cuarenta y cuatro.
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este capítulo contiene contenido sensible si quieren pueden pasarse este capítulo, si se sienten algo mal o si no pueden seguir leyendo pueden saltárselo que al siguiente podrán entender qué pasa en este. les quiero ♡. y recuerden que si ya no pueden leer pueden saltarlo!!!!
(lean con la canción)
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Sus ojos le pesaban y la cabeza le dolía. Después de echar a la calle a su hermana y mejores amigos sintió el vacío aún más profundo, sintió como se hacía más grande en su pecho, como al igual que un agujero negro consumía todo. Lo consumía a él.
Después de echarlos lloro en el piso, sintió las lagrimas saladas en su boca y rompió más cosas a su alrededor. Tenía rabia, tenía mucho enojo ¿Por qué no podía avanzar? ¿Por qué no podía solo correr del pasado? Muchas personas lo hacían, muchas personas habían pasado peores cosas que él pero aún así sabían moverse.
Todos excepto él.
El mundo se movía y él se quedaba en el mismo lugar, tomando la mano de él cuando era un niño. Seguía en el mismo lugar.
Rompió vasos, rompió botellas, rompió cuadros y lanzó todo lo que estaba encima de la mesa hacia el piso. Era toda la rabia e impotencia que sentía. La rabia de ser él.
La rabia de ser tan débil. De no poder moverse.
El timbre sonó, se levantó del piso y fue a abrir.
Detrás de la puerta estaba Baekhyun, quien a su pedido había venido. Estaba detrás de la puerta con una sonrisa que lentamente se desvaneció al ver el estado de Jungkook y al ver su alrededor.
—Hola.—Saludó, forzándose a sonreír.
—Hola.—Sonrió, haciéndose a un lado para que Baekhyun entrara.—Puedes pasar.
Baekhyun asintió y entró, todo se veía peor desde adentro, todo estaba roto y había un gran desorden.
—Perdón por el desorden.–Jungkook habló a su lado, rascándose la nuca restándole importancia a todo a su alrededor, como siempre hacía.—La fiesta se descontrolo.
—¿Hiciste otra fiesta?
—Una pequeña.—Sonrió.—Vamos a sentarnos al sofá, si eso quieres.
—Claro.—Sonrió, tomando la mano de Jungkook.
La mano de Baekhyun era suave.
Maldita era su cabeza que ahora le ponía a la mesa el recuerdo del tacto de la pequeña mano de Jimin, maldita era su memoria que le hacía recordar como aquella pequeña mano se veía contra la suya y maldito era él por querer estar sosteniendo la mano de Jimin en lugar de Baekhyun.
—Traje fruta picada y algunos nuggets ¿Quieres?—Ofreció.
—Estoy bien, no tengo hambre.
La última comida—si se podía decir así—la había tomado en la mañana, a primera hora, suponía que eso era lo que sostenía su estómago.
Aunque sabía bien que lo que no le hacía tener hambre era el vodka y el whisky que había bebido, junto a la cocaina. Hacían un fuerte sosteniendo el hambre de Jungkook.
Baekhyun se detuvo a mirar cada centímetro del lugar, cada vez que observaba más su estómago se hundía un poco más. Todo era un gran desastre, empezando desde Jungkook. Que tenía las ojeras marcadas, los labios secos, los ojos rojos e hinchados, pequeñas fisuras en sus manos y la palidez en su rostro.
Se preocupó inmediatamente.
—Jungkook...¿Está todo bien?
—¿Por qué preguntas?
—Es que...te ves mal.
—¿A sí?—Rió.—Estoy bien, tranquilo. Solo que no dormí bien, es todo. Solo estoy algo cansado.
Siempre estaba cansado. Siempre estaba la excusa de que no había dormido bien.
Siempre.
Siempre evadiendo sus propios problemas.
Cómo el egoista que era.
—Come por lo menos algo de fruta.
—¿Qué tengo a cambio?—Le guiño el ojo sonriendo.
—Comida.—Sonrió.
Jungkook rodó los ojos pero al final aceptó.
Baekhyun le extendió el empaque de frutas que siempre llevaba consigo, Jungkook tomó unos cuantos bocados y luego lo dejo, realmente no tenía hambre y solo hacía eso para ver la sonrisa de Baekhyun. Sonreía muy lindo.
—Come un poco más.
—Estoy lleno. Después lo haré.—Sonrió.
Se giró para estar cara a cara con Baekhyun, elevó su mano y acarició la mejilla del castaño, sonriendo por el sonrojo que le había robado. Era tan hermoso, tan tierno, le hacía feliz.
Sin embargo aquel 'pero' rebotaba constantemente en su cabeza.
Jungkook sonrió una vez más hasta acercarse hacia los labios del castaño, uniendo sus labios en un cálido beso, moviendo sus labios en sincronía, colocando sus manos en el cuerpo del otro y acercándose para sentirme más.
Para sentir algo.
Para sentir algo en medio de las cosas rotas.
Algo.
