VII | Y finalmente me rendí
[CAPÍTULO DEDICADO AL REY QUE NOS DEJÓ MUY PRONTO:
CHADWICK "THE KING" BOSEMAN]
LYANN TUVO QUE REGRESAR A NUEVA YORK HORAS DESPUÉS DEL CAOS EN WASHINGTON; LA SEÑORITA POTTS NO PARABA DE LLAMARLE Y HAPPY APARENTEMENTE DESPERTÓ CON GANAS DE REVENTARLE EL CHAT DE MENSAJES. Esta vez no pudo volver andando en su motocicleta, con tantos ojos sobre ella era un riesgo regresar por su cuenta, así que Pepper envió un jet a por ella. Evitó sus llamadas también durante el vuelo de regreso, demasiado enfocada en los canales de noticias, queriendo saber lo que la sociedad especulaba de ella ahora, y para cuando Lyann se dio cuenta de que se estaba comiendo las uñas por los nervios ya era muy tarde.
Lyann rompió la regla más importante, y ahora la atención del mundo entero estaba sobre sus hombros una vez más, y lo peor de todo era que Lyann no tenía ni la más remota idea de qué esperar.
No tuvo que hacerlo. Una vez en la en Nuevo York, el mismísimo Tony Stark la esperaba en su oficina.
Bueno, su holograma.
Lyann no se molestó en removerse el traje de combate, ya se estaba sintiendo lo suficientemente expuesta como para empeorar la sensación destripándose de la única armadura que le daba seguridad. Así que no lo hizo y caminó con las manos entrelazadas tras la espada hacia la oficina del Hombre de Hierro, intentando mostrar un poco de dignidad andando con el mentón alzado, la mirada fija hacia el frente y el paso firme como la soldado que era. Trabajadores de la instalación miraron más de una vez en su dirección al cruzarse con ella en los pasillos, pero Lyann se obligó a sí misma a hacerse la ciega y sólo se detuvo cuando tuvo las puertas de la oficina de Tony Stark en la cara.
El corazón le latía demasiado fuerte. Era molesto, aquel tambor en sus oídos. El sudor en sus manos también era frustrante, pero por más que trataba de quitarse el nerviosismo de encima, el leve temblor en sus dedos regresaba y sus manos seguían empapándose. Hizo el intento de no pensar en la nueva celda que la esperaba, o la larga lista de posibilidades de sufrir un castigo peor, y, aun así, la mayor parte de Lyann pensó que nada podría ser peor que el pasado que la perseguía día tras día, noche tras noche.
Lyann respiró hondo por la nariz y soltó el aire por la boca. Miró la puerta, sintió un escalofrío recorrerle la espalda y creyó que las paredes se le cerraban encima. Luego se dijo a sí misma que estaba bien, se lo repitió mil y una veces como una alabanza divina y volvió a mirar la puerta.
Entró.
El holograma de Tony Stark apareció en cuanto la puerta estuvo cerrada y Lyann estuvo dentro de la oficina. Llevaba traje puesto, y a jugar por el resto del fondo, Lyann supuso que estaba en una limosina yendo a una reunión importante o algun tipo de evento. Decidió no averiguarlo y se obligó a destensar las manos, abriendo y cerrándolas, luego cuadró los hombros y carraspeó.
—Cariño, soy yo el que está esperando una explicación —le dijo Tony usando un tono burlón, pero de todas formas Lyann captó el fastidio en su voz.
Lyann se hizo la ciega para no creer que, tras odiarlo, ella estaba asustada del Hombre de Hierro. Asustada por el futuro que él podría poner sobre sus hombros. Lyann era quien estaba bajo su guardia, por lo tanto, solo Tony Stark podría decidir qué hacer con ella.
Encarcelación o algo peor.
Solo él.
Lyann lo odiaba.
—Parker cometió un error —habló ella, tratando de regular el tono de su voz—. Yo solo estaba ahí para evitarlo.
Los ojos de Tony eran severos.
—Usaste tu poder.
—Un elevador lleno de personas se estaba cayendo.
—Hubo testigos.
—Claro que los hubo, si sucedió en plena mañana.
—La gente te vio, Lyann —objetó Tony, quien movió los dedos y otro holograma apareció. Mostraba imágenes diferentes, pero se trataba del mismo tumulto de personas que habían rodeado el monumento durante el momento de caos y después de este—. No importa que hayan visto tu cara, sino que te hayan visto usando tus poderes. Todo quedó grabado.
Ocultas tras su espalda, Lyann convirtió sus manos en puños.
—No esperaba que las cosas se salieran de control —mintió ella. Claro que sabía que algo malo iba a pasar. Siempre sucedía—. Yo solo estaba vigilando a Parker y no creí que las cosas empeorarían. De haberlo sabido, habría ido más preparada y usted lo sabe, señor.
—Lyann...
—¿El señor secretario le ha llamado ya?
Tony la miró. Negó con la cabeza.
—Pero sí sabe de los demás gobiernos.
El silencio de Tony fue suficiente.
