089 | #ENCERRADA
Hay un reloj sobre una de las paredes que marca las 9:58 AM.
No sé si está bien, lo más probable es que sí, aunque desearía que fuese muchísimo más tarde.
No sé con qué excusa Malcolm se ha librado de Nick para apartarse durante al menos cuatro horas. Seguramente la excusa de algún inconveniente familiar, que siempre funciona cuando de trabajo se trata.
El tic tac se me clava en la sesera, es un intento vano por fantasear que tengo el imposible poder de acelerar el tiempo.
Con mi hermana siempre solíamos jugar a preguntarnos: "si pudieras tener un poder, ¿cuál sería?" Curiosamente la respuesta fue cambiando a medida que fuimos creciendo.
A los cinco años, mi respuesta era poder ser invisible, para meterme en las tiendas de helados y dulces, comerme todo sin que los dueños se dieran cuenta y salir de ahí con el estómago lleno.
Por otro lado el de mi hermana era la velocidad con superfuerza para sacar la mayor cantidad de comida de ciertos lugares sin que nadie se percatase y traerlo para mi familia.
En ambas, el hambre resonaba con toda su ferocidad. Las consecuencias en un niño que no se alimenta bien en los primeros años de su vida, son cruciales para el resto del camino. Creo que a ello se debe que ambas somos hoy sumamente menudas, con la piel quebradiza y los huesos demasiado saltones en una altura que no supera el metro sesenta.
A los nueve años, conocimos los juegos de SEGA en los negocios barriales. Me volví una experta en el Arcade, logrando convencer a los niños de que me den sus fichas.
"Si te gano, me das dos fichas, una para mi hermana y otra para mí, ¿estamos?"
Ellos reían a carcajadas.
"¿Una chica retándonos a jugar? ¿Por qué mejor no vas tú, gordito, y le demuestras que las niñas no deberían jugar a estas cosas?"
Ese tipo de respuestas me hacían enfurecer y estallar, pero dejaba que la ira tuviese lugar atacando los botones y entendiendo al detalle de qué manera debían ser los movimientos para noquear a sus personajes.
"Imposible, ¿qué carajos te pasa gordito? Déjame a mí".
Dos fichas. Cuatro fichas. Seis fichas. Diez fichas. Mi hermana nunca fue tan buena, por lo que yo ganaba las fichas para darle la mitad a ella.
"¡Lárguense de aquí, niñas! Este lugar es para hombres, no para ustedes ¿no lo entienden? ¡Largo!"
Usualmente ese era el argumento de los varones para corrernos de las tiendas de Arcade una vez que se quedaban sin dinero y arrasados por la humillación de que una niña les ganase en los jueguitos.
Me sentía gloriosa.
Por eso siempre fui una fanática de SEGA. Digamos que Nintendo también me gustaba pero SEGA siempre fue mi predilecto.
A los quince me hice una chaqueta de jean con las letras escritas en la espalda. Al día de la fecha sigue siendo mi favorita.
Pero, pese a que nos corrían, regresábamos o andábamos de tienda en tienda confrontando a los niños y ganando competencias con fichas. En ocasiones, se nos juntaban tantas que las vendíamos a mitad de precio, hasta que un tipo nos descubrió y nos corrió. Teníamos unos once años cuando ocurrió. Desde entonces, no nos volvieron a recibir en las tiendas de Arcade ya que una niña mafiosa que revendía las fichas en mitad de precio andaba jodiendo sus negocios de crear pequeño viciosos inútiles que no entendían que debían ser movimientos coordinados los necesarios para derribar a su rival y no un montón de golpes indiscriminados contra el tablero.
"¿Y bien?" me preguntó un día mi hermana en que estábamos sentadas a orillas de la calle viendo a unos niños andar en patineta. "¿Qué haremos si no nos dejan volver al Arcade ni tenemos patinetas?"
"Jugar a las muñecas".
Ella me miró y ambas soltamos una risotada.
Hasta que mi cabeza se iluminó.
"Oye... hace un tiempo me acerqué a esos lugares donde papá paga los impuestos y mamá busca los bolsos con mercadería".
"¿Te refieres a los centros asistenciales o inmundicipios?"
"Creo que se llama ayuntamiento".
"Algo así".
"Escuché que esas computadoras que sólo tienen las familias ricas, han llegado para que todos podamos tener acceso a ellas y con cursos donde enseñan a usarlas. ¿No te parece alucinante?"
"¿Se puede jugar SEGA con esas cosas?"
"Mmm, no lo sé, aunque los cursos decían que era para aprender conceptos básicos de 'programación''".
"Ufff, entonces no me interesa. Ve tú, Nat".
"Vamos, será divertido, ¿quieres?"
"Asegúrate de si pueden jugarse los SEGAS en esas computadoras y luego me cuentas, ¿sí?"
"Okay, hermanita".
"Ve, Nat. Buena suerte".
Vaya mierda, que tuve suerte.
12:57 AM.
Mi estómago es una bomba que ruge de hambre. He cabeceado varias veces, podido dormir otros momentos, pero el hambre no me deja pegar ojo nuevamente. Además hace un calor endemoniado. ¿Dónde mierda me ha traído? No estoy acostumbrada a los climas secos. Quizá por eso El Virus ha decidido tenerme apartada en este sitio.
Me arde la garganta. Necesito hidratarme. Necesito comer. Y sobre todas las cosas, dormir.
3:15 PM.
Despierto e intento mover las piernas, pero hay un calambre que me tiene tomada desde los glúteos, se concentra en mi vagina y me llega al pubis. Carajo, es horrible. Además, tengo el trasero adolorido por la tabla de la silla, ¿no podía al menos traerme un cojín?
También necesito una ducha. Huelo horrible. Y me duele todo.
5:45 PM.
Sed. Tengo sed.
El sol se está escondiendo.
En mi estómago hay un agujero tan grande como mi pasado.
El calambre ha cedido pero moviéndose de un músculo a otro. Realizo movimientos suaves cada tanto para no lesionarme y acompasar los calambres.
Pero la fuerza se me va agotando...
8:45 PM.
Mamá.
Mamá está enferma.
Entro en la habitación de la casa y la encuentro con loso ojos cerrados. Fría. Mi hermana permanece a su lado.
Y me observa con un odio atroz.
No es necesario que lo diga para que me dé cuenta...
Mamá ha muerto.
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