Pero aquel algo que sentía Jungkook era solo culpa, culpa y culpa. Nuevamente se aprovechaba de Baekhyun, se aprovechaba de sus ojos esperanzados y de su sonrojo. Porque sabía que Baekhyun no le negaría nada.
No le negaría que le haga sentir algo.
Y eso estaba mal.
Por eso Jungkook se alejó del beso. Por eso lo miró a los ojos y dejó de acariciar su cintura. No podía hacerle esto.
Una desilusión duele. Él lo sabía.
—Perdón por hacerte venir.—Susurró.
—No te disculpes, si vine es porque quise.
—Gracias por hacerlo.
—No hay nada que agradecer. Me tendrás aquí, a tu lado.
Meter a alguien a su pozo sería aún más egoísta. Ya habían muchas personas dentro con él, no podía unir a una más.
—Baek...¿Podrías dejarme solo?
—Claro.—Asintió.—Pero...¿Está todo bien? Jungkook, si no te sientes bien o necesitas de algo puedo ayudarte.
—Estoy bien. Tratare de limpiar, por eso necesito estar solo.—Sonrió para calmarlo.
—Está bien.—Dijo con desconfianza.
Ambos se levantaron del sofá y caminaron entre los escombros rodeándolos, Jungkook le dio una última sonrisa de consuelo a Baekhyun antes de cerrar la puerta.
Nada estaba bien, Baekhyun lo sabía, las mentiras de Jungkook las podía ver muy bien. Si él no podía hacer algo trataría de conseguir a alguien que si pudiese, porque un sentimiento extraño se situó en su pecho. Tomó su celular y mientras se dirigía a su auto llamó a Yeri, le comentó lo que había visto y lo que Jungkook le había dicho, la línea se quedó en silencio por varios segundos, hasta que Yeri le suplicó que hablara con la hermana de Jungkook o con alguno de sus amigos. Porque nada estaba bien.
Absolutamente nada.
Jungkook arrastraba sus pies totalmente cansado hasta a su habitación, habían tantas botellas terminadas que perdió la cuenta cuando quiso enumerarlas. Había una botella de vodka al lado de su escritorio, tenía sed así que la tomó, la abrió y bebió de ella, aún el líquido quemando su garganta. Tenía mucho sueño, su cabeza pesaba y sus ojos también, pero no podía dormir, había intentado hacerlo en la tarde pero había fallado, había fallado durante los últimos días. El polvo blanco frente a él tal vez lograría que consolide el sueño. Su nariz le ardió un poco, eran cuatro líneas las que había llevado hasta su olfato. Eso sería suficiente.
Se sentó en su cama empezando a sentir los efectos en su cuerpo. El alcohol y la droga se juntaban haciendo maravillas en su sistema, llevándolo a las nubes, llevándolo al cielo y trayéndolo de regreso. Se sentía bien.
Sentía algo.
También sintió sed, sed de algo que no sea vodka. Se levantó de su cama y tambaleándose fue hacia su baño, le daba mucha pereza ir hasta la cocina solo por un vaso de agua. Entro a su baño y noto que era el único lugar limpio en su casa. Los mármoles blancos y azules bien pulidos, todas las cosas en su lugar. Por lo menos algo tendría que tener orden en su vida. Ese era su baño. Cerró la puerta al entrar.
Tomó un poco de agua y mojó su rostro. Se vio al espejo y sintió algo desconocido en su pecho. Quien veía a través del espejo no era él.
No se recordaba tan...roto. Tan muerto.
Se observó por largos segundos hasta que su mente empezó a jugarle en su contra. Empezó a alucinar por todas las sustancias en su cuerpo. Veía a su lado parado a su padre y a su madre, con aquel ceño fruncido y esa mirada de desaprobación. Torturándole.
Volvió a mojar su rostro y cuando volvió a mirar no había nadie. Soltó un suspiro aliviado. Pero todo a su alrededor empezó a moverse, los mármoles, las cortinas y las toallas. Haciendo que su cabeza de vueltas.
La vista se le volvía borrosa y confusa, tuvo que sentarse en el piso para que su cabeza deje de doler, al frotarse los ojos todo se aclaro.
El mármol de su baño empezó a desvanecerse en su mirar, todo empezaba a hacerse borroso, volvió a frotarse los ojos; ahora él estaba en la sala de su antigua casa, reconocía la alfombra de lana entre sus zapatos y los cuadros familiares que adornaban las paredes. Las figuras cromáticas en la pared blanca, empezaban a dar vuelta.
Se vio a sí mismo, llegando del colegio arrastrando los pies, detrás de él se escuchó un fuerte portazo, ya empezaba a recordar que es lo que pasaba ahí.
—¡¿Cómo tratas de ser alguien en la vida si tienes las notas de un estupido?!
La voz de su padre, haciendo eco en su cabeza. Haciendo eco en todo lugar, chocando contra las paredes y rompiendo los vidrios. Como siempre solía hacerlo.
Detrás de su recuerdo entró su madre, con un cigarro entre los dedos y labial rojo cubriendo sus finos belfos. Teniendo en sus delgadas manos la boleta de notas de Jungkook, arrugándola y tirándola al suelo.
