Epílogo
Sus gemidos se escapaban miserablemente entre sus labios entrecerrados, tal vez los fingía, tal vez realmente estaba sintiendo placer de aquellos movimientos tan certeros contra su próstata, tal vez simplemente estuviera actuando como estaba muy acostumbrado a hacer. Un orgasmo fingido, nadie notaría que realmente no se había corrido al estar cubierto por la tenue sábana de la cama de aquel motel de mala muerte, nunca lo comprobaban, dejó escapar un largo suspiro y sonrió satisfecho mientras recogía la bolsita de cuero que le habían arrojado a la cara. El hombre se vistió y se fue sin decir nada.
El joven de piel tersa, suave, gentiles pecas y dedos largos y estéticos deslizó las cuerdas del cuero de la bolsita y dejó caer las monedas sobre la cama, contó en silencio y sonrió satisfecho. Volvió a guardar las monedas y se levantó de la cama. Sus pasos vagaron hasta el baño, donde el agua caliente lo esperaba desde varios minutos, aún así, primero acarició su cuerpo hasta llenarlo de espuma por completo y limpió sus cabellos que brilliaban como el oro, aquellas pequeñas ondulaciones cayeron lisas y húmedas por su su espalda hasta debajo de los omóplatos, cuando su cabello estaba húmedo parecía crecer, generalmente estaba por encima de los omóplatos... Se rio ante aquel tonto pensamiento y admiró sus ojos cansados y con tenues ojeras ante el espejo. Sus ojos morados se cerraban por el cansancio. Pero aún no podía dormir.
Se metió en la bañera de agua caliente y relajó su cuerpo con un suspiro placentero, reposando la cabeza en el borde de aquel barril que se usaba como bañera y sus manos tocaron su cuerpo con tranquilidad, suaves caricias en su torso, repasando las mordidas y las heridas que había recibido aquella noche y liberando la tensión acumulada después de haber fingido el orgasmo.
No iba a dejarse a medias.
Después de secar sus cabellos al salir del agua, peinó con los dedos y con suavidad su pelo, ya estaba seco, por suerte, simplemente se deslizó dentro de las sábanas de aquel motel y enterró su cabeza en las almohadas de plumas, sonriendo con calma al tener un techo plácido sobre su cabeza aquella noche, y no uno lleno de goteras y grietas.
Fue al medio día del amanecer siguiente cuando llegó a su propia casa, cada día se caía más a pedazos, pero no podía hacer nada; escondiendo la bolsa de cuero en el falso escote de su pecho. La gente lo miraba con desdén, quién sabe si alguno lo reconocía de las noches que pasaba en el barrio rojo, atrayendo y seduciendo a todo aquel que se pusiera delante como una vil y voraz serpiente hambrienta; deslizó la puerta corredera y pasó al interior en silencio, su familia estaría dormida aún siendo medio día. Pudo tomar un poco de agua, calentarla, y granos de cacao molido para hacerse un café, al cual, posteriormente añadió un par de gotas de leche que había conseguido de la gentil y vieja cabra del granero mientras el café se preparaba. Un pedazo de pan para acompañar su bebida. Aunque no fue algo plácido y relajante que le daría energías para pasar el día, pues en mitad de un sorbo mientras sus ojos morados miraban por la ventana abierta y escuchaban los gallos y gallinas del granero, un golpe en su cabeza le hizo tirarse parte del café encima.
Ahh~... Esa sensación ardiente en su piel... Se enrojecía de forma alarmante, pero no hacía nada por detenerla, solo mirarla, como si no fuera su piel la que se estuviera quemando.
- ¡Bastardo! ¡Tú no vives en esta casa!- movió los ojos hacia la mujer que lo miraba desde el marco de la puerta, y al hombre, quien lo había golpeado.- ¡Lárgate ahora mismo!
- Tengo dinero.- sacó la bolsa de cuero y la dejó caer sobre la mesa con desinterés.
- ¡No quiero tu sucio dinero de sodomita, enfermo!- lo agarró bruscamente del brazo, forzándolo a levantarse.- ¡No vuelvas a entrar en esta casa!- la impasibilidad recorrió su rostro, con suma tranquilidad se liberó del agarre, bajó los ojos hacia la taza cuando su padre le extendió la mano para que se la entregase.
Acercó su mano con la taza a la mano de su padre y con una sonrisa un tanto demente en su rostro, volcó la taza y la dejó caer. El café ardiente se derramó sobre la palma de su padre, provocando un fuerte grito que sacudió la casa entera y acto seguido, tomó la bolsa de cuerno que guardó en su escote falso y el chico abandonó la choza, sonriendo con satisfacción al escucharlo gritar y maldecirlo, pero incapaz de correr tras él por el dolor que sentía...
Sus pasos recorrieron el camino de cada noche, un camino rural de mercaderías, hasta la ciudad. Una vez allí, se coló en una de las casas de oiras, de las más conocidas del barrio y robó un atuendo completo. Un atuendo viejo y descartado, una tela negra con decoración de flores llamativamente hermosa. Sonrió y salió de la casa sin ser descubierto, a las afueras de la aldea se cambió de ropa y admiró su cuerpo ante el agua clara del río. Sonrió de lado... Era un kimono bellísimo, y con su cabello largo podría disimular su virilidad fácilmente... Además, durante la noche los gatos son pardos, los borrachos estúpidos y los hombres solo piensan con la cabeza de abajo... Será fácil conseguir un poco de dinero para mantenerse día a día.
Se forjó un sobrenombre que volaba y correteaba por todos los rincones de la región en boca de todos los hombres, y el sentimiento de empoderación que sentía le daba los beneficios de ser tan aclamado durante el ocio nocturno que tenía incluso el derecho de escoger con quién pasaría la noche y nadie le hacía nada por ello. Todas las oiras de la zona estaban furiosas con él, les robaba a los clientes, les robaba la popularidad, les robaba el prestigio y se lo quedaba para él.
Una prostituta que había salido de la nada con solo una mísera bolsa de cuero entre sus senos falsos y que se había ganado el derecho de escoger el afortunado de la noche.
- Han habido cinco asesinados anoche...- un chico alto de cabellos castaños largos recogidos en un moño y ojos azul marino caminaba a su lado con las manos metidas en los bolsillos de su ropa, cerca de la katana que llevaba al tratarse de un noble protector de la aldea, las malas lenguas decían que se trataba de un cazador de demonios.
- Puedes estar tranquilo. No he sido yo...- una sonrisa amplia apareció en su rostro.- Tengo libre esta noche, ¿Serías mi guardaespaldas?
- Evidentemente...- lo escuchó sonrió complacido.- Hay que defender a las chicas...- borró su sonrisa y le dio un codazo algo rudo en el costado.- Hey... ¡Eso duele!
- ¡Eres un idiota, Kiven!
- De acuerdo, de acuerdo, ya no juego más.- pero el rubio lo ignoró y siguió andando.- ¡Era una broma!- pero no lo detuvo, así que fue tras él.- ¡Kenny!- exclamó tomando su hombro.
- Idiota.
- Cabezota.
- Farola.
- Infantil.
- Perro faldero.
- Putón.
- GAAAAAASP...- se llevó una mano al centro del pecho fingiendo estar totalmente ofendido.- Te vas a cagar. Manos te van a faltar, espadachín de cuarta.- cerró los puños.
Kiven soltó una carcajada al ver la mirada de desafío que el rubio le había lanzado.
- Chicos, es un poco tarde para que se pongan a jugar a las afueras de la aldea...- los dos fueron interrumpidos al inicio de su pelea por una voz femenina, ambos giraron su mirada.- Kiven... Eres un McCormick, compórtate como tal.
- Sí, señora.- se puso firme.
- Lo siento, Nekar...- susurró Kenny bajando los ojos.
Ella rodó los ojos. Su cabello era castaño, lacio, recogido en dos moños a los lados de su cabeza y parte de su cabello suelto, con dos mechones a los lados de su cara. Ella tenía los ojos rosados. Era la hermana mayor de Kiven. Y ambos eran McCormick, lo cual tenía muchísimo prestigio en aquella aldea. Los McCormick eran una legendaria familia que desde generaciones enteras habían nacido para dar caza a los demonios hasta encontrar al origen de todos los demonios. Kiven le había explicado muchas veces que una vez encontrasen y matasen a ese demonio, el terror de los demonios, de las desapariciones y de los asesinatos, se acabaría para siempre.
