XII | Baile de primavera

      LYANN TRABAJÓ SIN PARAR MIENTRAS LOS DÍAS PASABAN Y NUEVA YORK SE RECUPERABA DEL INCIDENTE EN EL FERRY EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS. Una vez más su vida cayó en una rutina de entrenamiento a las cuatro de la madrugada, asistir a la escuela e ir a conferencias con la señorita Potts. Libre de vigilar a Peter Parker, Lyann tenía más tiempo para enfocarse en otras cosas, como descansar y aprender nuevas recetas para hornear, pero se rehusó en contra de su propia voluntad, decidida a pasar los días metida en su habitación.

Tony Stark decidió continuar con sus reuniones de trabajo desde la Torre Stark, negándose a viajar. Lyann sospechaba que quería mantener un ojo en ella, sin importar lo mucho que Pepper quería hacerle creer lo contrario. Era ne vano, por desgracia; la señorita Potts no era capaz de quebrar el muro de acero que había entre Lyann y el Hombre de Hierro, y le fastidiaba tener que soportar la horrible tensión cada vez que estos dos estaban en una misma habitación.

Para evitar este mismo problema, Lyann evadía su presencia y se encerraba en el gimnasio, en una de las terrazas o, como siempre, en su habitación, que durante los últimos días se transformó en su pequeña cueva.

Las palabras de Steve ardían como el fuego en la parte trasera de su cabeza, pidiéndole que hallara ese motivo que movía al señor Stark, la razón a todas sus cuestiones. Por el momento, Lyann estaba hundida en lo más profundo de su orgullo, así que hablar cara a cara con el millonario al respecto estaba fuera de su lista de cosas por hacer. Pero existían otras maneras para desmantelar la verdad. Mientras tanto...

Lyann contempló su rompecabezas, que por fin tenía su pieza faltante, y observó el rostro de la persona que tantos estragos llevaba causando en las últimos semanas.

El hombre se llamaba Adrian Toomes, un ex ingeniero electrónico que solía tener una pequeña compañía salvadora antes de que el Departamento de Control de Daños lo desempleara al ocupar su trabajo tras la batalla de Nueva York en el 2012. Esta información fue la llave que abrió la puerta a todos los actos criminales que Toomes ha estado cometiendo en el mercado negro al crear y vender armas usando la tecnología Chitauri, sin mencionar el auto-uso de estas.

De ahí su traje alado.

Saber todo esto no ayudó aliviar su creciente mal augurio.

Mucho menos descubrir que Adrian Toomes era el padre de Liz Allan.

Lyann no tenía ninguna conexión con la chica como para hacerla sentir compasión por Liz Allan, pero encontrarse a la chica todos los días en los pasillos de la escuela, verla sonreír y pasar un buen rato con sus amigos, le recordaba a Lyann lo poco que aquella nube de alegría le iba a durar.

Soltando un suspiro y abrazada a un cuaderno, Lyann pasó a Liz Allan de largo, que comentaba sobre el baile de primavera, y se internó a otro pasillo. Varios rostros giraron a verla al mismo tiempo, algunos chicos le saludaron, un grupo de muchachas llamaba el nombre de Lyann para—según suponía ella—entablar conversación, pero a Lyann sólo le interesaba hallar a MJ. Trató con el aula de bilogía...

Y dio de relleno con Peter Parker.

Oh —jadeó Lyann con una mueca de dolor y se frotó la rodilla, que chocó con la puerta que Parker abrió.

—¡Oh! ¡Lo siento, no te había visto! —balbuceó Peter, pero Lyann solo bufó y le restó importancia enseguida.

—Hola, Ned —saludó y el chico le regreso el gesto con dos dedos a la frente.

—¿Qué cuentas?

—Busco a MJ, en realidad. —Lyann los observó a ambos—. ¿La han visto? Hemos quedado para estudiar.

—La última vez que la vi estaba en el aula de detención —le dijo Peter.

Lyann frunció el ceño.