—Tanto que hemos gastado en ti ¿Así nos lo pagas?—Su madre negó, totalmente decepcionada.
Cómo si su único hijo varón hubiese cometido el peor crimen, solo eran unas malas notas.
—Lo siento.—Murmuró, cabizbajo, conteniendo las lágrimas.
—No te atrevas a llorar.—Su padre reprimió.—No te atrevas a ser un maldito maricon, los hombres no lloran.—Golpeteo su frente con sus dos dedos, fuerte, causándole dolor al pequeño niño.
—Perdón.—Aquel murmulló no había salido de la boca del niño frente a él, sino que había salido de su boca.
Lo único que sabía hacer era pedir perdón por cosas que él no tenía culpa, lo sabía muy bien. Por eso siguió observando cómo una obra de teatro todo lo que había pasado aquel día.
De repente, ahora no estaba en el piso, sino que estaba sentado en una silla, frente a él había un escenario, gamuza roja haciendo de telón. Al parecer, vería la obra de su vida. En un folleto que tenía en su mano lo decía.
"Tú legado."
Era el primer espectador de su propio show, no había nadie más, las butacas vacías, solo era él presenciando su propia obra, su propio show en primera fila, el trágico show.
Sentado en primera fila mientras veía a su niño del pasado siendo gritado por sus padres. Sintiendo el dolor en la cara del pequeño, deseándole que encuentre a alguien que le quiera.
—Recoge esa libreta y quémala, no quiero ver que he criado a un tonto.—Bravo su madre.
El niño asintió, se puso de rodillas y tomó la libreta entre sus manos, repitiéndose que era un tonto, que el esfuerzo que había hecho no había sido suficiente.
Nunca sería suficiente.
—Hey.—Una vocecita se unió.
Se dio la vuelta para encontrar al portador de la voz, encontrándose con Hyuk, sonrió en el momento que lo reconoció. Se levantó del piso y fue hacia él. Era tal y como lo recordaba, con sus ojos verdes redondos y su pelo castaño.
Se levantó de la banca, cubriendo sus orejas con su gorro, atrapando un copo de nieve con la nariz. Tomando de la mano a Hyuk.
—Vamos a la biblioteca, podremos leer sobre la caída del imperio romano.—Entrelazo su mano con la de Jungkook. Jalándolo mientras entraban a la biblioteca municipal.
El olor de los libros y el silencio del lugar les envolvía.
Ambos se sentaron en una enorme mesa de madera mientras Hyuk traía libros y más libros en sus brazos, acomodando sus lentes con ellos pero golpeándose la nariz en el intento. Haciendo reír a Jungkook.
Otra vez se sentía joven, se sentía como aquel niño que se perdió entre los pasillos del supermercado.
—Si que son pesados, eres un flojo por no ayudarme.
—Ofrecí mi ayuda pero tú no la quisiste.
—Si, si, como digas.
Jungkook rió.
Hyuk se tambaleaba con la pila de libros que pasaban su altura, en una mala pisada se cayó con los libros, desapareciendo de la vista de Jungkook.
Jungkook se levantó de la silla preocupado para asegurarse que esté bien, pero al mirar debajo de la mesa no había nadie, ni siquiera los libros.
Hyuk se había desvanecido.
El corazón de Jungkook empezaba a agitarse mientras veía como las luces empezaban a desaparecer, como empezaba todo a volverse oscuro. Su corazón martilleaba en sus oídos, corrió por los pasillos negros, sin ninguna luz, golpeaba las paredes y pateaba una puerta. Se cayó dentro de la habitación.
Él se encontraba en medio de una habitación negra sin iluminación, trato de encontrar algo para iluminar el lugar y cuando dio con una vela la prendió, de repente todo se iluminó.
Se encontraba en un baño, mármoles blancos y el olor a shampoo entraba a su nariz.
Viendo todo claramente. Una vez más.
El pánico y miedo le invadió. Las lágrimas se escurrieron por sus mejillas, las manos le temblaban y el cuerpo no le respondía, estaba aterrado. Perdido.
Alzó su vista y lo vio ahí.
Colgado, con una silla a su lado.
Había encontrado a Hyuk colgado en su baño.
El pánico le invadió, la desesperación de no poder hacer nada, otra vez. Lágrimas recorriendo su rostro tratando de abrir la puerta trancada. Los gritos de desesperación por conseguir ayuda.
Pero nadie vino.
Nadie le ayudo.
Lloro en una esquina del baño cubriendo su rostro, tratando de desvanecer todo el dolor.
—Él se lo merecía. Alguien que se atreve a romper los mandatos de Dios Padre merece una muerte incluso más dolorosa. Esperemos que se esté arrepintiendo de sus pecados en el infierno.
Abrió sus ojos.
Todo el mundo estaba de negro, con paraguas sobre sus cabezas cubriéndoles de la lluvia. El dolor en su pecho crecía viendo una vez más la tumba de su preciado Hyuk. Llena de flores, pero nadie llorando.