- ¿Hoy no tienes trabajo?- la chica lo miraba fijamente, lo hacía sentir pequeño, ella tenía veintiocho años, una presencia y unas cicatrices dominativas y prácticamente era imposible aguantarle la mirada más de tres segundos.
- No. Pero puedo buscarme algo...- se excusó rápidamente al verla fruncir el ceño y apretar el mango de su katana.
- Espléndido...- sonrió ella irradiando una tenue luz angelical cuando sonrió y se dio la vuelta para alejarse un par de pasos.
- ... Cada día amo más a tu hermana.
- ¿¡...!?- le dio un zape.- ¡HIJO DE PUT. . .!
- ¡KIVEN!- se sobresaltó ante el grito de su hermana y fue corriendo tras ella para disculparse por las malas palabras que iba a decir.
Pero eso no quitaba que luego le lanzara una mirada fulminante a espaldas de su hermana. Kenny soltó una risilla por lo bajinis y sus pasos siguieron los mismos que ellos habían tomado por el sendero, pero caminando en la dirección opuesta una vez llegó a la ciudad.
Tomó una intensa inspiración con cierta satisfacción. El olor del sexo era tan excitante... Sus pasos se adentraron de lleno en el barrio rojo, el barrio sexual de la ciudad, una zona que siempre parecía estar de día por la iluminación que recorría cada rincón, un barrio lleno de vida y música aún siendo de noche, un barrio que vivía de noche y dormía de día. Sonrió acomodando los mechones sueltos detrás de su oreja. Su tan famosa sonrisa, con ella saludaba, coqueteaba, se ofrecía y con la misma sonrisa se despedía de aquellos que le pagaban la noche en el motel y por sus servicios. Movió su labio de un lado a otro, y mordió el mismo entrecerrando los ojos al pasar de forma provocativamente cercana por delante de un grupo de varones, eran novatos, nunca habían estado en aquel lugar, eran meros extranjeros que no saldrían vivos de aquel lugar.
Lo estaban siguiendo... Excelente... Tendría un divertido entretenimiento para aquella noche... Solo tendría que conseguir que pagasen un par de botellas de alcohol, emborracharlos hasta que vieran borroso o no fueran capaces de caminar y follar hasta que ellos se cansaran... Eran tres... Aquello sería divertido...
...
Había tenido muchos tipos de relaciones, había tenido sexo de muchas maneras y sobre todo, había disfrutado de prácticas verdaderamente excitantes.
Pero había un pequeño problema que siempre acababa molestándolo y produciéndole insomnio cada vez que le pagaban y se iban...
Duraba poco.
Sería lo más placentero del mundo, sentía tanto dolor que quisiera morirse, acabaría sangrando, arañado o mutilado...
Pero duraba... demasiado... poco...
Y eso lo molestaba demasiado. Por eso muchas veces se negaba a tener sexo con los hombres veteranos en el barrio que se ofrecían a hacerlo sentir bien una vez más. Porque ya los conocía. Porque ya se había acostado con ellos. Porque duraban y se desgastaban demasiado pronto... Y eso no lo satisfacía. Por eso cada vez probaba cosas más fuertes, exigía y buscaba cosas más fuertes, por eso cada vez su cuerpo necesitaba más periodos de recuperación. Porque cada vez que buscaba algo que durase más... Le hacían más daño físico del que pudiera ganar en calidad de tiempo... Y eso también suponía un problema a la larga.
Una puta impenetrable no es nada, no tiene valor, no tiene prestigio, no tiene dinero... Se muere de hambre... Y obviamente no quería eso.
- Anoche murieron quince personas en el barrio rojo...- hizo una mueca al escuchar aquello.
- Sí. Dicen que una de las oiran estuvo involucrada en la matanza; lo escuché.- respondió a la información del castaño.- Y luego se suicidó lanzándose por los aires desde la ventana.
- No se suicidó.- miró con cierto interés al castaño.
- ¿Entonces qué pasó? ¿La arrojaron?- Kiven asintió con la cabeza.- ¿Quién?
- Nekar creé que fue un demonio...- dijo con un porte relajado mientras caminaban hacia el barrio rojo con suma relajación.- Porque las heridas no son normales, entre los huesos rotos, había mordiscos, pero no podemos actuar hasta que no haya un avistamiento cien por cien visible.- Los dos se detuvieron en la calle central.- Además... Ella cayó en medio de la calle, no a los pies del balcón... Esa es otra prueba de que alguien la arrojó, y tenía que tener mucha fuerza para levantar a una mujer de cuarenta kilos, que además va con un traje de otros cuarenta kilos encima.
- Tiene sentido.- susurró con cierta impresión en su voz.
- Yo de ti, tendría cuidado... Últimamente te vas con gente sospechosa.
- No, no, no...- negó con el dedo índice.- Voy a divertirme con borrachos... No es lo mismo.
- Estás demente.
- Y tú eres como si fueras mi hermano mayor.
- Podría serlo... Soy mayor que tú.
Kenneth frunció el ceño al escucharlo reírse.
- Solo por un año.- bufó.
- Pero es más que suficiente para serlo...- rodó los ojos en respuesta.
Y en ese momento, entre el público masculino que admiraba a una de las oiran que se encontraba en medio de un elegante y lento paseo por la calle central del barrio rojo, vio a la presa perfecta. Ropa de ciudad, seguramente sería adinerado, solo, y sin anillo de casado, robusto, tal vez pudiera darle diversión para algunas horas, y tenía cara de sádico... tal vez para bastanteeees horas... Cubría su rostro con un sombrero masculino negro; elegante y discreto... La presa perfecta...
- ¿Kenny?- despertó de su ensoñación y miró a Kiven.- Estás poniendo la sonrisa turbia de pervertido... ¿Qué has visto?
- Miramiramira... El castaño con ropas de ciudad.
- ¿El gordo?
- Sí, ese. Tiene pinta de adinerado.
- Tiene pinta de mafioso.
- Exacto. Los mafiosos están forrados de dinero. Seguro que me paga bien.- se alejó un poco y se dirigió hacia el castaño, pero Kiven lo detuvo.- Hey, ¿Qué haces?- lo miró mal.
- ¿Estás seguro de que quieres meterte con un tipo que obviamente parece un mafioso y que seguramente . . .?
- Bla, bla, bla, bla, bla...- movió las manos de forma desinteresada.- Acepto cualquier cosa por tal de comer más de una vez al día y que no sean patéticas migajas de pan duro y roído por los ratones.- Kiven rodó los ojos.- Estaré en el Burro Reidor, Kiven...- se alejó.- Deséame suerte- sonrió ampliamente.
Kiven se frotó el puente de la nariz y suspiró para tranquilizarse. Le hubiera gustado decir: "ten cuidado", pero Kenny ya estaba demasiado lejos, y de todas maneras no lo hubiera escuchado, le hubiera dicho que se tranquilizara, que no le iba a pasar nada... Pero no podía evitar tener un mal presentimiento al respecto. Miró al castaño vestido con elegantes prendas blancas y negras y frunció ligeramente el ceño. Tal vez estaba juzgando mal a una persona por los celos posesivos y sobreprotectores que tenía por Kenny. Era como un hermano para él y odiaba cuando muchas veces tenía cara pálida o se veía enfermizo después de las rondas nocturnas tan asalvajadas que parecía tener algunas veces.
Suspiró pesadamente y se retiró para seguir con su patrullaje.
Kenny carraspeó para aclarar su voz y aprovechó que había captado a su presa, para apoyarse de forma algo provocativa y sugerente contra el mástil de una de las casas... Había carraspeado a propósito para atraer su atención y dejara de mirar a la presumida oiran y lo mirase a él.
- Oh, hola, encanto...- endulzó su voz y sonrió confiado.- Bonita noche la de hoy... ¿Eres nuevo por aquí?- preguntó acercándose para tomar su brazo y frotarse suavemente.- ¿Es la primera vez que vienes al barrio? Puedo ser tu guía, si quieres...- sugirió moviendo sus pestañas como si fueran tenues alas de un ave que estaba por echar a volar.
