XXIII | Rutina

     VERANO EN NUEVA YORK ERA UNA TEMPORADA AJETREADA. Turistas iban y venían, reuniones iban y venían, crímenes iban y venían. Lyann estaba en todas partes, ya sea acompañando a la señorita Potts, Tony o ambos a conferencias, entrevistas, inauguraciones, eventos y muchas otras actividades públicas en las querían que Lyann participara. Sabiendo que el propósito era reconstruir su imagen y que de la única manera que se podría lograrlo de forma positiva era a través de la audiencia, Lyann se permitía ser arrastrada de aquí para allá como una muñeca.

Las noches, sin embargo, eran suyas. Nadie la molestaba en la noche. Tampoco los fines de semana. Lyann estableció una regla con la señorita Potts y Tony de no ser incluida en ninguna relación pública que tomase lugar durante el fin de semana.

—Me parece justo —concordó Tony un viernes por la noche mientras cenaban él, Pepper, Happy y Lyann en un restaurante cerca del río Hudson.

—Si no te parecía justo, como quiera iba a hacer lo que se me daba la gana y lo sabes —dijo Lyann sin mucho interés.

—Si no le parecía justo, yo misma iba dejar que hicieras lo que quisieras —rió Pepper—. ¿A quién le gusta trabajar un fin de semana? Es una abominación.

—Al Capipaleta, eso te lo aseguro —murmuró Stark contra el borde de una copa de vino.

—¿Tienes algo en mente para hacer, entonces? —quiso saber Happy, dirigiéndose a Lyann.

La chica se encogió de hombros.

—Descansar, más que nada —Lyann suspiró—. Es raro de solo pensarlo, el hecho de que tendré tiempo para reposar. Jamás en mi vida se me ha dado tal lujo. Aunque sí planeo hacer un par de cosas...

Tony arqueó una ceja.

—¿Cómo qué?

—Estoy conociendo más y más a Jonathan, y me gusta el camino por el que vamos. En realidad, no me esperaba que las cosas fueran tan fáciles con él —añadió Lyann, expresión pensativa—. Pero Jonathan no guarda rencores ni tiene razones para hacerlo, así que nuestra... amistad está yendo bien.

Los ojos de la señorita Pepper centelleaban.

—Eso es maravilloso, Lyann. Me alegra mucho escuchar eso.

La chica no pudo evitar el rubor que le subió al rostro.

—A mí también —admitió y le dio un mordisco al pedazo del filete que estaba cortando—. Estamos tratando de hacer una pequeña rutina, en realidad. Almuerzo los domingos. Es una de las razones por las que quiero mis fines de semana... para poder conocer más a su familia.

—También son tu familia, Lyann —le recordó Happy y ella asintió.

—Sí, pero las hijas de Jonathan todavía no me conocen. No en persona, al menos.

—Tengo el presentimiento de que comparten la misma alma demoníaca que tú —comentó Stark y Happy se ahogó con su comida.

Lyann puso los ojos en blanco.

—No me sorprendería si ese fuera el caso, la verdad —sonrió ella.

Así que Lyann ha agregado un aspecto más a su rutina. Almuerzo los domingos con Jonathan.

Las primeras dos visitas solamente fueron dos, Jonathan y Lyann. Nada fuera de lo común, un simple almuerzo alrededor de una conversación trivial y corriente. No se mencionaba al padre de Lyann ni el pasado entre los hermanos Evans o el propio pasado de Lyann.

En realidad, durante aquellas dos primeras visitas, Lyann solo pudo descubrir un lado del ex marinero Jonathan Evans: su lado paterno.

La familia que había creado era su más grande orgullo. Lyann no solo se dio cuenta por la manera en que Jonathan hablaba de su esposa e hijas, sino por el brillo en sus ojos y la forma en que las facciones rudas de su rostro se suavizaron hasta no reflejar arrugas.

—Anne es la cabeza de todo en la casa —explicaba Jonathan durante un almuerzo—. Ella es quien porta la corona y el título de regir sobre todo y todos, y a mí no me puede importar menos. Ella es mi mujer y tiene todo el derecho de comandar a su gusto.