Su madre ni su padre lloraban. Solamente oraban porque su hijo no se fuera al infierno, oraban para que su hijo no fuera castigado en las brazas del infierno.
Nadie lloraba.
Solo él.
Encerrado en su armario mientras trataba de olvidar lo que había visto, mientras trataba de dejar todo ese terror en su cuerpo. El armario era muy pequeño, cuando trato de abrazar sus rodillas en su pecho se tambaleó e hizo que el armario se cayera, rompiéndolo.
La tierra debajo suyo había ensuciado sus palmas, pequeñas piedras incrustándose en sus manos.
El aturdimiento de ser tomado por el cuello por su padre le golpeó, mientras lloraba tan asustado. Sintiendo sus pómulos siendo golpeados una y otra vez, sintiendo los coágulos de sangre formándose en su garganta.
—Te lo diré una vez más, prefiero tener a un hijo muerto que a un maldito desviado. Ahora dime, ¿¡que carajos hacías con el maricon de Hyuk?!
—N-nada, él solo me ayudaba con física.—Dijo. Nuevamente, aquellas palabras no eran de su recuerdo.
Eran suyas.
Él era quien estaba siendo golpeado.
No su recuerdo.
Él lo vivía de nuevo.
—¿¡Crees que te voy a creer eso?!—Lo tomó del cuello, rodeándolo con sus anchas y callosas manos, impidiendo que el oxígeno entre a sus pulmones.—¿¡Que te pidió a cambio?! ¿¡Ah?! ¿¡Que le chuparás la polla?!
—¡N-no! ¡Él s-solo me ayudo para estudiar! ¡Q-quería tener buenas n-notas!
—¿Y ahora es mi culpa?—Rió amargamente mientras dejaba de ahorcar a Jungkook, pero aún teniéndolo de su mentón.—¿Ahora es mi culpa que te juntes con un maricon?
—No es tu culpa.
Dijo Jungkook viendo a través del espejo la cicatriz profunda en su mejilla, la más afectada había sido la izquierda, los golpes de su padre habían logrado abrirle la piel.
Las lágrimas saladas recorriendo sus mejillas le hicieron bufar, ardía como la mierda.
Incluso en sus recuerdos o viviéndolo de nuevo, podía sentir el arder de sus lágrimas sobre su cara destrozada a golpes.
Pero él y sus recuerdos saben muy bien que aquella ni siquiera fue la peor vez. Aquello fue incluso más suave que las demás.
Abrió el grifo para tratar de limpiarse y no verse tan acabado, limpiaría la sangre para ver el surco que lágrimas que se esparcía por sus mejillas.
—¿Jungkook?—Escuchó detrás de la puerta del baño.—¿Ya saldrás?
—Sí, espera a que termine de rasurarme.
—¿Rasurarte que? No tienes ni un pelo en la cara.
—Es porque me rasuró bien.
—Eres un mentiroso, estás manejando el celular.
—Okay, okay, me atrapaste.—Fue a abrir la puerta, viendo a Jimin con unos shorts y una camiseta extremadamente grande. Luciendo tan adorable.
—Sal, te extraño.—Puchereo mientras lo abrazaba de la cintura.
Jungkook saltó en su lugar por las frías manos de Jimin sobre su torso desnudó. Su novio posó su mentón sobre su hombro mientras lo abrazaba, se miraron al espejo y sonrieron.
Ambos se besaron mientras reían por las manos de Jimin haciendo saltar a Jungkook.
—Estás muy juguetón ¿eh?—Murmuró sobre sus labios.
—Hagamos el amor, Kookie.—Susurró contra sus labios.
Entre risas y besos desordenados fueron hacia la cama, Jimin recostó a Jungkook en la cama mientras recorría su cuerpo con suaves besos, riendo suavemente por los jadeos que soltaba Jungkook.
—Te amo tanto, Kookie.
—Yo también te amo, demasiado, Minnie.
—Siempre te amare, no importa que pase, mi corazón siempre tendrá tu nombre.
—El mío también.
Se abrazaron rodando en la cama. Jugando entre las sábanas mientras se daban besos fugaces. Jugaban a las escondidas en su propia cama, era amplia y tenían muchas almohadas, pudieron hacer un pequeño muro bajo las sabanas.
Estaban escondidos dentro, riendo por las manos escurridizas.
Escondido en las sabanas de su habitación escuchó el sonido de su puerta abrirse, luego los pasos secos contra la madera.
—¿Jungkook? ¿Cómo estas?—Nayeon estaba arrodillada frente a su cama, las lágrimas secas en su rostro y su nariz completamente roja.
—Bien.
—Ay, Kook, ¿Qué te hizo?—Lloro mientras pasaba sus dedos por la piel magullada de su hermano.
Ambos llorando.
Llorando por la triste realidad en la que vivían. Renegando contra su vida.
Pero llorando.
Las manos de su hermana siempre habían sido suaves y siempre le habían relajado, ante sus caricias mientras le cantaba una canción de cuna cerro los ojos.