Debía admitir que era sorprendente que alguien tuviera los ojos de diferente color. Otra razón más para ponerle el doble de motivación a su actuación de coqueteo indiscriminado y sus baratos trucos de poner a alguien caliente hasta el punto de decir desesperadamente "sí" a todo lo que convenientemente le preguntaran.
- Eres un chico muy poco disimulado y bastante obvio.- le respondió sin perder detalle de su expresión.- Te vi hablando con un amigo y mirándome de arriba a abajo como si fuera tu futura presa.
Oh, era observador... Curioso detalle.
- Bueno, en este barrio nunca se sabe cuántos te pueden estar desnudando con la vista.- prefirió pasar a una táctica un tanto más atrevida y provocativa visto que no había caído con su primer intento de hacerse el ingenuo y pretender ayudar en su propio beneficio a un nuevo turista del barrio.- Aunque prefiero que lo hagan con las manos...
- ...- lo vio rodar los ojos, parecía ser inmune a las propuestas, maldito mafioso rico, déjate chantajear.- Fingiré que tus intentos baratos de provocación realmente fueron efectivos.
- Me considero humillado si no lo hago por mis propios medios...
- Entonces estaremos así toda la noche en vez de follando como estás deseando que hagamos...
Kenny hizo una mueca de asombro a la par de alarmarse. Nunca nadie que parecía tan culto le había dicho esas cosas de forma tan vulgar, pero le gustaba.
- Pues sí, la verdad... Me urge bastante un poco de entretenimiento para comer mañana, ya sabes cómo va. ¿Me harías el favor, chico de ciudad?
- Presumido.
- Y descarado... Pero siempre consigo lo que quiero.- sonrió orgulloso.
- Y con una linda sonrisa, por cierto...- aquello lo sonrojó un poco.- Está bien. ¿Conoces algún lugar discreto?
Por un momento perdió la faceta llena de confianza y seguridad, generalmente comentaban su sonrisa perversa y provocativa, pero nunca lo decían con ese tono tranquilo, como si fuera un halago en vez de un coqueteo; su voz se había vuelto un hilo.
- S-Sí...- susurró en bajo.
Carraspeó.
- Sí. Conozco un buen sitio.- ya estaba otra vez en su papel, esperaba no volver a salirse, era humillante sentirse fuera del papel, apretó los labios.
- Preferiría que no actuaras.
- No es divertido, sino...
- Pues me resultó adorable que tartamudearas...
Otra vez perdió la faceta llena de confianza y sus mejillas se colorearon con más intensidad. Apretó los labios y desvió los ojos, no solía hacer ese gesto, pero se volvió imposible mirarlo a los ojos. Tragó saliva lentamente.
- ¿Cuál es tu nombre?- giró los ojos hacia el castaño.
- Kenny.- hizo una breve pausa.- Kenneth Johns.
- Eric Theodore Cartman.- le respondió.
- Nombre de chico de ciudad.- sonrió entre dientes.
- Y el tuyo no es un nombre de prostituta.- una caricia en un barbilla para orientar su mirada hacia él lo avergonzó considerablemente por la gentileza con la que lo hizo.- ¿Eres un hijo bastardo?
- No. Bueno... sí... Ahora mismo sí lo soy.
Una risilla se escapó de los labios del castaño. Kenneth tomó una profunda inspiración para volver a su papel y para relajarse. Llegaron a la posada en sí, una posada conocida por ser un punto de encuentro discreto y sin papeles o documentación. Una bolsa de cuero que sacó de su escote con un movimiento rápido de muñeca y dejó caer las monedas sobre la mesa, el posadero hizo un movimiento con los dedos para mover las monedas y le tendió una llave sobre la mesa. La agarró y caminó hacia las escaleras inferiores, seguido del castaño.
- ¿No se supone que pago yo?
- Te voy a sangrar por esto.
Emitió un sonido divertido desde lo profundo de su garganta y agarró su mano para detenerlo.
- El producto no se toca hasta no llegar a la cama... ¿No lo sabes?- alzó una ceja lentamente.
- ¿Cuánto es la noche aquí y tú noche?
- Diez monedas por la noche aquí.- se soltó.- Cincuenta y cinco monedas por mí.
- ¿Sabes que la mayoría paga veinte o menos?
- ¿Sabes el prestigio que tengo por aquí?- se cruzó de brazos con sarcasmo.- Ya he pagado la noche. No pienso permitir quedarme sin comer dos días porque ahora se te haya antojado irte con una puta más barata.
- ¿Te recuerdo que no me ibas a dejar en paz hasta que no llegásemos a esto?- se cruzó de brazos.- Generalmente te azotarían por tener ese carácter tan pretencioso.
- Oh, ¿Vas hacerlo?- retó de forma divertida curvando el labio.
- No.- negó mientras tomaba la llave y caminaba hacia el final de pasillo y abría la puerta.- De hecho me encanta que me enfrenten.- le dejó pasar antes que él y cerró la puerta.- No lo hacen muy a menudo, me tienen miedo.
- ¿Miedo? ¿Qué eres? ¿El jefe de un negocio o algo?
El castaño sonrió de lado.
- Algo así...- Kenny sonrió para sus adentros en ese momento.
No sólo se cruzaba con un chico de ciudad adinerado, sino que también era el jefe del negocio. Debería haberle dicho más de lo que era normalmente, bueno, mucho más de lo que era normalmente... aunque con eso se arriesgaba a que lo dejara tirado. Sonrió de lado desviando la cintura hacia un lado y pasando los brazos por detrás del cuello del castaño.
- Interesante... Cuéntame de qué...
- Oh... Vas a desear escaparte...
Alzó una ceja.
- O vas a salirte de ese papel de niña traviesa que estás haciendo...
- ¿No es lo que quieres?- se rió entre dientes acercándose un poco más para frotar su cuerpo contra el del otro.- Vamos... Intenta sacarme del papel si eres capaz...- ronroneó jugando con la cercanía de rozar sus labios, sin llegar a hacerlo realmente.
Sabía que eso excitaba mucho a los hombres, los tentaba.
Aquella confianza, seguridad, tranquilidad y provocación que poseía habían sido entrenados durante los años que llevaba paseando por aquellos barrios. Conocía a muchos hombres y conocía su forma de hacer las cosas, sujetaban su cintura besaban sus labios, lo arrojaban a la cama y le quitaban el kimono de forma provocativa, tocaban su cuerpo y lo hacían gemir, después lo dejaban tirado en la cama después de pegarle y se iban. Era la rutina de siempre.
Pero al ver como el ojo azulado del contrato se tornaba rojo y se afilaba como el de un felino salvaje, sus garras se afilaban y sus colmillos crecían hasta ser como los de una fiera monstruosa, su reacción fue digna de enmarcar en un cuadro, trató de alejarse, y su espalda golpeó la pared, sus ojos se abrieron en shock, jadeó con horror, su cuerpo tembló de pies a cabeza, su mirada también. Su mandíbula estaba tensa. Una expresión verdaderamente tentadora y hermosa, el demonio no pudo evitar esbozar una radiante sonrisa al verla y analizarla con detalle.
- U-Un demonio... ¿E-Eres un demonio?
- Wow... Estás totalmente fuera de tu papel...- se rió divertido y se acercó para apoyar sus manos en la pared a los lados de la cabeza del rubio, dejándolo definitivamente sin salida.
- ¿V-Vas a matarme?
- No estaba en este barrio por nada.- se encogió de hombros.
- T-Todos los asesinatos...- su voz temblaba.- ¿T-Tú...?
Lo escuchó reírse entre dientes, sus dientes parecían chasquear entre ellos y paseó la lengua entre ellos, eso aceleró su pulso y se encogió en el sitio, sus ojos estaban cristalizados.
- Evidentemente...- ronroneó, eso lo hizo estremecerse.- Tendré que comer... ¿No?
Kenny notó sus dientes tiritar y bajó los ojos. Su pulso estaba acelerado, con mucho miedo, y viendo que no había escapatoria, parecía haberse rendido. El castaño acercó uno de sus dedos a su mentón y levantó su mirada.
