el Kanima.
—Lindo —mascullo con sarcasmo—. ¿Pero qué hay de Jackson?
—El problema con él es que está tan metido en este lío que no se me ocurre una salida. Y pensar que quería matarlo en primer lugar...
—Estabas teniendo una crisis existencial, es todo. —Derek resopla una risa al otro lado de la línea y yo suspiro—. Bueno, tengo que irme antes de que Allison sospeche algo. Ten cuidado.
—Tú también, Clark.
La llamada se desconecta y siento que la preocupación que lleva creciendo dentro de mí desde que cayó la noche se duplica, cayendo pesado como una roca.
Allison sigue donde la dejé frente a la puerta principal y ella cambia el peso de su cuerpo de una pierna a otra antes de observar por encima de su hombro y decir:
—He estado tolerando tu presencia porque hoy es el cumpleaños de mi amiga, pero no creas ni por un segundo que se me ha olvidado lo que pasó —dice ella entre dientes.
Siento la urgencia de reír, la amargura mezclándose con todas las emociones complicadas que ya llevo soportando.
—Estoy consciente de ello, no te preocupes —digo—. Lo último que quería hacer hoy era poner un pie en la guarida de un zorro.
—Tu Alfa mató a mi madre, Clark —sisea Allison mientras se gira hacia mí—. Ella está muerta por su culpa. Y no puedo creer que todavía lo apoyes.
—¿Eso es lo que te dijo tu abuelo? ¿Eres tan estúpida como para dejar que alguien te mienta cuando estuviste allí esa noche?
—Eso no cambia nada. Derek sigue siendo la razón por la que mi madre está muerta.
Me encojo de hombros.
—Supongo que no, dado el hecho de que estás tan dispuesta a seguir a alguien que no ha estado en tu vida hasta que perdiste a tu tía y puede usar eso en tu contra para manipularte como un títere.
Sabía que atacaría en el segundo en que las palabras salieran, pero Allison se congela en el acto cuando mis ojos se iluminan y un gruñido vibra en mi pecho.
—También estabas ahí esa noche, Allison, y Victoria casi mata a Scott —le recuerdo, arrastrando cada palabra con toda la amargura que puedo acumular—. Si Derek y yo no hubiéramos llegado a tiempo, hoy estarías de luto por no una, sino dos personas. Si realmente te importa Scott, harías bien en recordar eso.
No espero una respuesta y entro a la casa de Lydia, haciendo lo mejor que puedo para no pisotear y hacer visible mi enojo. Lo último que quiero es que cierta chica rubia rojiza me regañe por estar enojada.
Entonces me doy cuenta de algo más.
—¿Qué rayos...?
—¡Al fin llegan! —exclama la cumpleañera y se apresura a cruzar la otra punta del patio trasero para llegar hasta nosotras.
—¿Dónde está todo el mundo, Lyd? —pregunto con una sonrisa extrañada y observo el lugar, pero no veo a nadie más aparte de nosotros.
No hay nadie en esta fiesta.
Lydia se encoge de hombros.
—Seguro no tardan en llegar —asegura ella y me ofrece un vaso—. ¿Ponche?
Allison da unos toques disimulados a mi brazo y señala a la entrada del patio donde Scott y Stiles acaban de llegar.
—Jackson no está aquí —es lo primero que les dice la cazadora y Stiles suelta un resoplido.
—Sí, no hay nadie aquí.
—Es raro —digo cruzándome de brazos—. Suele haber gente aquí incluso antes de la hora que empieza.
—¿Será muy temprano? —pregunta Scott y revisa su celular.
Stiles hace una mueca.
—Quizás no venga nadie porque Lydia se convirtió en la desquiciada de Beacon Hills.
Le pego un codazo.
—No seas así, ¿quieres? Es su cumpleaños hoy.
—Sí, la hemos estado ignorando estas dos semanas, así que tenemos que hacer algo por ella —asiente Allison.
Al menos en algo estamos de acuerdo ella y yo.
—Bueno, Lydia ha ignorado a Stiles por diez años —comenta Scott—. Que lo ignore un poco más no hará la diferencia ahora.
—Prefiero pensar que yo no estaba aún en su radar —Stiles se cruza de brazos—. Y ciertamente que no le debemos una fiesta, así que...