—Eres un marinero hecho y derecho, por lo que veo —bromeó Lyann y el hombre le hizo un saludo militar que le sacó una sonrisa.

—Si hay alguien que más respeto en este mundo, es a mi esposa. —Jonathan le agradeció sutilmente cuando Lyann le sirvió una jarra de cerveza—. Luego está Ester, mi hija mayor. Es una sabionda de primera mano, no hay nada que se le escape. Y tiene un alma vieja, le encanta la música rock de los ochenta y el jazz.

—¿Toca algún instrumento?

—Está aprendiendo saxofón, obviamente por el jazz, y por alguna razón le agarró el gusto al violín. No me preguntes cómo, eso ni yo sé cómo pasó.

Lyann se rió suavemente.

—¿Qué hay de Lana? Tiene tres años, ¿verdad?

Jonathan asintió.

—Sí, es mi pequeña loca. ¿Conoces los muñequitos de Winnie The Pooh? Ella tiene la misma personalidad de Tiger.

—Entonces sufre los zoomies como si fuera un perro —asumió Lyann y le sacó una carcajada a Jonathan.

—Oh sí, oh sí. Ni siquiera su mamá puede con ella.

—¿Y quieres que yo la conozca? Me va a drenar las energías con solo decirme hola.

—Ella no saluda, simplemente te arrastra a su rincón de juegos y te encarcela ahí.

—Vaya, es muy reconfortante saberlo, tío. Gracias.

El cubierto de comida que Jonathan se estaba llevando a la boca se detuvo a medio camino, paralizado. La compresión hizo clic unos segundos después para Lyann.

—¿Tío? —repitió el marinero y Lyann sufrió un estremecimiento.

¿Por qué? ¿Nervios? ¿El shock del momento?

¿Vergüenza?

Lyann no sabía cómo descifrarlo.

—Lo siento, simplemente se me... escapó —masculló ella con la mirada baja, evitando los ojos verdes del hombre.

Hubo una pausa. Ambos comieron un par de bocados durante el silencio.

—Al fin y al cabo, sí soy tu tío, Lyann —dijo Jonathan entonces. La chica se atrevió a alzar la mirada en ese momento.

No había ningún rastro de incomodidad en su postura, nada que indicara que el gesto le había molestado. Jonathan seguía tan relajado como siempre se ha mostrado en todas las ocasiones que ha compartido tiempo con Lyann.

—Lo sé —asintió ella.

—Es bueno saberlo, entonces —indicó él—. Porque depende de ti si quieres llamarme así o no. No creas que me importe mucho los rangos familiares, me basta con saber que compartimos la misma sangre para reconocer que eres familia.

Eres familia.

Familia.

Oh, eso sí que no se la esperaba. De ninguna manera.

Lyann estaba segura de que era la primera vez que un golpe no le propinaba dolor. Es más, en vez de dolor, sintió euforia y una enorme sensación de pertenencia, algo que sólo había logrado sentir cuando estaba alrededor de Steve y su equipo.

—Oh no, lágrimas no, por favor —se rió Jonathan—. Soy pésimo para lidiar con las lágrimas. Mi esposa te puede confirmar ese dato. Ten esto.

Lyann dejó salir una risa estrangulada, un camino salado bajando por sus mejillas, y aceptó la servilleta de Jonathan con un sutil gracias.

—Es que... sí me gustaría llamarte... tío —confesó en un susurro, luchando contra los sollozos—. Yo... Sabes que nunca... Okey, estoy hecha un desastre ahora mismo, lo siento.

Jonathan solamente la observó con una cálida mirada.

La mirada de un padre.

Por una fracción de segundo, Lyann pensó en Steve.

—Entonces llámame tío Jonathan —le dijo el hombre con una sonrisa—. Sería un honor oficialmente llamarte mi sobrina.

—Sí, creo que vas a tener que darme unos minutos porque voy a seguir llorando.

Jonathan se echó a reír.





Si los domingos Lyann la pasaba con su tío Jonathan, los sábados las pasaba con Peter Parker.

Hoy no era la excepción.

Era de tarde, las calles de Brooklyn estaban un poco atestadas de gente, pero ya no tenían que soportar el inmenso calor de verano ni el ajetreado día, pues ya habían llegado a la librería que buscaban.