Los volvió a abrir por el sonido de la licuadora. Jugó de fresas y leche.
Su diario desayuno, a pesar que no le gustaba él debía de terminarse el vaso completo.
—Y bien, Kook ¿Ya tienes algo pensado sobre lo que te quieres dedicar?
—¡Sí!—Grito emocionado.
—¿A sí? ¿Qué?—Preguntó su madre sentándose frente a él, con una taza de café en sus manos.
—¡Quiero estudiar arte!
La risotada de su madre sonó en sus tímpanos, como si le hubiera contado la mejor de los chistes, como si su hijo de nueve años fuera un comediante.
—¿Es enserio?
–S-sí.
—Pues déjame decirte que es una estupidez. Nadie vive de eso, te morirás de hambre. Además, tú no eres ningún Leonardo Da Vinci o un Vincent Van Gogh ¿No es así?
—S-sí, pero p-puedo aprender.
—Uno nace con el talento. Tú, cariño, no naciste con él.
Triturando los sueños de Jungkook, como trituraba las fresas con las aspas de la licuadora.
Aquel zumo de los sueños triturados, siempre estaba con él, en un vaso de plástico lo llevaba a todos lados, recordándolo siempre.
Tomaba del vaso de plástico mientras observaba la exposición del club de arte frente a él, escondía en su regazo el dibujo que había hecho, se sentía poca cosa viendo los magníficos y espléndidos cuadros de sus otros compañeros.
—Está pintura es muy linda ¿Tú la hiciste?—Señaló en el regazo de Jungkook.
—E-eh, s-sí.
—¿Enserio? Wow, es realmente linda ¿Te gusta el posmodernismo?
—S-sí, me parece muy lindo.
—Lo es. Mi nombre es Hyuk ¿Y el tuyo?
—Jungkook.
Dudo en tomar la mano frente a él pero la cara amigable del chico le hizo confiar. El apretón fuerte le sacudió en su lugar, logrando que sonría.
Los baches de la carretera hacían que se sacudiera en el asiento, causando que su cabeza se choque un poco con la ventana, la canción favorita de su padre sonando por los parlantes mientras tarareaba la melodía.
El hormigueo en sus pies y el sudor en sus manos presente, tamborileaba sus muslos con sus dedos.
—¿A donde vamos?
—Pues, Jungkook, a cumplir una tradición de los hombres Jeon.
—¿Cual?
—Te llevaré a que pierdas tu virginidad. Es muy pronto aún pero...solo necesito asegurarte como un hombre.
—¿Q-qué?
—¡Oh, vamos! ¡Deberías de estar ansioso! Cualquier muchacho de tu edad querría perderla con una mujer experimentada.
—P-pero.
—Cállate, lo harás y punto.
El olor del cigarro invadió su nariz, las luces neón contra las paredes. Muchas mujeres paseando en diminutas ropas o completamente desnudas, bailando en un tubo mientras hombres les tiraban billetes.
Se sentía asustado, tanto que se escondió detrás de su padre, buscando la protección que solo un padre podría darte.
Pero no consiguiendo nada.
Solamente un jalón del cuello.
—Roxana, amor, ven aquí.
El hombre que era su padre tenía a una mujer bastante joven a su lado mientras le tomaba de la cintura, sonriéndole, mirándola como si fuera un pedazo de carne apunto de devorar.
—Él es mi hijo, quisiera que alguna de tus amigas lo hagan hombre, ya sabes...
—Oh, es un chico muy lindo, cualquiera querría hacerlo.
La mujer silbó y llamó a otra de sus compañeras.
Era una mujer aún más joven que ella, con ojos redondos y pecas sobre las mejillas, luciendo como un cachorro perdido. Miedo en sus ojos.
—Minji, preciosa, aquí te tengo otro cliente, trátalo muy bien, es el hijo de nuestro mejor cliente.
—Está bien, Roxana.
—Jungkook, te quedarás con ella, espero que te guste.
La sonrisa torcida de su padre mientras miraba el cuerpo semidesnudo de la muchacha le quiso hacer vomitar.
Aquel hombre, le daba tantas náuseas.
La suave mano de la chica se envolvió en su mano, guiándolo a los cuartos privados. Cuando estuvieron dentro la chica le besó. Suaves labios y manos temblorosas.
Se suponía que a Jungkook le debería de gustar. Que debería de tener ganas de quitarle la ropa y hacer lo que desee con el cuerpo a disposición.
Pero eso no estaba bien, no solo porque no le gustara, sino porque la muchacha temblaba de miedo.
La separo de su cuerpo, ella con una mirada de terror empezó a toquetear el cuerpo de Jungkook.
—H-hey, no hagas eso.
—¿Qué es lo que quieres que haga? Solo dímelo y lo haré.
—...Nada, no quiero que hagas nada.
—P-pero, pagaron, tengo que hacer algo.
—No, yo...yo no quería venir aquí después de todo. Podemos esperar a que el tiempo termine.
—¿E-enserio?
—Si.