—¿Qué tal devolverle la normalidad? —replico con ironía y los demás me observan sorprendidos.
¡Ah, trágame tierra!
—¿Normalidad? —repite Scott.
—Ella no sería la loca del pueblo, como dice Stiles, si no fuera por nosotros. Lo saben bien, chicos. Nosotros hicimos esto, así que nos toca arreglarlo.
—De ser así, puedo usar mi estatus de co-capitán para traer al equipo de Lacrosse.
—Yo puedo hacer un par de llamadas —sugiero con mi celular en la mano.
Allison me mira con genuina confusión.
—¿Unas llamadas? —dice.
—Soy una Hathaway, Allison —tecleo un par de números y mensajes en mi celular—. Tengo mis contactos.
Tuve que arrastrar a Allison para que bailara un poco. La cazadora me discutió, diciendo que no estamos aquí para divertirnos, sino para echarle un ojo a Jackson, quien llegó unos treinta minutos después de que la casa de Lydia reventaba de gente.
A mí me dieron ganas de tirarla a la piscina.
—Es una fiesta, maldita sea —resoplo y me acabo lo que queda del ponche en mi vaso de un trago—. ¡Preocúpate por nuestra enemistad mañana y baila, Argent!
Luego de eso, Allison dejó de quejarse y mientras más bailábamos, más personas se acercaron.
Allison no se permite tanta libertad como yo, restregando mi cuerpo con quien sea, pero con tal de verla sonriendo y cantando todas las canciones a todo pulmón, me basta. Yo, por otro lado, muevo las caderas con los brazos enroscados en el cuello de un chico que se me acercó hace un rato, mientras sus manos ascienden de mi cintura a mi espalda y vuelven a bajar, ambos bailando. Río a todo pulmón cuando me toma por sorpresa y me hace dar una vuelta, acabando con sus brazos alrededor de mí y con mi espalda contra su pecho.
El baile se hace más lento, más sensual, y disfruto cada palpitante segundo del momento.
La música retumba dentro de mí como un segundo corazón que me invita a seguir bailando y sigo moviendo mi cuerpo contra el chico, aún más pegada a él. Sonriendo cuando le canto la canción de David Guetta que suena, él inclina la cabeza y nuestras narices se rozan y siento la vibración de su risa en su pecho cuando corto la diminuta distancia que queda entre nosotros mientras seguía cantándole, ahora rozando nuestros labios.
Y cuando termino con el coro, nos besamos.
Sus labios se sienten carnosos y suaves sobre los míos, hábiles, y las manos del chico acarician la expansión completa de mi espalda mientras que entierro mis dedos en su cabello para profundizar el beso, jadeando contra su boca. Bloqueo el dolor que se instala en mis sienes y continuo besándolo incluso cuando, de alguna forma, chocamos con una pared y reímos.
Su aroma me invade los sentidos en el instante que nuestras bocas se vuelven a encontrar, mezclándose con el sabor dulce del ponche de Lydia. Una extraña combinación, el olor a bosque fresco de su aroma y el dulzón a fresa de la bebida, pero tan embriagadora como la sensación de sus manos recorriendo mi cuerpo. Juguetona, le muerdo el labio inferior cuando me aparto un poco y sonrío al escucharlo gruñir de satisfacción, atraída a sus ojos verdes por un segundo.
Pero sus ojos son marrones. No verde grisáceo como...
—¿Estás bien? —dice Derek, aunque esa no es su voz. Es la del chico que bailaba conmigo y...
Sacudo la cabeza cerrando los ojos con fuerza, ignorando las punzadas de dolor que provoca en mis sienes el movimiento brusco.
Ahí está él por fin. Cabello y ojos marrones, sobrepasando mi altura por unos buenos centímetros. El chico se llama James Wood.
—Sí, es solo mi cabeza —jadeo con una risa. Aunque el chico no parece convencido, vuelvo a tirar de él hasta que no queda distancia entre nosotros—. Estoy bien, no te preocupes.
—¿Segura? —murmura él en mi oído y la vibración desciende por todo mi cuerpo, haciéndome estremecer—. Creo que tomaste mucho ponche...
La idea me da risa.
—Hace falta más que unos simples vasos para emborracharme.