- Pero ahora mismo estoy bien... No te voy a matar...
Kenneth se estremeció y lo miró fijamente.
- Además... tú mismo lo dijiste...- Kenneth tragó saliva lentamente.- Tienes mucho prestigio aquí... Y tienes la suerte de ser amigo de los McCormick.
Kenneth seguía temblando, pero en ese momento daba mil gracias a haberse ganado una carrera de prestigio que lo tenía en un jodido podio como prostituto y ser amigo de Kiven y Nekar...
- Le dijiste dónde estaríamos...- sonrió de lado.- Y tengo que admitir que eres un encanto...
Kenneth notó sus mejillas calentarse un poco. El temblor de su cuerpo se calmó un poco, tragó saliva lentamente.
- Y no era broma cuando dije que me encanta que me enfrenten...- bajó las manos de la pared hasta su cintura deslizando sus yemas de los dedos con suavidad.- Pero tu verdadero tú es mucho más divertido.- subió sus manos por su espalda, lo alejó de la pared y se lo pegó contra el pecho.- ¿Prefieres que te pague la noche aquí y me vaya?
Kenny tomó aire para relajarse del tono al darse cuenta de que, aun cuando seguramente tendría que tener mucho cuidado y posiblemente lo tuviera amenazado con decirle a Kiven y Nerak que él era un demonio, tenía la seguridad interna de que al menos no lo mataría cruelmente aquella noche. Tragó saliva de forma lenta, apretó los labios pensándose bien sus palabras.
- Ya pusiste tus manos en el producto.- Paseó sus manos por su pecho hacia sus hombros, pero se arrepintió de lo que dijo e hizo en el mismo momento en el que su ojo rojo brilló con cierta intensidad.
Sus ojos volvieron a ser castaño y azul y sus dientes, junto a sus garras, se redujeron. Una sonrisa torcida apareció en sus labios.
- Diablos, chico... Eres de lo más exigente. Me sorprende que hayas sido capaz de decir eso.- su tono de voz había sonado divertido.- ¿Eso es que estás dispuesto a pasar la noche aquí?
- ... Si eres capaz de hacerme pasar toda la noche despierto...- su tono trataba de recuperar la seguridad y confianza de antes, pero desde luego su tono de voz no era el mismo que tenía antes, estaba resentido y algo acobardado.
Parecía haber aceptado el reto, pues con un solo parpadeó ya estaba en la cama arrojado boca arriba, como si lo hubieran tirado algo violento, con su cuerpo encima. Movió la cabeza desorientado y miró al contrario perplejo.
- Vas a rogarme parar... Te lo aseguro.
Kenny no confiaba en aquella afirmación, no después de tanto tiempo de estúpidos novatos y arrogantes folladores veteranos expertos en gemidos falsos diciendole las mismas tonterías de siempre, viles mentiras desinteresadas que se negaba a creer. Después de todo, un ser humano no podía aguantar tanto o darle tanto como él esperaba... Tenías las expectativas muy alt. . .
No era un humano lo que tenía delante (más bien encima)... Si no un demonio...
El desgaste físico entre movimientos, respiración y orgasmo eran menores, supuestamente, porque eran más fuertes, ¿no? Más resistentes, ¿verdad? Tendrían un poco más de aguante... Supuestamente; por tanto... S-Sería capaz de sentir algo... Más allá de... ¿No...?
Estaba ansioso y nervioso, incapaz de entender o asimilar lo que iba a pasar, pero al mismo tiempo queriendo que pasara para saber si realmente un demonio podría complacer las necesidad de duración o rudeza que amaba sentir contra su cuerpo, se sentía como ingenuamente alguien en su primera vez debería sentirse; y definitivamente fue capaz de hacerlo llegar al orgasmo, y siquiera pudo intentar PENSAR en fingirlo; no pudo pensar en nada, estaba en blanco, en shock. Abrió los ojos con sorpresa y apretó los labios, mordiendo su labio, jadeante, no quería demostrar que verdaderamente estaba excitado en ese momento. El castaño dejó escapar un suspiro y se alejó un poco. Kenneth se giró hacia un lado en el colchón, con una mano en el pecho, su corazón palpitaba fuerte, tenía la vista perdida, su cuerpo estaba bien en ese momento, se sentía bien, giró los ojos esperando la bolsa de cuero o las monedas.
- No pienses que he terminado contigo.
Abrió los ojos con sorpresa jadeando con incredulidad en su mirada.
- Te estoy dando tiempo de recuperar el aliento.
- ¿V-Vas a d-dejarme toda la noche despierto?
- Tú lo pediste.
Kenny notó una oleada placentera, una mala sensación de bienestar, y al mismo tiempo, también sintió la codicia gritándole al oído.
- ¿P-Puedo aumentar el precio?
Lo vio sonreír con cierta malicia mientras desviaba los ojos hacia el otro extremo de la habitación.
- Tengo una mejor oferta para ti.
Kenny ladeó la cabeza hacia un lado, consiguió enderezarse y sentarse con las piernas a un lado y apoyado con una mano en el colchón.
- Eres como un hijo bastardo, según dijiste. Puedo imaginar que no tienes dónde volver o una familia a la que eches verdaderamente de menos... Vagas por el barrio rojo buscando que te paguen la posada y apenas ganas dinero para una comida decente al día...- desvió los ojos y se levantó del colchón, se acercó a la cómoda, la posada era discreta, tenía una buena calidad, una botella de alcohol con copas de cristal.- O sino, puedo imaginar que duermes en la calle cuando no tienes dinero...- arañó la palma de su mano izquierda y un chorro de sangre cayó entre sus dedos llenando la copa lentamente como si fuera una copa de vino.
- ¿P-Para qué es eso?- susurró con voz temblorosa.
- Si sobrevives a esta noche y mañana eres capaz de moverte...- su herida sanó después de llenar la copa entera como si fuera por arte de magia.- Te daré el honor de convertirte en demonio y que tus heridas sean insignificantes, para que puedas vivir una vida nocturna de prestigio sin que nadie pueda apartarte del camino por más que intenten asesinarte... Porque puedo imaginar que más de una vez lo han intentado por robarle el protagonismo a las oiran...
- Kiven y Nekar me matarán...
- No tienen por qué enterarse... ¿Acaso notaron que yo lo era?
- N-No...
El castaño sonrió y dejó la copa sobre la mesa se acercó a él.
- Prepárate, Johns...- se sonrojó ligeramente al notar como agarraba su mentón cerca de su rostro.- Está va a ser una noche inolvidable para ti...
- No pares hasta que amanezca entonces.
- Por mí bien.
- Lo digo en serio.
- Yo también.
Kenneth apretó los labios, parpadeó un par de veces y sonrió un poco.
- Sin piedad.- se atrevió a pronunciar con un susurro inentendible para la mayoría, pero el castaño lo comprendió perfectamente.
Emitió un sonido divertido y apoyó su mano en el centro del pecho, lo empujó bruscamente al colchón. Kenneth jadeó.
- Aunque me ruegues parar, no lo voy a hacer.
Un brillo recorrió sus ojos, deseoso; por primera vez sentía que el bombardeo de su corazón era intenso, real y acelerado. Aquella noche ciertamente fue inolvidable. Sus gritos ante las repentinas nalgadas que pedía entre susurros; sus jadeos ante cada carga orgasmisca que se deslizaba por su cuerpo junto al sudor; sus gemidos ante la velocidad que, defintiviamente, no bajó el ritmo en toda... TODA... la noche; y sus quejidos por las mordidas que le siguieron a la primera... fueron todos y cada uno de ellos verdaderos e incontrolables. El sonido de los roces de las pieles era frenético, arqueaba su espalda con cada orgasmo, su cuello se retorcía hacia atrás, mirando el techo, sus ojos estaban entrecerrados y sus labios totalmente descontrolados pedían, exigían rogaban... Besaban... Había perdido por completo la cuenta de las veces que alcanzó el orgasmo. Y sus párpados se caían por el agotamiento de su cuerpo.
No creía estar vivo en ese momento.
Distinguió la luz del amanecer entre las cortinas antes de caer dormido totalmente agotado, con su corazón bombeando, su cuerpo insensible, sudoroso y tembloroso, profundamente extasiado y, desde luego, aquella vez no podía quejarse, NO iba a quejarse... no iba a maldecir o mirar mal... No podía hacerlo...