La muchacha frente a él empezó a llorar, trataba de abrazarse a sí misma mientras mordía sus labios callando los jadeos que salían. Temblaba mientras se abrazaba.
—H-hey, n-no llores.
—G-gracias, enserio, gracias. Yo l-les diré que lo hicimos, n-no te preocupes por eso.
Con un suave asentimiento desvió la mirada de la chica que trataba de abrazarse y trataba de dejar de jadear.
Los cuadros de pinturas en la pared y el palpitar de su corazón en sus oídos.
Trataba de buscar algún punto en el que centrar su mente mientras escuchaba todo lo que Jimin le decía.
Escogiendo dagas en lugar de palabras.
—¡Es que Jungkook, eres un cobarde! ¡Tú no quieres que seamos felices, no quieres luchar por nosotros!
—Y-yo, Jimin, te amo, por favor.
—¿Y eso a mi que? Yo ya no te amo.
—¿Q-que dices? E-eso no es cierto.
—Incluso tartamudeas al hablar. Sin duda alguna eres un cobarde que no puede hacer nada sin que sus miedos le sigan, estas acorralado, siendo seguido por todo lo que tu padre y tú madre te hicieron, estas tan acorralado que no puedes ser libre. Y yo no quiero eso, no quiero atarme a un cobarde acorralado como tú.
—J-jimin, por favor.
—He estado viendo a alguien más, alguien que me prometió ayudarme con todo esto. Alguien que no tiene miedo porque no está traumatizado por los golpes que le dio su padre o por el rechazo de su madre.
—P-por favor.
—No. Me da envidia ver a Yoongi y a Namjoon, Namjoon también está en la industria de la música ¿Y sabes que hizo? Le importo una mierda lo que la gente pudo decir sobre él y su relación con Yoongi. Porque lo ama lo suficiente como para no tenerlo escondido, lo ama tanto que no permitió que le pusieran una novia falsa, lo ama tanto que hizo lo inimaginable para salvar su relación ¿Y tú? ¿Qué hiciste, a parte de esconderte?
—Y-yo puedo salvar nuestra relación también, Jimin. Y-yo puedo hacerlo.
—No pudiste ni salvar a Hyuk ¿Y crees que puedes salvar lo nuestro?
El vacío se hacía presente, trataba de sentir algo más allá de aquello. Trataba de contar hasta tres y decirse que todo estaba bien. Que todo estaría bien.
Pero era un hoyo negro que le perseguía a todo lado.
Siempre había sentido dolor, siempre le había acorralado.
Pero las manos frías en sus mejillas le hicieron sentir algo más.
Los labios rajados contra los suyos, le hicieron sentir algo de miedo, pero una extraña alegría recorría su cuerpo.
Sus manos temblando bajo su abrigo no le importaban. Solamente podía sentir las mariposas en su estómago y el sonrojo en sus mejillas. Queriendo saltar de tanta alegría.
—¿Cómo se sintió?
—M-muy bien.
Se sonrieron al mirarse a los ojos, sentados debajo de la enorme mesa en la biblioteca. No había nadie más en los pasillos que ellos—y claro el bibliotecario, pero estaba durmiendo.
Sintió la emoción recorrer cada poro de su cuerpo, no pudo contenerse y lo volvió a tomar de las mejillas para besarle.
Dando sus primeros besos.
Cerrando sus ojos para sentir nuevamente esos labios rajados pareciendo un tomate por lo rojo que estaba.
Abriéndolo de nuevo y encontrándose con las abundantes pestañas de Baekhyun.
—Buen día.
—Buen día.
Las pecas en su rostro y los cabellos revueltos en su almohada le hacían ver adorable. Tanto que no pudo evitar sonreír.
Era hermoso.
Pero había estado mal.
Muy mal.
Porque cuando quiso tocar su rostro con la comisura de sus dedos fue reemplazado por los recuerdos de Jimin.
Y eso le hizo más feliz.
—Roncas al dormir.
—Y tú haces ruiditos.
—Lo mío es adorable, lo tuyo es ruidoso.
—Lo sé. Ven aquí, dame un beso.
Los suaves labios de Jimin contra los suyos. Una sensación que jamás podría olvidar.
Tan dulces, tan hermosos
Lo abrazo contra su cuerpo. Hundiendo su nariz en la piel desnuda de su cuello, inhalando el aroma dulce que siempre portaba. Sintiendo la suave piel de su espalda.
Contaba sus pecas, una por una, también sus pestañas, empezando cada vez que perdía la cuenta, besando la nariz de su amado.
Jugando a hacerse cosquillas, Jimin encima de él tratando de ganar el concurso de cosquillas.
En su pelea de cosquillas Jungkook logró tumbar a Jimin y pudo ponerse encima de él. Jimin sonreía debajo de él, jugueteaba con su cabello coqueteando y provocando a Jungkook.
Jimin se levantó y acercó por el cuello a Jungkook, uniéndose en un beso.
La luz de luna entraba por su habitación, recorriendo sus pómulos e iluminando su lugar. La misma luna que alumbraba el terror en los ojos de Jungkook.