Pero el mareo que siento dice lo contrario.
¿En serio estoy borracha?
—Hmm... —Los besos de James crean un camino hacia mi cuello y echo la cabeza a un lado para darle más acceso, olvidándome por completo de lo demás.
Rodeo sus hombros con mis brazos en un intento de tenerlo más cerca de mí, arqueando la espalda mientras los labios de James ascienden de regreso a mis labios. Por instinto, me aferro más a él y mis uñas arrugan el cuero de su chaqueta negra...
James no tenía una chaqueta hace unos segundos.
Su boca se roza con la mía, nuestros alientos mezclándose, y arriesgo abrir los ojos que no me di cuenta que cerré... Y veo a Derek en vez de otra persona.
Derek me está besando antes de que pueda hacer algo.
La forma en que me besa es urgente y pone toda mi órbita patas arriba. Y, sin embargo, exploto como fuegos artificiales por dentro, despertada por el solo tacto de él, y todo lo que puedo hacer es aferrar me a él como un imán mientras me dejo devorar por Derek...
El dolor me atraviesa de nuevo, esta vez blanco y cegador. Y me regresa a la realidad.
James se estrella contra un pilar detrás de él cuando lo empujo, pero no puedo disculparme por usar tanta fuerza contra él cuando siento que mi cabeza está a punto de estallar.
—Oye —jadea el chico James, sorprendido y confundido—. ¡Espera, no! ¿A dónde vas? No te ves muy bien...
—Solo necesito aire —le aseguro a regaña dientes y lo aparto de mi camino—. Perdón, pero ya regreso, ¿sí?
James frunce el ceño, pero la preocupación es evidente en su rostro.
—¿Quieres que busque a tus amigas?
Y entonces todo se distorsiona y veo a Derek.
—No hace falta —miento y huyo de ahí.
Tropiezo al subir las escaleras, casi lloriqueando por el fuerte dolor de cabeza que hace que mi mundo de vueltas a una velocidad que no soporto. Una capa de sudor comienza a bajarme por la espalda mientras trato de encontrar una habitación disponible en el segundo piso, pero me siento a punto de desmayar.
Una puerta por fin cede y me apoyo de ella al encerrarme dentro, la música amortiguándose y, sin embargo, las voces que pensaba venían de la fiesta no callan. Se hacen cada vez más ruidosas y me revientan los oídos.
Y gritan una cosa solamente.
Mi nombre.
Clark...
Clark...
Clark...
—¡CLARK!
Doy un respingo, reconociendo la voz asustada de Allison y me precipito fuera de la habitación.
—¿Allison? —llamo mientras desciendo las escaleras con apuro, pero la cazadora no contestaba. Me encuentro extraño que ya no hay gente en la casa—. ¿Allison?
—¡CLARK!
Es Scott ahora.
Acelero el paso, siguiendo el sonido de su voz, ahora más preocupada por lo extraña que suena su tono.
Al llegar al patio y la música, que seguía sonando, se detiene de repente en cuanto estoy ahora. Me permito dar unos pasos más antes de vacilar y detenerme, todavía sin comprender nada.
¿Acaso me perdí de algo?
—Mírate —dice una voz a mis espaldas. Me vuelvo rápidamente y casi tropiezo hacia atrás al verla—. Te ves tan patética, Clark.
—¿Mamá? —jadeo—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Los labios de mi madre se curvan en una retorcida sonrisa.
—¿No que ya no me ibas a llamar así nunca jamás?
Hay algo en su voz que no me sienta bien conmigo.
—No entiendo cómo no fui capaz de matarte cuando tuve la oportunidad —dice mi madre y el vacío en sus ojos, los mismos ojos que tengo, me hace estremecer—. Si Catrina no fuese tan débil como tú, estarías muerta ahora mismo si dependiera de mí.
—Suficiente.
—Ella tiene razón —dice otra voz a mis espaldas, esta vez masculina. Y una que reconocería hasta en mis peores pesadillas.
Volteo a ver a Derek, aunque no solamente a él, y me doy cuenta de que mis mejores amigos, Lydia y Allison están aquí por igual.
—¿Qué...? —jadeo al parpadear confundida—. ¿De qué estás hablando, Derek?