¡Ahh~! Era simplemente... perfecto... había sido simplemente perfecto...
No sabía qué hora era cuando despertó, la cortina estaba pasada, notaba caricias en su cabeza, ¿Seguía allí? Abrió los ojos lentamente, tuvo que parpadear un par de veces, pero incluso sus pestañas dolían en ese momento.
- Sigues vivo...- emitió con un tono de voz divertido, levantó los ojos lentamente hacia el castaño.
Estaba recostado de lado, la fina sábana blanca cubría hasta su cintura, con su torso desnudo, reposaba un brazo en la almohada y la mano en su cabeza para enderezar la mismo, le sonrió de lado por su expresión de sorpresa.
- ... Sigues aquí...- susurró en bajo.
- Claro...- sonrió de lado.- No puedo salir de día...- se encogió de hombros.- Y me tuviste toda la noche aquí...
- Más bien... al revés...- susurró en bajo, carraspeó por el dolor de su garganta, se llevó la mano y tosió un poco.- ¿Si hubiera muerto qué?- alzó una ceja.
- No ibas a morir...- el rubio mantuvo su ceja alzada.- Si aguantaste la primera, el resto las ibas a aguantar...- giró los ojos hacia la copa y sonrió de lado.- Igual que también aguantarás eso.
Kenneth giró los ojos hacia la copa y se removió un poco para levantarse y sentarse, su cuerpo estaba dormido y sentía un cosquilleo, acabó por dejarse caer nuevamente de espaldas y retroceder en peso muerto para mover la almohada y usarla de respaldo. Bufó con pesadez y pasó su brazo por la frente para quitarse los mechones sudados y pegados.
- Necesito un baño de agua caliente después de esto...- dejó caer la cabeza hacia atrás, mirando el techo.
Notó el tacto del castaño tomando su mano, susurrando un: "Y bien merecido..." y dejarla caer al levantarse y ponerse la ropa inferior, su pantalón blanco planchado por el centro, sin los zapatos. Tomó la copa de sangre y se la tendió, se sentó a su lado y deslizó un mechón detrás de la oreja del rubio, le sonrió de lado ante el nerviosismo reflejado en su mirada.
- No dolerá tanto como lo de anoche cuando te mordí.- el rubio oro inconscientemente deslizó sus dedos por su clavícula, sin encontrar la irregularidad de la herida.- No queda ni rastro... Curé la herida.- asintió con la cabeza lentamente.- Después de eso, las heridas se te curarán solas...- movió su mano con desinterés- No sentirás dolor y será bastante aburrido tener sexo con gente que es incapaz de dañarte para sentir algo de placer.
- ...- levantó los ojos de la copa al castaño.- ¿Lo hiciste a propósito...?
Se lo quedó mirando con una evidente interrogante en sus ojos.
- Quieres transformarme en demonio y que me quede contigo.- musitó sonriendo torcido, una mueca divertida a la par de provocativa.
- No voy a negarlo.- susurró negando con la cabeza.- Esa copa te hará el demonio más poderoso que ha existido jamás en el mundo.- confesó.- No puedo desperdiciarte dejando que te quedes en este barrio, aburrido...
- ¿Por qué lo haces entonces? ¿Por qué me das tanto?
- Tienes el potencial. No voy a desaprovecharlo.- después de mover su mano negando con uno de sus dedos, sonrió torcido.- Tengo que admitir que ha sido divertido... Han pasado muchas lunas desde que me divertí tanto...- Kenny lo miró con interés.- Me gusta tu carácter.- saboreó sus labios cruzándose de brazos y apoyándose en el respaldo que había creado el rubio con las almohadas.- Nunca antes un demonio o humano había sido capaz de desafiarme y exigirme cosas...- Kenny ladeó la cabeza hacia un lado cuando los ojos bicolor del castaño lo miraron sonriendo satisfecho.- Me gusta.
- No puedo evitarlo. Me he curtido en estos barrios y he aprendido a no dejarme dominar... De un modo...
- No es necesario, Johns...- giró los ojos.
- Solo te aprendiste mi apellido, al parecer.
- No lo hice, me sé tu nombre... tu apellido es divertido, no es común...- se acercó y besó su frente.- ¿Intentas alargar esto?
- Solo quería confirmar algunas cosas...- sin miedo, sin vacilación, sin más dilación, tomó toda la copa con algunos tragos rápidos.
- Dolerá como el infierno.
- Acabas de decir qu. . .- abrió los ojos en shock.
En ese momento, sintió su cuerpo en llamas literalmente.
Sentía como si se hubiera caído en un pozo de lava.
Sentía sus venas derretirse, su cuerpo arder, un dolor irracional de mil mordiscos de serpiente venenosa, sentía un dolor tan intenso que le había arrebatado la voz por completo.
Se autoabrazó ahogando el grito y acabó hecho bolita, gritando y apretando su piel, las sábanas, lo que fuera.
Sentía que iba a vomitar, sentía que iba a morir, sentía su corazón acelerado, la adrenalina disparada, el dolor seguía en aumento.
Soltó un último grito antes de perder por completo la voz.
Era como si se hubiera quedado mudo.
Y odiaba esa sensación de no poder gritar para liberar el dolor interno que lo sacudía tan brutalmente. Separó sus manos del abrazo, temblaban, el castaño tomó una, como si fuera una pelota desestresante.
Apretó.
Apretó.
Apretó.
Apretó.
Apretó.
Y no dejó de apretar. Pero la expresión del castaño no cambio, sus ojos estaban fascinados por el dolor que estaba experimentando, pero le había dado su mano como muestra de empatía, para experimentar una parte del dolor y ayudarlo en un ligero alivio que conformaba la transformación.
Su cuerpo hiperventiló, su respiración era errática, sus ojos lloraban sin control, no dejaba de soltar lágrimas.
- Ya casi está...- susurró el castaño.- Tu cuerpo está aguantándolo muy bien...- parecía fascinado, satisfecho, ¿orgulloso tal vez?
Lo miró impotente y suplicó sin voz que parase de doler, pero solo recibió algunas caricias en su cabeza, eran reconfortantes cuanto menos, pero en ese estado, en ese momento, en ese instante, sentía que todo contacto con su piel era pura lava, y no fue nada reconfortante...
Hasta que repentinamente. Dejó de doler. Como si una manguera de agua a presión dejara de golpear su cuerpo hasta quemarlo. La adrenalina seguía disparada, pero en ese momento de relajación, su cuerpo cayó como el de un oso cazado por un dardo tranquilizante, su corazón bombardeaba su oído, entre un par de jadeos, dejó caer la cabeza y cerró los párpados... Liberándose de toda la tensión que pudiera haber en su cuerpo.
Cuando volvió a abrir los ojos, seguía en el mismo lugar, pero ahora la luz que entraba por la ventana cerrada, entre las cortinas pasadas, estaba desapareciendo, estaba anocheciendo. Dejó escapar un sonido molesto, su garganta ardía, pero no con la intensidad de antes. Suspiró pesadamente.
- Te tomaste tu tiempo...
Levantó la cabeza hacia el castaño.
- ¡Dijiste que no dolería!- gritó frunciendo el ceño.
- Oh... No tienes laguna mental...- sonrió de lado.- Interesante...
- De interesante nada, ¡me mentiste!
Rodó los ojos.
- No ibas a querer tomar la copa.
- Sí iba a tomarla de todos modos, gilipollas.
Cartman se sorprendió por el insulto y sonrió satisfecho.
Pasaron el periodo de tiempo entre que estaba anocheciendo, hasta que empezaron las "fiestas" en el barrio en el agua caliente metidos... Relajando su cuerpo. Cuando salieron de la posada, después de que Kenny infantilmente le reclamara las sesenta y cinco monedas por sus servicios, pasaron y cruzaron las calles de la ciudad. Pero hubo un pequeño problema, hasta ese momento no se habían cruzado con nadie cara a cara, solo a distancia, pero al llegar a la calle principal, el corazón del rubio oro dio un vuelco y se llevó una mano a la garganta al sentir una insaciable sed que se acentuaba con cada inspiración que daba. El castaño giró los ojos inmediatamente hacia él y agarró su brazo cerca de la conexión del codo para llevárselo arrastrando a las afueras del pueblo.