Rogaba a Dios misericordia.
—Te lo preguntaré una vez más ¿Qué son tú y Hyuk?
—P-papá, él solo es un amigo.
—¿A sí? ¿Y por qué todos dicen que ustedes...que ustedes tienen algo?
—N-no lo sé, solo somos amigos.
—Bien.
Asintió, buscando en su cinturón algo. Cuando halló lo que buscaba hizo que el alma de su hijo saliera de su cuerpo.
Retrocedió en su lugar, incrustando piedras en sus palmas, ensuciando sus prendas.
Tratando de huir de su padre que le apuntaba con un arma.
—Vuelvo a preguntar ¿Tú y el maricon, que son?
—P-papá...
—¡Responde!
—¡N-nada! ¡Solamente es mi compañero de clases, nada más!
¿Qué es lo que más pesaría cuando se le juzgue en el día del juicio?
¿Haberle mentido a su padre a la cara o haber desobedecido el mandato de la iglesia?
No lo sabe, no lo sabría hasta el día en el que se muera. Creía que ese día llegaría.
Creía que su padre acabaría con su vida esa misma noche, apuntándole con un revólver en la frente mientras tenía una mirada oscura. Creía que moriría en las manos de su padre.
Al igual que Isaac.
—Entonces, como él solo es tu compañero de clases, dejarás de verlo ¿¡Entiendes?!
—S-sí.
—¡Dilo fuerte y claro!
—¡S-sí!
—Así me gusta, te vuelvo a recordar, que yo prefiero tener a un hijo muerto que a un maricon llevando mi apellido.
Para asegurarse de que le haya entendido y que se haya quedado grabado en su cabeza, disparó a su lado.
El sonido retumbando en sus tímpanos, grabándose en su cabeza, en cada rincón.
Lloraba en el piso, con miedo, con terror. Preguntándose qué había hecho mal.
Lágrimas corriendo en sus mejillas, temblaba mientras era sostenido entre los brazos de su gran amor. Mientras le hacía cariño en sus cabellos.
—Hubiese querido que nos conociéramos en Busan. Así...hubiese podido protegerte de todo eso, Koo.
—¿L-lo hubieras hecho?
—Por supuesto, te hubiese protegido. Pero aún puedo hacerlo. Aún puedo protegerte, aún puedo limpiar tus lágrimas y prometerte que todo estará bien.
Beso su frente, luego su nariz, luego sus párpados y por último la cicatriz en su mejilla.
—Todo estará bien, Jungkook.
Palabras sin eco.
Rebotando en su cabeza.
Rebotando en su baño, mientras tenía una botella de pastillas de su madre. Eran para dormir y para que pudiese conciliar mejor el sueño. Su madre siempre había sufrido de insomnio.
Ahora le ayudaría a dormir a Jungkook.
Era solo un niño de catorce años, con el alma destrozada, tan destrozada como un adulto de cincuenta años.
Estaba cansado y solo quería dormir. Para siempre.
Se aseguró de echar seguro a la puerta y tomó las pastillas una por una.
No lloraba, porque sabía que estaría bien.
Estaría descansando por fin.
Su cuerpo cayó en el piso de mármol, los ojos pesados y la respiración comenzando a ser innecesaria.
Todo era tranquilo.
—¡Jungkook! ¿¡Estás ahí!? ¡Por favor contesta!
La puerta estaba siendo empujada mientras escuchaba a su hermana llorar detrás de ella, cada vez haciéndose más lejano. Párpados pesados mientras escuchaba el golpeteo que hacía en la puerta.
Le pediría perdón en alguno de sus sueños.
Pero él estaba cansado y solo quería dormir.
—¡Jungkook! ¡Por favor!
Cuando sus párpados se cerraron su hermana logró entrar al baño, haciéndole vomitar todas las pastillas que había tomado, llorando mientras lo metía a la ducha para que despertara, pidiendo a quien sea que le ayudara.
Que alguien le ayudara a salvar a su pequeño hermano.
El sonido de la ducha hacía eco en sus oídos, oía a su hermana llorando a su lado, sentía como temblaba mientras marcaba a una ambulancia.
Siempre había creído que la ducha sonaba igual que una botella de champán recién abierta.
Acercó la copa de champán a su oído para oír las burbujas explotar, tratando de comparar el sonido con el goteo de la ducha.
Estaba tan concentrado que no se dio cuenta de que un chico pelinegro de su misma edad le estaba mirando muy curioso.
—¿Cómo te llamas?
—Jungkook.
—Si, lo sé, escuche tu nombre cuando anunciaron al ganador ¿Ese es tu verdadero nombre?
—Sí, mi apellido es Jeon.
—Tienes un lindo nombre, combinan muy bien.
—Gracias ¿Cuál es el tuyo?
—Park Jimin.
—Es un nombre lindo igual.
—Lo se ¿Te parece si fuéramos a ver los fuegos artificiales? Ser de los más jóvenes es agotador.
—Y mucho, siento que todos nos miran como solo unos bebés.
