071 | #HABLA
La puerta del despacho se abre y Nick se aparece despeinado, con un agrio olor a alcohol que impregna todo tras su rastro.
Yo lo espero al otro lado de su escritorio. Sentada en su propio sillón. En la oscuridad. Cuando enciende la luz, se lleva un susto al verme, pero no demora en cruzar una sombra lúgubre por su rostro.
Se lo ve dentro de sí y me lo constata su gesto que se tensa aún más al verme ocupando su lugar. Él nunca pierde la compostura...quizá, no al menos por culpa del alcohol.
Se queda de pie. Lo miro. Mi ojo está morado. Le duele verme así. El halo oscuro que cruza por su mirada, evidencia el infierno que está viviendo y que ahora mismo comparte conmigo.
El silencio se vuelve como un hilo de oro muy fino y preciado que no me molesto en romper.
—Anthony.
Mi voz se oye rasposa y el nombre sale de mi boca como si tuviese cuchillas que dejan yagas de camino.
—Su nombre es Anthony.
Él frunce el entrecejo, pero parece captar de qué le estoy hablando. Sólo le hablé de un hombre en mi vida.
Y es el hombre que me violó.
—¿Por qué no tomas asiento?—le ofrezco—. Se me antoja hablar de algo justo ahora. Pero ¿sabes cuál es el motivo? Que a mí no me apetece tener cosas guardadas porque me hacen mierda. Y quizá si las comparto contigo, tengas un poquito de la basura que me está intoxicando y ya no será tanto con lo que tendré que cargar, ¿verdad?
Él sigue en silencio. Parece herido, roto, furioso e insomne. No sé qué hora es pero sí puedo estar segura de que es de madrugada.
Cierra la puerta a sus espaldas y camina. Los zapatos resuenan en las baldosas de su despacho. Se sienta en la silla frente al escritorio y escucha sin emitir una sola palabra.
El muy cabrón nunca dice nada.
—Sólo dos personas me hicieron muchísimo daño en mi vida—le cuento, inmutable—. Podría enumerarte otros, pero lo que estos me hicieron, no se comparan en absoluto con lo que me tocó vivir en otras ocasiones.
Parece que Nick olvida respirar cada tanto ya que su pecho sube y baja acelerado a medida que le cuento que me han hecho daño.
Él no sabía tanto de mí, a decir verdad.
Y si ahora estoy abriendo las puertas que guardan los peores momentos de mi vida frente a él es para demostrarle que me ha tocado pasar por cosas terribles. Y quizá, de ese modo, él pueda abrir también otra de sus puertas.
—El dueño de la constructora que contrató a mi padre para el trabajo que le costó la vida y el tipo que me drogó y me vendió a cambio de unos billetes sucios.
Él se endereza de golpe en la silla y separa los labios.
—Descuida—trato de mantenerme inmutable; intentar que hablar de ello no me rompa en mil pedazos es tan difícil que nunca lo intenté antes—. Ambas cosas sucedieron hace años. No hay vuelta atrás luego de eso. Pero me parece importante que lo sepas...
Él no se mueve. Si antes lo veía furioso, ahora mucho más. Y lo peor de todo es que quizá ese odio no vaya dirigido exclusivamente a mí sino que es compartido.
Prosigo contándole:
—A casi cien metros de altura estaba trabajando mi padre el día que yo fumé un cigarrillo por primera vez. Mientras su hija se había fugado de la escuela porque era una maniática y resentida con la vida de mierda que le había tocado, él ponía toda su vida en riesgo con tal de ganar unos pesos para que esa niñita tonta fuese a la universidad. Ni arnés, ni guantes, sólo un casco de mierda tenía mi padre en la cabeza cuando se partió una viga y cayó al vacío. Pero, para su desgracia, no murió. Agonizo seis días hasta que Dios tuvo un poquito de piedad y se lo llevó. ¿Cómo fue que no murió? No me lo preguntes porque no soy una chica muy devota. Clavícula rota, dos costillas, un pulmón perforado, una mano rota y los riñones destrozados. Ese fue el resultado, entre otras heridas, cortes y raspones. Ese fue el puto resultado de ganar unos jodidos pesos. Recién llegaba de beber cervezas con otras amigas igual de tontas cuando me comunicaron lo peor. ¡Llamaron a la escuela pero la muy estúpida se había fugado! Llegué y no encontré a nadie. Aún recuerdo que el vagabundo que dormía en la vereda: "si buscas a las chicas que viven en tu casa, se fueron llorando en un patrullero; no sé en qué lío las hayan metido, hermana, pero ustedes son de los buenos". Eso me dijo. Tengo sus palabras grabadas a fuego. Nosotros éramos de los buenos y a los buenos les va para el carajo. Pero, ¿sabes qué fue lo peor de todo? Que intenté reclamarle muy por las malas a su jodido jefe quien no quiso hacerse cargo y además me dijo "tu papá está despedido, que no vuelva cuando se recupere". Sí, existe gente así de hija de puta. Contratamos un abogado estatal que terminó siendo comprado por este...señor. Y perdimos todo. Papá siempre decía "no tenemos dinero pero igual somos ricos: tenemos salud, amor y una familia". Al carajo. Un día en que estábamos las tres llorando a su lado, en la cama, nos dijo "no tenemos dinero y salud pero tenemos amor y una familia unida". Aún recuerdo su sonrisa y su voz que salió casi sin aliento. Me destrozó el corazón. Esas fueron las últimas palabras que le escuché decir hasta que su alma no soportó más ese cuerpo hecho pedazos y decidió dejarlo. Desde entonces, se rompió todo. Se quebró cada partícula de mi vida. Sin dinero, sin familia, intentando que quede un amor quebradizo como lo era una mujer prácticamente indigente, sin trabajo y con dos hijas adolescentes.