Al llegar allí, el rubio estaba profundamente alterado, apretando las telas de la ropa del castaño, ensalivando excesivamente y con sus ojos morados brillando como si fueran luces artificiales. Sus garras se clavaban en la tela y sus colmillos estaban afilados. Cartman pudo contenerlo entre sus brazos cuando se soltó de su agarre en el brazo y enterró su avambrazo en su boca. Sus dientes no llegaron a perforar su piel, se quedaron ahí, como si fuera una especie de bastón en su boca, al menos durante unos segundos antes de forzar su mandíbula hasta que esta crujió y apretó con fuerza. El castaño se mantuvo tranquilo, las gotas de sangre que se deslizaban de su brazo se colaban en los labios del rubio y las venas de su cuello, frente o sien se pronunciaban. Repentinamente lo soltó un ahogó un grito de dolor.
- Tranquilo, Kenny...- susurró en bajo.- Tranquilo... Solo tienes hambre...- lo recogió entre sus brazos.- Solo es hambre...
- D-Duele...
- Lo sé... Lo sé...- suspiró.- Espérame aquí... Buscaré a alguien...
- ¿Humano...?
Cartman no respondió, pero por su mirada, era una afirmación. Kenny tembló de pies a cabeza, pero cuando el castaño regresó como si fuera un parpadeo, apenas habían pasado unos segundos, en su hombro cargaba a alguien cuyo latido del corazón se había desvanecido... Ya estaba muerto.
- No sufrirá...- susurró en bajo.- Si es lo que te preocupaba...- Kenny sintió una ligera impotencia en ese momento, pero su cuerpo reaccionó solo, sus colmillos se afilaron por sí solos, por la necesidad, por el ansia, por el hambre...
Y antes de que su mente tuviera tiempo de ordenar a su cuerpo que no lo hiciera, ya había mordido al menos tres veces. Notó las caricias en su cabello del castaño y como deslizó sus dedos por sus mejilla para quitarle las lágrimas de culpa y malestar psicológico que sentía, por la impotencia y la angustia.
- Ya estaba muerto, Kenny...- susurró agachándose delante de él apoyando una rodilla en el suelo.- Él no sufrió dolor...- Tomó su mentón con suavidad.- No te sientas culpable, Kenny... Es normal... Es lo que tenemos que hacer...
- Tal vez tenía familia, tal vez hijos, tal vez era un padre de familia...
- Olvídate de eso, Kenny...- su voz era tan tranquilizadora que le daba escalofríos.- Eres el segundo demonio más poderoso del mundo.- confirmó.- Esas cosas no deben perturbar tu mente...
Kenneth palideció.
- Te prometo que los humanos que cacemos de ahora hasta que te sientas seguro y confiado de tu nueva forma, serán así... Ellos ya estarán muertos... No sufrirán dolor, y tú tampoco...
Kenneth apretó los labios y asintió con la cabeza.
- Bien...- sonrió un poco.
- ¡SOLTAD AL HUMANO, DEMONIOS!- Kenneth se estremeció al escuchar la voz de Kiven a espaldas de Cartman.- ¡Date la vuelta con las manos arriba! ¡Ahora mismo!
Cartman lo miró desafiante.
- ¿¡Kenny!?- Kiven flaqueó por un momento, bajando la espada por unas décimas de segundo.
Décimas de segundo que Cartman aprovechó para atacarlo de frente. Kenneth sintió su corazón pinchar su pecho, una punzada, sudor frío.
- ¡NO!- gritó aplacando al castaño, los dos rodaron dos o tres metros.- ¡A él no, por favor...!- suplicó.- Déjalo ir... Déjalo ir, déjalo ir... por favor...- suplicó.- Vámonos...
Kiven estaba en shock, Kenny lo miró con los ojos cristalizados, los dientes apretados, aguantando el llanto. Cartman soltó un bufido con cierta irritación y se resignó en tomarlo de la cintura y un parpadeo después desaparecer por completo de aquel lugar.
Al abrir los ojos nuevamente se encontraba en un lugar surrealista donde ni el techo, ni las paredes ni el suelo tenían sentido... Miró fijamente a Cartman y este tenía una expresión bastante furiosa.
- ¡NUNCA! ¡Nunca más te atrevas A VOLVER a hacer eso! ¿¡Queda claro!?- Kenneth asintió con la cabeza rápidamente.
Lo escuchó exhalar con fuerza y peinar sus cabellos hacia un lado.
- Es la primera y la última vez que permito que un humano me vea y no muera, ¿me has oído? La primera. Y la última.
- S-Sí...- susurró en bajo.- Gracias... Gracias, gracias...- susurró en bajo.- Gracias...- musitó con un hilo de voz.
- ¿Por qué?
Levantó la cabeza hacia él.
- ¿Por qué no querías que lo matase?
- Kiven es prácticamente mi hermano. Y Nekar es como una madre para mí... Jamás podría verlos muertos...- Cartman hizo una mueca torciendo el labio.- Prefiero morir yo antes que ellos.
- Nada de sacrificios estúpidos por humanos.- Kenny asintió con una ligera inseguridad y el otro soltó un suspiro largo, rodando los ojos.- Bien...- parecía haberse calmado de repente.
El sonido de cuerda que acompañaba aquel lugar también se había relajado... Ahora era prácticamente una canción de cuna reconfortante.
- Es hora de presentarte al resto...- Kenny ladeó la cabeza hacia un lado.
El castaño chasqueó los dedos, el eco resonó por todas partes y segundos después, diferentes movimientos se acercaban. Kenny miró a Cartman con inseguridad y con un interrogante en su rostro, pero el castaño no le respondió, solo le hizo un ademán de paciencia y relajación. Ante ellos, en la inmensa plataforma del tamaño de un campo de fútbol que tenían delante, aparecieron unos nueve demonios.
- Uuuuuuh, tenemos uno nuevo...- la mujer que había hablado recibió un codazo de un compañero que hizo volar medio torso de la chica que habló.
Kenneth se estremeció.
- Uno verdaderamente poderoso, le debes un respeto. Y habla cuando te lo ordenan los superiores, zorra.
- S-Sí... L-Lo siento...- bajó los ojos.
Kenny miró a Cartman una vez más.
- Muchachos...- susurró con suma tranquilidad en su voz, ignorando la escena que acababa de ocurrir.- Se acercan tiempos buenos... Conseguí el recipiente perfecto...- lo miró.- Él es Kenneth Johns. A partir de este momento los tiempos cambiarán en una hegemonía distinta, siete de ustedes tendrán el derecho de servirme como guardaespaldas, conseguiré a alguien que sea mis ojos, y él será mi mano derecha desde ahora, hasta el fin del mundo.
Kenneth apretó los labios al notar como todos irradiaron una profunda aura de celos y rabia.
- Él es ahora y será el segundo demonio más poderoso del mundo...- se estremecieron.- Después de todo, ha sido capaz de tomar una copa entera de sangre...- hubo silencio, a excepción de la gentil música de cuerda.- Y aquel que lo mate, hiera o desafíe... se las verá conmigo personalmente...
Aquella amenaza fue definitiva, un ultimátum, y de alguna forma redujo aquel aura de celos, rabia y envidia... pero no eliminó los roces y las miradas furtivas. Al menos durante los primeros treinta o cuarenta años... aquellos años le sirvieron para aprender sus nuevas habilidades, su nuevo ambiente, su nueva familia...
Hablando de familia... A los pocos días de ser presentado ante los demonios, tuvo un muy egoísta deseo. Le pidió a Cartman que lo llevara a su hogar original, la casa en la nació, en la que se crió, en la que creció; la casa en la que todo comenzó y en la que todo finalizó.
Era de noche. La mujer se encontraba limpiando la casa en esos momentos, las ventanas concretamente y lo vio delante de la misma al pasar el trapo, apareciendo como si fuera un parpadeo, un fantasma, al otro lado del camino de tierra. En el primer instante no era capaz de creerlo, no era capaz de asumirlo, pero ahí estaba. Avisó a su esposo y ambos salieron de la casa con escepticismo.