—¿Trajiste la lista? —le preguntó Lyann a Peter sin mirar atrás en cuanto ingresó, sabiendo que él le pisaba los talones.

—La tengo justo aquí —Peter frunció el ceño al entrar, desorientado—. ¿Dónde dijiste que estaba la sección de cómics?

—Último pasillo a la derecha.

—¿Dónde estarás tú? —preguntó.

—Segundo piso. Allí está la sección jugosa.

—Pornografía, quieres decir —se burló Peter e inmediatamente murmuró una disculpa al ver que una madre cercana lo escuchó.

—Pornografía literaria, Parker —corrigió la Banshee con un toque juguetón—. A diferencia de ti, yo sí tengo gustos.

—Díselo a esa playlist que me hiciste la otra vez, es como si un unicornio vomitara One Direction, Michael Jackson, Selena Gomez y Kesha en un bowl de Nutella.

Lyann hizo una mueca.

—¿Tenías que ponerlo de esa manera?

Peter escondió una sonrisa encogiéndose de hombros.

—Al menos es entretenida —admitió.

Y lo era. De una manera descarada y vergonzosa. A Peter le encantó. Sabía que Lyann no hacía ese tipo de cosas, ofrecer cosas hechas por ella misma a otros, y estaba contento de que pensara en él en ese sentido.

—Lárgate antes de que te arranque los oídos.

Y solo por el placer de molestarla, Peter sonrió.

—Uy, alguien ya se enojó.

—Uno... dos...

—¡Chaito!

Lyann resopló, pero Peter pudo notar la sonrisa que trataba de ocultar mientras subía a la segunda planta de la librería.

Sabía que Lyann prácticamente había visitado todas las librerías el radar entre Brooklyn, Queens, Manhattan y Broadway ofrecían, pero aquella tienda era la que más concurría. Tenía las secciones que a Lyann más le interesaba, y era tienda vecina de un café al que podías acceder dentro de la misma librería pues estaban unidos. Las galletas con chispas de chocolate y caramelo que vendían eran las favoritas de Lyann.

A Peter también le gustaba el lugar. Era acogedor, cálido y relajante. El tipo de ambiente tranquilo que solo se obtiene con libros, tinta y años de historias. Así que no le sorprendió descubrir que era el lugar favorito de Lyann en todo Nueva York. Los empleados incluso la conocían como una cliente regular y Peter sabía que estaba trabajando duro para convertirse en cliente VIP.

Además, la librería tenía una densa sección de cómics y mangas. No era su estilo de lectura, pero Lyann era consciente que sí era el de Parker y Ned, así que a veces los invitaba. Esta vez, como en otras ocasiones, solo eran él y Lyann.

Tampoco se quejaba. Hace mucho que a Peter le había dejado molestarle la presencia de la chica y más aún, buscaba pasar el tiempo con ella. MJ y Lyann eran inseparables en la escuela y, dado a que la primera estaba de vacaciones con su familia y no regresaría hasta la fecha de regreso a clases, Lyann se tenía que conformar con cualquier compañía posible.

La de Peter.

Por lo visto, hoy Lyann optó por llevarse dos libros. Peter ya la estaba esperando en el café vecino con sus usuales órdenes listas.

—¿Cómo pudiste encontrar los tuyos tan rápido? El staff nunca tiene el estante de cómics organizado —Lyann aceptó el café que Peter le extendió.

—Eso es porque no se molestan en arreglarlo porque nosotros los nerds lo vamos a desorganizar todo otra vez —Peter sostuvo la puerta para ella y ambos regresaron a la ajetreada calle—. Pero en realidad me tardé mucho, a ti sólo se te olvidó que existe el mundo.

—Es lo que pasa cuando te gusta estar entre libros.

—Sí, sí, sé que eres una nerd también.

—No te aviento el café encima porque está muy rico...

—Y porque pagué por él —replicó Peter con una sonrisa socarrona y Lyann puso los ojos en blanco.

Alcanzaron un callejón y ambos se detuvieron en la entrada.

—Este se ve bien, ¿no? —observó Lyann.

—Sí, los contenedores de allá nos servirán bien. ¿Lista?