—¿Por qué es que le gusta estar ahí cuando no la envían a detención nunca? —Lyann suspiró y, antes de poder seguir, la voz del maestro del aula de biología la interrumpió, llamando a Ned.

—Vuelvo ahora —dijo este y se retiró de nuevo al aula.

—¿Haciendo nuevas telarañas? —preguntó Lyann en cuanto Ned les dio la espalda.

Peter abrió los ojos de par en par.

—¿Quieres bajar la voz? —siseó, mirando a ambos lados. Lyann se rió—. No tiene sentido que las haga si no las puedo usar, de todas formas...

—Tú de verdad que no crees eso, Peter...

Peter la miró.

—¿Por qué sigues aquí, Lyann? —dijo entrecerrando los ojos—. Tampoco tienes que seguir viniendo si no soy el amistoso Hombre Araña. Eres libre.

Lyann ladeó la cabeza.

Ahora sería el mejor momento para informar a Parker, armar un plan y juntos detener a Vulture.

Las palabras estuvieron a punto de salir de su boca, de contarle todo lo que había descubierto en las últimas setenta y dos horas. La evidencia que tenía era suficiente como para que los federales actuasen enseguida, sólo tenía que imprimir los documentos, llamar a la FBI y los agentes estarían tocando a la puerta de la Torre Stark en menos de un segundo. Era muy sencillo, honestamente.

Pero aun así algo se lo impedía.

Lyann formuló una perezosa sonrisa.

—¿Irás al baile de primavera, Parker?

Peter empezó a toser.

La sonrisa de Lyann creció todavía más.

—No me digas que te acabas de ahogar con tu saliva —bromeó, los ojos brillándole traviesos.

Peter se enderezó, los ojos llorosos de toser.

—¿Qué... dijiste? —carraspeó él.

—Me da la impresión de que me oíste bien.

Peter empezó a balbucear.

—Yo... Bueno, yo...

—Peter no tiene pareja para el baile aún —dijo Ned mientras salía del aula.

Peter volvió a toser.

Lyann sólo lo observó. Peter se sintió completamente expuesto.

—¿Tú también vendrás al baile? —preguntó Ned, omiso a la crisis que su mejor amigo estaba sufriendo.

—Oh, claro. No me la perdería por nada.

—¿Eso fue sarcasmo?

—Sipi. —Lyann lo miró—. Sólo vengo para engañar a Stark y luego me iré por ahí.

Eso picó la atención de Peter.

—¿Eso qué quiere decir?

Lyann no lo miró esta vez.

—Averígualo por ti mismo, Parker. —Lyann se despidió con un ademán de manos—. Si ven a MJ díganle que no soy un perro para andar siguiéndola a todos lados.





Nueva York era una buena ciudad, visitada por muchos y habitada por tantos, pero no era el tipo de lugar en el que Lyann se imaginaría viviendo. Demasiado concurrida. A su padre, Tamlin Evans, tampoco le habían gustado las ciudades transitadas. Sus laboratorios estaban en países cuya urbanización estaba separada por mucha vegetación, como Washington D.C., Boston o ciudades de Europa.

Así que no comprendía por qué a su hermano, Jonathan Evans, sí.

Johathan Evans, aunque vivía cerca de la universidad de Columbia, donde enseñaba historia, caminaba hasta su zona de trabajo a pesar de su cojera severa. Estudiantes lo saludaban al pasar y colegas se acercaban para entablar conversación con él. El vendedor de tés en el puesto de la esquina le daba su diario vaso de té de jengibre. Sus clases eran largas, pero sus palabras firmes, y sus estudiantes eran aprendices capaces.

Jonathan Evans parecía ser el polo opuesto del hombre a quien Lyann conoció como su padre.

Lo observó por días desde una distancia pronunciada. A veces hackeaba en el sistema de cámaras de la universidad y lo observaba desde su habitación mientras hacía tarea o leía. En ningún momento a Lyann le cruzó por la mente la idea de acercarse y ver si el hombre la reconocería, tanto por cómo el mundo la conocía o por ser su familiar. Sería una causa perdida, en su opinión.