Me quito una lágrima que me humedece el rostro y él intenta decir algo coherente, sorprendido ante la crudeza de lo que le confieso:
—Nat... Yo... Te juro que los encontraré y...
Se detiene.
—¿Qué harás?—le pregunto—. ¿Matarles? Olvídalo. No eres un asesino.
—Eso no lo sabes.
—He conocido asesinos, proxenetas, drogadictos y pedófilos en mi vida. Y créeme: tú no eres uno de ellos. Pero si de algo estás en lo cierto es que no puedo estar tan segura de si eres eso y u otra cosa. No sé nada de ti.
Sus mandíbulas se tensan. Lo he enfurecido. He vuelto a presionarlo a hablar.
—Ya están muertos—suelto por fin—. Hace unos años vi en un noticiario que el poderosos señor Thomson, dueño de la reconocida empresa de construcciones para la que mi papá trabajaba, había muerto de un infarto. Me puse en contacto de inmediato con los servicios fúnebres y encontré dónde estaban por sepultar al viejo jefe de mi padre. Pensé en profanar el cuerpo o hacer algo, lo que fuere, no obstante al llegar, di unos pasos lentos hasta el ataúd. Me sentí pequeña, impotente, desprotegida. Al igual que aquella ocasión que el imbécil me echó de su despacho cuando fui a reclamarle que cubra los servicios médicos que mi padre necesitaba. ¡Y el tal Thompson estaba muerto! Ya nada podía hacerme, nada podía decirme ni quitarme. Pero, por algún jodido motivo, me quedé de pie, helada, mirándolo. Como si a más muerto, más poderoso fuese. Retrocedí con las piernas temblando y me encontré con una escena que me sirvió de consuelo: una chica de no más de veinte años se había acercado a la viuda. Llevaba un niño rubio y muy parecido al hijo menor de Thompson. Me acerqué. Le dijo que ella era la mamá de ese pequeño "Ernest" y había acudido a reclamar la parte de la herencia que le correspondía. Lo cual implicaba dos cosas: el jodido Thompson se había metido con esa chica cuando probablemente aún era menor de edad y que estaba poniéndole los cuernos como el hijo de puta que siempre fue a su esposa y privando a sus hijos de un hermanito pequeño. La chica se ganó una bofetada y luego la viuda, presa de la angustia y el odio, acudió al cadáver, le escupió y le gritó una cadena de insultos. Hubiese sido interesante que los recibiese en vida ya que muerto, no hay tierra a la que volver. Regresé a casa con un dolor en el pecho tan grande que durante días sentí que me ahogaba al intentar acostarme a dormir. Una sensación que sólo había sentido dos veces en mi vida: con el fallecimiento de papá y cuando desperté del efecto de las drogas que me metieron, la noche que me prostituyeron.
Consta mencionar esta última palabra para que Nick le de un puñetazo al escritorio y se ponga de pie.
—¡BASTA!—grita.
—¿Qué pasa, Nick? ¿Te molesta escuchar mi historia? Como verás, no soy sólo la chica delgada e indefensa que crees conocer, sino un esqueleto andante, un fantasma, alguien que verdaderamente ha conocido el infierno.
—Me joderé a sus familias, tiraré abajo lo que hayan dejado, tienes que darme información, tiene que hacerse justicia por... ¡No puede quedar así! Debo hacer algo, Nat.
Lo miro con los ojos entrecerrados y me pongo de pie lentamente, acercándome a él por el otro lado del escritorio.
—¿Qué tan egoísta eres, eh? Te estoy contando lo más oscuro de mi vida y tú sólo buscas modos para sentirte más aliviado. ¿No te das cuenta que eso no exorcizará los putos demonios que tengo detrás? Ir a cagarles la vida a otros no me hará más feliz.
—Pero...
—Nick, no sé a qué clase de vida es a la que estás acostumbrado, pero de donde vengo, los problemas no pueden solucionarse con más problemas. Son una bola de odio que se carga muertes, drogas y mucho más encima. No pongas las cosas más difíciles.
—¿Qué hay de Anthony?—me pregunta, resoplando e hiriéndome los oídos escuchar su nombre una vez más.
Y eso es suficiente para que aleje mi rostro. No obstante él lo toma entre sus manos haciendo que clave mis ojos en los suyos tan azules y gélidos como el hielo.
—Nat—insiste—. ¿Qué sucedió con Anthony?
—Él... está muerto. Ya te lo dije.
—¿Cómo murió?
Los labios me tiemblan. Los ojos también. Me cuesta respirar y mi garganta se cierra cuando suelto la verdad más desgarradora de todas:
—Yo lo maté.
______________________
#LosJuegosDelJefe
¿DE QUÉ SE TRATA LA VIDA SECRETA DE NICK QUE NATALIE NO PUEDE SABER?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top