Lyann guardó sus compras en la mochila, agarró ambos cafés, se aseguró que estuvieran bien sellados y asintió.

—Vamos —dijo y ambos se sumergieron en el callejón.

Seguro de su palabra, los contenedores de basura eran lo suficientemente altos y anchos como para bloquear la vista de la entrada al callejón. Cuando Lyann se aseguró de que los cafés no se iban a volcar, Peter rodeó un brazo alrededor de su cintura y la sostuvo con firmeza. El aroma dulce de su perfume—fresas y frambuesas—invadió sus sentidos cuando Lyann se presionó más contra él.

—Sostente bien —fue la única advertencia que Peter le dio antes de que ambos dieran un salto de impulso y ser alzados hasta el techo del edificio por la telaraña de Parker.

Otra rutina que Lyann añadió a su lista y decidió agregar a Peter en ella: no perderse los atardeceres de Nueva York.

Debido a que la ciudad estaba llena de edificios, era difícil encontrar un lugar donde se pudiera contemplar bien el crepúsculo. Así que Lyann optó por los techos. No le temía a las alturas y tenía los medios para evitar un accidente en caso de cayera.

Además, no le hacía daño a nadie un toque de adrenalina una vez a la semana, ¿verdad?

Y Lyann vivía a base de adrenalina justo como Peter, así que tampoco se quejaba.

—Creo que este es el mejor espacio que hemos encontrado hasta ahora —comentó el chico mientras ayudaba a Lyann acomodarse sobre las tejas.

—Sip, definitivamente sí. ¿Qué café pediste?

—Un moca con hielo. ¿Me pasas las galletas?

Como otra costumbre que han establecido, compartieron bocadillos y bebidas.

—¿Qué tal las cosas en el complejo? —preguntó Peter entonces.

—La rehabilitación de Rhoedy va muy bien, pero está harto de verle la cara a Tony todos los días. ¡Oh, y Happy intentó hacer mis brownies y casi quemó la cocina! Los chefs no estaban muy contentos, la verdad.

—Pero tu receta no es difícil de seguir, yo las logré hacer en el primer intento.

—Sí, pero no todo el mundo tiene tu genio, Parker, y mucho menos Happy.

—Si te escucha, te deshereda —se burló Peter.

—¿Qué te hace pensar que no lo ha hecho?

Peter se rió por un buen rato. Lyann se conformó con dejarlo ser, pero allí estaba esa expresión tan inusual y equitativamente placentera.

Serenidad.

El Peter Parker de hace un mes y medio jamás habría imaginado que alguien como Lyann era capaz de sentir serenidad. El Peter Parker de ese entonces habría creído fielmente que monstruos como ella eran incapaces de sentir nada más que su egocentrismo y cinismo.

El Peter Parker de ahora estaba más que satisfecho de probar lo cuán equivocado había estado.

—¿Y qué tal May?

—Quiere invitarte a cenar otra vez. Te lo juro, simplemente no para de preguntar por ti. Ni siquiera se molesta en saber cómo me fue hoy —bufó Peter, pero Lyann sabía que solo estaba bromeando.

—Bien por mí, me gusta que May me dé atención —Lyann lo miró—. ¿El otro sábado te parece?

—¿Por qué no hoy? —Peter volteó a verla.

Y ahí estaba la razón por la que repentinamente Peter amaba los atardeceres.

Los colores anaranjados, rosados y lilas pintaban una cautivante laguna de colores en los ojos azules de Lyann. Un mar de arcoíris que Peter no se creía posible y le aceleraba el corazón cada vez que la miraba a los ojos.

—¿Quieres que vaya hoy? —preguntó ella con suavidad y una pequeña sonrisa en el rostro.

—Solo si tienes tiempo...

—Ahora mismo, tiempo es lo único que tengo, Parker.

Peter sonrió.

—Eso es bueno, ¿no?

La sonrisa de Lyann se agrandó.

—Es increíble —susurró ella.

—Me alegra, te lo mereces, Evans —admitió con sinceridad.

Lyann no respondió, simplemente se quedó observándolo.

Era una intensa mirada, Peter empezó a perder el aliento.