Eso no impedió a Lyann de sentir curiosidad.

¿Cómo Jonathan Evans podía vivir una vida tan ordinaria compartiendo sangre con alguien como la Basheen?

Si Steve supiera al respecto, Lyann se preguntó qué consejo le daría.

Probablemente un montón de palabras sabiondas que Lyann dejaría entrar por un oído y salir por el otro.

Su teléfono comenzó a vibrar y Lyann bufó.

—¿Sí, señorita Potts?

—Trae tu trasero para acá, jovencita. Tienes un baile al que asistir.





De camino al baile escolar, con Liz, la chica que tanto le gustaba, a su lado y, por desgracia, el padre de esta llevándolos a la preparatoria, Peter pensó que su mente estaba por explotar.

¡El hombre alado es el padre de Liz!

¡El hombre alado es el padre de Liz!

¡El hombre alado es el padre de Liz...!

¿En dónde estará Lyann?





Lyann estaba con MJ y Ned cuando vieron a Peter llegar, pálido como un fantasma. Luego, Peter se puso aún más pálido al ver a Lyann... Para cuando chico se había acercado a Liz Allan, su piel estaba azul.

—¿Por qué Peter parece a punto de desmayarse? —preguntó MJ a nadie en particular.

Lyann permaneció callada, ojos aún fijos en Parker mientras Ned y MJ hablaban.

—Nunca ha venido al baile de primavera con una cita —dijo el chico.

—Eso lo explica...

Lyann observó la hora.

Una hora para el despegue.

Lyann volvió la mirada hacia Peter... y no lo encontró. Giró sobre sus pies, pero no había rastro de él.

—MJ —llamó sutilmente y la chica la miró—. ¿Qué dijeron tus padres de quedarme contigo esta noche?

A MJ se le iluminó el rostro.

—Oh, no hay problema. Sólo que no te escabulles a las tres de la madrugada con una bandada de narcotráficos disparándote la espalda, por favor.

—Copiado. Nos vemos en tu casa. —Lyann empezó a marcharse.

MJ la tomó del brazo, deteniéndola.

—¿El deber llama?

Y Lyann, sintiendo cómo su propio corazón se estrujaba, la miró directamente a los ojos.

—Esta podría ser mi última noche libre. —La expresión de MJ cambió automáticamente. Sin decir palabra alguna, Ned salió corriendo fuera del gimnasio—. Me gustaría aprovechar las horas que me quedan al máximo —siguió diciendo Lyann—. ¿Quieres ver Juegos de Tronos hasta que los ojos nos sangren?

MJ se quedó observándola. Jamás le soltó el brazo.

—Lyann... —La voz de MJ era severa—. ¿Qué pretendes hacer?

Lo correcto, dijo la voz de Steve dentro de su cabeza.

—Lo correcto —contestó Lyann.

—Pero...

—En tu casa. Después del baile. Espérame allá.

MJ abrió la boca. La cerró. La volvió a abrir.

Había lágrimas en sus ojos.

MJ apretó los labios, asintiendo.

Era lo único que Lyann necesitaba. Se dio la vuelta y se alejó de su amiga.

MJ la vio marchar, salir del gimnasio y hacia la oscuridad noche.

—¿Por qué su vestido se parece a Severus Snape cuando camina?





—Happy, háblame. ¿Está todo listo?

—Casi. Falta mercancía por abordar.

—Hazlo rápido. No tengo toda la noche.

—Tu pijamada no me interesa, Evans.

—No te pregunté, gruñón.

—No soy un tipo gruñón.

—¿Y qué? ¿Eres alegre, Happy?

—Te detesto. De veras que sí.

Lyann sólo sonrió.




Vulture entró en la cabina de control, conectó un cable a su móvil y tecleó en la pantalla.

—Clonando señal del transportador.

—Lanzando dron señuelo.

—Programando nuevas coordenadas.

—Nos vemos en una hora, señor.

—Gracias, Mason.

—Somos ricos, señor.