- ¿Kenny?- su cabello había crecido un poco y estaba algo más ondulado, su ropa consistía en el kimono negro que robó y lo portaba con suma elegancia.- Hijo... ¿Eres tú?- fue su madre la que preguntó aquello.
- Dejé de ser vuestro hijo. Solo vine a ver vuestros últimos momentos.
- ¡No tienes derecho de siquiera oler el aire de nuestro terreno!- el padre reaccionó impulsivo nada más verlo con aquella afeminada apariencia.- ¡Márchate inmediatamente, bastardo!
El muchacho rubio soltó un suspiro derrotado.
- Solo quería hablar antes de irme para siempre...- sonrió con malicia.- Más bien... Para que os vayáis para siempre.- los dos adultos lo miraron con escepticismo, y acto seguido fueron embadurnados en un líquido con un interesante y apetecible olor, un olor atrayente y estimulante. El rubio oro sonrió con maldad, torciendo la sonrisa y una cerrilla que encendió con el borde de su kimono y la lanzó a la casa.- Buenas noches...
Se dio la vuelta y se marchó por el camino de tierra mientras la casa empezaba a arder, con ambos humanos en el interior, los cuales fueron atrapados y no pudieron salir.
- ¿Y eso...?- giró los ojos hacia el castaño, cruzado de brazos, apoyado en el mástil de una de las casas, tenía una expresión de sorpresa en su rostro.
- Quitarme lo único que me ataba a los humanos, después de Kiven y Nekar.
- Interesante...- susurró sonriendo de lado.
Los años empezaron a pasar, diez, veinte, treinta, cuarenta... Ciento veinte años... Aquella noche ambos habían salido a cazar juntos, y la noche se había cerrado, provocando que una fina lluvia cayera sobre sus cabezas, no fue nada que no pudieran resolver con una suave tela de color negro. Ambos caminaban en silencio, Johns cargaba con el paraguas, pasando el brazo como una cadena por el de Cartman para cubrirlos a ambos, juntos, cercanos, vistos desde lejos, podrían parecer un matrimonio normal y corriente, pues el rubio siempre llevaba kimonos de color negro, con diferentes estampados, pero siempre eran kimonos negros.
Llevaban algunos días paseando por aquella zona para conocer los movimientos nocturnos de la gente y buscar a la presa perfecta que nadie echara de menos.
Y ahí fue cuando escucharon gritos cercanos en casas adosadas de aquella gentil aldea. La lluvia era más intensa en ese momento, era fría, el ambiente era gélido, la discusión entre un hijo varón y el padre de familia era tan cálida que creaba un contraste violento. Y finalmente el chico fue azotado y arrojado al suelo en una dramática escena innecesariamente llamativa. Los dos se miraron de reojo.
- ¡Mi hijo jamás será un sodomita! ¡Prefiero no tener hijos antes que a un puto bastardo como tú que viene a pavonearse de haber tenido sexo salvajemente con el duque! ¡Eres una deshonra para la familia! ¡Sinvergüenza!- el padre de familia, azabache, igual que su hijo, ni siquiera le permitió a su retoño levantarse del frío suelo empapado, pues lo volvió a empujar al suelo, fuera de la casa, donde ya se encontraba de por sí, bajo la lluvia y le cerró la puerta de un portazo.
Los dos encontraron la oportunidad perfecta en ese momento, la lluvia, el llanto, la traición, aquel humano era la presa perfecta... Había sido expulsado de su casa, había sido atrapado en un acto impuro con un duque y no tenía más remedio que vagar por las calles, y antes de ser víctima de cualquier otro demonio hambriento que merodease aquella aldea... Prefirieron quedárselo para ambos, un buen festín, una buena presa.
- Esa discusión no fue buena.- El chico de cabellos negros, sedosos, lacios y largos giró la cabeza con miedo.
Sus ojos eran azules oscuros, sus prendas tradicionales de la época, seguramente él estaría extrañado por las prendas que el rubio oro llevaba, el kimono negro tradicional de las prostitutas de hacía más de cien años. Kenneth había hablado con compasión y gentileza, con una sonrisa amplia en su rostro, la mirada del castaño se posó en la suya por unos segundos y después giró los ojos hacia el azabache que los miraba temblando.
- Sodomita expulsado de su casa en medio de la noche y con una lluvia que silencia los gritos y el llanto, ¿uhm?- dijo Cartman alzando una ceja.- Una mierda cruel...- rodó los ojos.- Los demonios te cazarán fácil, no eres la gran cosa...
Kenneth ahogó una risilla traviesa entre sus labios.
- Puedo ver el deseo de venganza en sus ojos...- susurró bajo el más alto cerca del oído del castaño.- Puede que no sea TAN poca cosa...
- Silencio, Kinny.
El joven azabache tembló con miedo al ver los ojos heterocromáticos del castaño iluminarse como lo hacían los de los demonios al pronunciar la orden y como los ojos morados del rubio se achinaban de forma divertida, ampliando la sonrisa de su rostro aún más.
- ¿Q-Qué cosa son ustedes...?- susurró con miedo.
- Me parece muy ofensivo que llames a nuestro señor Eric Cartman... cosa...- dijo el rubio borrando su sonrisa por primera vez en toda la conversación.- Obviamente... Demonios...- sus labios se curvaron hacia arriba una vez más de forma amplia y aquella vez sus dientes visibles se habían afilado.
El azabache sintió su cuerpo palidecer e intentó retroceder hacia la puerta, pero estaba congelado en el suelo por el miedo que sentía al ver el ojo azul del castaño volverse rojo como la sangre y como las venas se marcaron alrededor de sus dos ojos.
- Será rápido e indoloro.
Y el azabache cerró los ojos con horror al sentir el arañazo rasgar su piel desde su rostro hasta su pecho, incluso el vientre. Sintió un dolor descomunal, pero cayó inconsciente.
- Pensaba que ibas a matarlo...
- Tú lo dijiste... La venganza existe en sus ojos...- Kenneth sonrió con malicia y desvió la cintura hacia un lado, cubriéndose él solo bajo el paraguas con un movimiento divo.
- ¿Por qué querías tenerme en tus filas entonces? ¿Tenía ganas de matar a alguien...?- alzó una ceja.
- No. Solo quería follar.- tomó al azabache entre sus brazos como una novia y se acercó para ocultarse bajo el paraguas.- Vámonos...- Kenneth puso una mano sobre su hombro y los dos desaparecieron con un parpadeo de aquel lugar.
Stanley Marsh... Así se llamaba el muchacho. Era el segundo hijo de una familia con dos hijos, una mujer y él; el heredero. Le atraían los hombres, tal vez ambos, tenía un romance prohibido con un duque, un hermoso chico de cabellos rojizos como las rosas, y ojos verdes como esmeraldas, un reto complicado, un amante codiciado, tenía buen gusto. Pero ya no lo recordaría jamás, o al menos hasta que muriera. Pues, tal y como había comprobado, aquellos que eran transformados en demonios no recordaban su vida pasada como humano. Lo comprobó con Stanley cuando este despertó desorientado y juró lealtad ante su señor al ser conocedor de que había sido transformado y convertido en un ser fuerte, un demonio, por Cartman, para cumplir con una importante misión que consistía en volverse fuerte, y matar los cazadores de demonios; comprobó las lagunas mentales post-transformación años después con otros demonios menores e insignificantes que habían sido creados a partir de la sangre de Estella.
Pero su existencia no duraría mucho más...
Aquella noche los humanos estaban inquietos, los demonios más todavía, el perímetro estaba siendo protegido con eficacia, pero aquella noche todo era tranquilo. Irritantemente tranquilo. Así que Kenneth se dio el lujo de besar varias veces las mejillas del castaño antes de ir por su cuenta a cazar para saciarse y pelear mejor la noche siguiente, pues asumían que el verdadero ataque sería al atardecer, tal vez más allá, al crepúsculo, porque sabían que los demonios no saldrían de su escondite a no ser que anocheciera, y los humanos no eran tan estúpidos de meterse en territorio enemigo.