—¿Qué dicen? Dígame lo oyó —Lyann dio un paso al frente—. Necesito saber, señor.
—No están contentos, si eso quieres oír —le contestó Tony mirando hacia su derecha. Lyann tuvo que recordarse que él estaba dentro de una limosina—. Pero tampoco pueden hacer nada. Como te dije, todo quedó grabado y no hay evidencias que demuestren que hayas cometido un delito.
Lyann inhaló hondo, sintiendo que podía respirar por fin.
—Pero aun así usaste tus poderes —Tony volvió a mirarla—. Y ellos específicamente dijeron que no debes usarlos, Lyann.
Ahora Lyann estaba molesta.
—Hice lo que pude, señor Stark. Hice lo que pude por usted —dijo, tratando con todas sus fuerzas para no perder la cordura—. Hace tres meses mi poder quedó bloqueado. Yo misma lo hice. No es tan difícil, pero no suelo recurrir al bloqueo temporal. Resulta que terminé en sus manos y, para evitar cualquier desliz y no causar problemas, lo bloqueé todo. Y me costó caro.
Tony Stark la miraba de manera diferente ahora. Lyann se sintió frustrada porque no sabía qué significaba, no podía descifrarlo. Pero el Hombre de Hierro ya no la estaba mirando como sus supervisores en HYDRA lo hacían, con decepción y severidad en los ojos.
—¿A qué te refieres, Evans?
Lyann no se molestó en preguntar. Se acercó a las sillas frente al escritorio del hombro y se sentó, subiendo los pies sobre la mesa solo para fastidiarlo como él la estaba fastidiando a ella.
Funcionó, pues el multimillonario hizo una mueca al verlo.
—Estaba sufriendo. Todo el tiempo sufría. —Lyann no se atrevía a mirarlo a los ojos ahora, así que se enfocó en la vista neoyorquina—. No es la primera vez que sucede, ya he bloqueado mis poderes antes, pero la reacción nunca es la misma. La última vez que lo hice, perdí unos kilos y lucía enferma todo el tiempo, pero durante estos tres meses yo...
Lyann se miró las manos. Las encontró temblando. Volvió a cerrarlas en puños.
—Cada parte de mí dolía... cada extremidad, cada centímetro. Durante tres meses mover el cuerpo era una tortura, pero tenía que soportarlo. Tenía que soportarlo porque de verdad que no quiero terminar en una celda. No, he estado en suficientes celdas y justo cuando por fin soy libre, quieren volver a meterme en otra. Ellos me obligaron a encerrarlo todo... Usted me obligó, señor, y yo traté de aguantarlo. Lo intenté. Y finalmente me rendí.
Para cuando Lyann alzó los ojos hacia Tony, se aseguró de mostrar todo lo que no podía expresar con palabras. Quería que viera su rabia, que la sintiera, que se diera cuenta que todo el tiempo, todo el endemoniado tiempo, estaba furiosa. Lyann quería demostrarle que no se arrepentía de haber usado sus poderes, se dio cuenta que su único error fue haber hecho caso a un montón de políticos que le tenían miedo a la cantidad de poder que ella contenía. Para intentar agradarle a la gente hizo lo que los demás esperaban de ella, que obedeciera las reglas y que fuera callada y se hiciera la sorda y la ciega en cuanto a problemas.
Pero hace mucho tiempo Lyann dejó de obedecer, de ser callada y de hacerse la desubicada. Recordó sus palabras dentro del monumento.
A la mierda con el gobierno.
Lyann volvió a enfocarse en el Hombre de Hierro, una sonrisa peligrosa asomándose en su rostro.
—¿Y bien, Stark? —canturreó—. ¿Estoy en problemas... señor?
Tony la observó por un largo rato.
Luego, un suspiro.
—No, Chica Demonio. No estás en problemas —Tony la apuntó con un dedo—. Pero esto no significa que no cometiste una estupidez. Ahora tienes los ojos del mundo puestos en ti... Otra vez.
Lyann se encogió de hombros.
—No sería la primera vez...
Tony bufó.
—Esto no cambia nada. Sigues siendo la niñera.
—Púdrete.
—Me adoras a muerte —Tony le guiñó un ojo—. Ahora, antes de que te vayas quiero que busques un archivo que la señorita Potts necesita. Está en el archivero.
Cuando el Hombre de Hierro qué tipo de archivo era y lo escuchó fanfarronear sobre sí mismo, Tony Stark colgó, una sonrisa malévola en su propio rostro al ver a Lyann fastidiada con él.
Sola en la oficina y sin nadie esperándola aparte de Pepper y el documento que tenía que entregar, Lyann se sentó más cómodamente en su asiento y sacó su teléfono, accionando el localizador que había colocado en el propio móvil de Peter Parker cuando él no miraba. Fue sencillo y rápido, un virus que no afectaba las funciones de su teléfono en lo absoluto y que trabajaba con más velocidad que el rastreo de un GPS normal.