—Bueno, sí me gustaría que vinieras a cenar hoy —confesó, aunque solo para tener algo que decir.

—Hmm, okey. ¿Sabes qué comeremos?

—Creo que May mencionó algo de comida italiana.

—¿En el pub a tres cuadras de tu casa?

—¿Lo conoces?

Sea lo que sea que Lyann estaba recordando, debía ser algo divertido, porque parecía aguantar una risa.

—MJ y yo comimos ahí una vez —le dijo—, pero puede que provocaramos una bronca esa vez.

Peter entrecerró los ojos, contagiándose de su risa.

—¿Por qué lo haces sonar como que les prohibieron la entrada? —Lyann solo se le quedó mirando—. ¡Oh, santo Dios!

—Que conste, sí le advertí a los padres de MJ que su hija sería una mala influencia para mí.

—¡Oh, mi Dios!

Ambos estallaron en risas, sin poder parar hasta que los estómagos les dolían y Lyann se secaba las lágrimas de la risa.

Así es como quería sentirse, libre de todo peso, pensó Peter mientras la observaba calmarse otra vez.

Nueva York seguía zumbando de energía, ruidosa como siempre. Una sirena sonaba a lo lejos y el instinto que la mayoría de las veces tiraba de Peter y lo impulsaba a la acción al instante no llegó, opacado por el momento y la persona que tenía enfrente.

—¿Lyann? —susurró Peter entonces. De repente, el miedo lo consumió.

—¿Hmm?

Respira, Parker.

Hazte hombre, Parker.

—¿Te gustaría... salir conmigo?

Lyann volteó a mirarlo, con un brillo divertido en los ojos.

—¿Y qué estamos haciendo ahora mismo, idiota?

—No ese tipo de salida —especificó, el corazón atorado en la garganta—. Me refiero a una cita. Conmigo.

Ya está.

Ya salió.

Eso no le trajo ningún alivio.

—¿Me estás invitando a una cita, Peter Parker? —preguntó Lyann, todavía con aquel brillo centelleante en sus ojos.

Peter abrió la boca. La cerró. Afirmó con la cabeza.

Lyann volteó la mirada al cielo y cerró los ojos. La brisa le voló el pelo, pero no parecía importarle.

—Sí, Peter. Me gustaría salir contigo.




















FIN DE BANSHEE II





























Después de un año completo sin actualizar, por fin pude hallar la forma de empezar este último capítulo de la segunda entrega de la trilogía Banshee. ¡Lo logré! Aplausos para mí, de verdad no pensé que lo lograría.

Al principio, estaba convencida que haría falta dos capítulos, como máximo, para completar la segunda parte. Pero me di cuenta de que no necesitaba abundar mucho en las nuevas relaciones que Lyann estaba estableciendo, no es necesario que ustedes conozcan cada detalle de ella. Solo basta con que tengan un poco de conocimiento y que sólo sepan de las partes importantes de ella.

Por ejemplo, siempre he dicho que las relaciones amorosas son lo que menos verán en la vida de Lyann. Sin embargo, siempre la quise emparejar con Peter y sí quise darles una cucharadita de cómo verían y comportarían como una pareja. Y aun así, tampoco es necesario que tenga que mostrarles cómo les fue en su primera cita o si tuvieron su primer beso.

Con Lyann siento que son cosas que voy a dejar que ella experimente sola sin que nadie (ni siquiera yo) husmee.

Pero ya estamos aquí. El final de la segunda parte. Apunto de empezar la verdadera batalla.

No estoy ni remotamente lista, la verdad...

En fin, estaré publicando el epílogo entre esta noche o mañana. Estoy trabajando ahora mismo, así que me costará un poco redactarlo. Luego subiré los agradecimientos.

Es muy posible que no escuchen de mí en lo que empiezo a preparar Banshee III. Quiero tener una buena cantidad de capítulos hechos y editados para estar publicando todos los sábados como siempre he hecho. Así que sean pacientes conmigo, como siempre lo han hecho también. No saben lo mucho que significa eso para mí...

Y muchísimas gracias por estar aquí acompañando a mi querida Lyann. Ella y yo los apreciamos mucho.

Love,

Wolf Queen

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top