Kenneth observó con curiosidad, tarareando con gentileza la nana musical que sonaba en la mente de Cartman, su tenue latido del corazón, le gustaba apoyarse en su pecho o dormir a su lado. No era común que los demonios usaran las horas del día para dormir, pero Cartman le había decidido parte de su confianza y se lo permitía... Apoyado en su cuello, en su hombro... Donde más inseguro y vulnerable podía estar... Donde simplemente tenía que abrir la boca y presionar para matar a Cartman.
¿Pero para qué...? Lo quería, lo amaba, no podía vivir sin él, ya estaba deseando regresar a sus brazos después de comer un poco y recuperar fuerzas... Era absurdo que alguien quisiera matarle, él le dio su fuerza, él le dio noches enteras de placer... Obviamente también ignoraba por completo lo que sus compañeros podrían planear, aunque se lo habían dicho a él, él se negó y los amenazó de muerte si hacían algo indebido... Ellos le temían... No lo harían...
Sus ojos enfocaron el campamento humano con una soledad inquietante. Observó con detenimiento, y olfateó.
Sus ojos se encogieron hasta ser un mísero punto y giró los ojos hacia el escondite de los demonios.
- Cartman...- susurró en bajo y aceleró tanto como sus piernas le permitieron, saltando acantilados, árboles, rocas y claros.
Vio a los humanos acercándose al perímetro, y cómo los demonios que deberían entrenarlos no estaban. Algo había pasado para que ellos no estuvieran. Entró en pánico. Aceleró más sus pasos y se adentró en la cueva por los recovecos más absurdos hasta llegar a la sala principal. Stanley se encontraba hablando con Cartman, informando de la situación de los humanos. Apretó los labios y olfateó con consciencia, parpadeó con incredulidad al notar el aroma de todos los demonios en la sala, pero sin estar visibles.
...
Hasta que vio un hilo invisible, un brillo de un arma de una katana de los humanos manchada de sangre.
Dos demonios se acercaban por la espalda de Cartman. Los ojos del rubio oro se encogieron como un mísero punto y tomó impulso.
Al mismo tiempo, la sala principal fue irrumpida por una avalancha de humanos, con las katanas en el aire. Todo parecía haberse congelado en ese momento, o moverse a cámara lenta. Kenneth saltó y corrió hacia el castaño, este se sorprendió al notar su olor, pero más todavía al ver sus ojos desorbitados y corriendo hasta él con tanta desesperación... Y fue cuando se dio cuenta de lo que sucedía. Miró a los humanos, miró a los demonios. Stanley había sido arrojado al suelo, Damien lo contenía. Una de las chicas, con una katana humana, se preparaba para dar un corte lateral atravesando su cuello. Se tensó para apartarse y escapar tanto del ataque, como de los humanos.
...
Pero algo pasó.
El olor de la sangre llenó toda la sala. Los humanos se quedaron paralizados y con los ojos abiertos. La chica rubia de ojos verdes que cargaba con la katana y que había realizado el corte también estaba congelada, con los ojos tan abiertos que parecían ir a salirse de las órbitas.
Los ojos de Cartman enfocaron... Todo a cámara lenta...
- ¿¡KENNY!?
Y junto a ese grito...
Todos los cuerpos humanos implosionaron en una piscina de sangre exageradamente desagradable y cayeron muertos en una matanza sin precedentes, el chasquido de las katanas contra el suelo fue el siguiente sonido que había sonado. Segundos después, los demonios también tuvieron aquella misma reacción. Sus cajas torácicas explotaron como si hubieran sido abiertas en canal. Y todos ellos cayeron al suelo, agonizando...
El castaño dio un paso, y al siguiente había aparecido delante del rubio oro, agachado, tomando su rostro, su cabeza degollada, su cuerpo se estaba desintegrando...
- K-Kenny...- susurró en bajo.- Kenny...- las pupilas del rubio oro temblaban, apretó los labios.
- Ahh~...- dejó escapar aquel sonido erótico y tan fuera de lugar en ese momento.- Había olvidado lo que era el dolor...
- Ken... Espera... No...- giró los ojos, el cuerpo ya se había desintegrado.- NO...- bajó los ojos hacia el rubio oro, su cuello se estaba empezando a desintegrar.
- Bollito...- le sonrió.- No llores... Vamos...- le sonrió con gentileza y dolor, los ojos del castaño estaban cristalizados, y amenazaban con romperse en cualquier momento.- No llores delante de mí... Vamos...
Cartman abrazaba y acunaba su rostro con sumo cuidado y cariño.
- Nos vemos en el infierno...- cerró los ojos después de decir aquello con una risa, apoyando la frente contra su pecho.- Allí te espero...
- NO... NONONONONO... NO... No pienso tolerar esto...
- Ya no hay nada que hacer...- susurró en bajo.
Un hilo de voz...
Su rostro empezaba a desaparecer, su cabeza, su cabello...
- Bollito...- el castaño temblaba, las lágrimas ya habían empezado a caer.- Te dije que no llores...- reprochó riendo roto y melancólico.
- No te vayas...- sollozó.
- Te amo...
- Y-Y yo... idiota.
Kenneth se rio... Uno de sus ojos se desintegró.
- B-Bésame una última vez, por favor...
...
...
...
- ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!- gritó cuando ya no quedaba nada.
De ese grito se emitió una onda expansiva que derrumbó el lugar entero, la cueva entera, sepultó a todos los humanos, todos y cada uno de ellos... Y entre los escombros... Solo nueve seres emergieron después de regenerarse... Solo nueve de los quince demonios que habían...
Pero todos se dieron cuenta inmediatamente... de que nada volvería a ser lo mismo, el aura del señor era totalmente diferente, era despiadada, sádica, rencorosa, feroz, fulminante, aterradora... Tragaron saliva lentamente. Cartman giró sus ojos hacia ellos... Sus ojos estaban iluminados como nunca antes. Todos sintieron pavor al verlo. Empezaron a temblar...
- A partir de ahora... Las cosas serán muy diferentes...- se estremecieron al escuchar su voz.- Se acabó el consenso, se acabaron los derechos, se acabó el comer libremente... A PARTIR DE AHORA...- sintieron como sus cuerpos se paralizaban, como se ahogaban, como les costaba respirar, como incluso algunos vomitaron sangre.- Comerán cuando yo lo diga, cazarán lo que yo diga, matarán a quien yo diga... Y aquel que se atreva a desobedecer...- cerró su puño y todos, los ocho, se estremecieron y cayeron al suelo agonizando del color, algunos incluso vomitando por el mismo.- Sufrirán las consecuencias... ¿¡A QUEDADO CLARO!?- todos asintieron llorando internamente, sin poder hablar, sin poder respirar, solo temblando en el suelo, sintiéndose pequeños, sintiéndose patéticos.
La noche que Kenny Johns murió...
La poca empatía y compasión que Eric Theodore Cartman tenía...
Se fue con él...
Y ya nada volvió a ser lo mismo...
Ni lo sería...
Nunca más...
FIN
____________________________________________________________________________
No iba a quedarme con las ganas de escribir el pasado de Kenny Johns y Cartman...
En la idea original de la historia, Kenny Johns iba a explicárselo a Kenny McCormick en su mente, acompañado de Cartman, pero como Cartman desapareció... Decidí escribir el epílogo y escribir TODA la historia...
Desde que se conocieron... Hasta que Kenny murió...
Y por ello... El epílogo es casi más largo que la historia en sí JAHDSJKADHAJKDHAK
No es broma...
Son más de 10.000 palabras...
No es ni un fanfic de los míos...
JAHSJDKHDJASKHDAKS
Bueno, ya no... Cuando llego a las 10.000 palabras, lo alargo un poco más para poder cortarlo en capítulos uwu
Ya no hago fanfics tan sumamente largos para leerlos como un simple one-short... Como mucho un two-short o un three-short uwu
Pero bueno...
Ya no hay vuelta atrás, ya hemos acabado oficialmente uwu
Este ha sido el final del crossover de Kimetsu no Yaiba y South Park.
Aquí las opiniones ------------------->
Espero que os haya gustado, hacédmelo saber con un voto y nos vemos en el próximo capítulo
Bye~
By Silvia Line
[10366 Palabras de este capítulo]
[51777 Palabras de toda la historia en general]
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top