—Debiste haber muerto antes de tu Cambio. Clarissa tiene razón, eres demasiado débil para soportar todo esto.
Eso... Eso no es cierto.
¿Verdad?
—No digas eso, por favor. Chicos —miro a mis mejores amigos—. Por favor, ¡díganle algo!
—¿Y qué quieres que digamos? —sugiere Scott y Stiles le codea el brazo.
—Ella quiere decir que nos mintió.
¿Qué...?
—¿Mentirles? —niego con la cabeza—. Nunca les he mentida, siempre he sido honesta con ustedes...
Los ojos almendra de Stiles me fijan en mi lugar.
—Sabes a lo que me refiero, Hathaway. Eres una mentirosa. Una farsa.
Cierro los ojos por un momento para concentrarme.
—Basta. Por favor. Por favor...
—Pensé que había algo mal conmigo —dice Lydia y en sus ojos verdes veo nada más que vacío—. Pero me equivoqué. Nunca debí haber ido a la cancha esa noche; nada de lo que me está pasando hubiera sucedido. ¡El Alfa no me buscaba a mí, Clark! ¡Te buscaba a ti! ¡Es tu culpa!
—Lydia, no, eso no es...
—No entiendo —murmura Allison con la mirada perdida y los ojos vidriosos—. No puedo entender cómo mi padre no te consideró una amenaza desde un principio y te borró del mapa...
—¡Porque no soy una amenaza para nadie, maldita sea!
—¿Quieres saber lo que más me molesta, Clark? —Scott se voltea a verme.
—¡No, basta, por favor!
—Nunca te hemos importado y todo este tiempo no nos dimos cuenta. Siempre se trata de Derek, solo él te importa. Nunca fuiste realmente nuestra amiga.
—Eso no es cierto, Scott. ¡Maté al Alfa por ti! ¡Peter iba a matarte! ¡Hice todo esto para salvarte!
—Te odiamos.
—Scott...
—No eres nada —gruñe Derek y la punta de la daga alcanza mi corazón y lo destroza.
—No...
—Nada.
—Por favor, por favor, por favor —sollozo, sintiendo mis rodillas ceder bajo mi peso.
Oprimo mi cabeza con las manos tratando de ahuyentar sus voces, de huir del dolor, de alejar la locura. Pero grito de horror al darme cuenta de que me tienen rodeada, no hay escapatoria y están por todos lados.
—¡Cállense!
NADA.
NADA.
ERES NADA.
Pierdo el control. Se rompe como una ramita y todas las riendas que tenía sobre mí, mis emociones y mis poderes, todo es liberado.
El fuego brilla en mis ojos y las garras de Sabueso quedan expuestas, largas y negras.
NADA.
NADA.
ERES NADA.
—Contrólate, contrólate, contrólate —repito varias veces como una bendita oración, pensando que así podría ahuyentar las continuas voces a mi alrededor.
Pero qué equivocada estaba, porque todo lo demás escala de una manera espeluznante y se convierte en una guerra conmigo misma para tratar de detener la furia que bulle en mi interior, un fuego que abrasa los bosques más calurosos, que nunca se apaga y que ruge su poder y salvajismo en un cántico de horror.
Las voces ahora gritan en mi cabeza y los demás, también.
—¡NADA!
—¡NADA!
¡ERES NADA!
—¡Basta ya!
Pero esta guerra es más fuerte que yo.
Se alza ante mí, una hormiga contra la monstruosidad de furia que amenaza con destrozarme en mil pedazos. Y no puedo defenderme ni nunca lo lograré, porque el fuego siempre será mil veces peor que yo y siempre me ganará, ardiendo y quemando todo hasta que solo queden cenizas.
El fuego crece y crece en mi interior, loco, poderoso y salvaje. Por más que trate de detenerlo, pierdo. Pronto estoy ardiendo igual que el fuego y lo único que puedo hacer es gritar cuando exploto y me llevo a todos conmigo, escuchándolos aullar de horror, de dolor mientras el fuego los quema y los quema.
Y no hago más nada que mirarlos convertirse en cenizas.
El beso Clerek no fue real, gente. Clark estaba alucinando. No se vuelvan locos todavía (y no me maten 🥹).
Love,
Wolf Queen
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top