Vulture sonrió.

—Sí que lo somos, Mason. Sí que lo somos.

Vulture dejó al avión volando automáticamente y regresó a la cabina de carga, donde lo esperaba el cargamento que tanto ansiaba obtener. La mina de oro más magnifica estaba justo frente a sus ojos...

Las luces se apagaron.

—¿Qué demonios...?

Las luces volvieron a encenderse.

La mercancía ya no estaba.

Pero alguien más sí.

La Banshee le sonrió desde el otro lado de la cabina de cargamento, agitando un control con una mano.

En un parpadeo la mercancía había vuelto, luego la ilusión destelló y desapareció.

Vulture dio un paso hacia al frente, estupefacto.

—¿Qué...? ¿Cómo...?

La Banshee ladeó la cabeza.

—Cortesía del señor Stark —dijo—. Sólo que el señor Stark no sabe que tengo sus lindos aparatitos.

Vulture parpadeó, sorprendido aún. Luego sus ojos se congelaron y se oscurecieron, enfurecido.

—¿Dónde está mi cargamento? —gruñó profundamente, colocándose el casco.

—En la nueva casa del señor Stark. ¿Por?

—Sabías que venía. —No era una pregunta.

—Tu plan era bueno, en serio —Lyann arrugó la nariz—. Aunque no tan bueno.

Lyann se llevó una mano al oído.

—El pájaro cayó en la trampa —dijo al intercomunicador—. Hablamos luego, señorita Potts.

Te quiero aquí en una pieza, Evans.

—Adiós, Pepper.

Lyann lanzó el control lejos; ya no lo necesitaba. Tomó la tela de su vestido y lo arrancó de su traje, revelando los sables que escondía bajo los pliegues. Los activó y sintió su chispa eléctrica en sus venas; hacía unos meses que no sentía la adrenalina de una verdadera misión corriendo por sus venas.

Clavó los ojos en Vulture.

—Le debes una disculpa a alguien que conozco.

Vulture ladeó la cabeza, luciendo como un verdadero buitre.

—¿Ah, sí?

De repente una alarma se activó y luces brillaron en rojo. Lyann permaneció calmada.

Vulture, en cambio, verificó que la chica no lo atacaría aún y con un gruñido trotó hasta la cabina de control. Al revisar la cámara del avión a nadie más ni nadie menos que Peter Parker trepando en su traje.

Cuando salió de la cabina y regresó con la Banshee, Lyann sonreía.

—Supongo que nuestro amigo en común nos acaba de honrar con su presencia.

—También sabías que vendría... —Vulture entrecerró los ojos hacia ella.

Lyann se encogió de hombros.

—Sí sé hacer mejores planes que tú.

Vulture se rió.

—En eso te equivocas. Me trajiste al idiota para matarlo.

Lyann dejó de sonreír.

—¿Quién dice que no te mataré primero?

Ambos se miraron a los ojos, dos bestias analizando a su siguiente víctima.

Vulture se lanzó al vacío siendo perseguido por el grito de la Banshee.

Primero que nada, Lyann no estaba usando un vestido para el baile de primavera, sino que colocó una cola de tela negra a su traje de combate para ocultarlo. El tela tiene casi los mismos diseños que el traje de combate, así que fue sencillo esconderlo de los ojos chismosos de los demás.

Segundo, no sé si el capítulo tiene algún sentido. Para mí no lo tiene. No estaba exactamente pensando cuando lo escribí, sólo sé que tenía inspiración para escribir en Lyann y a eso me puse. Lamento si el capítulo no tiene mucho sentido. Trataré de mejorarlo.

Tercero, lamento la tardanza. Llevo desde marzo que no actualizo y como siempre, no tengo excusa. La inspiración viene y va. Todo depende de ella. Y gracias por esperarme.

A mí no me gustó tanto cómo salió el capítulo, pero espero que a ustedes sí, y espero poder escribir el otro más pronto que tarde.

Nos leemos pronto. Cuídense. Los quiero.

Love,

Wolf Queen

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