—Lo hacen. Seamos amigos, Jungkook.
—Está bien, seamos amigos.
Le era fácil hacer nuevos amigos, siempre había tenido aquel don.
Hubiese querido tener aquel mismo don con las cosas en las que su madre le inscribía.
No podía tocar el violín como su madre hubiese querido, no podía hacer algunas de las cosas que su madre anhelaba que hiciera.
No podía ser el hijo varón prodigio del que pudiese jactarse ante las demás mujeres del club.
Fumaba mientras conducía, cabreada hasta la espina, deseando que su hijo fuese un mínimo de prodigio como los hijos de sus amigas.
—En lugar de estar perdiendo el tiempo en pintar esos cuadros tan feos deberías de estar practicando con el violín o por lo menos deberías de estar estudiando para mejorar en matemáticas, me da tanta vergüenza que mi único hijo varón sea tan inútil, no puedes ni siquiera alzar la voz correctamente ¿Cómo esperas que te trate la vida? Eres un inútil, dios.
—Perdón.
—¿Por qué lo hiciste?
Su hermana lloraba sobre su pecho abrazándolo, creyendo que si lo dejaba él se desvanecería.
—Y-yo...ya no puedo.
—K-kookie, lo siento tanto. Lo siento tanto, lo siento, lo siento. Estarás bien. De ahora en adelante tú estarás bien. Nos iremos a Seúl y ahí estarás bien ¿Okay?
—¿Y-y Yuqi?
—Trataré de hacer todo lo posible para sacarle de las garras de mamá y papá, todo estará bien. Te lo prometo.
¿Y lo estaba?
Al llegar a Seúl fue a unas citas con el psicólogo, pagadas por su hermana. Pero como se habían ido con las manos vacías no tenían mucho dinero.
Aunque él hubiese querido no podía continuar con sus sesiones, no mientras veía como su hermana apenas dormía, mantener un trabajo y sus estudios era cansador.
Así que él lo dejo.
Prometiéndose a sí mismo que volvería.
El telón había bajado.
Nuevamente se encontraba en el área del espectador. Terminando de ver la trágica historia de su vida.
Sintiendo el vacío en su ser. Creciendo cada vez más, absorbiéndolo al abismo.
Deteniendo poco a poco sus latidos.
—Pero no cumpliste esa promesa ¿No es así?
Giro su cabeza para ver quien estaba a su lado. Era su madre, con el típico vestido caro, las joyas sobre su cuello y el cigarro en sus dedos.
—Nunca cumpliste tus promesas, Kook, nunca lo hiciste ¿No lo crees, cariño?
Su padre estaba sentado al lado de su madre, tomando su mano mientras tenía una copa de whiskey en su mano.
—Ah, si, Kook, nunca cumpliste con nada de lo que te prometiste. Tampoco nadie cumplió con lo que te prometieron, te decían "estarás bien" pero ahora estás aquí.
—¿Qué hacen aquí?
—¡Vinimos a ver el show!—Exclamó su madre.
—Parece una obra pretenciosa, no me gusto como retrataron a los villanos.—Hablo su padre bebiendo de su copa.
—Oh, sí. Hubiese preferido que mostraran la vida de una estrella.
—Lo hicieron.—Habló Jungkook.
—Nah, la vida de una estrella esta llena de felicidad y lujos, llena de luz. No como esto.—Señaló.
—Oí sobre los logros de un tal Jungkook, vaya que es bueno, sin sacar algo grande aún se mantiene en los puestos número uno. Que grandioso ¿No?
—Sus padres deben de estar muy orgullosos.
—¿Están orgullosos de mi?—Preguntó.
—Estaremos más orgullosos si extendieras ese legado.—Hablo su padre.
—¿Cómo lo extendería?
—Cierra los ojos y tú legado vivirá.
Sus padres como todo alrededor se desvanecieron. Cómo el humo del cigarro de su madre. No había nadie más que sólo él.
Era una oscuridad inmensa.
Se recostó en el piso, sintiendo como sus latidos también se desvanecían, como el oxígeno dejaba de llegar a su pulmón. Sentía como el aire ya no entraba a sus pulmones y como sus párpados estaban tan pesados.
Se desvanecía como el humo de su cigarro.
Su legado viviría.
Se hundía en el mar, dejando que el agua le trague, que el vacío le consuma.
El sonido de la puerta siendo golpeada una y otra vez se escuchaba lejos. A muchos metros de distancia. Podía escuchar los gritos de su hermana y la puerta siendo golpeada. Las súplicas para que abriera.
¿Cómo podría? Si ahora estaba al fondo del mar. Escuchaba todo mientras se hundía.
Mientras más se hundía todo se hacía más oscuro, llegó al punto en el que dejó de ver algo porque todo era oscuro.
Y cerró los ojos.
Aún oía algo, pero era lejano, los golpes se detenían y las súplicas paraban.
Cuando dejo de oír algo, supo que, por fin se había desvanecido.
Supo que su legado viviría. Como una estrella muerta.
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