Así como lo esperó, Peter estaba de camino a Nueva York en el autobús escolar. Se recordó lidiar con él después, ya que una vez lo más importante estuvo resulto, el Hombre Araña tuvo que desaparecer y Peter Parker se unió a su grupo de amigos minutos después, dejando a Lyann para que resolviera el resto de la conmoción por sí sola. Habló con los reporteros y dijo todo lo que podía decir sin revelar nada, fue perseguida por estos mismos reporteros hasta que la policía —la misma seguridad dentro del monumento que acudió a su ayuda— intervino y le dieron un pase seguro para salir de ahí y encontrarse con el jet que Pepper le envió.
Lyann trató de no pensar en las personas que le agradecieron, en la niña que dijo que la Banshee era una heroína o en la anciana que le dio sonoro beso en la mejilla y le regaló diez dólares. Se dijo que no era nada, que no se merecía el cálido agradecimiento de la anciana o su querido dinero. Se dijo a sí misma que no era una heroína.
Steve era el héroe. No ella.
Suspiró y se levantó del asiento, acercándose al archivero que Tony le mencionó. Usualmente las cosas del señor Stark eran un desorden que solamente era arreglado por la señorita Potts, pero, a diferencia de todo lo demás, al menos aquel archivero estaba organizado en orden alfabético y le era muchísimo más fácil encontrar el documento que necesitaba. El estómago le gruñó, así que Lyann apresuró la búsqueda y metió la nariz en las demás gavetas, encontrando el folder que necesitaba... y algo más.
« TAMLIN EVANS (1971 – 2016) »
Lyann se detuvo.
—¿Qué mierda...?
Sus manos ya estaban agarrando el archivo antes de poder asimilarlo.
Se apartó del archivero, el documento para la señorita Potts sujeto bajo al brazo, y se desplomó en la silla en la que había estado. Sus ojos se movían rápido, leyendo con velocidad cada línea, cada hoja, desde los casos fallidos de su padre hasta los exitosos —el suyo incluido—.
Hombre graduado con honores en la universidad de Harvard, maestría en ciencias, adinerado desde nacimiento y asociado con gente rica, pero de récord sucio. Encontró los años que llevaba trabajando para HYDRA, la edad con la que se casó con su madre —veinticinco— y varias notas sobre el desarrollo del Proyecto Oscurus junto a las notas más relevantes sobre el Experimento 31-A.
Y luego halló el acta de nacimiento de su padre.
« NOMBRE COMPLETO: TAMLIN EVANS MATEUS / NACIDO: ENERO 23 EN EL 1971 / LUGAR: HOSPITAL GENERAL DE SEATTLE / PADRES: MARIA MATEUS Y NORBERTO EVANS / OTROS FAMILIARES: LEELIE ARCHERON (ESPOSA); JONATHAN EVANS (HERMANO) »
Lyann jadeó. El archivo se le cayó de las manos y las hojas se esparcieron por el suelo.
Luego... luego se movió.
—¿Friday...?
La computadora respondió.
—¿Sí, señorita Evans?
—Jonathan Evans... —La voz de Lyann sonaba estrangulada—. Encuéntrame todo lo que puedas hallar.
El holograma brilló nuevamente frente a su cara.
El corazón le latía demasiado rápido, era difícil respirar y los dedos le temblaban. Había un zumbido en sus oídos y no podía escuchar nada más que el sonido de sus jadeos, pesados y ruidosos. Vio imágenes volando frente a sus ojos hasta que diferentes ventanas flotaban en su cara y sus ojos azules volaron por cada una, leyendo, leyendo y leyendo. Creyó que era una broma, estaba segura de que era una broma, y luego pensó que alguien le abofeteó el rostro cuando todas las evidencias estuvieron bien claras.
No era mentira.
Su padre sí tuvo un hermano. Y estaba vivo.
Y vivía en Nueva York.
Y luego de tres semanas con un bloqueo, Banshee II por fin ha regresado. Como dije, haría este capítulo en dedicatoria a Chadwick y como quería que fuese especial, también puse un poco de suspenso aquí.
Su muerte me afectó bastante porque no pude concentrarme ni un poco en Banshee. Pensaba en la historia y luego pensaba en él, y luego perdía los ánimos. Chadwick era una persona maravillosa y es una pena que nos haya dejado tan pronto.
En cuanto al capítulo en sí, ¿qué me dicen de ese final? ¿Se lo esperaban? ¿Les ha gustado? Déjenmelo saber en los comentarios y díganme qué creen que pasará ahora.
Y en cuanto a ti, Chadwick, te doy gracias por darle vida a uno de los personajes más increíbles que tiene Marvel. Te doy gracias por todos los otros personajes que interpretaste y fueron un éxito total, tu talento era tuyo y de nadie más. Peleaste una batalla dura, y a pesar de que el villano te ganó, nunca te rendiste y eso es lo que cuenta. Espero que hayas tomado las manos de Bast y Sekhment y ahora corras para siempre.
Nunca dejes de correr, mi rey.
¡WAKANDA FOREVER!
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